Los ilegales es una propuesta de gran calidad. La historia, fiel a todos los tips del género, está muy bien contada i mantiene al espectador atento e interesado de principio a fin. Tiene además un gran elenco, buenas actuaciones, excelente ambientación de época, diálogos trabajados, personajes bien desarrollados, buen guión, buena dirección, excelente fotografía...
Los invencibles Luego de su sensible filme La Carretera (basado en la novela homónima de Cormac McCarthy), John Hillcoat, nuevamente de la mano de un guión del músico y escritor Nick Cave, vuelve a ofrecer un vibrante filme sobre la historia real de la familia Bondurant, tres hermanos que se dedicaron a la producción y provisión de bebidas alcohólicas durante la época de la Ley Seca en el estado de Virginia...
Un despliegue visual y actoral intenso, pero con descuidos guionísticos. El Acta Volstead, mejor conocida como la Ley Seca, ha dado rienda suelta a la diseminación del crimen organizado durante las décadas del 20 y del 30 en los Estados Unidos. Gangsters de todo tipo vieron el negocio enorme que podían sacar de esta prohibición, o mejor dicho de la ridícula pretensión del gobierno de frenar el libre albedrío de la gente. Desde su revocación en 1933, hubo hasta la fecha decenas de películas que han retratado esta lucha tomando cualquiera de los lados de la ley, en las que tanto protagonistas como antagonistas son tipos duros que no dan el brazo a torcer. Esta película, aunque con un complejo estilo visual, no es una excepción. ¿Cómo está en el papel? Es simplemente una historia de un trio de hermanos que trafican con licor ilegal durante esta Prohibición, a quienes se les complican las cosas cuando las autoridades y la competencia pretenden tener parte de sus ganancias. La película empieza de un modo bastante inteligente con los tres jóvenes hermanos intentando matar un chancho con una escopeta. El más jovencito, titubea, no quiere hacerlo. Entonces su hermano mayor toma la escopeta y sin el más mínimo reparo le vuela la cabeza al chancho. Mejor establecimiento de tema imposible; hasta incluso es rectificado por el personaje de Tom Hardy cuando le rectifica a Shia LaBeouf: “No es la violencia lo que diferencia a los hombres, sino hasta donde es capaz de llegar.” La única pena es que esta introducción temática está casi de adorno y da inicio a una seguidilla de gráficos hechos de violencia que son más producto del relato de una crónica policial más que de una progresión o necesidad dramática; no olvidemos que la película está basada en un hecho real. La película tiene una estructura básica que no es muy diferente de los films de este género que vimos anteriormente y con esto en mente, aprovecha más para desarrollar a los personajes de la trama; suponiendo que haya algo que desarrollar. Pero ese desperdicio a nivel tema que antes mencioné, vuelve para morderlos en el traste en el 3er acto con el personaje de Shia LaBeouf, al que el espectador estará más atento por ser su personaje el que experimenta las mayores transformaciones, encontrando la solución a su problema interno a manos de otra persona. Si lo ven, dirán que es una nimiedad, pero una nimiedad que significaba la diferencia entre una resolución satisfactoria y una que no lo es. ¿Cómo está en la pantalla? La fotografía y la dirección de arte están excelentes. John Hillcoat, director de La Carretera, nos mete con mucho éxito en el universo que transcurre la película. Los encuadres están compuestos con mucho buen gusto, un buen gusto que proviene de una búsqueda de eludir, al menos desde el aspecto visual, los lugares comunes que el guión no puede evitar. Por el lado de las actuaciones, Tom Hardy y Guy Pearce entregan sin lugar a duda las mejores actuaciones de la película; sobre todo Guy Pearce con un villano sádicamente pintoresco. Jessica Chastain y Mia Wasikowska, a pesar de que el guión deposita de una forma muy superficial en ellas el rol de interés romántico de los protagonistas, entregan dentro de sus limitaciones pequeñas perlas de talento acorde a los elogios que ambas interpretes han recibido durante los últimos años. Son bellas, pero también talentosas, estaban necesitadas de personajes más jugosos que las simples “Novias de…” que Nick Cave escribió para ellas. Gary Oldman, aunque brilla en lo poco que aparece en el metraje, uno siente que su personaje no tenía la profundidad suficiente para necesitar de un actor de su talento. Conclusión Una película que sale adelante por el carisma de sus actores y la pericia narrativa y visual de su director. No va a pasar a la historia, pero sirve para pasar el rato.
La ferocidad y el calor blanco. Por lo general las películas de gángsters se caracterizan por una sentencia moral bastante marcada vinculada a aquello de que “el crimen no paga”. El cliché afirma que la incesante catarata de ametralladoras, homicidios, mutilaciones, sangre derramada y demás yerbas eventualmente resultará contraproducente para los forajidos de turno, la vida de los cuales suele finiquitar bajo las mismas y no muy agradables condiciones de siempre. A decir verdad ésta es la moraleja estándar que lleva impresa en su ADN la mayoría de los films en cuestión, aun los más nihilistas y demacrados que en términos prácticos constituyen una explotación/ exaltación de la violencia y todo ese “estilo de vida” que ella acarrea a diario...
Una de gángsters con baño de sangre Una película de gángsters, con elementos de western, narrada con buen pulso por el australiano John Hillcoat (La carretera) quien sumerge a sus personajes en un verdadero baño de sangre, en plena época de La Ley Seca en el estado de Virginia. Los hermanos Bondurant levantan su propio imperio: el negocio de contrabando de alcohol. Su gran fortaleza tiene los días contados ante la llegada de un agente especial (Guy Pearce), un representante corrupto de la ley. El conflicto no tardará en estallar entre bandos opuestos y entre los mismos integrantes de la ley, colocando la lealtad y los valores familiares en la cornisa. Los hermanos son Forrest (el ascendente Tom Hardy, de Batman, el Caballero de la noche asciende), el líder y el más cerebral de los tres; Jack (Shia La Beouf, quien cobró popularidad gracias a la saga Transformers), en el rol de un joven de buen corazón y, finalmente, Howard (Jason Clarke). El relato (basado en el libro “The Wettest County in the World”, en el que el autor Matt Bondurant ficcionalizó sucesos ocurridos en su propia familia) focaliza la narración desde el personaje de Jack, quien vive la violencia como un hecho nuevo e imprevisto en su vida, aún intentando conquistar a su joven amada (Mia Wasikowska). Lo más interesante es que, si bien ninguno de los que desfilan por la historia es un santo, se enciende la mecha de un explosivo que no tardará en detonar. Y en el camino, quedarán los más débiles. Los ilegales aprovecha los resortes de la violencia a través de una trama que contrapone al grupo de "héroes" respetados y que mantienen sus propios códigos con un villano despiadado que no duda en mostrar su peor rostro o ejercer su poder. En la trama tambíen aparece un siempre convincente Gary Oldman, en medio de tiroteos, destilerías y mucha sangre derramada sobre calles polvorientas.
Tibio, tibio... Las películas ambientadas en la época de la denominada Gran Depresión siempre tienen una atmósfera interesante y esa atmósfera suele ser inspiradora visualmente por lo que suelen tener (la mayoría) una buena fotografía y un buen diseño de arte, si a eso le sumamos una historia de gángsters la cosa se va poniendo aún mejor y si a eso le sumamos un director con un éxito abajo del brazo como en este caso John Hillcoat (director de La Carretera) y un reparto integrado por Tom Hardy (Batman: El Caballero de la Noche Asciende), Shia LaBeouf (Transformers, Wall Street: El Dinero Nunca Duerme), Jessica Chastain (El Árbol de la Vida) y Mia Wasikowska (Alicia en el País de las Maravillas) acompañados de Gary Oldman y Guy Pearce parece que nada podría fallar, sin embargo, como en muchos otros ámbitos, en el cine rige una ley de hierro que indica que "los pingos se ven en la cancha". Los Ilegales pese a tener todos los condimentos necesarios para ser una muy buena película se queda en el camino, falla. Así como una gran película lo es por la suma de sus partes y la relación firme que existe entre sus diferentes aspectos técnicos (guión, dirección, fotografía, sonido, arte, montaje) de igual manera funciona a la inversa como en este caso, así que las razones por las cuales este es un film fácilmente olvidable tienen que ver con una suma de malas decisiones. El problema central que tiene Los Ilegales radica en que la estructura con la que el film es narrado no termina de definirse así como tampoco su focalización, por momentos vemos los hechos de la familia Boundurant objetivamente y a veces los vemos a través de la mirada de Jack Bondurant (Shia LaBeouf), este cambio es muy común en cine, sólo que normalmente son funcionales a una estructura que permite el cambio y lo hace orgánico, en este caso, la película parece interesarse en mostrarnos destellos de ciertos sucesos salteados de un personaje y de otro, aplicando elipsis sin ningún tipo de criterio y eso sumado a una puesta de cámara demasiado "correcta" hacen que el espectador nunca sienta afinidad, ni por su protagonista Jack Bondurant y su amorío, ni por su hermano mayor Forrest y su respectiva relación amorosa, ni por nadie en el film. Así mientras va pasando el tiempo del metraje nos encontramos con situaciones que sabemos que deberían afectarnos pero no lo hacen y esto sucede porque accedemos a esas situaciones de manera "craneal" pero no sentimental, como buenos espectadores sabemos como reaccionar ante ciertos hechos, lo sabemos por experiencia, pero cuando no se realiza un buen trabajo para generar en el espectador una proyección hacia los personajes (el cine es un juego de dobles proyecciones), la emoción se ausenta. Los Ilegales no podría considerarse una mala película y si lo fuera, ese sería el menor de sus problemas, el verdadero inconveniente en el film es que "entrar" o no en él es totalmente azaroso y tendrá más que ver con cuestiones personales del espectador y su ánimo que con el film en sí y eso no es positivo, un director además de dirigir a los actores y a las cabezas de equipo debe dirigir al público hacia donde él desee. Todo espectador sabe que cada plano y cada situación son pensados y repensados muchísimas veces buscando siempre algún tipo de intensión, en este film parece que deliberadamente no se busca atraer al espectador, el relato por momentos parece un diario de viaje del cual arbitrariamente se seleccionaron páginas y eso termina siendo algo realmente contradictorio dentro de la estructura misma que intenta plantear la película ya que tampoco pretende mostrarnos "objetivamente" una porción de la historia de Estados Unidos. Las actuaciones, al igual que todo lo demás, son "correctas" y hacen que el visionado resulte ligero a pesar de haber sido tanto personajes y actores, abandonados por el relato a su propia suerte. La actuación de Guy Pearce como el excéntrico Charlie Rakes es la más desenfrenada y arriesgada de todas pero lamentablemente dentro del contexto queda totalmente fuera de registro ya que al no mostrar una progresión dramática en su desenvolvimiento se vuelve totalmente inverosímil. En definitiva, todo lo antes planteado resulta en una película tibia que se queda a la mitad entre el drama histórico y el film de gángsters y que no se esfuerza por hacer que el espectador se sienta involucrado sentimentalmente en ningún momento.
De paseo a la muerte El director John Hillcoat y el músico Nick Cave -también responsable del guión- se reunieron por cuarta vez para concretar esta película de gangsters con estructura de western ambientada en la Virginia de 1931 sobre tres hermanos que se dedican a fabricar y contrabandear alcohol en medio de la Gran Depresión. Más allá de su indudable impronta estadounidense (reconstruye la historia real de los hermanos y míticos contrabandistas Bondurant), Los ilegales es obra de un dúo australiano que ya había trabajado junto en Ghosts… of the Civil Dead, The Proposition (editada en la Argentina de forma directa en DVD como Propuesta de muerte) y la apocalíptica La carretera (lograda transposición del libro de Cormac McCarthy): Hillcoat y Cave, quien además se encargó de la notable banda de sonido (las selección de temas también es notable). Este thriller de mafiosos contra policías (que por momentos son más crueles que los propios gangsters), y viceversa, tiene como protagonistas a los Bondurant (Tom Hardy, Shia LaBeouf y Jason Clarke), mientras que Guy Pearce es el despiadado “defensor” de la ley (y el verdadero malo de la película, casi al borde del estereotipo). Con una narración intensa y cuidada -aunque no siempre fluida- que incluye un par de subtramas románticas (Jessica Chastain, notable como siempre, se atreve incluso a un audaz desnudo), Los ilegales es una buena propuesta, aunque algo convencional para los estándares de la Competencia Oficial del Festival de Cannes, donde tuvo su estreno mundial. Hillcoat y Cave tienen aquí ambiciones no menores (el film “juega” en el mismo terreno que épicas como El enemigo público, Bonnie & Clyde, De paseo a la muerte o incluso El padrino), pero se queda a mitad de camino. De todas maneras, aunque el “envase” (gracias al excelso DF francés Benoît Delhomme) por momentos resulta más vistoso que su contenido, se trata de un film más que atendible (y para disfrutar en pantalla grande).
Arriba, saltó el diablo Nick Cave, John Hillcoat ¿Más? Tom Hardy, Guy Pearce y por si no es suficiente: Gary Oldman. Los ilegales (Lawless, 2012) se presenta ineludible, si no por los nombres, por la calidez del producto final. Una familia. Tres Hermanos. Jack (Shia LaBeouf), Forrest (Tom Hardy) y Howard (Jason Clarke). Juntos, durante la prohibición impuesta por la ley seca, monopolizan la venta de moonshine, una variedad etílica de alta graduación. Sin mayores obstáculos que policías genuflexos y mafiosos de poca monta, los hermanos Boundurant emborrachan al sur de los Estados Unidos sin resquemores. La ruptura de esa estabilidad se manifiesta en dos espectros: en el laboral con la llegada de un siniestro oficial de la ley (Guy Pearce) y en el sentimental con la irrupción de una chica de ciudad en busca de trabajo (Jessica Chastain). Para rastrear el origen de la sociedad creativa entre Nick Cave y John Hillcoat es necesario remontarse a 1988, en donde el director primerizo trasladaba a la pantalla grande el primer guión del músico; Ghosts… of the Civil Dead, una película estrambótica con una cárcel como único escenario y sus presidiarios como únicos protagonistas. Ya en ese primer escalón, a pesar de su precariedad presupuestaria y su carácter experimental, Hillcoat alimenta su estilo con la austeridad y precisión estática que se convertirían en rúbrica en el resto de su repertorio. La composición sonora quedaba a cargo de Cave en colaboración con sus compañeros Blixa Bargeld y Mick Harvey, otros dos miembros fundadores de The Bad Seeds, la banda más popular del oriundo de Warracknabeal. La misma fórmula se reiteraría para el segundo largometraje de Hillcoat, To Have and to Hold (1996). Luego, un hiato de casi diez años se vería interrumpido en el 2005 con la llegada de La Proposición (The Proposition), Western situado en las carnívoras planicies australianas regidas por distintas fuerzas de la barbarie cuya violencia, impoluta, resiste sin esfuerzo frente al asedio de la civilización Allí, por primera vez, Cave enfrentaba en solitario la elaboración de un guión original. A su vez, simultáneamente, el músico se unía a uno de los Bad Seeds más tardíos, Warren Ellis, para componer la banda de sonido. La primera juntos, que marcaría el natalicio de una asociación fructífera con mucha resonancia. Luego, dos años más tarde, ambos estuvieron a cargo de la música de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (The Assesination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2008). Lo que daría lugar a una nueva convocatoria que reuniría nuevamente a los australianos en la versión de Hillcoat de La Carretera (The Road, 2009), basada en una novela del perpetuamente adaptado Cormac Mcarthy. Tres años después vuelven a confluir esas potencialidades creativas bajo el título: Los ilegales. Con Hillcoat en la dirección y Cave abordando dos aspectos de la producción. La música, junto a Ellis y el guión, esta vez adaptado de una novela de Matt Boundurant, que ficcionalizó hechos de su propia familia. En una conferencia de prensa previa al estreno comercial de la película, Nick Cave afirmaba que lo que le atrajo del libro fueron las clásicas historias de amor y la violencia excesiva. “Sentimentalismo y violencia bruta”, decía. En ese sentido, la directriz de Hillcoat se presenta como la más apropiada. Si bien ha demostrado una sensibilidad exquisita a la hora de retratar vínculos y sus diferentes instancias afectivas, su estilo de abordar la violencia es incomparable. Haciendo mucho más énfasis en la tensión previa que en el impacto de ferocidad en donde todo sucede, su estilo recuerda al del mejor western, al de Sergio Leone o Corbucci. Con el mismo nivel de solemnidad pero con mucha menos teatralidad. Despojado, realista. El porcentaje de violencia elevado se traslada e impregna casi todos los aspectos de la vida de los protagonistas. Puede parecer desmesurado pero no lo es en realidad. “Es lo que cualquier hombre con determinación de carácter haría”, dice el personaje de Shia LaBeouf en referencia a la actividad ilegal que lo convoca y la misma explicación puede traspolarse para justificar la agresión. Determinación de carácter para sacar provecho de los pecados del prójimo, en lugar de supeditar sus facultades a las estructuras de dominación. Determinación para responder al instinto más primario de mitigar en lugar de eludir, de grabar su voluntad a fuego en lugar de ceder ante traspiés y recluirse en las penumbras. Las actuaciones merecen un párrafo aparte. Tom Hardy, a la cabeza de la familia, continúa irradiando un magnetismo que induce al espectador a un estado de admiración indisociable. Con la rigurosidad interpretativa del mejor Robert De Niro. Shia LaBeouf sigue despegándose de la ingenuidad prácticamente inherente del resto de sus personajes. Cambio de rumbo que probablemente se confirme el año que viene en Nymphomaniac de Lars von Trier. En cuanto a Guy Pearce, el villano de la película, pocos adjetivos pueden hacerle justicia a la dimensión de este actor que, título tras título, logra asentarse como el mayor héroe subvalorado de los últimos tiempos.
Con un claro estilo clásico de film de gánsters de la era de la Ley Seca, Los ilegales respeta sin fanatismos los códigos del género, aportando toques distintivos que la realzan. Dirigida por John Hillcoat, responsable de una pieza post apocalíptica notable y sin concesiones como La carretera, cambia aquí radicalmente su impronta expresiva y temática para introducirse en un mundo sórdido e inclemente. Y en ese sentido, tanto para abordar un impredecible futuro como un más palpable pasado, Hillcoat apela a armas visuales y dramáticas que lo llevan a terrenos inesperadamente semejantes. Y asimismo se rodea nuevamente –como un el caso mencionado, que contó con nombres como los de Viggo Mortensen, Charlize Theron, Robert Duvall y Guy Pearce- de un elenco extraordinario, magníficamente conducido. Basada en un libro de Matt Bondurant en el que se recorre la epopeya criminal de la familia que lleva ese apellido, el film se ocupa de tres temerarios hermanos que se atreven a competir en el redituable negocio del alcohol ilegal, enfrentándose con obstinación a enemigos irreductibles que los acosan desde ambos lados de la ley. La obsesión de los Bondurant, con diferentes matices entre ellos, es hacerse respetar y crear su propio imperio en una época descarnada y sin códigos de comportamiento. Con elementos narrativos que recuerdan films de los Cohen (especialmente De paseo a la muerte), otros de los 70 como Dillinger o Bonnie & Clyde, o la reciente El enemigo público, Los ilegales entrega intensos momentos de acción en los que la truculencia y cierto preciosismo visual que hace foco en lo nefasto, no están ausentes. Las interpretaciones son soberbias, partiendo de Tom Hardy y el ascendente Shia LaBeouf hasta las fenomenales participaciones de Guy Pearce y Gary Oldman.
Entre un film de gangsters y un western En plena Ley seca y cuando los ingresos escasean, los hermanos Bondurant se mantienen muy bien destilando una popular y fuerte variación de alcohol ilegal en el Condado de Franklin. Pero como debe pasar quieren que el contrabando cese y para eso envían desde Chicago al Ag. Rakes. Allí el agente impondrá una ley brutal y totalmente corrupta. Mientras todos en el lugar ceden a los negociados de Rakes, los Bondurant le harán frente. A partir de ese momento todo puede suceder. Sobretodo cuando el menor de los Bondurant, Jack, quiere convertirse en un gran contrabandista como Floyd Banner. Esto hará que ponga en peligro no solo a sus hermanos y el negocio familiar, sino también a la chica de la que esta enamorado. Esta film basado en una historia real, tiene algunas buenas actuaciones pero muchas falencias. Su director se quedo en el medio del camino entre realizar un film netamente de Gangster o un Western aggiornado a la época de la Ley seca. Y quedó ahí : a mitad de camino. “Los ilegales” tiene demasiadas mesetas, le faltaría ser más concreta y no irse en subyugarse con algunas imágenes (la fotografía es muy buena) y abocarse Mass a como conseguir un clima que mantenga al espectador atento a la historia y expectante en lo que va a suceder. John Hillcoat quiso realizar un film donde mezclar dos géneros bien definidos y se quedo en eso : dos géneros bien definidos, pero un film tedioso por momentos, y previsible por otros. Más allá de algunas buenas actuaciones como las de Shia LeBeouf, Guy Pearce (irreconocible) y el siempre eficaz (y aquí muy desaprovechado) Gary Oldman. “Los Ilegales” es un buen film pero que podía dar mucho más.
Negocios riesgosos Es normal que tras la prohibición legal de comercializar determinado producto se genere una gran oportunidad económica para quienes estén en condiciones de traficarlo. Algo así sucedió en Estados Unidos durante la década del ´30 con la declaración de la Ley Seca. Consumir alcohol fue declarado ilegal, y por lo tanto florecieron las producciones clandestinas. Este es el negocio en el que se destacaron los hermanos Bondurant, no tanto con la idea de hacerse ricos, sino más bien como salida a la crisis que sufría el país, y la película está basada en su historia, retratada en la novela de Matt Bondurant, nieto de Jack, el personaje interpretado en la película por Shia LaBeouf. Esta familia conformada sólo por tres hermanos varones responde a su propia ley como mecanismo de supervivencia, que ha demostrado no fallarles en el tiempo. Por eso, cuando el acuerdo que tienen con el sheriff del condado se ve perjudicado por la llegada del oficial de Justicia Charlie Rakes (un Guy Pearce algo caricaturesco), ellos deberán defenderse solos. Los ilegales es una película de gángsters rurales, y aunque la acción transcurre en un condado cercano a la ciudad de Chicago, en un pueblo muy pequeño, abundan la violencia y la impunidad. La calma de un negocio que saben manejar desde esa semiclandestinidad quedará atrás cuando Rakes no logre negociar con ellos y a cambio busque vengarse de la rebeldía de estos hermanos. Con un guión escrito por el notable músico Nick Cave -un poco extenso, pero que logra matizar la violencia con módicas dosis de humor-, este filme está protagonizado por antihéroes que terminan resultando simpáticos. La contracara son los villanos, paradójicamente los representantes de la ley, agrupados en torno al sádico Rakes, en una interpretación algo exagerada por tanta mueca y gomina que lleva en el cabello. El resto de las actuaciones están muy bien logradas, en especial el personaje de Tom Hardy, que hasta habla con el acento y los gruñidos de los personajes montañeses, y Jessica Chastain, cuya belleza y estilo contrastan con el resto del lugar y los personajes. El toque final es una muy buena banda de sonido (también a cargo de Nick Cave), que completa la excelente ambientación de época del filme.
Los ilegales es un proyecto del músico Nick Cave que se basa en hecho reales y brindó una tremenda película de gángsters en serio. Después de la pseudo intelectual y soporífera Mátalos suavemente esto la verdad que es un alivio. La trama es una adaptación de la novela histórica de Matt Bondurant “The Wettest Country in the Wolrd”, donde narró los hechos que vivió su abuelo y su familia durante la era de la Ley Seca. La familia Bondurant se dedicaba a fabricar whisky ilegal en un pueblo de Virginia y sus integrantes se vieron envueltos en una guerra contra las autoridades federales y otros mafiosos. Este es un tema muy interesante que por loco que parezca nunca fue retratado en el cine como lo hicieron en esta producción. Es decir, filmes sobre estas cuestiones tenés a patadas. Sin embargo, si te ponés a revisar los grandes clásicos en los que trabajaron James Cagney, Humphrey Bogart o Edward G. Robinson (Little Caesar), los conflictos siempre se desarrollaban en la ciudad. Los ilegales en cambio se enfoca en los mafiosos rurales y cómo funcionaba la producción del alcohol ilegal que luego llegaba a las grandes ciudades. La película es apasionante por un guión que te envuelve en la historia con sus personajes y un reparto impresionante. Si Guy Pearce no termina nominado al Oscar por su trabajo en este film pega en el palo porque está brillante en esta producción. Tom Hardy, después de encarnar al villano Bane en el último film de Batman, vuelve a destacarse con otra gran actuación donde formó un buen equipo junto a Shia Labeouf, quien también tiene muy buenos momentos. La dirección corrió por cuenta de John Hillcoat, quien fue responsable hace un tiempo de La carretera, con Vigo Mortensen. Los ilegales es un gran thriller de mafiosos que no defrauda para nada y brinda todo lo que uno espera de este género. Lo único negativo es que Gary Oldman tiene una participación en un par de escenas y te quedás con ganas de verlo más en el personaje que interpreta. Al margen de ese detalle este es uno de los grandes estrenos de la semana.
El infierno del whisky La Ley Seca, entendida como la prohibición de vender bebidas alcohólicas, estuvo vigente en los Estados Unidos entre 1920 y 1933. Fue establecida por la Enmienda XVIII a la Constitución y derogada por la Enmienda XXI. A pesar de la imposibilidad vigente, el alcohol continuó siendo producido de forma clandestina, provocando un auge considerable del crimen organizado. Si bien la ley impedía la oferta, la demanda no había desaparecido. De esta convulsa época nos habla Los ilegales, una película que arrasó en taquilla en su estreno en Norteamérica y que ahora desembarca en las carteleras argentinas avalada por un impresionante elenco actoral encabezado por Shia LaBeouf (Transformers); Jessica Chastain (Historias Cruzadas); Tom Hardy (Batman: El Caballero de la Noche Asciende); Gary Oldman (La Profecía del no nacido); Mia Wasikowska (Alicia en el País de las Maravillas) y Guy Pearce (No temas a la Oscuridad). Y no sólo destaca por su plantel de estrellones hollywoodienses; es que además lleva las estimulantes firmas en tareas de dirección de John Hillcoat, quien alcanzara fama y prestigio gracias a la espléndida adaptación en pantalla grande de la novela de Cormac McCarthy La Carretera, y Nick Cave como guionista y compositor de su estupenda banda sonora. Todos estos datos ya deberían de suponer un referente que convenciera al espectador para acudir al cine a disfrutar de la película, pero es que encima el resultado final no defrauda en absoluto, constituyendo uno de los títulos a tener muy en cuenta en este último tramo de 2012. El desarrollo de la trama se centra en las peripecias de tres hermanos, los Bondurant, quienes poseen una destilería ilegal en el estado de Virginia con la que intentan hacer negocio transportando y vendiendo el aguardiente que ellos mismos fabrican. Pero los tiempos no están para bromas y topan con diversos obstáculos, entre ellos la figura de un ayudante del fiscal del distrito que les hará la vida imposible (excelente Guy Pearce, en un rol de villano tan sádico como refinado que ejerce como auténtico roba escenas). La propuesta no escatima en una violencia latente que se muestra sin pudor en toda su crudeza y dureza (ya la aparición del trailer trajo bastante polémica por su explícito contenido de desnudos y asesinatos sangrientos). Existen escenas en las que el público más susceptible no se va a encontrar cómodo precisamente, pero se revelan necesarias para contextualizar un momento tan convulso en la historia de un país donde la mafia cobró un poder significativo, lo que se tradujo en constantes enfrentamientos sangrientos entre las diversas partes implicadas en el negocio del contrabando de alcohol. Jack, el más joven y advenedizo en el relato, bajo los rasgos de Shia LaBeouf, se convierte en una suerte de conductor de la tragedia que se explica: desde su inicial ingenuidad observa, al principio de manera pasiva y secundaria, después de forma mucho más activa, los acontecimientos que convierten el lucrativo y clandestino negocio familiar en una catástrofe de resonancias bíblicas. La relación tan seca, como la ley aprobada, entre los tres miembros de la familia se resuelve esencial para entender un momento en el que las gentes no estaban precisamente para demostrar sus sentimientos a flor de piel. Las conversaciones entre ellos son tajantes, rudas, sin espacio para el diálogo generoso, incluso en muchas situaciones el único idioma en el que se entienden es en el de los puños (el pobre Shia recibe cada paliza…). A su lado, los personajes femeninos se nos muestran como si fueran fantasmas, apartados e incluso maltratados en una sociedad tan represiva como machista. Las distintas venganzas irán apareciendo ante nuestros ojos cada vez con más abundancia de hemogoblina y mal gusto, hasta llegar a un épico y esperado lance final (quizá lo más flojo del conjunto, un tanto apresurado y falto de ingenio) en el que las cosas volverán (ya veremos cómo) a su orden. Sería injusto no destacar a su vez la magnífica banda sonora que se adapta como un guante a la historia. Se nota a la legua que el guionista es a la vez un reconocido músico, dándole una importancia vital a la partitura que impregna cada fotograma de veracidad y realismo. Este sentido musical trufado de canciones que representan a la perfección la música que se practicaba en las zonas rurales de Estados Unidos en el momento en que acontece la acción de la película se refuerza con las propias composiciones dietéticas escritas por el propio Nick Cave y su violinista Warren Ellis, similares en tono y pausa a las que ya se pudieron escuchar en su anterior trabajo conjunto (la ya citada La Carretera). En definitiva, un trabajo magnífico tanto en su puesta en escena como en la labor de los actores principales que no llega a ser brillante debido a la poca participación en la trama de algunos secundarios de renombre, como ocurre en el caso de un desdibujado Gary Oldman, quien no tiene espacio natural para defender su personaje, que no pasa de ser una simple mezcla de algunos famosos gángsters de la época (Al Capone y compañía).
Contrabandistas de leyenda El cine ha frecuentado muchas veces los tumultuosos tiempos de la prohibición con sus destilerías clandestinas, sus traficantes, sus gánsteres, sus guerras entre grupos que luchan por sacar tajada de un negocio harto rendidor y la corrupción que pone a prueba a cada momento la honestidad de los hombres encargados de hacer cumplir la ley. Lo hace otra vez, en este caso tomando como punto de partida la historia presuntamente real de los hermanos Bondurant, poderosos contrabandistas del condado de Franklin, en Virginia, aún envueltos en la leyenda de su indestructibilidad tal como quiso reconstruirla uno de sus descendientes y como el músico y escritor australiano Nick Cave la trasladó a un guión que no aporta demasiadas novedades más allá de la elegancia con que ha sido elaborado. Lo formal prevalece en la película, dirigida por su compatriota John Hillcoat (es decir, el mismo dúo autoral de La carretera , entre otros títulos), y no titubea a la hora de repetir cierto formato bastante clásico de western e incluso al permitir que algún personaje tienda al estereotipo casi caricaturesco, como sucede con el implacable y atildado agente especial llegado de Chicago que encarna Guy Pearse y que amenaza el poder de los Bondurant. Al frente de éstos está el taciturno Forrest (Tom Hardy), con todo el aspecto del patriarca que llegará a ser apuntalado por el mito que lo señala como indestructible. En el otro extremo, el joven, ambicioso e impulsivo Jack, que quiere ganarse un lugar de peso en la familia, quizás algo prematuramente, y entre ellos Howard, tan bebedor como eficaz cuando hace falta usar la violencia para asegurar que Franklin siga las reglas que ellos imponen. Precisamente el emisario venido de Chicago a comienzos de la década del 30 representa nuevas formas de ejercer el poder, detrás de lo cual está el influyente gánster vestido con toda la autoridad del infalible Gary Oldman. El mundo de los Bondurant, próximo todavía al de los tiempos de la conquista del Oeste, está próximo a transformarse o desaparecer. La disputa es a muerte y la violencia, claro, se multiplica. Ese tenue aire nostálgico, la magnífica ambientación (a la que mucho contribuyen la música compuesta por Cave o seleccionada por él y la estupenda fotografía de Benoït Delhomme) y el desempeño del elenco -en especial de La Beouf, Hardy, Oldman y las dos chicas del caso, Jessica Chastain y Mia Wasikowska, más allá de que sus personajes también parecen bastante cercanos a los clisés de las mujeres del West- contribuyen a hacer de este film si no un innovador acercamiento a un tema muy tratado por el cine, un sólido entretenimiento que tiene la suficiente inteligencia para no tomarse demasiado en serio.
Sed de mal en tiempos de la Ley Seca El clásico enfrentamiento entre locales buenos y forasteros malos, reescrito sin mayores revisiones por un rocker australiano de alto nivel intelectual, da pie a un film que recuerda a los choques con la ley de los hermanos Frank y Jesse James. “El condado más húmedo del mundo”, rebautizó el escritor Sherwood Anderson a Franklin, Virginia, en los años ’20 del siglo pasado. La referencia no iba dirigida a que allí lloviera tanto como en la primavera porteña 2012, sino a que en tiempos de Ley Seca ése fue el paraíso nacional de los moonshiners. En la época se llamaba moonshiners a los destiladores de licor casero, que supieron hacer su agosto a costa justamente de esa ley, ante la cual las grandes compañías productoras retrocedieron, dejándoles el terreno expedito. The Wettest County in the World es el título de una novela histórica escrita por Matt Bondurant, cuyos abuelos fueron de los más notorios moonshiners de Franklin County, EE.UU. The Wettest County in the World iba a llamarse también la película basada en aquella novela. Por lo visto, a los hermanos Weinstein les habrá parecido demasiado largo o poco comercial. Presentada en Cannes en mayo pasado, la película lleva finalmente el título de Lawless. Los ilegales, en castellano. Más que el elenco, que no cuenta con superestrellas, el nombre que más puede llamar la atención (al lector de Página, al menos) es el del guionista de Los ilegales. Sí, este Nick Cave es el mismo de The Bad Seeds y Grinderman. En verdad no se trata de su primer guión, sino del segundo. A mediados de la década pasada, el songwriter de voz cavernosa escribió, en su Australia natal, el de una suerte de western local, dirigido por su compatriota John Hillcoat. Se llamó The Proposition y tuvo la suficiente repercusión internacional para permitir a Hillcoat filmar la ambiciosa La carretera, basada en la novela homónima de Cormac McCarthy. En Argentina, The Proposition se editó en DVD con el título Propuesta de muerte. Los protagonistas de Los ilegales son los hermanos Bondurant. Sobre todo el menor de ellos, Jack (Shia LaBoeuf, hiperexcitado protagonista de Transformers), que tiene a su cargo la narración en off. Tal vez queriendo convertir el apellido en leyenda, Matt Bondurant, autor de la novela, describe a sus antepasados no sólo como los más importantes moonshiners de Lincoln County, sino como personajes poco menos que míticos. Sobre todo el mayor, Forrest (Tom Hardy, villano enmascarado de la última Batman), a quien haberse salvado de la Parca en un par de ocasiones bravas rodea de un aura de inmortalidad. “Eramos los últimos sobrevivientes”, refrendará Jack más tarde, cuando las fuerzas de la ley tiendan su último cerco sobre los moonshiners. Si el viaje al corazón de las tinieblas de The Proposition le daba el aire de traslación no oficial de Apocalypse Now!, el enfrentamiento de una familia de outlaws sureños con la ley y el Estado recuerda al de los hermanos Jesse y Frank James. Como ellos, los Bondurant también son simples campesinos, a quienes el poder pone del otro lado de la ley. En el caso de los James fue el intento de incautar sus tierras, tras la derrota sureña en la Guerra Civil. En el de los Bondurant y sus vecinos, la Ley Seca, impuesta por el puritanismo oficial. La diferencia entre Forrest, Jack y Howard (el hermano del medio) con el resto de los moonshiners es que cuando la ley aprieta y los demás van al pie, ellos entran en guerra, como verdaderos héroes. Para que haya héroes, el binarismo estadounidense requiere de villanos. Villanos que, por oposición a la seca rusticidad campesina, deberán ser perversos, sofisticados, corruptos y urbanos. Ya es corrupta la policía local, que a cambio de unas botellas deja pasar camiones cargados de licor, y más corrupto el nuevo procurador general enviado desde Washington, que quiere aumentar el diezmo. El brazo armado del procurador es el nuevo alguacil, Charlie Rakes, interpretado por el también australiano Guy Pearce, protagonista de The Proposition. El personaje más colorido de una película a la que no le sobra exuberancia, Rakes es una suerte de metrosexual sádico y despiadado, gay en el closet según parece (“Ah, mirá, sos lindo”, le dice a Jack cuando lo conoce). Rakes usa guantes de cuero, se queja de la falta de higiene de los lugareños, se afeita las cejas, usa una colonia apestosa. Y es capaz de partir literalmente en dos a un pobre tullido. El clásico enfrentamiento americano, entre locales buenos y forasteros malos, reescrito, sin mayores revisiones, por un rocker australiano de alto nivel intelectual. Más allá del aire de cosa conocida, la otra gran debilidad de Los ilegales (más allá de que en sus términos la película funcione) es la falta de altura mítica de unos personajes a los que el off presenta como tales. O de un personaje, el de Forrest, a quien en ausencia de esa dimensión el ascendente Tom Hardy compone con tremendos aires de importancia, que tal vez se le hayan quedado pegados del Batman del siempre sobrevalorado Christopher Nolan. Ah, sí, por allí aparece Gary Oldman, en la piel de un mafioso venido de Chicago, cuya función tal vez sea la de refrendar el carácter de “detrás del telón” de los films de gangsters, que Los ilegales se arroga. No puede dejar de hacerse mención al exquisito folk, country y blues compuesto por Cave junto a su “socio” Warren Ellis, que incluye en más de un caso la voz de Emmylou Harris.
Licor tres hermanos Bien dicen que las películas de guerra en las que más se siente el peligro latente de la muerte “eran las de antes”, en las que el combate cuerpo a cuerpo, con golpes, a cuchillazo o a balazo limpio y cercano primaba antes que la tecnología. Los ilegales es un filme “de crimen” en el que se desata una guerra en tiempos de la Ley seca, en Virginia, 1931. Y las escenas en las que las confrontaciones entre los contrabandistas y los corruptos hombres de la ley remedan a esos buenos viejos tiempos, los de las películas de guerra... de antes. El australiano John Hillcoat se basa vagamente en la historia real de los hermanos Bondurant, que fabricaban un licor de aquéllos, arreglaban con el sheriff local y terminaron en una guerra a muerte con el delegado especial Charlie Rakes. Aquí todo es cuestión de vida o muerte. Pero hay formas de vivir y otras de matar y morir. “No es la violencia lo que diferencia a los hombres, es cuán lejos estás dispuesto a llegar”, como le grafica Forrest a su hermano menor Jack. Hillcoat se enardece con las escenas de rivalidad. El hostigamiento no tiene medias tintas. Las golpizas son feroces, y las muestra como son. Tanta verosimilitud no tiene el mismo grado de efecto en el guión. Los personajes están bien construidos, pero parecen más grandes que la historia que relata. Forrest (Tom Hardy, Bane en Batman, El Caballero de la noche asciende ) es el hermano mayor, el más impiadoso. Howard (Jason Clarke), el más brutal, y Jack (Shia LaBeouf) el que siente que debe probarse ante sus hermanos y el resto. Hay intereses románticos interpretados por Mia Wasikowska y Jessica Chastain, ésta como una ex bailarina de Chicago que busca nuevos rumbos y termina trabajando en el bar/gasolinería de los Bondurant, imantando cada momento en el que aparece. Una película de acción no es tal sin un buen villano acorde a las circunstancias. Y Guy Pearce compone al delegado como un tipo tan metódico con su higiene como sádico, en un elenco que, de aquí a 10 años, para reunirlo se necesitaría muchos más millones que lo que cuestan sus servicios hoy.
Un thriller sobre hermanos en armas Con guión escrito por el célebre músico Nick Cave, y basado en el libro autobiográfico de Matt Bondurant, el director John Hillcoat retrata de manera oscura y violenta al mundo de la Gran Depresión y la Ley Seca en los EE UU. Casi al final de uno de los períodos más violentos de los Estados Unidos, donde como consecuencia de la llamada Ley Seca que prohibía la producción y comercialización de alcohol se libraba una feroz guerra entre bandas para dominar el lucrativo negocio del contrabando de whisky y la corrupción se había extendido por todo el país, los hermanos Bondurant dominaban el negocio en Virginia, con la certeza de que su carácter indomable los hacía invencibles. El cambio comienza a producirse con la llegada desde Chicago del nuevo y siniestro ayudante especial Charlie Rakes (Guy Pearce), que viene a organizar la red de tributos para el fiscal de la región, y la aparición de una chica (Jessica Chastain), desamparada, que busca trabajo lejos de la ciudad, donde es evidente que la pasó muy mal. Con la Gran Depresión como fondo inminente, el film dirigido por John Hillcoat con guión del músico Nick Cave –ya habían trabajado juntos en la adaptación del famoso libro de Cormac McCarthy, La carretera, además de Propuesta de muerte y Ghosts... of the Civil Dead–, es la transposición del libro autobiográfico de Matt Bondurant, The Wettest County in the World, sobre su familia en el período de la prohibición. Oscuro, violento y si se quiere épico, el thriller de Hillcoat-Cave es el relato del fin de una época centrado en Forrest (Tom Hardy) y Howard (Jason Clarke), Jack (Shia LaBeouf), un duro clan familiar –como todos en las montañas–, donde Forrest maneja el negocio con mano de hierro, Howard es la mano ejecutora cuando las cosas se ponen difíciles y Jack, el menor, intenta lograr su lugar en el mundo entre sus hermanos. Con la irrupción en el relato del malvado oficial Rakes (un policía villano al borde de la caricatura), la estructura familiar empieza a moverse, principalmente con Jack que aspira a tener más protagonismo, mientras que su hermano mayor comienza una relación con la pelirroja desvalida. Más allá de los lugares comunes y las referencias inevitables a películas como Bonnie & Clyde, El enemigo público y una estética que remite directamente a Entre dos fuegos, de Walter Hill con Bruce Willis, Los ilegales es un gran film, entretenido, con actuaciones sobresalientes y una gloriosa banda de sonido, que trabaja sobre la convicción de que bien resuelto, un thriller con aires de western siempre vale la pena. «
Sobre gangsters con mirada “de autor” Tanto por tema como por su elenco, esta película tenía todo para ser más que interesante. Lo difícil es tomar este material y lograr algo tan pobre como «Los ilegales», una verdadera decepción. El guión del músico Nick Cave -que ya había colaborado antes con el director- se basa en una historia verídica sobre un clan de tres hermanos traficantes de whisky casero durante la era de la Prohibición en la zona rural de Virginia, y lucha contra funcionarios corruptos que quieren una parte del negocio. El asunto es familiar, y con distintas variaciones se ha visto en varias películas, lo que no implica que no se le pueda dar otra mirada desde otro punto de vista. Especialmente teniendo en cuenta que la novela en la que se basa el guión está escrita por el nieto de uno de los hermanos protagónicos. Lamentablemente. en casi todo lo que tiene que ver con la trama gangsteril, la aproximación del director es casi siempre básica y muy poco original, al punto de que da la sensación de estar viendo algún viejo telefilm. Incluso, para un film escrito por Nick Cave sobre un tema necesariamente violento y sórdido, ya que los personajes no sólo son criminales sino también miembros de una comunidad campestre no precisamente civilizada ni tolerante, casi todas las escenas resultan muy poco jugadas. Pero si la audacia brilla por su ausencia en cuanto a la acción, en cambio todo lo que se refiere a las relaciones humanas entre personajes principales y secundarios -no especialmente interesantes ni mucho menos importantes para la historia- está enriquecido al máximo de sus posibilidades. Esto se traduce en diálogos imposibles, serios y pretenciosos entre criminales campesinos que probablemente no sostenían largas charlas sobre la problemática de la violencia en la sociedad moderna, sino casi seguro se comunicaban mediante monosílabos. Lo que pasa es que es cine de autor, tal vez incluso de arte, con hallazgos como musicalizar a los gangsters con canciones de rock y cosas por el estilo. El elenco esta muy desaprovechado, y el único que parece divertirse es Gary Oldman, seguramente porque aparece muy poco y disparando una ametralladora en vez de aguantarse algunas de las deprimentes escenas de esta película de dos horas de duración que no terminan nunca.
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Un film con muchos lujos, una historia verdadera, ambientada en la época de la ley seca, donde la justicia es por mano propia y los representantes de la Justicia solo buscan su propio interés. Tres hermanos se enfrentan a una banda de vecinos y policías. El guion de Nick Cave subraya lo mítico, las tradiciones, los mandatos. Buen clima y buenos actores: Tom Hardy, Shia la Beouf, Guy Pearce.
Luego de "Ghosts... of the Civil Dead" (1988), "The Proposition" (2005) y "On The Road" (2009), el director John Hillcoat y el músico Nick Cave vuelven a trabajar juntos en este film ambientado en los difíciles momentos de la Gran Depresión y que combina los elementos típicos del western con las películas sobre gangsters. La historia, escrita por el propio Cave (y co-musicalizada junto a Warren Ellis) se desarrolla en 1930 y está basada en la novela "The Wettest County in the World" en la cual el autor Matt Bondurant ficcionalizó algunos sucesos ocurridos en su propia familia, más específicamente sobre su abuelo Jack (aquí interpretado por Shia LaBeouf) y sus tíos abuelos Forrest (Tom Hardy) y Howard (Jason Clarke), quienes en aquella época habían levantado un próspero negocio local destilando Moonshine, una potente y popular variedad de alcohol ilegal por su alta graduación. Claro que ante la prohibición impuesta por la Ley Seca y la escasez de empleos, surgen los mercados negros. Uno de ellos pertenece a estos tres hermanos que comienzan a contrabandear esta bebida en todo el Condado de Franklin, Virginia, lo cual se complica con la llegada del Agente Especial Rakes (papel a cargo del genial Guy Pierce), quien reclama un porcentaje de las ganancias. La nueva "ley" es letal y corrupta, y pone a prueba todo lo que los Bondurant han construído y representan. Pero, mientras el resto del condado cede a la represión despiadada del villano de turno, los protagonistas no se permiten inclinarse ante nadie. Allí es cuando surge el conflicto de esta excelente producción que se enmarca dentro de un contexto intenso en el que el personaje del "ex-Transformers" LaBeouf, quien interpreta al menor de los hermanos (el más tímido y débil), va cobrando mucha más fuerza a medida que avanza el relato, tras cruzar su camino con un líder mafioso encarnado por Gary Oldman. Si bien la película mayormente está signada por un alto porcentaje de violencia y brutalidad en medio del crimen y la corrupción, la parte romántica está a cargo en los papeles interpretados por las versátiles actrices Jessica Chastain ("El árbol de la vida", "Historias Cruzadas") y Mia Wasikowska ("Alicia en el País de las Maravillas", "Están Todos Bien", "Albert Nobbs").
EL VASO MEDIO VACÍO Hay quienes dicen que el alcohol es el perfecto “lubricante social”: con un par de copas encima, una aburrida reunión puede convertirse en la fiesta del siglo. Claro que una cosa es lo que ve el borracho y otra cosa es la realidad: al día siguiente, masticando la resaca, el post-ebrio siente que se divirtió como nunca, aunque sus sobrios compañeros de juerga (quizás algo envidiosos) afirmen que la noche anterior no fue gran cosa. Y el film LOS ILEGALES (LAWLESS) se asemeja, durante casi todo su metraje, a un borracho molesto, que se cree más de lo que es y se pasea por la pista (o la pantalla) ostentando esa falsa sensación de seguridad que le brinda su elenco y el rótulo de estar basada en una historia real. Uno de los personajes principales, Forrest Bondurant (Tom Hardy), también está embriagado de su propia leyenda: tras haber sobrevivido a guerras y epidemias se cree inmortal (además de que, como efecto secundario, se la pasa mascullando y balbuceando). Y es él, imponente y silencioso, quien lleva adelante el emprendimiento familiar: la fabricación y venta de licor, algo que en la época y el lugar en que se desarrolla la historia estaba prohibido por ley: la década del 30’, en Estados Unidos. Forrest es ayudado por sus dos hermanos, Howard (Jason Clarke) y el pequeño e inútil Jack (Shia LaBeouf). El negocio de estos tres campesinos barderos marcha bien, hasta que llega a su pueblo un funcionario de la ciudad que quiere su parte. Pero guarda, porque los Bondurant no cederán a la presión. La historia de LOS ILEGALES arranca bien, especialmente con la llegada del despiadado “villano”, el afeminado y raro Charlie Rakes: el personaje es llamativo, pero por momentos la composición de Guy Pearce bordea la caricatura y se siente como si el actor no estuviera del todo cómodo en su papel o no lograra encontrar el tono adecuado. Luego, el argumento decae un poco, junto a la desaparición de Rakes y en coincidencia con las aburridas historias de Jack intentando impresionar a sus hermanos o de Jack tratándose de levantar a la insulsa Bertha (Mia Wasikowska) o cualquiera en la que aparezca Jack. Probablemente sea Hardy el actor más sólido del elenco (Forrest también es de los más interesantes), pero lo cierto es que el resto no tiene demasiadas oportunidades de brillar a causa del guión: la bella Jessica Chastain hace lo que puede con un personaje pobremente escrito (ok, al menos se pone en gomas) y la participación del grandioso Gary Oldman como el gángster Floyd Banner apenas pasa de un cameo. Por otra parte, es interesante notar lo poco que ha crecido Shia LaBeouf como intérprete: desde los inicios de su carrera no ha hecho más que hacer del “nabo buenito”, rol del que no parece demasiado preocupado por alejarse. ¿Y el personaje de Jason Clarke? “¿Quién?”, se preguntarán ustedes. Exacto. El otro de los Bondurant está tan desdibujado que a veces parece que son dos hermanos nada más. El desenlace es violento y llega sin demasiadas complicaciones: sin embargo, el final podría haber sido algo más oscuro y menos edulcorado. Pero bueno, es hora de apurar el trago: en síntesis, LOS ILEGALES es una película visualmente atractiva (algo logrado gracias a un muy buen trabajo de ambientación y fotografía) pero posee un guión demasiado básico, tibio, olvidable, que no fluye correctamente y que presenta unos cuantos lugares comunes, especialmente las penosas subtramas románticas. Algunos verán el vaso medio lleno, otros lo verán medio vacío. Una cosa es segura: no sufriremos la resaca.
La historia se centra en el sur de los Estados Unidos y oscila entre el western y una película de gangsters para contarnos esta historia de una banda que defiende su territorio de la corrupción y el atropello. Mientras hacen un desfile de grandes nombres como Gary Oldman y Guy Pearce, vemos tiroteos en plena calle, una gran ambientación y un guión que cae en un cliché tras otro. No hay forma de que no se torne predecible ya que cae en el malo muy malo, el bueno muy bueno pero muy rudo, las mujeres que son decorado y la violencia constante. Tengo que confesar que el western siempre tiene magia para mí. El hecho de que sea el único género que existe solo en el cine, que nos haya regalado tantos clásicos y el ver grandes películas que siguen respetando su forma pero renovándolo (basta con recordar la monumental Drive) no me permiten creer que sea necesario un producto tan plano. Si bien la ambientación y vestuario dejan un gran placer visual y las tomas del director son sugerentes, John Hillcoat que ha sabido cargarse al género gangster tan bien en “La carretera”, no puede salvar su falta de dirección actoral. Tampoco podemos culparlo tanto: el peso de la historia recae en Shia Lebeouf que tiene ese constante gesto de estar a punto de estornudar que mantiene durante toda la película sin lograr el más mínimo matiz. Guy Pearce, que amamos verlo como un psicópata despiadado, pasa de ser un asesino de guantes blancos (en este caso, literal) a ser una caricatura frente a nosotros. Los pocos momentos en los que Oldman está en pantalla son excelentes, pero tiene tan poco metraje que no llegan a salvar la película. No puedo menos que indignarme porque no explotaran la calidad de Chastain y Hardy da muy bien en pantalla pero tampoco se luce demasiado. En conclusión, la película no es mala, pero nos lleva a tantos lugares comunes que pasa como si nada. No termina de crear el drama ni la sugestión que espera, la dirección de arte es buena pero quiere atarse tanto al libro que parece más un manual de cómo filmar western que una película en sí… Pasa sin pena y sin gloria.
"¡Por el alcohol! La causa y la solución de todos los problemas de la vida" (Homero, Los Simpsons, 1997) Los Ilegales, el título genérico y poco personalizado que se eligió para reemplazar el original "El condado más húmedo del mundo", dice más sobre la última película de John Hillcoat y la novela de Matt Bondurant de lo que se hubiera creído. La ilegalidad es una condición que no solo caracteriza a los tres hermanos sino que abarca al film en general, un trabajo que en más de una oportunidad se ve sobrepasado por el impulso y desafía las leyes de la lógica y el sentido común. La representación de los personajes centrales como inmortales e indestructibles es parte del imaginario popular, criminales santificados por pobladores que los ven desde abajo y no tienen motivo para dudar de ellos. El problema se produce cuando ni el autor –nieto de uno de los protagonistas- ni el director o el guionista Nick Cave se plantean una segunda mirada sobre el material tratado. Construida a las claras de mitos y datos hiperbolizados, esta realización pierde sustento y credibilidad a medida que avanza, con un trío invencible capaz de cometer grandes torpezas delictivas así como heroicos actos de valentía, enfrentando a agentes armados con las manos vacías más veces de las que a uno le gustaría contar. La historia de los hermanos en guerra con el aparato policial en el marco de la sequía etílica debería ser suficiente como para no necesitar el embellecimiento de algunas situaciones o la exageración de los hechos, elementos que desentonan con una coherencia general de la propuesta y no permiten una comunión plena con ella. Hillcoat conduce con sobriedad –aunque con falta de ritmo durante una larga primera mitad- los destinos de los protagonistas, que si bien ya tienen fama de rudos, ascienden al punto de convertirse en leyendas vivas. Para esto se vale de un equipo técnico de lujo que se destaca en todos los aspectos, desde una acertada musicalización hasta una ideal puesta en escena de época, pasando por la muy buena fotografía de Benoit Delhomme. El principal aliciente, no obstante, está en el excelente elenco que la compone, con destacadas interpretaciones de la cada vez más grande Jessica Chastain, un desquiciado Guy Pearce, los correctos Shia LaBeouf y Jason Clarke, así como el entrañable e inocente Cricket Pate de Dane DeHaan. Dos figuras de quienes hoy se espera excelencia, como son Gary Oldman y Tom Hardy no terminan de cerrar, ambos por distintas razones. El primero por una cuestión de guión, que no acaba por definir qué rol juega en la película y lo abandona en más de una oportunidad; el otro por un tema de elección actoral, con un personaje calcado del Bane de The Dark Knight Rises que gruñe y balbucea en forma constante. Lawless termina por integrar el panteón de películas que no se sobreponen al hecho de estar protagonizadas por un ensamble, siendo sus ocho estrellas más importantes que el resultado general. Más allá de los logros argumentales y las notables capacidades que destila en cada área de producción, se trata de un film que no puede convencer por estar demasiado convencido. El director y el Bondurant escritor son fieles del mito que ayudaron a desarrollar y en ningún momento dan un paso atrás para cuestionar lo que ponen en pantalla. Este amor por el material original y esa fascinación por sus protagonistas, cae en el subrayado de la leyenda urbana y no termina de trasladarse a un espectador hambriento que también quiere gritar su aleluya.
Whisky, sudor y sangre. 1931. Mientras la Ley Seca sigue causando caos en las ciudades de Estados Unidos por el dominio de los gangsters, el área de las montañas es el centro de la producción de alcohol. Y en el estado de Virginia, pocos contrabandistas tienen la reputación de los hermanos Bondurant: por un lado, está el duro e incansable Forrest (Tom Hardy), por el otro, el bruto y arrebatado Howard (Jason Clarke). Afuera de ellos, está el joven y creído Jack (Shia LaBeouf), que busca ansiosamente entrar al negocio familiar. Así, ellos dominan el circuito de la bebida, sin tener que preocuparse por policías o la competencia. Pero como las cosas nunca se quedan como están, una ola de cambios altera el clima del condado de Franklin. Primero, aparece en el pueblo Maggie (Jessica Chastain), una chica que conserva claras cicatrices del pasado. Mientras tanto, Jack se encuentra con Martha (Mia Wasikowska), la hija del pastor local, y trata de conquistarla. Pero lo que empeora todo es la llegada del agente especial Charlie Rakes (Guy Pearce), un sádico y corrupto oficial que busca obligar a los hermanos a que se pongan a sus pies. Pero los Bondurant no se inclinan, y pronto inician una guerra sin cuartel que los va a afectar para siempre. Esa es la historia de Los ilegales (Lawless, 2012), el nuevo film de John Hillcoat, quien en el pasado trajo el muy buen western Propuesta de muerte y el drama post-apocalíptico La carretera. Esta vez, basándose en el libro de no ficción The Wettest Country In The World, de Matt Bondurant, Hillcoat entrega un giro refrescante al típico film de mafiosos situado en la era de la Prohibición, al usar el ámbito rural para contar un relato sobre leyendas y villanos. Violenta y clásica, la película hace gran uso del gran elenco y de los aspectos técnicos para dar una visión nostalgicamente oxidada de la época de la Gran Depresión. Pero es en esta ambición en la cual surge el problema, con el guión escrito por el músico Nick Cave (quien también aporta melodías). En su búsqueda por crear una historia épica de campesinos contra la ley, y por su obligación a darle algo que hacer a todos, Cave no termina de desarrollar sus personajes o las subtramas (el negocio del licor, el enfrentamiento entre las posturas de Jack y Forrest, la lucha de los hermanos contra Rakes, las relaciones de los muchachos con Maggie y Martha). Así, termina quedando una mezcla mixta, que depende de los talentos de los actores para combatir la falta de resolución del argumento. El verdadero protagonista de la producción es el personaje de LaBeouf, quien hace tiempo viene mostrando sus deseos por expandirse más allá de los roles en grandes producciones, y esta vez mezcla bien el carisma con algunos momentos serios. Por otra parte, es un placer y una lástima ver a Hardy y Chastain en la pantalla: por un lado, ellos prueban su lugar entre los mejores actores trabajando en la actualidad, definiendo a Forrest y a Maggie con solo miradas y gestos; por el otro, el tiempo limitado que se les da es una prueba de que tan mejor podría haber sido esta obra. El resto del elenco también sufre del desperdicio: ya sea por el tiempo (como es el caso de Clarke y Gary Oldman, que solo aparece en un par de escenas innecesarias y olvidables), o por la dirección, como le pasa a Guy Pearce y a su caricaturesco antagonista. Pero a pesar de los desniveles del guión, Los ilegales vale la pena gracias a un buen elenco y a una mirada distinta a los años de la Prohibición. A brindar por la oportunidad.
John Hillcoat, otra vez acompañado por la pluma y la guitarra de su compadre Nick Cave, se despacha con esta película de gánsteres alejada de la urbe, detalle que le sienta perfecto al tono de western de Los ilegales. La historia de tres hermanos que fabricaban alcohol en un pueblito rural durante la Prohibición sirve como metáfora de la lucha contra todo tipo de sustancia ilícita. No sonará tan bien, pero todo siempre es mejor al ritmo de alguna de las versiones campiranas de White Light/White Heat que regala Los ilegales.
La era de la Depresión en los Estados Unidos es, para el cine, un momento rico por dos motivos. En primer lugar, porque sirve de cruce entre el western y el policial urbano; en segundo, porque permite adentrarse mediante la pura aventura en la comprensión de las taras sociales, y volverlas universales. Este film, que narra la vida de tres hermanos contrabandistas, la corrupción policial y la competencia con otra mafia en un pequeño pueblo rural de Virginia, toma elementos de muchas otras historias (desde Cosecha Roja hasta El Padrino) para, con brío, trazar un mapa de los Estados Unidos que no deja de tener una vibración contemporánea. Sí, las taras del capitalismo, pero no hay que quedarse solo en eso: lo que importa aquí es el pasaje de un personaje de un lado al otro de la moral (el que personifica Shia LaBoeuf) y cómo la codicia de los hombres corrompe todo paisaje. Muy intereante película del director de El Camino, que quiere volver a los géneros clásicos.
Una historia real bien contada Cuenta un suceso real: la vida de los hermanos Bondurant, en el estado de Virginia, en los años de la Gran Depresión. Forrett. Howard y Jack son tres campesinos toscos y primitivos que han montado una destilería clandestina. Y enfrente está la Ley y una dura competencia. Es una más de mafiosos contra el orden. El film está bien hecho, aunque transita por caminos conocidos y tiene algunas exageraciones. Parte de una novela escrita por el nieto de esos Bondurant. Y eso explica el aire condescendiente con que aparecen dibujados estos contrabandistas de pocas ideas y buen corazón. No elude ni la acción ni el costumbrismo ni el aliento romántico. Es intensa, visualmente atractiva, interesante en el estudio del carácter de estos tres hermanos. Y más allá de algunos estereotipos y convencionalismos, interesan las locaciones, la música, su buen gusto, su estructura narrativa y la firme marcación actoral. La Ley (el sistema) -tan vapuleada en estos días- tiene aquí su peor cara: la policía transa por unos botellones de alcohol, el procurador es un justiciero sádico y cruel, y al final todos los litigios se arreglan por la fuerza. Además, este canto a los Bondurant nos recuerda que, a la sombra de las prohibiciones, siempre prosperan los ventajeros y el mercado negro.
El director John Hillcoat, firma esta vibrante película que aborda el género negro y de acción con pericia. El elenco de estrellas tiene sus puntos más fuertes en los papeles compuestos por TOM HARDY, que demuestra porque es una de las grandes promesas de su generación, y el eterno GARY OLDMAN, que se vale de todo su histrionismo para dar vida a un gánster temible.
La soportable levedad de ser… gangster Los ilegales es una película tibia. Mantiene algunos de los rasgos genéricos de los films de gangsters reconocibles fácilmente por los espectadores (narración en primera persona, contexto de la ley seca, ascensos y caídas) y cumple con una serie de convenciones estéticas y narrativas como para pasarla bien un rato. No tiene otra pretensión más que la liviandad y, forma parte de una tendencia que será visible acaso con el pasar de los años: la retroalimentación con las actuales superproducciones seriales de televisión. Aquí, la década del 30 es aggiornada para una teleplatea que pueda aceptar como concebible aquello que, para entonces, era imposible moralmente: el triunfo de los que transgreden la ley. Dentro de la actualización, la música de Nick Cave fortalece ese rol aportando un toque “cool” y melancólico. Por ello, el interés de esta historia de los hermanos Bondurants dependerá de las expectativas de los aficionados al género en cuanto a rupturas y continuidades frente a la tradición. Y es en este punto donde el guión de Cave (a partir del libro de Matt Bondurant) coquetea con algunas variaciones simpáticas que lo llevan a una especie de western crepuscular a partir de la inclusión de signos tales como desplazar el ámbito dramático de la ciudad al condado, privilegiar los paisajes abiertos y escenificar contiendas entre tipos rudos desaliñados contra otros galanamente vestidos. El gesto, por momentos, parece desbarrancarse hacia el ridículo. La estampa fina y afeminada de Guy Pearce (una especie de Bob Geldof en The Wall) confirma lo anterior (definitivamente, para elegantes cabrones, me quedo con el cinismo de Nucky Thompson), además de relegar a otro personaje mucho más interesante, interpretado por Gary Oldman. La prolijidad y el tránsito hacia la comodidad vencen. Allí donde ciertas decisiones argumentales podrían ponerle un poco de pimienta a determinadas situaciones (algún golpe maestro hacia la mitad, digno ejercicio de las series con las cuales este film dialoga), encontramos convalidaciones narrativas y tranquilizantes amorosos, propios de la medianía en el que se mueve el imaginario cinematográfico industrial americano. El film, en este sentido, se queda a mitad de camino siempre; lo hace con un punto de vista indefinido como para lograr empatía con el supuesto héroe (Jack, que tampoco es un antihéroe), en las escenas violentas y en las de amor, poco jugadas. Es en estos momentos donde se torna un ejercicio prescindible de ver más allá de un disfrute de prolijidad cinematográfica.
En 1930 la vida no era fácil, y mucho menos para un grupo de hermanos destiladores clandestinos con todo el duro peso de la (corrupta) ley encima suyo. En las ciudades se llevaba a cabo la ola de delitos más grande que Norteamérica hubiera vivido y en el campo, los tres hermanos Bondurant erigieron su próspero negocio fabricando alcohol ilegal. Los “reyes” del condado de Franklin se las comenzarán a ver negras con la llegada del agente Rakes (un irreconocible Guy Pearce), un hombre que representa la legalidad haciéndola valer a costa de todos sus antónimos posibles. El miedo a este hombre venido de Chicago se expande como un virus letal, pero la tozudez de los Bondurant es más fuerte que el pánico que pueden llegar a sentir frente a este digno oponente. La violencia, cruda y explícita, es marca de Los ilegales, donde no se ahorraron ni una gota de sangre al momento de retratar esta guerra entre bandidos y corruptos. Apela al estilo de cientos de personajes del western ya visto, es cierto, pero no por ello la propuesta es menos efectiva. Jessica Chastain necesita de tan poco para tenernos en la palma de su mano… tiene una belleza y una fragilidad que conmueven. Shia LaBeouf y Tom Hardy componen con rudeza y vigor a sus golpeados personajes. Todo está dispuesto para contar una historia real de criminales a principios del siglo pasado y uno simplemente entra en la película sin esperar más que eso.
Con el estreno de “Los ilegales” Hollywood comete un acto de retorno a las fuentes, algo poco usual en tiempos de secuelas y rescate de personajes de historietas o video juegos. Están algo oxidadas las ideas, pero de alguna manera funcionan. En la primera escena tres hermanos juguetean a pegarle un tiro en la cabeza a un cerdo. La tarea es asignada al menor quien no se anima a apretar el gatillo hasta que el mayor se ocupa del asunto. Música (excelente banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis). Títulos. Mientras esto sucede, una voz en off nos ubica en tiempo y lugar: Condado de Franklin, Virginia, en los años 20. Época de la depresión y de la ley seca. Todo está bastante difícil, pero los hermanos Bondurant, Jack (Shia LeBeouf), Howard (Jason Clarke) y Forrest (Tom Hardy) siguen viviendo de destilar y vender alcohol elaborado en los famosos alambiques clandestinos. Claro, la ley está de acuerdo… por una pequeña comisión. Todo va bien en el bar, salvo sacar algún borracho. Se produce entonces la llegada del agente federal, Charlie Rakes (Guy Pearce). El hombre de modos estrafalarios (a lo Johnny Depp en la saga de Piratas del Caribbe) y métodos poco ortodoxos, está dispuesto a terminar con el contrabando, salvo que haya otra pequeña comisión. En medio de todo esto, el famoso gangster Floyd Banner (Gary Oldman) llega al pueblito, ametralla un auto, a sus integrantes, y se va de lo más campante (condición que, como personaje, mantendrá hasta el final, junto con otros cabos del guión). Hecha la prohibición, hecha la violencia. Máxime si se trata de vicios. Con el tiempo el enfrentamiento entre la ley corrupta y los montañeses va creciendo en intensidad, no así en solidez narrativa. Los personajes se mueven en autos dentro de un marco geográfico realmente pequeño. Uno se pregunta qué les impide hacer 15 cuadras para luego matarse a piñas o a balazos, sin embargo el espectador nunca tiene una respuesta clara de por qué todo demora varios días. Es como esa sensación de ansiedad provocada por ver cuatro cajeros en un banco pero sólo uno atendiendo. Análogamente, “Los ilegales” decae en ritmo en algunos pasajes, repitiendo la misma fórmula cada 10 ó 12 minutos. Rakes amenaza a los hermanos, estos responden, alguien se lastima, y todo vuelve a empezar. De todas maneras estamos ante un producto bien alineado en el relato clásico estadounidense, con una realización técnica impecable. Sobre todo respecto de la música y la fotografía (con destellos sepia). También el elenco ofrece solidez interpretativa, aún cuando algunos deben luchar contra un guión que les impide crecer. Vista en su conjunto la realización de John Hillcoat (con guión de N. Cave en una historia de la que es autor), presentada en Cannes este año, nos resulta un buen entretenimiento, aunque no pasa de eso.
La sobriedad del alcohol El nuevo filme del australiano John Hillcoat podría definirse por todo aquello que no es: en su abordaje del género western-gangsteril se aleja del estilismo de Andrew Dominik, del violento pastiche tarantinesco, de la grandilocuencia majestuosa de Michael Mann e incluso de la corrección tribunera de Ben Affleck: la modalidad de Hillcoat es “artesanal”, como el alcohol que destilan y contrabandean los incansablemente ilegales hermanos Bondurant, en la fértil era policial de la Ley Seca. Y por eso Los ilegales se asemeja más a una sucesión de escenas cuidadosamente enhebradas que a una mera totalidad de género en piloto automático: son esas pequeñas epifanías, discretas y áridas y privadas de efectismo, las que engrandecen la película, la que le insuflan su épica secreta: la enamorada mirada de Jack Bondurant (Shia LaBeouf) hacia Bertha (Mia Wasikowska), la nieve redentora que cae del cielo nocturno después del feroz ataque que sufre Forrest Bondurant (Tom Hardy), la destilería que explota en llamas, el aguardiente usado como sustituto de la gasolina. Jack, Forrest y Howard (Jason Clarke) son los Bondurant, tres hermanos que se dedican a producir y distribuir alcohol en el sureño estado de Virginia a pesar de la prohibición que cae sobre la sustancia, y por eso se ganan como enemigo al afeminado y sádico agente Rakes (Guy Pearce), quien hace de la represión policial una cuestión personal. Por ahí andan también el veterano gángster Floyd Banner (Gary Oldman) y Maggie Beauford (Jessica Chastain), la sufrida pareja de Forrest, quien demuestra tener tantas agallas como él, aunque su papel no sea del todo preponderante: las tensiones están desplegadas entre el joven Jack y sus relaciones respectivas con Bertha, Forrest y Rakes, y por eso Los ilegales es ante todo una historia de iniciación, no tanto a las armas como a los terrenos del amor, la lealtad y la valentía, y de ahí su impulso western. La mesura, la sequedad, la paradójica sobriedad entre tanto alcohol destilado, es lo mejor de la película de Hillcoat, evidente en esa banda sonora ostentosa (a cargo de Warren Ellis y Nick Cave, autor asimismo del guion) que sólo se escucha en los momentos justos, como un buen trago que se sirve sin llamar la atención.
Esta es la historia de los hermanos Bondurant, basada en la novela “El condado más húmedo en el mundo” escrita por Matt Bondurant, y relatada por su Jack (interpretado por Shia LaBeouf). Todo comienza en 1931: los hermanos Bondurant son leyenda de Franklin County, Virginia; Jack (Shia LaBeouf) , quien narra en off es el hermano menor, el menos hábil, temeroso, el inocente que tiene que luchar contra los miedos propios de la edad. El otro es Howard (Jason Clarke), callado, actúa en los momentos que se requiere y es el responsable de los negocios, el líder, el corpulento Forrest Bondurant (Tom Hardy, el villano enmascarado de “Batman El caballero de la noche asciende”), ellos son contrabandistas en la época de la Ley Seca en Estados Unidos. Los Bondurant mantienen una buena relación con todos, ellos fabrican y venden whisky ilegalmente, pero cuando llega un oficial corrupto de Chicago, Charlie Rakes (el inglés Guy Pearce), sádico, despiadado, cruel y provocador, usa guantes de cuero, cejas afeitadas y su cabello un corte especial, (fuera de a que se dedica cada personaje este es el odiado por el espectador y debería ser nominado para los Premios Oscar), que quiere un corte de negocio del licor ilegal de los Bondurant, todo se transforma en una guerra entre bandidos y corruptos. Es cuando comienza la gran lucha porque Forrest Bondurant no va a ceder y menos a todas sus exigencias, también en el lugar se encuentra el gánster Floyd Banner (Gary Oldman), entre otros personajes muy violentos, además en medio de todo este conflicto hay hermosas mujeres, una ex bailarina de Chicago Maggie Beauford (Jessica Chastain),sobre la que uno de los Bondurant pondrá sus ojos y Bertha Minnix (la australiana Mia Wasikowska, “Alicia en El País de las Maravillas”), es la hija del pastor; este es el obstáculo que debe vencer el inexperto Jack. El film contiene buenos diálogos, es sangrienta y violenta, hay algo de western y de film gánsteril, bien ambientada, la estupenda banda sonara pertenece a Nick Cave y Warren Ellis y la fotografía de Benoït Delhomme. Hay tensión, romance, una historia entretenida que no decae, buenas actuaciones algunas más aprovechadas que otras. Es una lástima que algunas secuencias se encuentren cortadas y no logren emocionar abusando de giros previsibles. No olvidemos que se encuentra basada en un hecho real basado en los hermanos Bondurant. Esta historia se encuentra dirigida por el australiano John Hillcoat (51), responsable de: “The Proposition o “Propuesta de muerte, 2005”; “La carretera, 2009”; “Los fantasmas... del Código Civil Dead 1988”, con estos antecedentes podemos conocer un poco mejor sus preferencias.
Leyendas de Pasión La historia real de tres hermanos que en tiempos duros de la ley seca estadounidense se dedicaron a fabricar y vender whisky ilegal, pero a la vez soportando tensiones de los federales -polis generalmente más despiadados que esta gente- y a entenderse con pesados gángsters. El director australiano John Hillcoat teje su guión en imágenes bien logradas, de remarcada estructura cienmatográfica, con un elenco actoral de primera línea, los "fratellos" son Tom Hardy -antes fué "Bane", ese estupendo villano de la última "Batman"-, Jason Clarke y el ascendente Shia Laboeuf, más un relevante Guy Pearce como un feroz agente, que logra ser odiado superlativamente por cada espectador de este filme. Los roles femeninos son de dos bellezas mayúsculas, esos dos rostros amados por la cámara de Jessica Chastain y Mia Wasikowska (la "Alicia" de Tim Burton. También aparece como un pistolero de importancia: Gary Oldman, que borda su participación. Un genuino, auténtico western rural, cuyos escenarios son bosques, caminos polvorientos, y alambiques misteriosos, donde se resalta la tempestiva pero fortalecida relación de hermandad, y también aunque en menor medida la búsqueda del amor, todo enmarcado en un relato de crueldad y sangre.
Sobreviviendo en los '20s "Lawless" o "Los Ilegales" es un western bien logrado al cual le faltó un poco más de sopa para pasar a la categoría más alta del séptimo arte. El director John Hillcoat ensambla un reparto de talentosos artistas que sin dudas, suben el nivel del film y le otorgan un carácter más interesante del que realmente propone la historia. ¡Shia amigo, qué bien te sientan estos roles y no el frenetismo estúpido de un personaje detestable como el protagonista de las "Transformers"! Lo de Guy Pearce ("Memento", "The Hurt Locker"), Gary Oldman ("Bram´s Stoker Drácula", "El Topo"), Jessica Chastain ("Historias Cruzadas", "El Árbol de la Vida") y Tom Hardy ("Batman: El Caballero de la Noche Asciende", "El Origen") es bastante bueno también, sobre todo los personajes más complejos como el villano sádico de Pearce y el hermano enigmático compuesto por Hardy. La trama se centra en la época de la gran depresión estadounidense, cuando la ley seca impuesta en el país creó una batalla campal por manejar el contrabando de alcohol en los distintos estados. 3 hermanos interpretados por Tom Hardy, Shia LaBeouf y Jason Clarke, conforman el trío legendario del pueblo que deberá defenderse de las garras corruptas de policías y gángsters ambiciosos. La violencia cruda y realista, las interpretaciones y los momentos de tensión, son los puntos más fuertes del film, que sin llegar a maravillar, entretiene y se conforma como una propuesta más que aceptable del género. Los aspectos más flacos se encuentran en la narración que cuenta con algunos vacíos que entorpecen la dinámica y algunos cabos sueltos que no son desarrollados nunca en la historia y dejan al espectador con dudas acerca de las características de los personajes. Un buena propuesta para los amantes de las películas de época, con buenas escenas de acción, algunos momentos oscuros y un despliegue de actores de 1ra línea. Creo que se podría haber enriquecido la historia e involucrar más al espectador trabajando con mayor profundidad los aspectos de cada personaje, algo que en "Los Ilegales" de John Hillcoat se logra a medias. Creo que podrá gustarte mucho o poco, pero nunca disgustarte.
Duros, corruptos y extrema violencia Película de australianos que trabajan en Estados Unidos. Lo es el director John Hallcoat ( Propuesta de muerte, La carretera ) y también lo son el guionista y músico Nick Cave y el actor Guy Pearce, quien compone al repulsivo, afeminado y cruel Comisionado Especial Charles Rakes. El filme recrea la novela histórica de Matt Bondurant titulada The wettest country in the world , que narr sucesos protagonizados por sus abuelos en la época de la Ley Seca, quienes habrían sido destiladores de licores del condado de Franklin, Virginia. El relato comienza en 1931. Los depositarios de esa leyenda son los hermanos Forrest, Howard y Jack Bondurant. El jefe del clan es Forrest, interpretado por Tom Hardy, un ícono de la virilidad imperturbable. Aquí aparece como un hombre lacónico, algo taciturno, pero corajudo y siempre dispuesto a resguardar el honor de la familia. Howard es un bebedor, pero implacable cuando cae atrapado por la ira. Y Jack, el menor, es un tarambana impulsivo y enamoradizo, que pretende ganarse un lugar en la familia por méritos propios. También oficia de narrador. Los Bondurant son activos destiladores (conocidos como moonshiners), que mantienen un modus operandi con el sobornable sheriff local. Pero la realidad cambia con la aparición del corrupto fiscal Mason Wardell, el implacable comisionado Rakes y el gangster venido de Chicago Floyt Banner, interpretado por Gary Oldman. Todos los destiladores aceptan las reglas impuestas por Rakes y Wardell, excepto los hermanos Bondurant, quienes se autodefinen "invencibles e inmortales" y deciden enfrentar a los "intrusos", desatando una guerra a muerte, que deriva en secuencias de extrema violencia. Entre los personajes femeninos se destacan los de Jessica Chastain como Maggie, la protegida de Forrest, y Mia Wasikowska, la hija de uno de los hombres fuertes de Franklin y objeto de los deseos de Jack. Según el escritor Sherwood Anderson, Franklin era en la época evocada por este filme "el condado más húmedo del mundo", pero no por las lluvias, sino porque todos los granjeros de la región tenían sus propias pequeñas destilerías de licores. La historia de Los ilegales es una suerte de "cóctel" siempre a punto de explotar. Abundan las ametralladoras Thompson, los tipos "duros" y los funcionarios corruptos. También se pueden observar ejemplares de los primeros Ford V8 y expresiones de segregación racial. Cabe acotar que la Ley Seca fue derogada en 1933, pero la denominada "conspiración Wardell" se extendió hasta 1940. La narración es fluida y su director John Hillcoat demuestra talento y una clara noción de la estructura y la puesta en escena. Para ello contó con la inestimable colaboración del fotógrafo Benoît Delhomme y de intérpretes de primer nivel.
Publicada en la edición digital #247 de la revista.