Unidas por la desgracia. Una de las constantes más notables del cine italiano ha sido el retrato de la unidad familiar, tanto la tradicional basada en vínculos consanguíneos como la que podemos definir como “social”, la construida en la adultez según criterios de afinidad, esquivando a las personas indeseables y favoreciendo el contacto con las que compartimos un marco simbólico de referencia. Las distintas modalidades del tópico -desde la naturalista y celebratoria hasta la grotesca y sarcástica- se han mantenido invariablemente como un rasgo de estilo de la producción audiovisual del país, en un trayecto que comienza con la primera generación del neorrealismo (durante la década del 40) y se extiende hasta nuestro presente (por supuesto con todos los desniveles cualitativos del caso). A pesar de que el resto de Europa también ha manifestado un gran interés sobre el devenir familiar, para Italia es un verdadero fetiche. Así como de vez en cuando nos encontramos con joyitas -dentro del rubro en cuestión- como El Capital Humano (Il Capitale Umano, 2013), de la misma forma resulta inevitable que nos topemos con películas de “medio pelo” en la línea de Latin Lover (2015), un opus que por un lado se presenta como deudor del bastión anteriormente citado y que por el otro se autoimpone un cerco cinéfilo que pretende invocar la sombra e idiosincrasia de obras maestras cada día más inalcanzables, en especial 8½ (1963) y Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, 1988). Utilizando como excusa el reencuentro de un clan con motivo del décimo aniversario del fallecimiento del patriarca, un afamado actor que ha plantado su semilla en la friolera de cinco naciones, el film recorre el típico camino de las rencillas internas sustentadas en sentimientos tan humanos como la envidia, la aversión o el rencor. Las señoritas de turno, y algunas de sus respectivas madres y parejas, coinciden en el hogar de Rita (el último trabajo de Virna Lisi, quien dejó este mundo en 2014), una de las tantas mujeres de Saverio Crispo (Francesco Scianna), el donjuán del título. La italiana Susanna (Angela Finocchiaro), la francesa Stéphanie (Valeria Bruni Tedeschi), la española Segunda (Candela Peña), la sueca Solveig (Pihla Viitala) y la norteamericana Shelley (Nadeah Miranda) constituyen los vértices de un pentágono en estrecha dependencia emocional con los vaivenes de lo que fueron la vida amorosa de Crispo y sus films, cada uno de ellos funcionando como un pretexto para abandonar a la consorte de ese momento y conocer/ embarazar al siguiente “eslabón” en la cadena. La propuesta rebosa de buenas intenciones pero termina en una espiral descendente debido al cúmulo de clichés y un tono insustancial. Indudablemente la directora Cristina Comencini intentó construir un homenaje a un período de oro que quedó en el pasado lejano, aunque en el trajín se le fue la mano con el simplismo nostálgico y acrítico para con el contexto que engendró a todas esas leyendas que hoy parecen tan inocentes, si las comparamos con los representantes de la industria cultural contemporánea (para colmo desperdicia a actrices de la talla de Lisi, Bruni Tedeschi y la sublime Marisa Paredes como Ramona, la madre de Segunda). Si bien resulta loable la decisión de “saltearse” el cinismo que copó el espectro comunicacional italiano a partir del advenimiento y lento ascenso al poder de Silvio Berlusconi, Latin Lover no logra ir más allá de las peleas fatuas centradas en las polleras y los vástagos, limitando la ofrenda al eje meloso y a la recurrencia de una comedia de situaciones que nunca termina de despegar…
Apariencias Al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, las hijas de la megaestrella italiana Saverio Crispi, deciden realizarle en conjunto con las autoridades del lugar en donde nació, un sentido homenaje con una retrospectiva sobre su carrera. Así comienza la comedia "Latin Lover" (Italia, 2015) de Cristina Comencini, un filme que deambula en el vodevil, el srewball y la tragicomedia, para intentar configurar el reencuentro de las hijas del actor en medio de un evento que puertas afuera debe ser una dedicada y cuidada celebración. Pero claro está que el guión aprovechará las diferencias entre cada una de las hijas y sus madres para construir un relato en el que nada ni nadie será lo que realmente aparenta o dice ser. Si la hija mayor (Angela Finnocchiario) es la más abocada a la preservación del material fílmico y la más responsable, la que le sigue en edad (Valeria Bruni Tedeschi) será la que compartirá profesión con Saverio, pero también la que más recelo de las otras tenga, la heredera española (Candela Peña) aportará sus dotes familiares negando la realidad y por último la más pequeña (Phila Viitala) intentará acercarse al resto sin saber muy bien qué es lo que quiere. Una última hija norteamericana (Nadeah Miranda) que nunca llega y la revelación de una posible heredera más (hija de la cocinera de la casa de Saverio) sólo complicarán más la reunión en la que las revelaciones que Rita (Virna Lisi) y Ramona (Marisa Paredes), madres de Susanna (Finnocchiario) y Segunda (Peña), respectivamente, aportarán el tono necesario para que la narración dispare contrapuntos que posibiliten la acción. "Latin Lover" va configurando su historia con una dirección de cámaras casi teatral, que pese a algunos juegos al inicio y al final (cuando comienza la película vemos como una mujer abre cada ventana de la vieja casona de Saverio, cosa que también vemos pero cerrándolas al finalizar) no se destaca por un virtuosismo, sino todo lo contrario. Pero esta decisión se debe a que, claramente, el foco de "Latin Lover" está puesto en la actuación, en el duelo entre las mujeres de varias generaciones, que aportan cada una desde su lugar, lo necesario para mantener el interés en la historia. Al reparto femenino se sumarán algunos actores, entre los que destaca Lluis Homar como Pedro, un amigo de toda la vida de Saverio, quien tendrá la responsabilidad de revelar el dato más importante del filme, aquel que generará todo el twist de la historia. "Latin Lover" es una película simpática, bien actuada, en donde la exageración, el desborde y el timing preciso del gag, sirven para que comencini pueda construir un relato sobre la familia, la paternidad, los hijos y la fama. Pero también para poder hablar de la fundación de mitos de celuloide que terminan por desvanecerse ante revelaciones imprevistas sobre la identidad y el pasado de los mismos. PUNTAJE: 6/10
Las mujeres de Saverio La contraposición entre realidad y ficción también encuentra otra faz en la idea de personaje y persona, mito o leyenda que a lo largo de décadas se construye desde distintas miradas y puntos de vista con la salvedad que nada de lo que perdura de cada historia se ancla a la realidad en la que ocurrieron los hechos y no siempre bajo la égida de la fantasía o la vida feliz que se persigue. En ese sentido, Latin lover -2015- apela desde su concepción cinematográfica al repaso desde la nostalgia y la cinefilia de un cine que prácticamente no existe, donde la ingenuidad de las historias se entrelazaba con la pureza de los personajes sin dobleces y con una impronta de final feliz como parte de una necesidad de poner de otra cara y color a la realidad de post guerra y a la tristeza consuetudinaria. Cristina Comencini toma como punto de partida un homenaje en conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento del actor italiano Saverio Crispi, popular en el pueblo e inmortal en el celuloide, la anfitriona de la reunión es una de sus esposas Rita –Virna Lisi, estrella italiana fallecida en 2014- quien invita a las otras esposas e hijas del homenajeado. A modo de vaudeville y también con algún atisbo de comedia “a la italiana”, la trama acumula situaciones embarazosas protagonizadas muchas de ellas por las hijas de Saverio, sus rivalidades al haber compartido muy pocos momentos junto a su padre en vida, dado que el actor viajaba de una punta a la otra en la que mantenía relaciones mientras filmaba sus películas. Cristina Comencini elige un buen grupo de mujeres para encabezar este elenco multi generacional y cosmopolita, donde se destacan: Marisa Paredes, Valeria Bruni Tedeschi, Candela Peña, Pihla Viitala, quienes manejan el ritmo del equívoco y el enredo con diálogos amables y no rimbombantes entre los que se irán revelando secretos mientras la figura de Saverio se desdibuja entre el recuerdo, el homenaje y la necesidad de que no desaparezca de la memoria del cine y mucho menos de sus seres queridos.
Las mujeres de mi vida Una tragicomedia coral con buenos intérpretes y pocos hallazgos. En un encantador pueblo de la región de Apulia se celebra el décimo aniversario de la muerte de Saverio Crispo (Francesco Scianna), un galán del cine italiano que tuvo -como sostiene el dicho- un amor en cada puerto e hijas no sólo en su país sino también en Francia, España, Estados Unidos e incluso Suecia. Para la ocasión se reúnen en la casona de Rita (Virna Lisi) tres generaciones de esta familia verdadera multinacional, así como otros personajes que conocieron de cerca a (y trabajaron con) ese astro del séptimo arte. La cosa arranca con lugares comunes no demasiado penosos (una mezcla entre El artista y el espíritu fellinesco) con una reconstrucción de las distintas etapas de Saverio (de cómico popular a películas de arte tipo Bergman, digamos) y sus múltiples romances. Pero tras esa introducción la propuesta empeora todavía más con una tragicomedia coral de enredos gritona por momentos y confesional en otros (sí, se harán algunas revelaciones “sorprendentes”). Buenos intérpretes (por allí desfilan, además de la mítica Virna Lisi, desde Marisa Paredes hasta Valeria Bruni Tedeschi, pasando por Candela Peña y Jordi Mollà) sometidos por la coguionista y directora Comencini (Donde el corazón te lleve, El mejor día de mi vida y La bestia en el corazón) a situaciones con muy pocos atractivas para un película que, en el mejor de los casos, puede resultar apenas llevadera, pero decididamente intrascendente.
El amante internacional Desde el afiche promocional, Latin Lover de Cristina Comencini (hija de Luigi Comencini) se anuncia como “una muestra del gran cinema italiano” pero el film es una ligera comedia de enredos que sólo acaparará la atención por ser la última aparición en la gran pantalla de Virna Lisi. Saverio Crispo tenía la gracia de Alberto Sordi, la elegancia de Marcello Mastroianni y la mirada cautivadora de Franco Nero. Era el hombre por el que suspiraban las mujeres y el ideal que el resto de los mortales quería alcanzar. Cuando se cumple el décimo aniversario de su muerte, su familia organiza una celebración en el pueblo que lo vio nacer. Lo curioso es que Crispo tuvo cinco hijas con mujeres de distintas nacionalidades. Durante tres días convivirán bajo el mismo techo dos de sus ex parejas (Lisi y Marina Paredes) y cuatro de sus hijas (Valeria Bruni Tedeschi, Candela Peña, Pihla Viitala y Angela Finocchiaro). Recién sobre el final aparecerá “la americana”. Presentada la situación, el argumento girará en cuestiones relativas a la vida íntima de Crispo y un secreto familiar que se deja entrever a los diez minutos de iniciada la película. Los noventa minutos restantes son un cúmulo de situaciones que no llegan a dibujar una sonrisa y mucho menos emocionar aunque la música busque provocarnos lo que las imágenes y las palabras no pueden lograr. La directora contó con un reparto variado y sus actuaciones son equilibradas pero contenidas. La causa debe buscarse en un guión escrito por ella junto a Giulia Calenda que es previsible en todo momento. El gran secreto al que se le dedica la mayoría del tiempo en el metraje es obvio y no conviene adelantar nada más por si algún distraído busca sorprenderse. Latin Lover podría haber sido un gran homenaje a las comedias de Luigi Comencini pero en lugar de eso estamos frente a una película que su destino más propicio hubiera sido ocupar un horario central en la grilla televisiva. La película es una clara demostración de que una buena directora y un elenco talentoso no son suficientes si el guión sobre el que se construye es predecible.
El aniversario de la muerte de un gran actor italiano, aquí se llama Saverio Crispo, infiel, engendrador de hijas cuyos nombres siempre comienzan con “ese”. Todas ellas se reúnen para homenajearlo, recordar, pasarse facturas y descubrir secretos. La directora Cristina Comencini, coautora del guion, no se decide entre el delirio y la lágrima, y además se extiende demasiado. Tiene grandes actores. Virna Lisi y Marisa Paredes encabezan; gran elenco.
El hombre que amaba a las mujeres El menú pintaba para exquisito y suculento. Referencias a la comedia italiana y a la seducción que trasmitían aquellos divos de antaño (Gassman, Mastroianni, Amedeo Nazzari, Franco Fabrizi), un grupo de actrices de renombre con la suficiente experiencia, una cineasta heredera de la mejor tradición del género y el paisaje de un pueblo del sur del país, siempre más cinematográfico que el del centro y el norte. Pero no, el manjar previsto resulta bastante agrio, sin excesos, demasiado controlado por el guión, sin los desbordes emocionales, sociales y simpáticos que caracterizaron a la irrepetible Commedia all’ italiana. Y eso que el plato principal invitaba al deleite con la reunión de las mujeres que conoció la megaestrella Saverio Crispi, un latin lover cosmopolita, una estrella de Cinecittá que recorrió el mundo con sus películas y con su seducción a cuestas. El homenaje por el aniversario diez de la muerte de Crispi convoca a sus parejas y a sus hijas en el pueblo natal del amante latino. El disparador argumental, así como las racontos en blanco y negro sobre Saverio yendo de acá para allá con sus actuales y futuras ex parejas, resultan alentadores en una trama que apela a la nostalgia y a la reconfiguración de un personaje al que la ficción le fue útil para disimular su atolondrada vida afectiva. Pero, Cristina Comencini (hija de Luigi Comencini, director clásico de género), luego de la sorpresa inicial cuando las ex se encuentran por primera vez, elige como desarrollo de la historia una serie de equívocos y confusiones de acotada calidad cinematográfica, que se retroalimenta más cuando aparece el personaje del crítico de cine interpretado por el actor español Luis Homar. En esos momentos, Latin Lover se desplaza definitivamente a otros personajes, omitiendo el centro operativo del relato, aquel en donde el recordado galán seducía y abandonaba a sus mujeres con prontitud. Mujeres, entre otras, encarnadas por la italiana Virni Lisi (diva fallecida al poco tiempo de acabado el rodaje), la camaleónica Valeria Bruni Tedeschi y esa gran dama de la actuación que es la española Marisa Paredes, un trío actoral que la película también desaprovecha sin razón alguna.
Gritos y ningún susurro El recuerdo de un amante latino, con sus ex y sus hijas encontrándose en un homenaje: drama y humor. Comedia con intérpretes -no todos- que han tenido su esplendor en décadas anteriores, como la fallecida Virna Lisi, a la que se le dedica la película, y Marisa Paredes, y más actuales como Valeria Bruni Tedeschi y Candela Peña, Latin Lover es una película coral. Una melange, la Biblia junto al calefón, un conglomerado de actores de distintas nacionalidades europeas para esta comedia dramática que está mejor cuando es drama que cuando es comedia. Aunque sea preferible reír que llorar, los momentos mejor trabajados de esta película de Cristina Comencini, hija del legendario Luigi (Pan, amor y fantasía) surgen cuando los personajes femeninos entran en confrontación. Y serán varias veces, porque la excusa del filme es una reunión por el décimo aniversario de la muerte de Saverio Crispo, el latin lover del título. Saverio tuvo muchas mujeres, y muchas hijas, y todas estarán allí, con parejas y descendientes en el pueblito italiano donde se le rendirá homenaje. Y surgirán secretos, peleas, humoradas y todo lo que el cine italiano viene ofreciendo desde que la commedia all’italiana existe. Lo de las nacionalidades tiene que ver precisamente con que Saverio, que no era severo a la hora de elegir compañera de cama, rodaba películas por todo el continente dejando un tendal en sus amoríos. Comencini se preocupa por dibujar mejor a las viudas y las hijas que a los personajes masculinos, que son todo un brochazo (el infiel, el que guarda un secreto, y así). Latin Lover no puede dejar de caer en el pecado de que, al ser un filme coral, los desniveles de las actuaciones y de las subtramas terminen por ofrecer una montaña rusa. Y si nunca emociona, tampoco deja de ser un buen pasatiempo, con muchos rostros conocidos de actores que hacen lo que pueden el poco tiempo que saben que la cámara los estará tomando.
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Comedia coral amable, mal teatro filmado Dos esposas, tres amantes oficiales, cinco hijas reconocidas, una no tanto y una sorpresa que nadie esperaba es el reguero que dejó Saverio en su paso por la vida y a lo largo y ancho del mundo entero. Sus esposas –una italiana y la otra española– e hijas –italiana, española, francesa, sueca y yanqui– se reunirán en Roma para el homenaje oficial del décimo aniversario del fallecimiento de Saverio, gran estrella de la edad de oro del cine italiano. Demás está decir que la paz no reinará. Aunque la sangre tampoco va a llegar al Tiber: Latin Lover no pretende ser otra cosa que una comedia coral amable, de esas que dejan conformes a todos. A los que vivieron esa edad de oro y sabrán reconocerla, a través de un ramillete de citas. A los que disfrutan con un desfile de grandes damas de la actuación. A los que piden un toquecito más picante, que haga parecer a la película más moderna de lo que es. A los únicos a los que Latin Lover no dejará conformes es a aquellos que cuando van al cine buscan algo más que sentirse conformes. O ver algo que no sea teatro filmado.Desde la pantalla, el no tan cruel Saverio baila el twist con una bambolona, sonríe ganador, se pone serio, alecciona a un grupo de obreros. Recorre, en una palabra, la entera historia del cine italiano, de los 50 a los 70, en blanco y negro y color: algún melodrama, la commedia all’italiana, el posneorrealismo, el cine político y comprometido, las coproducciones europeas. El perfil aguileño, los grandes gestos y una referencia a Il Sorpasso hacen ver a Saverio como alter ego de Vittorio Gassman. Su carácter de arquetipo del amante latino, su capacidad para remar entre lo liviano y lo complejo y una cita a Los compañeros obligan a pensar en Marcello Mastroianni. Fusión de ambos, Valerio no es, finalmente, otra cosa que una máscara, cuya capacidad de seducción desde la pantalla sólo se equipara con su narcisismo.El veneno circulará en módicas dosis cuando su esposa italiana (la gran Virna Lisi, en su último papel), la española (Marisa Paredes), las hijas de todas las procedencias (entre ellas, Valeria Bruni Tedeschi y Candela Peña), el yerno (el catalán Jordi Mollà) y un inesperado doble de riesgo, que guarda cierto secreto comprometedor (el también catalán Lluís Homar) se vean obligados a reunirse. Celos, envidias, enconos y algún que otro engaño de alcoba estarán a la orden del día. Al final, todas compartirán la botella de whisky: ya se sabe que nada une más a un grupo femenino que la traición del hombre que alguna vez las llevó a enfrentarse.Escrita y dirigida por la portadora de apellido Cristina Comencini, que conoció personalmente a Marcello, Vittorio & todos los demás (es hija de Luigi, director de Pan, amor y fantasía), Latin Lover es tan teatral en su estructura (encuentro, desencuentros, secreto desestabilizador, retorno a la calma) como en varias de sus actuaciones. Candela Peña, Marisa Paredes, la insoportable Angela Finocchiaro y, en una escena, Virna Lisi, parecen haber sido instruidas en el gesto enfático, el silencio dramático y el movimiento de manos. Más libre de ese régimen, el resto del elenco luce más tolerable. Se destaca Lluís Homar, dueño de un relax y soltura que su torturado papel de Los abrazos rotos no permitía adivinar.
Inteligente comedia de mujeres crueles Se cumplen diez años de la muerte de un famoso galán, hijo dilecto de un tranquilo pueblo pugliese donde todavía viven su viuda y su hija mayor. Y como el hombre era medio mujeriego, al homenaje aniversario llegan su otra viuda, las demás hijas, todas de distinta madre, y los nietos, incluso un negrito. Para mayor confusión, una de las hijas también tiene tres chicos, todos de distintos padres. Por suerte trajo uno solo. Al fasto pueblerino y la reunión tribal se suman el esposo de una de las hijas, el guardaespaldas y amigo del finado, el joven biógrafo que parece medio chusma pero la tiene clara en ciertos asuntos, y otra gente con algo que decir, o que escuchar. Hay clima de reencuentro, chismes, bromas, complicidades. La obra también juega con la complicidad del público, adjudicando al famoso actor una escena tipo Vittorio Gassman en "Il sorpasso", otra tipo Gianmaría Volonté en "La clase obrera va al paraíso", etc., y a la banda sonora unos toquecitos de temas oídos en otras películas. En la superficie, entonces, ésta es una comedia sentimental evocativa del viejo cine italiano y de uno de sus galanes en particular. Como dice una didascalia en los créditos finales, ese galán es un personaje ficticio, pero aquel cine existió de veras. Eso, en la superficie. Pero en el fondo la evocación parece sólo una excusa, desplazada rápidamente por la comedia de enredos hasta culminar en confesiones atroces dichas con toda crueldad, o con toda naturalidad, según quien las diga. Las mujeres suelen ser muy crueles con el objeto de su amor, y ésta es una comedia de mujeres: Virna Lisi y Marisa Paredes como la guardia vieja, la voluminosa Angela Finocchiaro, formidable, Valeria Bruni Tedeschi, Candela Peña, Nadeah Miranda y la nórdica Pihla Viitala con doble i como las hijas, Cristina Comencini directora y coguionista con su sobrina lejana Giulia Calenda. Todas agudas, sacándose chispas, sacando trapitos al sol con gran entusiasmo, y despidiéndose luego con mucho cariño. Por suerte también hay un bonus de amor a la figura paterna, aunque sea medio una ilusión ingrata, y así hasta los hombres salen contentos de la sala, cantando "Tornerai". Dato afectuoso: Cristina Comencini es hija del recordado director Luigi Comencini, maestro. Ella vivió desde adentro la última gran época de aquel cine, y luego siguió, legítima heredera, haciendo "La bestia nel cuore", "Nuestro Rwanda", "El día más bello de nuestras vidas" y otras buenas películas. Dato muy afectuoso: en "El día más bello de nuestras vidas" se lucía Virna Lisi. Que después solo hizo miniseries, y volvió al cine recién con "Latin Lover" para lucirse de nuevo. Murió el 18 de diciembre del año pasado, inmediatamente después del rodaje. A ella está dedicada la película.
El favorito de todas las mujeres Estilos y problemáticas de autor, comedias de rasgos definidos, temáticas testimoniales comprometidas con la realidad, y hasta la versión all'italiana de un género importado: el western spaghetti. Una prolongada edad de oro marca las etapas del glorioso pasado del cine peninsular y se impone como un modelo que se volvió legendario e inalcanzable y suele pesar como una sombra sobre los cineastas de tiempos más recientes. La misma exigente carga parecen sobrellevar los actores, siempre obigados a estar a la altura de Mastroianni, Volonté, Gassman, Magnani, Sordi, De Sica o Totò, por sólo mencionar unos pocos nombres de más de una generación de intérpretes que se han vuelto míticos. En el imaginario Saverio Crispo (Francesco Scianna) que Cristina Comencini pone en el centro de Latin Lover se mezcla un poco de todos ellos. Y su ficción, en la que mucho ha tenido que ver la propia biografía de la directora (la mayor de las cuatro hijas de Luigi Comencini, con quien se inició como guionista), quiere ser, en liviano tono de comedia, un homenaje a aquel cine italiano y a sus actores al mismo tiempo que un retrato de familia. La del amante latino del título: ese actor, adorado por todas las mujeres y de cuya muerte se cumplen ahora diez años, lo que da origen a este encuentro del disperso clan en el pueblito de la Puglia donde él nació y en la misma casa donde todavía residen su primera esposa y su primera hija. La reunión es tan internacional como puede serlo la familia de un galán seductor y famoso que ha trabajado en países diversos y se ha casado y tenido descendencia en casi todos. Sus mujeres (viudas e hijas, nunca fue padre de un varón) son varias y de nacionalidades diversas: las dos italianas dueñas de casa (Virna Lisi, en su último papel, y Angela Finocchiaro, que heredó el oficio paterno); la francesa (Valeria Bruni Tedeschi); la española, que ha venido con su madre (Candela Peña y Marisa Paredes, respectivamente); la sueca (Pihla Viitala), y una más joven y norteamericana que debió acreditar su condición de hija legítima por medio de un ADN. Es de imaginar que con tanta diversidad y con una hermandad tan poco frecuentada -lo único que las une es la devoción por un padre mítico del que cada una conoció distintas facetas, no siempre coincidentes, no faltarán las rencillas, los celos y los desencuentros. Además tampoco faltan algunos caballeros entre los que quieren asistir al acto en memoria del actor recordado: entre ellos, por ejemplo, el doble de riesgo que seguía al célebre difunto a todas partes, el marido con aires de galán de la hija española o el periodista que pasa por ser el mayor experto sobre vida y obra del ídolo desaparecido. Son demasiadas parejas posibles como para impedir que se produzca algún enredo. Cristina Comencini sostiene con bastante brío y esporádicas muestras de humor la historia coral que cuenta, escrita en colaboración con su hija, Giulia Calenda, y tiene el apoyo de un elenco al que le sobran simpatía y oficio. El film está dedicado a Virna Lisi, bella hasta el final, que no llegó a verlo.
De hacer una especie de carta de amor a las comedias de enredos y al “cine de antes”, como se lo reconoce aquí, “Latin lover” luce como una agradable muestra de simpleza narrativa. Según el guión de Cristina Comencini y Giulia Calenda Saverio Crispo (Francesco Scianna) fue un actor de la época dorada del cine italiano, un hombre con toda la pinta que de haber existido hubiese sido otro Marcello Mastroianni, que además de ser fetiche de Fellini, ingresó al Film Noir francés y seguramente lo hubiese contratado Truffaut para alguno de sus clásicos. Por supuesto que su etapa en Hollywood fue la peor (un guiño a las cualidades cinematográficas de cada uno) y terminaría de vuelta en Italia en donde falleció finalmente. El punto es que este guapo pintón dejó un tendal de hijas y esposas las cuales, luego de muchos años, deciden reunirse para participar de la celebración de la carrera del ídolo en el 10º aniversario de su muerte. Sus hijas Stephanie (Valeria Bruni Tedeschi), Segunda (Candela Peña), Solveigh (Pihla Viitala) y Susanna (Angela Finocchiaro) se reúnen en la casa de la madre de ésta última porque claro, Rita (Virna Lisi) todavía vive en la hermosa finca que Saverio compró durante su estrellato. También llega Ramona (Marisa Paredes), la mamá de Segunda; un biógrafo que quiere saber mucho más (Claudio Gioè). En la introducción la voz en off de un famoso crítico, Picci (Toni Bertorelli), nos va contado quién fue la estrella mientras una banda sonora a lo Nino Rota (hasta en esto hay homenaje en esta producción) decora la apertura de las ventanas de la gran casona. Como si nos estuviesen abriendo la puerta al corazón de la historia. De a poco van ingresando los personajes a la pantalla y pese a que las hijas han nacido en distintos países, la directora Cristina Comencini evita a toda costa el choque cultural para centrarse en la relación de toda esta gente, ignota de algunos secretos íntimos de la vida de Saverio que por supuesto servirán como catalizador de las situaciones. Más allá de las referencias al cine y demás menciones, “Latin lover” es una comedia sobre el deseo de apropiarse de la figura paterna, pese a deber convivir con la infidelidad como sensación omnipresente. Ninguna de estas hijas es ajena a la vida “donjuanesca” de su padre, y si bien el estado de autoconciencia hace que el espectador suponga mucho de las situaciones venideras, también sirve para que el guión pueda ocuparse mejor de las distintas formas en las que estas mujeres lidian con eso. En este sentido, si uno tuviese que apostar, es probable que haya alguna referencia autobiográfica de parte de la directora que encuentra en cinco personajes, la forma de establecer los distintos estados de ánimo por los que se puede atravesar ante la ausencia. Desde luego las actuaciones (en un buen trabajo de casting) son lo más sobresaliente de “Latin lover”. Ese costumbrismo no forzado le da frescura a una trama que se apoya en la relación familiar, y por supuesto en la tolerancia. El vínculo que las actrices logran hace que situaciones y gags muy vistos anteriormente en el cine y en la TV luzcan verdaderos y graciosos. Al final un cartel dirá que Saverio es ficticio, pero el cine glorioso de esa época sigue con nosotros. Enhorabuena para revisarlo y para ver éste cálido abrazo entre el presente y el pasado.
Italian actor at the heart of over-the-top dramedy By Pablo Suarez Family reunion turned brawl is a frequent film theme, too frequent to do it efficiently Points: 5 In Latin Lover, Italian director Cristina Comencini attempts to bring to life a comedic ensemble of the family type, in which five daughters of Saverio Crispo, a famous Italian star, all born to different mothers and with different nationalities, gather on the 10th anniversary of his death to pay homage to his career. Soon, the meeting turns into adequate territory for recriminations, fond memories, disclosures of long-hidden secrets, emotional outbursts and unexpected romantic entanglements. By the time the rendez vous is over, all these women and the few men who accompany them will no longer be the same. Both a myth and a true womanizer, Saverio could never settle down with just one partner. Hence, the many love affairs and the many daughters. Each woman has a very personal appreciation of Saverio, depending on the affection and care — or lack of it — they've received from him. It’s like any other family, with a famous father or not. The overall performances are more than fine from the mostly female cast — Marisa Paredes; the late Virna Lisi in her last film role; and Candela Peña heading the list — Latin Lover has a hard time establishing the right tone and achieving some degree of verisimilitude. You believe the actresses; you just don't believe what happens to them. Many situations verge on the absurd and don't feel genuine. Instead, they seem to have been dictated by a screenwriter who wants to be outrageously funny and fails because of the artificiality of his product. That much of the drama is conveyed via dialogue hinders the nature of the entire film If you have your characters say basically whatever it's necessary to add subplots and reveal the family’s behind-the-scenes secrets, then there's no need at all to address the same issues in a more cinematic manner. Plus, as to emphasize the absurdity of some situations, actors go over the top saying their lines and trying to bring forward some sense of true drama. Regrettably, it doesn't work. So, leaving aside some occasional scenes and, to a larger or lesser degree, all the performances, Latin Lover doesn't have much more to offer to demanding viewers familiar with situation comedy. Come to think of it, some scenes depicting the late Saverio and what he meant to his audience are indeed effective. Which isn't much to say. Production notes Latin Lover. Italy, 2015. Directed by: Cristina Comencini. Written by: Cristina Comencini, Giulia Calenda. With: Virna Lisi, Marisa Paredes, Angela Finocchiaro, Valeria Bruni Tedeschi, Candela Peña, Francesco Scianna, Lluís Homar, Neri Marcoré, Jordi Mollà, Pihla Viitala. Music: Andrea Farri. Cinematography: Italo Petriccione. Editing: Francesca Calvelli. Produced by Lionello Cerri. Distributed by: CDI. Running time: 104 minutes. @pablsuarez
Máscaras Severino, el actor del que se cumplen 10 años de su muerte y por el que ex mujeres, hijas y demases se reúnen en un pueblito de Italia para conmemorarlo, portó durante toda su vida una máscara. No sólo la actoral, sino también una personal, que le permitió ser un norte indudable en la vida de un grupo de mujeres que ahora, con el paso del tiempo, estarán dispuestas a pasar(se) factura y pasarle factura al difunto y seductor. Pero Severino, a los ojos de la directora Cristina Comencini, es también una máscara funcional para hablar del otro gran tema que Latin lover termina esquivando, lamentablemente: el cine italiano, su historia, sus íconos, especialmente Mastroianni y Gassman, y una recorrida por sus estéticas, de la comedia a la italiana, al spaghetti western o los dramas existenciales a lo Antonioni. Eso, que preside el divertido prólogo del film, es dejado de lado para centrarse en los reproches múltiples de la disfuncional y multinacional familia: italianas, sueca, francesa, españolas, yanqui. Tal vez la idea más feliz que tiene Latin lover entre el repertorio de gestos ampulosos y gritos que exhibe el elenco femenino como un intento de comedia italiana clásica, sea que el personaje clave, aquel que viene a romper la tensa paz, un tal Pedro (Lluis Homar), es el actor que hizo de doble de riesgo de Severino en sus películas de acción. Es decir, la máscara absoluta, aquel que simula en planos lejanos al otro, el cuerpo (incluso el que pone el cuerpo por el otro), la estirpe, lo físico inherente al cine. En ese pequeño gesto hay una referencia cinematográfica interesante sobre el ego y el narcisismo, que es al fin de cuentas el gran tema detrás de todo el film de Comencini. Allí donde las ex mujeres y las hijas exponen todo por medio de la palabra, Pedro lo hace gesto, imagen, sugerencia. Es una pena, por tanto, que la directora no termine por entender cuál es el camino más interesante y se pierda en una serie de discusiones registradas con un aire teatral que empantana la narración. Latin lover sufre de muchas de las cosas que padecen las películas con elencos gigantescos en estrellas, especialmente las comedias: la necesidad de que cada una tenga su momento de lucimiento, cierto aire de improvisación en los diálogos como esperando la genialidad, actuaciones dispares que hacen fluctuante el nivel de interés, la simulación de felicidad y alegría a la que el espectador rara vez es sumado. Virna Lisi, Marisa Paredes, Angela Finocchiaro, Valeria Bruni Tedeschi, Candela Peña por momentos se amontonan adentro del plano, sin un sentido coreográfico ni pertinencia coral. Así las cosas, Latin lover vuelve a acomodarse cuando Pedro retoma las acciones y con un gran monólogo de alguna forma confirma cómo la máscara sólo puede ser reconocida por su doble. Juego de apariencias al que la película suma la apariencia mayor: eso de parecer graciosa, pero no serlo nunca. El cine italiano por fuera de sus dos o tres autores de referencia sigue padeciendo por su mezcla de nostalgia y regreso eterno a un pasado idílico, que le impide soltar la mano y pensar un espacio presente y futuro renovado y original.
Es una historia coral, con momentos muy divertidos y dramáticos además de buenos enredos. Algunas actuaciones son más elevadas que otras, con un elenco bastante conocido (Francesco Scianna, Virna Lisi, Candela Peña, Marisa Paredes, Valeria Bruni Tedeschi, entre otros), bellas locaciones y una banda sonora adecuada para cada ocasión, uno de los problemas que tiene es que todas las subtramas no se terminan de definir.
La directora italiana Cristina Comencini rinde tributo a su padre Luigi en “Latin Lover”. Descendiente del director de “Pan, amor y fantasía”, uno de los clásicos de la comedia italiana de los 50, encara, además, una historia ligada al cine de aquella época. Como detalle eligió a dos estrellas del mismo período con una extensa carrera para los roles principales. Se trata de la intimidad de dos de las viudas y las hijas de Saverio Crispo, el latin lover del título, un actor que se ganó fama de rompecorazones de fértil simiente, con una prole femenina desparramada por Suecia, Francia, Estados Unidos, España e Italia. Es decir, en cada lugar donde fue a filmar enamoró a una mujer para luego abandonarla y dejarla resentida y con una hija legalmente reconocida. Después de un comienzo dinámico en el que se describe a Saverio con un irónico repaso por sus etapas de actor de teatro, de galán de commedia all’italiana, del neorrealismo, del spaghetti western y en el cine intimista sueco al estilo Bergman, la trama entra de lleno en los enredos de esta familia ensamblada y conflictiva que se reúne para recordar al galán en el décimo aniversario de su muerte. Aunque “Latin Lover” es una comedia con excelentes actrices -la fallecida Virna Lisi (la brillante intérprete de Catalina de Médicis, en “La reina Margot”), la españolas Marisa Paredes y Candela Peña, y la franco-italiana Valeria Bruni-Tedeschi- las subtramas resultan demasiado dramáticas (celos, rencores y envidias acumuladas) y restan encanto a una película disfrutable y con mucho potencial, pero que no acaba de decidirse si por las lágrimas o la risa.
“Latin lover” resulta una desafinada una comedia coral con situaciones tragicómicas y vínculos familiares. El cine italiano quizás sea el más sobrevalorado del mundo, y la inentendible ponderación de Paolo Sorrentino, como para nombrar un director en actividad, es un ejemplo de ello. Latin Lover, de Cristina Comencini, pertenece a este cine y a uno de sus más lamentables géneros: la comedia a la italiana. Saverio Crispo es el gran actor y galán de Italia, en la línea de Rodolfo Valentino. Se podría decir que se trata de una suerte de biopic de este personaje imaginario, o una falsa biografía reconstruida a través de los diálogos de sus protagonistas. Pero el personaje de Saverio es en realidad una excusa para que se desarrolle la verdadera trama: la reunión en un pueblo de la zona de Puglia de sus cinco hijas y sus dos exmujeres para celebrar el décimo aniversario de la muerte del actor. Las viudas e hijas son de distintos lugares: están las italianas anfitrionas, la madre Rita y la hija Susanna (Virna Lisi y Angela Finocchiaro); la francesa Stephanie (Valeria Bruni Tedeschi); las españolas Ramona y Segunda, madre e hija (Marisa Paredes y Candela Peña); la atractiva sueca Solveig (Pihla Viitala); y la más joven del grupo, la norteamericana Shelley (Nadeah Miranda). Los personajes masculinos: el marido mujeriego de Segunda (Jordi Mollà) y Pedro (Lluís Homar), viejo amigo y doble de riesgo de Saverio. Los personajes sacan sus trapitos al sol, revelan mentiras y verdades del actor y sus propias traiciones y sueños. Comencini propone una comedia coral con situaciones tragicómicas, en la que las relaciones familiares cobran importancia. Latin Lover intenta evocar, en clave de homenaje, el pasado del cine italiano. Pero en el intento lo único que se destaca es la visión superficial de la directora, que cae en un acartonamiento de las distintas etapas y géneros homenajeados. La película quiere ser melancólica y divertida pero termina siendo un fiasco conservador. Si bien a algunos espectadores les puede resultar entretenida, estamos ante un cine ingenuo y anticuado.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.