Gritos y ningún susurro
El recuerdo de un amante latino, con sus ex y sus hijas encontrándose en un homenaje: drama y humor.
Comedia con intérpretes -no todos- que han tenido su esplendor en décadas anteriores, como la fallecida Virna Lisi, a la que se le dedica la película, y Marisa Paredes, y más actuales como Valeria Bruni Tedeschi y Candela Peña, Latin Lover es una película coral. Una melange, la Biblia junto al calefón, un conglomerado de actores de distintas nacionalidades europeas para esta comedia dramática que está mejor cuando es drama que cuando es comedia.
Aunque sea preferible reír que llorar, los momentos mejor trabajados de esta película de Cristina Comencini, hija del legendario Luigi (Pan, amor y fantasía) surgen cuando los personajes femeninos entran en confrontación. Y serán varias veces, porque la excusa del filme es una reunión por el décimo aniversario de la muerte de Saverio Crispo, el latin lover del título.
Saverio tuvo muchas mujeres, y muchas hijas, y todas estarán allí, con parejas y descendientes en el pueblito italiano donde se le rendirá homenaje. Y surgirán secretos, peleas, humoradas y todo lo que el cine italiano viene ofreciendo desde que la commedia all’italiana existe.
Lo de las nacionalidades tiene que ver precisamente con que Saverio, que no era severo a la hora de elegir compañera de cama, rodaba películas por todo el continente dejando un tendal en sus amoríos. Comencini se preocupa por dibujar mejor a las viudas y las hijas que a los personajes masculinos, que son todo un brochazo (el infiel, el que guarda un secreto, y así).
Latin Lover no puede dejar de caer en el pecado de que, al ser un filme coral, los desniveles de las actuaciones y de las subtramas terminen por ofrecer una montaña rusa. Y si nunca emociona, tampoco deja de ser un buen pasatiempo, con muchos rostros conocidos de actores que hacen lo que pueden el poco tiempo que saben que la cámara los estará tomando.