El hielo se derrite La familia de Manny está compuesta por distintas especies de animales: él, su esposa Ellie y su hija Morita, todos mamuts; un tigre “diente de sable”, un perezoso y dos zarigüeyas. La hija de Manny, ya es adolescente y quiere tener sus propias aventuras, y elige justo el momento en que el “mundo” (Pangea) se está separando en los distintos continentes. Y esto por culpa de Scrat, la ardilla que desde la primera película no logra apropiarse de la bellota. Ellie y Morita (esposa e hija de Manny) quedan separadas del líder familiar y del tigre por el gran mar. Así es que deberán superar las maldades infligidas por un mono pirata y su “tripulación”, quienes pretenden adueñarse de los mares. La película es algo menos entretenida que las anteriores, porque si bien los gags de Scrat siguen siendo un buen guiño, la historia parece estar forzada para hacer evidente la moraleja: la familia no sólo es la de sangre sino también la que "te cubre las espaldas"; efecto, del que las eras del hielo anteriores venían zafando. Algo similar sucede con la aparición de personajes (un grupo de ardillas) de estilo y “funcionalidad” muy similar a los pingüinos de Madagascar. Tecnicamente inobjetable, esta saga tiene todavía resto para algunas entregas más, solo que la proxima deberá levantar un poco la puntería para estar a la altura de sus primeras historias.
Hay pique El sueco Lasse Hallström nos ofrece una simpática comedia romántica con toques melodramáticos, bien actuada y con un notable trabajo de fotografía. Se trata de una amable propuesta a la que bien le cabe el calificativo de "inspiradora". Se nos presenta al Dr. Jones (Ewan McGregor), empleado del departamento de agricultura y pesca que es contactado por Harriet (Emily Blunt), empleada de una consultora que le ofrece una misión aparentemente imposible: llevar la pesca del salmón a Yemen. El jeque de Yemen, al sur de Arabia, desea generar una industria ictícola para su pueblo, de ahí que haya encargado a una consultora la tarea de convocar a un especialista. El desafío es grande y allá va Jones, dejando atrás una relación vacía con su esposa, para compartir tiempo y experiencias con Harriet, quien sufre la incertidumbre de tener a su novio en una misión en Afganistán. Hallström construye el relato sin poner el acento en la pareja protagónica, de hecho el filme es rico en personajes y hechos secundarios que lo dotan de una relevancia que equilibra la historia , construyendo así un filme más rico en contenido. Interesante en principio, con buen ritmo y ágil montaje, el filme hacia el final toma el rumbo de un cuento de hadas y -consecuentemente- pierde fuerza, mas no su encanto.
La travesti soñadora Afortunadamente hay actrices decididas que toman el riesgo y van por lo que quieren. Sabido es que Hollywood gusta de desechar a las mujeres que ya no son atractivas. En los tiempos que corren hay que imponerse a fuerza de cuerpos siliconados o por la prepotencia de algunos Oscares ganados. Es interesante entonces que Glenn Close haya elegido esta pieza escrita por George Moore en 1918 para producirla, adaptarla y actuarla. Como el personaje principal, ella debe hacerse su propio camino para subsistir en el medio. Albert Nobbs es un hombre pequeño; abnegado y prolijo mayordomo de un hotel irlandés. Atildado, servicial, algo inocente y poco expresivo, Albert oculta un par de secretos. El primero: que es una mujer. El segundo: una pequeña fortuna que chelín tras chelín ahorra desde hace años. Durante la primera mitad del filme disfrutamos de la presentación de los personajes y el conflicto central. La pequeña comunidad que habita ese hotel -con cada uno de sus personajes- está bien delineada por sus intérpretes y captado sin estridencias por el director. Albert sueña con dejar esa vida rutinaria de servicio y tener su propio negocio, y hasta una familia. En el camino hacia ese ideal ya ni se planeta si es hombre o mujer, piensa solo como individuo. Busca la felicidad como persona, y en ese sentido el relato es audaz para la época en que fue concebido y hoy cobra una actualidad pasmosa. Se trata de un filme cuidado en los detalles de época, se sitúa en la Dublin de 1858, con un gran trabajo por parte de la dirección de arte y de fotografía. Desafortunadamente, en la segunda mitad el relato pierde la fuerza del inicio y acaba diluyéndose, deja esa sensación de "podría haber sido mejor". Esto no empaña la brillante labor de Close, perfecta en la composición de este "hombrecito" que es capaz de expresar todo con su mirada, con el mínimo gesto. En un rol secundario, pero determinante, se luce también Janet McTeer junto a un elenco en que nadie desentona.
Sin fronteras En el noroeste de Francia se encuentra Le Havre, una ciudad portuaria donde el viejo Marcel se gana la vida como lustrabotas. En la primera escena comprendemos que el hombre ha visto casi todo en su vida y ya nada lo sorprende, ni conmueve. Con esa mirada, la de aquellos que saben que no tienen por delante más que otro día para seguir peleándola, Marcel vive despreocupadamente con lo poco que gana, dinero que diariamente le entrega religiosamente a su esposa. Cierto día, en el puerto, la policía realiza un operativo en busca de inmigrantes ilegales. Adentro de un container encuentran a una familia completa proveniente de África. En medio del operativo un muchacho, alentado por su abuelo, consigue escapar de la requisa gracias a la inacción del inspector Monet -un estupendo Jean-Pierre Darrousin-, quien hace saber a sus subordinados que él no está para esta clase de operativos. Marcel y el muchacho no tardan en encontrarse, y el viejo en darle asilo con la complicidad de casi todos sus vecinos. Monet, al fin y al cabo un policía, está detrás de ellos, cerca. Así construye el director finlandés un cuentito amable, con toques de comedia, sin estridencias, con personajes lacónicos, casi inexpresivos, subordinados a una dirección tan personal como atemporal. Hay una pesquisa, un juego de gato y ratón que nos depara un final alejado de toda pretención moral ni mucho menos política, simplemente transcurre, como las cosas simples que encierran grandeza.
Hasta que la peste los separe Algunas cosas han cambiado para esta tercera entrega de zombis rabiosos. Ya no están en un edificio ni la historia es narrada en primera persona con cámara en mano. Los cambios, sabido es, no siempre agradan a todo el mundo. Aquello que daba un plus a un tema tan trillado era la manera de contarlo, desde el punto de vista de alguien que grababa lo que sucedía a costa de su propia vida. Ahora el desparramo se arma en una fiesta de casamiento y es mostrado de una manera cinematográficamente clásica. No hay demasiadas sorpresas, apenas cierta tensión bien manejada en el inicio. Uno de los invitados está infectado y no pasa mucho tiempo hasta que se le despierta la voracidad. La pareja recién casada pelea por sobrevivir y reencontrarse en medio del caos. La sangre en pantalla crece a tono con el clímax que ofrece un festival de mutilaciones que hará las delicias de los fanáticos del género. No más que eso.
El mal de occidente Sabido es que Japón es uno de los paises con mayor tasa de suicidios del mundo. El japonés con problemas acaba con su propia vida. En los EE.UU., aquel que tiene problemas acaba con la vida de aquellos que están a su alrededor, y luego tal vez, si tiene lo que hay que tener, se suicide. A través de un relato deliberadamente teñido de una estética indie que logra saturar de la peor manera, la directora Lynne Ramsay se la agarra con la buena de Eva, exitosa editora de libros de turismo que lleva una vida felíz junto al exasperante Franklin, hasta que tiene su primer hijo. Abundan entonces las idas y vueltas en el tiempo para narrar cada momento en la vida de esta pobre infelíz a quien la autora del relato decidió hacerla sufrir lo indeseable. Si hay algo que destila este filme es sadismo, para con la protagonista y también hacia el espectador que asiste a cuanta humillación Eva pueda ser sometida. ¿Y por qué le pasa todo lo que pasa? Desde el inicio se insinúa una tragedia. La que comienza con el primogénito que de tanto llorar y llorar logra que su madre disfrute del ruido de un taladro en plena calle con tal de no escucharlo gritar. Un auténtico chico-problema, o lo que en nuestro argot rioplatense denominamos un "pendejo insoportable" que mientras va creciendo va adoptando una personalidad realmente satánica que muestra solo a su madre. Hay que destacar la actuación de Tilda Swinton quien encarna un personaje llevado al extremo al que es complicado acercarse, establecer cierta empatía incluso desde su fisic du rol, tan andrógino. Lamentable es el rol dado al siempre eficiente John Reilly, su personaje carece de profundidad, es apenas un boceto de lo que debería y por eso molesta más de lo que aporta. Los chicos que interpretan a Kevin cumplen con creces su interpretación de la maldad hasta que Ezra Miller corona al personaje como el adolescente sin límites que desata el horror. Película de difícil asimilación, con serios desórdenes argumentales, acaba siendo un manjar solo apto para masoquistas.
Psicopateada La joven rusa Sabina Spielrein (Keira Knightley) sufre crisis neuróticas que llevan a sus padres a internarla en Zurich donde el doctor Jung (Michael Fassbender) la trata con nuevos métodos psicoanalíticos. Es durante su tratamiento que la joven capta el interés de Jung más allá de lo profesional. Una vez curada, Spielrein junto a Jung frecuentan a Sigmund Freud (Viggo Mortensen) con quien discuten diversas tesis psicoanalíticas, encuentros que con el tiempo acabarán modificando el curso del psicoanálisis. Keira Knightley hace gala de un oficio interpretativo encomiable al poner el cuerpo a un personaje en crisis. Su actuación es realista y por ende incomoda como solo un psicótico podría hacerlo. El director asume una actitud más bien contemplativa, deja a sus personajes hacer delante de la cámara. En este caso Cronenberg, como Polanski en "Un dios Salvaje", filma teatro. Solo que este último deja su sello en el filme, algo que Cronenberg no consigue. Cuesta hallar al director de "Promesas del Este" o "Crash" en este filme prolijo y tedioso. Las largas parrafadas que tienen a su cargo los actores tal vez hagan las delicias del público psicoanalizado o aquel que tenga interés en la materia. A los neófitos solo les queda el aburrimiento luego de haber conocido a los personajes en general bien interpretados, con excepción de Fassbender a quien no se le termina de creer del todo.
Tres para la aventura Dos agentes de la CIA, compañeros inseparables capaces de dar la vida el uno por el otro, se proponen seducir y conquistar a una misma mujer. Esto sucede por una situación absolutamente casual, pero que los lleva a competir hasta llegar al límite de perder su amistad. Uno de ellos tiene un hijo y está separado, el otro es soltero y siempre listo para la aventura amorosa. Ella viene de una ruptura sentimental algo vergonzante y acepta el juego de salir con dos a la vez, aunque ignora que ellos se conocen. En el medio de esta situación romántica hay un malo muy malo que desea vengar la muerte de su hermano, caído en un combate descomunal que se presenta en el inicio del filme. Comedia romántica que alterna momentos de acción bien logrados, todo a cargo de un trío solvente y con buena química. Reese Witherspoon se destaca con un rol hecho a su medida, en tanto Pine y Hardy conforman una pareja que da para más aventuras. Pasatista, prolija y sin mayores pretenciones que las de entretener con calidad. Ideal para los que van al cine en un primera cita con segunda intenciones.
Otra lección del maestro "Muchos escriben la historia desde el presente, pero olvidan el contexto" le dice un ya anciano Hoover a quien escribirá sus memorias. Clint Eastwood -director, productor y compositor de la música de esta película- se asegura de construir este relato basándose en esa frase y logra poner al controvertido personaje en una dimensión más justa. El Hoover que interpreta DiCaprio, con gran solvencia y credibilidad, es un hombre que ama a su país y a su sistema, y por ello detesta a todo aquel que quiera corromperlo. Es un hombre sincero, no hay especulación personal en su accionar. A comienzos del siglo XX en los EE.UU. azotaban las bandas de bolcheviques que ponían bombas aterrorizando a la población. El joven Edgar observaba como la policía carecía de elementos para capturar a los terroristas. Su ímpetu y visión pronto lo pusieron al frente de la Oficina de Investigaciones que unos años más tarde lograría la autorización para actuar en todo el país, pasándose a llamar Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Eastwood muestra con detalle la obsesión del hombre que no soportaba que los cirminales se salieran con la suya y dotó al FBI con lo último en tecnología aplicada a la investigación. Al mismo tiempo, Hoover se encargaba de investigar a todos aquellos que le parecían sospechosos de pensar siquiera en contra de su nación. Eastwood no juzga, solo presenta las acciones de un hombre en el fondo débil. Su mirada es más bien humanizante, casi piadosa. El Hoover que chantajeaba a los presidentes para poder seguir en el cargo, solo porque se consideraba imprescindible. Y sabido es que a los imprescindibles la naturaleza los frena en algún momento. La calidad del filme es la habitual en un maestro como Eastood, notable fotografía para crear momentos únicos acompañados además por la música del propio Clint. Un punto flojo es -a esta altura imperdonable- el maquillaje de los actores utilizados para convertirlos en ancianos. Según la luz, el de DiCaprio pasa, pero lo que le hicieron a Armie Hammer, quien interpreta al fiel compañero de Hoover, es inadmisible. Su buena labor es totalmente opacada por una máscara, no solamente exagerada, sino totalmente artificial. Es llamativo que semejante detalle haya sido pasado por alto en una producción de esta magnitud. Por lo demás, el ritmo del relato es constante, sin puntos sobresalientes, solo transcurre, sin efectismos.
Justicieros de azotea Cuando los empleados de un edificio de lujo neoyorquino se enteran de la pérdida de sus seguros de retiro a manos de un estafador, el gerente (Stiller) junto a otros perjudicados organizan un plan para recuperar lo suyo. El estafador es nada menos que un magnate de las finanzas quien además es el administrador del edificio, personaje inspirado abiertamente en Bernard Madoff, que es magistralmente interpretado por Alan Alda. El leit motiv musical del filme es marchoso, un beat pegadizo con el que Ratner procura emparejar el relato. Ben Stiller al frente, secundado por un Eddie Murphy decidido a volver a las pistas y los siempre eficaces Matthew Broderick, Casey Affleck y Téa Leoni dan el soporte necesario para que la comedia funcione. En cuanto a la acción y la parte más "seria", la película hace agua, por predecible y poco rigurosa. De todas formas lo que los protagonistas prometen desde la promo es otra cosa, y en eso cumplen.