Operación Skyfall

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

La asombrosa capacidad de reinvención de la saga

Es la película número 23 de James Bond, la saga de mayor permanencia en la historia del cine. Fue lanzada para conmemorar el cincuenta aniversario del inicio de la serie y de la primera aparición del famoso 007, el espía con licencia para matar.
Comenzó en 1962, en plena Guerra Fría, con El satánico Dr. No , interpretado por Sean Connery. Desde entonces, con cada cambio de actor, el personaje también asumió características particulares. Daniel Craig lo encarna desde Casino Royal, en 2006.
En ese filme y también en Skyfall , Craig aporta una renovación de los hábitos de Bond. Es un poco menos mito y está algo más cerca de la realidad. Además, ya no posee la sofisticación de otros tiempos y, en cambio, aparece más dispuesto a "ensuciarse" en el cumplimiento de sus misiones.
Bebe cerveza y no sólo martinis e inclusive su expediente registra una leyenda que alude a "un rechazo patológico a la autoridad, originado en un trauma infantil".
Además de su sentido literal, ("caído del cielo"), el título posee un componente emocional que se revela hacia el final de la película. En este caso, los escenarios elegidos para ambientar la historia son Londres, Estambul, Macao, Shanghai y Escocia.
El villano de turno es Raoul Silva, también conocido como Tiago Rodríguez, interpretado por el español Javier Bardem. Aparece a la hora de iniciado el relato, y aunque un poco afeminado, es sádico y un "malo" de verdad, algo que Bardem sabe hacer bien.
Hay un prólogo que se desarrolla antes de los créditos: una secuencia espectacular, con una frenética persecución de Bond a un delincuente, ambos montados en motos, sobre los tejados del Gran Bazar de Estambul. Lo que sigue no mantiene el mismo ritmo, pero lo retoma en la última media hora, que es francamente dantesca.
Alguien logró introducirse en el sistema del M16 y robó una lista de agentes de esa central de inteligencia británica infiltrados en organizaciones terroristas que, si toma estado público, podría acarrear consecuencias funestas.
La tarea asignada a Bond es identificar al "ladrón" y evitar la difusión de esa lista. Y otra preocupación suya es proteger a M, a quien el filme le concede un mayor protagonismo, por razones que el espectador descubrirá en la penúltima secuencia.
M, nuevamente interpretada por Judi Dench con 77 años a cuestas, sostiene que ahora los enemigos no son naciones, sino personajes que se desenvuelven en las sombras.
En este filme reaparece el famoso Aston Martin, el automóvil blindado y pertrechado con ametralladoras retráctiles, preparado por Q, el habitual proveedor de Bond de gadgets y armas, que en esta ocasión posee la figura del veinteañero Ben Whishaw.
Entre los personajes nuevos se destacan Gareth Mallory (Fiennes), el presidente del Comité de Inteligencia; y Kincade, el cuidador de la mansión que perteneció a los padres de James Bond, interpretado por un barbado e irreconocible Albert Finney.
Una inclusión poco afortunada es la de la morocha Naomi Harris como Eve, la nueva "chica Bond", quien cumple una tarea opaca y casi siempre al borde de la tragedia.
La saga de James Bond fue desde sus inicios sinónimo de acción y aventuras, y Operación Skyfall no desmerece esa constante narrativa.
Con algunos altibajos, un poco más dialogada, pero con una acertada dirección del británico Sam Mendes ( Belleza americana, Camino a la perdición), Operación Skyfall es también una demostración de la asombrosa capacidad de reinvención de la saga y de su protagonista.