Un filme pleno de artificios y ardides Rodrigo Cortés debutó como director con Concursante (2007), pero adquirió fama con el claustrofóbico filme titulado Enterrado (2010), que le abrió las puertas para encarar esta coproducción y convocar a intérpretes de primer nivel como Sigourney Weaver y Robert De Niro. Weaver interpreta a Margaret Matheson, profesora universitaria dedicada a refutar las actividades fraudulentas de parapsicólogos, psíquicos y mentalistas, farsantes que lucran con la ingenuidad o buena voluntad de sus ocasionales espectadores. Es asistido por Thomas (Tom) Buckley, interpretado por el joven irlandés Cillian Murphy. Uno de los desenmascarados es un chanta argentino llamado Leonardo Palladino (Sbaraglia), quien se hace pasar por un psíquico italiano. Además, para graficar su labor, Matheson y Buckley también intervienen en sesiones de espiritismo y algunos otros casos de similar catadura. Pero el verdadero conflicto dramático se instala en la trama con la reaparición de Simon Silver (De Niro), un ampuloso astro del mentalismo, que es ciego, fue una gloria en los años sesenta y principios de los setenta, y se retiró a cuarteles de invierno después de la muerte de un periodista, que fue su principal impugnador. El regreso de Silver genera una enorme expectativa. Buckley le propone a Matheson investigarlo, pero ella se niega, porque lo considera un hombre peligroso y por un episodio del pasado que la tuvo como protagonista y que se explicita en el filme. Buckley resuelve, entonces, investigar a Silver por su cuenta y riesgo, lo que le acarreará consecuencias no deseadas, inclusive en su integridad física. La decisión de Buckley también quiebra la relación profesor-asistente y la "materno-filial", que en cierta medida se había establecido entre ambos desde el momento que el hijo de Matheson entró en estado de coma irreversible. Las confrontaciones de Buckley con Silver llevarán al joven universitario a un insólito descubrimiento, que inclusive llega a contradecir los sustentos científicos que hasta entonces motorizaron sus investigaciones. Luces rojas registra pretensiones metafísicas y un suspenso fantástico al estilo de los filmes de M. Night Shyamalan. Pero Cortés sucumbe en sus propias ambiciones, porque si bien filma de manera brillante, como guionista todavía se encuentra en trance de descubrir una identidad creativa. Viendo el filme, se puede verificar que el mayor tramposo no es Silver, sino el propio Cortés. Se sabe que por su naturaleza, el cine está plagado de artificios y ardides, pero Cortés hace uso de esos recursos con el mismo descaro que los tristemente famosos mentalistas o sanadores gritones. Esta artificiosidad narrativa es la que domina a la historia de cabo a rabo. De todos modos, si el espectador se presta al juego que propone el director y admite que lo engañen, puede pasar dos horas de intenso entretenimiento. Y de paso descubrir por qué el personaje central de esta historia es el personaje interpretado por Murphy, quien arriesga mucho más que sus dos veteranos coprotagonistas.
El negocio de salvarse a cualquier costo Es una película independiente, cuyo costo no superó el millón de dólares. El autor del guión y director es J. C. Candor, de 37 años, egresado de la Universidad de Wooster, Ohio, con una extensa trayectoria como realizador de filmes comerciales y documentales. Su asesor en este filme fue su propio padre, quien trabajó durante cuarenta años en la empresa financiera Merrill Lynch. La producción la asumió el joven actor Zachary Quinto, quien obtuvo la participación desinteresada de un elenco de primer nivel. El guión está inspirado en lo ocurrido en 2008 a la financiera Lehman Brothers, y su propósito, enunciado por el propio director, fue "comprender el proceso que llevó a tomar las decisiones que nos metieron a todos en este desastre". La historia se desarrolla durante veinticuatro horas en un Banco de Inversiones, que necesita vender los denominados "activos tóxicos" a cualquier precio, porque se están degradando, y convertirlos en dinero para evitar su quiebra. El único que previó ese posible fatal desenlace es el veterano analista de riesgos Eric Dale (Stanley Tucci), al que acaban de despedir. Antes de retirarse, le deja a su compañero de trabajo Peter Sullivan (Zachary Quinto) la investigación en la que estaba trabajando. Sullivan corrige algunos datos y deduce la inminencia del derrumbe de la empresa. Alerta a su jefe Will Emerson (Paul Bettany) y éste a Sam Rogers (Kevin Spacey), quien a su vez convoca a sus superiores Jared Cohen (Simon Baker) y Sarah Robertson (Demi Moore). El último en arribar, ya en la madrugada, es el poderoso CEO John Tuld (Jeremy Irons), un cínico para quien hay sólo tres maneras de vencer en el negocio financiero: "ser el primero, ser el más inteligente o trampear". Para la ocasión, recurre a la tercera variante, y sin escrúpulos. Lo hace con la inicial oposición de Rogers, quien es consciente que salvar el empleo representa avalar el fraude masivo a clientes incautos y hundirse en el descrédito moral. Pero cede porque, dice, necesita el dinero. "Tu pérdida es mi ganancia". Esta expresión, posible lema del neoliberalismo salvaje que hoy impone sus reglas a escala mundial, lo pronuncia Tuld, a quien no le interesa la gente sino el dinero, y cuyo objetivo es no sólo sobrevivir a la crisis, sino utilizarla para retroalimentarse. El guión de Candor, que fue nominado a un premio Oscar de la Academia de Hollywood, no tiene desperdicio, porque posee una precisión de relojería. Pero el director contó además, para desarrollar su propuesta, con la valiosa colaboración de los actores, y sin excepción. Con ellos procuró imprimir un rostro humano a las variables de una crisis que prima facie parecía ser sólo una cuestión de números y papeles.
Película pobre en términos temáticos y en los formales "Me pareció que la idea de `crear' un fantasma y traerlo a la tierra sería una forma nueva de contar una historia de espíritus de ultratumba. Esa fue la semilla". Así definió el director Todd Lincoln el origen de la historia que narra en este filme. En la ficción, quienes "crearon" el fantasma fue un grupo de estudiantes universitarios, que realizaron un experimento de parapsicología para demostrar que es posible convocar y materializar espíritus a través de las ondas del cerebro humano y el uso de tecnologías de última generación. Pero el proyecto se salió de cauce y las secuelas fueron varias: dos muertos, un suicidio, tres desaparecidos y la permanencia del fantasma en la tierra y en apariencia dispuesto a hacer estragos. En esta historia, los "afortunados" que reciben la visita del fantasma es la pareja integrada por Kelly y Ben. Y eso ocurre cuando se instalan en la casa de los padres de ella, situada en una zona donde abundan las torres de electricidad, y mientras sus progenitores están ausentes. ¿Cómo se manifiesta el fantasma? Manchas en las paredes y el techo de la casa, ruidos, sombras, objetos que se mueven, un perro que muere de manera misteriosa, y algunas otras formas extraordinarias que quedan reservadas al espectador. Y el miedo comienza a aterrorizar a los novatos ocupantes de ese hogar. Entre los muchos recursos que utilizan para salir de esa diabólica madeja de manifestaciones paranormales, figura la convocatoria a un experto en cuestiones sobrenaturales. Se llama Patrick y es uno de los que participó en aquel experimento del pasado, que pretende reenviar al fantasma a su lugar de origen, apelando a los mismos medios tecnológicos que había utilizado para traerlo a la tierra. Aunque Lincoln no lo reconoció explícitamente, es probable que el verdadero punto de partida de su proyecto fue Kairo (2001), del japonés Kiyoshi Kurosawa, donde una misteriosa página web abría una puerta a los fantasmas. El filme incluía un desolador retrato de los jóvenes de su país, cuyo principal compañía eran las PC. Y advertía que "en una sociedad donde se ha llegado al aislamiento, la inmensa red global que es Internet convertida en vector de una epidemia mortal sólo puede conducir al cataclismo". Pero Lincoln no incluye estos temas en su filme, que pretende ser un simple entretenimiento, pero es extremadamente pobre en términos temáticos y formales. ¿Cómo es posible que en una industria del cine tan desarrollada como la norteamericana se hagan películas tan mediocres? Y otro interrogante: ¿por qué el interés de tantos jóvenes y adolescentes por el cine de terror, de fantasmas o supuestas apariciones paranormales? ¿Qué buscan en esas películas? ¿Qué respuestas esperan encontrar?. ¿O simplemente las ven como un entretenimiento, más o menos macabro?
Atosigante parafernalia de efectos audiovisuales No es una remake y tampoco una secuela de la versión norteamericana exhibida en nuestro país con el título de El juez , que en 1995 dirigió Danny Cannon, con la pésima actuación de Sylvester Stallone, que le valió el premio Golden Rapberry al peor intérprete de ese año. Por el contrario, Dredd 3D es una nueva adaptación de la historieta Judge Dredd, creada por el británico John Wagner y el español Carlos Ezquerra, que comenzó a editarse en 1977. El escenario de la historia, que se desarrolla en un futuro post apocalíptico, es Mega City One, una ciudad que se extiende entre Boston y Washington y crece verticalmente, estratificando a sus habitantes, que en su gran mayoría son marginales. En Mega City One no hay comisarías ni puertas giratorias, pero persisten los policías corruptos. La criminalidad es combatida por policías/jueces, que patrullan las calles montados en motos, persiguen, juzgan, sentencian y castigan sin apelación. Y por supuesto, son de gatillo fácil. El principal y más eficiente policía/juez es el incorruptible Dredd, una leyenda viva de la ciudad, una suerte de robot humano, "justicia armada" o Rambo futurista y fascista, que viste uniforme y usa un casco que impide ver su rostro, salvo su boca. A Dredd le encomiendan intervenir en un triple asesinato ocurrido en un edificio conocido como Peach Trees, un "elefante blanco" que posee doscientos pisos. Dredd concurre acompañado por la novata Cassandra Anderson, quien carece de experiencia, pero está dotada de una insólita capacidad: puede leer la mente de las personas y ver a través de las paredes. ¡Casi nada! En los últimos pisos de Peach Trees instaló su cuartel general Madeleine Madrigal, más conocida por su apodo de Ma-Ma, una ex prostituta devenida en narcotraficante, que exhibe una cicatriz en su mejilla derecha. Con una multitud de secuaces, produce y comercializa una nueva droga denominada Slo-mo, abreviatura de "slow motion", que le genera a quien la consume la sensación que el tiempo pasa a una velocidad cien veces menor que la real. En el filme se muestra dramáticamente ese efecto. Ma-Ma se adueñó de la central de control inteligente de Peach Trees y cuando Dredd y Cassandra se introducen en el edificio, ella ordena cerrar las puertas y ventanas metálicas, para que ya nadie pueda entrar o salir. Y allí comienza una guerra salvaje y extremadamente cruel, que ocupa el noventa por ciento de la película y la convierte en una de las producciones más violentas de la historia del cine. El británico Pete Travis hace un buen uso del 3D, que aquí es auténtico y no "trucho" como en muchos filmes de Hollywood. Pero abusa de los ralentis (cámara lenta) y apela a juegos de artificio visuales (cristales que explotan y caen como copos de nieve), que nada aportan a la historia. En medio de ese trajín ultra violento y una atosigante parafernalia de efectos audiovisuales, las actuaciones carecen de importancia.
Solidaridad femenina, indignación masculina "¿Leyenda o realidad? Leyenda, por supuesto. ¿Existe la realidad?" Con este cartel se inicia esta película del cineasta rumano Radu Mihaileanu, formado y radicado en Francia, de quien se conocieron en nuestro país El tren de la vida, Ser digno de ser y El concierto. Pero más que una leyenda, la película es una fábula reivindicatoria contra la discriminación y el sometimiento de la mujer en la cultura musulmana. El Islam rige la vida del musulmán y la familia es el centro de las normas sociales. El matrimonio representa el estado ideal y la mujer está destinada a cumplir el papel de esposa, madre y educadora de los hijos. Y aunque el Corán obliga al hombre a respetar a la mujer, en la realidad es considerada, por muchos, "una ciudadana de segunda categoría". La fuente de las mujeres está ambientada en una aldea de un país innominado, a medio camino entre el Magreb y Oriente Medio, donde se habla un dialecto árabe. Es una tierra áspera, desértica y castigada por una prolongada sequía. Mientras los hombres holgazanean, las mujeres deben ocuparse de los quehaceres de la casa, criar a sus hijos y buscar agua desde una única fuente, situada en una montaña cercana, a la que se accede por un camino escarpado y pedregoso. Cansadas de esta tarea, se rebelan. Una de ellas, llamada Leila --bella, ilustrada y casada con el maestro de la aldea--, propone una "huelga de amor" o "huelga sexual". Varias mujeres se escandalizan y se resisten, pero poco a poco se van sumando a la rebelión, inclusive a riesgo de tener que soportar palizas de sus maridos. La propuesta de las mujeres es que los hombres se hagan cargo de transportar el agua. La historia está inspirada en Lisístrata , de Aristófanes, representada por primera vez en el año 411 a. C., sobre un grupo de mujeres griegas que consideran que la mejor forma de terminar la guerra del Peloponeso es decretar la abstinencia sexual. También en un episodio ocurrido a comienzos de 2001 en un pueblo de Turquía. Y mientras se rodaba el filme, las mujeres de Barbacoas, al suroeste de Colombia, se declararon en "huelga de piernas cruzadas" con el fin de obligar a sus maridos a presionar al gobierno para que se construya una carretera que permitiría conectar al pueblo y salvar vidas. El relato incluye secuencias de danzas populares, escenificación de rituales, algunos toques de humor y una ajustada descripción de la solidaridad femenina y de la indignación de los hombres, que oscilan entre la ira y la incomprensión frente a la rebeldía de sus esposas. Pero a pesar de esas bazas y que el guión es el fruto de una investigación en la que intervinieron sociólogos, antropólogos y filólogos, el resultado es una historia ingenua para un tema tan complejo, algo esquemática, desordenada y cargada de tópicos sobre la cultura musulmana.
Conflictos humanos narrados de una manera muy especial La directora Claire Denis nació en París en 1948, hija de un funcionario colonial. Gran parte de su infancia transcurrió en Africa y esa experiencia la volcó en sus películas. De ellas se puede mencionar, por la calidad de su historia y su forma fílmica, a Bella tarea, de 1999. En 35 rhums rinde homenaje a Yasujiro Ozu, pues la película está inspirada en Primavera tardía , que el cineasta japonés filmó en 1949, sobre la relación afectiva entre un padre y su hija, como ocurre en este filme de Denis, ambientado en un suburbio de París. Aquí el padre se llama Lionel, es descendiente de africanos, viudo, extremadamente parco y meditabundo. Trabaja como conductor de trenes --una tarea solitaria-- y está pensando en su inminente jubilación. La hija, Josephine, vive con el padre, trabaja en un negocio de artículos musicales y estudia Antropología en la universidad. De la madre se proporciona alguna noticia hacia el final de la historia. Y hay otros dos personajes claves, habitantes del mismo edificio de Lionel: Gabrielle, también africana, quien oficia de taxista; y Noé, un especialista en computación, francés y que viaja con mucha frecuencia por cuestiones laborales. La película trata sobre la cotidianeidad de esos personajes, una rutina sólo quebrada por la despedida de un compañero de trabajo de Lionel, un accidente, un viaje a Alemania y el frustrado intento de asistir a un concierto. En esta última circunstancia, los cuatro personajes terminan, de noche, en un bar, donde quedan expuestas --sin palabras, con apenas algunos gestos, comportamientos y miradas-- las relaciones de ese grupo humano, las del pasado y las del presente. Una asombrosa economía temática y narrativa que también se percibe en cada uno de los planos, organizados con extrema minuciosidad, donde no falta ni sobra nada, fruto del estilo de la directora y del excelente trabajo de su habitual iluminadora Agnes Godard. Y eso es así porque Claire Denis entiende los conflictos humanos de una manera muy especial, y no como lo sugieren los manuales de la dramaturgia. Además de la relación padre-hija y la perspectiva más o menos cercana de una inevitable separación, la directora también pasa revista a temas como la edad, el paso del tiempo, la amistad, la jubilación y un posible quiebre de la armonía familiar por el propio imperio de la vida. El sentido del título --algo así como 35 vasos de ron-- se explica en la última secuencia de la película y eso permite entender el espíritu que sobrevuela muchos de los segmentos previos.
Una cuestión de ideologías El estreno de Infancia clandestina en Bahía Blanca coincide con su nominación para representar a nuestro país en la competencia por el premio Oscar de la Academia de Hollywood a la mejor película extranjera. No se conocen los fundamentos de nuestra Academia, que decidió privilegiar este filme en lugar de Elefante blanco , de Pablo Trapero, que es muy superior. Quizás porque ofrece una imagen menos miserabilista, pues no hay villas miserias, ni drogas, ni curas villeros, y en cambio sí Montoneros. En febrero de 1979 los responsables de la organización Montoneros estacionados en Cuba o Europa, decidieron lanzar la operación "Contraofensiva" para enfrentar a los militares. "Una fuga hacia delante" como la calificó Juan Gasparini en Montoneros. Final de cuentas , que significó el exterminio de varias centenas de militantes reclutados de la colonia exiliar. Algunos se animaron a venir al país con sus hijos. Entre ellos estaban, supuestamente, los protagonistas de Infancia clandestina , un filme que tendría mucho de autobiográfico. Los personajes llegan procedentes de Cuba con pasaportes falsos. Así Daniel se llama Horacio, Charo es Cristina y Juan (por Perón) es Ernesto (por el Che Guevara). También hay una niña de menos de un año, cuyo nombre no interesa, aunque su presencia es importante. Y está Beto, hermano de Horacio, interpretado por Alterio, el personaje más carismático y, en cierta medida, coherente, que construye con Ernesto una cálida relación de complicidad. El grupo se aloja en una casa camuflada como distribuidora de maní con chocolate. Por supuesto que no todas las cajas que transportan contienen ese producto. La teoría del cine reconoce tres puntos de vista: el focal (de la cámara), el narrativo (desde qué personaje se cuenta la historia) y el ideológico. En este caso interesan los dos últimos. La historia está narrada desde la óptica de Ernesto, apodado "cordobés", que tiene once años y va a la escuela con identidad falsa y una historia familiar inventada. Inclusive le han modificado su fecha de nacimiento. En la escuela se enamora de María. La mayor parte del relato se ocupa de Ernesto. La cuestión ideológica opera casi siempre de telón de fondo o como una presencia ominosa que desestabiliza emocionalmente a Ernesto. Para el director (¿Ernesto?), los Montoneros no son héroes y la razón de esto la expone en las tres últimas secuencias. Tampoco profundiza la cuestión de la "contraofensiva" y la responsabilidad de los jefes guerrilleros en el sacrificio de sus miembros, mientras ellos lograban sustraerse a la represión "atrincherándose en el exterior", según la expresión de Gasparini. Además, Benjamín Avila elude mostrar las acciones de la represión y los enfrentamientos armados mediante los recursos --más fáciles y menos onerosos-- de la elipsis, el "fuera de campo" (alusiones verbales) y los dibujos animados. El cine es un medio de expresión que permite recuperar la memoria histórica. En ese sentido, Infancia clandestina se suma a la lista de películas que lo intentaron previamente, como La historia oficial (1985), Garage Olimpo (1999), Crónica de una fuga (2006); y Nietos, identidad y memoria (2004), del propio Avila. En el caso de esta historia, Ernesto recupera su identidad en la última escena y de manera dramática. Una escena de antología. Es destacable la factura técnica de la película, a pesar de la tendencia del director de alargar algunas escenas o secuencias innecesariamente. También son correctas las actuaciones de Natalia Oreiro (Charo/Cristina), Alterio (Beto) y Teo Gutiérrez Moreno (Juan/Ernesto).
Drama histórico con resonancias actuales Hoy por hoy, a Robert Redford le interesan menos las veleidades actorales, que concentrar sus esfuerzos intelectuales y económicos en exponer una historia crítica de su país y dejar planteados algunos mensajes para el presente y la posteridad. Y todo eso, al margen del cine de Hollywood. Para ello creó la American Film Company, cuya declaración de principios está sintetizada en El conspirador , la película que le sirve de carta de presentación. Se puede decir que es un drama histórico con resonancias contemporáneas, que trata sobre el asesinato del presidente Abraham Lincoln y sus secuelas judiciales y políticas. Lincoln fue baleado en la noche del 14 de abril de 1865, pocos días después de concluida la Guerra de Secesión, mientras asistía en la ciudad de Washington a la puesta en escena de la obra Nuestro primero de América , y murió en la madrugada del día siguiente. El autor del disparo fue John Wilkes Booth, uno de los actores más famosos de su tiempo. El asesinato de Lincoln formó parte de un complot organizado por partidarios de la Confederación, que no admitían la derrota de su causa. El plan incluyó también la ejecución del vicepresidente Andrew Johnson y del secretario de Estado William Seward. Casi todos los involucrados en la conspiración fueron arrestados y sometidos a juicio. Entre ellos, Mary Surrat, una orgullosa dama del Sur, acusada de albergar en su pensión a los complotados. Además, era la madre de John Surrat, un agente al servicio de la Confederación. Redford centra la atención sobre esa mujer, aunque narra la historia desde la óptica de Frederick Aiken, un joven capitán del ejército devenido en su abogado defensor. Y se detiene sobre el conflicto ideológico que surge entre la acusada y su abogado por pertenecer a bandos opuestos, y porque su defendida se niega a traicionar a los suyos, a pesar de su manifiesta condición de chivo expiatorio. En la intención de Redford también figura la discusión de un tema actual: el juzgamiento de Mary Surrat por un tribunal militar, contra la opinión del secretario de Marina Gideon Welles y del ex fiscal general Edward Bates, quienes entendían que debía intervenir una corte civil. A través de esta y otras cuestiones afines, plantea un paralelismo con el 11-S, relacionando la utilización política del asesinato de Lincoln con la oleada paranoico/represiva desatada tras los atentados a las Torres Gemelas. Y por esta vía, también cuestiona la modalidad jurídica aplicada a los detenidos en la base de Guantánamo. Por eso, el juicio contra los asesinos de Lincoln, en particular de Mary Surrat, es presentado por Redford como una farsa política. El cine de Redford exhibe un estilo clásico. Elude los efectos visuales, expone una rigurosa lógica narrativa y se sostiene sobre varias actuaciones valiosas: las de McAvoy (Aiken), Robin Wright (Mary Surrat), Kevin Kline (Edwin Stanton) y Danny Huston como el fiscal de la causa.
Neeson, otra vez en defensa de su familia Búsqueda implacable , la primera versión de esta nueva saga, se estrenó en Bahía Blanca en octubre de 2008 y en esa ocasión bastaron cuatro palabras para catalogarla: "Inverosímil, reaccionaria, pero entretenida". Aun a riesgo de ser poco original, a esta secuela le calza a la perfección esa misma definición. Liam Neeson es nuevamente Bryan Mills, el ex agente de la CIA que ahora se dedica a tareas de seguridad para empresarios. En la primera versión había expresado que estaba retirado, pero no muerto. En esta historia confirma generosamente esa aseveración. Y está dispuesto a luchar para defender a su familia, aunque reconoce estar un poco cansado de tanto trajín. Es decir, de disparar balas a diestra y siniestra y de quebrar brazos y cuellos a cuanto enemigo se cruza en su camino. En este caso debe cumplir una misión de su especialidad en Estambul e invita a compartir algunos días con él a su hija Kim y a su esposa (o ex esposa) Lenore, quien mantiene un conflicto con su pareja y muestra indicios de querer regresar con su marido (o ex marido). La película registra un prólogo donde se observa al albanés Murat en el cementerio de Trapoja, en la ceremonia de entierro de su hijo Marko y de los otros miembros de la banda albana de trata de blancas que fueron aniquilados por Mills en su operación de rescate de su hija en París. En el propio cementerio, Murat jura vengar la muerte de su hijo. Un año después, considera que la mejor ocasión para cumplir su juramento es durante la estancia de Mills y su familia en Estambul. Y así comienza esta ajetreada historia de unos para apresar a Mills y de éste para evadir el cerco y salvar a su mujer y a su hija. Mills continúa reconociéndose un obsesivo en materia de horarios y en cuanto a sus tácticas ofensivas y defensivas. También le sigue cuadrando el apodo de "Rambo" que le impusieron sus ex compañeros de la CIA en la primera versión. Pero no sólo en el uso de las armas (Mills prefiere el revólver), sino también de los puños. Y aquí cabe recordar que Neeson fue en su juventud un destacado boxeador. Búsqueda implacable 2 posee otra vez el sello del francés Luc Besson, tanto en la producción como en el guión. En este caso, con la colaboración de Robert Mark Kamen. Además de Neeson, vuelve a aparecer en esta secuela la rubia Maggie Grace como Kim, mientras que Lenore posee la encarnadura de Famke Janssen y es, quizás, la que se lleva la peor parte. Como el vengativo Murat está el croata Rade Serbedzija, quien es un excelente actor, aunque aquí no tiene oportunidad para demostrar su talento. La película repite algo del patrioterismo, pero menos que en la primera. El acento está puesto en la familia y en la predisposición de Mills de exponer su vida para defenderla. El director convocado para poner en valor la historia es el francés Olivier Megaton, el mismo de El transportador 3 , que logra mantener la tensión y el suspenso desde el mismo momento que el protagonista pisa Estambul, que es un excelente escenario para una historia de estas características.
El privilegio de la narración visual Después de diecisiete años sin filmar, en 2008 el director polaco Jerzy Skolimowski retomó su oficio de cineasta con Las cuatro noches de Ana. Dos años después realizó Essential killing , que ganó el Premio Especial del Jurado y la Copa Volpi al mejor actor para Vincent Gallo en la Muestra de Venecia, y el de mejor película en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2010. En esa ocasión, el director manifestó al periodismo que sus películas suelen tratar sobre los que están "afuera", los que no pertenecen o no encuentran su lugar en la sociedad, los rebeldes que terminan sublevándose contra el sistema. Essential killing también se inscribe en este cuadro. Skolimowski estudió en la famosa Escuela de Cine de Lodz, donde fue compañero de Roman Polanski, con quien trabajó en la escritura del guión de su ópera prima, El cuchillo bajo el agua. Debutó como director con Barrera (1966) y luego realizó, entre otros largometrajes, Deep end (1970), Alarido (1978) y Proa al infierno (1985). Por una deliberada decisión del director, Essential killing no brinda certezas sobre los países donde se desarrolla la historia, aunque por las geografías que se observan puede presumirse que el relato comienza en Afganistán y concluye en Polonia. Según los créditos del filme, el protagonista se llama Mohammed, presuntamente un combatiente talibán, que es apresado por fuerzas extranjeras (¿norteamericanos?), torturado y luego trasladado a Europa del Este. Pero el hombre aprovecha un accidente del vehículo que lo transportaba para fugarse. Como un animal acosado y guiado sólo por su instinto, se introduce en un bosque nevado, donde pone al límite su capacidad de supervivencia, mientras es perseguido por un ejército fantasma. El fugitivo no habla, para evitar que sus palabras pudiesen ser asociadas con algún idioma de Medio Oriente. El director privilegia la narración visual por sobre los diálogos, y concreta una minuciosa elaboración de la banda sonora, que adquiere una relevancia dramática fundamental. Otras bazas decisivas de este filme son la ambientación escenográfica y la convincente actuación de Vincent Gallo como el hombre que huye, mata para sobrevivir y encarna a la perfección la escalada de suspenso con el que Skolimowski involucra al espectador.