En los primeros minutos de "Dogman", filme dirigido por el afamado director Matteo Garrone ("Gomorra", "Tale of Tales"), su protagonista, Marcello (Marcello Fonte), nos recuerda al Mario Ruoppolo de "El cartero", excepcional trabajo de Massimo Troisi. Un hombre simple, bonachón, que de su humildad hace el pilar de sus relaciones. Adora a su hija, se aleja de su ex mujer sin reproches. Amigazo de sus amigos, con su dialecto romano, teje redes de confianza. Sin embargo, tiene un lado B que muestra a la brevedad y es que trafica drogas para darse algunos lujos con su hija como, por ejemplo, ir a bucear, placer que con su local de guardería y peluquería canina nunca podría. De ese costado oscuro surge su vínculo con Simone (Edoardo Pesce), un violento e irascible ex boxeador que atemoriza al barrio con sus robos y maltratos. Una dicotómica relación que lo aleja de la bondad diaria y que lo acerca a sus zonas más oscuras por las noches. Una cuerda que se tensa en base a la locura de ese bravucón, y que cede ante la pasividad de este pequeño héroe. RUEDA LA TABA Con las excepcionales actuaciones de Fonte y Pesce (entre los dos ganaron la mayoría de los premios europeos del año a Mejor actuación protagónica y de reparto), el filme disimula lo obvio. Y mientras esperamos ver cuándo la taba se da vuelta y el pichón se convierte en un animal salvaje, disfrutamos de una narrativa oscura y latente, con escenas shockeantes de violencia, como también de una ternura infantil, como cuando el protagonista mira la tele mientras le da de comer a su perro de su mismo plato de pastas. Porque este peluquero canino ama a los perros y su paciencia no tiene límites, ya sea con un caniche enrulado al que tiene que lookear para un concurso o con un dogo depredador al que tiene que enjabonar. Garrone sale ileso y aunque no logre la revolución de "Gomorra", tampoco defrauda. Todo en su punto justo. Y llegamos al final luego de haber pasado por escenas intensas, anodinas, suaves y violentas. Nos queda un guion claramente original (basado muy libremente en el real homicidio del criminal y boxeador amateur Giancarlo Ricci en Roma, en 1988), paisajes inolvidables que nos acercan a la Rimini de "Los inútiles" (Federico Fellini) y postales de esos pueblos aledaños a Roma que muestran la comunión entre sus vecinos resignados de antaño, en oposición con la nueva y disidente camada.
Todas las decisiones que hacen al debut cinematográfico del director Jonah Hill (el actor de "Super Cool", aunque parezca imposible) son caprichosas. El recurso del falso documental, para el cual apela al formato de 16 milímetros; ambientar la historia en los "90, con claras alusiones a la música de aquellos años y a series como "Ren y Stimpy" y "Beavis and Butt-Head"; y llevar a esta familia disfuncional con una madre tan ausente como permeable, un padre inexistente y un hermano mayor violento y anodino, al extremo del agobio en nuestro protagonista Stevie (maravillosa actuación de Sunny Suljic), de tan sólo trece años. Pero esta suma arbitraria de pilares nos lleva directamente a los años de apogeo del grunge, el skate, el alcohol en menores y la temprana tentación por las drogas y el sexo. Por lo visto, un espejo de la infancia que el autor y director planta con respecto a Stevie, un niño de Los Angeles que sale al mundo a los tumbos pero con la convicción de crecer y dejar atrás los posters de "Las Tortugas Ninjas" para que en su discman suene furiosamente Fatboy Slim. No le tiene miedo al afuera porque, claro, en su propio hogar vive un infierno cotidiano, como la golpiza que recibe de su hermano en los primeros segundos del filme. NUEVOS ESTEREOTIPOS "En los 90" tiene rupturas de todo tipo. Si bien el relato no es innovador, un chico que se aleja de su familia para acercarse al pendenciero grupo de su barrio, los estereotipos sí están cambiados. Y quien debiera ser malo para el cine clásico de Hollywood no resulta tal, y sus aliados de confianza se vuelven un puente endeble entre su deseo y la vida real. Así emergen las figuras de Ray (excelente recreación del skater y no actor Na-Kel Smith), su hermano en lo fáctico, y de Fuckshit (Olan Prenatt), la puerta a todos sus desmadres. Aunque la historia es pequeña y no resulta apologética ni de redención, son todos los recursos cinematográficos los que brillan y hacen que todo sea ágil ante nuestra mirada, además de las muy buenas actuaciones de actores hasta hoy casi desconocidos. La fotografía de Christopher Blauvelt, la ambientación de Christy McIrwin y el montaje de Nick Houy se llevan los méritos, todo supervisado por el director, quien puede estar orgulloso de su primer paso en el cine grande, dejando definitivamente atrás al simpático gordito de comedias pasatistas. Imágenes de "Cuenta conmigo", lo heterogéneo de "Los Goonies" y lo crudo de nuestra "Fuga de cerebros" reaparecen como emotivos flashes, cuando entendemos el revolucionario paso de la infancia a la adolescencia de este chico que muestra al norteamericano promedio.
Para entrar en el código del muy buen filme de Valerio Mieli, "Ricordi?", y salir fortalecido, hay que imaginarse un rompecabezas de miles de fichas. Entonces hay que arremangarse, acomodarse en la butaca, llenarse de paciencia y saber ubicar las principales imágenes en su lugar, aunque nos lleve algunos bostezos. Y una vez visualizado el todo, entenderemos hacia adónde apunta este prolífico director y empezaremos a disfrutar. Lo que en sus primeros minutos nos llenó de dudas, con el correr de las escenas se despeja, y aunque no nos importe el hacia dónde, se disfruta el viaje porque es imposible no sentirse identificado y poner en la historia de la película, la nuestra. El (Luca Marinelli) y ella (Linda Caridi) se conocen en una fiesta donde la vida parece pasar por otro lado. El es el exponente del hombre depresivo, que no disfruta de nada porque después lamentará ese momento de alegría; mientras ella es todo lo contrario, carece de nostalgia porque la vida -afirma- es el presente. Y en este encuentro inicial y de latente enamoramiento se da uno de los diálogos tal vez más destacados de los últimos años en lo que respecta al cine moderno. El vomita: "El recuerdo miente, hace bonitas las cosas que no lo eran. En caso contrario, la vida sería insoportable". A lo que ella le retruca: "No creo que sea el recuerdo el que embellece las cosas. Eran ya bonitas y quizás nos damos cuenta con el tiempo porque en el durante no estábamos atentos". COMPLEMENTARIOS "Ricordi?" cuenta la efervescencia y el apogeo de una pareja de jóvenes disímiles entre sí, pero complementarios. Todo se narra con los recuerdos de él, entonces el flashback se vuelve un recurso constante. Al comienzo, una explicación antecede a la anécdota en cuestión, pero con el ejercicio vivo de las situaciones, los tiempos bailan una anárquica danza, que nunca nos confunde por un montaje, una fotografía, una musicalización y una edición que rozan la perfección. Y esos rincones de la casa que hoy habitan vacíos, superponen a personas que el calendario dejó atrás. Un altillo, un freezer, una playa y hasta una pileta de natación, todos espacios que juegan con los que están y supieron estar. Como si ninguno de nosotros pasara por algún bar de Buenos Aires y no se viera compartiendo un café con aquella persona que hoy ya no está. Valerio Mieli, con su filme, nos perfora directamente la mente y nos cuenta al unísono dos historias: la suya y la nuestra. Para un recuadro, la visita de él a una perfumería, para demostrar lo bajo que se puede caer cuando uno disfruta de ser masoquista. "Ricordi?" es una obra de arte en toda su dimensión. Y como tal, para alcanzar la certeza de su impacto y belleza hay que manejar su lenguaje. El de la melancolía, según él, y el de la realidad, según ella.
Pocos temas son más tristes que el Alzheimer en el cine. Incluso más que el cáncer. Porque la pérdida de la memoria se lleva consigo recuerdos, nombres, porqués y para qué. Y esa persona que en algún un momento fue tan fuerte como el roble queda a la deriva. Y las decisiones de qué hacer, por lo general, parten de los hijos, sobre un cuerpo sano y un alma en blanco. Panorama duro, y más si la que debe lidiar con esta ironía del destino es Hilary Swank, una de las mejores actrices del momento, que logra que el sentimiento entre por todos nuestros sentidos, hasta golpear nuestra fibra más frágil. Escrita y dirigida por Elizabeth Chomko, "Lo que fuimos" muestra la encrucijada en la que se ve inmersa Bridget (Swank), una chef de California, cuando su hermano le pide que regrese a la casa de sus padres en Chicago, cuando entienden que la enfermedad de su madre (Blythe Danner) ya no tiene retorno. Por un lado está su padre Bert (Robert Forster), un hombre católico, conservador y heroico, quien se niega a que su mujer sea internada en un centro asistencial; y por el otro, su hermano Nicky (Michael Shannon), que vive en la misma ciudad que ellos y considera que otro episodio de su madre puede resultar letal para ella. HISTORIAS PARALELAS Lo que a priori podría resultar una catarata incesante de pesares, no lo es. El acierto de Chomko es incluir y darle fuerza a historias paralelas como para suavizar un poco. Entonces vemos la tirantés adolescente de Emma (Taissa Farmiga), la rebelde hija de Bridget; la periferia de Nicky, quien se gana la vida haciendo los mejores Manhattan en su bar de Chicago, y a un ingenuo y enamorado constructor que mete sus narices en la angustia existencial de la misma Bridget. Y todo resulta armonioso porque la grandiosa figura de Swank potencia la pantalla. Cada una de sus escenas es el vivo retrato de la tristeza, de la duda, de la alegría o la esperanza. Si "Lo que fuimos" es una película que queda en el recuerdo, incluso con un tema tan recurrente como el Alzheimer, se lo debe todo a ella. Imposible no creerle cada uno de sus gestos. El final es indefectible, aunque no lo querramos. Lógico, aunque haya un plus. Imaginado, cuando descubrimos al principio por qué esa mujer mayor se va de su casa solamente con un tapado en medio de una tormenta de nieve en plena madrugada. Y cuando todo nos lleva a un mar de lágrimas, Swank en complicidad con su directora, nos roba la última sonrisa.
Masoquismo puro en estado de alerta constante: la síntesis de las dos horas en las que nos adentramos a revivir los cruentos atentados que sufrió la ciudad de Mumbai entre el 26 y el 29 de noviembre de 2008, cuando un grupo de jóvenes terroristas, en nombre de Alá, realizó diferentes ataques con un total de 173 muertos y más de trescientos heridos. Enviados por Lashkar-e-Taiba, un grupo islámico con base en Paquistán, los puntos elegidos fueron la Estación Chhatrapati Shivaji, dos hoteles cinco estrellas: Oberoi Trident y Taj Mahal Palace & Tower (Hotel Mumbai); el Leopold Café y la sede del Departamento de Policía del Sur. En ellos, el desastre fue total y con vehemencia estética el director australiano Anthony Maras ("The Palace") logra recrearlo en todo momento. Pocas películas en los últimos años lograron el realismo sanguinario con el que "Hotel Mumbai: el atentado" detalla el odio entre Oriente y Occidente, y su respectiva materialización. El filme tiene un único objetivo y es que el mundo se entere lo que sucedió en esos tres días donde la capital financiera de la India estuvo de rodillas por un estudiado atentado terrorista, justo cuando las fuerzas militares de élite estaban en Delhi, a cientos de kilómetros. Con las calles semi desprotegidas, solo un puñado de policías con apenas seis balas en sus pistolas pudieron hacerle el primer frente. Claramente fracasaron y así, hora tras hora, el número de muertos fue en aumento. SIN MEDIAS TINTAS Maras no escamita en crudeza. Se centra en lo acontecido en el lujoso Hotel Mumbai y no titubea en su narración; menos en la progresión de los hechos. Y lo que no queremos que suceda, sucede todo el tiempo. La potencia de las balaceras no merma. Por momentos son sinfonías de gritos, llantos, pasos desesperados y plegarias con un mismo fin, la muerte. En los filmes basados en hechos reales, nada más contundente que mezclarlos con imágenes de archivo. Si la intención es amedrentar al espectador, arrinconarlo contra su butaca y que su cabeza se encoja en el espacio del cuello, este filme lo logra con creces. La historia es terrible y ya empezamos a preguntarle al director por qué y para qué. Todo lo que se está viendo duele y él lo sabe. Si bien hay situaciones incomproblables, los guionistas -John Collee y el propio Maras- ponen en primeros planos diferentes personajes que unen a distintas personas que sí fueron reales. Es el caso del protagonista, Dev Patel, como Arjun, un camarero del Hotel Mumbai que ayuda a resguardar a los huéspedes más importantes. Desarmado, con un conocimiento total de los pasillos y con el credo de defender al prójimo por sobre su vida, se convierte en uno de los bastiones de la huida. Otros son Zahra (Nazanin Boniadi) y David (Armie Hammer), un joven matrimonio que se separa para darle más posibilidades a su bebé de que alguno de sus padres quede con vida. "Hotel Mumbai: el atentado" es brutal. Y con su final llega nuestro desconsuelo, para entender que vivimos en un mundo demencial. Antes, sufrimos la sacudida de Maras sin haberle dado permiso para tanto.
No es casualidad que "Notti magiche" inicie su historia en, tal vez, una de las noches más tristes de Italia en cuanto a lo futbolístico. Sergio Goycochea detiene el disparo desde los doce pasos de Aldo Serena y decreta que Italia fracasa en su intento por llegar a la final del Mundial 90 en su propia tierra. En ese preciso instante, un auto cae al río Tíber con el cadáver de un importante productor de cine dentro. Los principales sospechosos son tres aspirantes a guionistas, finalistas del premio Solinas, uno de los galardones más importantes de la industria. Por un lado, el fin del sueño azzurro y por el otro, la rúbrica del acta de defunción de una etapa de gloria para el séptimo arte italiano. Luciano Ambrogi (Giovanni Toscano), Antonino Scordia (Mauro Lamantia) y Eugenia Malaspina (Irene Vetere) son los tres escritores novatos que le dan cuerpo a la historia. Tres perfiles diferentes (el desbordado, el culto y la reprimida) que decantan en el vertiginoso e irascible mundo del cine italiano. En él conviven las estrellas del celuloide, los directores consagrados y los productores que cual aves de rapiña están siempre al acecho en busca de motorizar la industria. Y así, para ser más descriptivos, la historia vuelve un mes atrás, al comienzo de la Copa del Mundo, para contarnos en esas noches mágicas, cómo se unen las vidas de estos tres jóvenes con la del productor Leandro Saponaro (Giancarlo Giannini), el futuro muerto. EN EL OCASO Escrito y dirigido por Paolo Virz“ ("La prima cosa bella", "Il capitale umano"), el filme toma diferentes códigos narrativos para contar una historia de desidia y soberbia de un ciclo de diamante del cine italiano, que se creía eterno y que en realidad estaba en el umbral de su ocaso. Verano de 1990, mientras un país latía al ritmo del equipo dirigido por Azeglio Vicini con Toto Schillaci como figura, leyendas como Fellini, Scola, Bertolucci y compañía se iban desmembrando estreno tras estreno. Y aparecen todos -de forma icónica-, como Mastroianni penando por su mujer que lo dejó. El más Italian Lover con el corazón roto. Fotografías de las que Virz“ por momentos se ríe, mientras cuenta un policial que no interesa mucho, más que encontrar los guiños con lo real en cada escena, en cada diálogo y en cada representación. La clave de todo es anclarnos en un momento específico, que todos recordamos, para ir desnudando su intención. Para algunos podrá ser denuncia, para otros homenaje, ridiculización, crítica, venganza o envidia de no haber pertenecido; sin embargo, el doble filo de Virz“ hace que no nos inclinemos por ningún prejuicio y disfrutemos del todo. "Notti magiche" es una ácida acuarela de una época no tan pasada pero que Italia al parecer no olvida, con actuaciones certeras y un director que en cada cuadro nos regala una nostálgica ironía. Un policial como excusa, para que los amantes de la historia del cine conozcan la trastienda italiana.
Es cierto que es imposible hacerle frente a los tanques animados con los que Disney y otras megaproductoras atrapan la atención de grandes y chicos, pero definitivamente incluir en un mismo filme todos los registros infantiles no es el camino. Que en una misma escena convivan títeres con personajes animados y humanos entorpece, no solo lo visual sino también la fluidez de lo que se está contando. Y no porque de fotograma a fotograma se vea una estética diferente sino porque esta película en sí está más cerca de "Odisea Burbujas" (serie mexicana de los años "80) que de todo lo que impera en esta modernidad donde ya ningún efecto especial sorprende. Contradiciendo al título, que tiene más de marketing que de concepto de la película, "El Ratón Pérez y los guardianes del libro mágico" cuenta la historia de Mar (Carla Chiorazzo), una niña de nueve años que tras una desilusión escolar cree que ya es hora de abandonar toda la fantasía que aprehendió de los cuentos que le leyó su abuelo a lo largo de la infancia. Una intención que queda trunca cuando descubre los planes siniestros del malvado Narciso Crudo, quien pretende destruir la ilusión que encierra el libro madre que reúne todas las historias infantiles, y va en su rescate. Para ello cuenta con la colaboración de sus amigos Lunnis (muy parecidos a los Muppets), hasta dar con el Ratón Pérez, que los ayuda a encontrar el colmillo mágico, la clave de todo. ¿CUANDO LLEGA? Entre los muchos errores estructurales que podrían alentar que los niños quieran irse antes del cine se destaca un inentendible doblaje a un castellano entre mexicano, español y argentino (cada personaje habla su propio tono); la variación -cuadro a cuadro- en la proporción de los títeres con relación a la protagonista (a veces son más altos, a veces más bajos), hasta llegar a lo casi ilógico: la ausencia del Ratón Pérez en los primeros, soporíficos 55 minutos. Es que en definitiva no es su película, aunque el título en la Argentina así lo sugiera. Y así se vuelve doble el mérito del Ratón Pérez, que a partir del minuto 56, no solo recupera una película que estaba al borde del precipicio, sino que además ayuda a Mar y a sus amigos en su patriada final. Difícil entender cómo una película como ésta se estrena en pleno 2019, entre las inmensas y vertiginosas "Aladdín" y "Toy Story 4". Si pensaron que la forma artesanal sería la mejor contraposición se quedaron muy a mitad de camino. Por suerte, la figura de Pérez irrumpe para equilibrar las cosas, aunque el resultado siga quedando negativo.
Aún no sabemos bien si la elección de humanizar los clásicos dibujitos de Disney es por falta de ideas o porque creen que con esos guiones eternos pueden realizar nuevas joyas de colección. El caso es que "Aladdín" dista un abismo del regular paso que resultó ser "Dumbo" y deja abierto el crédito y la vara más alta todavía, para lo que será la nueva versión de "El Rey León", anunciado su estreno para julio de este año. Lo que queda claro con esta adaptación del cuento árabe "Aladino" es que en el cine actual se puede contar y realizar lo que se desee por más fabuloso e irreal que sea. Si antes lo imposible se resolvía sobre un papel, con un lápiz a mano alzada, hoy la tecnología materializa todo lo que se pretende a la perfección. Así, "Aladdín" se instala como una celebración del género de ficción, con verdaderos y espectaculares cuadros musicales, como cuando, por ejemplo, el Genio convierte al simple ladrón de mercados en el Príncipe Alí intentado cautivar a la Princesa Jasmín. Tanto las vertiginosas escenas de persecución como el vuelo de la alfombra mágica y el elefante transitando las calles de Agrabah mientras ñandúes corren por su lado, muestran que estamos presenciando otro estadio en la historia del séptimo arte. TODOS SABEMOS Lo único que desmotiva del filme es su falta de sorpresa. Porque la historia es la mil veces vista, primero en cine, luego en VHS -hasta la aparición del DVD- y por último por el canal oficial de la compañía. El guion no se corre ni un centímetro de su versión original, la cual fue estrenada en 1992. Aunque para aquellos que jamás la vieron será algo sin igual, su público fiel, por más efusivo que se muestre, sabe con detalle todo lo que irá sucediendo con el transcurso de los minutos. Solo una pequeña introducción y la escena final salen de lo conocido, pero no hacen al todo. Con un elenco hasta hoy desconocido pero con la certera elección de Will Smith como el Genio de la Lámpara, "Aladdín" funciona de principio a fin. Sus canciones visten todo de emoción, sobre todo "A Whole New World" ("Un mundo ideal", que ganó un Oscar a Mejor banda de sonido), equilibrando el humor y el deleite que irradia el Genio cada vez que sale de su ""dorado hogar"". Mena Massoud como Aladdín y Naomi Scott como Jazmín entonan a la perfección y hacen armónicas todas sus escenas. Por su parte, Marwan Kenzari como el villano Jafar impone el miedo con su impronta arábiga. De esta forma, "Aladdín", veintisiete años después, vuelve a arrasar con todo; logro absoluto del director Guy Ritchie, quien tomó un éxito del arcón de los recuerdos y lo multiplicó por varios niveles, con una asombrosa destreza fílmica para divertir por igual a todos los integrantes de la familia.
Una promesa que no se cumple Al universo Marvel, con sus 22 películas, le sobra solamente una. Justamente la última, la más deseada, la que todos creían que sería la mejor película de la historia del cine de ciencia ficción. Esperada como la final de un Mundial de Fútbol o como un hipotético último recital de los Rolling Stone, "Avengers: Endgame" tenía expectante a los distraídos, a los cinéfilos y -obviamente- a los fans. Y el resultado es decepcionante por triplicado. No por la película en sí, que es ligeramente correcta, sino por todo lo que generó y no cumplió. Es que a Los Vengadores se los ve agotados. Tal vez con el tiempo se sepa que más de uno no quiso hacerla o estuvieron en desacuerdo con algo del guion, pero lo cierto es que se los ve fuera de tono, incómodos, a contratiempo. Como esos partidos de fútbol con viejas glorias, donde las remeras son desbordadas por las panzas, los pantalones apretados y los pases quedan a medio camino por no tener la potencia que exigen los campos de fútbol profesional. Así, desfilan Chris Hemsworth como Thor, Scarlett Johansson como Black Widow, Mark Ruffalo como Hulk, Don Cheadle como War Machine y, sobre todo, Robert Downey Jr. como Iron Man (en una de sus corridas da pena). Por contraposición, Jeremy Renner (Ojo de Halcón), que siempre fue el relleno del team, en esta ocasión se luce como ninguno. Claro que el guion los muestra derrotados porque el todopoderoso Thanos (Josh Brolin) en "Infinity War" los devastó, pero esa dejadez es algo que demuestran en sus rostros y en sus miradas, como diciendo: "ya no estamos para estos papeles, que termine todo rápido". UNA MALA PASADA "Avengers: Endgame" viene a cerrar la historia que comenzó allá por 2008 cuando se estrenó "Iron Man", donde un carismático Robert Downey Jr. ubicó a su hasta ese momento desconocido superhéroe al nivel de Batman o Superman. Le siguió "Capitán América, el primer vengador", y la historia se fue construyendo con las apariciones de todas las películas de Thor, Guardianes de la Galaxia, etcétera, hasta llegar a la última "Capitana Marvel". Definidos quiénes eran los malos, qué era S.H.I.E.L.D., por qué a Nick Fury (Samuel L. Jackson) le falta un ojo y de dónde salían los súper poderes de cada uno, sólo quedaba ver si la mitad de la troupe que seguía en pie podía vencer a Thanos, el villano más malo de todos. A sus directores, Anthony Russo y Joe Russo, pareciera que las ansias de espectacularidad les terminaron jugando una mala pasada. Sólo con repetir la receta de "Ultron", "Civil War" e "Infinity War" alcanzaba para dejar satisfechos a todos. Pero redoblaron la apuesta y dilataron la cinta hasta el hartazgo. Situaciones que parecían intrascendentes terminan siendo definitivas (ante una distracción el cine no permite volver atrás como Netflix), escenas extremadamente largas e, incluso, evitables; charlas desmotivantes, guiños recurrentes al pasado y un excesivo uso del humor, que la acerca más a la comedia que es "Shazam!" que a las irónicas Avengers. Un combo que termina haciendo de "Endgame", una película desacertada. PARTICIPACIONES Por su parte, resultan intrascendentes las participaciones de Black Panther (quien viene de ganar varios Oscar por su filme personal), Spider Man, Doctor Strange y la nueva joya Capitana Marvel, quien parecía tener mucha importancia y pasó sin explicación a un tercer plano. De los consagrados, desperdiciado Hulk fantasmeando todo el filme (no se entiende por qué hundieron a tan buen personaje) y los últimos resabios de Thor, Black Widow, Iron Man, Capitan América y Ant-Man. En resumen, el filme sólo le da a su público lo que esperaba en algunos pasajes de su batalla final. Matemáticamente hablando, quince minutos de 181. Estaba claro que sería el final de "Avengers", pero no tenía por qué ser así. Si hubiera sido a la inversa y "Endgame" hubiese sido la primera, ninguna de las siguientes 21 existirían. Y se trataría de otro gran fallido, como su pariente lejano "La Liga de la Justicia".
Naturalizado el nivel superlativo de animación que se maneja en los últimos años en cada estreno infantil, lo cual ya no es una característica diferencial, es hora de volcarle un plus a los guiones y a los giros dramáticos con los que estas películas desarrollan su historia. En el caso de "Parque mágico", el nuevo filme de Paramount Animation y Nickelodeon Movies ("Jimmy Neutrón: El niño genio", "La granja"), existen dos instancias bien claras y contrapuestas entre sí. La iniciática, que da introducción a ese mundo fantástico que la pequeña June se crea junto a su madre; y el conflictivo, donde suceden los hechos que le dan acción a la trama. La primera, inteligente e inédita, con un golpe bajo absolutamente innecesario; y la segunda y final, obvia y con una estética que mirándola muy por arriba nos trae al James Sullivan de "Monster Inc.", a Pumba y a Jorge, el curioso. "Parque mágico" cuenta la historia de June, una niña sumamente creativa, quien junto a su madre elabora en su mente un parque de diversiones lleno de montañas rusas, fuegos artificiales y animales encantados que le dan vida, cada vez que lo piensa. Por una razón involuntaria y exagerada que no develaremos (que nos recuerda al Disney más antipático y traumático, ese que marcó con momentos dramáticos los guiones de "El rey León" y "Bambi"), esa ilusión es abandonada; y es la propia June la única encargada en volver a darle color a ese parque detenido en el tiempo y atacado por los Chimpanzombis, millones de diminutos personajes que destruyen y arrasan con todo en su andar en manada. PRIMER PASO Con las voces de Brianna Denski, Matthew Broderick, Jennifer Garner, Ken Hudson y Mila Kunis en la versión norteamericana; la española sólo cuenta con la banda de sonido ("Tú eres la magia") interpretada por David Bisbal como figura destacada. "Parque mágico" es efectista, entretiene, genera curiosidad por momentos y se define casi al principio cuando sabemos de qué tratará la historia de esta pequeña e intrépida June. Una película que fluye pero que no generará un después en el niño, queriendo posteriormente el DVD para volver a verla en casa. Sí es la piedra basal de Paramount Pictures, ya que planea una serie de televisión basada en la película, que se emitirá por la señal Nickelodeon.