Una tragedia con elementos cómicos Joseph Cedar nació en 1968 en Nueva York, pero a los seis años se radicó con su familia en Israel. Estudió Historia y Arte Dramático en la Universidad Hebrea de Jerusalén y cine en la Universidad de Nueva York. Dirigió cuatro largometrajes, todos en Israel: Time of favour (2001), Campfire (2004), Beaufort (2007) y Pie de página (2001). Tres de ellos fueron nominados por la Academia de Hollywood como mejor película extranjera, y la última ganó el premio al mejor guión en el Festival de Cannes de 2011. Pie de página es una fábula moral sobre la conflictiva relación entre un padre y su hijo, y por extensión, sobre la rivalidad entre intelectuales y profesores universitarios que se dedican al estudio del Talmud. Aunque Cedar sostiene que son los conflictos generacionales los que mueven el mundo. El padre se llama Eliezer Shkolnik, y es un filólogo que dedicó su vida a estudiar las distintas versiones del Talmud. No usa el Kipá, es hosco, incorruptible, muy crítico y poco sociable por razones que se exponen en el cine. Sus pesquisas le permitieron deducir la existencia de una versión del Talmud hasta entonces desconocida, pero justo cuando estaba por publicar su descubrimiento, su colega Yehuda Grossman le gana de mano y se lleva los laureles, lo que generó una insalvable enemistad entre ambos. El hijo se llama Uriel, es profesor universitario en la misma especialidad, pero más sociable, generoso y exitoso (ha publicado varios libros), pero también menos riguroso. El padre lo califica de "folklorista". El relato se inicia cuando Uriel recibe el premio de la Academia de Ciencias de Israel. Durante veinte años consecutivos Eliezer fue candidateado para el Premio Israel, el más prestigioso del país, que el gobierno entrega todos los años en el aniversario de la Independencia, a los investigadores más destacados en diversas disciplinas. Cuando finalmente lo llaman para informarle que el Ministerio de Educación acaba de concederle el premio de marras, Eliezer siente que le han hecho justicia. Pero el conflicto dramático se introduce en la trama cuando Uriel, el hijo, se entera que en realidad el beneficiado con el premio es él, y debe decidir entre la verdad, el respeto a su padre y el propio ego, un dilema que le acarrea nuevos y espinosos problemas. Cedar explicó que el origen de la historia fue una experiencia similar, aunque inversa, que él vivió hace algunos años. La película coquetea con la comedia, pero no termina de asumir el género. Cedar expresó en Buenos Aires, en ocasión de presentarla en el marco del BAFICI, que su propuesta es "una tragedia con elementos cómicos. El conflicto queda desgarrado al final, y eso es trágico". Pie de página incluye dos grandes interpretaciones a cargo de Lior Ashkenazi (Uriel) y Shlomo Bar-Aba (Eliezer), un actor dedicado al teatro que hacía veinte años no aparecía en cine.
Comedia negra para "reír" Es una comedia policial escrita y dirigida por Martín Salinas, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica de México y con experiencia como guionista en producciones mexicanas. Y el guión es, sin duda, lo mejor de este filme. La historia se desarrolla en la provincia de Misiones. Más concretamente en una antigua hostería denominada Del Cielo, situada en cercanías de las cataratas del Iguazú, atendida por Charly, de 23 años, que oficia de encargado y cocinero y en sus momentos libres se dedica a estudiar el comportamiento de las iguanas. A ese sitio arriba la pareja integrada por Karla y Ricky, quienes acaban de concretar un secuestro extorsivo y cobrar cien mil dólares. Llegan caminando, porque a corta distancia de la hostería chocaron el automóvil en el que viajaban. Apenas instalados en la hostería, Ricky sufre un accidente y muere. Karla se dispone a deshacerse de él y del muerto que quedó depositado en el baúl del automóvil averiado, pero es descubierta por Charly, quien para asistirla en esa macabra operación impone condiciones. Y aquí comienzan los problemas, que se multiplican a medida que a la hostería van arribando otros personajes. Por caso el agresivo guardaparques Rolo, amigo de Charly. También una misteriosa pareja que supuestamente viene de Brasil y se identifican como Gloria y Flavio; una chica brava que reclama airadamente por Ricky; y algunos otros personajes que surgen del bosque y se interesan por los muertos y el botín en dólares. Ni un hombre más es una "comedia negra", un subgénero que los teóricos del cine identifican por una cualidad específica: son filmes que hacen reír hasta el momento en que uno se pregunta de qué se ríe. Pero verificada esta circunstancia, en este caso el espectador continuará riéndose hasta la última escena y, quizás, lamentándose que la historia sea tan breve. Se suele citar como un antecedente de la comedia negra a El tercer tiro (1955), de Alfred Hitchcock. Y otra película en la misma línea, más reciente, es Muerte en un funeral (2007), de Frank Oz. Por momentos se observan varias subhistorias en busca de su propio desenlace, que requieren un minucioso trabajo de montaje paralelo para no afectar la historia principal. Hay algunos diálogos chispeantes y otras tantas observaciones sarcásticas a cargo de Charly, en especial desde el momento que en la hostería hacen su aparición dos monjas con vocación de salvadoras. La historia se sostiene sobre las buenas actuaciones de Bertuccelli (Karla), Piroyansky (Charly) y Ziembrowski (Rolo), quienes logran alimentar la tragicomedia que propone el director. Aunque falta algo más de ritmo y de sutileza, porque algunos trazos resultan un poco gruesos.
La soledad y las contradicciones de la sociedad "Me pareció interesante el personaje de Albert Nobbs, porque es alguien que tuvo que borrarse a sí mismo, casi completamente, para sobrevivir". Esto lo expresó Rodrigo García, el hijo cineasta de Gabriel García Márquez, y autor, entre otros filmes, de Amor de madres. La película recrea la novela breve del escritor irlandés George Moore (1852-1933). En la década de 1980, la obra fue adaptada para el teatro y representada primero en París y luego en Broadway, donde se estrenó en 1982, protagonizada por Glenn Close. Desde entonces, llevar la historia al cine se convirtió en una obsesión de Close. Escribió el guión conjuntamente con John Branville y como no consiguió productor interesado en financiar la película, la propia actriz aportó el dinero para concretar el rodaje. También fue ella quien eligió a Rodrigo García para asumir la dirección. En el inicio del relato, Albert Nobbs aparece como mayordomo en el hotel Morrison de Dublin. Paulatinamente, el director va perfilando rasgos de su personalidad. Porque en realidad es una mujer, que no cambió de sexo, sino que se viste con vestimenta masculina y disimula su condición femenina por razones que se explicitan en el filme. Es reservada, sin amigos entre los hombres y tampoco entre las mujeres, y vive su trabajo y su estancia en el hotel Morrison como una suerte de cárcel que ella misma se construyó. El conflicto dramático se instala en la película y en la vida de Nobbs cuando Margareth Baker, la dueña del hotel, la obliga a compartir su habitación, por una noche, con el pintor y carpintero Hubert Page, quien ha sido contratado para realizar tareas de mantenimiento en el edificio. Otros dos personajes claves de la historia son el plomero Joe Mackins y su amante Helen Dawes, una camarera del mismo hotel, a quien Nobbs invita a pasear por la ciudad mientras barrunta la posibilidad de abrir un negocio de tabaquería, y la prodiga de obsequios, a pesar de su acendrada avaricia, por razones que deberá descubrir el espectador. "No se trata --escribió Mónica Ottino-- de la historia de una lesbiana frustrada, sino de un ser aterrado ante la vida que decide usar un disfraz que, como todos los disfraces, termina por adherirse a su piel". La intención de Moore, rigurosamente respetada por el director, fue describir la extrema soledad de la protagonista y las contradicciones de una sociedad inmersa en un mar de hipocresías, represiones y agobiantes ambigüedades. Además de la excelente actuación de Glenn Close, nominada este año por la Academia de Hollywood en el rubro mejor actriz, también cabe destacar los trabajos de Janet McTeer en el papel de Page, y de Brendan Gleeson como el doctor Holloran, que aporta un poco de humanidad a ese gélido universo retratado en el filme.
Otro gran cúmulo de horrores Con el antecedente titulado El exorcismo de Emily Rose , el director Scott Derrickson ha vuelto a transitar el cine de terror y para ello convocó todos los tópicos del género. El protagonista es el escritor Ellison Oswalt, una mezcla de Truman Capote y Stephen King, que se ha obsesionado con los crímenes no resueltos desde que su novela Sangre en Kentucky fue un resonante éxito editorial, para gran disgusto de los policías. Esa obsesión lo impulsó a mudarse a una casa donde ocurrieron cuatro asesinatos, para escribir una nueva novela, pero desde el corazón mismo del escenario de esos crímenes. Pero oculta la verdad a su esposa Tracy y a sus hijos Ashley y Trevor, quien sufre terribles pesadillas nocturnas. Apenas instalado, Ellison descubre en el altillo de la casa una caja con películas filmadas en Super 8, etiquetadas como inocentes videos caseros, pero que muestran asesinatos de familias en distintas ciudades y en diversas circunstancias. Por caso, la muerte por degollamiento titulada Hora de dormir `98, por incendio (Parrillada `79 ), por asfixia (Fiesta en la piscina `66), con una máquina cortacésped (Trabajo en el jardín `86 ) y por ahorcamiento (Diversión familiar `11). Ellison procura mitigar su angustia con abundante café y whisky, hasta que un policía le sugiere consultar al profesor Jonas, un experto en ocultismo y demonología, que aporta una teoría delirante sobre un dios llamado Bughuul, que habría pasado a la historia por devorar las almas de los niños después de aniquilar a sus familias. La historia de Sinister continúa por estos carriles, con un suspenso que crece en intensidad cada cinco minutos, con frecuentes cortes de luz (las sombras siempre son propicias para acrecentar los misterios), fuertes golpes sonoros y fantasmas que juegan a las escondidas en la casa. Ellison procura encontrar una posible ligazón entre los cinco crímenes mencionados más arriba, y responder preguntas como quién filmó las películas, por qué en cada caso desaparece uno de los hijos de esas familias que la policía nunca pudo hallar y quién es Mr. Boogie. Y en medio de todo ese cúmulo de horrores, el director introduce dos cuestiones claves. Una es la que aparece en Blow up, de Antonioni, basada en el cuento Las babas del diablo , de Cortázar, porque Ellison cree descubrir en las películas una imagen semioculta que procura descifrar. "Nosotros sabemos --afirmó Antonioni-- que bajo la imagen revelada existe otra más fiel a la realidad, y bajo ésta, otra, y que detrás de esta última puede aparecer de nuevo otra imagen, hasta llegar a la imagen verdadera de esa realidad absoluta, misteriosa, que nadie nunca verá". La otra cuestión es la de las snuff movies, que comenzaron a aparecer en la década de 1960, inicialmente filmadas en Super 8, que escenificaban el asesinato de personas. Primero como simples representaciones, pero a partir de los años setenta se convirtieron en registros de crímenes verdaderos, como ocurre en las películas halladas por Ellison en el ático de su casa. Esos dos temas condimentan la historia de Sinister y le proporcionan una dimensión que le permite al director superar las trajinadas películas de terror lanzadas por Hollywood con una frecuencia que ya resulta sospechosa. Sinister se sostiene sobre todas esas variantes narrativas y también sobre una convincente actuación de Ethan Hawke como el obsesionado y abrumado escritor Ellison Oswalt.
El amor puede ser más fuerte que la violencia Es otro cuento moral de los hermanos Dardenne, cuya filmografía registra títulos tan significativos como Rosetta (1999), El hijo (2002), El niño (2005) y El silencio de Lorna (2008). En este caso, el protagonista es Cyril, un adolescente de once años, interpretado de manera admirable por Thomas Doret. Fue internado por su padre en un hogar de menores, con la promesa de volver a buscarlo, cuando reúna el dinero necesario para comprar una casa. Pero esto no ocurre y Cyril se desespera por volver a tomar contacto con su progenitor. Después se sabrá que dejó el departamanto que habitaba y se radicó en otra ciudad con la idea de rehacer su vida. Inclusive vendió la bicicleta de Cyril, que es para él un símbolo de libertad. En su fuga, se refugia en una peluquería para damas y se abraza a Samantha, la dueña, quien instintivamente decide protegerlo contra quienes lo persiguen. Inclusive acepta que venga a vivir con ella los fines de semana. Y aquí comienza el segmento central de la historia. Cyril es un chico rebelde que mantiene su obstinación de descubrir el paradero de su padre. Necesita desesperadamente afecto y Samantha comienza a prodigárselo en dosis crecientes, pero también sin concesiones. Por causa de un incidente con otro chico, en la vida de Cyril aparece el líder de una banda que procura captarlo, porque observa en él el aprendiz ideal para el robo. Y por esos andariveles, los directores van organizando una fábula sobre el duro aprendizaje de la vida. A pesar de todas las vicisitudes en las que se ve envuelto Cyril, a quien le han robado la infancia, El chico de la bicicleta es una película más esperanzadora que las anteriores de los Dardenne. Ellos mismos lo han reconocido en el Festival de Cannes, donde ganaron con este filme el Gran Premio del Jurado. La idea motriz de los directores en esta historia es que el amor puede ser más fuerte que la violencia. También plantean la necesidad de superar el feroz individualismo que rige en la sociedad y recuperar a la familia como núcleo clave para lograr un desarrollo equilibrado de los niños. Sin embargo, los directores eluden las explicaciones psicológicas. En cambio, mantienen su línea realista y su habitual ascetismo narrativo. Y a diferencia de sus filmes anteriores, en El chico de la bicicleta se observa un ritmo más intenso e inclusive incorporan la música sinfónica, mediante cuatro pasajes del Concierto Nº 5 para piano de Beethoven, que aporta serenidad en los momentos más álgidos de la historia.
Muy buen policial de origen noruego Por su origen, Cacería implacable es una rareza en los cines de Bahía Blanca, aunque es probable que dentro de dos años veamos la versión norteamericana, como ocurrió con Insomnia (1997), de Eric Skoldjaerg, que derivó en Noches blancas (2001), de Christopher Nolan. Al igual que el filme de Skoldjaerg, Cacería implacable también es un policial, pero recorrido por un autoconsciente humor negro, además de una cierta adhesión al lema "todos pierden, nadie gana", que regía el cine policial de los años setenta. La historia se desarrolla en Oslo y el protagonista es Roger Brown, un "cazador de talentos" para empresas importantes de esa ciudad. Su función es descubrir, entrevistar y seleccionar ejecutivos capaces. En la apertura del relato, Roger oficia de narrador. Se reconoce inteligente, exitoso, inclusive con las mujeres, que ha logrado todo lo que deseaba a pesar de su escasa estatura, lo que inicialmente le había acarreado cierto complejo de inferioridad. Está casado con Diana, propietaria de una galería de arte y ambos llevan una vida ostentosa. Para mantener ese statu quo, periódicamente se convierte en ladrón de guante blanco. Con la complicidad de un experto en desactivar alarmas, sustrae obras de arte, que vende en otros países. Esa rutina se quiebra con la aparición de Clas Greve, un ejecutivo danés que llega a Oslo para hacerse cargo --dice-- de una mansión que heredó de su abuela. Pretende radicarse en esta ciudad y para ello necesita de los servicios de Roger. Con una intencionalidad que se descubrirá oportunamente, Greve comenta que en la casa de su abuela hay una pintura original de Rubens valuada en cien millones de dólares. El dato conmueve a Roger, pues estima que puede ser la solución de todos sus problemas económicos. Lo que Roger no sabe es que Greve es un especialista en sistemas de comunicación y en otra época fue un mercenario, con actuación en varios países del Tercer Mundo, incluido Bolivia. A partir de su decisión de adueñarse de la pintura de marras, Roger vivirá las más insólitas aventuras, siempre en tren de víctima o fugitivo, que lo llevará en algún momento a sumergirse en lo que es en la vida real. Quien haya visto la película entenderá los alcances de esta apreciación. En esa travesía, aflorarán la violencia, el suspenso, algunos muertos y, ocasionalmente, el gore, además de traiciones, infidelidades y ambiciones desmedidas. Finalmente el espectador descubrirá que detrás de ese trajín macabro hay bastante más que una obra de arte. El estilo narrativo varía entre el cine de acción y el policial negro. Sorprende la solidez del guión, basado en la novela de Jo Nesbo, quien también participó en la adaptación. También corresponde destacar las actuaciones, en especial de Aksel Hennie, quien pasa por los mayores descalabros con un espíritu que, a pesar de su detestable catadura moral, logra generar una cierta empatía.
Entre la farsa y la tragedia Argo se inscribe en la línea del mejor cine político, al estilo de filmes de los setenta (Tres días del Cóndor , 1975, de Sydney Pollack) y los más recientes de Doug Liman (Poder que mata, 2010) y George Clooney ( Buenas noches y mucha suerte, 2005, y Secretos de Estado, 2011). Clooney, productor de Argo , y Ben Affleck son los actores/directores de mayor talento y políticamente los más comprometidos del cine norteamericano actual. Para situar al espectador, la película abre con un encuadre histórico. En 1951 el primer ministro iraní Mohammad Mossadegh nacionalizó el petróleo. En 1953, Estados Unidos y Gran Bretaña fogonearon un golpe de Estado para instalar en el gobierno al Sha Reza Pahlevi, quien favoreció los intereses económicos de sus "patrocinadores" y desató una feroz represión. En 1979, la revolución islámica promovida por el ayatollah Komeini destituyó al Sha, quien logró exiliarse en Estados Unidos. Para exigir su entrega, los iracundos simpatizantes de Komeini ocuparon la Embajada norteamericana en Teherán y tomaron rehenes a sus funcionarios. Pero seis de ellos lograron fugar y refugiarse en la residencia del embajador de Canadá. Affleck se ocupa de esos diplomáticos y de la operación montada por el agente secreto de la CIA Antonio "Tony" Méndez, especializado en actividades encubiertas, para rescatarlos. Méndez, interpretado por el propio Affleck, pone en marcha un plan francamente surrealista con el apoyo de la CIA, de un productor de cine de Hollywood y de John Chambers, el laureado maquillador de El planeta de los simios. El plan consistió en fraguar la producción de una película de ciencia ficción que debía incluir secuencias rodadas en Teherán y hacer creer a los iraníes que los seis refugiados eran canadienses que formaban parte del proyecto y estaban empeñados en la búsqueda de locaciones. El título de la película era, precisamente, Argo. Esta historia se mantuvo en absoluto secreto hasta que en 1997 el presidente Clinton resolvió desclasificar los archivos. Los pormenores de la operación y el final del filme quedan reservados a los eventuales espectadores. El drama y la tragedia tienen como escenario a Teherán; la comedia se cuela en Hollywood a través de las actuaciones de Arkin y Goodman; y las intrigas secretas se desarrollan entre la sede de la CIA en Virginia y los despachos de Washington. Cuatro de las principales bazas de Argo son la rigurosa ambientación y puesta en escena; un sostenido suspenso, que en la última media hora adquiere una enorme tensión; y el excelente trabajo del iluminador Rodrigo Prieto, habitual colaborador del mexicano Alejandro González Iñárritu. La cuarta es la verosimilitud que Affleck, un director maniático y especializado en temas de Medio Oriente por la Universidad de Vermont, logra imprimir a la historia. En cierto momento el personaje de Arkin cita una frase de Carlos Marx, quien habría dicho que la historia se repite primero como drama y luego como farsa. Algo de esto ocurre en Argo. El principal reproche que se puede formular a Affleck es que la película finalmente decanta no en una farsa, porque la historia es demasiado dramática para que eso ocurra, sino en una "americanada" a favor del "patriotismo" de su país y de la CIA. "Ningún medio de comunicación de masas es inocente --afirma Celestino Deleyto--, pero todos tratan de pasar por inocentes y de apelar a la inocencia del espectador". El cine no es la excepción. Para Affleck, ese final a lo "Hollywood" significó una concesión al espectáculo fílmico.
Una película para debatir entre todos Tercer largometraje de la cineasta Lynne Ramsay, nacida en 1970 en Glasgow, Escocia. Los anteriores fueron Ratchatcher (1999) y Morvern Callar (2002). Ambos son perturbadores dramas que rozan el terror. Tenemos que hablar de Kevin tampoco le va en saga. Es la adaptación de la novela de Lionel Shriver, que trata sobre las relaciones maternofiliales, a partir de un episodio similar al de Bowling for Columbine (2002), de Michael Moore, y Elefante (2003), de Gus van Sant. El filme está organizado en base a flashbacks. Comienza con la visita de Eva a su hijo Kevin, a punto de cumplir dieciocho años y dos de permanencia en la cárcel por una masacre que ejecutó contra compañeros de su colegio. Pero el filme no explora el crimen, sino apenas los momentos previos y posteriores de ese trágico episodio. El interés de la directora está puesto en desentrañar por qué Kevin llegó a cometer ese acto criminal. El relato vuelve una y otra vez al pasado para reconstruir la relación de amor-odio de Eva con su hijo. Y de éste con su hermana menor Celia y con su padre Franklin, un hombre bonachón, afectivo, pero negador, que desestima la preocupación de su esposa por la conducta de Kevin. La verdad primera es que Eva no ama a su hijo y en "respuesta", Kevin revela desde muy chico un comportamiento perverso. Los breves interludios de ternura filiales son, casi siempre, pausas estratégicas que preanuncian nuevas embestidas de creciente violencia. La directora definió claramente su propuesta: "No es una película realista. Es una película hipotética. Qué pasa si no amo a mi hijo. Qué pasa si él se da cuenta y se venga. Qué pasa si mi hijo es un monstruo. Es un filme sobre un tema tabú, y por eso es perturbadora". Una cuestión secundaria, pero no menor, es la respuesta de una comunidad impiadosa hacia Eva por el crimen cometido por su hijo. Inclusive de parte de sus nuevos compañeros de trabajo en una agencia de turismo, donde ella trabaja no sólo para subsistir, sino también para afirmarse moral y psicológicamente. Escasean los diálogos, porque es más una película de miradas y silencios reveladores, en una casa bella y espaciosa, con un amplio jardín donde Kevin practica tiro al blanco con un arco que le regaló su padre. Un acierto de la directora es el recurrente uso del color rojo, desde una inicial tomatina valenciana, para prefigurar el episodio criminal. Y otra baza es la actuación de Tilda Swinton como Eva, que le significó el premio del Cine Europeo como mejor actriz. Tenemos que hablar con Kevin es también un filme para debatir con la participación de padres, psicólogos y psiquiatras.
La asombrosa capacidad de reinvención de la saga Es la película número 23 de James Bond, la saga de mayor permanencia en la historia del cine. Fue lanzada para conmemorar el cincuenta aniversario del inicio de la serie y de la primera aparición del famoso 007, el espía con licencia para matar. Comenzó en 1962, en plena Guerra Fría, con El satánico Dr. No , interpretado por Sean Connery. Desde entonces, con cada cambio de actor, el personaje también asumió características particulares. Daniel Craig lo encarna desde Casino Royal, en 2006. En ese filme y también en Skyfall , Craig aporta una renovación de los hábitos de Bond. Es un poco menos mito y está algo más cerca de la realidad. Además, ya no posee la sofisticación de otros tiempos y, en cambio, aparece más dispuesto a "ensuciarse" en el cumplimiento de sus misiones. Bebe cerveza y no sólo martinis e inclusive su expediente registra una leyenda que alude a "un rechazo patológico a la autoridad, originado en un trauma infantil". Además de su sentido literal, ("caído del cielo"), el título posee un componente emocional que se revela hacia el final de la película. En este caso, los escenarios elegidos para ambientar la historia son Londres, Estambul, Macao, Shanghai y Escocia. El villano de turno es Raoul Silva, también conocido como Tiago Rodríguez, interpretado por el español Javier Bardem. Aparece a la hora de iniciado el relato, y aunque un poco afeminado, es sádico y un "malo" de verdad, algo que Bardem sabe hacer bien. Hay un prólogo que se desarrolla antes de los créditos: una secuencia espectacular, con una frenética persecución de Bond a un delincuente, ambos montados en motos, sobre los tejados del Gran Bazar de Estambul. Lo que sigue no mantiene el mismo ritmo, pero lo retoma en la última media hora, que es francamente dantesca. Alguien logró introducirse en el sistema del M16 y robó una lista de agentes de esa central de inteligencia británica infiltrados en organizaciones terroristas que, si toma estado público, podría acarrear consecuencias funestas. La tarea asignada a Bond es identificar al "ladrón" y evitar la difusión de esa lista. Y otra preocupación suya es proteger a M, a quien el filme le concede un mayor protagonismo, por razones que el espectador descubrirá en la penúltima secuencia. M, nuevamente interpretada por Judi Dench con 77 años a cuestas, sostiene que ahora los enemigos no son naciones, sino personajes que se desenvuelven en las sombras. En este filme reaparece el famoso Aston Martin, el automóvil blindado y pertrechado con ametralladoras retráctiles, preparado por Q, el habitual proveedor de Bond de gadgets y armas, que en esta ocasión posee la figura del veinteañero Ben Whishaw. Entre los personajes nuevos se destacan Gareth Mallory (Fiennes), el presidente del Comité de Inteligencia; y Kincade, el cuidador de la mansión que perteneció a los padres de James Bond, interpretado por un barbado e irreconocible Albert Finney. Una inclusión poco afortunada es la de la morocha Naomi Harris como Eve, la nueva "chica Bond", quien cumple una tarea opaca y casi siempre al borde de la tragedia. La saga de James Bond fue desde sus inicios sinónimo de acción y aventuras, y Operación Skyfall no desmerece esa constante narrativa. Con algunos altibajos, un poco más dialogada, pero con una acertada dirección del británico Sam Mendes ( Belleza americana, Camino a la perdición), Operación Skyfall es también una demostración de la asombrosa capacidad de reinvención de la saga y de su protagonista.
Una típica cinta de Halloween El preludio a la Noche de difuntos o Noche de Brujas de la cultura anglosajona --más conocida como Halloween--, depara a las pantallas propias y ajenas, movimientos comerciales y de transculturación mediante, una serie de estrenos alusivos. Tal es el caso de Paranorman 3D, ya estrenada en las salas bahienses, y de la esperada Frankieweene de Tim Burton que se detendrá aquí esta semana. Mitos y leyendas que involucran a brujas, zombies y fantasmas, se asocian a esta celebración del 31 de octubre, que tiene origen celta pero avanzó por varios países e incluso es celebrado en algunos latinoamericanos, a modo de fiestas de disfraces, calabazas caladas y la tentadora hazaña infantil de golpear puertas para pedir caramelos. Paranorman se sitúa, precisamente en un pueblo de los Estados Unidos y en la mismísima víspera de la Noche de Brujas, para contar la historia de Norman, un pequeño freak , incomprendido por su familia, compañeros y vecinos, básicamente porque sostiene que puede ver y hablar con los espíritus de los muertos. Esas ánimas le anuncian que la maldición de una bruja ahorcada hace 300 años se cumplirá esa misma noche y que él es el único capaz de continuar con la tradición de detener, cada año, la furia de la malvada hechicera. Sólo "el loco" del pueblo y un compañero de clases tan marginado como él le creen. Mientras su entorno lo aisla o lo convierte en el blanco de sus burlas, las horas corren y los vaticinios de los zombies se hacen presentes, cargando sobre las espaldas del pequeño la responsabilidad de comprender y transmitir al resto la clave para romper con las sombras del pasado. La cinta fue desarrollada con el soporte de stop motion para 3D, tal como sucedió con la tétrica Coraline , también de Burton, y transmite ese clima tétrico a partir de los negros y naranjas que simbolizan la fecha. Con situaciones para la risa obvia y otras de un humor renegrido, el desarrollo del relato se hace llevadero aunque tan arraigado a la costumbre y creencia norteamericana que, por momentos, enajenan al espectador local. Claro que, cultura general mediante y detalles más o menos conocidos, la gran mayoría sabe de qué se está hablando. Y aunque el cuento tiende a la clásica "yankeesada", contiene pasajes verdaderamente hilarantes.