J. Edgar

Crítica de Alexander Brielga - Cine & Medios

Otra lección del maestro

"Muchos escriben la historia desde el presente, pero olvidan el contexto" le dice un ya anciano Hoover a quien escribirá sus memorias. Clint Eastwood -director, productor y compositor de la música de esta película- se asegura de construir este relato basándose en esa frase y logra poner al controvertido personaje en una dimensión más justa. El Hoover que interpreta DiCaprio, con gran solvencia y credibilidad, es un hombre que ama a su país y a su sistema, y por ello detesta a todo aquel que quiera corromperlo. Es un hombre sincero, no hay especulación personal en su accionar.
A comienzos del siglo XX en los EE.UU. azotaban las bandas de bolcheviques que ponían bombas aterrorizando a la población. El joven Edgar observaba como la policía carecía de elementos para capturar a los terroristas. Su ímpetu y visión pronto lo pusieron al frente de la Oficina de Investigaciones que unos años más tarde lograría la autorización para actuar en todo el país, pasándose a llamar Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Eastwood muestra con detalle la obsesión del hombre que no soportaba que los cirminales se salieran con la suya y dotó al FBI con lo último en tecnología aplicada a la investigación. Al mismo tiempo, Hoover se encargaba de investigar a todos aquellos que le parecían sospechosos de pensar siquiera en contra de su nación.
Eastwood no juzga, solo presenta las acciones de un hombre en el fondo débil. Su mirada es más bien humanizante, casi piadosa. El Hoover que chantajeaba a los presidentes para poder seguir en el cargo, solo porque se consideraba imprescindible. Y sabido es que a los imprescindibles la naturaleza los frena en algún momento.
La calidad del filme es la habitual en un maestro como Eastood, notable fotografía para crear momentos únicos acompañados además por la música del propio Clint. Un punto flojo es -a esta altura imperdonable- el maquillaje de los actores utilizados para convertirlos en ancianos. Según la luz, el de DiCaprio pasa, pero lo que le hicieron a Armie Hammer, quien interpreta al fiel compañero de Hoover, es inadmisible. Su buena labor es totalmente opacada por una máscara, no solamente exagerada, sino totalmente artificial. Es llamativo que semejante detalle haya sido pasado por alto en una producción de esta magnitud. Por lo demás, el ritmo del relato es constante, sin puntos sobresalientes, solo transcurre, sin efectismos.