El hilo rojo

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Luego del inesperado éxito de "Abzurdah" el año pasado, convirtiéndola en uno de los films más taquilleros de 2015, la realizadora Daniela Goggi habrá tenido el espaldarazo para realizar rápidamente otra película repitiendo en parte el equipo. Justamente un año después nos llega su tercer opus (su inicio fue en la más pequeña Vísperas hace ya once años), el "Hilo Rojo", en el cual repite mucho de la fórmula con la cual adaptó la novela autobiográfica de Cielo Latini.
El punto inicial que da título al film es una Leyenda Oriental con diferentes orígenes, que también sirvió de base para diferentes novelas y obras cinematográficas. El texto, que podrá leerse recién sobre los créditos finales reza “Cuenta la leyenda que existe un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias.
El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper”. Según la mitología china se anuda un hilo rojo en los tobillos de las almas gemelas, según la correspondiente en Japón (aparentemente la utilizada para el film a modo de explicitarlo todo), será en el dedo meñique. Las almas gemelas en este caso son Abril y Manuel (Eugenia Suarez y Benjamín Vicuña, respectivamente), ella azafata, él enólogo.
En 2007 sus instantes se cruzan en la fila para la admisión en el Aeropuerto de Ezeiza. El flechazo, al ritmo de Amy Winehouse es inmediato, ambos se desean, comparten el vuelo y parece que nada podrá separarlos… salvo la Aduana. Siete años después, Abril y Manuel, cansados de buscarse sin siquiera saber sus nombres, han rehecho sus vidas.
Los dos están casados, Manuel con la fotógrafa Laura (Guillermina Valdés) y Abril con el rockstar y productor musical Bruno (el español Hugo Silva), ambos también cuentan con un hijo cada uno.
En las parejas no parecen existir (grandes) grietas. Pero el destino, ese hilo rojo, vuelve a meter la cola. Manuel debe viajar a Colombia a promocionar unos vinos de su finca, y Abril retoma su trabajo después de una suspensión causada por aquel encuentro furtivo; y sí, su primer viaje será a Colombia. Lo que resta es el encuentro entre ambos, la vana resistencia inicial, y la atracción y el romance vivido en ese lapsus temporal en el país del café.
La historia, expresada como grandes crisis existenciales pero que no deja de parecernos una anécdota, necesita de la conexión de la pareja protagónica que casi en un 95% de la película se encuentra defendiéndola sola. Ese dato, esa química, se encuentra. Suarez y Vicuña hacen creíble el fuego que sienten sus personajes en las entrañas, ese deseo irrefrenable.
El detalle, para nada menor, es que el resto de los elementos no acompañan esa unión. Con mucho de Closer: Llevados por el deseo, y del estilo francés de dramas románticos complejizados; "El Hilo Rojo" cuenta con un guión, escrito por la propia realizadora en compañía de Alejandro Montiel y Milagros Roque Pitt, que se olvida de la humanidad de sus personajes. Todos, los cinco (incluyo a las parejas de ambos y una amiga de Abril interpretada por Leticia Siciliani), se presentan con el único propósito de ser funcionales al acotado argumento.
La vida en "El Hilo Rojo" es tan glamorosa como simplificada. Abril usa vestidos de diseño hasta para salir de ducharse o levantarse de la cama; puede ir a buscar a su hija al jardín con el vestido que usó para una sesión fotográfica, y no hay otro problema que la aqueje que no sea lo relacionado a su amor prohibido. Lo mismo diríamos de Manuel que desconoce los joggings o el estar desalineado. No hablemos de pobreza, la clase media regular está desaparecida de la película, si bien no se muestran como una alcurnia de clase alta, todo es lujo y tranquilidad, de modo naturalizado.
Esta sectorización ya se había percibido en "Abzurdah", en donde uno podría pensar que eran arrastre de la historia real; ahora hablamos de ficción, y no solo no disminuyó, se acrecentó a un modo totalmente molesto. Esto, que escrito parece una nimiedad, no permite la conexión que el espectador necesita para con los personajes, viéndolos ajenos, extraños, ¿soñados? Sí, pero vacíos.
La suma de errores de continuidad y congruencia, algunos – varios – muy notorios; sumado a que durante el tramo del viaje a Colombia (la mayor parte del film) los diálogos incitan a una risa deliberada por su falta de verosimilitud; nos hacen sentirnos en la comodidad de una comedia involuntaria que podría mejorar la experiencia. Sensación que el último tramo, elipsis temporal y regreso Buenos Aires incluido, destierra en medio de resoluciones caprichosas y un ritmo lento, aburrido y absurdo en los que las decisiones de todos se tornan lisa y llanamente incomprensibles.
"El Hilo Rojo" promete mucho más de lo que cumple. El erotismo explícito se ve reducido a solo dos escenas recortadas en medio de un montaje difuso, y la copia a un sobrevalorado clásico hollywoodense de la materia como "9 Semanas y media". El resto son miradas y escarceos, quizás lo más logrado de un film que no llega a pisar firme en ningún segmento.