Infancia clandestina

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una cuestión de ideologías

El estreno de Infancia clandestina en Bahía Blanca coincide con su nominación para representar a nuestro país en la competencia por el premio Oscar de la Academia de Hollywood a la mejor película extranjera.
No se conocen los fundamentos de nuestra Academia, que decidió privilegiar este filme en lugar de Elefante blanco , de Pablo Trapero, que es muy superior. Quizás porque ofrece una imagen menos miserabilista, pues no hay villas miserias, ni drogas, ni curas villeros, y en cambio sí Montoneros.
En febrero de 1979 los responsables de la organización Montoneros estacionados en Cuba o Europa, decidieron lanzar la operación "Contraofensiva" para enfrentar a los militares.
"Una fuga hacia delante" como la calificó Juan Gasparini en Montoneros. Final de cuentas , que significó el exterminio de varias centenas de militantes reclutados de la colonia exiliar. Algunos se animaron a venir al país con sus hijos.
Entre ellos estaban, supuestamente, los protagonistas de Infancia clandestina , un filme que tendría mucho de autobiográfico. Los personajes llegan procedentes de Cuba con pasaportes falsos. Así Daniel se llama Horacio, Charo es Cristina y Juan (por Perón) es Ernesto (por el Che Guevara).
También hay una niña de menos de un año, cuyo nombre no interesa, aunque su presencia es importante. Y está Beto, hermano de Horacio, interpretado por Alterio, el personaje más carismático y, en cierta medida, coherente, que construye con Ernesto una cálida relación de complicidad.
El grupo se aloja en una casa camuflada como distribuidora de maní con chocolate. Por supuesto que no todas las cajas que transportan contienen ese producto.
La teoría del cine reconoce tres puntos de vista: el focal (de la cámara), el narrativo (desde qué personaje se cuenta la historia) y el ideológico. En este caso interesan los dos últimos.
La historia está narrada desde la óptica de Ernesto, apodado "cordobés", que tiene once años y va a la escuela con identidad falsa y una historia familiar inventada. Inclusive le han modificado su fecha de nacimiento. En la escuela se enamora de María.
La mayor parte del relato se ocupa de Ernesto. La cuestión ideológica opera casi siempre de telón de fondo o como una presencia ominosa que desestabiliza emocionalmente a Ernesto.
Para el director (¿Ernesto?), los Montoneros no son héroes y la razón de esto la expone en las tres últimas secuencias. Tampoco profundiza la cuestión de la "contraofensiva" y la responsabilidad de los jefes guerrilleros en el sacrificio de sus miembros, mientras ellos lograban sustraerse a la represión "atrincherándose en el exterior", según la expresión de Gasparini.
Además, Benjamín Avila elude mostrar las acciones de la represión y los enfrentamientos armados mediante los recursos --más fáciles y menos onerosos-- de la elipsis, el "fuera de campo" (alusiones verbales) y los dibujos animados.
El cine es un medio de expresión que permite recuperar la memoria histórica. En ese sentido, Infancia clandestina se suma a la lista de películas que lo intentaron previamente, como La historia oficial (1985), Garage Olimpo (1999), Crónica de una fuga (2006); y Nietos, identidad y memoria (2004), del propio Avila.
En el caso de esta historia, Ernesto recupera su identidad en la última escena y de manera dramática. Una escena de antología.
Es destacable la factura técnica de la película, a pesar de la tendencia del director de alargar algunas escenas o secuencias innecesariamente. También son correctas las actuaciones de Natalia Oreiro (Charo/Cristina), Alterio (Beto) y Teo Gutiérrez Moreno (Juan/Ernesto).