La decisión de Sophie Romántica a más no poder, tiene a Amanda Seyfried, Gael García Bernal y Vanessa Redgrave como cartas de triunfo. Pasa en muchas relaciones: ella es una chica madura, y hasta madura en su romanticismo, y él, un romántico que tiene una pasión que compite con la que siente por su chica: la cocina. ¿Podrán convivir, no ya después de casarse, sino estando lejos de Nueva York, juntos pero con distintas ambiciones? Así planteada, una de las subtramas de Cartas a Julieta no sólo pinta como prometedora, pero llegados en preluna de miel a Verona, donde Víctor (Gael García Bernal), que es un chef a semanas de abrir su primer restaurante en Nueva York aprovechará para conocer viñedos y visitar proveedores, las cosas cambian... Y Sophie (Amanda Seyfried), “investigadora” del The New Yorker , tratará de despuntar el vicio que más le gustaría tener: ser escritora, más aún cuando una historia increíble –esto es Hollywood- le pega en la nariz. En la mismísima casa de la Julieta creada por Shakespeare, Sophie conoce a las secretarias de Julieta, mujeres que se encargan de recoger las cartas que mujeres jóvenes por lo general desesperadas de amor le escriben a la Capuleto, para responderles vía postal. Y Sophie, con algo de tiempo libre mientras su novio degusta vinos, quesos y aceites de oliva, decide ayudarles. Para qué. Encuentra metida en la pared una carta que hace 50 años nadie vio –esto es Verona, pero también, dijimos, Hollywood- de una quinceañera británica que penaba de amor por Lorenzo, un italiano a quien sabe que no volverá a ver. Adivinó: Sophie le escribe y, ahora convertida en abuelita, Claire (Vanessa Redgrave) llega hasta Verona con su nieto (el australiano Christopher Egan) en busca del amor perdido. A partir de allí, el triángulo Sophie, nieto británico, abuelita alegre reemplaza a la pareja Sophie/ Víctor, dando vueltas en auto siempre limpito por pueblitos, granjas y viñedos en busca del tal Lorenzo, cuyo apellido, para que se den una idea, es como si fuera López en Madrid. Hay quichicientos. Y aquéllo que marcábamos en el comienzo, de cómo compatibilizar pasiones, madurez y romanticismo tendrá varias vueltas de tuerca. Lo mejor que le pudo pasar a Cartas a Julieta , como proyecto, fue que Amanda Seyfried, Gael y Vanessa Redgrave aceptaran sus papeles. Redgrave luce espléndida a sus 73 años, y el hecho de que Lorenzo sea Franco Nero (pareja en la vida real de Redgrave) es, para el que lo sabe, un plus. García Bernal está como con un cambio de más, medio acelerado y menos romántico de lo que el papel de Víctor le pedía. En cuanto a Amanda Seyfried, la actriz de Mama mia! y Diabólica tentación tiene ya en su rostro una madurez que muchas estrellitas le deberían envidiar. El que desentona es Christopher Egan, el nieto de Claire, en el típico rol de no quiero saber nada con esto pero después me involucro . Cartas a Julieta es para románticos incurables. Escépticos, abstenerse.
En liquidación El cuarteto que paseaba a la última moda por Nueva York se muda a Abu Dhabi. Sobra arena. Debe haber pocos adjetivos calificativos tan inocuos como, precisamente, inocuo, que es uno de los que mejor le caen a Sex and the City 2 , prolongación en el cine de la serie de TV que fue un éxito porque revelaba la rebelión de algunas de las cuatro protagonistas en la ciudad de Nueva York. Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda ya tuvieron su primera experiencia en la pantalla grande hace dos años, y tanto en aquella oportunidad como en ésta se mantiene el espíritu de chicas -ya grandecitas- que quieren divertirse, pero la historia es decididamente nula. Como prolongar en casi cinco episodios (la película dura 140 minutos) lo que en uno alcanzaba, bastaba y sobraba. Las bastante maduritas protagonistas comienzan la película de fiesta. Están en la boda gay de Stanford y Anthony (si usted no vio la serie, no importa), lo cual no aportará mucho en el futuro desarrollo del filme, salvo que Charlotte comenzará a mirar con malos ojos a la “nana” de sus hijas, una joven de enormes senos que no usa sostén, y a quien sí mira con buenos ojos el marido de Charlotte. Los celos, cómo y cuándo no, serán uno de los ejes, si hay algo parecido a ello en la película de Michael Patrick King. El centro de la trama, si la hubiera, sería el viaje a Abu Dhabi que emprende el cuarteto cuando un jeque invita a Samantha a hospedarse en una suite de su hotel, a 22.000 dólares la noche. La condición que pone la ninfómana es que la acompañen sus amigas. Y allí van, puro lujo y glamour casi, casi obsceno. Ni importa que paseen en camello por el desierto: ellas lucirán de estreno y se cambiarán de modelo como de ropa interior, o más, ya que pueden lucir más de un vestido por jornada/escena/toma. Como si en vez de clavar los tacos brillantes en la arena anduvieran por la Quinta Avenida. Aquéllo de inocua va porque en la película sencillamente no pasa nada, y difícilmente pueda tener un efecto sobre los espectadores, en su gran mayoría espectadoras televidentes que hayan disfrutado de la serie, pero que seguramente extrañarán algo. No es la cara de Sarah Jessica Parker, que con los años se parece cada vez más a la hermana de Alf. No, no es eso. Tampoco los comentarios entre sexistas y racistas que suelta Carrie (“cuando ya nadie se podía casar, llegaron los gays”), ni los cameos, alguno más extenso que otro, de Liza Minnelli -a los 64 parece más joven que Kim Cattrall-, Penélope Cruz y Miley Cyrus. No. Lo que se extraña es el desparpajo, que aquí ya ha mudado a rutina rancia. Porque los gestos provocadores -está en Medio Oriente rodeada de mujeres tapadas y no por arena- y el maratón sexual de Samantha no sorprende a nadie. Un ejemplo de lo avejentada que está la cosa es que “el” problema en la relación entre Carrie y Big, su marido, pasa porque él no prenda tanto la tele (plasma extrachato) y le dedique más atención (a ella). El The New Yorker publica la crítica del nuevo libro de Carrie -lo mata- con una caricatura en la que aparece con la boca tapada con cinta. Linda metáfora.
Vení que yo te explico Un Oliver Stone didáctico para contar quién es Hugo Chávez a los espectadores estadounidenses. Oliver Stone -visitante hoy de nuestro país- ya le había tomado el gusto al documental político con sendos trabajos sobre Fidel Castro. Y como en la ficción de JFK , el director de Pelotón es didáctico en Al sur de la frontera , un filme que para los que vivimos al sur de ese límite que marca su título no trae ninguna novedad, pero que para los compatriotas de Stone parece una toma de conciencia necesaria. Como si fuera Michael Moore, Stone se pone delante de cámara, entrevista o habla en off. No tiene el timing ni el desenfado del realizador de Bowling for Columbine , pero se las arregla para marcar su punto de vista unívoco. Igual que lo que hace Moore. No es obra de la casualidad que ambos directores apunten sus dardos contra cierta prensa estadounidense, que tergiversa datos e imágenes televisivas. Stone da nombres y muestra extractos de The New York Times o emisiones de la CNN referidas a Hugo Chávez, que es retratado por varios medios como un dictador enemigo de los EE.UU. Porque Al sur de la frontera se centra en el presidente de Venezuela, pero la cámara de Stone va rotando. Enjuicia a los medios por un lado, pero también va más allá al comprender que hay un correlato en Sudamérica con otros presidentes democráticos, de “espíritus bolivarianos”. Y dice: “Hay un problema con la democracia que se practica en el sur: puede crear políticos que se nieguen a aceptar los mandatos de Washington”. A partir de allí seguirá al ex oficial militar luego de haber intentado un golpe de Estado, y que sufrirá él mismo otro golpe. Y presentará al FMI como “controlado por el Ministerio de Hacienda de EE.UU., usando como conejillo de indias a Sudamérica para sus experimentos económicos”. Como se ve, ninguna novedad para el público de estos lares. Sí es provocativo el montaje y la manipulación de imágenes acerca de la represión a chavistas. Tras presentar a Venezuela como el tercer país en abastecimiento de petróleo, y que en los primeros seis años de gobierno de Yávez , como lo pronuncia Stone, la economía se duplicó, y que Yávez trabaja hasta las 2 de la mañana, Stone inicia su recorrido por Bolivia, Paraguay, Brasil, Ecuador y, claro, la Argentina. Y se sabe: en la Quinta de Olivos entrevistó a Cristina y Néstor Kirchner, y a la Presidenta le formula la famosa pregunta de ¿ Cuántos pares de zapatos tiene? “Ah no sé, nunca los conté. Nunca le preguntaron a un hombre cuántos pares de zapatos tiene”, le responde. Pero el tono es amable. Con Kirchner habla de ”su heroísmo” en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. “Ese día no me lo voy a olvidar nunca en mi vida. Tanto que tengo el sillón de esa reunión guardado en mi casa en Calafate”, dice Kirchner en confianza. A partir de esa confianza es que Stone hizo su documental, más necesario al Norte de esa frontera.
Realeza devaluada Una de acción con mucha reiteración. Qué debe tener un filme de aventuras? Ritmo, acción, crear simpatía con el o los protagonistas, algo de humor. Esos ganchos escasean en la traslación del popular videogame en El príncipe de Persia, donde hay acumulación de vuelos acrobáticos de parte de Jake Gyllenhaal, a quien si le sobra musculatura y carisma le faltó un buen dialoguista para ganarse al espectador. Con un comienzo que parece más surgido de Aladdin, el filme animado de Disney -con Dastan niño saltando de aquí para allá tratando de esquivar que lo capturen los guardias-, la película guarda parecidos y diferencias respecto al original. Dastan es adoptado por el rey de Persia y, con el correr de los años y un par de tomas, ya está junto a sus dos hermanastros a punto de invadir Alamut. Les dicen que allí, en la ciudad sagrada, se fabrican armas que son utilizadas por los enemigos de Persia. En verdad, el hermano del rey (un Ben Kingsley de ojos pintados) trama que se roben una daga con arena que permite ir hacia atrás en el tiempo, y así resolver algunas cuestiones que lo preocupan. Como apoderarse del trono de su hermano. A Dastan lo culpan de la muerte del Rey Sharaman y el muchachito debe empezar a escapar, junto con la princesa Tamina (la bella e inexpresiva Gemma Arterton, que de Quantum of Solace pasó por Furia de titanes y se rumorea esté en Transformers 3 en lugar de Megan Fox). Ella, además de ser aguerrida, sabe dos cosas: cómo utilizar la daga, y cómo no despeinarse ni que se le corra el maquillaje. Las carencias del filme se notan desde el lado de la reiteración. Porque si la primera mitad del relato puede seguirse con mediana atención, cuando todo tiende a repetirse, no hay Gyllenhaal que alcance. Y el montaje totalmente enloquecido, no permite el disfrute de las escenas de acción, sino que se ve como muchas imágenes rápidas carentes de significación. Entre los blockbusters que se estrenaron las últimas semanas, El Príncipe de Persia: las arenas del tiempo se asemeja más a Furia de titanes (por la mera acumulación de escenas de acción) que al más clásico Robin Hood de Ridley Scott. No llega al humor de Iron Man 2. Es un claro exponente del cine que el productor Jerry Bruckheimer viene cosechando últimamente. Como si los genes de Armageddon, Con Air, la saga La leyenda del tesoro perdido estuvieran latentes en cada fotograma. El director Mike Newell es un cocinero de restaurante internacional: filma lo que le den, de Cuatro bodas y un funeral a El amor en los tiempos del cólera. Alfred Molina interpreta a un jeque ladrón y parece el único que se entretiene con su diente de oro. Es poco para 116 minutos. No quedarse en los créditos: tampoco pasa nada.
Para adolescentes y niños varones Como en "Avatar", los humanos buscan un planeta para apoderarse de su energía. Nadie puede arrogarse ser el dueño, no ya de la verdad, sino de la originalidad en el cine. Típica historia de ciencia ficción, con un planeta siendo atemorizado por una invasión extranjera, Batalla por Terra 3D es, en su base y su fondo, lo mismo que en Avatar cuenta James Cameron: los humanos aniquilaron sus fuentes de energía y marchan hacia el espacio en búsqueda de conquistar algún planeta donde poder obtener lo que destruyeron en el suyo. Como los Na'vis imaginados por Cameron, los habitantes de Terra son pacíficos y no molestan a nadie. Hasta que los molestan. Si los humanos vencen, será a costa de los habitantes de Terra, ya que para obtener el oxígeno deberán realizar cierto dispositivo que terminará envenenando a los locales. La protagonista es Mala, que no es mala sino todo lo contrario. Ama surcar el aire con su máquina, y como es algo rebelde, llegar hasta un túnel de viento y hasta ahí nomás, porque los líderes no permiten ir a zonas prohibidas. Cuando el ataque, su padre es apresado con otros cientos, y ella rescata a un piloto humano herido. Claro, Mala quiere recuperar a su papá, y con la ayuda del buenazo de Jim elaborarán un plan para salvar a la raza humana y al planeta Terra. Proyectada en 3D, la película del canadiense Aristomenis Tsirbas gana algo en la profundidad. Es un relato de aventuras, con algunas escenas que no ahorran crudeza -cuando los buenos se quedan sin poder respirar-, con generales malos y el pueblo siempre bueno, personajes corajudos, desafiantes y rebeldes. El público de Batalla por Terra 3D son los niños varones y algunos adolescentes. El estilo visual de las batallas también remite, en parte, a Star Wars: la guerra de los clones. En síntesis, un entretenimiento, un pasatiempo para seguir alimentando la fiebre del 3D en el público infantil.
Primero los bebés Jennifer Lopez vuelve al cine como embarazada antes de conseguir novio. Para su intento de resurgimiento en el cine, después de fracasos comerciales y de estar alejada de los sets para cuidar a sus mellizos, Jennifer Lopez eligió un guión en el que tiene que lidiar con la inseminación artificial, la falta del caballero ideal y el queso de cabra. No se trata de un filme documental ni tampoco es un tratado sobre la soledad siglo XXI, pero la estrella se ha preocupado más por aparecer bella -como siempre, lo logra- que porque la trama tenga un mínimo atisbo de verosimilitud. Puede compararse, salvando las distancias, a El Plan B con aquellas comedias románticas que protagonizaba Doris Day. Reina del naif, DD podía decir cualquier línea de diálogo y -dentro de su universo en el que todo brillaba, desde los pisos hasta el blanco de sus ojos- sonaba creíble. JL, aquí, no. Zoe, harta de no hallar a su príncipe azul, decide probar con la inseminación. A la salida del tratamiento, conoce al que será el amor de su vida. Y a los pocos minutos descubre -cuando su perrito vomita la prueba de embarazo que se había deglutido- que sí, está embarazada. ¿Cómo decírselo a Stan? La película atraviesa el típico subibaja de la comedia romántica (chica conoce chico; chica cree que chico no la quiere como ella quiere; chica se da cuenta de que chico sí la quiere; chica se queda con el chico) con todos los clisés que el espectador pueda imaginar. Y ni hace falta que lo piense, porque en El Plan B todo está dicho. Cuando las estrellas de Holly-wood empiezan a crecer -de edad- y no pueden hacer como que estudian o van al college, hoy está de moda que tengan su propio negocio independiente. JL tiene un pet shop, y Stan (el australiano Alex O'Loughlin) vende queso en un mercado callejero. Al menos Lopez se permite autoparodiarse: Zoe entrada en kilos (sólo en la panza, eh) exclama "¡Extraño mi trasero!", cuando todos saben que la actriz y cantante se ganó buena parte de su fama precisamente por eso y no por sus actuaciones. Una pena es que el asunto de que el nuevo enamorado descubra que su enamorada está embarazada (de antes) no haya sido tocado más en profundidad, pero se ve que la opera prima de Alan Poul -que produjo y dirigió algunos capítulos de Six Feet Under- fue siempre pensada para la sonrisa. Y así se la ve.
Gran poder requiere gran responsabilidad El filme de Luis Barone trata sobre un héroe que, en el futuro, hace lo que puede. Una Argentina posapocalíptica en la que no hay agua potable -y la que se consigue sale carísima-, sin recursos naturales renovables necesita, cómo no, un héroe. Y el que respondería al y ahora ¿quién podría salvarnos? es un basurero despedido, de apellido Martínez que se encuentra con un extraño personaje en los baños de Constitución -algo quedó en pie-. Y ahí, frente a un mingitorio marca Zenitram, el ex recolector de residuos es advertido de que "Sos el elegido", y descubre que tiene superpoderes. Bah, que tomándose los genitales y mencionando su apellido al revés, puede volar. Y desde entonces se encargará de poner las cosas en su lugar. Si antes quienes detentan el poder no lo ponen a él en su lugar. Zenitram, hay un argentino que vuela juega con el ámbito y los clisés del cómic, pero no se convierte en uno. Con animación al comienzo, luego las escenas en las que este argentino que vuela y se droga, ayudado por un periodista (Luis Luque), y al que el Presidente (Daniel Fanego) quiere en algún lugar de su gabinete, sale por la vida y por los aires a ayudar a los pobres. Hasta donde le da el cuero. Surgido de la pluma de Juan Sasturain, el personaje es un loser nato. Juan Minujín, que está trabajando a destajo en el cine nacional, le pone la cuota de gracia ("Un gran poder requiere una gran responsabilidad", dice Zenitram, parafraseando a El Hombre Araña) y no mucho desparpajo a un superhéroe claramente del subdesarrollo. Las líneas que apuntan a la corrupción y la desmedida ambición de las multinacionales están siempre teñidas de humor, con nuestro arquetípico héroe intentado "cambiar el sentido de las aguas"... Con efectos especiales y chistes de doble sentido, Zenitram, de Luis Barone, nada entre la comedia desembozada y la crítica paródica. Y entre ello, toda una extrañeza es ver a Steven Bauer (el que compartía el protagonismo con Al Pacino en Scarface) como un superéroe estadounidense. Igual, queda claro que el destino de la Patria, si Dios no es argentino, está en ¿buenas? manos.
El crimen tiene tres caras Christian Petzold entrega un thriller con varias lecturas. En Triángulo abundan -no sobran- los ismos, empezando por el machismo y terminando con el racismo. Es una historia de perdedores en la que Christian Petzold abreva en el clásico de James Cain El cartero siempre llama dos veces, pero bien que lo reformula. Hay un marido mayor que su esposa, blonda, linda y que planea su muerte, y un recién llegado que se siente atraído y necesita cambiar su suerte. Los integrantes de la llamada Escuela de Berlín, a la que el director de Yella no sólo pertenece: es de sus mejores exponentes, no suelen hacer cine de género. Petzold se lanza al film noir y plantea en profundidad cuestiones que a un espectador atento no se le pasarán por alto. Thomas (Benno Fürmann) regresa del frente en Afganistán con una baja deshonrosa, dice, a la casa de su madre recién fallecida, y debe afrontar deudas. En su camino se cruza Ali (Hilmi Sözer), un turco vuelto empresario de pequeños negocios de comidas al paso, que suele emborracharse y al que le quitan el registro. Le ofrece ser el chofer, armar los pedidos y entregarlos. Su esposa Laura (Nina Hoss, musa del director) lleva la contabilidad. Como Ali es un desconfiado de todos y maltrata a su esposa, la venganza de Thomas y Laura vendría a poner las cosas -en un país donde la inmigración no es un tema menor- en su lugar: el héroe que rescata a la mujer de las garras del malvado extranjero. "Vivo en un país que no me quiere con una mujer que compré", dirá Ali. "Si no tienes dinero, no puedes amar. Eso lo sé", se enoja Laura con Thomas. Pero el desenlace que tiene preparado Petzold lo trastoca todo, resignificando cada pensamiento de los tres protagonistas del triángulo. Ya antes, trabajó las escenas con la dedicación de un artesano, deparando sorpresas en los diálogos que nunca serán forzados, ya que los secretos que fueron guardando Laura y Ali salen a la luz en el momento preciso. Lo que se llama un trabajo de relojería. Triángulo (o Jerichow, como reza su título original) se exhibe en DVD y merecía otra proyección y un mejor estreno. Porque valores artísticos y "comerciales" tiene de sobra. Sería una pena que el público que supo aplaudir a Fassbinder deje pasarla de largo. No se arrepentirán.
Fiel como perro de Gere La historia real del can que siguió leal a su dueño hasta más allá de su muerte. Bien dicen que si uno quiere lucirse como actor, lo mejor es no compartir escenas con niños ni con perros. No por las comparaciones -aunque a veces, sí.-, sino porque la atención suelen llevárselas estas criaturitas. Y más si, en el caso de los canes, es un cachorrito indefenso, que hace honor al refrán de que el perro es el amigo más fiel del hombre. Pese a todo esto, Richard Gere sale airoso en Siempre a su lado. Es el músico que una noche en una estación de trenes encuentra perdido al cachorrito akita y se lo lleva a su casa. Su esposa (Joan Allen) está recontrapodrida de los animales, no lo quiere ni ver a Hachiko, como llaman al cuatro patas, pero de a poco entiende que el cariño y la devoción que su esposo le dedica al pichicho (se revuelca en el pasto con él; intenta enseñarle a ir a buscar la pelotita) no le quita su espacio. En fin: que Parker la sigue queriendo, y ella advierte que la relación con el perro le ha devuelto a su pareja algo de la pasión por vivir que parecía apaciguada. La película de Lasse Hallström (Las reglas de la vida, Chocolate) se basa a su vez en una historia real, ocurrida en Japón, por la década del '20 del siglo pasado. Gere, como productor del filme, tampoco se ha quedado con el rol principal. Curioso o no, el Siempre a su lado puede referirse a Parker, no al perrito. Sin adelantar demasiado -la cola en los cines lo deja en claro-, en algún momento Parker morirá y Hachiko irá todos los días durante diez años a la estación a esperar a su dueño. Que los amantes de las panzadas lacrimógenas sepan que Siempre a su lado es su película de la semana. Todos los personajes secundarios (el vendedor de hot dogs, el guarda de la estación, la esposa de Parker, su hija, un amigo japonés que explica todo lo que el perro no puede) están en pantalla en función del pichicho. Emotividad cruel, en síntesis, todo aquel que sienta que la fidelidad no es un viaje de ida, la disfrutará hasta las lágrimas. ¿Si es una película infantil? No, pero no habrá chico que se resista al perrito.
Y ahora, michifus en 3D Sólo puede entretener a chicos menores de 5 años. Adorado por muchos niños, ahora Garfield, acorde a los tiempos que corren, tiene su propia película en 3D. Pero a diferencia de los dos filmes anteriores del minino anaranjado, aquí Garfield no tiene el protagónico asegurado. Es que es la legión del Escuadrón de mascotas y sus propios amigos (unos, que saltan de las historietas, son alter egos de los otros) se reparten las "acciones". La trama es como siempre bien sencilla: en el planeta Tontolandia la villana Vetkis se casa con el emperador, engañándolo ya que lo único que quiere de él es la pistola mezclamole que él tiene bajo llave, capaz de combinar dos seres, para así apoderarse del mundo. Del Mundo de las Historietas Garzooka, Starlena, Odious y Abnermal llegan hasta el Mundo de los Dibujos, en fin, para que Garfield, su novia y sus amigos los ayuden a recuperar el arma. El efecto 3D seguramente atrapará a los más pequeños, ya que no hay muchos otros ganchos. El humor es tan básico como elemental, y los gags de Garfield y el Escuadrón de mascotas, sino cumplieron su primer centenario le pasan raspando. Pero claro, si se tiene 4 o 5 años todo será novedoso. La cuestión es para los acompañantes, que deberán armarse de paciencia. Pero con sólo disfrutar de las caritas alegres de los chicos, también alcanza.