DESVENTURAS DE UN GUIONISTA Reconocido guionista de exitosos títulos como Historias mínimas, de Carlos Sorín; y Quién dice que es fácil y Un novio para mi mujer, ambas de Juan Taratuto, Pablo Solarz debuta en la dirección con una tragicomedia bastante negra y despiadada sobre las desventuras de Javier Gross (Peto Menahem), un guionista obsesionado con sus creaciones y que, en el proceso, se va desconectando, escindiendo de forma progresiva del mundo real y de sus afectos (está casado con una joven bastante "exigente" que interpreta Malena Solda y luego de separarse se junta con una mucho más superficial y sumisa que encarna Florencia Peña). Esta primera línea del film transita esquemas woodyallenianos no demasiado sorprendentes (la negación de sus traumas, la relación con la creación artística y con las mujeres, el lugar de la madre neurótica, empastillada e invasiva que hace Mirta Busnelli), pero luego Solarz opta porque la ficción dentro de la ficción -o sea, una historia pergeñada por el propio Gross- vaya acaparando cada vez más espacio: allí vemos cómo un padre de familia frustrado y al borde de la locura (Luis Luque) va abandonando por el camino -supuestamente van rumbo a unas vacaciones en Mar del Plata, aunque terminan en los helados parajes del Oeste- a su mujer y a cada uno de sus hijos, mientras sueña con reencontrarse con el viejo amor de su vida. La película alcanza un tono oscuro, cruel y casi surrealista, que por momento remite al cine de Spike Jonze y Paul Thomas Anderson. Si las situaciones no son del todo eficaces, al novel director le cuesta además combinar, mixturar ambas subtramas y, así, la película no fluye como debería. El resultado es un poco forzado, tortuoso, más allá del bienvenido riesgo que Solarz asume con una propuesta bastante menos complaciente y demagógica que la de sus guiones anteriores.
TRADICION Y MODERNIDAD Tras la controvertida Gasolina -su opera prima vista y premiada en la competencia oficial del BAFICI 2009-, Hernández Cordón cambia por completo de registro en Las Marimbas del Infierno, proyecto que nació -según explicó el propio director- casi de casualidad (se filmó en muy poco tiempo, con mínimos recursos y un amplio espacio para la experimentación, luego de que se le cayera a último momento un proyecto bastante ambicioso) y que combina documental, situaciones improvisadas y escenas ficcionalizadas. Las desventuras de unos patéticos y queribles músicos de diferentes generaciones -amigos personales del realizador- que tratan de combinar el sonido de las tradicionales marimbas guatemaltecas con el heavy-metal son irresistibles, en un film cuyo tono remite por momentos al de Aki Kaurismäki o Jim Jarmusch, aunque -claro- con una reconocible y fascinante impronta centroamericana. Uno de los films latinoamericanos más galardonados de los últimos tiempos (Toulouse, Miami, Valdivia, Morelia, Torino, etc.).
Sin mayores innovaciones, pero con el mismo impacto visual Las desventuras del torpe y querible oso panda Po en la antigua China generaron en 2008 un inmenso éxito comercial no sólo en las salas de todo el mundo, sino también en el cada vez más amplio y lucrativo negocio del merchandising . Por eso, apenas tres años más tarde (el plazo mínimo que hoy insume desarrollar un film animado a gran escala), estamos frente a una secuela sin demasiadas innovaciones, pero con un despliegue visual, de acción y de humor suficiente como para repetir aquel suceso. Jennifer Yuh -una cotizada directora de arte de origen asiático que debuta aquí como realizadora de largometrajes- propone en el arranque una secuencia de títulos construida con una vistosa animación casera, pero luego de ese prólogo sobre las tradiciones chinas la narración regresa al estilo pirotécnico y adrenalínico que caracteriza a la saga. Si bien se abordan de manera superficial algunos conflictos ligados a la paternidad (más específicamente a la adopción) o a la búsqueda de la paz interior, la mayor parte de la hora y media está dedicada a los entrenamientos (Po se ha convertido en un experto instructor en artes marciales) y a las largas secuencias de batallas con un buen aprovechamiento de los efectos 3D. Si el Bien está encarnado en Po (la voz del histriónico Jack Black) y sus amigos (con aportes también expresivos de figuras como Angelina Jolie, Jackie Chan o Seth Rogen), el Mal en esta segunda entrega tiene como a principal exponente a Shen (Gary Oldman), un pavo real resentido y con conocimientos de magia negra al frente de una manada de terroríficos lobos. Todo queda servido, entonces, para un enfrentamiento a puro vértigo y con escenas de masas que tienen como fondo los bellos paisajes y las imponentes y pintorescas escenografías de China. Una fórmula bastante similar a la del film original en la búsqueda del mismo objetivo: conseguir la fidelidad del masivo público familiar.
LA PERFECTA ASESINA Grata sorpresa. No es que estemos ante una película que vaya a revolucionar el thriller (de hecho, tiene bastante de la saga de Bourne y no pocos elementos tomados de films sobre killers femeninas como Nikita, Kick-Ass o Se busca), pero esta historia sobre Hanna (Saoirse Ronan), una adolescente de 16 años entrenada por un ex agente de la CIA (Eric Bana) para sobrevivir a todo tipo de amenazas (y de paso convertirse en una auténtica máquina de matar), tiene las suficientes dosis de ingenio, solidez, ritmo, espectacularidad, suspenso, tensión (y de humor negro a la hora de retratar el costado freak que en términos de sociabilidad tiene la protagonista) como para redondear un más que meritorio resultado final. El joven director londinense Joe Wright (sí, el mismo de esas historias de época bien arties que fueron Orgullo y prejuicio y Expiación: deseo y pecado) se muestra muy a gusto en el género, regalando una puesta en escena seca, precisa y con virtuosas coreografías en las secuencias de acción + CGI. Lo dicho: un buen exponente de género (y con el plus de Cate Blanchett como la implacable jefa de la CIA que persigue a la heroína y la música electrónica de los Chemical Brothers). Nada mas y nada menos que eso.
ELOGIO DE LA CULPA En el cierre de su trilogía de Oslo, Poppe aborda un tema extremo para la sensibilidad del espectador (el robo y posterior muerte de un niño) como punto de partida para ofrecer un preciso, contundente estudio sobre la culpa. Es verdad que en algunos pasajes cede a la tentación de caer en ciertos simbolismos, alegorías, analogías y paralelismos que pueden resultar un poco obvios y torpes, pero en buena parte de las dos horas sostiene un impecable, profundo etrato psicológico de los dos protagonistas: el joven que sale de la cárcel luego de haber purgado dos tercios de su condena por la desaparición de un chico y la madre que ha intentado rehacer su vida con dos hijas adoptivas, pero que sigue sumida en el odio y el dolor. El film está narrados en dos líneas paralelas que sobre la mitad del relato confluyen cuando la mujer -que está a punto de mudarse a Dinamarca con su familia- descubre que el protagonista trabaja tocando el órgano en una iglesia. Película sobre el sino trágico, la culpa, la venganza, el perdón y la redención, Aguas turbulentas se beneficia de la sensibilidad y credibilidad con que Poppe construye cada uno de los personajes y del aporte de un elenco sin fisuras. Un film duro, es cierto, pero al que vale la pena darle una oportunidad.
Nuevo director para la precuela sobre el origen del poder mutante Como ocurrió (u ocurrirá) con casi todas las franquicias sobre superhéroes surgidos del universo del cómic (y con otras sagas como las de Star Wars o Indiana Jones ), los X-Men encuentran en Primera generación una precuela que sirve para múltiples propósitos: describir los orígenes y el descubrimiento de sus poderes por parte de los mutantes (con festival de efectos especiales incluido), cambiar de director (Matthew Vaughn reemplaza al responsable de las entregas anteriores, Bryan Singer) y rejuvenecer el elenco (Hugh Jackman tiene aquí sólo un cameo mientras prepara su regreso en solitario para 2012 con The Wolverine ), buscando así una mayor empatía con el público adolescente y juvenil. El film arranca en 1944 con una secuencia ambientada en un campo de concentración nazi, pero la trama se desarrolla en su mayor parte en medio de la paranoia propia de la Guerra Fría (y coincidiendo incluso con hechos reales como la crisis de los misiles de Cuba, en 1962). En ese contexto, habrá un primer enfrentamiento entre mutantes -los malvados liderados por un científico a lo Mengele que interpreta Kevin Bacon y por la femme fatale que encarna January Jones ( Mad Men ) y aquellos que tienen a Erik/Magneto (Michael Fassbender) y a Charles Xavier (James McAvoy) como referentes- para finalmente desembocar en el cisma y la rivalidad entre los dos bandos ya conocidos por los fans: los X-Men y los seguidores de Magneto. En las poco más de dos horas de relato, hay un poco de todo: largas secuencias de acción, una pizca de erotismo (además de Jones aparece la ascendente Jennifer Lawrence), contradicciones íntimas entre los mutantes que quieren "integrarse" con los humanos y aquellos que prefieren "diferenciarse" y ostentar sus superpoderes; algunos atisbos de humor (mucho menos de lo que podía esperarse del director que hizo la divertida Kick-Ass ), y hasta un insólito desatino que tiene a la Argentina como protagonista. En efecto, en la primera parte del film, el personaje de Magneto viaja a nuestro país para cazar nazis y vengar a sus padres y termina en un típico pueblo cordillerano (que podría ser Bariloche, La Angostura o Villa General Belgrano) llamado? ¡Villa Gesell! La escena que le sigue en un bar es, por ambientación y acento de los personajes, patética e involuntariamente risible. Cuesta entender cómo una superproducción de 200 millones de dólares de presupuesto no cuenta con una mínima supervisión para chequear los datos históricos y geográficos que su trama aborda. Más allá de este u otros dislates -que, de todas maneras, no resienten demasiado la trama-, X-Men: Primera generación alterna logros (el diseño de producción que incluye el despliegue visual y los decorados son particularmente creativos) y carencias (una excesiva solemnidad que choca contra la vertiente más lúdica de la historieta). Nada de esto, se sabe, tiene demasiada importancia: aquí están los nuevos (viejos) personajes de X-Men , la fuerza arrolladora de la marca Marvel y los millones de espectadores dispuestos a compartir la experiencia simultánea y planetaria de disfrutar de sus nuevas aventuras.
Comedia romántica sobre un infalible seductor profesional (Romain Duris), al que suelen contratar para que mujeres que no saben que son infelices dejen a sus patéticas parejas, y una experta en vinos (Vanessa Paradis), que está a punto de casarse con un millonario inglés. El film transcurre a todo vértigo, glamour, lujo y bastante gracia en soñados interiores y exteriores de la Costa Azul francesa. Duris y Paradis aportan belleza, timing y encanto, mientras que el debutante Chaumeil hace muy bien los deberes para transformar los clisés y las referencias pop (desde George Michael hasta Dirty Dancing) del sólido guión en elementos que funcionan. Una "de amor" a la americana, pero con mejores resultados que la inmensa mayoría de las propuestas recientes de este tipo made in Hollywood.
Amores perros Ante esta opera prima de Cianfrance -estrenada en la sección Un Certain Régard del Festival de Cannes 2010- uno puede quedarse (y enojarse) con los vicios y los clisés del paradigma indie norteamericano (un par de escenas compradoras/"demagógicas"/exhibicionistas para el mero lucimiento de sus protagonistas tocando la mandolina o bailando tap, los excesos de su musicalización, etc.) o bien con la profundidad emocional del relato, con las generosas y arriesgadas actuaciones de Ryan Gosling y Michelle Williams (ambos nominados al Globo de Oro y ella también al Oscar), con ciertas osadías para los estándares del cohibido cine estadounidense actual (como sus intensas escenas de sexo, por ejemplo) o con lo bien que funciona la estructura de guión (la crisis y disolución de una pareja con una hija es narrada de manera paralela a la historia del enamoramiento). Ante esa disyuntiva, yo prefiero quedarme con los logros y no tanto con los pequeños fracasos de la propuesta. Al fin de cuentas, se trata de un primer largometraje y Cianfrance -aquí en plan "jugando a Ingmar Bergman yJohn Cassavetes"- tiene todavía mucho camino por recorrer para pulir lo que evidentemente es un talento en bruto.
Merecida ganadora del premio Europa Cinemas en Cannes 2010 y presentada en la Competencia Internacional del reciente BAFICI, se trata de una bellísima, rigurosa, sensible y poética mirada al universo (casi en extinción) de un antiguo y pequeño pueblo serrano de Calabria. En su segundo largometraje, el director de Il donno describe el ciclo de vida (la muerte de un viejo pastor, el nacimiento de una cabra, la dinámica de la comunidad, el trabajo con la leña) en un virtuoso relato que pendula entre la ficción y el documental, y que contiene algunos de los planos más hermosos vistos en los últimos tiempos. Un film lleno de sabiduría, humanidad y sensibilidad artística, que remite al mejor cine de Víctor Erice, Abbas Kiarostami, José Luis Guerín y Raymond Depardon. Imperdible.
De piratas y otras yerbas Vi la película en la mejor de las condiciones técnicas (notable proyección digital 3D en la sala Lumière, principal auditorio del Festival de Cannes), pero en un contexto poco propicio (en medio de una inabarcable oferta de exigente cine de autor donde un film así está a contramano). A diferencia de la mayoría de mis colegas acreditados en Cannes, me gusta la saga de Piratas del Caribe (las ví siempre con agrado y las vuelvo a disfrutar cada vez que mis hijos las recuperan una y otra vez en DVD o el cable), pero siento al mismo tiempo que a nivel artístico (no el económico) la cosa se va agotando un poco: el efecto placentero ya no es el mismo. Ya sin Gore Verbinski al mando de la nave (optó por filmar la genial Rango), ahora es Rob Marshall quien se encargó de llevar a buen puerto (sí, seguimos con las metáforas navales) a esta cuarta entrega. Todo está bastante bien (las escenas de acción, la reconstrucción de época, los efectos digitales, los brotes de humor absurdo, la performance de Johnny Depp, los aportes de Geoffrey Rush, el camedo de Keith Richards), pero al mismo tiempo sentí un poco lo del "piloto automático" (sigamos con la franquicia mientras la gente siga acompañando). O sea, profesionalismo puro, pero sin una gran capacidad de inspiración ni sorpresa. ¿Lo mejor? El trabajo de los dobles de riesgo ¿Lo más flojo? La aparición de Penélope Cruz, floja actriz a la hora de trabajar en inglés y poco convincente como "objeto de deseo" en el papel de la hija del pirata Barbanegra. El resto, quedó dicho, es un gran despliegue de medios de producción, mucho vértigo y la espectacularidad que todos exigen y agradecen. La factoría de Hollywood (Disney + Bruckheimer) en su máxima expresión.