Los ilegales

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Con el estreno de “Los ilegales” Hollywood comete un acto de retorno a las fuentes, algo poco usual en tiempos de secuelas y rescate de personajes de historietas o video juegos. Están algo oxidadas las ideas, pero de alguna manera funcionan.

En la primera escena tres hermanos juguetean a pegarle un tiro en la cabeza a un cerdo. La tarea es asignada al menor quien no se anima a apretar el gatillo hasta que el mayor se ocupa del asunto. Música (excelente banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis).

Títulos.

Mientras esto sucede, una voz en off nos ubica en tiempo y lugar: Condado de Franklin, Virginia, en los años 20. Época de la depresión y de la ley seca. Todo está bastante difícil, pero los hermanos Bondurant, Jack (Shia LeBeouf), Howard (Jason Clarke) y Forrest (Tom Hardy) siguen viviendo de destilar y vender alcohol elaborado en los famosos alambiques clandestinos.

Claro, la ley está de acuerdo… por una pequeña comisión. Todo va bien en el bar, salvo sacar algún borracho. Se produce entonces la llegada del agente federal, Charlie Rakes (Guy Pearce). El hombre de modos estrafalarios (a lo Johnny Depp en la saga de Piratas del Caribbe) y métodos poco ortodoxos, está dispuesto a terminar con el contrabando, salvo que haya otra pequeña comisión. En medio de todo esto, el famoso gangster Floyd Banner (Gary Oldman) llega al pueblito, ametralla un auto, a sus integrantes, y se va de lo más campante (condición que, como personaje, mantendrá hasta el final, junto con otros cabos del guión).

Hecha la prohibición, hecha la violencia. Máxime si se trata de vicios. Con el tiempo el enfrentamiento entre la ley corrupta y los montañeses va creciendo en intensidad, no así en solidez narrativa.

Los personajes se mueven en autos dentro de un marco geográfico realmente pequeño. Uno se pregunta qué les impide hacer 15 cuadras para luego matarse a piñas o a balazos, sin embargo el espectador nunca tiene una respuesta clara de por qué todo demora varios días. Es como esa sensación de ansiedad provocada por ver cuatro cajeros en un banco pero sólo uno atendiendo. Análogamente, “Los ilegales” decae en ritmo en algunos pasajes, repitiendo la misma fórmula cada 10 ó 12 minutos. Rakes amenaza a los hermanos, estos responden, alguien se lastima, y todo vuelve a empezar.

De todas maneras estamos ante un producto bien alineado en el relato clásico estadounidense, con una realización técnica impecable. Sobre todo respecto de la música y la fotografía (con destellos sepia). También el elenco ofrece solidez interpretativa, aún cuando algunos deben luchar contra un guión que les impide crecer.

Vista en su conjunto la realización de John Hillcoat (con guión de N. Cave en una historia de la que es autor), presentada en Cannes este año, nos resulta un buen entretenimiento, aunque no pasa de eso.