“Aprox” es un documental experimental, y la ópera prima del realizador y publicista Víctor Kesselman. En ella, lo que se hace es intentar explicar y entender cómo funciona nuestro lenguaje corporal, y cómo suele decir mucho más que lo que dicen nuestras palabras. Un intento por deschavar el engaño y reírse de quienes queremos hacer creer algo que no podemos demostrar con nuestro cuerpo. A simple vista no podemos evitar rememorar a la serie “Lie to me”, aquella protagonizada por Tim Roth. Y el realizador de “Aprox” es absolutamente consciente de que si hoy por hoy muchos podemos saber de qué se habla cuando se habla de lenguaje corporal es gracias a la popularidad de aquella. Y es por eso que su mención aparece en una leyenda introductoria al comienzo de la película. Pero “Aprox” es extraña. Mientras hay un narrador que nos explica diferentes situaciones, hay otro grupo de actores que personifican a un grupo de gente que conviven en una situación laboral, en este caso una empresa de publicidad. Vamos a ser testigos de la interacción entre estos personajes y después, sólo a veces, su narrador nos explicará en detalle cómo funciona su lenguaje corporal. No obstante no se divide en estas dos partes nada más la película, las escenas de ficción y luego la más académica, a veces repitiéndose una para poder explicarnos en detalle, sino que también aparecen fantasías que los protagonistas tienen, y por momentos nos encontramos ante escenas absurdas que poco tienen que ver con lo documental. Con un tono irónico, burlesco, sarcástico a veces, la película intenta demostrar lo inútil de querer creernos algo que no somos. Para eso utiliza esta historia sobre el poder, con personajes que parecerían ser salidos de la cotidianeidad pero dibujados de una manera un poco más ridícula, lo que agrega humor y hace que la película sea más llevadera pero, a la vez, tomada un poquito menos en serio quizás de lo que se pretendía.
La primer película que dirige Stuart Blumgerg, guionista de "The girl next door" y "The kids are all right", es un retrato sobre las adicciones, en particular la adicción al sexo. Tim Robbins, Mark Ruffalo y Josh Gad interpretan a tres hombres adictos al sexo, tres etapas distintas de la ¿recuperación? de una enfermedad. Mike (Robbins) es un hombre con un matrimonio de tres décadas junto a una bella mujer (Joely Richardson) que lo bancó en todas, y un hijo drogadicto (Patrick Fugit) que reaparece tras varios años intentando enmendar la relación, y a la vez es el encargado de las sesiones terapéuticas. Adam (Ruffalo) es un hombre atractivo y exitoso que hace cinco años que no tiene ningún tipo de relación sexual pero cuando conoce a una bella mujer (Gwyneth Paltrow) comienza a plantearse algo que debería ser normal para todo el mundo pero para él no lo va a ser: tener una relación de pareja. Y Neil (Gad) es un doctor cuyas compulsiones y sus pocas ganas de curarse, al menos hasta que entabla una amistad con otra chica en recuperación (Pink), lo llevan a ser despedido del trabajo. Gracias por compartir trata temas complicados pero lo hace con liviandad, además de no terminar de decidirse a qué genero pertenece. No es ni una comedia romántica, ni un drama, es algo intermedio que no termina de funcionar ni como uno ni como otro, y mucho menos en su conjunto. El retrato de estos hombres cada uno lidiando con su enfermedad como puede, es interesante por momentos pero incluso se termina tornando predecible. El tono es intimista y los actores le influyen mucha naturalidad a sus respectivos personajes, pero las dos horas que dura la película comienzan a sentirse, especialmente después de largo tiempo empezada la película en el que los protagonistas apenas se movieron del lugar donde estaban. Pero a la larga, "Gracias por compartir" es una película sin pretensiones y sin necesidad de recurrir a golpes bajos ni a un clima frío y tenso como el que inundó Steve McQueen de su película, "Shame", sin importar cuánto funcionaba en aquella. Es ligera, salvo por algún momento en que quiere profundizar y termina descolocando un poco, y accesible, aunque puede dejar sabor a poco.
Martin Provost (“Seraphine”) es el encargado de contar la vida, o al menos la parte que más le interesa, de Violette Leduc, esta mujer escritora que aun llegando a posicionarse entre los best sellers vivió bajo la sombra de quien la ayudó, inspiró y acompañó largos años de su vida, ni más ni menos que Simone de Beauvoir. Violette Leduc es una mujer que sobrevive. Lo hace como puede, en medio de un matrimonio fingido, teniendo negocios ilegales o, como descubre después -o mejor dicho, casi que la obligan a comenzar-, escribiendo. Violette escribe sobre su madre, sobre su marido, o sobre la sexualidad que descubre junto a una mujer, lo hace de manera bella pero con contenidos fuertes, incluyendo el tema del aborto, que todavía sigue siendo tabú para muchos imagínense en esa época. De repente encuentra en la escritura un modo de sanarse quizás, es rápidamente que escribir va a pasar a ser una necesidad para ella. Y cuando empieza algo no lo hace por simple hobby, entonces es que, tras descubrir un libro “demasiado largo para ser escrito por una mujer”, y así, a una escritora, se acerca a Simone de Beauvoir. Gracias a ella consigue empezar a codearse con escritores y editores, incluso Albert Camus le edita su libro, pero no se parece a sus expectativas, ya que ni siquiera lo encuentra en las librerías. Violette_EW_2 El film, que dura más de dos horas y está dividido en capítulos con nombres de las personas que la van influenciando, es un recorrido por la vida de esta mujer que sobre todo se siente sola y no querida, y que encuentra algo de refugio en las palabras que escribe. (/p ) También se ahonda en la amistad, aunque para Violette lo que ella sentía era amor, con la escritora feminista, quien siempre la alentó a seguir escribiendo, y nunca dejó de creer en ella. Brillantemente actuada por Emmanuelle Devos, quien se mete en la piel de una Violette impredecible y de muy baja autoestima que siempre se termina sintiendo abandonada, esta biopic pone en el centro a una escritora que luchó y logró que su libro llegue a ser un best seller. La actriz encargada de interpretar a la reconocida escritora de Beauvoir es Sandrine Kiberlain (Las mujeres del sexto piso). Este retrato sobre la tormentosa existencia de una escritora casi desconocida, de una mujer que siempre se sintió sola y se vio fea, se plasma con climas oscuros y asfixiantes, que reflejan el estado de su protagonista. Al menos hasta cerca del final, en que se escapa y se conecta con la naturaleza sobre paisajes soleados. Y sola, el modo en que necesita descubrirse una persona para poder aceptarse, por sí misma. Es cierto que el film avanza de manera despareja, no siempre despertando el mismo grado de interés, pero éste nunca lo pierde. Mención aparte para la puesta en escena y el vestuario que logran retratar esta época de una manera sutil, elegante y sobre todo convincente
“Fin del mundo, principio de todo”, relata uno de los narradores, una voz que lee una carta, algo del poco material de archivo sobre un lugar que tras su fachada fría e inhóspita, guarda relatos de terror. En Ushuaia, allí donde hoy se encuentra el Museo Marítimo y el Museo del Presidio, hubo una “Cárcel de Reincidentes de Tierra de Fuego”. Así se llamaba, pero en esa misma carta se define a los presos que estaban allí dentro como “confinados, no penados”. La película comienza con una representación, una obra teatral, que ni cuenta una historia de ficción, ni parecería estar siendo actuada. En ella somos testigos del trato que los presos tienen en este lugar tan desolado y frío. Lo que la directora Lucía Vassallo hace en este documental es recopilar lo que se pudo conseguir de material de archivo, algo muy difícil ya que mucho de él al respecto fue destruido, y sumar testimonios de personas que de un modo u otro estuvieron, se sintieron o tuvieron a alguien cerca de ese lugar (carceleros, investigadores, expertos en el tema), junto a una cuidada fotografía que nos permite entrar al Penal como testigos. El objetivo de este documental no parecería ser el de investigar exactamente qué y por qué sucedían las cosas que sucedieron, sino más bien plasmar una parte de la historia argentina. Confinados políticos convivían con otros residentes del lugar. Nombres como el famoso “petiso orejudo”, Cayetano Santos Godino (el primer asesino serial conocido del país), el anarquista ucraniano Simón Radowitzky, y Mateo Banks, asesino de masas, se convirtieron entre los más conocidos. Se narra el modo en que los tenían aislados, de todo y de todos, incluso de sus propios familiares, los fallidos intentos de fuga y la desolación y desesperanza que se respiraba en ese lugar. Tras poco más de una de duración entre imágenes de archivo, testimonios y la narración de Javier Valentín Diment, Vassallo termina su película con una reflexión sobre la lucha de clases y la necesidad de la reclusión como reinserción y no como represión. Presente y pasado fusionados para conocer un poco más sobre la historia de nuestro país.
Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigen este segundo documental (tras "Cracks de nácar"), esta vez enfocado en un lugar muy particular: las Islas Malvinas. Pero así como al pensar en ellas, sobre todo al ser argentinos, uno piensa inmediatamente en la guerra con Inglaterra que tuvimos por ellas, lo primero que vemos en la película es una leyenda en la que nos ubica políticamente en situación, nos pone al tanto de lo más importante, pero luego aclara “Esta película no es sobre la guerra”. En realidad, este documental es sobre la tesis, que consiste en su propio documental también, que Julieta Vitullo hace sobre estas islas tan especiales. Es cierto que al poner en foco también a dos veteranos a lo largo de prácticamente toda la película el tema de la guerra está ahí, es necesario esperar un poquito más, ser testigos de diferentes historias para llegar a la verdadera, que es la que da la razón de ser al documental. Con esta estructura tan particular (que salta del 2006 al 2010) es que se desarrolla esta película de la mano de recuerdos, entrevistas y anotaciones, literatura y cine combinados. Es cuando llegamos a la última parte que terminamos de atar cabos, de relacionar diferentes tipos de pérdidas a los que se hizo alusión durante de un modo diferente, y de entender el porqué de la necesidad de volver a ese lugar que tuvo su protagonista. Ella tenía que cerrar una historia, tenía que volver, aunque no pudiera cambiar el final por uno ficticio. Diferentes personajes que afrontan sus traumas como pueden, en el particular marco de estas islas que son mucho más que una porción de tierra sobre el mar. Es un sitio con un clima horrible, pero del el que la gente que vive ahí no se quiere ir. “Hay que ser muy particular para vivir acá”, dice alguien en uno de los testimonios. Es que es un lugar remoto que no puede evitar estar atravesado por una guerra que dejó secuelas, como cada pérdida lo hace en la vida de cada persona. Una mirada distinta, personal, menos esquemática y llena de emoción. Un documental que no sólo aporta al género, sino a la historia de un lugar que está tan lleno de historias, valga la redundancia. Un film honesto, crudo en su registro, con un sonido ambiente que puede ensordecer, pero que funciona como una especie de sanación para su protagonista, que necesita ver este lugar esta vez con otros ojos, porque lo hace con otra experiencia vivida.
“Me perdí hace una semana” es la nueva película del director de “La Risa” y “Hoy no tuve miedo” que se estrena al mismo tiempo que otra película suya, “AB”. Hablamos de Iván Fund, quien además junto a Santiago Loza había dirigido “Los Labios”. En este caso, el director vuelve a hacer dos cosas que lo caracterizan: una, experimentar con las imágenes, los sonidos, las sensaciones, con la idea de dejarlos ser a los protagonistas, hasta tal punto de casi no distinguir la ficción de la realidad; y otra, la de hacerlo siempre de un modo intimista, sin explicar, sin dar nada por sentado. Así, transforma a la película en una experiencia rara, en la que un espectador poco activo se sentirá desconcertado y no terminará de conectarse nunca. La premisa de la que parte el argumento es muy simple, podría resumirse en un perro que se perdió. Pero además hay una pareja de jóvenes a punto de separarse, una policía que además es madre y, en el centro, un tarotista, el dueño del animal perdido. “La instancia de filmar siempre es buena. Aunque la película después resulte mala. Una siempre espera que suceda algo”, se relata en algún momento. Y parece ser eso lo que más importa en este film, la idea de sentir que hay algo, algo que aparece solo, que no se lo busca pero se espera que aparezca. Se habla de una sinceridad con los conflictos y de que por el simple hecho de insistir algo va a aparecer. En este caso, a “Me perdí hace una semana” se la termina sintiendo muy experimental y así como funciona bien, con cierto mérito (ir a lo seguro puede llegar a tornarse aburrido), también se muerde un poco su propia cola. Es difícil terminar de conectarse cuando las escenas no siempre siguen un eje coherente, cuando aparece un narrador que le habla directamente al espectador y luego escenas actuadas con tal naturalidad que nos hacen sentir testigos de una privacidad ajena. Resumiendo, la película de Iván Fund es una experiencia interesante pero que no termina de cerrar, por momentos se la siente un poco perdida, que de tanto dejarla ir no se sabe a dónde va. Un film que se interpretará siempre de diferentes maneras, según los ojos que se posen sobre él. Pero la búsqueda de su autor está ahí, sigue en camino de probar a dónde lo puede llevar el cine, de un modo no tradicional que se agradece, así como también su duración, apenas más de una hora.
El director Mike Flanagan nos demostró que era capaz de generar lindos climas de terror y suspenso con su película anterior, estrenada de manera tardía pero al fin en salas de nuestro país, Absentia. Y ahora apuesta a hacerlo de nuevo con esta historia de dos hermanos que tras una tragedia que acabó con la vida de sus padres se separaron y vuelven a juntarse cuando uno de ellos sale de un psiquiátrico. Kaylie y Tim son los hermanos de la película que se centra en un espejo antiguo con extraños poderes. Con un montaje paralelo entre lo que pasó cuando ellos eran chicos y lo que les sucederá ahora que, sobre todo ella, se cree preparada para vencerlo o al menos dejar registro de lo que realmente sucedió, el espejo funciona en la película como una especie del hotel Overlook en “El resplandor”. Visiones, voces que no existen, fantasmas, imágenes confusas, deshidratación, pérdida de tiempo son algunas de las cosas que este espejo puede provocar, primero sin que uno lo notara, hasta que uno de los personajes tuvo suficiente tiempo de reflexionar y averiguar todo lo que pasó incluso antes. Mientras Tim acaba de salir del hospital donde parecen haberle hecho, según su hermana, un lavado de cerebro, y apenas recuerda hechos de aquel hecho traumático, y muchos de manera incluso incorrecta, Kaylie parece una paranoica obsesionada con los poderes sobrenaturales de un objeto tan corriente como puede ser un espejo. Pero es cuestión de tiempo hasta que los dos se encierren nuevamente en esa casa intentando entender, como si así hubiera forma de vencerlo. Con un sublime trabajo de edición que nos traslada continuamente de un tiempo a otro, con saltos muy cuidados, “Oculus” es una película de género que funciona no sólo a la hora de generar estos climas pesadillezcos, sino también con un argumento tan atractivo como sólido. El espectador transita estos estados junto a los protagonistas, nunca sabe uno más que el otro, y más que terror genera una enorme tensión la poco más de hora y media que dura la película. En “Oculus” el presupuesto no parece ser mucho mayor que aquel que el director tuvo para “Absentia” y demuestra así una vez más que no lo necesita para generar lo que quiere generar. Que con una buena historia y una buena dirección se puede hacer una linda película de terror. Y “Oculus” lo es, especialmente para los fanáticos más exigentes del género. Es cierto que entre los dos protagonistas, Brenton Thwaites y Karen Gillan, la que destaca con notoria diferencia es ella. Y que más que escenas gore (aunque haya alguna muy interesante), son climas los que hacen a la película. No apta para un espectador que busca sustos fáciles, pero sí para aquel que le gusta adentrarse y dejarse llevar por una buena historia de terror y suspenso.
David Frankel es un reconocido director estadounidense con suficiente experiencia tanto en televisión como en el cine. Tras algunas películas exitosas como “Marley y yo” y, sobre todo, “El Diablo se viste a la Moda”, ahora decidió trasladarse a Inglaterra para contar la historia de quien fue quizás la primer gran sorpresa que el programa “Britain’s Got Talent” tuvo (un par de años antes que Susan Boyle). Y es la de Paul Potts, un gordito tímido con poca confianza en sí mismo que en su primer audición en el programa deslumbró al jurado y al público que lo aplaudió de pie, al cantar ópera con una voz privilegiada. Pero “One chance” se enfoca muy poco en esa parte de la historia. Así como recién escuchamos cantar a su protagonista pasados los primeros veinte minutos del film, es una hora después de ese momento que recién lo vemos anotarse por internet para ese concurso. La idea del guión es centrarse en su historia de vida. En la película vemos a un Potts que siempre supo que quiso: ser cantante de ópera. Pero vive con una madre que lo apoya como puede y con un padre que lo alienta al trabajo duro, a olvidarse de esos sueños que no suelen llevar a ningún lado. Trabaja en un local de celulares junto a quien sería su mejor (y único, parece) amigo y es gracias a él que conoce, al menos personalmente, a Julz, una muchacha simpática que siempre lo va a alentar a más y es quien parece mover a Paul. Porque cuando ella le dice que no la llame hasta que esté en Venecia estudiando ópera, como él le había contado que quería hacer, él cumple su palabra. El actor que tuvo que meterse en la piel de Paul es James Corden, un actor más bien televisivo y abocado a la comedia, que logra transmitir emociones y generar risas casi por igual. Es quien interpreta a esta persona que parece siempre destinada al fracaso, sin importar el talento que tenga. Porque por cada cosa que le sale bien, una le sale peor. Claro, eso hasta el final conocido. Lamentablemente esta “historia de vida” se termina pareciendo más bien a un telefilm, bastante edulcorado y con una dosis de humor que no siempre funciona. Es cierto que hay escenas para destacar, probablemente su primera interpretación en público sea una de ellas. El soundtrack incluso presenta temas pop (hasta hay uno de Taylor Swift) además de la ópera. Y cuando el que canta es el protagonista, quien le pone voz es el propio Paul Potts. A grandes rasgos, el film termina siendo una biopic poco atractiva, con unos pocos momentos de interés, pero un desarrollo desparejo. Y no logra plasmar el fenómeno que supo ser su presencia en el programa, más allá del final. “One chance” no es mala, pero es de esas películas que no se quedan con uno más que lo que ésta dura.
“Todas las historias de fantasmas empiezan con una casa y una tragedia”, dice la narradora, interpretada por Jackie Weaver, de esta película de terror. “Haunt” data del año pasado y está dirigida por el debutante Mac Carter. Y esa línea es la que bien podría resumir toda la película. Porque en ella hay una casa, fantasmas, y una tragedia, tal como lo indica, y una familia que recién se muda, y sustos varios, y una señora que vivía allí y ahora tiene pinta de loca. Todos los clichés de estas películas de terror, un ático, un hacha, un susto en la ducha, un personaje problemático y uno inocente, una niña que parece entender lo que los adultos no pueden o no quieren. Todo está ahí, servido sobre bandeja. Si se espera algo novedoso, Haunt no es la opción adecuada. Si se quiere algo efectista y sin muchas pretensiones, puede ser una buena opción. El film es relativamente corto, no llega a una hora y media, y eso le juega a favor. Sobre todo teniendo en cuenta que en realidad no es demasiado lo que sucede durante toda la película. Situamos a esta familia, los Asher, mudándose a una casa misteriosa. Conocemos a la mujer que vivía allí (que es la misma que narra) y comprendemos algo de la tragedia que sucedió. Evan, uno de los hijos, entabla una relación con la perturbada Samantha y juntos comienzan, quizás por curiosidad, quizás por la búsqueda de ella hacia algo más, a invocar a los Morello, los antiguos habitantes de la casa. A grandes rasgos, hasta diez minutos antes de que termine la película, aquel momento en que reina la calma que antecede a todo temporal, no sucede mucho más. Además, a excepción de Evan y Samantha, el resto de los personajes no aportan demasiado, no interesan, por eso tampoco nos hace tanto ruido que de repente las vueltas del escritor los dejen a los dos solos en la casa, y más tiempo del previsto. "Haunt" recuerda a muchas películas memorables de terror, pero no logra estar a la altura de ninguna de ellas. Quizás si su escritor, Andrew Barrer, otro debutante, hubiese sabido explotar mejor todos los elementos que tenía a su disposición, otra sería la cosa. Pero lo cierto es que acá no sucede, no hay interés por esta familia como entidad ni por los miembros por separados, salvo por Evan, como ya mencionamos. Otra de esas películas que sirven para pasar el rato pero que se olvidan rápidamente.
Marcelo Piñeyro tiene una larga trayectoria como realizador, con películas como “Tango Feroz”, “Cenizas del Paraíso”, “Plata Quemada” y “La Viuda de los Jueves”, sólo por mencionar algunas de ellas. Y tras algunos años sin estrenar ninguna película, regresa con esta producción española protagonizada por Mario Casas, Belén Rueda y el debutante Larsson do Amaral como el niño que le da título a la película. Más allá de su variada filmografía, esta vez el director se decide por contar una historia pequeña, basada más que nada en personajes de fácil identificación y en lo que ellos sienten. Ismael es un niño que se escapa de su casa para ir a buscar a su padre, pero al llegar se encuentra con quien sería su abuela, interpretada con mucha naturalidad por Belén Rueda, y es esta mujer con la que tiene el primero de esos lazos familiares que estaba buscando. No es que no quiera a su madre, pero no acepta que no le permita conocer a su verdadero padre, no aquel que lo cría como tal, y esta necesidad lo lleva a viajar hasta Barcelona solo. Pero esta señora, Nora, no sólo se encuentra sorprendida porque nunca supo de su existencia, sino que hace años que no ve a su hijo, por lo que llevar al niño hasta él conlleva un mayor esfuerzo de su parte, uno por intentar entender en qué momento se distanciaron tanto y otro por no saber si la relación seguirá siempre así de distante o se podrá volver a remendar. El padre en cuestión, aquel que en realidad no quiso ser padre y pensó que podía escapar de ese rol, es Félix, interpretado con mucha solvencia por el actor Mario Casas. Su personaje vive sobre la playa, en un lugar al que se llega a pie y superando algunas zonas rocosas, y es profesor de muchachos con problemas, en otras palabras, delincuentes. Es interesante este paralelismo, cómo este personaje se interesa por estos chicos, quiere ayudarlos, pero en su momento nunca quiso asumir la responsabilidad de padre. El encuentro entre padre e hijo es nervioso." Ismael" dice las cosas como las piensa, pero Félix no puede siquiera mirarlo a los ojos. Mientras tanto, su madre, una mujer dedicada siempre al trabajo y a quien se la percibe sola, entabla una conexión con el amigo de Félix, dueño de un hotel cerrado donde todos los personajes van a confluir, interpretado por Sergi López. A grandes rasgos,"Ismael es un relato sobre las relaciones humanas, sobre los lazos que entablamos y las responsabilidades que conlleva mantenerlos. Pero lo cierto es que sorprende que con esta película minimalista, Piñeyro parece un director menos experimentado de lo que es. No puede evitar caer en el tono de culebrón y en algunas escenas un poco forzadas. Parecería que esta nueva búsqueda es casi como un volver a empezar para él. Y quizás sea por esto también, que se percibe que es un film con mucho corazón.