Sólo un momento La observación de ciertos rituales y comportamientos humanos resulta ser la mayor virtud del documental de Karin Idelson, cuyo nexo conductor surge a partir de una serie de baladas de amor. A partir registro de diferentes rituales humanos, Canción de amor (2011) se construye de una manera fragmentada en donde pareciera no existir la cohesión y la lógica. Aunque está no se manifieste de manera directa si existirá, y será a través de las canciones que suenan en un segundo plano sonoro en donde la novel directora encuentra las verdaderas historias que le darán vida al documental. La música o las canciones de amor a las que hace refeencia el título sirven como leit motiv para adentrarnos en un instante de la vida de los protagonistas. Sólo ese instante servirá para conocer las características de cada uno de los involucrados en las micro historias que Idelson filma de una manera casi voyeur, pero que contrariamente a lo que puede parecer no resulta invasivo de la privacidad. En otro contexto cada uno de los fragmentos podría llegar a resultar caricaturesco, risueño y hasta burlón pero en Canción de amor causa el efecto contrario, resultando ser casi un estudio antropológico del ser humano a partir de la música. El documental se puede analizar desde dos aristas diferentes. La música como acompañante de las actividades del hombre y la música como forma de trabajo. Profesión y placer no tienen porque ir disociadas y eso es lo que Canción de amor trata de dejar bien en claro, aunque desde una lectura mucho más profunda de la simpleza visual. Las narrativas documentales cada vez adquieren un mayor protagonismo debido a las más diversas formas que los cineastas eligen para llevar adelante una historia. Dicha historia termina por convertirse en la visión particular sobre un hecho, que depende de los ojos con los que se la mire puede resultar tan simple o compleja como una bella canción de amor.
Fórmula (1) reinventada Decir que Pixar es hoy en día el estudio de animación por excelencia resultaría casi un cliché o una obviedad. Esa superioridad no sólo es un logro en lo que a animación se refiere sino que resulta de la combinación perfecta entre técnica y marketing. Cars 2 (2011) es el más claro ejemplo del planteo realizado. En el año 2006 se estrenaba Cars (John Lasseter y Joe Ranft), película de animación centrada en las aventuras automovilísticas del Rayo McQueen y su fiel amigo Mater –un auto de carreras y la grúa que lo traslada cuando surge algún problema mecánico-. Cinco años más tarde John Lasseter (Toy Story, 1995) junto a Brad Lewis reflotan la historia pero ya no focalizada en el ámbito deportivo, sino que es llevada hacia el lado de la acción. Como ocurrió en Rápidos y furiosos 5: Sin control (Fast Five, 2011), las carreras automovilísticas serán sólo el eje de un conflicto que tomará hacia otros carriles. La animación en Cars 2 es un elemento incuestionable, Pixar es el número uno del mundo y todo hace suponer que el reinado no corre ningún tipo de peligro. Pero como se dijo en un principio no sólo la animación es el plato fuerte del estudio, ya que el estreno de Cars 2 viene precedido de una fuerte campaña de marketing e instalación de la marca que data desde hace algunos años atrás. El público al que va dirigido el film es de renovación constante y concebir una secuela seis años más tarde significa que aquellos que disfrutaron de la primera parte hoy ya están crecidos y que el consumidor será un público virgen. Para que eso suceda Pixar estuvo durante años promocionando Cars. El resultado fue el esperado y antes de que el estreno llegue a las carteleras de todo el mundo, la marca contaba con más seguidores que su antecesora. Según estudios realizados la facturación que el estudio tendrá por la venta del merchandising será superior a la recaudación total de la película. Desde la historia en sí misma, Cars 2 no propone nada nuevo. Los tópicos en los que se centra son aquellos que desde siempre vienen caracterizando las historias infantiles. Personajes buenos, personajes malvados y la eterna lucha del bien y del mal. A la amistad y lealtad se le suma un tema actual como lo es la ecología. Todos estos ejes se estructuran en forma de road movie en donde Mater, confundido con un agente secreto, y el Rayo McQueen viajarán por todo el mundo, al mejor estilo Jason Bourne, y así resolver un caso de corrupción que involucra a poderosas corporaciones petroleras. John Lasseter y Brad Lewis proponen una historia con vetas más interesantes que aquella que dio origen a una saga que parece va a durar algunos años más. No sólo destinada al público infantil, sino como sucediera con Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010), con muchos guiños hacia los adultos y una trama que, articulada de tal forma, mantendrá expectantes tanto a unos como a otros. Y este es otro mérito de Pixar, combinar en la medida justa los ingredientes necesarios para que niños y adultos puedan disfrutar al unísono un mismo entretenimiento. Como complemente de Cars 2 se proyecta Vacaciones en Hawái (Hawaiian Vacation, 2011), cortometraje de Gary Rydstrom que reúne a los personajes de Toy Story 3 con los ya indiscutibles protagónicos de Barbie y Ken.
Círculo cerrado Una película inconclusa que Roberto Cuervo realizó sobre el escritor argentino Haroldo Conti da origen a El retrato postergado (2009) en la que Andrés Cuervo –hijo del realizador- rearma la historia para así cerrar un círculo inconcluso. Tiempo antes de que Haroldo Conti fuera desaparecido por la última dictadura militar argentina, Roberto Cuervo había comenzado la filmación de un documental sobre su persona. Conti desaparece y Cuervo muere trágicamente meses más tarde en un accidente ferroviario. El material permanece guardado durante años hasta que Andrés Cuervo encuentra la forma para que la película imaginada por su padre vea la luz. Así nace El retrato postergado, un documental que no solo reconstruye la vida de Haroldo Conti sino que cierra una historia que parecía no tener final. El retrato postergado se articula desde dos procesos narrativos situados en el presente y el pasado. Desde el presente el realizador utiliza la primera persona, involucrándose en la historia, para narrar los hechos que dan origen al film de su autoría. En el pasado es la película inconclusa de Roberto Cuervo la que se vuelve protagonista. Así el film narra los hechos que dieron origen tanto a una como a otra de manera simultánea. Ya que una es el origen de otra y viceversa. Sin la conjugación de ambas ninguna hubiera sido posible. Andrés Cuervo ofrece un documental en el que intenta recuperarse el recuerdo en un ejercicio de pos memoria. La pos memoria es el acto de recordar de quienes no participaron en los hechos sino que recuperan recuerdos de otros, sí involucrados. En esta tarea, El retrato postergado se desalinea de otros documentales en los que hijos de militantes se asumen, a su vez, como militantes de su reivindicación. Y por otro reseña cómo se pone en búsqueda esta memoria, cómo se define el lugar vacío y cómo se llega a saber que ese es un espacio que no se puede llenar. Desde una posición distinta, con recursos que remiten al Found Footage -realización de películas a partir de material preexistente-, y una serie de elementos cinematográficos pocas veces utilizados en el documental, El retrato postergado pone fin a una historia casi 40 años que por suerte pudo tener un final.
Retratos de provincia Tras su debut con La risa (2009) Iván Fund codirigió la premiada Los labios (2010) junto a Santiago Loza, su tercera película –segunda en soledad- mantiene la línea estética y narrativa que ya forman parte de la escasa pero jugosa filmografía del autor. Hoy no tuve miedo (2011) conforma un díptico episódico de relatos aislados entre sí pero que en algún punto se conectan. Filmado en la provincia argentina de Entre Ríos, Fund toma una cámara y retrata el universo pueblerino de una manera cuasi documental. Historias simples, rutinarias, no hay nada de otro mundo en lo que se muestra, simplemente la vida que transcurre como por casualidad. Mientras que en el primer capítulo la cámara se dedica a observar y retratar en la segunda pasa a formar parte de la historia ante una presencia visible del equipo. El joven realizador filma con cámara en mano logrando visualmente un trabajo sucio y desprolijo, pero en el buen sentido, que dotándolo de un realismo que por momentos suena a mágico. La utilización de primeros planos, desencuadres, fueras de foco o los planos dentro de un auto, han creado un estilo que hace que uno no pueda identificarlos directamente con el cine de Fund y que lo separan años luz de otros directores más convencionales. Sin duda la sociedad autoral que mantiene con Loza habla de la pretensión de un cine diferente, ausente de narrativas y que rompa los límites entre ficción y verdad. Cinematográficamente hay un logro muy superior en la concesión de la primera parte. Tanto desde lo visual como en lo que propone. El opus uno roza la excelencia, hasta nos atreveríamos a decir que independientemente su recepción sería distinta. La parte dos –tal vez por el exceso de tiempo- hace que se desdibuje y se vuelva un tanto reiterativo. Más allá de esta apreciación, netamente personal, Hoy no tuve miedo muestra el notable crecimiento de un cineasta que con apenas 26 años ha logrado imponerse con una filmografía personal que ya es marca registrada dentro del cine argentino.
¡Cuidado con papá! Con una estructura que remite a Cassavetes, Daddy Longlegs (Go Get Some Rosemary, 2009) sigue durante dos semanas el periplo de un padre inconsciente a cargo de sus dos pequeños hijos. El resultado: un retrato tan irónico como desgarrador. Lenny (Ronald Bronstein) es un treintañero separado de su esposa padre de dos hijos que debe hacerse cargo de ellos durante dos semanas al año. La inmadurez del progenitor saldrá a la luz cuando ante una seguidilla de actitudes desconcertantes sean los propios niños quienes teman por su integridad física y psicológica y deban hacerse cargo de la caótica situación. Mención aparte merece el trabajo de los hijos, interpretados por Sage y Frey Ronaldo (también hermanos en la vida real). Los hermanos Joshua y Ben Safdie son los encargados de dirigir esta típica película indie norteamericana de carácter observacional. Durante poco más de hora y media siguen con una cámara en mano las insólitas actitudes de un personaje que bien podría ser el eje de un film de Adam Sandler o Jim Carrey: Son como niños (Grown Ups, 2010) sería el reverso. Pero que en este caso funciona de manera adversa. Desde la construcción cinematográfica, Daddy Longlegs utiliza algunos elementos del Dogma 95, como la cámara en mano, la imagen granulada, la luz natural y una banda musical que proviene sólo de sonidos diegéticos, exceptuando el lírico final. Las escenas, de una enorme sencillez, crean una sensación atemporal que permite ubicarlas en cualquier época, menos en el presente. Los Safdie presentan una historia edificada sobre el más absoluto de los minimalismos acerca de un hombre autodestructivo y dos niños obligados a madurar antes de su tiempo para así evitar un mundo propio menos peor. Una propuesta diferente.
El tiempo no para Sí en La luna (Moon, 2008) Duncan Jones ponía en conflicto el tema de la clonación humana en 8 minutos antes de morir (Source Code, 2011) toma elementos de su ópera prima para volver hablar sobre biotecnología e impacto social. Colter Stevens (Jake Gyllenhall), un capitán del ejército de los EE.UU despierta en un tren desconociendo las razones de cómo terminó en ese lugar. Minutos más tardes una bomba volará la formación y repentinamente despertará en una unidad de aislamiento tecnológico. Colter deberá regresar mentalmente al tren cada vez que sea necesario para descubrir en un término de ocho minutos quien fue el verdadero culpable del atentado y así evitar otros desastres terroristas. El debut cinematográfico del hijo de David Bowie resultó ser uno de los más atractivos dentro de la camada de nuevos directores ante la forma de mantener tensión dramática poniendo en escena un solo personaje, Rodrigo Cortés lo hizo más tarde con Enterrado (Buried, 2010). A partir de un argumento que recurría a la ciencia ficción creó un debate sobre la manipulación biotecnológica. En su segunda película reconfirma no sólo su talento para concebir una obra mezclando los más variados géneros cinematográficos - thriller, ciencia ficción, drama romántico, acción- sino también su interés personal por el tema. En este caso Jones ya no pone en escena a sólo un personaje aunque, en cierta forma, sí se encontrará a su merced frente al peligro. El capitán Stevens estará rodeado de personajes pero que en el fondo funcionaran como objetos y que presentes o ausentes no modificaran el relato. Otra similitud entre ambas obras puede encontrarse en el personaje manipulador. Mientras en La luna era llevado a la perfección por Kevin Spacey en 8 minutos antes de morir el rol será asumido por Vera Farmiga (Amor sin escalas, 2009), encargada de llevarlo al pasado o devolverlo al presente con el sólo fin de, según sus propias palabras, ser una ayuda para la humanidad sin importar razones personales. Mientras en La luna había una construcción minimalista del espacio, todo pasaba más por los diálogos que por la acción, en 8 minutos… ambos elementos se conjugan a la perfección y ya no habrá únicamente palabras sino escenas de alto impacto visual, que además de entretener servirán para reflexionar sobre una realidad que bien podría estar ocurriendo en el presente, a pesar de que para muchos sea nada más que ciencia ficción. Duncan Jones incursiona en el cine hollywoodense con una historia para nada alejada de lo que la industria pretende pero sin traicionarse a sí mismo. Un brillante thriller futurista que habla del presente y sus consecuencias sobre cada uno de nosotros de manera individual y como sociedad.
El amor y el espanto Lo que sucede en una joven pareja luego de la muerte su único hijo es el desencadenante de la nueva realización de John Cameron Mitchell, El laberinto (Rabbit Hole, 2010). Al igual que lo hiciera en sus películas anteriores, el director se corre de todo lo previsible para mostrar el otro lado del dolor y el amor. El matrimonio de Becca y Howie Corbett (magistralmente interpretados por Nicole Kidman y Aaron Eckhart) intenta volver a los causes de una vida aparentemente normal tras la repentina muerte, a raíz de un accidente automovilístico, de su pequeño hijo de cuatro años ocurrido ocho meses atrás. Ambos creen que la felicidad ya no les pertenece a pesar de que harán lo posible para demostrar(se) lo contrario. El laberinto (título con el que se estrena en Argentina) es una metáfora del dolor que causa la pérdida de un ser querido y cómo se hace para seguir viviendo con ese sufrimiento. John Cameron Mitchell construye el relato con un tono melodramático que remite a los años 50, donde el ámbito y los personajes que rodean al dúo protagónico parecieran ponerlo a prueba constantemente. Becca no acepta que su madre compare la muerte del niño con la del hijo de ésta, no soporta que su hermana haya quedado embarazada ni la terapia de grupo ni sus asistentes. Su manera de aliviar el dolor es deshaciéndose de todo aquello que le recuerde a su hijo, pero en reverso entabla una relación con quien fue el causal de la muerte. Por su parte, Howie hace todo lo contrario. Aunque mientras ellos no acepten la muerte y la pérdida todo cambio externo será en vano. Eso es lo que Cameron Mitchell deja bien en claro en cada una de las situaciones a las que somete a sus personajes y en paralelo al espectador. Una variación interesante que la historia propone es el vínculo que establece el matrimonio con el responsable de la muerte del hijo, un joven adolescente al que no le cabe culpa alguna y que, contrariamente a lo que suele suceder, ellos no acusan. La naturaleza humana tiende como mecanismo de defensa a manifestar un estado de odio sobre el causante del hecho y de esa forma deshacerse de la culpa que le perteneciese. El laberinto explora otro costado poniendo en el lugar de víctima al victimario, lo que en él sucede tras el accidente y el vínculo que establece con la familia. El lado B de una historia que habitualmente se expresa a través de la venganza y que en este caso se muestra desde el lugar del vacío del que no está y cómo cada uno intenta llenarlo. John Cameron Mitchell vuelve a transgredur lo políticamente correcto, tal como hiciera en Hedwig y the Angry Inch (2001) y Shorbus (2006). Mientras en su búsqueda anterior el sexo parecía ser su caballito de batalla para hablar de ciertos temas existenciales y políticos ahora lo hace a través de la muerte pero desde el lugar de los que aún siguen embarcados en la vida presente. Soberbia clase sobre la catarsis del dolor en pos del amor.
Crónica de una fuga El túnel de los huesos (2010) puede ser considerada como una típica película de fuga, pero con el plus de nutrirse de ciertas características que la acercan más a las estructuras de un cine intimista que a las de una película de acción. Inspirada en hechos reales, la primera película ficcional de Nacho Garassino está ambientada en el año 1991 cuando un grupo de siete presos de la cárcel de Villa Devoto logra fugarse una noche sin dejar rastro alguno. Un periodista tomará contacto con algunos de los prófugos y así se reconstruirá una historia cuyo trasfondo adquirirá, en primera instancia, estrecha relación con la última dictadura militar argentina. El periodista Ricardo Ragendorfer fue quién desmarañó el caso y dio origen al relato periodístico. Él –en la piel del actor Jorge Sesán - será el encargado de llevar el hilo de la trama cuya narración comienza a partir de un flashback en el que no va a existir linealidad. Cómo en toda crónica periodística van a coexistir los saltos temporales típicos de una historia cuyo relato se arma a partir de testimonios y que Garassino resuelve a partir de la utilización de un montaje alternado en donde la historia va y viene sin por eso provocar confusión o dejar cabos sueltos. El túnel de los huesos focaliza en la construcción de las relaciones entre los individuos por encima de una puesta en escena vertiginosa, recurso que uno esperaría y que sería casi un cliché. La diferencia, con otros films del mismo género, subyace en la marcación de los climas por sobre lo rítmico y eso hace que por momentos el relato adquiera cierta morosidad que lo distancia de la acción que a priori uno esperaría. Los diálogos pausados, cierta estilización en la forma de encuadrar y una fotografía que remite a las pinturas de Caravaggio logran que los personajes adquieran un valor trascendental por sobre el hecho en sí mismo. Raúl Taibo, actor rotulado como galán de telenovelas, demuestra que casi siempre los encasillamientos son sólo preconceptos y que, si las oportunidades existen, se puede romper con ese paradigma. La cinematografía local deberá empezar a ver con otros ojos a este actor que logra crear un recluso lejos de todo estereotipo y lugar común. Junto a él, logran destacarse, Daniel Valenzuela, en un personaje a su medida y Germán de Silva (protagonista de Las Acacias, película recientemente premiada en Cannes). Surgido como realizador del programa televisivo El otro lado, Nacho Garassino debuta en la ficción cinematográfica con un largometraje en el que la forma y el fondo llevan la marca personal de alguien que sabe contar una historia en la que se prioriza el minimalismo de las relaciones humanas por sobre la espectacularidad de la acción. Una historia que vale la pena.
Mapa de un asesino Olivier Assayas ofrece a partir de Carlos (2010) una biopic sobre el terrorista en cuestión y el terrorismo de estado, narrada como si fuera una película épica del cine “old schoool” que deviene en un apasionante thriller político. El resultado: una obra maestra que no da respiro. Carlos fue concebida como una miniserie de 333 minutos para la televisión francesa, pero siguiendo una tendencia que se está imponiendo en la actualidad –Misterios de Lisboa (2010) de Raul Ruiz es otro ejemplo- se reeditó para poder ser estrenada en salas comerciales. La historia se centra durante un periodo de veinte años en los que el terrorista venezolano Ilich “El Chacal” Ramírez, un apasionado seguidor de la extrema izquierda y miembro de la Organización para la Liberación de Palestina, perpetró una serie de atentados y crímenes en diferentes partes del mundo, hechos que terminaron erigiéndolo como el extremista más buscado de su época. Desde lo narrativo, Assayas apela a una narración clásica de la crónica gánster -nacimiento, ascensión y caída - para edificar una épica moderna y contrarrestar un retrato geopolítico del terrorismo internacional con un viaje a la mente de un asesino y una desolada visión histórica que gira en torno a la utopía ideológica disipada por el color del dinero. Carlos es una road movie que abarca geográficamente el trayecto político mundial comprendido entre los años setenta y principios de los noventa, a través de una docena de países, un centenar de personajes y un manojo de idiomas. Edgar Ramírez, el actor venezolano que apareció como el antagonista de Matt Damon en El ultimátum de Bourne (The Ultimatum Bourne, 2007) es quien se mete en la piel del controversial terrorista que pasará años de su vida escondiendo su identidad, viajando de país en país, y preparando sus actividades coordinadas con todo tipo de organizaciones y estados en conflicto. La construcción del personaje es de una solvencia y convicción como muy pocas veces se puede ver en las biografías, donde habitualmente se cae en la burda copia o la imitación de lo real y así se evita la creación de un personaje con matices que obvien caer en el estereotipo. Carlos es una crónica crítica y objetiva de un pasado que colisionó en un presente ideológicamente vacío y carente de utopías. Una joya del cine contemporáneo destinada a convertirse en un clásico de todas las épocas.
Retrato Parakultural A través de de una serie de elementos cinematográficos, Goyo Anchou y Peter Pank reconstruyen en La peli de Batato (2011) no sólo la vida y obra de quien fuera uno de los referentes de la movida teatral post dictadura, sino también la historia del movimiento under y su influencia cultural en la Argentina de hoy. La película toma como punto de inicio una tesis cinematográfica que Peter Pank realizó con Batato Barea a principios de los 90. El binomio reformula ese material para construir, junto a una serie de imágenes cedidas por el propio Batato antes de su muerte, una consistente biografía sobre uno de los referentes actorales de los años en los que el Parakultural era el templo de la vanguardia argentina. El documental mantiene una impronta fiel a la del personaje que muestra. Así se nutre de una serie de elementos plásticos que sirven para brindarle dinamismo y no caer en el típico formato periodístico. Pantalla dividida, sobreimpresiones de imágenes, composición sonora en varios planos, testimonios actuales fundidos con imágenes de archivos, sirven para que la forma elegida de acercarnos la historia sea afín a la historia. Mostrar la vida de Batato siguiendo ciertos parámetros característicos del documental clásico hubiera sido una traición, y esa ruptura termina siendo uno de los puntos en donde el documental adquiere una dimensión aún mayor. Son 150 minutos de historia pero con el virtuosismo de no descuidar el ritmo narrativo y mantener al espectador atento a la recepción del texto fílmico. Si existía el prejuicio –inexacto- de que el documental aburría, y si es largo mucho más, La peli de Batato rompe con ese preconcepto. Resulta interesante la cantidad de personajes que aparecen brindando testimonio sobre Batato y su época, algunos hoy convertidos en estrellas mediáticas. Así desfilan Antonio Gasalla, Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Verónica Llinás, Carlos Belloso, María José Gabín, Alejandra Flechner, entre otros, hablando de lo bueno y lo malo, de semejanzas y diferencias, de egos y divismos, de quiebres estéticos y clasicismo, de olvidos y reconocimientos, de una época pasada que los marcó y de un futuro que los consagró. El esfuerzo para conseguir a cada una de las “figuritas difíciles de la farándula vernácula” es un mérito de especial reconocimiento. La peli de Batato es un viaje por la vida de quien fuera un referente para la movida cultural de los años 80. Pero también un recorrido por un período histórico del que casi no hay material de archivo y que Goyo Anchou y Peter Pank se encargan de retratar de manera concisa. Una película de visión imprescindible para entender el “movimiento parakutural” y conocer en profundidad a quien marcó la época dorada del under argentino.