Buenos muchachos Basta decirlo desde el principio: lo que sostiene casi todo el filme es la actuación de Michael Shannon, por supuesto que muy bien secundado por los demás integrantes del elenco. Pero si fuera esto sólo la producción se caería al poco tiempo de iniciado. Si bien no es del orden de la maestría, la forma de presentar el relato, la construcción de los cuadros, las acciones de los personajes, la sordidez toda, logra mostrar una violencia inusitada que no cae nunca en el glamour excitante, y esto se agradece. Basada en una historia real, la verdadera vida de Richard Kuklinski (Michael Shannon), un famoso asesino a sueldo al mismo tiempo que hombre de familia. La diferencia con “Buenos Muchachos” es que en éste caso la familia del protagonista arma otra trama, queda fuera, nada sabe del actuar y del doble rostro del asesino, La historia se inicia con un primer plano del sicario diciendo que no se arrepiente de nada, con la excepción de haber lastimado a sus seres queridos: su mujer Deborah (Wynona Ryder) y sus hijas Annabel y Betsy. La narración comienza con sus primeros días de vida en pareja, que trabajaba en una productora de cine porno, hasta sus últimos días, cuando termina siendo el responsable y autor de la muerte de más de 100 personas (un dato curioso al margen, por problemas de subtitulado aparece indicado 250 personas cuando se escucha y se entiende el “one hundred”). Aunque en apariencia parecía estar viviendo el sueño americano como esposo y padre ejemplar, Kuklinski en realidad fue un despiadado asesino a sueldo. Su vida presenta un giro. Hasta ese momento se lo podía ver como un hombre de pocas palabras, casi incapaz de mostrar algún sentimiento, de actuar correcto, haciendo lo que le dicen que debe hacer, sin parámetros morales ni éticos. El quiebre se produce cuando su jefe, el dueño de la productora, el mafioso Roy Demeo (Ray LIotta) decide dejar sin trabajo a Richard Éste ni pestañea, lo amenaza con un arma pues sabe de sus turbios negocios, y lo hace como si le estuviese hablando del clima. La expresión que acuña Roy es “éste tipo es de hielo”, y decide contratarlo como asesino. Lo pone a prueba y estamos frente a una de las escenas más escalofriantes y perversas del film, casi equiparable a la escena de la estación de servicios de “No es país para viejos” (2007) de los Hermanos Coen jugada por el personaje de Anton Chigurth (Javier Bardem), repito, casi comparable, ya que de ahí se desprende el resto de la construcción del personaje, que no es un psicópata, ni se le puede dar categoría de enfermo, es otra cosa, es la falta de moral y de barreras sociales hecha persona, y en esto reside el pánico impuesto por el texto no en las imágenes de desmembramientos de seres humanos, que sí las hay. Es una realización que en su esencia, y desde lo formal, cumple, aunque posiblemente no sea del agrado de todo tipo de público, por ejemplo románticos abstenerse. El director conjuga los elementos del lenguaje, la dirección de arte, la fotografía, el sonido, con mucha capacidad, sobre todo técnica, al servicio de un relato que aparece como distante, calculado, despojado de ornamentos superfluos que permitan un momento de calma en el publico, en el queda reflejada la decadencia de una sociedad enferma, al mismo tiempo es utilizado para el lucimiento de los personajes principales.
Me casé con una bruja Zugarramurdi es un municipio español de la Comunidad Foral de Navarra Su población en 2012 era de 243 habitantes. Gran parte de los visitantes llegan a Zugarramurdi atraídos por las historias y leyendas que fueron surgiendo en torno al proceso inquisitorial de 1610. Con la intención de dar a conocer lo que sucedió en Zugarramurdi y su entorno a principios del XVII, esta localidad Navarra ha rehabilitado su viejo hospital, situado en el mismo pueblo, en la salida hacia las cuevas, para instalar en allí el Museo de las Brujas de Zugarramurdi, Este espacio museístico, único en España (el de Segovia es sobre la brujería y sus elementos), fue inaugurado en julio 2007 pretendiendo que sea el lugar para perpetuar la memoria, un homenaje a las personas, hombres y mujeres, que fueron víctimas de una situación social trasnochada, de una ola de pánico brujeril, y de una Inquisición que necesitaba imponer su autoridad. Tuve la oportunidad, en el 2008, de conocer a dos empleadas del museo, por lo que el titulo original de la realización de Alex de la Iglesia capto mi atención mucho antes de poder verla. Dicho esto a modo de introducción, y al sólo fin de poder justificar éste desguinzado fílmico, ya que a mi entender el saber algunas de estas cuestiones pueden aclarar algo del orden de las intenciones del director vasco. ¿De qué va la historia? José (Hugo Silva) es un padre divorciado que le ha prometido a su hijo Sergio (Gabriel Delgado) ir a Disneworld de Paris. Su nuevo amigo Tony (Mario Casas) es un mujeriego que, inexcusablemente, atrae a todo tipo de señoras, y no tanto Se conocieron mientras tramitaban la recepción de alguna ayuda monetaria estatal, pues ambos tienen en común el estar desocupados, como dicen en España están en el paro. Tienen la maravillosa idea de tratar de conseguir el vil metal robando en un establecimiento de compro/venta de oro como modo de dar solución de sus problemas más cotidianos, involucrando, y haciéndolo participe del mismo, a Sergio, por supuesto sin que la “bruja” de su ex lo sepa. Pero nada sale como estaba previsto y para huir de la policía, en dirección a Francia, secuestran a Manuel (Jaime Ordóñez), un taxista que termina siendo admirador del experto en lo paranormal Íker Jiménez. A su paso por el pueblo navarro de Zugarramurdi el trío es secuestrado por un grupo de brujas, estas si reales, con características más antropófagas que caníbales, lideradas por la gran perversa Graciana (Carmen Maura). No será la única arpía a la que conocerán. El desafío es sobrevivir a todas ellas. Entre el gran aquelarre nos encontramos con Maritxu (Terele Pávez), Kontxi (Carlos Areces), Miren (Santiago Segura), y Eva (Carolina Bang). Por si todo esto no fuese demasiado, se le agrega a estos pobres desgraciados el ser perseguidos por los inspectores Pacheco (Secun de la Rosa) y Calvo (Pepón Nieto), quienes están acompañados por Silvia (Macarena Gómez), la ex de José que sólo desea recuperar a su hijo Sergio. Esta increíble producción, dicho desde lo estético y formal, se constituye como un entrecruzamiento de géneros, por un lado, y a simple vista, es una muy buena comedia, pero plagada de simbología inherente al cine de terror más gore. Asimismo, se la puede pensar como una gran toma de posición sobre algunas cuestiones filosóficas, éticas y morales, (recordemos que Alex es Doctor en Filosofía) por parte de guionistas y el realizador. Para ello acude a distintas temáticas, todas presentes e identificables: el feminismo, el falso machismo, y del otro, algo del orden de lo ininteligible de la mente femenina, la violencia, el maltrato, la convivencia, al mismo tiempo que puede estar diciendo de manera profunda de España en general y de los vascos en particular, de formas bizarras, lo que no le quita mérito. Decir algo más desde las elecciones ejercidas, contar algo más allá de lo dicho en relación al relato, me parece que es quitarle la sorpresa al lector que devendrá en espectador. Sí revalorar la “apuesta” tanto desde el diseño de arte, la fotografía, que se convierte en la gran vedette, juntamente con el vestuario y maquillaje, una muy buena banda de sonido, el montaje y la dirección de actores.
De un tiempo a esta parte Silvester Stallone tuvo la buena idea de juntar iconos del cine de acción, por momentos de manera paródica, sin ningún hallazgo, ni nada original, pero con buenos resultados, como la saga de “Los indestructibles” (2010 y 2012), de la cual ya esta en post producción la tercera, con estreno anunciado para el próximo año. También Arnold Schwarzenegger ya había incursionado en producciones de ese tenor, al mismo tiempo que podía representarse a sí mismo con matiz burlón, pero siempre estando en juego algo del orden de una historia que atrape, por momentos inescrutable, por momentos muy satírica. Esta producción esta muy lejos de ambos casos, empezando por la instalación de la verosimilitud en forma demasiado rápida, demasiado pueril, demasiado insustancial, el punto es que el verosímil nunca va de la mano de lo cierto sino de lo creíble, y para eso debe instalarse correctamente y con mucho cuidado. Esto no ocurre pues todas las fichas están puestas en función de juntar dos mega estrellas con el fin de que se refleje en la taquilla, podría suceder, pero no justificaría ningún otro valor. Todo el filme es a la postre un catalogo de lugares comunes, previsible al extremo, por momentos tedioso y aburrido. Hay buenos por antonomasia y malos por definición, al mismo tiempo que quieren hacer suponer que nada es lo que parece y que las vueltas de tuercas producidas por el guión sorprenderán a alguien, cosa que no sucede nunca, pues ni el tema de la traición, tan caro para este género, da buenos dividendos, muy lejos de cómo lo constituyo Brian de Palma en la primera “Mision imposible” (1996). Ray Breslin (Silvester Stallone), un ex abogado (¿?) devenido en uno de los grandes escapistas del mundo, tal cual Houdini, es calificado por su jefe como la máxima autoridad en materia de seguridad estructural edilicia, algo así como el personaje experto en seguridad en sistemas de computación que interpreto Robert Redford en “Héroes por azar” (1992), pero con pequeñas diferencias, a éste último se lo creías. Después de investigar, como un penado interno, las prisiones de alta seguridad, se fuga de ellas demostrando su vulnerabilidad, para ello debe aprender, a partir de una amplia gama de habilidades que posee tanto la supervivencia como el medio y la forma de fuga, lo que le permite diseñar cárceles a prueba de escapes, para lo cual sus capacidades son puestas a prueba. Ray escribe textos, reunidos luego en un libro, con sus experiencias y sus conocimientos para dar cuenta de que elementos son necesarios para que una cárcel resulte inexpugnable. A partir de un pedido del FBI para que evalúe un nuevo instituto, es encarcelado en una prisión, que luego descubre fue concebida utilizando su libro para diseñarla, considerada a prueba de evasiones, Es entonces cuando nada sale como fue planeado, su equipo pierde contacto, él ha sido considerado como desaparecido. Se encuentra solo, a su propia suerte y sometido a los arbitrios de un funcionario cuasi sádico. Así planteada su situación deberá diseñar la manera de escapar, descubrir a la persona que lo traiciono y lo puso tras las rejas. En esa circunstancia conoce a Emyl Rottmayer, (Arnold schwazenegger), otro preso que lo descubre en su plan de escape, para lo cual se convierte en su mejor amigo con el que pergeñará todo tipo de ardides. Stallone otra vez hace de sí mismo, mucha mueca y poco gesto. Arnold se lo toma en broma, juega consigo mismo y con el personaje, hablando e insultando en alemán con gesticulaciones grandilocuentes. El malo es el director de la cárcel, Hobbes (Jim Caviezel), no sólo es maléfico sino como corresponde un corrupto, ya que todo lo hace por el vil dinero. Hay otros dos personajes que están puesto casi con fórceps, sin hacer paralelismo con un parto complicado, uno, es otro preso de origen árabe, como para rellenar o completar, el otro, es el medico de la prisión, todo un desperdicio de un actor como Sam Neill para tan poca cosa. “Escape imposible” es una producción menor, a pesar de estar dirigida con mucho oficio por el sueco Mikael Håfström, no es más que eso, con algo de tono tosco asemejándose a los filmes clase B, aunque en producción no lo parezca, y con indudables limitaciones desde el guión. Trascenderá a los amantes del genero por el cartel de sus protagonistas, sólo por eso.
El verano de Kikujiro Nat Faxon y Jim Rash son los directores noveles de este filme independiente, toda una andanada de frescura sobre temas demasiado trillados en los que a priori, leyendo la síntesis argumental, podría mal pensarse como una más de adolescentes descubriendo su propio futuro. El primer acercamiento al cine lo hicieron a través del guión de “Los descendientes” (2011), si bien habían tenido una breve experiencia en la producción y una muy larga en televisión. Ahora tienen a su cargo parte de la producción, la dirección de su propio guión, y hasta se dan tiempo para interpretar papeles secundarios de importancia dentro del propio relato. Todo esto esta dicho con el sólo fin de señalar “ténganlos en cuenta”, van a dar que hablar. Tal como sucede en el filme de Takeshi Kitano, pero casi a la inversa, lo que en aquel era un juego de significantes girado ciento ochenta grados sobre el cierre del relato en el que descubrimos quien es realmente Kikujiro, aquí es, tomándolo desde el titulo original “The way way back”, que en realidad es una expresión idiomática sin posibilidad de una traducción literal, y como se podrá apreciar lo que vemos en éste caso no iba en una sola dirección. Si bien la historia se centra en Duncan (Liam James), un joven de 14 años, retraído, sensible, casi perfecto para cualquier tipo de hostigamiento actual, que va de viaje de veraneo, la narración abre con una pregunta a Duncan formulada por Trent (Steve Carrell) mientras maneja el auto ¿Qué puntaje te darías? Qué padre es capaz de preguntar algo así. De inmediato sabremos que la imagen de la familia feliz, no lo es tanto. Trent es la nueva pareja de Pam (Toni Collette), la madre de Duncan, con ellos viaja Steph (Zoe Levin), la hija de él, que aparece y desaparece del entramado rápidamente, como si el personaje no diera nunca un giro, al contrario, permaneciera estático en cuanto a progresión a pesar de toda su movilidad, todo un gran acierto desde el guión ya que suma en la general y no distrae en lo particular. El que se sostiene durante toda la proyección como un icono de lo perverso, lejos de los papeles a los que nos tiene acostumbrado, es Steve Carrell, pues su personaje se hace odiar del principio a final. El filme termina por abrirse, valga la contradicción, cuando en la vida de Duncan aparece Owen (Sam Rockwell), el regente de un parque acuático, que por características de identificación con otro que fue le da un lugar que nadie supo que podía ocupar. Al mismo tiempo aparece la Susan (Anna Sophia Robb), la bella vecina quien algo también ve en él. La realización entonces se constituye en un claro ejemplo de lo que se llama cine de personajes, por ser todos tan variados y tienen su momento de lucimiento por lo que la trama no decae y asimismo se instala como una comedia dramática, triste a pesar de las escenas risueñas que instala centrípetamente al adolescente, en apariencia antigregario, con muchas justificaciones. Un padre ausente, una madre que intenta, repitiendo buscar un amor de pares, recomponer su vida sin ver lo evidente, pero que da lugar a la irrupción del amigo que maneja como lo llama la madre. Al catalogo de personajes nombrados se les suma Betty (Allyson Janney), la vecina alcohólica pero sumamente alegre, Caitlin (Maya Rudolph), como la eterna “Penélope” que espera a que el gerente del parque acuático se decida a asumir que la ama. La relación establecida entre Owen y Duncan cambiara la vida no sólo de ambos, sino que en el camino de regreso otras tantas vidas habrán quedado modificadas. La historia se sostiene evidentemente por un guión trabajado y aceitado, aunque por momentos pareciera que la búsqueda de seguridad narrativa desde lo literario sea exagerada, ya que lo que termina por solidificar todo es el genial Sam Rockwell en un personaje escrito a su imagen y semejanza. Muchas de estas variables y señalamientos están puestas en juego desde la banda musical, lástima que se haya perdido la costumbre de traducir los textos de las canciones. En relación a la estructura, la misma es de índole clásica, progresiva, lineal, y no le hace falta otra cosa, lo importante es como construye el relato a partir de sus personajes. Esta es una de esas películas que amigan con el género de los filmes de teenagers, ya que de tonto no tiene un pelo.
El arte de amar ¿Qué lleva a un director con los antecedentes encomiásticos que Wong Kar Way posee por merito propio, incluyendo un pequeño traspié en su prodigiosa carrera, a realizar un filme sobre artes marciales? Esta pregunta ronda en mi cabeza desde el primer fotograma, y a medida que avanza el relato más claro se hace que el sub-genero de las artes marciales le funciona, a la perfección como una genial excusa. Esto pensado, elaborado, interpretado y entendido luego de la última imagen del film. La respuesta más clara que se me cruzo inmediatamente, y a posteriori de ver la película, es que nunca dejo de ser cine de autor, él esta desde sus obsesiones puesto en juego, se lo podría resumir citando su opus “Con ánimo de amar” (2000) y lo que se pudo leer como la continuación “2046, Los secretos del amor” (2004), ya que los personajes son los mismos en ambas. En términos de definiciones se podría abreviar diciendo que el director hongkonés no enfrenta a la frase “nadie te va amar como quieres que te amen”, casi parafraseando la tan mentada “nadie te va amar como yo” dicho mil veces, nunca pudiéndose aplicar en el orden de la certeza. Lo que continúa como estructura y producción es una pequeña joya de estilismo, aplicando todos los recursos cinematográficos que conoce, maneja y los muestra a su alcance, empezando con la historia propiamente dicha, basada en un personaje de existencia real, Ip Man (Tony Leung). El andamiaje que sustenta la historia son principalmente el diseño de montaje, haciendo, eso si, casi abuso del ralenti y conjuntamente el montaje sonoro, (toda una clase magistral de cómo debe hacerse) en específico y sobresaliendo en las escenas coreografiadas de peleas, casi ballet, sumándole las elecciones de la posición de cámara, que nunca aparece como simple testigo, de la que depende el poder apreciar la extraordinaria puesta en escena, con la impecable dirección de arte, de la que se destaca la fotografía. Pareciera ser como es su costumbre que todo esta diagramado, pensado, sin dejar nada librado al azar, es verdad, todo es ficción, eso también lo deja bien claro, al mismo tiempo que demuestra ser uno de los pocos directores poseedores de virtuosismo visual en el cine actual. Lo que realmente se agradece es que no sea esteticismo hueco, vacuo, tal cual lo fue “El Tigre y el Dragón” (2000), dirigido por Ang Lee, a diferencia del director taiwanés, en “El Gran Maestro”, titulo original de la producción que nos convoca, no hay personas que vuelan, saltos ornamentales, ni imágenes “bellas” gratuitamente, aquí todo esta puesto con una única finalidad, la progresión dramática. El relato comienza en China, transcurre el año 1936, el Gran maestro Baosen, es el jefe supremo de la Orden de las Artes Marciales Chinas, ya de edad avanzada busca su sucesor, no lo puede ver en su hija, cuestiones culturales casi del orden de lo prohibitivo, o de la misoginia si se quiere. Durante la ceremonia de despedida, a la que asiste su hija Gong Er (Zhang Ziyi), maestra del estilo Ba Gua y única en conocer la figura mortal de las 64 manos, al igual que los posibles sucesores, entre los que se encuentra nuestro héroe, Ip Man, maestro legendario de Wing Chun, quien luego sería el maestro de artes marciales del malogrado Bruce Lee. En un mismo acto nos presenta la trama principal y la subtrama, pero no en orden de calificación de las mismas, ni siquiera en importancia, esto es casi el solitario ítem que le deja al libre albedrío del espectador, por un lado el enfrentamiento con sus contrincantes, todos del sur, por el puesto de poder de Baosen, por otro, la historia de amor que se asoma entre Ip man y Gong Er. Posteriormente, el Gran maestro Baosen es ultimado por uno de sus discípulos que se siente traicionado al no ser elegido. A todo esto, la historia ya conocida, entre 1937 y 1945 se produce la ocupación japonesa que hunde a la nación en el desconcierto. Segmentaciones e intrigas aparecen en todas las escuelas de artes marciales, forzando a Ip Man y Gong Er a tomar medidas en procura de su propia supervivencia y que terminaran por modificar sus proyectos, sus vidas para eternamente. Todo esto, como queda dicho, en una hechura que es placer audiovisual por excelencia.
Varios son los problemas que presenta esta producción dirigida por el estadounidense Mark Steven Johnson, quien no es un debutante pero si que es la primera vez que incursiona en el género. Había sido responsable de “Ghost rider” (2007) y “Daredevil” (2003), nada demasiado destacable, pero en esta ocasión hasta se nota la falta de pulso para establecer los tiempos correctos del relato en esa categoría que parece desconocer. Raro, ya que se vislumbra como un director técnico, no busquemos autoría donde no la hay, y al mismo tiempo que el equivalente peca de inverosímil, situación que al cierre, con un discurso que puede leerse como deplorable en el que todo pedido de arrepentimiento se justifica en olvido. La historia se centra en dos personajes, interpretados por actores de mucho peso dentro del star system, Robert de Niro, es el coronel retirado Benjamin Ford, participe de asesinatos y masacres en muchas de las guerras en las que participo, en cualquier lugar del planeta, intromisión estadounidense que la película justifica sin reparos, en éste caso específicamente en Bosnia, de donde es oriundo Emil Kovac, interpretado por John Travolta. Emil, único sobreviviente de una ejecución perpetrada por los yankees en la mencionada guerra, con activa participación de Ford, 20 años después busca venganza, razón por la cual viaja hacia los Montes Apalaches, donde éste vive casi como un ermitaño. Hasta el momento del encuentro, la primera media hora, el transcurrir del relato es clásico, eficaz, incluida la presentación de los personajes y el establecimiento del espacio físico en el que se desarrollará la acción, esto último posiblemente gracias a la dirección de fotografía realizada por el ya veterano Peter Menzies Jr., lo que resulte lo rescatable, si hay que rescatar algo. Luego del encentro entre los dos protagonistas el desarrollo narrativo se transforma en una del juego gato/ratón, cambiando los roles sin solución de continuidad de las formas y acciones más inverosímiles que se hayan podido elegir. Da la sensación que ambos participaron de la producción con el sólo fin de mantenerse activos, Robert de Niro casi sin esfuerzo interpretativo, aunque si físico, para conformar un personaje demasiado simple, en cambio Travolta se las tiene que arreglar para darle a su criatura una voz en inglés que se asemeje a algo parecido a un bosnio parlante en idioma extranjero, esa habrá sido al marcación del director. Los espectadores a la larga son los sufrientes, ya que el Johnson fue incapaz de transferir en las imágenes y las actuaciones el rigor afectivo que deberían poseer aquellos que sobreviven “traumados” por guerras, aquí dicho de manera explicita por uno de los personajes, a nivel particular, como tampoco lo puede trasladar a nivel general, por lo que el contenido sucumbe sin impregnar la empatía del espectador.
No era impensable una segunda parte del filme original, del 2010, ya que no sólo se colocaba como casi aire fresco dentro de tanta pavada, sino que además le fue bien en el llenado de las butacas de los cines que, dicho sea de paso, es a lo que Alfred Hitchcock hacia referencia en su definición de: ¿Qué es el cine? Son muy raras las excepciones que confirman la regla de que segundas partes nunca fueron buenas, y en esta oportunidad estamos dentro de la regla. Varias son las alternativas y/o variables que propugnan sobre la caída en desgracia, en principio, al no ser necesaria la presentación, conformación y desarrollo de los personajes, el tiempo se utiliza con el sólo fin de tratar de construir el tratamiento narrativo propiamente dicho, que termina por ser lo más endeble de la producción, La externalización del conflicto interno de los personajes, esto es que se haya propagado a nivel masivo y cotidiano las ansias de justicia, en éste caso por mano propia. Ello suma un poco al principio, resta demasiado en el proceso y mucho más en el cierre, por un lado, los imitadores de nuestros jóvenes héroes Hit Girl (Chloe Grace Moretz), la verdadera protagonista, no importa el tiempo de presencia, el que esta le alcanza para robarse la historia y a Chloe para robarse la pantalla. Su partenaire Kick Ass (Aaron Taylor Johnson) transita más en el orden de la repetición que en nuevas facetas del personaje. Por último aparece como antagonista Motherfucker (Christopher Mintz-Plasse), que viéndolo desde el punto de vista estructural es en realidad quien propone desde su sed de vengar, la muerte de su padre, para que todo el relato pueda desarrollarse. Para ello contrata una caterva de forajidos seleccionados de lo peor que hay en la delincuencia de la ciudad. En contraposición Kick y Hit se unen al grupo de “Justicia para siempre”, liderados por el Coronel Estrellas (Jim Carrey). La batalla final entre ambos grupos, el bien y el mal, esta planteada y pronosticada. Después de demasiadas vueltas de tuerca sobre la historia, muy inoperantes y previsibles todas, con poco tratamiento y cierres apresurados, el narración se encauza hacia aquello que propugna en esta segunda parte abandonando parte de lo bueno que había presentado en la primera. Elementos como la buena puesta en escena, conjugada con el diseño de montaje que asemejaba a la grafica de origen, el humor como principal motor, y la sátira de las películas de superhéroes como piloto. Todo eso a desparecido y esta segunda entrega, violencia glamorosa incluida, se parece más a aquellas de las que se burlaba.
El amor infiel Uno podría empezar diciendo que éste es un filme judío por donde se lo mire, no sólo por el cuento en sí mismo, sino a partir de los temas que aborda y desde que lugar lo hace, situación que no va en detrimento a la universalidad de sus decires. Partamos de la base que el titulo original, “Hitpartzut X”, casi no tiene traducción literal, es un término acuñado por los científicos israelíes dedicados al estudio del espacio que hace referencia y da nombre a las derivaciones que se producen cuando dos cuerpos celestes que deberían permanecer separados se acercan demasiado, colisionando o no., cuyos efectos resultan inconmensurables, incuantificables, impredecibles, imponderables, ingobernables, y menos aún saber “a priori” sus consecuencias. Todo esto pasa en esta realización. Por supuesto que el título original juega en principio con el personaje que aparece como protagonista, no por casualidad es quien es, pero este es uno de los pocos casos en que el título dado por estos lares aparece más como disparador de lecturas posibles e interrogantes que en función de obturar y dar respuestas. Desde otro lugar, ese casi neologismo acuñado por los israelíes es constructivo en la historia, muchos son los cuerpos que, a lo largo del relato, nunca deberían haberse juntado. Del mismo modo la definición de “lo infiel” que promulga el titulo aquí elegido tiene su doblez, y eso lo constituye en un filme que dice mucho más que aquello que cuenta, pues aborda temas que parecen no estar nombrados y que sólo pueden desplegarse desde el análisis del texto, una vez finalizado La historia se centra en Ilan Ben Natan, un prestigioso profesor de astrofísica de la Universidad de Haifa, tiene 58 años, y está extremadamente enamorado de su treintañera y bella esposa Naomi, una ilustradora y correctora de libros. Un día se le revela cual duda transformada en certeza, ya que finalmente pudo ver que su mayor temor era real: ella tiene una relación con otro hombre. Como dice un amigo mío, el engañado (dice otra palabra) es el primero que sabe, pero el último que se entera. Lo que parece en este punto empezar a encausarse en la tan mentada historia del triangulo amoroso, de infidelidades, incertidumbres, se transforma en otra cosa a partir de que empieza a tener más peso el personaje de la madre de Ilan. Ketty es una octogenaria con todas las luces encendidas, exacerbando los defectos que ya poseía en su juventud, calculadora, fría, distante, no por eso deja de ser una típica madre judía, más propiamente dicho idishe mame, siendo su principal característica el uso de una lengua filosa, cuyas líneas son las de mejor humor, casi negro en este caso, de todo el filme. Pero esta madre no se queda fijada en el lugar de la presentación en que aparece, es referenciada desde varios ámbitos y asimismo de varios personajes, incluidos diversos secundarios, que le dan otra profundidad, otro cariz, y aplican para el desenlace. Al mismo tiempo que el relato plantea temas como la culpa, la mentira, la moral, los celos, la envidia, el abandono, la amistad, atraviesa toda la naturaleza humana sin dejar de lado lo perverso, la maldad. Sin querer entrar en detalles que revelarían lo sustancial, es necesario decir que la construcción del relato es, hasta en los detalles mínimos, muy bien pensados, ya que mientras el guión juega con el espectador dándole información que los personajes desconocen, ellos dialogan de temas cotidianos, al mismo tiempo que la estructura del mismo, y por esa razón, permite moverse en términos de comedia, drama, tragedia y suspenso policial sin sobresaltos y sin caer en lo ininteligible. La pregunta que dispara la necesidad de repensar todo una vez concluido, es porque si la obra se centra principalmente en el personaje traicionado, ya que es él quien sin lugar a dudas lleva adelante las acciones, y promueve el buen desarrollo, se representa el interrogante de cuál es la razón de peso de centrar el título en la infidelidad. Dicho de otro modo, cuantos cuerpos no debían y finalmente se juntaron y quien es la infiel. Le doy una ayuda, hay amores que matan o destruyen. (*) Obra de Mario David, estrenada en 1974.
El filme abre directamente con la idea de instalarnos en que lo que vamos a ver, el cumplimiento del anhelo de un hermano con el deseo de su hermano menor discapacitado: hacer una película juntos. Hablamos de Guillermo Pfening, reconocido actor de cine y televisión, quien nos presenta a su hermano de sobrenombre Caito. Todo un acto de amor, y eso se percibe a cada momento, en cada plano. Para llevar adelante la empresa, aunque no es la primera vez pues hace casi 10 años realizaron un cortometraje sustentada en la misma idea, Guillermo construye una docu-ficción, como para calificarlo con un término que pueda darle un marco de referencia al texto. El problema es que lo que parece ser un recorrido incierto, con idas y vueltas, termina por presentar un desorden confusional más que un orden aleatorio, heterodoxo de montaje y construcción del relato. Por lo que lleva a la sensación de repetición de imágenes y situaciones que no agregan ninguna nueva información que deje rédito en la prosecución de lo narrado. Por ende aburre. Es entonces que tenemos dos variables del relato. Por un lado, la presentación real del hombre, Caito, un joven que sufre de una distrofia muscular que le impidió el normal desarrollo físico, con sus limitaciones a cuestas producto de las dificultades de ese cuerpo puesto como mapa del padecimiento. Por otro, la casi ficción de la vida de un joven en esas condiciones y su cotidianeidad. Es así que nos enfrentamos a Caíto, quien ya cerca de sus 30 años, con la ayuda de sus familiares y amigos, tratará de llevar adelante proyectos, sueños, que él quiere para su vida. Lo primero que surge es que empieza a obsesionarse con su propia representación en la función de padre, a partir de esta obcecación es que la necesidad se torna imperante. Para ello debería formalizar su relación con “La Suzuki”, para nombrarla de manera delicada, se podría decir, la joven más conocida del pueblo, deseo que le confiesa a su kinesióloga. Por otro lado, el filme intenta instalar, nunca lo logra de manera eficiente, menos convincente, una subtema presentando a “Anita”, quien con sus 11 años debe soportar la tortura de vivir en el seno de una familia disfuncional y violenta. Un reflexionado, pensado y armado grupo de personas que incluye a otro ignoto hermano, junto a los amigos del famoso, todos actores profesionales, que están en función sólo para representar la vida de Caito, ya mostrada en las partes que se manifiestan como documental. La realización por momentos hasta parece pretenciosa desde la construcción heterodoxa, del cruzamiento de géneros, pero el problema principal es que la chispa que dio origen a la misma no se justifica desde ningún otro ángulo, es decir no se universaliza bajo ningún concepto, sólo el individual y único merito que el de ser propulsado por el afecto que Guillermo profesa por su hermano menor, loable pero insustancial, ya que al final del relato casi todo sigue igual. Caito sigue siendo Caito, Guillermo es director de cine. Posiblemente éste producto pueda hacer las veces de despegue de una vida cercenada por una maldita enfermedad, que bien podría haber anclado a todo el grupo familiar, situación muy común en familias que terminan con sus componentes destruidos girando alrededor del enfermo, pero que aquí queda demostrado, desde una perspectiva lozana de salud mental, pudieron salir adelante. Por otro lado, cabe la posibilidad que el ciclo se termine aquí, entonces sólo podrá verse como esos quince minutos de fama de la que tanto hablaba Andy Warhol.
Nos habían dejado descansar nueve años. Cuando ya nos habíamos olvidado de la segunda parte, y porque no también de la primera, lo inevitable se hizo realidad. Los productores, pues convengamos que más que nunca éste es un filme pensado, pergeñado y diseñado por productores en busca de taquilla, haciendo pie sobre un personaje que se había agotado en la primera de la ahora una saga. Pero, a ser justos, la primera media hora de éste filme atrapa desde lo estético, el manejo de la luz, el color, el sonido, las acciones de nuestro héroe tratando de sobrevivir solo en un medio sumamente hostil y desconocido. Se lastima, corre, se cura, adiestra algo parecido a perros salvajes, en realidad tienen cuatro patas, orejas, cola, parecen perros, pero los quieren mostrar como pequeños monstruos con el único fin de enaltecer aún más la actuación del héroe. Luego de ese espacio temporal en que el personaje juega a ser un Robinson Crusoe de un futuro incierto, el casi impregnado como un titán, pero esto ya era sabido de las anteriores entregas, se debe enfrentar a sus verdaderos antagonistas. Un grupo de cazarecompensas, comandados por Santana, animado por Jordi Mollá quien desde su personaje y el carisma le agrega un toque de humor al filme, pues el resto de la construcción del relato, incluyendo todos los demás personajes, la transforman en un cliché de lugares comunes y relatos ya narrados. ¿De que va la historia? Riddick (Vin Diesel) es traicionado por su propia especie y dado por muerto en ese planeta desolado, lucha por la supervivencia contra depredadores alienígenas convirtiéndose en un ser más poderoso y peligroso que nunca. Pronto, algunos de los cazadores de recompensa de la galaxia lo irán a buscar, vivo o muerto, pero ellos no serán los únicos ya hay también un grupo comando que lo quiere vivo. Sin embargo los tendrá donde quiere, ya que él está preparado para perpetrar su venganza justo antes de regresar a su planeta de origen para salvarlo de la destrucción. Los amantes de la saga estarán conformes, pero sabemos que la conformidad no alcanza.