El secreto de Albert Nobbs

Crítica de Alexander Brielga - Cine & Medios

La travesti soñadora

Afortunadamente hay actrices decididas que toman el riesgo y van por lo que quieren. Sabido es que Hollywood gusta de desechar a las mujeres que ya no son atractivas. En los tiempos que corren hay que imponerse a fuerza de cuerpos siliconados o por la prepotencia de algunos Oscares ganados.
Es interesante entonces que Glenn Close haya elegido esta pieza escrita por George Moore en 1918 para producirla, adaptarla y actuarla. Como el personaje principal, ella debe hacerse su propio camino para subsistir en el medio.
Albert Nobbs es un hombre pequeño; abnegado y prolijo mayordomo de un hotel irlandés. Atildado, servicial, algo inocente y poco expresivo, Albert oculta un par de secretos. El primero: que es una mujer. El segundo: una pequeña fortuna que chelín tras chelín ahorra desde hace años.
Durante la primera mitad del filme disfrutamos de la presentación de los personajes y el conflicto central. La pequeña comunidad que habita ese hotel -con cada uno de sus personajes- está bien delineada por sus intérpretes y captado sin estridencias por el director.
Albert sueña con dejar esa vida rutinaria de servicio y tener su propio negocio, y hasta una familia. En el camino hacia ese ideal ya ni se planeta si es hombre o mujer, piensa solo como individuo. Busca la felicidad como persona, y en ese sentido el relato es audaz para la época en que fue concebido y hoy cobra una actualidad pasmosa.
Se trata de un filme cuidado en los detalles de época, se sitúa en la Dublin de 1858, con un gran trabajo por parte de la dirección de arte y de fotografía.
Desafortunadamente, en la segunda mitad el relato pierde la fuerza del inicio y acaba diluyéndose, deja esa sensación de "podría haber sido mejor". Esto no empaña la brillante labor de Close, perfecta en la composición de este "hombrecito" que es capaz de expresar todo con su mirada, con el mínimo gesto. En un rol secundario, pero determinante, se luce también Janet McTeer junto a un elenco en que nadie desentona.