Los directores Franco Verdoia y Pablo Bardauil presentaron en el BAFICI su segundo largometraje, La Vida después, que llega ahora a las salas comerciales, un relato sobre el ocaso de un matrimonio. Juan y Juana (Carlos Belloso y María Onetto) se quieren y se amaron mucho a lo largo de los veinte años que estuvieron casados. Pero hoy su matrimonio llegó a un final y cada uno lo asimila y sigue con su vida como puede, aunque esa separación no significa separarse del todo y siguen acompañándose, ayudándose, y mirándose con cariño. Verdoia y Bardauil construyen a dos personajes sin mencionar demasiado de cada uno, para que podamos conocerlos un poco a través de actitudes, miradas y acciones, pero un poco, sólo lo necesario. Mientras el film comienza como una película más sobre una separación, con un punto de vista marcado, cerca de la mitad del film se produce una ruptura. Hay un cambio en el punto de vista, en el tono de la película, y de repente comenzamos a cuestionarnos lo que vimos anteriormente. Es a partir de ese momento que la película va a transitar por diferentes terrenos. En el medio entre ellos dos hay una tercera figura que deambula, interpretada por Rafael Ferro. Sería injusto para el espectador adelantar algo sobre los lugares a los que la trama va conduciendo, pero vale decir que el guión está construido con mucho cuidado y, aunque algunas cosas se hayan decidido dejar en el aire, abiertas, nada es casual en él.
Soy Ringo es un documental de José Luis Nacci sobre el boxeador y mediático Oscar Natalio “Ringo” Bonavena. José Luis Nacci dirige e incluso narra, con su voz en off, la historia que reconstruye sobre el personaje en cuestión, a través de imágenes de archivo, algunas animaciones y varios testimonios de personas cercanas a él. Es así que construye un documental que, más allá de tener un tópico específico, no resulta en ningún momento aburrido ni pierde el interés de quien por ahí no es tan asiduo al mundo del boxeo. La historia va desde el momento en que comienza a hacerse famoso, y cómo sus actitudes lo convierten en uno de los primeros mediáticos, hasta sus momentos finales, y temas que tienen que ver con su extraña muerte. Tras un trabajo extenso de investigación es que surge este documental que tuvo su estreno en el BAFICI del 2014 y transita entre el documental deportivo y el policial, combinación que le juega a favor para un público más general. El problema principal que tiene la película está ligado más que nada a las escenas de testimonios. A nivel técnico se producen imágenes poco agradables estéticamente, están filmadas de manera aparentemente barata y quizás a las apuradas, y eso le resta más de lo que uno quisiera.
Taika Waititi y Jemaine Clement son conocidos por la peculiar y divertida serie “Flight of the Conchords”. Pero en noviembre del año pasado, una de las sorpresas del Festival de Mar del Plata fue sin duda su película. Ya desde el vamos la premisa es interesante: un falso documental sobre vampiros. Películas sobre vampiros las hay y seguirán seguramente habiendo un montón. Esa moda que trajo el cine desde hace unos años siempre está vigente en menor o mayor medida. Y como dijo Jim Jarmusch, hay una cantidad finita de historias para contar pero infinitas formas de hacerlo. Historias sobre vampiros las hay por montón. “Casa Vampiro” apela al falso documental al mejor estilo “This is Spinal Tap” y decide seguir a un grupo de vampiros de diferentes edades (y hablamos de miles de años de diferencia) viviendo en una misma casa en Nueva Zelanda. La película toma todos los clichés de las historias de vampiros (hay un Drácula, un Nosferatu, y hasta se hace mención a Lost Boys y Twilight) y crea un producto novedoso basado principalmente en el humor. El film se convierte así en una historia interesante sobre cada uno de estos personajes (el más romántico, el más semental, el más antiguo, el vampiro nuevo, y el que no es vampiro pero les va a ir enseñando un poco del mundo moderno en el que viven) condimentada por una seguidilla de chistes uno más efectivo que el otro. Así, el film pone en pantalla a este grupo de vampiros intentando convivir todos juntos, con problemas tan cotidianos como el de repartirse los quehaceres de la casa. La adición de un nuevo integrante comienza a traer cosas buenas y malas. Por un lado, él es irresponsable y es un niño en materia de vampiro (aunque como niños se comporten todos los personajes), y por el otro trae a su gran amigo, un humano al que no se querrán comer porque les enseña a utilizar la tecnología a su favor y descubren todo un mundo nuevo. También hay hombres lobos, una “bestia” a la que se hace alusión desde el principio y sobre quien no conviene develar demasiado, vampiras en cuerpos de niñas que atacan a los pedófilos y una fiesta llena de diferentes monstruos. Con un guión que funciona entre la estructura del falso documental, y la creación de situaciones cómicas, y un gran timing para los gags, “Casa vampiro” es una propuesta fresca y absolutamente encantadora, de esas que uno no se cansaría de ver nunca. Un film que pone en evidencia mucho conocimiento y amor por el género vampírico, porque toda parodia es un homenaje. Y con una construcción de personajes exquisita, convirtiendo a cada uno de ellos en algo único e inolvidable. Me adelanto a asegurar que es una de las mejores películas del año y deberían aprovechar para verla en sala. Sus creadores incluso lograron llevar esta película tan chiquita en producción pero enorme en calidad a los Estados Unidos gracias al crowfunding.
Mathieu Orcel dirige este documental sobre el hotel más antiguo aún de pie en la Argentina, el Boulevard Atlántico en Mar del Sur, hoy prácticamente hecho ruinas. Pero el verdadero protagonista del film es Eduardo Gamba, quien hoy es el supuesto dueño del hotel que del único modo que hoy por hoy puede utilizarlo como sustento económico son unas visitas guiadas que hace. El propio Gamba lo advierte: hay muchas versiones, no se puede saber cuál es la verdadera. El documental indaga en diferentes testimonios, y cada uno da su punto de vista sobre las historias que concentra ese hotel. Con una realización modesta pero con una creación de planos y movimientos de cámaras muy conscientes, el film sigue mayormente a Gamba, en su día a día hoy por hoy, como guía turístico, como cuidador de sus mascotas ya viejas y cansadas, y simplemente un hombre que intenta sobrevivir día a día. En el medio, las historias, historias orales que van desde anécdotas como la filmación de una película de vampiros en la que termina actuando, hasta hechos más dramáticos como un incendio, pasando por la historia de amor con una cantante francesa, y la que le permitió hoy por hoy erguirse como el dueño del hotel. Al principio parece haber una sola versión, pero a medida que el film se va sucediendo, los testimonios comienzan a contradecirse. ¿Cuál es entonces la verdadera historia a la que alude el subtítulo del film? El propio Gamba tiene la respuesta: es una ilusión. Esta idea de contar muchas historias que deberían ser una sola deriva en el aire de misterio, de incertidumbre con el que la película se adentra especialmente en su segunda mitad. Por eso, una vez terminada, nos quedan más preguntas que certezas. No obstante, además de ser ésa evidentemente una decisión consciente, el atractivo principal de la película es el personaje (porque es más personaje que persona) de Gamba, sus ocurrencias, su aire de melancolía y nostalgia combinados con su desbordante simpatía. Una película pequeña sobre un lugar, sobre un viejo y el mar, sobre el pasado, sobre las historias, la oralidad, las huellas del pasado. Quizás le sobren algunos planos reiterativos (como aquellos de las aves) y le falte alguna aclaración sobre las personas que dan sus testimonios, pero sin duda un film que apela a la magia de las historias, con todo lo que implica la magia: la ilusión e intriga.
Fernando Molnar dirige Showroom protagonizada por Diego Peretti que pone en foco a un hombre que tras una crisis económica y una oportunidad como vendedor comienza a obsesionarse cada vez más con una vida mejor. ¿Pero en qué consiste esa vida mejor a la que aspira? Tras ser despedido de su trabajo, quedarse sin un lugar donde vivir y cubrir deudas con un nuevo préstamo que su tío le hace y quien además le cede momentáneamente una casa en el Tigre, las cosas para Diego no parecen ir nada bien. Pero este tío que lo salva con el dinero, le propone también ser vendedor de departamentos de un complejo del que es dueño. Al principio, Diego sólo quiere que su familia tenga un buen hogar, no uno atestado por la humedad o lleno de goteras que se convierte en una pesadilla cuando llueve, que su hija vaya a un buen colegio, y vivir en Capital. Sin embargo, a medida que se introduce cada vez más en su nuevo trabajo, que le dedica más horas, perdiendo reuniones con amigos y, sobre todo, tiempo con su familia, se obsesiona con tener eso que vende a gente aparentemente más afortunada que uno. El problema es cuando esos sueños comienzan a tomar forma. “La vida que soñaste ya no es un sueño”, reza el slogan del complejo. El tema es lo que sucede con cada sueño, con cada fantasía que se torna realidad, es imperfecta. Y mientras su familia comienza a construir su propio hogar, en sintonía con las amistades y la naturaleza, Diego sólo se encuentra enfocado en poder salir de ese lugar. Showroom pone en evidencia una obsesión casi ciega, porque Diego comienza a dejar ideales de lado con tal de lograr su objetivo. Showroom es Diego Peretti entregándose por completo a un personaje que lleva toda la carga del film, porque se cuenta siempre desde su punto de vista, estando él presente en cada escena.
Que el cine argentino se anime cada vez más al cine de género es una buena noticia. En los últimos años hubo muchas películas que lograron destacarse, cuando en una época nos definía más que nada el género costumbrista o el drama de autor. Y “La parte ausente” es un film que apuesta a la ciencia ficción, a un relato post apocalíptico argento. Pero hace falta más que una buena idea y ganas de hacer algo distinto. Y la ópera prima de Galel Maidana parte de una premisa interesante pero su historia se va tornando cada vez más densa hasta llegar a tener demasiadas aristas que no terminan nunca de encajar. El principal atractivo de la película es sin duda Celeste Cid, con el pelo rosa y su belleza intocable, como Lucrecia, una especie de femme fatale, que contrata a su protagonista, el detective Chockler, para seguir a un misterioso científico. Su protagonista masculino Eduardo Ajaka está demasiado monoexpresivo pero los secundarios de Ziembrowski y Pfening aportan un poquito más. El film se pasea entre la ciencia ficción y el cine noir pero siempre tomándose muy en serio, tanto que su estética “berreta” (no como algo malo, pero que sin duda acá no funciona) termina desentonando por completo. Como si esto fuera poco, el guión no ayuda a llevar adelante la intricada trama, con un desarrollo poco profundo de los personajes y algunos agujeros narrativos. A la película le falta actitud, una idea que la encierre. A la larga termina siendo un mosaico de elementos que intentan demasiado construir un universo apocalíptico (y oscuro, casi no hay luz en todo el film), pero se olvida de generar una verosimilitud en forma atractiva. Ni siquiera los personajes están del todo delineados, adolesciendo de llamativa falta de profundidad en su desarrollo. Eso conspira para que entendamos el porqué de muchas de sus acciones. Sin dudas una película floja, que podría haber sido muy interesante pero se queda en la mitad de la ruta.
A la película El Proyecto de Blair Witch se le debe mucho el cine de terror. Si bien en su momento llamó mucho la atención por apostar al found footage, hoy por hoy este subgénero lo vemos casi hasta el hartazgo. Lo peor es que pocas de esas propuestas realmente llaman la atención como para quedarse impregnadas en uno, la mayoría son productos olvidables. Lamentablemente, el caso de Terror en el bosque es el segundo. Si bien quien dirige la película es uno de los dos directores de aquella famosa e icónica película que menciono al principio, acá no hay nada innovador. Un grupo de adolescentes decidiendo pasar unos días de vacaciones en una cabaña abandonada en medio del bosque sin haber avisado a nadie y donde ni siquiera tienen señal de teléfono. Uno de ellos, fanático de registrarlo todo y con un hambre de fama viral y fugaz como la que un video que muestre algo que nadie más grabó le podría generar. Algo o alguien a quien chocan con el auto de camino a la cabaña. Relaciones amorosas entre algunos de sus grupos. Sustos varios y la imposibilidad de abandonar el lugar. No hay un tópico que no hayamos visto hasta el hartazgo. Lo único que podría haber sido un poco más interesante es sin dudas la idea del monstruo que aparece: Pie Grande. Podría haberlo sido si se hubiese apostado un poco más a construir mejor esta historia y no de una manera tan lineal, aburrida y predecible. Sin duda, el peor defecto que puede tener una película en mi opinión, es que aburra. Y "Terror en el bosque", entre sus idas y vueltas y sus cámaras nerviosas (es muy difícil mantener una película de este subgénero sin ponernos los nervios de punta y no en el mejor sentido que una película de terror podría hacerlo) se torna aburrida. Porque no hay humor ni muertes interesantes, ni nada que hace memorable a una buena película de terror. En cambio, se torna repetitiva y densa. Más allá de un buen uso de fuera de campo, especialmente en la primera mitad de la película, la película presenta personajes poco profundos con los que uno no logra nunca empatizar. Por eso es tan fácil perder rápidamente el interés. Una película que podría haberse arriesgado un poco más, ya que tenía un tópico interesante en sus manos y la terminó convirtiendo en un producto aburrido y cero novedoso.
Vuelve el maestro de la animación japonesa, Hayao Miyazaki. Vuelve justo tras anunciar su retiro, por lo que estamos ante la última película del reconocido director y animador japonés. Y lo hace a lo grande, con una historia sobre el amor y los sueños. “Se levanta el viento” es la historia de un soñador, alguien que nunca se rinde. Un muchacho se muere por ser piloto de avión pero cuando su problema de vista se lo impide se dedica a ser ingeniero y logra inmediatamente destacarse entre el resto. Alguien capaz de dar una mano a un extraño. De enamorarse perdidamente. Y seguir adelante. Siempre, aún tras el dolor de algunas cosas que le suceden. Es que esta película animada indudablemente no está dirigida para un público infantil, sino más bien uno maduro (no digo que sea precisamente adulto, pero sí de adolescente para arriba), es como una especie de biopic, intenta abarcar casi toda una vida, la de su protagonista. Basada en el ingeniero Jiro Horikoshi, el film de todos modos mezcla mucho la ficción y la realidad. Hay momentos oníricos (quizás los más bellos de todo el film), más formales al verlo trabajando, simpáticos en su mundo cotidiano con su hermana por ejemplo, y románticos y llenos de esperanza que se transforman luego en dolorosos (porque la historia de amor es tierna y emotiva pero también trágica)… y también un registro de la historia de Japón atravesada por la segunda Guerra Mundial. Es una película que intenta ser muchas cosas y lo logra, y eso es algo que no se puede decir de muchos films. Si bien es una película larga, y se podría incluir alguna elipsis, nunca se hace pesada porque nos mantiene todo el tiempo como hechizados. Un relato reflexivo y metafórico, de enorme belleza visual y cargado de nostalgia. Por momentos divertido, pero también conmovedor y en algún momento, más triste y amarga. Algo así como la vida misma, pero más linda. “El viento se levanta, tenemos que tratar de vivir”. Sin dudas, mágica.
Supongo que no lo podemos culpar del todo a Nicholas Sparks. El autor sigue recaudando de lo lindo y los derechos de sus libros son comprados incluso antes de que él mismo termine de escribirlos. Supongo entonces que hay un público que se sienta a ver esta película. Supongo que suspiran y lloran. Lo supongo, porque me cuesta entenderlo. Es incluso raro hablar de Sparks como si fuera él el dueño de toda esa filmografía, que en realidad presenta todo un abanico de realizadores. Pero lo cierto es que son sus novelas casi los guiones de una serie de películas que tienen en común muchos rasgos: una historia de amor entre dos personas muy marcadamente distintas, clichés varios y golpes bajos en cantidad. Siempre lluvia en las escenas más importantes y pósters que sólo necesitan mostrar a sus dos bellos personajes. En “El viaje más largo”, los protagonistas son dos rostros más bien desconocidos para nuestro público, pero acá les tiro "EL" dato: Scott Eastwood es el hijo, sí, como su nombre lo indica, de Clint Eastwood (A que ahora se dan cuenta de que se le parece bastante!). Luke sólo se considera jinete de toros de rodeo aunque hace un año que no ejerce a causa de un terrible accidente que casi le cuesta la vida. Sophia es una estudiante universitaria que en breve se mudará a Nueva York para trabajar en una galería de arte. Sin embargo se conocen, se miran, se hablan y no pueden dejar de pensar uno en el otro. Y si bien todo se da de un lindo modo al principio, saber que va a durar poco los insta a no querer entregarse demasiado. Hasta que un accidente del que son testigos, donde Luke es el héroe que rescata a un hombre que se estrelló con su auto, los une más de lo que esperaban. El accidentado es Ira, interpretado por Alan Alda y Jack Huston en su juventud. Y la historia de amor que él vivió y lleva escrita en cartas que ya ni con anteojos puede leer y Sophia se ofrece a leerle, refleja mucho la de los dos jóvenes. Es que no se es sutil en ningún momento. Luke e Ira son humildes, poco cultos, pero llenos de corazón. Sophia y Ruth (Oona Chaplin), el amor de Ira, vienen de otro lado y son amantes del arte. Parejas que se aman pero que para estar juntas tienen que hacer sacrificios. Y mientras Sophia no va a Nueva York para quedarse con Luke, él no quiere por nada del mundo perder la oportunidad de convertirse en el mejor del mundo aunque eso le cueste más que la relación con Sophia. Pero por el otro lado, la historia de Ira y Ruth es mucho más grande que la de dos pendejos que no terminan de saber qué quieren. Sparks y el director George Tillman Jr. intentan emular "Diarios de una pasión", la mejor película de las basadas en sus novelas sin dudas, pero no le sale de manera espontánea. Si a eso le sumamos escenas que de tan románticas que pretenden ser terminan siendo ridículas y hasta graciosas (encima la química entre sus dos protagonistas no se parece en nada a la que había entre Rachel McAdams y Ryan Gosling), llegamos a una resolución muy poco inspirada, pero que al menos no ofrecerá el golpe bajo que cada dos por tres le gusta agregar a esta clásico autor a la hora del cierre. Supongo que “El viaje más largo” (que también es la película más larga, dura más de dos horas) sólo puede ser disfrutada por alguien a quien le guste ver cada cliché del género romántico en una sola película. Ni siquiera funciona como placer culposo, porque se torna exasperante en su tono forzado.
Tarde o temprano, a todas las mujeres en algún momento nos meten los cuernos. Eso es lo que piensa Inés (Andrea Pietra), la protagonista de la película basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro (de quien ya se adaptaron “La viuda de los jueves” y ”Betibú”). Es que cuando su perfecta aunque monótona vida se ve dada vueltas tras el descubrimiento de una carta de una amante de su marido (Jorge Marrale), ella se encuentra con una parte de sí misma que hasta el momento nunca había sido capaz de salir. Este thriller con muchos tintes de humor negro muestra cómo esta mujer es capaz de hacer cualquier cosa con tal de tener a su marido para ella sola. Será de ella o no será de nadie. En el medio, una hija adolescente no encuentra su lugar y se aísla cada vez más a causa de una realidad que no le escapa a las clases sociales: un embarazo no deseado, que mantiene a escondidas de una madre que está muy ocupada vigilando a su marido y éste dando rienda suelta a sus pasiones. Porque lo que hace Piñeiro en su novela, y Edgardo González Amer en esta adaptación cinematográfica, es retratar a una familia de buen pasar económico que tiene una vida aparentemente perfecta pero con quiebres que amenazan con fracturarla. De una simple historia, la reacción imprevisible (porque nadie sabe cómo reaccionar hasta que le sucede) ante el descubrimiento del engaño, surge una historia con diferentes capas, que hablan sobre el amor, la posesión, el matrimonio como institución, el deseo de lo prohibido, la familia como entidad. De a poco se van desplegando las diferentes aristas. Inés se convierte de repente en una talentosa detective que va tras las huellas de su marido borrando rastros que lo perjudiquen (porque si se perjudica él, se perjudica su matrimonio) y pasa a ser la mujer que todo marido quisiera tener… en su casa. Aquella que lo apoya incondicionalmente aún en el peor de los casos, y también quien le cocina, le lava la ropa y le hace casi de sirvienta. Pero a ella no le importa, siempre y cuando no haya otra, esa tal “Tuya” que le firma cartas con lápiz labial. Es cierto que algunos detalles de guión se pueden cuestionar (lo poco discreto que es el marido infiel, o la repetición de alguna escena temprana en el último tercio de la película para refrescar algo que seguramente no necesitábamos que nos recuerden) pero “Tuya” es una película más que correcta y muy entretenida, con una Andrea Pietra brillante que se carga la película a cuestas (porque todo sucede desde su punto de vista) y que demuestra que es capaz de ser una talentosa actriz tanto de comedia como de drama. Lo acompaña un Jorge Marrale destacable y hasta Juana Viale está muy bien, aunque también es cierto que su personaje no tiene muchas exigencias, ya que en general se la ve siempre de lejos, por algo es un personaje al que nunca se termina de conocer. Divertida y atrapante, con varias vueltas, algunas más previsibles que otras pero sin sentirse forzadas, “Tuya” es un retrato cínico sobre la familia y el matrimonio, basados en lo que aparentan ser pero que en la realidad sólo son personas no terminan nunca de conocerse aunque vivan desde hace años bajo el mismo techo.