A fuerza de cantidad, el rockumental se convirtió en un género aparte dentro del documental. Género que cuenta con estilos, realizadores, y hasta festivales propios. Mucho se puede innovar dentro de un rockumental, escaparle al clásico seguimiento de la banda, o el detrás de escena de un show o grabación, buscando un atractivo que supere el de ver a los propios ídolos en la pantalla. Ejemplo local y cabal de esto es la simpatiquísima y muy lograda Kapanga Todoterreno de la gente de Farsa Producciones Pablo Parés, Paulo Soria y Hernán Sáez. Con Poner al rock de moda, presentada en la decimoséptima muestra del BAFICI, el novel Santiago Charriere lanza los apuntes para que su documental sea más que el seguimiento de una banda. Se nota esa intención superadora, que a la luz de los resultados, no fue del todo alcanzada. Banda de Turistas es un grupo de pop/rock capitalino formado en 2006, nacido de la unión de dos bandas. Su ritmo mezcla lo electrónico con el pop sucio ligado al rock suave. Cuatro discos en su haber, la banda liderada por Bruno Albano tuvo cierta notoriedad casi instantánea dentro del mundillo de críticos musicales y discográficas alternativas que buscan siempre sonidos nuevos que suenen a la corriente. Giras, varios premios en su haber, y un hit, Química, una de esas canciones de las que los oyentes no podemos escapar durante una temporada. Pegadiza, repetitiva, febril; Química sonó y sonó por todos lados; pero los chicos sienten que si bien la canción se hizo conocida no así la banda (quizás porque su estilo suene muy similar a otras). De eso habla, o intenta hablar, Poner al rock de moda, con un montaje que mezcla diferentes orígenes, videos digitales, grabaciones en Super 8, testimonios, backstages, imágenes de una psicodelia sesentista, y hasta alguna ficcionalización; todo arma un entramado para conocer qué se esconde detrás de un grupo que “sólo quiere hacer música”. Hablamos de ficcionalización, hay unos pequeños cuadros en los que Luis Luque compone a un agente de discográfica que presiona a estos chicos para sacar un nuevo disco, salir de gira, y lo más importante, crear un hit. Esos momentos entrelazan lo que trata de ser una historia que une varias anécdotas, algunas más entradoras que otras, alguna risueña, todas de interés casi exclusivo para los seguidores. Los muchachos relatan momentos, y esos momentos se ven en imágenes. Hablan de sí mismos en tercera persona y se sienten como los rockstar que discutiblemente sean. Sin arrojar ningún tipo de consideración sobre la banda, Poner al rock de moda se siente como un trabajo que hubiese quedado más firme en sus intenciones si se tratara de una banda de mayor trayectoria o conocimiento popular realmente masivo. Los chicos expresan líneas sobre el peso de la fama, la insistencia de los productores que no deja respirar al artista, y los cambios de antes y después. Todo eso, a la luz de lo que vemos cuando se los ve ensayando, y en su cotidianeidad, queda, por lo menos, algo grande. Queda la música, la voz de estos muchachos, y un recorrido histórico. Poner al rock de moda será muy disfrutado por los seguidores de la banda, quienes podrán enterarse de los pareceres de sus miembros sobre diferentes temas, todos más o menos girados hacia lo mismo, la vida de un artista de rock. Quizás por eso, la sensación que queda para el espectador ajeno es que este trabajo sería un perfecto acompañante para el próximo trabajo discográfico de los amigos. En sus ya más de diez temporadas, el ingenio de Diego Capusotto en su Peter Capusotto y sus videos, ha sabido retratar con diferentes sketcks la idiosincrasia de los músicos que consideran sus vidas de rockeros como hechos particulares. El trabajo de Charriere se ve como el largo de uno de esos sketchs pero en versión (un poco) más seria, o menos conscientemente paródica. Como diría uno de esos clásicos personajes, Yo sólo hago pop, pop para divertirse.
Luego del inesperado éxito de "Abzurdah" el año pasado, convirtiéndola en uno de los films más taquilleros de 2015, la realizadora Daniela Goggi habrá tenido el espaldarazo para realizar rápidamente otra película repitiendo en parte el equipo. Justamente un año después nos llega su tercer opus (su inicio fue en la más pequeña Vísperas hace ya once años), el "Hilo Rojo", en el cual repite mucho de la fórmula con la cual adaptó la novela autobiográfica de Cielo Latini. El punto inicial que da título al film es una Leyenda Oriental con diferentes orígenes, que también sirvió de base para diferentes novelas y obras cinematográficas. El texto, que podrá leerse recién sobre los créditos finales reza “Cuenta la leyenda que existe un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper”. Según la mitología china se anuda un hilo rojo en los tobillos de las almas gemelas, según la correspondiente en Japón (aparentemente la utilizada para el film a modo de explicitarlo todo), será en el dedo meñique. Las almas gemelas en este caso son Abril y Manuel (Eugenia Suarez y Benjamín Vicuña, respectivamente), ella azafata, él enólogo. En 2007 sus instantes se cruzan en la fila para la admisión en el Aeropuerto de Ezeiza. El flechazo, al ritmo de Amy Winehouse es inmediato, ambos se desean, comparten el vuelo y parece que nada podrá separarlos… salvo la Aduana. Siete años después, Abril y Manuel, cansados de buscarse sin siquiera saber sus nombres, han rehecho sus vidas. Los dos están casados, Manuel con la fotógrafa Laura (Guillermina Valdés) y Abril con el rockstar y productor musical Bruno (el español Hugo Silva), ambos también cuentan con un hijo cada uno. En las parejas no parecen existir (grandes) grietas. Pero el destino, ese hilo rojo, vuelve a meter la cola. Manuel debe viajar a Colombia a promocionar unos vinos de su finca, y Abril retoma su trabajo después de una suspensión causada por aquel encuentro furtivo; y sí, su primer viaje será a Colombia. Lo que resta es el encuentro entre ambos, la vana resistencia inicial, y la atracción y el romance vivido en ese lapsus temporal en el país del café. La historia, expresada como grandes crisis existenciales pero que no deja de parecernos una anécdota, necesita de la conexión de la pareja protagónica que casi en un 95% de la película se encuentra defendiéndola sola. Ese dato, esa química, se encuentra. Suarez y Vicuña hacen creíble el fuego que sienten sus personajes en las entrañas, ese deseo irrefrenable. El detalle, para nada menor, es que el resto de los elementos no acompañan esa unión. Con mucho de Closer: Llevados por el deseo, y del estilo francés de dramas románticos complejizados; "El Hilo Rojo" cuenta con un guión, escrito por la propia realizadora en compañía de Alejandro Montiel y Milagros Roque Pitt, que se olvida de la humanidad de sus personajes. Todos, los cinco (incluyo a las parejas de ambos y una amiga de Abril interpretada por Leticia Siciliani), se presentan con el único propósito de ser funcionales al acotado argumento. La vida en "El Hilo Rojo" es tan glamorosa como simplificada. Abril usa vestidos de diseño hasta para salir de ducharse o levantarse de la cama; puede ir a buscar a su hija al jardín con el vestido que usó para una sesión fotográfica, y no hay otro problema que la aqueje que no sea lo relacionado a su amor prohibido. Lo mismo diríamos de Manuel que desconoce los joggings o el estar desalineado. No hablemos de pobreza, la clase media regular está desaparecida de la película, si bien no se muestran como una alcurnia de clase alta, todo es lujo y tranquilidad, de modo naturalizado. Esta sectorización ya se había percibido en "Abzurdah", en donde uno podría pensar que eran arrastre de la historia real; ahora hablamos de ficción, y no solo no disminuyó, se acrecentó a un modo totalmente molesto. Esto, que escrito parece una nimiedad, no permite la conexión que el espectador necesita para con los personajes, viéndolos ajenos, extraños, ¿soñados? Sí, pero vacíos. La suma de errores de continuidad y congruencia, algunos – varios – muy notorios; sumado a que durante el tramo del viaje a Colombia (la mayor parte del film) los diálogos incitan a una risa deliberada por su falta de verosimilitud; nos hacen sentirnos en la comodidad de una comedia involuntaria que podría mejorar la experiencia. Sensación que el último tramo, elipsis temporal y regreso Buenos Aires incluido, destierra en medio de resoluciones caprichosas y un ritmo lento, aburrido y absurdo en los que las decisiones de todos se tornan lisa y llanamente incomprensibles. "El Hilo Rojo" promete mucho más de lo que cumple. El erotismo explícito se ve reducido a solo dos escenas recortadas en medio de un montaje difuso, y la copia a un sobrevalorado clásico hollywoodense de la materia como "9 Semanas y media". El resto son miradas y escarceos, quizás lo más logrado de un film que no llega a pisar firme en ningún segmento.
A esta altura, seis películas de los X–Men, dos spin-off directos, más podríamos decir algunas ramificaciones que quizás no llegaron a unirse concretamente como tal; la saga iniciada por Bryan Singer sobre los personajes creados por Jack Kirby y Stan Lee es una de las franquicias mejor instaladas y más sólidas del mundo del cine, por lo menos en lo que a superhéroes se refiere. La historia en su conjunto, que en el cuarto capítulo intentó un reinicio que luego se mostró como secuela en su película siguiente, ha transitado por diferentes variantes. Ahora es el turno, como rige la moda actual, de entregar una película puramente comiquera. Si bien las cinco entregas anteriores se habían caracterizado por sus guiones algo más complejos que la media de los film de superhéroes; esta sexta incursión, que vuelve a quedar en la mano de Singer como los dos primeros y el quinto, tiene la particularidad de ir directo a los bifes. Tanto es así que el contexto parece casi una excusa. En la escena post créditos (quédense porque aquí también hay) del anterior film ya se nos anunciaba cómo vendría la mano. El poderosísimo y ancestral Apocalipsis (Oscar Isaac) despierta de un largo letargo. Se trata del mutante originario, y tiene sed de destrucción. En su afán exterminador, Apocalipsis reúne a cuatro mutantes, y entre ellos se encuentra Magneto (Michael Fassbender) quien nuevamente busca venganza ante la pérdida. Cada bando, la otra punta es liderada por Xavier (James McAvoy) y Mystique (Jennifer Lawrence), recluta nuevos mutantes, y todo se prepara para una batalla entre ellos de proporciones épicas. Sí, este es el año en el que a los tanques de Hollywood le gusta que sus personajes referentes se den rosca interminable entre ellos. Este planteo, que dista de ser novedoso – ¿cuántas veces vimos a un villano queriendo destruir el mundo? – sirve para la presentación de nuevos mutantes, a modo de un ¿quién es quién? y el tufillo a despedida, incluyendo algunas muertes, terminan por emparentar el film a la tercera entrega, la más desprestigiada con justa razón. De todos modos, estas similitudes como “Batalla Final”, no lo son tanto a la hora de los resultados, y ahí se nota que Singer no es Brett Ratner. Los personajes tienen carnadura, la batalla, aunque confusa, tiene peso, y si bien no tanto como antes, hay momentos para el desarrollo de otras cuestiones. Quienes sean seguidores de los cómic, esta película está basada libremente en “La Era del Apocalípsis”, gozarán de muchos detalles que el espectador no avezado quizás pase por alto. Lo más importante, datos en los trajes, varios personajes secundarios, y la mencionada escena post crédito. Sabemos que Singer además de un correcto guionista (acá dentro de un equipo grande), es un logrado director de actores; nuevamente sabe sacar provecho de los conocidos McAvoy, Lawrence y Fassbender, a quienes ya se los ve aceitadísimos. Aprovecha algunos personajes nuevos como la aparición de Jean Grey y Cyclops (Sophier Turner y Tye Sheridan), le otorga el lucimiento adecuado a Evan Peters con su Quicksirlver al igual que en el número anterior. Quién más sufre es Oscar Isaac en la piel de un personaje en donde no solo no se lo reconoce, es uno de los villanos más pobres (sino el más) de la saga; tanto en aspecto como en importancia; cuando todo haría pensar lo contrario. Este es sin dudas, su mayor flaqueza. Un film que trata de dejar de lado complejidades humanas para centrarse en una acción constante entre mutantes, necesitaba de una contraparte mucho más imponente de la que se entrega (no diré a quienes se parece porque parecería una descabellada burla). “X-Men: Apocalipsis” puede ser vista como una entrega más de una saga que quizás crea que no debe innovar, que una vez puede dormir en los laureles. Puede ser disfrutada por quienes buscan los varios detalles y sorpresas – que no adelantaré – referidas a los cómics. También puede observarse que no puede escapar a las modas y tendencias, que desde su inicio en 2000 las cosas cambiaron, y esta vez, a diferencia de aquella, lejos de ser disruptivo, la balanza se inclinó a seguir la corriente. Entretenida, con varios momentos de comicidad a la carta, algunos cameos, y con un ritmo que no desentona. Esta sexta entrega cumple, no decepciona; tampoco sobresale, ni busca hacerlo.
Dicen que América del Sur se mueve como un bloque, que las transiciones históricas vividas en un país suelen trasladarse de igual manera al resto, o a la mayoría, del conjunto. Así como entre las décadas de los ’60 y ’80 vivieron sangrientos procesos cívicos militares, y en los ’90 vieron florecer los albores del capitalismo salvaje; a mediados de la primera década del Siglo XXI luego del estallido se dieron una serie de gobiernos populares en la región. Estos gobiernos, con muy buenas relaciones entre ellos, hablaban de la ansiada Patria Grande pensada en un principio por los libertadores. Pero otra vez, la rueda giró, y del primer paso de ese nuevo giro se encarga la operaprimista egresada del ENERC Celeste Helmet en Tierra Golpeada. En 2008 el Obispo Fernando Lugo acedía a la presidencia de Paraguay como el primer presidente proveniente de un partido de la Izquierda en el país. Durante su gobierno, las medidas estuvieron enfocadas en el desarrollo de la clase más postergada del país, en especial aquellos que habitaban las zonas campestres. Esto, despertó el malestar de la clase social que hasta ese entonces detentaba el poder; que había acompañado de la mano al Dictador Alfredo Stroessner y que continuaba ocupando su lugar de privilegio hasta ese momento. En 2012, a ocho meses que Lugo terminara su mandato y con números alentadores para renovarlo, ocurre la tragedia, un sangriento desalojo que enfrentó a policías con campesinos, terminando con la vida de dieciséis personas. Este hecho, que pegaba justo en el sector social al que más apuntaba el gobierno de Lugo, se conoció como Masacre de Curuguaty, y fue el inicio de un proceso que terminó con el Juicio Político a la figura presidencial. Son varias las aristas que analiza Helmet en su documental, desde la investigación del hecho de la masacre, a un recorrido por la presidencia de Lugo, y retrotrayéndose más atrás aún, porque el presente hay que entenderlo mirando también el pasado. La directora analiza los diferentes conflictos agrarios históricos en su país, el sometimiento a la que esa gente fue sometida a lo largo del tiempo. Paralelamente también analiza el crecimiento en el poder de la clase alta, sin eludir de ningún modo la terrible figura de Stroessner. Lo más valioso de Tierra Golpeada es el sinceramiento de su postura, no juega a la falsa objetividad. Helmet realiza una investigación dura, profunda, intenta atar todos los cabos con una finalidad clara, dejar bien en claro que lo de Lugo no fue un hecho aislado, algo repentino, que detrás de la masacre y lo que vino después, existió un golpe parlamentario forjado por los partidos opositores y el sector social que los apoya. Formalmente el trabajo atrapa Está convencido de su postura y busca en su público esa complicidad. También es probable que su público sea aquel que tiene ideas cercanas a las de Helmet y su equipo. En esta postura, servirá también para descubrir en profundidad hechos que los medios locales quizás no trataron con la densidad suficiente. El estreno de este trabajo pareciera ser de lo más oportuno, justamente en el día en el que se le da vía al juicio político para dar fin a otro de los gobiernos populares como lo es el de la brasileña Dilma Rouseff; sin obviar de la importancia que tiene para nuestro propio país en la coyuntura actual. Poder apreciar lo sucedido en Paraguay hace algunos años, y entenderlo como el inicio de lo que estaba por suceder, probablemente sirva para comprender mucho del día a día de las noticias que nos llegan desde distintos puntos de América Latina. Cualquiera puede ser la ideología del espectador, sin desmerecer el trabajo de la documentalista que realiza una obra que si bien no innova en la materia se presenta sin fisuras y logra calar en el pensamiento de quien observa perdurando aún después de abandonar la sala.
Algunos conocerán a Julie Delpy en su rol de actriz por la Celine de la trilogía de Richard Linklater, otros habrán ampliado su espectro para descubrir a una directora que regresa a su Francia natal para filmar delicadas películas que realzan con humor ciertas características de la sociedad de ese país. En Lolo, su quinto largometraje, probablemente el más accesible, vuelve a hacer uso de ese estilo entre ácido y analítico que la caracteriza y acerca al célebre Woody Allen. En triple rol de directora, guionista (junto a Eugénie Grandval) y protagonista, Delpy es Violette una parisina de buen pasar de vacaciones en la costa francesa. Aburguesada, aburrida, en plan descanso exótico (eso que suelen hacer la gente de cierta posición económica cuando abandona las ciudades), conoce a Jean-René (el humorista Danny Boon), un hombre de pueblo, nerd de la computación y alejado del ámbito “fashionista” de Violette. Los opuestos se atraen lo que comienza siendo algo ocasional termina enseriándose quizás demasiado rápido, ya que Jean-René se muda a París sin medir demasiado las consecuencias. Allí el hombre chocará con un ambiente que no es el suyo, con una ciudad que lo rechaza –o el rechaza a la ciudad –; y para peor con la sorpresa que Violette le tiene guardado, su hijo Lolo (Vincent Lacoste), de 19 años no quiere saber nada con que su madre forme pareja y está dispuesto a todo para arruinar la relación cual pretendiente celoso. Este marco es el ideal para que Delpy despliegue una catarata de (in)directas sobre el mundo pretendidamente intelectual, frío, y plástico de París, en contraposición del personaje de Boon (un cúmulo de otros personajes que ya le vimos hacer, no por desmerecido en su labor). Con algunos enredos similares a los de Ladrones de Medio Pelo de Allen, los choques que se producen son por lejos, lo mejor de la película. El personaje de Lolo engloba gran parte de lo que esa sociedad es; posesivo, sectario, caprichoso, elitista, ciertamente inmaduro e irracional. Lolo se comporta más de una vez hacia su madre, y en definitiva hacia los demás, como el nene que ya no es y no quiere reconocer que dejó de ser. Teme a lo diferente, hacia el que viene de afuera a alterar el orden. El personaje de Violette también representa a aquel condescendiente, permisivo, que acepta las reglas aunque dice hacerlo contra voluntad. Lentamente la película abordará mayor espacio para la relación de Lolo con su madre, quedando el personaje de Jean-René, y por consiguiente Dany Boon, relegado a un virtual segundo plano. La sátira es dejada de lado y Delpy se inclina por un drama que intenta ser profundo desde el análisis de la psiquis de esta relación retroalimentada. Como si la actriz/directora quisiera abordar los dos aspectos de la carrera de Woody en una sola película, el de la comedia liviana y el del drama analítico. Ninguno de los dos polos es incorrecto, Delpy se mueve bien en ambos, pero desentona el ensamble. En el medio hay necesariamente cosas que quedan en el camino. Simpática, sofisticada, liviana y profunda a la vez; Lolo: El hijo de mi novia cierra mejor su primer tramo cuando tiene claro hacia dónde apunta. Cuando puede ser mordaz sin necesidad de tomarse demasiado en serio. Cuando pega el volantazo, en cierta medida vuelve a encaminarse, pero en el giro evidentemente tumbó algunos elementos.
Interesante semana la del paraguayo Victor Postiglione, con varios cortometrajes en su haber, el mismo día convergen en cartelera dos estrenos que lo tienen como protagonista. Por un lado es el director y guionista de uno de los ocho cortos que integran la decimosegunda edición de Historias Breves; y además estrena su ópera primera en el largometraje Tiempo Muerto. Lo sorpresivo, son las variadas diferencias que se presentan entre uno y otro. En El Plan, el trabajo de Postiglione que integra Historias Breves, uno de los mejores del conjunto, la apuesta es por un montaje fraccionado y ligero que gira en torno a una denuncia de violencia familiar. Imágenes crudas, gráficas, pero a la vez con un tratamiento cálido otorgado por el punto de vista de dos menores; y principalmente, la casi ausencia de diálogos en sus poco más de diez minutos. Este trabajo quizás sea más acorde a los trabajos anteriores del realizador. Por el contrario, en Tiempo Muerto hay una inclinación hacia lo fantástico, desde el drama y también asomándose al terror. Es la historia de un amor, con la muerte como interferencia; pero en donde las palabras cobran una importancia quizás mayor de la necesaria, quitándole fuerza a lo que podría expresarse desde lo visual. Se nos presenta la historia de Franco (Guillermo Pfening, casualmente también el padre de El Plan), casado con Julia (la ascendente Marianela Sinisterra). Julia muere intempestivamente en un accidente. Franco sumido en un espiral de dolor no puede salir adelante. Una serie de hechos, lo llevan a la necesidad de investigar las razones de su fallecimiento. Es así como termina involucrándose con algo conocido como Tiempo Muerto. Diferentes personajes y una investigación por varios medios alternativos (o no tanto) terminan convenciéndolo de que esta mezcla de esoterismo y otras yerbas pueden ser la vía, primero para poder despedirse de su amada, y luego como la posibilidad de retenerla. Hay acá varios elementos que se conjugan. Por un lado saber qué es lo pasó con el hecho que causó la muerte, y también el elemento fantástico que puede resultar más peligroso de lo que aparenta. Las reminiscencias son muchas y evidentes. Desde el Subiela de No te mueras sin decirme a dónde vas, al John Dahl de Unforgettable, o más aún la aún no estrenada en nuestro país The other side of the door. No obstante, en la mixtura, la premisa no deja de ser original, más para nuestra filmografía que siempre se muestra reticente a adentrarse al género fantástico mezclándolo con otro género. El argumento se sigue con interés y hay un cierto ritmo logrado. Pero no podemos dejar pasar ciertas dificultades en el desarrollo. En el terreno de la ciencia ficción o el terror no es necesario que todo sea explicado hasta el detalle. El verosímil se logra solo desde que el espectador acepta que se adentra a una propuesta en donde no todo lo que se cuenta es real. Quizás por una falta de presupuesto para un mejor despliegue visual, Postiglione elige dejar en palabras, muchas veces reiterativas, hechos que podrían resumirse en acciones. Se explica una y otra vez en qué consiste el Tiempo Muerto, desde diferentes posturas, pero redundando sobre el mismo asunto. En cuanto al rubro interpretativo, es probable que Guillermo Pfening no sea el intérprete ideal para este tipo de propuestas, se lo haya fuera de registro, incómodo; extraño en un actor que en el mundo del drama ha sabido entregar roles más que destacables. Marianela Sinisterra demuestra que es mucho más que una cara y un cuerpo bonito, aunque se le exija exponer piel, la morocha tiene lugar para desarrollar talento sólido en la creación de personajes, y hay que reconocerle ya una interesante y fiel trayectoria dentro de nuestro cine de género. Luis Luque, en un papel más chico pero no sin importancia, comprueba lo que todos sabemos, es un todoterreno del magnetismo. Aún con sus desaciertos, Tiempo Muerto es una propuesta atrayente, jugada, que despierta interés y ofrece una resolución lógica. Su mejor carta es decidir no transitar los caminos convencionales y disimular sus aspectos limitados en el presupuesto. Todavía le queda un largo camino por recorrer y aspectos a mejorar, pero su realizador Victor Postiglione demuestra ser un creador inquieto, dispuesto a nuevos estilos y cambios en su carrera. Tiempo Muerto es una correcta carta de presentación
Ya es una realidad, las películas con fuertes mensajes religiosos (muy poco) encubiertos, han llegado a la cartelera para quedarse. Hace algunas semanas con el arribo de La resurrección de Cristo hablábamos de una productora, Affirm Films, abocada a este tipo de películas, con fuerte llegada mundial por tratarse de una subsidiaria de la “major” Sony Pictures. Pure Flix, con más años en el mercado, también se dedica a la producción de largometrajes con valores cristianos, estrenándolos en una suerte de mercado alternativo, Iglesias y salas puntuales de determinados complejos. En el año 2014 lograron el mayor de sus éxitos, Dios no está muerto. Ahora, dos años después, nos traen su ¿secuela? Los signos de pregunta se deben a que en realidad lo que se narra es una historia diferente, o mejor dicho, paralela. En la anterior película, un alumno se oponía a un profesor que trataba de enseñar filosofía negando la existencia de Dios, creando una revolución local. Ahora, es exactamente al revés, o lo mismo pero a la inversa; profesora cristiana se ve complicada por alumnos que no creen en la existencia divina, creando una revolución esta vez a nivel social. Grace (Melissa Joan Hart, la ex Sabrina la bruja adolescente, ahora entregada al grato placer de los postres) es una profesora que en plena clase responde una pregunta sobre Jesús realizada por una alumna. En su respuesta, Grace expresa cierto conocimiento de religión, lo cual la supone como creyente. Esto alarma a un alumno, quien rápidamente (ahhh, la era de los celulares) advierte que su profesora está hablando de religión en un establecimiento público y laico. Las autoridades toman cartas en el asunto, la situación de Grace se complica cada vez más, y se termina desarrollando un juicio público sobre el asunto que divide a la sociedad toda. Siempre es bueno aclarar lo siguiente, no se trata aquí de analizar creencias religiosas; somos libres de creer en la deidad que queramos, o creer en la sola existencia humana, y de expresar esa creencia del modo que veamos conveniente. Acá se reseña una película, y lo cierto es que para la gente de Pure Flix, las cosas no mejoran. La razón, tristemente, es clara, se tiene más en cuenta la idea de crear un panfleto que una obra cinematográfica. Dios no está muerto 2, realizada por el mismo equipo de director (Harold Cronck) y guionistas (Cary Solomon y Chuck Konzelman) presenta un desarrollo plano, muy poco apegado a un mínimo verosímil, con una sumatoria de errores que van desde continuismo hasta la torpeza en los diálogos; y desaprovecha los valores de producción estimables y un conjunto interpretativo con nombres familiares (sumemos a Jesse Metcalfe, Ray Wise, Ernie Hudson, Robin Givens, y Pat Boone). El resultado es que esta serie de películas, con un fin noble como el de inculcar valores religiosos y morales, terminan convirtiéndose (como sucedió con la primera entrega) en productos de culto por razones totalmente diferentes, el círculo que cierra, la espontánea risa involuntaria. Hay personajes muy despiadados, irrazonablemente, caricaturizados en su aspecto de atacar a aquel que cree en Dios. Por el contrario, los creyentes son mártires, que tendrán su oportunidad del alegato contundente. La historia puede presentar una realidad sobre la dificultad de enseñar religión en las escuelas de EE.UU., pero del modo en que es presentado, sin el menor desarrollo dramático y exaltando determinadas actitudes, lejos de contribuir al debate, recae en algo que puede confundirse con una autoparodia. El arribo de films con mensajes cristianos e importantes valores morales no deja de ser bienvenido en la cartelera, pero la sensación es que todavía no encontraron el modo de balancear el fin de la enseñanza con el planteamiento de una película. Algo que Grace, en sus clases, parecía tener más en claro.
Nueva edición del concurso de cortometrajes argentinos que, como venimos repitiendo, sirve como termómetro para apreciar cuál es el futuro creativo de nuestro cine. De las ya míticas Historias Breves salieron apellidos que hoy en día son marca y tendencia indiscutida, realizadores consagrados no sólo en nuestro país sino en festivales y pantallas del mundo entero. En los últimos años, junto con la crecida notoria de la industria cinematográfica local, siempre a destacar con el apoyo fundamental del INCAA y sus distintos planes de fomento; estos concursos, y sus respectivos estrenos, también se vieron en aumento. Luego de varios años de ediciones esporádicas. De este modo, si el año pasado tuvimos las ediciones 10 y 11 – más una retrospectiva recordando los veinte años de la primera edición –, ahora, en pocos meses, ya tenemos entre manos, un nuevo conjunto de cortos, que se presentó en la última muestra del BAFICI, y esta semana llega al Cine Gaumont, para luego iniciar un recorrido por los restantes Espacios INCAA. ¿Qué nos presentan esta vez? Ocho nuevos cortometrajes, de realizadores nóveles, provenientes de diferentes escuelas de cine; y como siempre, con una variedad de estilos y temáticas para el gran abanico. Si algo es común en estos ocho cortos, y que ya se venía vislumbrando en las últimas entregas, es el crecimiento en la calidad técnica de cada uno de los trabajos. Estos jóvenes con sus equipos técnicos, logran todos un nivel que nada tiene que envidiar a producciones de largometrajes con mucho más presupuesto, demostrando que la garra y la pasión con que se encara la labor son fundamentales a la hora de la concreción. Muchos espacios abiertos, locaciones rupestres, e historias que se inclinan por un modo de narración diferente, esto es lo que prevalece en esta edición, que quizás no da tanto lugar al género puro y duro como en las últimas entregas. Los títulos son La canoa de Ulises (Diego Fió), El plan (Víctor Postiglione), Cimarrón (Chiara Ghio), Una mujer en el bosque (Cesar Sodero), Las nadadoras de Villa Rosa (Josefina Recio), El inconveniente (Adriana Yurcovich), Las liebres (Martin Rodriguez Redondo), y Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia (Dolores Montaño). Sin desmerecer al resto en el que se mezclan la poesía, la ciencia ficción, el relato intimista, las ensoñaciones, y hasta la comedia; son cuatro las propuestas que quiero destacar. La Canoa de Ulises de Diego Fió presenta una suerte de choque cultural. Itaeté y Ulises conviven juntos a orillas del río. Mientas el anciano Itaeté construye canoas, el joven Ulises reniega de su legado, del habla en guaraní, y prefiere escuchar rap en sus auriculares. Un accidente y la desgracia del destino, querrán que se termine produciendo el ensamble. Por la sencillez en su narración y en el modo de presentar su mensaje, sumado al gran despliegue técnico en los planos aéreos, este corto es un excelente inicio para esta nueva edición. El Plan, de Victor Postiglione, quien casualmente esta misma semana estrena su ópera prima Tiempo Muerto. Cora y Valentín son dos hermanitos que viven en el campo junto a sus padres. Ellos observan como su padre maltrata violentamente a su madre. Pero tienen un plan, Cora entrena a su hermano en una disciplina física que habrá que ver si termina rindiendo sus frutos. La crudeza del maltrato se mezcla perfectamente con una incómoda simpatía por parte de los chicos; el montaje es fluido y las interpretaciones del conjunto terminan por redondear una propuesta que atrapa en sus escasos minutos. El inconveniente, de Adriana Yurcovich. Una historia sencilla, es verano, fines de diciembre, una ciudad cerrada y calurosa a más no poder. Se produce un corte de luz, y Celina, una anciana en camisón queda encerrada en su departamento de piso alto sin posibilidad de llegar a planta baja. Lo que para la señora debe ser una desgracia, al espectador se nos presenta con una gracia natural que resulta hipnótica. Planos cerrados, una luz pegajosa que nos hace transpirar, y una interpretación memorable de Rosa Myriam Marco. Las liebres, de Martín Rodríguez Redondo. Un delicado relato alrededor de Mariano un chico que en pleno invierno prefiere cobijarse en su casa jugando con sus hermanas que lo maquillan y se divierten. Pero no, sus padres reniegan de eso, el hombre los pasa a buscar para llevarlos de noche, en plena helada, a cazar liebres en medio del bosque. ¿Qué pasará en ese ambiente presuntamente “de machos”? Rodriguez Redondo traza suaves pinceladas, hace uso de un juego de sombras y colores opacos, focaliza en los gestos y las miradas, y crea tensión en la angustia creciente. Los conceptos son claros y la idea contundente en este corto que es el más breve de los ocho, pero para nada el menor. Podríamos hablar de aspectos muy positivos en los ocho cortometrajes que nos trae esta nueva y sobresaliente edición de las Historias Breves. Como todo colectivo, puede resultar desparejo en su conjunto de propuestas varias, pero es de destacar que ninguno de ellos resulta una experiencia negativa. Cada uno de los realizadores presenta diferentes inquietudes, y tonos variados a la hora de plasmarlas. Desde lo críptico a lo más lineal, este decimosegunda muestra, viene a confirmarnos una vez más que el rumbo de nuestro cine está en buenas manos.
Entre tanto película de género que se estrena por semana, de vez en cuando hay alguna que se destaca por sobre el resto. El nombre del realizador Mike Flanagan no debería estar pasando por alto entre los seguidores de nuevas experiencias en el terror. Con otros tres largos abocados a este género, y tres más como proyectos estudiantiles; en todos demuestra ser un gran creador de climas, saber introducir perfectamente en la historia y provocarle las sensaciones que pretende lograr. Con "Somnia", si bien cambia parcialmente de registro, vuelve a dar en el clavo necesario. El reino de los sueños es todo un enigma para el mundo científico, un panorama que aún al día de hoy, no se logra descifrar con total claridad. Ese terreno de desconocimiento, es terreno fértil para que el cine arroje conjeturas propias y se valga de las ensoñaciones del modo que más le convenga. El centro es Cody (Jacob Trembley, el nene de La Habitación, demostrando otra vez ser talento en potencia) un niño del que en la escena pre créditos nos enteramos fue víctima de un intento de homicidio por parte de su padre. Jabob entra – nuevamente – en el sistema de adopción, y allí conoce a Jessie y Mark (Kate Bosworth y Thomas Jane, respectivamente, ambos acordes a sus roles, algo falto de química entre ellos) un matrimonio todavía traumatizado por la muerte de su primogénito causa de un trágico accidente doméstico. Jacob, retraído y puntilloso, se muda con la pareja y todo parece un idilio, la conexión es inmediata, el chico es feliz y la pareja hace todo lo posible por crear un ámbito amable en el que “las dos partes” puedan salir adelante. Pero llega la noche. El nene se resiste a dormir y los padres no comprenden; finalmente logran que se calme y cierre los ojos… solo para descubrir el secreto detrás de Jacob; cuando duerme, todos sus sueños se materializan. Al principio son unas inocentes y hasta majestuosas mariposas. Jacob pregunta por el hijo biológico de la pareja, y esa misma noche el niño se presenta ante sus padres. Jessie comenzará a manipularlo para poder tener a su hijo biológico fallecido aunque sea por un rato. Pero hay más, los sueños también se componen de pesadillas, de terrores nocturnos, y el que persigue a Jacob se llama “El hombre Canker”, el devorador. Si ya vieron "Ausencia", "Oculus", o la aún inédita en nuestro país "Hush", saben que Flanagan prefiere llegar al momento, sugestionar, antes que apurar y manchar la pantalla con litros de sangre. Somnia puede ser vista como un drama, la angustia de todos los personajes traspasa la pantalla, abunda en tonos ocres y oscuros, pinceladas de música en acordes tristes, y diálogos que demuestran una fibra sensible. El realizador podría haber tomado el camino sencillo, replegarse en los golpes de efecto y tenernos atados a la pulsión sangrienta. Pero no, nos presenta una película de personajes, un drama sobrenatural que se toma sus minutos para asomarse al terror. Esto no significa que aburra o se trate de un film de tranco lento, mantiene una atmósfera expectante de suspenso continua, los ojos no pueden despegarse a la pantalla, porque sabemos de Jessie está actuando mal, y que algo malo va a pasar. El guión tiene algunas fallas, no todo cierra a la perfección, pero ciertamente no parece fundamental a la hora de tomar el resultado conjunto. La producción de "Somnia" fue de lo más complicada, en medio de su realización la empresa mayor encargada de financiarla, Relativity Media, cerró sus puertas, quedando el film en una suerte de limbo que no solo dificultó su estreno (somos uno de los pocos afortunados países que podremos verla en sala), sino que hizo que todo su presupuesto se viera afectado. A la hora del resultado esto se nota, los efectos en CGI quizás sean el punto más flojo de la propuesta, pero aun así, no dejan de entregarnos momentos de contrastes muy coloridos y acogedores, resaltados en los sueños felices de Jacob. Por el resto, es una película pequeña, que juega mucho con las sombras, que trata de mostrar poco, e inteligentemente vuelve todo eso a su favor para crear el misterio y la opresión justa. Con un poco de "Paperhouse: Sueños Alterados", "Caso 39", "They: Habitantes de la oscuridad", "La extraña vida de Timothy Green", y por qué no "Sucker Punch" y la saga de "Pesadilla en lo profundo de la noche"; Flanagan entrega una película que destaca por su originalidad, por no tomar el camino sencillo, por centrarse en los conflictos personales, y por saber aprovechar astutamente su escaso presupuesto. "Somnia" es de esos regalos que hay que descubrir en la cartelera; no es una propuesta perfecta, pero le alcanza y sobra para ubicarse por encima de mucho de lo que se estrena hoy día; y nos está diciendo que hay que seguir a su realizador. Esperemos resista las mieles de una gran productora ahora que debe afrontar como próxima propuesta la secuela de la mediocre "Ouija".
Semana tras semana venimos hablando de lo mismo, el cine de terror en nuestra cartelera está marcando una tendencia. El criterio selectivo para traer ciertos títulos que no son precisamente estrenos simultáneos a nivel mundial es por lo menos llamativo. En la segunda mitad de la primera década del Siglo XXI, hubo una fuerte ola de terror proveniente de Francia que vino a renovar el género con mucha sangre y gran aceptación del público. De esas películas; entre las que podríamos nombrar "Frontiere(s)"," Al’ Interieur", "Ils", o "Haute Tension"; sólo esta última tuvo un limitado y muy tardío estreno por las salas locales casi en conjunto (en verdad posteriormente) con su arribo a la TV por Cable. El resto, o pasó desapercibida directo a DVD, o ni siquiera eso. Otra de estas películas del “nuevo terror francés” se llamó "Martyrs", del año 2008, escrita y dirigida por Pascal Laugier. "Martyrs" tampoco se estrenó en Argentina; pero sí lo hace su remake estadounidense realizada siete años después. Quienes toman la posta de Laugier en esta “versión” son los hermanos Kevin y Michael Goetz, responsables de la interesante "Scenic Route", en la dirección; y el guión de Mark L. Smith, quien formó parte del equipo de guionistas de "El Renacido" y escribió los guiones de "The Hole" de Joe Dante y la menospreciada "Vacancy". Con todos estos precedentes, más la producción de los experimentados de Bloomhouse, podría esperarse como mínimo un producto decente, el resultado demuestra lo contrario. La historia es la misma, Lucie es una niña de diez años que escapa del cautiverio en un sótano. En el orfanato donde queda recluida con severos traumas psicológicos, Lucie conoce a Anna y se hacen grandes amigas. Pasan los años, y Lucie, ya adulta, continúa con su tormento mental; encuentra a la familia que la torturó de pequeña y planea junto a Anna una venganza que les aguarda para sí horribles sorpresas. Quienes vieron la original saben lo que pasa luego; quienes no, deberán descubrirlo por ustedes mismos. Lo cierto es que la "Martyrs" de 2008 no se caracterizaba por tener un guión muy elaborado (analizándola en perspectiva es posible que su status de culto sea algo inflado), pero se trataba de un producto carnal, visceral, que no dudaba en arrojar hectolitros de sangre y dejar todo al rojo vivo. Que creaba sensaciones de encierro, sofocamiento, lógicamente asco; y permitía que uno se compenetre con el infortunio de estas dos chicas. Nada de eso se encuentra en este “actualización” a 2015. Troian Bellisario y Bailey Noble, como Lucie y Anna respectivamente, simplemente no transmiten nada. Allí donde el otro film se hacía fuerte con las interpretaciones de Mylene Jampanoi y Morjana Alaouien en los mismos papeles, quienes pasaban todo el dolor por sus frágiles cuerpos; Bellisario y Noble se comportan como si estuviesen pensando en el próximo proyecto que deben filmar. Laugier había dejado algunos ítems a la libre interpretación del espectador, o iría planteando dudas para resolverlas en los últimos minutos. Por el contrario, Smith tiene la necesidad de remarcar todo, de dejar todo bien claro casi desde el principio, como suponiendo que este film sería solo visto por quienes ya vieron el original. Los Goetz no solo redujeron la sangre, le restaron clima, interrumpen el suspenso con un montaje torpe, y se rebajan a una fotografía sucia y desprolija, alejada de los tonos ascéticos de la francesa. Nos queda ver a Kate Burton en la piel de la pérfida Eleanor, pero ni el placer de rencontrarnos con una vieja estrella suple la decepción que produce la película. Se sabe que en EE.UU. realizan remakes de films extranjeros que les gustan, porque no son muy adeptos a leer subtítulos (mejor no desarrollemos este ítem de su cultura), quizás así encuentre su justificativo. Para el resto del mundo, acostumbrado a ver películas en otros idiomas, esta nueva versión no tiene demasiado sentido de ser. Lenta – dura muy poco y aun así parece larguísima –, carente de atractivo, dudosamente interpretada, y con una adaptación de guión que trastabilla; podemos pensar que esta Martirio Satánico no es más que una suerte de “devolución de favores” a aquellos directores franceses que en su mayoría posteriormente fueron contratados por Hollywood para realizar remakes de grandes títulos del terror estadounidense con pobres resultados. Sea cual sea la razón de su realización y su estreno, hay una sola certeza, los mártires esta vez son los espectadores.