Vuelve Paul Thomas Anderson. Su última película, que apenas logró un par de nominaciones a los premios Oscars pasando muy desapercibida en la entrega, "Inherent Vice", es la primera adaptación que alguien se atreve a hacer de un libro de Thomas Pynchon. El director confía una vez más en Joaquin Phoenix (luego de su incomprendida “The Master”) al ponerlo al frente de un elenco tan curioso como atractivo: lo acompañan Josh Brolin, Owen Wilson, Benicio del Toro, Reese Whiterspoon y Katherine Waterston como la misteriosa y hermosa Shasta. Es el personaje de esta última la que desata la historia que cuenta la película, un cuento de detectives pero que se arriesga con un estilo visual lisérgico que intenta hacerle justicia a esa década que transcurre desde la segunda mitad de los 60s a principios de los 70'. Sabemos que si hay algo que no se le puede negar a Paul Thomas Anderson es su capacidad como director, sus movimientos de cámara siguiendo a algún personaje, el modo en que decide musicalizar prácticamente la historia, y además aquí escribe también el guión, basada en la homónima obra de Pynchon, literatura que se caracteriza por ser densa y laberíntica. Es probable que por esto, una de las decisiones fuertes es la de sumar una voz en off, en este caso la de Sortilege (Joanna Newsom), quien no sólo relata a veces aquello que ya estamos viendo en pantalla, sino que agrega un tono literario muchas veces citando textualmente líneas del libro original. Joaquin Phoenix demuestra una vez más que es un actor que todo lo puede, y nos regala un personaje por momentos más melancólico y contenido, y por otros, mucho más desaforado. El resto de los actores despliegan una interesante galería de personajes (Josh Brolin y Owen Wilson están especialmente bien), pero en algún momento la historia comienza a enredarse y a no se pone precisamente fácil para el espectador, sobre todo si a eso le sumamos la duración de la película: 148 minutos. Pero ya lo sabíamos, el cine de Paul Thomas Anderson no es para todo el mundo. Sin embargo aquel que sepa entrar en él seguramente pase un muy buen rato con él. Quizás, para quien les escribe, "Vicio Propio" esté entre lo más flojo del cine de un director que no entrega otra cosa que no sean obras maestras. El principal componente que no termina de funcionar es el guión, las muchas historias y personajes que desfilan y se amontonan por segmentos hasta tener que repensar quienes pasaron por cada escena... Por momentos delirante, por momentos más melancólica, "Puro Vicio" es una película sin dudas ambiciosa y de una calidad cinematográfica innegable. Es recargada y melosa, pero eso no deja de hacerla válida. Son varias las escenas que destacaría de esta película (si, las tiene), aunque confieso que no superó mis expectativas. Y quizás optaría por una escena casi final, más intimista, entre sus dos protagonistas, sensual y triste pero eso ya sería seguramente pedir demasiado.
Llega Still Alice, la película que le valió, finalmente, el Oscar a Julianne Moore. Alice es una persona exitosa e inteligente, con una buena familia y un futuro tan prometedor como su presente como lingüista. Hasta que, primero gradualmente y luego de manera más rápida, se empieza a manifestar una enfermedad, poco común para su edad, como lo es el Alzheimer. Primero algunos olvidos más triviales, hasta que de repente Alice sale a correr y no logra recordar cómo llegar a su casa. O, en un momento aún peor de la enfermedad, no puede encontrar un cuarto de su propio hogar. Como si de repente todo le fuera nuevo, y sus recuerdos se le hubiesen ido volando. Still Alice tiene todo para haber logrado que Julianne Moore se llevara un Oscar. Una actriz que ya había estado nominada y que recién ahora es galadornada y ni más ni menos que por una película olvidable, que no llega a estar a la altura de sus otros trabajos. Una película que parece salida del canal Hallmark, una especie de telefilm que se apoya exclusivamente en su actriz para llamar la atención, y ella, que todo lo puede, entrega todo al personaje. Pero si no fuera por Julianne, el film sería más que olvidable. Dirigido de manera pobre y con un desarrollo de personajes secundarios muy desparejo, Still Alice es una película que Virginia Lago va adorar pasar en su programa de la tarde. Hay un intento por mostrar las diferentes relaciones entre madres e hijas, con las dos hijas que el personaje tiene, pero queda a mitad de camino, especialmente en lo que conlleva al personaje de Kate Bosworth. Kristen Stewart, actriz de la cual en general no se espera demasiado, no está mal pero no puede hacer nada con un personaje estereotipado, la hija que quiere ser artista y la madre intelectual que siempre le insistió para que siguiera una carrera, hasta que al final, es ella quien la acompaña en los momentos más difíciles. También está Alec Baldwin, entregando una actuación seria, como a la que no nos tiene acostumbrados. Es que de hecho, la película que fue filmada en 23 días, no cuenta con una pizca de humor. Desde el vamos se percibe para qué existe, ni siquiera parecería que el propósito principal fuera retratar una enfermedad tan dura como lo es el Alzheimer (especialmente este tipo de Alzheimer, porque llega más temprano y más rápido se va apoderando de uno), sino que busca emocionar de una manera forzada y subrayada. Resumiendo, Julianne Moore demuestra la gran actriz que es, aunque no pueda evitar caer en la sobreactuación. Pero no hay otra razón para recomendar un film olvidable como Still Alice, políticamente correcto y que no puede evitar caer en cada estereotipo posible.
Voley, la nueva película escrita, dirigida y protagonizada por Martin Piroyanski. Es difícil adivinar cuántos años tienen aproximadamente los protagonistas de Voley. Mientras uno, al conocer a los actores, diría que rondan o pisan los 30 años, los personajes parecerían tener al menos diez años menos. Piroyanski se pone en el centro de un grupo de amigos que se juntan a pasar unas vacaciones en una cabaña del Tigre, donde además pasarán Año Nuevo. Cada uno de estos personajes es la representación viva de un estereotipo: el tipo que sólo piensa en tener sexo y ni siquiera vislumbra la posibilidad de una relación seria, la parejita compuesta por la obsesiva del orden y la limpieza, la enigmática que se la pasa con la nariz dentro de un libro, la soñadora y distraída pero dulce, y la nueva incorporación al grupo: la rubia linda y sexy que pasa a ser objeto de deseo de cualquier hombre. Más alejado del cine indie (y sin duda experimental) que su película antecesora, Abril en Nueva York, Voley se sucede prácticamente en una sola locación entre sexo, alcohol y drogas. No hay un personaje que no tenga sexo en la película, y les cuento, por si no se dieron cuenta, que son un grupo de dos hombres y cuatro mujeres. El humor funciona hasta cierto punto, hay algunas líneas graciosas, pero también hay escenas que caen de manera obvia en lo escatológico o chistes obligados. Los actores que acompañan a Piroyanski en este proyecto son Inés Efron, Vera Spinetta, el Chino Darín, Violeta Urtizberea y Justina Bustos. Hay que resaltar que al menos cada actor le encuentra la vuelta a su personaje, aunque ninguno de estos tenga mucha dimensión. Hay un laburo de dirección prolijo y con alguna secuencia musical extraña pero bella en Voley, aunque todo esto no es más que algo pequeño dentro de un todo que es una película totalmente prescindible, desvaríos de alguien con ganas de destacarse pero que todavía no sabe cómo utilizar las herramientas que el cine tiene para lograrlo y recurre a personajes vacíos y estereotipados.
Resucitados, primer largometraje de ficción del director y productor David Gelb es una película de terror y ciencia ficción protagonizada por Mark Duplass y Olivia Wilde. Frank y Zoe son una pareja de científicos y médicos dedicados absolutamente a su trabajo, a tal punto de posponer indefinidamente momentos que serían importantes en la vida de muchas personas, como lo puede ser su casamiento. Con diferentes personalidad e ideologías, un ateo y una científica católica, ambos se entienden en su lugar de trabajo y hoy por hoy se encuentran con un descubrimiento que podría cambiarlo todo: un suero capaz de revivir, de dar otra oportunidad, a un ser vivo. La película se sucede casi en su totalidad dentro de ese laboratorio, donde además de ellos dos cuentan con un par de ayudantes y una chica nueva encargada de documentar todo. Pero luego de probar con éxito el suero con un perro, empiezan a suceder cosas extrañas, y todo se va tornando predecible. Porque la prueba con animales no es más que uno de los primeros pasos y pronto, tras un accidente, deciden intentarlo, a lo Frankenstein, con uno de ellos. Resucitados no tiene ni mucha originalidad ni muchos sustos, pero no se puede negar que cada uno de los actores (un Mark Duplass al que solemos ver en otro género totalmente distinto, y una Olivia Wilde que demuestra una vez más no ser sólo una cara bonita) se entregan por completo al proyecto y hacen lo que pueden para mantener una película que no sorprende ni genera terror. Los temas que amaga con tratar, como bien puede ser el de la religión y la ciencia, no terminan de generar siquiera un debate interesante y se termina apostando a una resolución cada vez más ridícula, que se nutre de muchas otras películas (llegando a rememorar hasta Lucy, la última de LucBesson). Ni siquiera las relaciones entre estas personas, esa pareja en la cual parece que ya no queda nada de pasión más que por el trabajo, o el joven ayudante que no puede evitar sentir algo por ella, o incluso el otro joven que coquetea de manera poco sutil con la nueva integrante del equipo, son todas cosas que se plantean y después quedan relegadas. Con su poca original pero siempre interesante premisa, Resucitados no logra ser más que un film olvidable, incapaz de generar al menos unas buenas escenas de terror. La salvan las actuaciones y los buenos efectos especiales, pero la hunden un guión lleno de clichés y desprovisto de sorpresas.
El español Gabe Ibañez regresa con una película de ciencia ficción protagonizada por Antonio Banderas, en Autómata. Es el 2044 pero el mundo parece mucho más alejado que el nuestro. Casi desolado, lleno de polvo, y con la esperanza de que unos autómatas que se construyeron para ayudarnos nos protejan. JacqVaucan, un agente de seguros, espera un hijo pero la idea de traer una vida a este mundo lo aterra más de lo que alegra a su mujer. Con un presupuesto bastante bajo es que Ibañez nos entrega Autómata, claramente influenciada en obras como las de Asimov o BladeRunner. Pero lo cierto es que si bien se presenta con ideas, aunque no originales, interesantes, a medida que el film se va sucediendo éste se va a tornando aburrido, carente de ideas y pretencioso. Cuenta con un buen tratamiento visual y banda sonora, pero poco más. Antonio Banderas hace lo que puede pero la verdad es que le quedan grandes este tipo de performances que exigen más de sus actores. No logra cargarse al hombro la película, porque ésta no cuenta con buenos elementos a nivel guión, su principal falla. Por lo que incluso sus actores secundarios (Melanie Griffith, Dylan McDermott, o Javier Bardem poniéndole voz a uno de los robots) puede hacer mucho más al respecto tampoco. La historia parte de una premisa aterradora para los humanos: un robot que rompe sus protocolos de seguridad. Algo se les está yendo de la mano. Y es que acá, si bien por momentos parecería que estos autómatas buscaran parecerse, sentir como los humanos, en realidad lo que buscan es una evolución. Pero el guión de la película no termina de explotar sus buenas ideas y termina recayendo en literalidades, filosofías sobre explicadas (“Sobrevivir no es relevante. Vivir lo es. La vida siempre encuentra su camino”, “Para morir, primero hay que estar vivo”) y personajes con poca profundidad, por lo que es muy difícil sentir empatía con ellos. En conclusión, Autómata es una película que podría haberse convertido en una curiosa sorpresa pero termina decepcionando y tornándose densa y aburrida. A la larga falla en su pobre guión y en querer ser más grande de lo que realmente es. Una buena puesta en escenas y efectos especiales por la altura de su acotado presupuesto complementan una idea atractiva que se queda a mitad de camino.
“Todos tenemos un doble en algún lugar del mundo”, asegura Roger, el personaje interpretado por un Robin Williams contenido y sutil. De esta premisa parte el melodrama que tiene en el centro a dos personajes protagonizados por Annette Bening y Ed Harris. En él, Bening es una mujer que perdió a su marido ahogado la noche en que celebraban su 30° aniversario y aún cinco años después de su partida sigue teniéndolo presente en cada momento de su vida, creyendo verlo… hasta que realmente aparece alguien idéntico. Claro, hablamos entonces de dos personajes (uno aparece en los necesarios flashbacks) interpretados por Ed Harris. Estos dos actores de semejante talla (ambos nominados curiosamente la misma cantidad de veces a los Oscars, cuatro, pero aún con sus manos vacías) son el motivo principal para mirar esta película que tiene sus mejores momentos cuando retrata simplemente el amor entre dos personas adultas, que han pasado cada una por muchas cosas pero siguen buscando enamorarse, aunque no sea más que de una imagen conocida o de un compañero al que no terminan de entender. Lamentablemente, el toque de misterio y algunos golpes bajos hacen de esta película algo parecido a una versión más madura (incluso en calidad, en realidad ya me estoy sintiendo mal de compararlas) de una historia de Nicholas Sparks. A favor podríamos decir que si bien es un drama la película, salvo en sus momentos claves, no apuesta al dramón barato y a la lágrima fácil. Además está filmada de un modo muy correcto y elegante. Y la música original ayuda a que la película apueste más al misterio que al género romántico en gran parte de la duración. Bening está muy bien como esta mujer que al principio no sabe cómo reaccionar ante lo atemorizante de estar ante la viva imagen de su marido fallecido, haciendo de este hombre algo mucho más grande que el recuerdo de alguien que perdió, la falsa sensación de que lo está recuperando. Y Harris está adorable como un hombre que por fin cree estar enamorado del modo en que tiene que ser, con esa sensación de opresión en el pecho, y que quiere estar con esta mujer que ama más allá de sus crisis, hasta que en algún momento el conflicto aflorará en su máxima expresión. El final se torna predecible, Robin Willians no está lo suficientemente aprovechado, lo que es una pena, aunque Jess Weixler logra lucirse en el papel de la hija. Resumiendo, "La mirada del amor" es algo más que un mero melodrama romántico, pero más allá de las claras referencias a "Vertigo" de Hitchcock, (entre otras películas), su insistencia por un final previsible y una historia que podría haber sido más jugada, una propuesta osada, no es más que un film decente que al menos permite hacer brillar a sus dos protagonistas, especialmente a Harris, a quien no solemos ver en este tipo de personajes.
Alma Salvaje, la nueva película de Jean-Marc Vallée, el director de Dallas Buyers Club, protagonizada por Reese Whiterspoon y basada en el libro de Cheryl Strayed. “Era un mundo en el que nunca había estado pero siempre supe que ahí estaba, una vez que me sumergí en el dolor, la confusión, el miedo y la esperanza. Un mundo que me haría la mujer que supe que me convertiría y me volvería a la chica que una vez fui. Un mundo que medía dos pies de ancho y 2.663 millas de largo. Un mundo llamado el Pacific Crest Trail”. Jean-Marc Vallée se sumerge, con la ayuda de Nick Hornby como guionista (alguien que sabe retratar a personajes perdidos), en la adaptación de la novela autobiográfica de Cheryl Strayed. Allí cuenta cómo tras quedar totalmente devastada por la muerte de su madre, Cheryl cae en la heroína y la necesidad compulsiva de tener sexo con cualquier hombre, engañando a su marido múltiples veces hasta llegar al divorcio. Pero cuando está por tocar fondo, una foto en un libro de una farmacia le pone un nuevo objetivo en la vida. Si puede cruzar a pie el Pacific Crest Trail, quizás pueda convertirse en esa mujer que su madre siempre quiso que fuera: alguien capaz de ser cada día la mejor persona que pueda y mantenerse así. La actriz que se pone al hombro una mochila más grande que ella misma (como todo el bagaje que su personaje lleva a cuestas) es Reese Whiterspoon, quien interpreta a un personaje varios años más joven que ella pero de una manera convincente. Una mujer imperfecta y atormentada por los fantasmas del pasado. Dos elementos que podrían jugar en contra en cualquier película como lo son el abuso de los flashbacks y de la voz en off, en Alma Salvaje funcionan para contar de manera fragmentada la historia no sólo de esta travesía sino de las cosas por las que su personaje fue pasando hasta tener que llegar ahí. Sin juzgarla pero sin idolatrarla, el retrato de Cheryl Strayed es el de una joven perdida que quiere dejar de estarlo y no encuentra otra manera más que la insólita idea de caminar y caminar. Y es que quizás allí en el bosque pueda encontrarse, encontrar eso que perdió cuando su madre se fue. Laura Dern se introduce en estos flashbacks como la mujer y la ausencia que marca la vida de Cheryl. Su optimismo, sus ganas de superarse de a poco, su amor incondicional y la sonrisa que nunca abandona. Una mujer que nunca se rindió hasta que no pude hacer nada con el cáncer. Ambas actrices lograron cada una su merecida nominación al Oscar por sus interpretaciones, llenas de matices pero con sutilezas. La fotografía, el montaje audiovisual (se juega mucho con las conexiones de imágenes o sonidos que a simple vista nada tienen que ver pero están conectadas ya sea por un recuerdo o una sensación de las que Cheryl vive estando sola, “llegué a cada rincón de mi mente pero por algún motivo hay un par a los que todavía no puedo acceder”), y la música, especialmente ese final con Simon&Garfunkel, hacen de Alma Salvaje una experiencia necesaria. Más entretenida de lo que uno podría suponer al saber que la película es sobre una travesía a pie, bella pero sin abusar de imágenes por el simple hecho de fotografiarlas, y con una historia atractiva que deja muchas cosas trabajando en la cabeza del espectador, Alma Salvaje es una película intimista sobre lo difícil y doloroso que es a veces poder volver a encontrarse con uno mismo.
Matthew Vaughn (KickAss, X-MenFirstClass) dirige una nueva adaptación de Mark Millar (KickAss), pero de manera muy libre con este estreno de Kingsman. Una de espías. Así de simple se podría definir a una película como Kingsman, pero así también nos quedamos de cortos. La nueva película de Vaughn que toma como punto de partida un comic de Millar nuevamente pero esta vez sólo de a partes, es un homenaje a las películas clásicas de espías, en especial a las de James Bond, pero desde un lado más moderno si se quiere. La historia es simple. Un grupo secreto de talentosos caballeros ingleses pierde a uno de sus miembros y comienzan a entrenar jóvenes para buscar a quien lo reemplace. Entre esos jóvenes va a estar Eggsy (Taron Egerton), cuyo padre falleció cuando era pequeño en esa misma organización y hoy es el protegido de Harry Hart (Colin Firth, simplemente fantástico, capaz de protagonizar cada escena de acción sin perder su porte de caballero inglés). A medida que estos jóvenes van pasando una serie de extremas pruebas surge una futura amenaza. Un carismático y manipulador Valentine (Samuel L. Jackson) acompañado de su bella asistenta (Sofia Boutella) quien tiene la peculiaridad de tener dos hojas filosas en lugar de piernas. Acá comienzo a poner en evidencia el tono que mantiene Kingsman. Una comedia con escenas bizarras y sangrientas, muertes originales y deslumbrantes (porque todo está bellamente coreografiado) y caballeros ingleses luchando por lo que creen. Kingsman es una película extraña, divertida y refrescante, con mucho amor por un tipo de cine más clásico pero con ganas de destacarse como algo novedoso. Y Vaughn logra salir muy airoso, no sólo con un guión que funciona sino con escenas dirigidas con mucha pasión. Michael Caine, Mark Strong y Mark Hamill, sí, leyeron bien, terminan de complementar el curioso pero efectivo elenco de esta película. Más que un simple homenaje, Kingsman es una propuesta fresca y audaz que nunca aburre y logra empatía con cada uno de sus personajes. Una interesante banda sonora y unas escenas de acción muy logradas complementan una película violenta y hermosa.
Siguen llegando las películas nominadas a los Oscars y es el turno de Selma. Por un lado, están quienes la consideran la gran olvidada, porque salvo la terna de Mejor Película sólo tiene una nominación a Mejor Canción Original. Por el otro, la nominación a Selma parecería ser la obligatoria de una Academia política e ideológicamente correcta y tras los premios el año pasado a "12 años de esclavitud", este año siente que no puede repetirse una temática tan similar como triunfadora pero no dejan de tenerla en cuenta para las nominaciones. La verdad es que más allá de que algunos crean que al menos su directora, Ava Duvernay, se merecía una nominación más, "Selma" es un producto cuidado y correcto pero que no aporta más que una prolija cronología histórica. ¿De qué va "Selma"? Para empezar, es el nombre de un pueblo que en 1963 se encuentra revolucionado. La población negra tiene muchas ganas de ser parte de la democracia, pero el gobierno le pone piedras de manera constante, más allá de que oficialmente ellos puedan votar. Es que si quieren el sufragio necesitan hacer trámites y completar formularios que casi nunca son aprobados. Martin Luther King, ya con el premio Nobel de la Paz en su haber, se junta con el presidente Lyndon B. Johnson para proponer que la gente de color pueda votar de manera libre. La película sigue principalmente a este personaje, hasta llegar al momento de la marcha en Selma (un hito), que ocasiona disturbios fatales entre el pueblo negro. Sin embargo el hecho es televisado y pone frente a los ojos de todos, sin importar raza, la discriminación abominable que sufre el pueblo. Con algunos pocos recursos interesantes (como el texto que se imprime al final de varias secuencias describiendo el archivo en el que está basado) y un manejo de la información poco efectiva, "Selma" termina siendo una película poco dirigida a un público general, sino más bien a la gente que ya conoce y quizás fue parte de esa historia. Es inevitable que más allá de que nos conmueva lo sucedido, la forma en que se presenta el relato nos distancie, nos haga permanecer de un lado lejano. Selma cuenta con buenas actuaciones ( con los sólidos David Oyelowo, Tim Roth y Tom Wilkinson a la cabeza) pero el guión se torna lento y sin sorpresas, y a veces las cosas se suceden con saltos en el tiempo poco específicos. Esto, más allá de su inicio prometedor y algunas primeras escenas bien desarrolladas con el atractivo para invitarnos a la historia. Sin embargo (y desgraciadamente), esa tensión no se sostiene a lo largo del metraje Otro punto a favor, a diferencia de "12 años de esclavitud", es que Duvernay decide dejar la violencia fuera de cuadro logrando que lo sucedido impacte de un modo más auténtico. Pero la película no termina de conmover como debiera, excepto quizás en el momento en que aparecen imágenes documentales, de archivo, lo que da cuenta de lo gélido de la atmósfera creada. "Selma" termina siendo casi un film olvidable, útil para conocer un poco más de la historia de Estados Unidos, pero no se queda con uno al finalizar su recorrido.
Falsos documentales de terror. Los hay a montones y van a seguir apareciendo. Supongo que hay dos motivos por los cuales es una buena época para este subgénero: uno, que en general no se suele necesitar un presupuesto muy grande y dos, que con las tecnologías la idea de querer registrarlo todo no suena para nada inverosímil. Si hay personas que en lugar de vivir sus vacaciones, o por ejemplo un recital, lo hacen a través de la pantallita de un celular. En este caso, la película comienza como “un documental sobre mi familia”, como dice Michael King. Pero a los pocos minutos de retratar una familia normal, promedio, un matrimonio con una pequeña hija, el registro se cambia. Descubrimos a un Michael enfadado, triste, solo. Su mujer murió en un accidente y ahora quiere comprobar con su película que no existe un dios, por lo tanto no existe ningún demonio. Ateo y cínico, busca a diferentes personas que supuestamente ayudarían a conectarlo con una fuerza superior y a registrar cada una de esas experiencias. Todo, hasta que descubra que jugar con magia negra nunca es una buena idea. “Dios, o el Diablo, si están ahí, pruébenlo, vengan a buscarme”, dice de manera amenazadora, sin creérselo, a la cámara. Como podemos esperar, en algún momento van a suceder cosas que ya no va a saber cómo explicar, su personalidad se tornará más oscura, cerrada y hasta su propia hija estará en peligro cerca suyo. Lo que empieza como una propuesta interesante, poco original pero al menos osada si se quiere, va derivando en un cambio de tono por uno más serio y la película se torna totalmente predecible. Sí es cierto que tiene un par de buenos sustos pero son más bien golpes de efecto, los más fáciles de generar. Mientras la premisa recuerda y mucho a "El último exorcismo", ésta al menos desarrollaba sus ideologías de una manera menos correcta, menos obvia. Acá, el final decepciona además por subrayarnos lo que él protagonista termina “descubriendo” por fuerza mayor. Si bien al inicio del film parecía que nos íbamos a encontrar con una película que iba a reírse de este tipo de films, no tarda mucho éste en transformarse en un producto no sólo poco original, sino bastante mal ejecutado, con efectos especiales que demuestran lo barato de ellos, y un guión que no sabe aprovechar ninguna de las que, al principio solamente, parecían buenas ideas. Eso, sumado a que ya de por sí es difícil llevar adelante una película found footage, la película que funciona como debut cinematográfico de David Jung (quien escribe y dirige) termina siendo prescindible y olvidable.