X-men: Primera Generación

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Nuevo director para la precuela sobre el origen del poder mutante

Como ocurrió (u ocurrirá) con casi todas las franquicias sobre superhéroes surgidos del universo del cómic (y con otras sagas como las de Star Wars o Indiana Jones ), los X-Men encuentran en Primera generación una precuela que sirve para múltiples propósitos: describir los orígenes y el descubrimiento de sus poderes por parte de los mutantes (con festival de efectos especiales incluido), cambiar de director (Matthew Vaughn reemplaza al responsable de las entregas anteriores, Bryan Singer) y rejuvenecer el elenco (Hugh Jackman tiene aquí sólo un cameo mientras prepara su regreso en solitario para 2012 con The Wolverine ), buscando así una mayor empatía con el público adolescente y juvenil.

El film arranca en 1944 con una secuencia ambientada en un campo de concentración nazi, pero la trama se desarrolla en su mayor parte en medio de la paranoia propia de la Guerra Fría (y coincidiendo incluso con hechos reales como la crisis de los misiles de Cuba, en 1962). En ese contexto, habrá un primer enfrentamiento entre mutantes -los malvados liderados por un científico a lo Mengele que interpreta Kevin Bacon y por la femme fatale que encarna January Jones ( Mad Men ) y aquellos que tienen a Erik/Magneto (Michael Fassbender) y a Charles Xavier (James McAvoy) como referentes- para finalmente desembocar en el cisma y la rivalidad entre los dos bandos ya conocidos por los fans: los X-Men y los seguidores de Magneto.

En las poco más de dos horas de relato, hay un poco de todo: largas secuencias de acción, una pizca de erotismo (además de Jones aparece la ascendente Jennifer Lawrence), contradicciones íntimas entre los mutantes que quieren "integrarse" con los humanos y aquellos que prefieren "diferenciarse" y ostentar sus superpoderes; algunos atisbos de humor (mucho menos de lo que podía esperarse del director que hizo la divertida Kick-Ass ), y hasta un insólito desatino que tiene a la Argentina como protagonista.

En efecto, en la primera parte del film, el personaje de Magneto viaja a nuestro país para cazar nazis y vengar a sus padres y termina en un típico pueblo cordillerano (que podría ser Bariloche, La Angostura o Villa General Belgrano) llamado? ¡Villa Gesell! La escena que le sigue en un bar es, por ambientación y acento de los personajes, patética e involuntariamente risible. Cuesta entender cómo una superproducción de 200 millones de dólares de presupuesto no cuenta con una mínima supervisión para chequear los datos históricos y geográficos que su trama aborda.

Más allá de este u otros dislates -que, de todas maneras, no resienten demasiado la trama-, X-Men: Primera generación alterna logros (el diseño de producción que incluye el despliegue visual y los decorados son particularmente creativos) y carencias (una excesiva solemnidad que choca contra la vertiente más lúdica de la historieta). Nada de esto, se sabe, tiene demasiada importancia: aquí están los nuevos (viejos) personajes de X-Men , la fuerza arrolladora de la marca Marvel y los millones de espectadores dispuestos a compartir la experiencia simultánea y planetaria de disfrutar de sus nuevas aventuras.