Cacería implacable

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Muy buen policial de origen noruego

Por su origen, Cacería implacable es una rareza en los cines de Bahía Blanca, aunque es probable que dentro de dos años veamos la versión norteamericana, como ocurrió con Insomnia (1997), de Eric Skoldjaerg, que derivó en Noches blancas (2001), de Christopher Nolan.
Al igual que el filme de Skoldjaerg, Cacería implacable también es un policial, pero recorrido por un autoconsciente humor negro, además de una cierta adhesión al lema "todos pierden, nadie gana", que regía el cine policial de los años setenta.
La historia se desarrolla en Oslo y el protagonista es Roger Brown, un "cazador de talentos" para empresas importantes de esa ciudad. Su función es descubrir, entrevistar y seleccionar ejecutivos capaces.
En la apertura del relato, Roger oficia de narrador. Se reconoce inteligente, exitoso, inclusive con las mujeres, que ha logrado todo lo que deseaba a pesar de su escasa estatura, lo que inicialmente le había acarreado cierto complejo de inferioridad.
Está casado con Diana, propietaria de una galería de arte y ambos llevan una vida ostentosa. Para mantener ese statu quo, periódicamente se convierte en ladrón de guante blanco. Con la complicidad de un experto en desactivar alarmas, sustrae obras de arte, que vende en otros países.
Esa rutina se quiebra con la aparición de Clas Greve, un ejecutivo danés que llega a Oslo para hacerse cargo --dice-- de una mansión que heredó de su abuela. Pretende radicarse en esta ciudad y para ello necesita de los servicios de Roger.
Con una intencionalidad que se descubrirá oportunamente, Greve comenta que en la casa de su abuela hay una pintura original de Rubens valuada en cien millones de dólares. El dato conmueve a Roger, pues estima que puede ser la solución de todos sus problemas económicos.
Lo que Roger no sabe es que Greve es un especialista en sistemas de comunicación y en otra época fue un mercenario, con actuación en varios países del Tercer Mundo, incluido Bolivia.
A partir de su decisión de adueñarse de la pintura de marras, Roger vivirá las más insólitas aventuras, siempre en tren de víctima o fugitivo, que lo llevará en algún momento a sumergirse en lo que es en la vida real. Quien haya visto la película entenderá los alcances de esta apreciación.
En esa travesía, aflorarán la violencia, el suspenso, algunos muertos y, ocasionalmente, el gore, además de traiciones, infidelidades y ambiciones desmedidas. Finalmente el espectador descubrirá que detrás de ese trajín macabro hay bastante más que una obra de arte.
El estilo narrativo varía entre el cine de acción y el policial negro. Sorprende la solidez del guión, basado en la novela de Jo Nesbo, quien también participó en la adaptación.
También corresponde destacar las actuaciones, en especial de Aksel Hennie, quien pasa por los mayores descalabros con un espíritu que, a pesar de su detestable catadura moral, logra generar una cierta empatía.