Teatro filmado de alto nivel Algunos críticos de teatro europeos hablan de un nuevo estilo de dramaturgia, iniciado en Francia en 2007 por Yasmine Reza con su obra Un dios salvaje (Le dieu du carnage ), que fue llevada al cine en 2011 por Roman Polanski. El nombre se inscribe en la misma línea estilística. La película recrea la pieza teatral Le prénom , de los franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, y ellos mismos la adaptaron para el cine, luego de un brillante éxito en un escenario parisino. Y la película tuvo en Francia una repercusión similar. Hay cinco personajes claves: Pierre (Berling), profesor en La Sorbona y un ídolo de sus alumnos; su mujer Elizabeth (Benguigui), maestra de escuela; Vincent (Bruel), hermano de Elizabeth, un agente de bienes raíces que nunca leyó un libro, aficionado al tenis e irresistible, hasta que el azar lo hizo tropezar con Anna (El Zein), copropietaria de un negocio de modas; y Claude (Tonquédec), soltero, músico, trombonista para más datos, y un "hombre feliz". Todos son amigos y se reúnen en el departamento de Pierre para compartir una cena con comida marroquí y celebrar el embarazo de Anna. En Un dios salvaje las discusiones de los dos matrimonios tuvieron su origen en un incidente escolar protagonizado por sus respectivos hijos. En este filme la controversia se instala por el nombre que Vincent pretende imponer a su hijo. Un nombre con resonancias políticas, que altera los ánimos y desata la furia, en especial del "progresista" y desaforado Pierre, para quien "la neutralidad no existe". Luego la temperatura en los diálogos se mantendrá caldeada hasta la última escena. Con el mismo vigor y la misma intolerancia, los cinco comensales discutirán sobre temas como el fascismo, la homosexualidad, el egoísmo, los prejuicios sociales e ideológicos y la relación determinista de ciertas palabras y nombres con la literatura y la historia. Lo que inicialmente promete ser una comedia de costumbres, deviene en drama, con renovados momentos de crispación cuando Claude revela un secreto que involucra a Françoise, la madre de Elizabeth y Vincent, interpretada por Françoise Fabian, la inolvidable protagonista de Mi noche con Maud (1969), de Eric Rohmer. Los directores reconocieron la construcción teatral de la película. Es teatro filmado, sí, pero de alto nivel, con diálogos chispeantes y siempre cargados de contenidos, además de excelentes actuaciones, a pesar de cierta tendencia al histrionismo, que sostienen el controlado caos propuesto por los autores. Cada actor tiene su oportunidad para lucirse y esos momentos adquieren una elevada tensión. A las bazas mencionadas debe añadirse la banda sonora creada por Jerôme Rebotier, que incluye los temas musicales Hello my darling, Troughts y Drive away.
Dudas y dolores con alas propias Es la ópera prima de la directora Milagros Mumenthaler, quien nació en 1977 en Buenos Aires, pero creció en Suiza debido al exilio de sus padres. Estudió en la Universidad del Cine y antes de acceder a su primer largometraje, premiado en los festivales de Mar del Plata y Locarno, realizó cuatro filmes de corta duración. La historia se desarrolla a comienzos del otoño en un único escenario: una casona antigua que nunca se conocerá completamente, como si guardara algunos secretos o misterios. Allí viven tres jóvenes hermanas: Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta, interpretada por Ailin Salas cuando apenas tenía dieciséis años. Un tiempo antes falleció súbitamente la abuela, una profesora universitaria que las crió. Los padres no aparecen y apenas se los menciona. Se puede presumir que son desaparecidos. El lugar les quedó grande y se percibe que el pasado pesa en la casa y sobre sus tres moradoras, cuyo devenir y cierta dejadez existencial es apenas alterada por la ocasional presencia de Francisco, un vecino enamorado de una de las hermanas. Marina cursa en la universidad y Sofía está iniciando los estudios superiores. Ella piensa que Marina es adoptada, porque es diferente. Lo comenta a Violeta y a Francisco y esto desata algunas rispideces y violencias. Recelos, envidias, la inesperada orfandad y los obstáculos para asumir la nueva realidad, van generando un clima de desasosiego, inclusive de una cierta irritación a flor de labios, que interfiere en la convivencia. Cuando una de las hermanas abandona la casa, se resquebraja la precaria estructura que habían organizado y las otras dos se verán obligadas a buscar la forma de superar su ostensible vulnerabilidad. En otras palabras, deben "abrir puertas y ventanas" para comenzar a volar con alas propias, sin la sobreprotección de la abuela. Y ese tránsito hacia una adultez algo forzada les acarreará dudas y dolores varios. El estilo narrativo impuesto por la directora a su lacónico retrato familiar recuerda el de Lucrecia Martel en La ciénaga. No explica la vida de sus protagonistas: ellas viven, son, y su manera de ser hace la historia. Sin apelar a simbolismos y sí a la capacidad para observar los detalles significantes, la directora propone el abordaje de dos temas claves: la convivencia entre hermanos, asumida casi como una fatalidad, y la reconocida dificultad para representar la ausencia. De las tres protagonistas, la que se destaca es María Canale, ganadora como mejor actriz en el Festival de Locarno de 2011, donde la película también obtuvo el premio ecuménico.
Filme con la saludable pretensión de entretener La comedia policial es un híbrido que toma algo de ambos géneros, pero en porciones dispares. Suele incluir aventuras, suspenso, humor y romance. Es lo que ocurre en este tercer filme de Ariel Winograd. Los anteriores fueron Cara de queso (2006) y Mi primera boda (2011). La historia nace en Buenos Aires y luego se traslada a la provincia de Mendoza, donde se desarrolla la mayor parte. Y finaliza en Florencia, Italia, con una secuencia que puede ser tanto un cierre como un anticipo o justificación de una eventual secuela. Es un acierto haber filmado en el interior del país. Entre las locaciones reconocibles se pueden mencionar el Parque General San Martín, la plaza San Martín, algunas bodegas del Valle de Uca y la Vía Blanca de las Reinas. Los escenarios cumplen una finalidad narrativa, la publicidad turística aparece por añadidura. La película trata sobre ladrones/timadores. Uno de ellos es Mariana Tarantini (Bertuccelli), alias Natalia, hija de Pascual (Alarcón), un viñatero que dice que va a morir cuando se le termine la última botella de vino. El otro ladrón es Sebastián (Hendler), quien trabaja con el apoyo de un hacker interpretado por Piroyanski, más alguna complicidad adicional. El hacker le impone a Sebastián el nombre clave de "Bond, Juan Bond". El primer objeto de la codicia de ambos ladrones es una máscara exhibida en un museo de Buenos Aires. Pero luego la acción se instala en Mendoza, donde el nuevo objetivo resulta una botella de vino malbec que habría pertenecido a Napoleón III y está guardada en la bóveda de un banco. Por estas variantes, el título de la película posee un doble sentido, porque tanto se refiere al "vino" como al verbo "ir". Además, la botella adquiere, en parte, la función de un McGuffin, ese recurso creado por Hitchcock para mantener la tensión narrativa, como ocurría en el ya emblemática Ronin, de John Frankenheimer. El más interesado en esa botella es un empresario llamado Basile, aunque cabe agregar que la película no tiene relación alguna con el fútbol. Este hombre se mueve protegido por dos matones. Por alguna razón, Sebastián debe apoderarse de la botella en el plazo de 72 horas. La historia se complica con la aparición de Karl Guntag, un alemán experto en vinos que llega a Mendoza contratado para realizar un relevamiento de las botellas depositadas en la bóveda del banco de marras. Este personaje es interpretado, de manera eficiente, por el escritor bahiense Luis Sagasti, quien, además, da a la perfección el fisic du rol. Vino para robar toma prestado algunas variantes de otros filmes de ladrones. Por caso de Hitchcock y Soderbergh. Pero en especial de El affaire de Thomas Crown (1999), en su segunda versión protagonizada por Pierce Brosnan y Renee Russo. De todos modos, la película posee suficientes atributos propios que la diferencian de cualquier modelo. El mérito es compartido por el guionista Adrián Garelik; el director, quien logra una fluida puesta en escena, salvo algunas caídas; del veterano fotógrafo Ricardo De Angelis y de todos los actores mencionados precedentemente. En suma, una película disfrutable, que no posee otra pretensión que la saludable de entretener.
Una historia de terror clásico El cineasta de origen malayo James Wan fue el iniciador de la sanguinolenta saga de El juego del miedo y en época más reciente realizó La noche del demonio (2010). Pero se puede decir que con El conjuro se redime de su fama de director de terror sádico. Además, este filme es muy superior a las mediocridades del mismo género que se conocieron en los últimos tiempos. Es, en cierta medida, una remake de Aquí vive el horror (The Amityville horror , 1978), de Stuart Rosenberg, ambientada en 1975. Pero Wan sitúa su historia en 1971 e incluye un prólogo donde se observa a tres chicas aterrorizadas por una muñeca que se mueve y produce estragos en sus personalidades. Estas jovencitas son asistidas por el matrimonio de Ed y Lorraine Warren. Ella es vidente y él, demonólogo, y los dos son expertos en fenómenos paranormales, que poseen un museo en su propia casa con objetos rescatados en sus numerosas intervenciones. Inmediatamente después el matrimonio integrado por Roger y Carolyn Perron y sus cinco hijas se instalan en una antigua casa con sótano en Long Island. En la película de Rosenberg, el marido afirmaba muy suelto de cuerpo que "no importa que aquí haya habido crímenes; las casas no tienen memoria". Pero parece que sí tienen memoria. En este caso se remonta hasta el siglo XIX. Roger no repite esa aseveración y la familia se siente feliz de ocupar esa casona con parque y granja. Pero apenas instalados, comienzan a ser acosados y atemorizados por fenómenos extraños: relojes que se detienen puntualmente a las 3.07, ruidos, pájaros que se estrellan contra las ventanas, retratos que caen al piso y moretones que aparecen en el cuerpo de Carolyn. En vista de esa realidad, Roger recurre a los Warren, quienes a su vez mantienen contacto con un sacerdote católico, especializado en exorcismos. Y allí comienza el segmento central de la historia, donde surgen cuestiones como la posesión demoníaca, las prácticas cristianas del bautismo y el exorcismo, que a su vez remiten a filmes como El exorcista (1974), de William Friedkin, y Poltergeist (1982), de Tobe Hooper. Cabe acotar que mientras para la Iglesia católica la posesión demoníaca es el control ejercido por un demonio sobre las acciones del cuerpo de un ser humano, la ciencia médica la califica de psicosis psicopática, trastornos de trance y trastornos de personalidad múltiple. Lo cierto es que el director organiza una historia de terror clásico, que posee una considerable calidad fílmica. Esto se percibe en la construcción psicológica de los personajes, el dominio de la tensión narrativa, la dirección de los actores y un inteligente empleo del falso documental, también conocido como "fake". Se le puede reprochar una banda sonora por momentos excesiva y una acumulación de situaciones espeluznantes que no dan tregua, y que en las últimas secuencias se tornan un tanto grotescas.
Las estrellas se reencuentran y parodian a Bond Es una entretenida comedia policial que se sustenta sobre la fórmula de reunir a una constelación de estrellas del cine para encandilar al espectador. Secuela de la cinta de 2010, el título es un acrónimo que en inglés quiere decir "Retirados pero extremadamente peligrosos". Está basada en una trilogía de historietas escritas por Warren Ellis y Cully Hammer, publicadas en DC Comics, que parodian a las películas de James Bond. Los protagonistas de esta historia son los ex agentes secretos Frank Moses, el paranoico Marwin Boggs, Victoria, que trabajó para el M16, y Sarah, la novia de Frank, siempre ansiosa por vivir aventuras peligrosas. Los restantes participaron de la Guerra Fría. A ese dream team se añaden un sabio loco inventor de armas de destrucción masiva; la seductora agente secreta rusa Katja; el romántico ex miembro de la KGB; y un karateca coreano catalogado como el asesino número uno del mundo. En la primera secuencia, Frank y Marwin se encuentran, por azar, en un shopping y éste le dice a aquél: "Hace meses que no matás a nadie". Frank está muy enamorado de Sarah y no quiere saber nada de nuevas aventuras. Pero una información aparecida en Internet sobre la participación de Frank en una operación fallida vuelve a movilizar a los cuatro personajes, que recorrerán miles de kilómetros para protagonizar las acciones más increíbles en New Jersey, París, Londres y Moscú. El objeto convocante es una super bomba de "mercurio rojo" conocida como "Sombra Nocturna", cuya ubicación se desconoce, que, activada, podría provocar la muerte de millones de personas. A los "líos", aventuras, comedia y romance que derivan del reencuentro de este grupo, subyace la idea de la soledad, de sentirse excluido por una cuestión etaria y por el hecho de estar retirado o jubilado. Lo cierto es que Willis, Malkovich, Mirren, Parker y Hopkins demuestran que además de dramas y personajes serios, también pueden interpretar --muy bien- a caricaturescos agentes secretos, envueltos en acciones alocadas, a veces algo confusas, para divertir a los espectadores, siempre con una mesurada pero eficaz ayuda de los efectos visuales.
Una sociedad con acentuadas diferencias Andrei Zvyagintsev es uno de los nuevos directores de Rusia y uno de los más aclamados por la crítica. Este es su tercer largometraje. Los previos fueron El regreso (2003) y El destierro (2007). Los tres son dramas familiares. Pero el director utiliza las historias para hablar de la realidad actual en Rusia, la del libre mercado, el consumismo y las mafias, también enquistadas en el poder. Una sociedad que vivió ochenta años bajo la ideología marxista, pero tras la caída del comunismo convirtió el dinero como su "nuevo ídolo", y donde las diferencias sociales no sólo se mantienen sino que parecen haberse acentuado. La protagonista es Elena. Está casada con Vladimir, un hombre de negocios ya mayor, jubilado y amante de la música clásica, que acumuló una fortuna. Es atendido por Elena, que se comparta más como mucama que como esposa. Ambos proceden de mundos sociales diferentes y se conocieron en un hospital, donde ella trabajaba de enfermera y él fue internado por una peritonitis. Vladimir tiene una hija de un matrimonio anterior, veinteañera, incrédula y desfachatada, llamada Katya, quien le dice al padre que ella "nunca fue la principal preocupación de su vida". Vladimir la califica de hedonista y Elena dice que es una irresponsable y descarriada. Elena, a su vez, tiene un hijo, también de un matrimonio anterior. Se llama Serguei, es un holgazán casado con Tanya y tiene dos hijos: uno es un bebé y el otro un adolescente, de nombre Sasha, a quien no le agrada estudiar. Para poder ingresar a la universidad y eludir el servicio militar, Sasha necesita dinero. Y esta cuestión deriva primero en drama y luego en tragedia. El origen del guión habría sido una experiencia familiar del coguionista Oleg Negin. El otro quiebre en la historia es un infarto de Vladimir mientras practica natación en un gimnasio cinco estrellas. Ambas situaciones son presagiadas, en la intención del director, por dos cuervos que aparecen en el inicio del relato. A través de esas variables narrativas y de un sinnúmero de gestos cotidianos, mostrados con vocación detallista, el director explora, más allá de las simples apariencias, las contradicciones de esa sociedad que se debate entre la occidentalización y la fidelidad a sus tradiciones. Algunos críticos europeos han querido ver este filme como una versión moderna del clásico de Eisenstein, Lo viejo y lo nuevo (1929), también conocido como La línea general. La película fue premiada en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes de 2001. También debe destacarse la excelente actuación de Nadezhda Markina en el complejo personaje de Elena.
Otro excelente negocio inspirado en el cómic El origen de la historieta X-Men se remonta a 1963 y su primera versión cinematográfica fue realizada en 1999 por Bryan Singer. Después de algunas secuelas y telefilmes, en 2007 se conoció X-Men orígenes: Wolverine , de Gavid Hoods, que hurgaba en los antecedentes del superhéroe. Basada en el comic A Ronin's story (1982), de Chris Claremont y Frank Miller, Wolverine: inmortal es, en cierta medida, una secuela de esa versión de Hoods. En el prólogo se observa a Logan, alias Wolverine, el mutante con garras metálicas retráctiles, como prisionero de los japoneses hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, justo el día en que los norteamericanos arrojan la bomba atómica sobre Nagasaki. ¿Por qué está allí? No se sabe. Lo cierto es que Logan, por ser inmortal, se salva de la onda expansiva del fatídico hongo nuclear y también logra rescatar con vida al joven oficial Yashida, uno de sus captores. Setenta años después y en trance de morir, Yashida reclama la presencia de Logan, que se ha convertido en un vagabundo de los bosques. El japonés devino en un empresario muy rico y dice querer despedirse de él y retribuirle aquel gesto salvador. Logan es buscado y llevado a Tokio por Yukio, una joven poco agraciada en lo físico, pero excelente karateca, que ha sido adoptada por Yashida, cuya nieta Mariko será declarada, tras la muerte del abuelo, como única heredera de su fabuloso emporio económico. Yashida le solicita al inocente Logan que proteja a Mariko y esto será la señal para que se desaten las acciones más furibundas, que lo tendrán como protagonista, pero ferozmente asediado por una multitud de ninjas, yakusas y gangsters políticos y empresarios. Luego se sabrá que el pedido de Yashida esconde un secreto. En ese maremágnum de persecuciones, tiros, flechazos, peleas coreografiadas y efectos visuales, Logan asoma como un ronin extraviado. Es decir, un samurái sin maestro. Inmerso en ese trajín, Logan también debe enfrentar a la principal villana de la historia, una mutante rubia, esbelta y bella identificada como Viper o Madame Hydra, que es capaz de aniquilar a sus adversarios con un simple soplo o un beso en la boca. La historia incluye una variante metafísica: la cuestión de la inmortalidad de Logan. En otras palabras, que pierda la invulnerabilidad y su poder de autocuración y que pueda morir. Algo parecido le pasaba a Christopher Lambert en la saga de Highlander . La diferencia que éste estaba cansado de vivir, mientras que a Logan le puede suceder por algún maleficio. Pero a no temer, porque no va a ocurrir en forma inmediata. Los productores sabrán poco de cine, pero no son imbéciles en materia de negocios y no van a matar a la gallina de los huevos de oro. Es más, el director incluye al final imágenes de lo que será la secuela de Wolverine: inmortal. Como suele ocurrir en esta clase de filmes, las actuaciones pierden importancia, pues están absolutamente en función de la acción y los efectos visuales, que en este caso, como en todas las últimas superproducciones de Hollywood, son los verdaderos protagonistas de las historias. Mangold maneja con soltura los recursos que los productores pusieron a su servicio y logra combinar, de forma aún más eficaz que Hoods, las aventuras con acciones hiperrealistas que, aun sabiendo que son virtuales, no pierden su cualidad de ultraviolentas.
Un hombre y una mujer, según pasan los años Tercera parte de, hasta ahora, una trilogía que inicialmente no se había previsto como tal, sobre los mismos personajes y con los mismos actores. Una curiosidad en la historia del cine. La primera, titulada Antes del amanecer , se desarrolló en Viena, después de que el norteamericano Jesse y la francesa Celine se conocieran en un tren y decidieran compartir una tarde y una noche conversando sobre los más variados temas. Ese relato concluyó con la promesa de reencontrarse exactamente seis meses después, lo que nunca ocurrió. El reencuentro recién se produjo nueve años después en París cuando Jesse presenta su primera novela, que evoca aquella experiencia en Viena. Salvo un breve flashback, esta segunda historia, titulada Antes del atardecer , se filmó en tiempo real, pero el final quedó abierto y se conoce en esta tercera parte, ambientada en el Peloponeso, Grecia, nueve años después. Ahora los personajes rondan los cuarenta años. Jesse ha publicado otras dos novelas y está escribiendo una cuarta. En cierta medida profesionalizó su condición de escritor, mientras ella continúa inmersa en sus preocupaciones ecologistas. Ambos decidieron compartir seis semanas de vacaciones en esa región de Grecia con Henry, el hijo adolescente de Jesse, y dos niñas de siete años. El relato los encuentra hacia el final de ese veraneo. La despedida de Henry en el aeropuerto opera de detonador de interminables reflexiones sobre el amor, la familia, el trabajo, la libertad, la realización personal, la pérdida de la inocencia y la necesidad de crecer y madurar intelectual y emocionalmente. Son diálogos que en muchos momentos duelen, pero que se caracterizan por su lucidez y su apertura, porque los personajes hablan sin eufemismos. En las confrontaciones dejan entrever que la felicidad no es un regalo que cae del cielo, sino una ardua construcción cotidiana, y en convivencia con la realidad de la vida. Diálogos cargados de ansiedad y de frustración, pero también de amor. O si se quiere, de una necesidad íntima, insoslayable de amar. Por todas estas razones y otras que deberá descubrir el espectador, Antes de la medianoche es más descarnada y más amarga que las anteriores. La historia remite a filmes memorables de Antonioni (La aventura, La noche, El eclipse ), al Truffaut de la saga de Antoine Doinel y a Copia certificada , la última de Kiarostami, aunque sin alcanzar el mismo nivel de calidad. El espectador que vio las versiones previas, podrá observar la evolución o involución de los personajes en todos sus aspectos: físicos, intelectuales, morales y emocionales. Pero también le incumbe otra tarea: verificar y evaluar su propia evolución o involución, en relación con los personajes y su experiencia de vida. El paso del tiempo es uno de los temas centrales de este filme. En esta oportunidad, el guión fue coescrito por el director con sus intérpretes Ethan Hawke y Julie Delpy, de excelente actuación. Y al parecer los tres comparten inquietudes similares, que incluye el temor por la muerte del romanticismo, según pasan los años. La principal objeción es, nuevamente, la verborragia de los protagonistas. Es cierto, como se dijo, que sus diálogos son reveladores, pero resultan un tanto enfadosos y, por su abrumadora abundancia, difíciles de recordar. En el uso de este recurso estilístico, Linklater supera ampliamente a las películas más conversadas de Woody Allen.
Una gran propuesta que incluye reivindicaciones El héroe enmascarado conocido como Llanero Solitario, es un personaje ya clásico de la cultura norteamericana, nacido en los seriales radiofónicos allá por el año 1933. En la década de 1950 se filmó una serie televisiva, cuya exhibición se repitió en años sucesivos por el interés que fue despertando en cada nueva generación. También hubo una versión para el cine dirigida por Lesly Selander, con la actuación de Clayton Moore y Jay Silverheels. La historia de esta primera entrega de una nueva saga puesta en escena por el poderoso productor Jerry Bruckheimer con la complicidad creativa del director Gore Verbinski y el actor Johnny Depp (los mismos de Piratas del Caribe ), comienza en 1933 en San Francisco. Allí un niño vestido de sheriff y con antifaz ingresa en una carpa instalada en una feria de diversiones y se detiene frente a "El noble salvaje",: el legendario Toro, quien ya anciano le cuenta cómo conoció a John Reid, alias El Llanero Solitario, y las aventuras que compartieron juntos en el Lejano Oeste. Toro lo apoda "Komesabe" y "Espíritu Errante". Luego el relato retrocede hasta 1869, en Colby, Texas, en momentos en que la construcción del ferrocarril adquiere una relevancia absoluta para extender la frontera hacia el Oeste, lo que se constituyó en uno de "los mitos fundadores de la nación americana". En su trajinado itinerario, Reid y Toro se enfrentarán con el forajido Butch Cavendish y el ambicioso y corrupto empresario del ferrocarril Lathan Cole. Reid también se reencontrará con la esposa de su hermano y al hijo de ambos. Como ha sido habitual en el western, cuyo espacio natural es la frontera y su permanente movilidad, la mujer es el símbolo de la estabilidad, que se contrapone al caballo, que para el héroe significa la soledad, la aventura y la libertad. Por eso le cuesta adquirir "raíces". Por tratarse de la primera película de esta nueva saga, el director se detiene a explicar el origen de la famosa "bala de plata", la procedencia del no menos famoso caballo Silver y el motivo que impulsó a Reid a usar la máscara. Pero aclarados los tantos, da rienda suelta a la aventura. Y en ese devenir caben peligros a granel, tiros, persecuciones, emboscadas, ejecuciones, descarrilamientos de trenes, expresiones de humor absurdo, grandes actuaciones (por caso, de Depp, Hammer y Wilkinson) y homenajes a dos gigantes del cine: John Ford y Buster Keaton. La película es una extraña mezcla de cine de acción, de farsa y de western, que revaloriza los espacios abiertos, que fueron en otros tiempos el territorio de las aventuras fordianas, y también reivindica de manera explícita a los indios. Con el pájaro que lleva en su cabeza y la máscara pintarrajeada en su rostro, el personaje interpretado por Johnny Depp se atreve a expresar opiniones que un indígena auténtico no podría manifestar, lo que fue reconocido por el propio actor. La película incluye numerosas variantes argumentales, algunas caídas en el ritmo narrativo, y dos secuencias de antología: una al comienzo y otra al final de la película, y todo magnificado por una excelente exhibición digital. En suma, un gran espectáculo fílmico, que se puede disfrutar cuando se sabe lo que se va a ver y se acepta la propuesta.
Comedia de excesos y humor negrísimo "Dejé que su cara conociera mi puño". La frase es de Jim Thompson y fue extraída de su novela Libertad condicional. Aparece en el inicio de este filme y se justifica porque el protagonista es un ex boxeador. El director de este proyecto es Nicanor Loreti, quien nació en Buenos Aires en 1978, estudió en la década de 1990 en la Universidad del Cine y ejerció el periodismo en revistas especializadas en cine de género (terror, fantástico y afines). Por caso, en "La Cosa", creada por el periodista y productor Axel Kutchevasky. La "segunda escuela" de Loreti fue el videoclub bizarro Mondo Macabro y el Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Estos datos sirven para caracterizar las inquietudes intelectuales y cinematográficas de Loreti y de Diablo , su salvaje ópera prima de ficción, porque previamente dirigió algunos documentales. También es autor de los libros Cult people y Cult people 2. El protagonista es Marcos Wainsberg (bien interpretado por Juan Palomino), apodado "El Inca del Sinaí" porque nació en Perú y es de ascendencia judía. Se retiró del boxeo, traumatizado por la muerte de un rival sobre el cuadrilátero. El mismo día que su ex novia lo llama para proponerle un reencuentro, Marcos recibe la visita de su primo Hugo (Boris), un delincuente de poca monta y "oveja negra de la familia", que parece buscar refugio en su casa. Y con él llegarán los problemas. Los primeros en arribar son dos matones que lo identifican como "peruano, peronista, judío y maricón". Y desde ese momento la historia estará dominada por la violencia, los golpes, los tiros y las torturas, lo que derivará en una verdadera carnicería humana. Nadie de los numerosos visitantes que llegan a la casa de Marcos dice la verdad, porque el que lo hace muere, como suele ocurrir en el cine policial negro. Las influencias cinéfilas más notorias que Loreti incorporó a su filme provienen del inglés Guy Ritchie ( Juegos, trampas y dos armas humeantes), Quentin Tarantino (Perros de la calle) y Robert Rodríguez ( Machete). Diablo es una comedia de excesos y humor negrísimo, inverosímil, delirante, absurda y sangrienta, para consumo de los fans del cine de horror, el mismo que inquieta y motiva a su director. Un filme técnicamente aceptable, pero para estómagos fuertes y por ende de difícil inclusión en el circuito comercial. La diferencia con relación a otras propuestas similares es que se trata de una producción sin aportes oficiales. Un exponente del denominado Cine Independiente Fantástico Argentino (CIFA) y que puede encajar muy bien en el ya mencionado Festival Buenos Aires Rojo Sangre.