¿Por qué se llama “Un cuento de invierno”? Por favor si alguien encuentra, o sabe, alguna respuesta del orden de la lógica o del arte me lo hace saber, se los ruego. Pues desde esa impronta es que no se qué me quiso contar con todo lo que contó. Podría hasta encontrarle algunas explicaciones e interpretaciones pero, como dice mi amigo y colega Iván Steinhardt, es gastar pólvora en chimangos. Pese a eso tiro una, más allá de los desajustes temporales que el filme proclama desde los personajes: una niña de 10 años en 1916, se supone que tendría 108 años en 2014, bien parece de 70 y pico un poco largos, nada más. Pero eso es a modo de ejemplo. El dato llamativo es que la historia comienza en 1895 y finaliza en 2014, con un detenimiento prolongado en el nombrado 1916. En 1895 se realiza la primera proyección cinematográfica; Freud publica “Proyecto de una Psicología para Neurólogos”; José Marti encabeza la Revolución Cubana contra España; Oscar Wilde estrena “La Importancia de Llamarse Ernesto”. Esto la sabia, pero deben haber ocurrido más sucesos, así, que a Peter Lake, el personaje interpretado por Colin Farrell, los padres lo dejan en un barco de juguete en el mar ¿Alegoría de Moisés en el Nilo? Bien, así es el filme, no tiene ningún sentido, o ¿el amor todo lo puede? ¿El diablo metió la cola, pero no uso la cabeza? Fantasías, milagros, suspenso mal entendido con mezcla de terror mal articulado. Basado en una novela de Mark Helprin, esta realización se centra en la historia de Peter Lake, el huérfano salvado, que 21 años después de ser abandonado, se dedica a robar en la ciudad de Nueva York ya a mediados de la segunda década del siglo XX. Cuando el protagonista se decide a hurtar en una casa que parece estar vacía, conocerá a Beberly Penn (Jessica Brown Findlay), una hermosa joven que, por desgracia, está a punto de morir de tuberculosis, la misma enfermedad que hizo que los padres de Peter, como inmigrantes, no pudieran ingresar a los EEUU. Ambos se enamorarán perdidamente pero, como nada es fácil, reaparecerá en escena, ya había aparecido al principio de la historia, sin justificación ni desarrollo posterior, un secuaz del Diablo, éste protagonizado por Will Smith, el malvado Pearly Soames (Russell Crowe) e irá tras los pasos de galán al quién pretende eliminar, o al menos impedir que cumpla con su destino en la tierra, situación que el espectador se desayuna a la hora de la cena, o sea a destiempo. A partir de esto, hechos curiosos y milagrosos se sucederán a lo largo del entramado en forma bastante enmarañada, la trama o subtrama. La narración salta temporalmente, elipsis mediante, 98 años, con Meter que está exactamente igual, pero no así Nueva York. Perdido y amnésico se cruza con Virginia Gamely (Jennifer Conneifer), una joven madre que lo ayudará a recobrar la memoria y el motivo de su estancia en la tierra. Ese podría ser catalogado de un error de casting, la joven actriz inglesa es realmente bella, pero contraponerla a una diosa de cualquier olimpo que exista como Jennifer Connelly es un error o un acto de maldad. Casi similar como recomendar ir al cine a ver esto.
Claramente se puede definir todo este error cinematográfico a partir de los problemas de producción, que es evidentemente donde se encuentra el origen del desatino. Dicho de otro modo, esta coproducción Italia, Suiza, Gran Bretaña tiene ciertamente como destinatario final al público adolescente estadounidense, que ya se ha masticado y tragada infinidad de versiones del texto de William Shakespeare, de manera encubierta, ejemplo de esto es la saga “Crepusculo”. En Hollywood, como regla general las películas son de los productores, en definitiva en la entrega de los premios “Oscar” el galardón a la mejor película la reciben ellos, y ellos son los encargados de contratar a directores, guionistas, músicos, directores de arte, de fotografía y a los directores de casting. Detengámonos aquí. La elección de Julieta en manos de Hailee Steinfeld, quien nos sorprendió gratamente en “Temple de Acero” (2010), es correcta. El problema es que su partenaire Douglas Booth (Romeo) muestra tan pocos recursos histriónicos que deteriora y hasta desdibuja al extremo la performance de Hailee, en conjunción al resto del elenco, lo que termina por dar la sensación de estar todos muy mal dirigidos. Del incendio total se salvan Lesley Manville, en el papel de la Nodriza, y Paul Giamatti como el padre Lorenzo, al que es muy difícil hacer que actúe mal. Los antecedentes del director casi dan como seguro que fue contratado por que alguien, sí o si, debe hacerse responsable de este rubro, ya que sólo cuenta con un par de filmes en su haber sin que ninguno, de los vistos en estos lares, supere lo mediocre. También, como queda dicho, la elección del guionista queda en manos del productor. Confiar en Julian Fellowes, con el antecedente de “Gosfrord Park” (2001), tampoco parece un desatino, sólo que en estos casos el guionista debe cumplir ordenes del productor. En relación a la banda de sonido, va en paralelo a la producción general, con la música grandilocuente, por momentos empática respecto de la imagen, demasiado recargada de pomposidad, lo que le quita el poco el peso dramático que podría poseer la realización La dirección de arte podría hasta establecerse como de una gran corrección, sino fuese por la puesta de cámaras del orden de lomas elemental posible, sin búsquedas lingüísticas de ninguna naturaleza; o la dirección de fotografía podría hasta lucirse, como sucede con el vestuario, pero ambos rubros salen perjudicados por las directivas de la producción pues parece que lo que más le importó es vender el producto. La historia es muy conocida, esa del amor trágico de una pareja de jóvenes que son atravesados por el odio entre sus familias. La estructura narrativa respeta casi a rajatabla el original, no pasa lo mismo con los diálogos, ni con el montaje secuencial, y por ende con el manejo de la temporalidad de los hechos. Uno de estos productores ejecutivos se llama Swarovsky, apellido y familia ligada a la producción de bijuterie realizada en cristal desde hace más de 100 años, elementos muy caros que parecen joyas y no lo son, imitación del oro que sustenta el axioma de que no todo lo que reluce es oro. Bien, aquí en la función de productores tomaron una de las joyas de la literatura universal y la transformaron en baratija.
Esta producción comete el pecado de querer atrapar, en el buen sentido del término, con herramientas narrativas en desuso y perimidas. Queda en desigualdad de condiciones frente a las producciones de Pixar o Dream Works. Aunque correcta en su tratamiento, en la técnica, no así en el diseño de sonido, porque la música nunca esta puesta en función alguna sino sólo para llenar baches narrativos, pegados a la imagen del momento, a veces hasta a destiempo. En realidad esta coproducción argentino - peruana tiene como merito las buenas intenciones, pero con eso no alcanza pues parece que les preocupa mucho más el relatar apropiadamente la historia que poner en juego algo del orden de la creatividad, situación que parece haberse agotado en los nombres de los personajes, todos denominados según algún tipo de queso. Al mismo tiempo que pasa por ser sólo correcta desde su estructura narrativa como en su elección estética, a lo largo de todo el desarrollo no escapa de las representaciones más previsibles, entonces nos encontramos en permanente duelo entre buenos y malos, amontonando hechizos y princesas junto con el característico recorrido del que no debía ser y termina siendo el héroe, que se inicia como neófito para concluir oponiéndose al malvado hechicero con el sólo fin de casarse con la princesa, quien no es más que su mejor amiga camuflada, tan evidentemente construida como el resto de la historia. No es deplorable intentar sostenerse desde las formulas, pero cuando estas huelen a rancio, tipo Garcia Ferre (reconocido en su época), que instalados ya en segunda década del siglo XXI pierde toda efectividad. Tiene, eso sí, varios personajes seductores, pero nunca se despega de lo previsible y no hay en todo el metraje ningún guiño al publico adulto. La historia se refiere a una antigua leyenda que, dentro de un inmenso y salvaje bosque, presenta un fantástico reino, Rodencia, un lugar habitado por criaturas maravillosas y poderosos magos, narrada por una voz en off. El filme describe las aventuras del pequeño Edam, un torpe aprendiz de mago, junto a la bella y segura ratoncita Brie quienes, acompañados por los más grandes guerreros del reino, iniciarán un increíble viaje en cuya trayectoria enfrentarán los más sorprendentes peligros para obtener un mágico y legendario poder, y así derrotar a las oscuras fuerzas comandadas por el malvado hechicero Rotex, rey de las ratas, que amenaza con invadir ese lugar de ensueño. En el medio del bosque la magia de la luz y la oscuridad se enfrentaran Edam y Rotex en luchas sin tregua, en un duelo donde sólo uno podrá salir victorioso. El mejor parámetro fueron los niños que presenciaron la proyección: no hubo ni una risa, ni ninguna exclamación por parte de ellos, ni de nadie.
Este engendro constituido a partir de imagen y sonido no debería entrar en la categoría de películas, menos aun estrenadas comercialmente, pero hay tantas injusticias al respecto, tanto por lo fáctico como por la omisión, y esta se fija en la primera de las variables, aclaro por las dudas. Pero entrando de lleno en esto que nos convoca podría decirse que, “ni olvido ni perdón”, sólo que en apariencia parece que los guionistas (de un modo hay que nominarlos) se limitaron a tomar los datos en alguna ignota pagina de internet, ni siquiera Wikipedia, de uno de los personajes más importantes de la mitología griega, y de la literatura del mismo origen con obras escritas por Eurípides, ”Heracles” “La Locura de Heracles”, etc. De todo esto apenas queda los nombres, no todos, de los personajes que participan de la historia, y de los trabajos encomendados a Hércules sólo los que se forjo en su leyenda, como la pelea con el león, con una estética trabajada desde lo digital que promueve más a broma que a credibilidad, y tampoco lo logra. El relato se centra en nuestro héroe, eso es innegable, el problema es que en la estructura narrativa no vislumbra el mínimo de construcción, todo va a los saltos, por momentos de manera incoherente, y esto parecería que se debe a la cantidad de películas de las que se sustrajeron ideas, escenas, estética y acciones, tales como “Gladiador” (2000), la pelea con el león, el transformarse en gladiador, “300” (2006), algunas puestas en escenas, “Espartaco” (1953), la italiana no la de Stanley Kubrick, pues es netamente filme cercano a la clase B, pero peor realizada, “Furia de titanes”.(2010), donde el trabajo con luz y la fotografía es casi un plagio. Un párrafo aparte seria para la mención de la banda de sonido, y cuando se habla de manera discriminada, en la buena acepción del termino, es para elogiar, pero en este caso es todo lo contrario, especialmente la música grandilocuente, empática, edulcorada e insoportable hasta el hartazgo. Sumémosle las actuaciones, o las presencias de seres humanos en una profesión que por lo visto les queda demasiado grande. Así Kellan Lutz (Hércules), un “modelo” conocido por el público como uno de los vampiros de la saga “Crepúsculo” (2008) es su gran antecedente, quien no da cuenta de ninguna aptitud histriónica y no genera nada en el espectador. Acompañado por Gaia Weis (Hebe), en su tercera película, quien no denota talento y la belleza dura poco; Scott Adkins (Rey Anfitrión), Liam Garrigan (Ificles), ambos con cara de malos por constipación a lo largo de toda la narración; Roxanne McKee (Reina Alcmene) la madre de Hércules, quien en la escena en la cual Zeus, al que no se lo ve, le genera al hijo prodigo, parece estar en trance o tener un ataque de epilepsia de Gran Mal más que estar haciendo el amor con un Dios, aunque muy bella por cierto, más que la futura novia de Hércules. Por último, el doloroso pesar que significa ver a Rade Serbedzija (Chiron) en el papel de un maestro, especie de Aristóteles en relación a Alejandro Magno, venido a menos. Es una pena ver a éste gran actor que nos deslumbrara en filmes como “Antes de la Lluvia” (1994), entre otros, transitando por este pastiche, ¿Lo haría por el cachet? Plata en la producción no falto. El mayor logro de Renny Harlin, el director, fue haberse casado con Gena Davis, pero será recordado por haber estado nominado, en el rubro de dirección, cinco veces a los premios “Razie”, los antípodas del “Oscar”, en que premian a lo peor del año ¿Será esta su sexta vez? ¿Querrá establecer un record? Me olvidaba del relato, de que va lo contado. Desesperada por liberar a su pueblo del reinado de su marido y encontrar la paz, la reina Alcmena pide consejo a los dioses. La diosa Hera le presta a Zeus, el Dios de la Guerra, para que le conceda un hijo, Hércules. En la verdadera historia, Hera odiaba a Hércules por la infidelidad de Zeus, pero eso parece ser una de las nimiedades. El rey Anfitrión se sabe engañado, sabe de la infidelidad de la mujer (en mi barrio con una palabra se lo cataloga), molesto por la ilegitimidad de Hércules favorece a su hijo mayor Ificles. Veinte años después, mediante una elipsis un poco forzada, Hércules se enamora de la hermosa Hebe, pero su padre los separa y proclama que Ificles debe casarse con la princesa. Los amantes planean huir y casarse, pero los guardias del rey Anfitrión lo capturan y éste lo envía a morir en la guerra contra Egipto, tal cual hizo el rey David con el General Urias para casarse con Betsbabe, con mejores resultados. Hércules escapa a la muerte y se une a su compañero, el “¿Coronel?” Sotiris, ambos primero esclavizados, luego como gladiadores vuelven a Grecia, como los hacedores de la revolución triunfante contra le tirano y su casta. De la leyenda de Hércules, solo el nombre.
En la factoría del cine de animación hay una constante que se viene repitiendo desde hace muchos años, la misma, de manera malpensada, podría establecerse en la lógica de que los niños van al cine acompañados por algún adulto, léase, padres, tíos, abuelos, etc. Desde esta variable es que se instaló la construcción y desarrollo del cine de animación para chicos con muchos elementos que atraigan a los grandes, referencias directas de otras películas y discursos bien intencionados, hasta podría leerse progresistas. En este caso queda instalado desde lo narrado en la lucha entre el bien y el mal, puestos los elementos versátiles del bien en un personaje común en situación extraordinaria. La historia se centra en Emmett, un albañil cuya vida esta regida por el deber, rutinario y obediente, en un mundo perfecto y feliz, donde la canción favorita, y parece ser la única que pueden oír y cantar, es “Todo es Increíble”, pegadiza, antojadiza y lavadora de cerebros, compuesta y promocionada por el tirano Sr. Negocios. Hasta que nuestro típico y en primera instancia antihéroe es reclutado por error en el grupo de los maestros constructores, ya que para pertenecer a este selecto conjunto se debe poseer la virtud de la creatividad, todo un don que Emmett no cree poseer. Pero la leyenda dice que llegará el día en que uno de los olvidados de siempre será el que promueva la rebelión contra el malvado, y este simple y obediente operario parece ser el elegido. Pero él no estará solo, lo acompañara en la descabezada misión una joven, la valiente y “subversiva” Estilosalvaje (¿se escribirá todo junto?). El mayor logro de esta producción se encuentra en la construcción de la imagen, a pura creatividad de los mismos responsables de filmes como ya “Lluvia de hamburguesas” (2009) y “Comando Especial” (2012), Phil Lord y Christopher Millar, aquí también en la doble función de guionistas y directores, proyectan y establecen con mucha creatividad y naturalidad una nueva tradición, apoyándose en la instalada por los juguetes Lego, una marca registrada. El problema que plantea la realización esta dado por la intencionalidad sobre el grupo etario al que va dirigido, por un lado, y desde lo puramente estético es indudable que el grupo de 3 a 5 años estará de para bienes, aunque quede fuera de su entendimiento los gags más graciosos, los más grandes ni querrán ir, y para ellos indudablemente es el cierre de filme con una vuelta de tuerca que al mismo tiempo involucra a los padres. El otro punto, y eso es claro desde el titulo, constantemente se respira aire a una gran publicidad del producto. ¿Esta Mal? El filme cumple con su cometido. Bien construido, narrativamente ágil, algunos buenos diálogos y buenos gags. En suma, entretiene.
Gran parte del imaginario popular occidental sobre la cultura japonesa se ha constituido sobre la leyenda de los 47 Ronin y lo que ellos representan llevando casi al extremo valores como honor, lealtad, el respeto a los códigos, tradición. Según los saberes y leyendas, Ronin es un samurái que se ha quedado sin “amo”, estos 47 sujetos llevaron a cabo la acción de vengar al asesinado noble a sabiendas que la misma conlleva la pena de muerte. Toda esta introducción viene a cuento para poder creer, y luego afirmar, que en la factoría hollywoodense de cine no tienen la menor idea de esa cultura cuando lo prioritario es la taquilla. Punto aparte, no les funciona; a veces la justicia aparece. No es una razón tampoco el establecerse como de pensamiento rígido, pues todo hecho histórico, social, hasta literario, puede ser adaptado, modificado, realizar lecturas diferentes, siempre y cuando el producto terminado justifique esas acciones. Éste no es el caso. Esta leyenda incumbe al ideal épico japonés. Ha sido llevada al cine con anterioridad por directores de la talla Kenji Mizoguchi, al mismo tiempo que se puede vislumbrar en éste el origen de otros texto cinematográficos, tales como “Los siete Samuráis” (1954)), de Akira Kurosawa, o “13 Asesinos” (2010), de Takashi Miike. Uno podría decir que, y nobleza obliga, estéticamente es un filme bello, bien fotografiado, trabajado con colores brillantes, sobre todo en la primera mitad, dando al vestuario una importancia mayor a la necesaria si el texto del mismo fuese bueno. La historia esta ambientada en el siglo XVII, en el Japón feudal. Kai (Keanu Reeves) es un paria que se une al líder de los 47 guerreros sin amo, que tuvieron que convertirse en apartidas después de que su señor Oishi (Hiroyuki Sanada), fuera obligado a cometer sepukku, más comúnmente conocido en estas playas como haraquiiri (suicidio al estilo samurái). Todos lucharán para vengarse del traidor que mató a su señor, condenándolos al destierro. Para restaurar el honor a su tierra natal los guerreros inician una búsqueda desenfrenada para lograr ese objetivo, sin medir las consecuencias que en realidad conocían de antemano, La práctica de seguir al amo en la muerte por medio del haraquiri es conocida como oibara Si bien “47 Ronin: La leyenda del samurái” es poseedora de un buen diseño de sonido y buen montaje, falla pues a esta altura, y con semejante producción, porque aparecen como ridículos y mal diseñados los efectos especiales y los monstruos injertados. Este último punto, el de la valoración de los monstruos, puede tener influencia directa con la adaptación (para llamarlo de alguna manera), al trastocar una historia real, modificar de raíz el género, pasar de un drama encuadrado en un filme de samuráis al genero fantástico sin que nada de lo que proponga sea maravilloso por lo burdo de su realización. Todo esto no acarrarearía la gravedad que tiene sin la ayuda de otros elementos, a saber la construcción del texto, no en cuanto a estructura sino a la presentación de la historia y sus personajes. Todo está puesto por generación espontánea, está por que si, sin ninguna explicación ni justificación, y menos aun en su desarrollo. Entre los Ronin aparece el mestizo, una cosa parecida al personaje de la serie de TV de los ‘70 Kung Fu”, Wan Chan Kein, pero a la inversa y personificado por Keanu Reeves. Si querían que el producto fallara, nunca una mejor elección, ya estando en el rubro de las actuaciones, todo el elenco, a excepción del nombrado, son de origen oriental con buenas performances, creíbles, con mascaras, facetas, sentimientos, salvo el protagonista, libanés de nacimiento. Otra variable importante del análisis es que, curiosamente, en éste tipo de filmes las vedettes son las escenas de peleas, como ejemplo vea la increíble “El arte de la guerra”, de Won Kar Wai, todavía en la cartelera porteña, en el caso de “47 Ronin:…” las escenas de duelos muestran planos, contraplanos y encuadres por momentos muy sutiles, pero por desgracia son pocos, luego la idea, o la directiva, parece haber sido el uso del plano corto rápido en función de marear y confundir al espectador, perdiendo definitivamente todo porte épico que de origen le era inherente.
La primera sensación que se atraviesa mientras se observa esta película es que ya la ví, no una vez, muchas veces; el otro problema es que es el mismo director, y uno podría articular la famosa frase que reza que un director-autor de cine hace una sola película a lo largo de su carrera. Axioma bastante equivocado si nos atenemos a que Martín Scorsese filmo como director en los últimos 50 años la modesta cifra de 55 películas. El punto es que la construcción de esta, su ultima producción terminada y estrenadas (hay tres más en camino, una filmando, una en preproducción y otra anunciada y esperada sobre la vida de Frank Sinatra), parece ser siempre la misma y aparecen numerosos temas muy recurrentes ya trabajados por el mismo hacedor en anteriores películas como en “Buenos muchachos” (1990) y “Casino” (1995), entre otras. El otro escollo que atraviesa es que es hasta posible compararse con el filme “Wall Street” (1987), de Oliver Stone, pero sólo tiene algunos puntos de contacto, el más importante es el espacio en el que se desarrollan la acciones, el mundo de las finanzas, el de los traficantes de dinero. Más allá de la estructura narrativa, el recorrido de la historia que intenta realizar es una radiografía, la de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), en su carrera hacia la fama y el poder (el ascenso), la llegada a la cima (el apogeo y el descontrol), la caída anunciada, y la inevitable resurrección. Los temas repetidos son impunidad, codicia, cinismo, la lucha brutal por el poder, la lealtad y la ingratitud, la fascinación, y ceguera que produce el dinero para describir esa promoción, glorificación y derrumbe. El relato se centra en la verdadera historia de Jordan Belfort, un joven que con tan solo 22 años, siendo agente de bolsa de Nueva York, ya vive con el mundo a sus pies, mucho antes de lo pensado y/o imaginado. Partiendo de la premisa de como poder cumplir con el sueño americano, lograrlo como sea, atajos, caminos rápidos, hasta llegar a la codicia corporativa, Belfort pasa de las acciones especulativas y la honradez al lanzamiento indiscriminado de empresas en la Bolsa, a la corrupción a finales de los ochenta. El éxito y la fortuna desmedidos de éste joven veinteañero como fundador de la agencia bursátil Stratton Oakmont, le valieron el apodo articulado por una periodista: “El lobo de Wall Street”. Dinero. Poder. Mujeres. O su otra versión más común, sexo, drogas & rocK and oll. Las tentaciones abundaban y la amenaza de la autoridad era irrelevante. Jordan y su rebaño de corderos disfrazados de lobos imaginaban que la moralidad era una cualidad sobrevalorada, siempre hay algo más para desear, como dice el proverbio chino “ten cuidado con lo que deseas” o, parafraseando a Oscar Wilde, hay dos desgracias en la vida, no lograr lo que deseas o lograrlo rápidamente. La película como producto terminado es abrumadora, descomunal en todos y para todos los sentidos, sostenida por la excelente interpretación de DiCaprio, muy bien secundado por grandes actores, lastima que algunos personajes desaparecen sin justificación, tal el caso de Mark Hanna (Matthew McConaughey), u otros que terminan pasando desapercibidos por la catarata de situaciones y personajes que presenta el texto, como Jean Jacques Saurel (Jean Dujardin), terminando por aquellos que se presentan como sostén permanente del protagonista, Max Belfort (Rob Reiner) o Donnie Azoff (Jonah Hill). Estructurado como un falso gran flash Back, con avances y retornos sobre la historia, con un montaje a velocidad plena, pero que frena a tiempo, y por momentos para darle respiro al relato y a los espectadores, no es lo mejor de este realizador consagrado. Sus 180 minutos de duración parecen excesivos por la previsibilidad del relato, situación que se instala en los primeros minutos, cuando se utiliza de manera desmedida al protagonista contando su propia historia a cámara, sino aburre es por la maestría de Scorsese para narrar e instalar trampolines entre una situación y otra en las vivencias del personaje.
Éste filme sin duda alguna es, en definitiva, al finalizar su proyección, , uno que al querer parecer otra cosa no deja de ser de personaje, en principio porque las generalizaciones siempre son lamentables. En este punto se despliega el primero de la trilogía de “Paraíso” del director austriaco Urich Seidl. Los otras dos, “Paraíso Fé” (2012) y “Paraíso Esperanza” (2013), concluirían con la mirada del realizador sobre la “nueva” forma de turismo implantada desde el continente europeo, en el que las soluciones a sus problemas de letanía se encuentran en otras playas. La historia abre con dos escenas claras. En la primera vemos a unos niños que padecen síndrome de Down en un juego de autos chocadores, donde el personaje eje de la narración, el que finalmente cargara con el peso de sostener desde sus actos el desarrollo de la producción, es presentado como alguien que ejerce una profesión en la que el amor al otro es su motor, y simultáneamente es un paradigma de la frustración. Lo que podría leerse luego como un anticipo de la verdad oculta de ella misma. La otra escena está jugada con su propia hija adolescente, con la que ejecuta e impone reglas rígidas de convivencia, a la que dejará en casa de su hermana, religiosa devota, mientras ella se toma unos días de descanso. De esta manera nos termina de presentar a todas las protagonistas de la trilogía. El salto temporo – espacial producido luego se siente por parte del espectador como disruptivo, lo que realmente logra es que nos instala de lleno en la geografía donde se desarrolla la historia: África. Esta profesora de educación especial, madre viuda, viaja al que le hicieron creer es un paraíso, las playas de Kenia, en un hotel cinco estrellas all inclusive, (monos, negros, sueños y comida). El primer episodio, “Paraíso: Amor”, intenta ser una radiografía de este estilo de vacacionar impuesto que se cierne excesivamente en un solo personaje y se toma demasiado tiempo en repetir situaciones y acciones ejercidas por Teresa (Margaret Tiesel), lo que definitivamente logra es aburrir, ya que al no agregar información nueva entra en una meseta narrativa de la que nunca despega, monotonía sólo alterada por las escenas de sexo, mostrando en contraposición y sin tapujos los cuerpos esbeltos de los jóvenes negros y el cuerpo desnudo de una mujer de alrededor de los 50 años, simpática, hasta con rasgos que en algún momento habrán sido bellos, pero excesivamente obesa. En este punto es donde las imágenes podrían ser una mirada grotesca, de visión incomoda, y no lo es por el tratamiento de la imagen impuesta por el director al definirlo por el esteticismo y no por la influencia en la estructura narrativa. Algo que no queda plasmado de manera eficiente, o tan taxativa como debería serlo, para que la posibilidad de segundas, o infinitas lecturas y/o interpretaciones, puedan ser tan validas como las que parece querer denunciar, son por un lado la búsqueda infructuosa de nuestra “heroína” por recuperar esa sensación a ser amada que plantea a primera vista, no por las acciones en si mismas, sino que debe recurrir a la expresión verbal para aclararlo, lo cual se puede presentir como otro aspecto fallido del filme. En segundo termino el comercio sexual ejercido por gente de clase alta en una sociedad, en este caso la keiniana, en la que por necesidad sus integrantes ejercen la prostitución con el solo fin del dinero. Y una tercera posible lectura, entre muchas otras, es que las victimas se transforman en victimarios y nuestra diva es manipulada, estafada, engañada en su buena fe. Esta es la única que me genero alguna sensación de disconformidad, por no decir violencia, por la manipulación a la que somos sometidos como espectadores. La generalización es del orden del imposible por lo concentrado del desarrollo textual sobre un solo personaje, limitado en la diversificación por una o dos escenas en las que otras mujeres de idénticas imágenes son mostradas en interacción con la protagonista. Cuando en realidad y a partir de la construcción contradictoria, no intencional, del personaje, lo menos que se podría decir que Teresa es que es más ingenua que Heidi, por no decir más idiota que Forrest Gump. El director quiere imponerse como provocador, a mi el filme no me movilizo en lo más mínimo, ni me dio nauseas.
Esta producción fue la gran ganadora del BAFICI 2012, a mí entender un premio que estuvo totalmente injustificado. A esto que digo se contraponen los demás premios obtenidos en otros festivales por el mundo, a saber el especial del jurado en Locarno o el del público en Nantes, lo que hace suponer, o pensar, en varias vertientes: las otras producciones eran peores, no es el caso del BAFICI; sobran festivales; no alcanzan las películas para los festivales (es una chanza). El filme esta estructurado en tres partes bien definidas. La primera, es la presentación del personaje protagónico y su grupo de pertenencia, un policía del cuerpo especial anti – terrorista israelí; la segunda, la introducción el segundo grupo, tratando de ostentarlos como otra cosa, y no es más que una caterva de inútiles que quieren ser presentados como revolucionarios, al mismo tiempo que como ejemplo, radiografía o simbolismo, quedan muy lejos de cualquier realidad. El tercer momento, sin solución de continuidad ni separación alguna entre las partes, no hace falta, es el encuentro entre ambos grupos La primera parte se propone mostrar desde adentro a los cuerpos militares y policiales israelíes, conforme a las necesidades de un país donde la violencia cotidiana es parte de su cimiento desde donde se construyó una nación en constante estado de alerta por las guerras, que no sólo está en el pasado, sino también en el presente, con proyección a un futuro posible, como el karma del medio oriente. Yaron forma parte de un cuerpo policial de elite, aunque no pueda admitirlo. La cercanía de transformarse en padre ejerce una fuerte presión, poniendo en duda sus ideales, al mismo tiempo que el modo de relacionarse con sus pares y sus afectos. Hay en este segmento un par de ideas interesantes, en tanto desenmascaran el fanatismo de ésta gente, los manejos espurios y el ocultamientos por autoprotección de los pecados de guerra, pero se queda en el sólo hecho de mencionarlo, pero no los profundiza. Se nota, empero, un esfuerzo por delinear los personajes de manera muy concreta y con buenas herramientas narrativas, gestos, algunos diálogos, pocos y, sobre todo, acciones. En forma paralela, y/o de manera de establecer una continuidad temporal, al caso tampoco importa, pues el relato se introduce en el segundo grupo. Un cuarteto de jóvenes veinteañero, todos judíos y/o israelíes, para el caso es lo mismo, pero que definitivamente no son palestinos, a los que quieren mostrar en una disyuntiva que fluctúa entre el convencimiento ideológico y las incertidumbres propias de la postadolescencia, que busca presentarse como alternativa a la decadencia mortal imperante con un acto de vandalismo más que de insurrección. Tomaran de rehenes a un par de personajes muy ricos de la sociedad israelí, ni el como, ni el por qué, ni el para qué, están enunciados. En éste grupo parecería que el guionista-realizador se tomo vacaciones, nadie esta bien definido. Muy confuso en la construcción de los personajes, queda claro que terminan mostrándolos muy despectivamente, el jefe no es más que un nene de papá con delirios de grandeza jugando al terrorista clarificado (¡otra que el CHE!); un lugarteniente fanático por matar, con ideales cero, ex soldado expulsado de las fuerzas especiales; un niña enamorada del idiota primero; y otro joven enamorado de la niña. El problema no sólo se suscita en la construcción y desarrollo de estos personajes, sino en las interpretaciones actorales del cuarteto. Hace mucho que no veo tan malas actuaciones. Narrativamente todo es demasiado previsible, vulgar, plagado de escenas inconexas, algunas incluso injustificadas, mientras otras resultan totalmente irreales. Si para muestra basta un botón, en pleno centro de Tel Aviv unos jóvenes, casi skin heads, durante varios minutos destrozan un vehiculo estacionado, le aseguro que en realidad eso no podría suceder pues en pocos segundos estarían rodeados por todas las fuerzas de seguridad del Estado israelí. Producto sólo elaborado para la exportación. Además de transpirar por todos los poros producción industrial, mala imitación Hollywood, es un gran catalogo de lugares comunes, con personajes demasiado estereotipados. Si a esto le agregamos un discurso entre reaccionario y fascistoide, tenemos cartón lleno. Seamos justos, los rubros técnicos son de impecable manufactura, pero que importa.
Este documental de factura clásica, con la primera parte dedicada a la presentación de los personajes, a mi gusto un poco extensa y algo confusa, sobre todo en tanto y en cuanto no termina por definir el tema que desea exponer, lo que ocurre en la segunda parte, tampoco muy clara, por un lado una cuestión de salud vigente, la anorexia y la bulimia, en sus diferentes vertientes, enfermedades que hacen estragos sobre todo en los jóvenes en casi todo el mundo. Definición: Como síntoma: falta de apetito que puede ocurrir en estados febriles, enfermedades generales y digestivas o simplemente en situaciones transitorias de la vida cotidiana; Anorexia nerviosa o psicológica: es una enfermedad específica caracterizada por una pérdida autoinducida de peso acompañada por una distorsión de la imagen corporal; Anorexia sexual o anafrodisia; pérdida del «apetito» para la interacción romántico-sexual. Se diferencia de la Bulimia en principio por que en esta hay ingesta de alimentos de manera compulsiva, los llamados atracones, y posterior vomito. El otro punto de vista que plantea la realización es el muy fácil acceso, vía Internet, a la información en la actualidad, situación que en la clínica medico / psicológica se lucha a diario para contrarrestar los efectos nocivos de esta situación, pero muchas veces la información recabada no es genuina ni valedera. Esta podría ser la otra posibilidad de lectura del texto, más como excusa que como justificación del mismo, ya que lo primero que implica es la identificación directa con la experiencia de una con las otras. Cuatro mujeres solitarias comparten sus secretos en internet. Las une su propia visión de querer ser otro tipo de princesas a las establecidas. En esta selección de personajes a radiografiar se encuentra lo mejor del filme, de diversidad directa por grupo social, educativo, de necesidad o etario. Rocío quiere lucirse en una comedia musical mientras cría sola a su hija. Fiorella es una adolescente rebelde que vive en su limitado mundo de cigarrillos y TV. Carrie disfruta del dolor viendo sus huesos en el espejo. Fabiana, reina de belleza en su provincia, intenta ser modelo mientras plasma en pinturas sus oscuros deseos. Todas quieren ser perfectas princesas, pero el mundo real es otra cosa. De a ratos intentan ser "normales", pero no comer siempre representa un gran problema. Un tema importante que no puede, ni debe, cercarse en cuatro ejemplos, pues no es posible desarrollarlo y exponerlo de manera veraz, al mismo tiempo que cada persona es diferente aunque algunas manifestaciones sintomáticas se repitan. Es en esta repetición donde hace núcleo el tratamiento fílmico, por momentos incita al desagrado, aunque insinúa más que lo muestra, trabajada con un acento monótono y sin llegar a una situación de clímax, que intenta llegar con ayuda de la banda de sonido, pero no logra el cometido a pesar de durar poco más de una hora, termina por aburrir un poco. Todo esta sesgado en un periodo de tiempo limitado de estas personas, no hay ni se vislumbra como intención la derivación en soluciones posibles de la enfermedad, el filme cierra con esa excusa. Importante el tema, buen intento, pero no alcanza.