Filme amable y melancólico Melodrama crepuscular que se inscribe en el novedoso subgénero de la comedia geriátrica. La historia está ambientada en una victoriana residencia para músicos y cantantes líricos, que en la ficción lleva el nombre de Casa Beecham, en homenaje al maestro Thomas Beecham. El filme también es el debut de Dustin Hoffman en la dirección cinematográfica. Tuvo un intento fallido en 1978, cuando inició el rodaje de Libertad condicional, pero no supo conducirlo a buen puerto y le solicitó que lo hiciera a su amigo Ulu Grosbard. La idea inicial no fue de Hoffman, sino del director de fotografía John de Borman y del actor Tom Courtenay, quienes le pidieron al dramaturgo británico Ronald Harwood que adaptara para el cine su pieza teatral Quartet, estrenada en 1999. Harwood también es conocido por sus guiones de El vestidor y El pianista. Hoffman llegó a la producción cuando ya habían sido incorporados algunos actores, como Maggie Smith y el propio Courtenay. Luego tuvo el buen tino de convocar a músicos y cantantes de ópera ya retirados, pero verdaderos, cuyas edades oscilan entre los setenta y los noventa años. El director les pidió a todos que vieran el documental del suizo Daniel Schmidt, titulado El beso de Tosca, un testimonio sobre la Casa Verdi que el célebre compositor italiano ordenó construir en Milán hacia el final de su vida, como residencia para músicos y cantantes de ópera que por su edad ya no eran contratados. La película se filmó en la Hedson House situada en Buckinghamshire. La historia está centrada sobre cuatro cantantes recordados por su famosa versión de Rigoletto, una de las cumbres de la ópera y de la obra musical de Verdi. En la ficción llevan los nombres de Reginald "Reggie" Paget (Courtenay), Cecily "Cissy" Robson (Collins), el travieso Wilfred "Wilf" Bond (Connolly) y la vanidosa diva Jean Horton (Maggie Smith), quien se resiste a las limitaciones que le impone su edad. La última en arribar a la residencia que dirige la doctora Lucy Cogan es, precisamente, Jean Horton, y su presencia genera muchas expectativas y un cierto malestar en Reggie, porque fue uno de sus maridos. Sin embargo, la sangre no llegará al río. Todos los residentes se preparan para participar de la función de gala anual que se celebra en la fecha del aniversario de Verdi, con la finalidad de recaudar fondos, necesarios para evitar el cierre de la residencia. En sus tiempos de ocio, los personajes cantan, interpretan música, leen, juegan, comparten sus historias personales y a veces no pueden evitar que se interpongan los celos y competencias, mientras observan cómo el fantasma de la senilidad ronda sus existencias. Pero el tono dominante es el de la comedia entre amable, divertida y melancólica, sostenida por algunos de los mejores actores veteranos del cine británico.
Proyecto ambicioso con una mezcla de géneros Wakolda es el nombre de una muñeca de Lilith, la hija de Enzo y Eva. En el inicio del filme, el matrimonio y sus tres hijos viajan rumbo a Bariloche para reabrir la hostería que los padres de Eva, de origen alemán, tenían a orillas del lago Nahuel Huapi y estaba cerrada desde su muerte. En el trayecto los viajeros se topan con un extranjero que dice llamarse Helmuth Gregor y les solicita sumarse a ellos con su automóvil, porque su destino también es la ciudad de los lagos. A Gregor le atrae la figura de Lilith, quien tiene doce años y un cuerpo de ocho por ciertas deficiencias de crecimiento. Ignorando la verdadera identidad de Gregor, Enzo y Eva, quien está nuevamente embarazada, aceptan que sea el primer huésped de la hostería. Y paga seis meses por adelantado, por razones que se conocerán más adelante. Gregor se presenta como médico y se ofrece tratar a Lilith, porque dice poseer medicamentos que le permitirían acelerar su crecimiento. A esa altura del relato ya existe cierta fascinación de Gregor por Lilith y de ella por él, que también alcanza a Eva. La historia se desarrolla en 1960, en coincidencia con el secuestro de Adolf Eichmann, que conmueve a muchos nazis refugiados en el país. También a Helmuth Gregor, porque detrás de ese nombre se esconde el criminal Joseph Mengele, conocido como el "Angel de la Muerte". Mengele ingresó al país el 28 de agosto de 1949, ligero de equipaje, pero con un maletín del que no se desprendía nunca. Y vivió en Buenos Aires y en la zona norte del Gran Buenos Aires hasta 1959, cuando desapareció y se sospecha que se radicó durante algunos meses en Bariloche. En la película, la relación de Gregor con Enzo, Eva y Lilith posee en los tres casos un doble objetivo. Con Enzo, para poder permanecer en la hostería y así mantenerse cerca de su hija y su esposa. Además le atraía su profesión de reparador de muñecas, que fueron una de las obsesiones de Mengele, a tal extremo que en Buenos Aires fundó una fábrica de juguetes. Lilith le permitía desarrollar sus experimentos genéticos y alimentar su malsano "lolitismo". Pero su verdadero objetivo es Eva, desde que toma conocimiento de su embarazo de gemelos. Porque la naturaleza de la gemelidad fue otra obsesión de Mengele. En Alemania la manipulación genética fue uno de los sueños del Tercer Reich. La directora adaptó su propia novela Wakolda. Y aunque eliminó algunos segmentos, conservó subhistorias que tienen un desarrollo esquemático o insuficiente. Por caso la de los chicos que esconden documentación nazi; la fábrica de muñecas, que deviene en metáfora demasiado forzada; y la complicidad de la comunidad alemana con jerarcas nazis que se refugiaron en el país en la posguerra. Wakolda es una película ambiciosa y una deliberada mezcla de géneros. Posee una correcta factura técnica, y buenas actuaciones, en especial del catalán Alex Brendemühl, Natalia Oreiro y la niña Florencia Bado. Sus mayores defectos son algunas inconsistencias argumentales y de montaje, su afán de abarcar demasiado. Lo mismo ocurre con el suspenso que debía ser uno de los motores del filme, ya que nunca alcanza la intensidad que cabía esperar y que la propia película promete desde su inicio.
Apenas un filme de compromiso El título, además de identificar a la película, también es el nombre de un hotel de la Isla Margarita, en el Caribe venezolano, ubicado a metros del mar y destinado en forma exclusiva a parejas. Los solitarios no tienen cabida. El hotel es regentado por Gonzalo (Millán) y Valentina (Martina Gusmán), casados hace diez años, pero que atraviesan una crisis matrimonial. La situación se agrava por un affaire de Gonzalo con la recepcionista Tania (Sinisterra). Entre los pasajeros que arriban a Sólo para Dos está el español Jairo (Garrido), un cantante de cuarta, naturalmente admirado por las mujeres, que imita a Camilo Sesto. Es un asiduo visitante del hotel, pero todos los años llega con otra pareja. En esta ocasión, su acompañante es Teresa. Un pasajero solitario es el argentino Mitch, casado hace tres días con Marianela y en viaje de luna de miel. En el aeropuerto protagonizan una pelea y ella se vuelve. Mitch es admitido por excepción, con la condición de no enredarse con ninguna mujer del hotel y vivir su estadía a la manera de un monje. La historia se organiza con esos personajes y sus vicisitudes amorosas. Porque las infidelidades están a la orden del día. También las venganzas. El cantante reclama mentir, mentir siempre. "¿Cuál es el peor enemigo de una pareja? La sinceridad", dice. La catadura moral de estos personajes es lamentable, pero lo traen de origen, porque nadie se desprende de su "yo" y sus problemas por el hecho de vivir en una isla. Según el filósofo estadounidense Stanley Cavell, la comedia de enredos matrimoniales en el cine es heredera de las preocupaciones y hallazgos de la comedia romántica shakespereana. Quizás sea así, pero pensar que Sólo para dos pueda volar a esa altura, es ofender al dramaturgo inglés. Aquí todo es un dejá vu que recuerda a las peores comedias de Olmedo, Porcel, Tristán y compañía. No hay una pizca de originalidad, salvo el paisaje. Y las interpretaciones no superan la mediocridad, inclusive la de Martina Gusmán, quien hace esfuerzos por dar vida a su personaje. El responsable de este producto olvidable y carente de gracia (aunque en la televisión se ven cosas peores, como "Casados con hijos") es el español Roberto Santiago, quien se inició en el cine en 1999 con Ruleta y lleva filmadas ocho películas y es autor de doce novelas juveniles. El director se excusó diciendo que era un filme de compromiso, con lo que admitió su precariedad. Parecería que el título alude a la cantidad de espectadores que admite el filme. Quizás en la televisión, sin ningún otro programa en el aire, tenga un poco más de suerte.
Para disfrute de los adolescentes Vale considerar que la saga de Percy Jackson es, desde su origen literario de mano de Rick Riordan, un producto dedicado a acercar la franja juvenil, y que su traslado al cine sigue la tendencia sin involucrarse en complejidades de filosofía o fidelidad. Por ende, buscar en esta saga iniciada para la pantalla en 2010 algo más que entretenimiento con excusa histórica, resulta una pérdida de tiempo. Hecha la salvedad, se puede contar que Percy Jackson y el mar de los monstruos es el segundo título de la serie iniciada con El ladrón del rayo, dirigida por Chris Columbus (autor de las dos primeras de Harry Potter). Entonces, el protagonista se descubría como hijo de una humana y de Poseidón, el dios del mar y las tormentas, según los antiguos griegos. En su condición de semidios, Percy era trasladado al campamento Mestizo donde sus semejantes se entrenan para la guerra; conoce a Annabeth Chase y a Grover, sus laderos incondicionales y comienza su serie de aventuras cuando es enviado a recuperar el Rayo de Zeus. En esta entrega, con nuevo director, Percy se enfrenta a la profecía según la cual un hijo de los dioses destruirá o salvará al Olimpo.
Un policial con base en dos enigmas Aunque fue dirigida por el catalán Patxi Amezcua, la película es más argentina que española, porque su historia se desarrolla en Buenos Aires, los actores son argentinos, con excepción de Belén Rueda, y el iluminador Lucio Bonelli también los es. Séptimo se inscribe en el subgénero del policial de enigma. En la jerga del cine se conoce como whodunit . Las preguntas que se formula es quién cometió el crimen y cómo. No se interroga sobre el por qué de la acción delictiva, algo que sí hace el cine policial "negro", donde el dinero suele dictar la moral de los personajes y el crimen es un espejo de la sociedad. El título alude al séptimo piso de un edificio, ocupado por Delia (Rueda) y sus hijos Luna y Luca, de siete y nueve años, respectivamente. Delia es española, hija de un letrado que reside en Madrid y desde hace algo más de un año está separada de Sebastián (Darín), también abogado y de cierto prestigio. Ambos se conocieron en Madrid y a pesar de la separación, mantienen una buena relación. Sebastián, inclusive, lleva diariamente a los hijos a la escuela y suelen practicar un juego que consiste en verificar quién llega primero a la planta baja: el padre utiliza el ascensor y los chicos descienden por la escalera. "Terminála con el jueguito ése de dejarlos bajar por la escalera", le dice Delia a Sebastián. No obstante, después que Delia se va a su trabajo, los tres repiten el juego. Pero cuando Sebastián llega a la planta baja advierte que los hijos aún no llegaron y tampoco llegarán nunca. Aquí queda planteado lo que se conoce como conflicto dramático. A medida que pasan los minutos, Sebastián es preso de la desesperación y la paranoia. Es decir, algo que le puede suceder a cualquier padre en circunstancias similares. Para colmo, en Tribunales lo esperan para una audiencia importante. El protagonista sospecha de todo el mundo y solicita apoyo al encargado del edificio y al comisario Rosales, que habita el cuarto piso y comienza a colaborar en la investigación, en especial desde el momento que Sebastián recibe el fatídico llamado telefónico. La película posee una impecable factura técnica, bien fotografiada y bien actuada, pero al espectador le queda una sensación de que algo le falta, de que es incompleta. El punto de partida es fuerte, pero poco creíble por la forma como está planteado. Sólo adquiere sentido hacia el final. Una debilidad similar se observa en la resolución del conflicto, fundamentalmente por cierta inconsistencia o fragilidad en las motivaciones del o los autores del secuestro. El director va deslizando algunos datos, que el espectador perspicaz puede relacionar con la historia para deducir por anticipado el desenlace (las películas de enigma permiten realizar esta operación). Aunque en este caso es pertinente hablar de un segundo final, que tampoco resulta convincente. Aun así, la película resulta agradable de ver. Hay dos elementos que obtienen relevancia. Uno es la "gran ciudad" que, por tradición, puede ser escenario de las más disímiles historias. Y el director procura que el espectador participe o viva esa experiencia. El otro "protagonista" clave es el teléfono celular, cuya utilización intensiva abrevia el tiempo, facilita los contactos y agiliza la narración.
Una relación en tres décadas de historia Meerapfel es hija de judíos alemanes que se radicaron en Argentina para escapar del nazismo. Nació en 1944 y en 1964 obtuvo una beca para estudiar en la Escuela Superior de Diseño de Ulm, Alemania, con Alexander Kluge, quien en aquellos años aglutinó a los integrantes del nuevo cine alemán. El amigo alemán presenta algunas similitudes con un guión escrito en 1975 por Osvaldo Bayer titulado Tiernas hojas de almendro , una historia de amor entre dos adolescentes de la colectividad alemana en Buenos Aires, durante la Segunda Guerra Mundial. Quien estuvo interesado en filmar ese relato fue Héctor Olivera, pero el proyecto fue prohibido en 1976 por el interventor militar en el Instituto de Cine y nunca se concretó. En El amigo alemán , la directora narra la relación entre Sulamit, hija de inmigrantes judíos alemanes que huyeron del Tercer Reich, y Friedrich, hijo de un ex miembro de las SS. Cabe acotar que la Argentina fue entre 1944 y 1955 uno de los principales refugios de criminales nazis. La historia de Sulamit y Friedrich comienza en 1954 en un pueblo del interior del país, cuando ambos concurrían a la misma escuela. Integraban la primera generación de hijos de inmigrantes alemanes nacidos en la Argentina, pero influidos por el pasado de sus padres. Concluido el secundario, Friedrich obtiene una beca para estudiar Ciencias Políticas en Frankfurt. Cree que con esa "fuga hacia adelante" podrá superar su conflicto de identidad, en cuanto siente que carga con una culpa que en realidad no es suya, sino de su padre. Poco tiempo después Sulamit gana una beca para cursar literatura, también en Frankfurt. Allí se produce el reencuentro de esas "almas gemelas", y desde ese momento, la directora observa su evolución hasta el año 1984. El relato es un prolongado flashback. Eso ocurre en el marco o con el telón de fondo de sucesivos hechos históricos, como el Mayo Francés, la influencia de la revolución cubana y los movimientos de liberación de los países del Tercer Mundo, la asunción de Allende en Chile, el golpe de estado en la Argentina de 1976 y la recuperación de la democracia en 1983. Esos vaivenes políticos tienen su correlato en la faz afectiva, en especial cuando Friedrich regresa a la Argentina para luchar contra el gobierno militar y Sulamit prefiere permanecer en Alemania. Meerapfel comentó que El amigo alemán trata sobre "la necesidad de tolerancia, de aprender a asumir la historia que llevamos a cuestas y no traumatizarse por ella". Y a través del relato va contrastando las diferencias de las realidades personales de los dos protagonistas, de sus entornos sociales y los movimientos políticos a los que adhieren a través de las tres décadas que abarca la historia. Pero acumula, sin profundizar, un exceso de datos históricos. Y como reza el refrán, el que mucha abarca, poco aprieta. Cuenta con la buena actuación de Celeste Cid y el aporte del alemán Max Riemelt (La ola ), quien no está a la misma altura.
Una pintura naturalista Es el segundo largometraje del chileno Sebastián Silva. El primero fue La vida me mata (2007), donde abordó el tema del suicidio desde distintas perspectivas. Silva nació en 1979 en Santiago y además de cineasta con formación universitaria, es compositor, cantante, pintor y diseñador. Con la colaboración para la escritura del guión de Pedro Peirano, en La nana se introduce en el universo de las empleadas domésticas y su relación con sus patrones, como antes lo hicieron, en nuestro país, Marcelo Mosenson en el documental Bajo el mismo techo (1996) y Jorge Gaggero en Cama adentro (2004). La filmación de La nana data de 2009, pero se estrenó en la Argentina recién este año. Silva se basó en sus propias experiencias e inclusive el rodaje lo realizó en la casa de sus padres, lo que proporciona a la película una particular pátina de verismo y verosimilitud. El director centró la atención sobre la figura de Raquel, interpretada de manera excelente por Catalina Saavedra. Es una mujer de cuarenta años, hosca e introvertida. Proviene del norte de Chile y trabaja desde hace veintitrés años en la casa de los Valdés, una familia de clase alta conformada por el matrimonio y cuatro hijos. El ámbito doméstico es el único que ella conoce y es el lugar donde se siente segura y protegida. Cuando comienza a padecer cefaleas y sufre una caída, Pilar --la dueña de casa-- contrata a una limeña para que la ayude. Pero Raquel siente la presencia de la nueva mucama como una amenaza a su mundo y su estabilidad laboral, y le hace la vida imposible, apelando a pinceladas de terror psicológico. Lo mismo ocurre con Sonia, una sargentona que apenas permanece una semana. Finalmente la convocada por Pilar es Lucy (Mariana Loyola), quien llega del campo, es extrovertida, alegre e hiperactiva, que logra penetrar la coraza de Raquel, remover su hosquedad y romper las rígidas estructuras impuestas por ella en lo que considera su territorio. Silva opta por una pintura naturalista, sin cuestionar las relaciones laborales de las sirvientas con sus patrones, quizás porque forma parte de ese ámbito donde todavía las empleadas son llamadas con la famosa campanilla, a pesar del trato cercano al afecto que les dispensan. Corresponde destacar las actuaciones de todos, inclusive de los adolescentes, el inteligente uso de la cámara, que recorre constantemente los espacios algo laberínticos del hogar de los Valdés, y la precisión narrativa que demuestra el director. Bazas que fueron reconocidas con más de veinte premios internacionales en festivales como Sundance, Huelva y La Habana, además de la nominación a los Globos de Oro de la Prensa de Hollywood como mejor película extranjera.
Una secuela innecesaria y de terror Es una secuela, innecesaria, de la versión estrenada en nuestro país en febrero de este año. Si la primera fue mediocre, ésta es decididamente mala y una de las peores películas del género en la historia. En este caso, una joven pareja se introduce en una casa y encuentra infinidad de videos, algunas pantallas y equipos de reproducción. Mientras el muchacho inspecciona la casa, la chica se dispone a ver algunos de los videos, elegidos al azar. El primero se titula "Phase I clinical trials" y trata sobre un hombre al que le implantan un "ojo robótico" y al regresar a su casa observa fantasmas que lo aterrorizan. El segundo, "A ride in the park", se desarrolla en un parque donde aparecen voraces zombies caníbales. En el tercero, titulado "Safe heaven", un grupo de reporteros ingresa en la residencia de una secta oriental y se convierten en testigos y/o protagonistas de una matanza feroz. El cuarto es "Slumber party alien abduction" y aquí algunos extraterrestres secuestran a jóvenes en un bosque, que será escenario de otra masacre. Este segmento es una basura. Los cuatro episodios, exponentes de la decadencia del cine y del género del terror en particular, llevan el título global de "Tape 49" y fueron dirigidos por otros tantos "cineastas" que, por lo visto, registran serios problemas mentales, además de una obsesión por convertir en espectáculo a la muerte, la sangre, las vísceras y las matanzas. Y todo expuesto sin filtro alguno. El esquema utilizado es el del falso documental, al estilo de la serie española Rec, la de Actividad paranormal y El proyecto Blair witch (1999), que fue un experimento pionero más mesurado, sustentado en horrores atávicos. En este caso, como en la primera versión, un personaje se siente atrapado con la visión de "materiales encontrados" (found footage), filmados a la manera de las películas snuff, que presuntamente reproducen asesinatos reales. Hay mucha cámara subjetiva, casi siempre tramposa, defectos visuales, una banda sonora ensordecedora y actuaciones que también son de una mediocridad total. Los rasgos dominantes de este filme colectivo son la perversidad, la obscenidad y la crueldad, que por definición es la voluntad de hacer el mal deliberadamente. "La sangre, según la afirmación de un filósofo, deleita una libido de miradas crueles". Cabe recordar aquí, aunque moleste, que cualquier espectáculo, bueno o malo, califica no sólo a quien lo realiza, sino también a quien lo observa.
Horror, milagro y transgresión Cada nueva película del francés Bruno Dumont genera elogios, premios en festivales, abucheos y polémicas. Ocurrió, por ejemplo, con La humanidad (1999), Twentynine Palms (2003), Flandres (2006), Entre la fe y la pasión (2009) y también con Fuera de Satán. Todas sus películas incluyen escenas de perturbadora crudeza, de impredecible violencia y sexo salvaje. También se lo acusa de crear películas vacías y pretenciosas y de enfatizar el carácter más bestial del ser humano, con la alevosa intención de "desconcertar a los burgueses". Es su peculiar manera de explorar la condición humana. Y suele tener expresiones igualmente desconcertantes. Por ejemplo, en uno de los festivales de Cannes afirmó que "la pelea entre dos hombres por una mujer es lo mismo que una lucha por un pedazo de tierra. Todo surge del deseo. No hay diferencia entre un triángulo amoroso y el conflicto entre Israel y Palestina". Fuera de Satán no escapa a ninguna de esas constantes. Trata sobre un vagabundo sin nombre que deambula por una aldea situada en el norte de Francia, cerca del Canal de la Mancha, y por los campos cercanos. Y oficia de justiciero, salvador, hacedor de supuestos milagros y erradicador del mal. Por temor o solidaridad, obtiene ayuda alimentaria de los vecinos. Este hombre, de mediana edad, suele rezar, aunque nunca se sabe por qué ni a quién van dirigidos sus ruegos. Lo acompaña una adolescente que lo adora, es maltratada por su padrastro y el protagonista decide poner fin a sus sufrimientos. La chica sufre de epilepsia, aunque la patología es utilizada por el director como metáfora de una sociedad enferma e ignorante. Dumont apela por igual a primeros planos de sus personajes y planos abiertos para captar el paisaje, que juega un rol protagónico en la película. Se ha querido ver en sus películas una preocupación mística a la manera del cine de Carl T. Dreyer y Robert Bresson. El Bien y el Mal, el horror y el milagro, la transgresión a las normas y su castigo, son variantes que rondan la historia de este filme. Sin embargo, la mirada que prevalece es la de una materialidad casi absoluta, pues los signos de la verdadera espiritualidad no tienen cabida en esta propuesta fílmica. La puesta en escena es fría y despojada de todo artificio audiovisual. Dumont apela a la luz natural y prescinde de la música, tanto la diegética como de la extradiegética. Los diálogos son escasos y la banda sonora se reduce básicamente a los ruidos ambientales. Por todo lo expuesto resulta fácil deducir que Fuera de Satán no es un filme agradable de ver. Tampoco convoca multitudes. El director utiliza las elipsis o tiende a escamotear información, para que sea el propio espectador el que establezca las relaciones de causa-efecto.
De rompebodas a novatos en el universo virtual Vince Vaughn y Owen Wilson, los famosos "rompebodas", son en este filme vendedores cuarentones que se quedan sin trabajo cuando quiebra la empresa que los tiene contratados. Su especialidad son los relojes, pero ya casi nadie de las nuevas generaciones -y no tan nuevas- los usa, porque están siendo suplantados por los celulares. Necesitados de sustento y forzados a reciclarse en el mundo laboral, deciden presentarse como becarios en Google, que tiene asentados sus reales en las afueras de San Francisco. La idea de este filme pertenece a Vince Vughn, también autor del guión junto a Jared Stern. Pero como Google es supuestamente "el futuro", el número de aspirantes supera ampliamente las vacantes y por lo tanto deben someterse a una "zaranda" bastante extenuante, integrar equipos de trabajo y presentar proyectos innovadores. Toda la película se sustenta sobre esas variables argumentales y los recursos que los dos "dinosaurios", según la calificación de su ex jefe, utilizan para ponerse al día, sobrevivir en un universo informatizado y competir con jóvenes universitarios mucho más preparados que ellos. Bill y Nick --estos son sus nombres-- poseen una labia apabullante, pero desconocen la jerga de Internet y por este motivo son ridiculizados por aspirantes ambiciosos, como es el caso del personaje interpretado por Max Minghella (hijo del malogrado cineasta británico Anthony Minghella), que conduce con mano férrea a uno de los equipos. Además de parodiar ese desfasaje generacional y sus secuelas, e invocar la necesidad de actualizarse para poder ingresar en la economía online o saber cómo potenciar la offline, la película incluye una publicidad explícita sobre las bondades de los servicios que ofrece Google. Inclusive el rodaje de algunas secuencias se realizó en las oficinas que la empresa posee en esa nueva "tierra prometida" que es Mountain Viev. Las restantes se recrearon en un edificio de Atlanta y algunos exteriores se filmaron en el Instituto Tecnológico de Giorgia. Pero no hay que perder de vista que Aprendices fuera de línea es una comedia "a lo Hollywood", que no pretende dramatizar las cuestiones sociales emergentes de la desocupación y propone, en cambio, un entretenimiento con escasa elaboración estética. La película tiene de positivo, a pesar de su elementalidad e irregularidad narrativa, que es dinámica, carece de golpes bajos y posee un mensaje que habla de las posibilidades que la vida ofrece a quienes se proponen, forzados o no, a reinventarse en el marco de las complejidades del mercado laboral. Otra baza sustantiva es la presencia de Vince Vaughn y Owen Wilson, que sostienen la mayor parte de la historia. Sus personajes participan de variadas actividades, intelectuales y deportivas, a veces al borde su capacidad física. Pero aquí demuestran que están en trance de consolidar un estilo propio de hacer comedia.