Tu locura Carlos Sorín (Historias mínimas, 2002) estuvo abocado a la creación de un cine de pequeñas historias con una fuerte impronta narrativa en donde lo humano prevalecía por sobre el efectismo. Tras La Ventana (2009) se sumerge en una película de género pero sin perder esas características que hicieron de su obra una marca personal. Luis acaba de salir del neuropsiquiátrico donde se encontraba internado para volver a la casona que comparte con Beatriz, su mujer. Todo parece marchar sobre ruedas hasta que luego de un extraño episodio el gato desaparece. La visión de Beatriz sobre el estado de su esposo es en donde se anclará la trama central de El gato desaparece (2010) siendo el principal motor del suspenso que genera la historia. Con mínimos elementos y una fuerte carga dramática puesta en la construcción de los personajes, Sorín imprime misterio a través del fuera de campo, el desencuadre y el pensamiento de Beatriz.. Hay un fuerte crescendo dramático en la narración y que por ende desemboca en los personajes. Tanto Luis Luque como Beatriz Spelzini entregan dos composiciones increíblemente extraordinarias, llenas de matices y evitando caer en el cliché al que se suele recurrir para referirse a la locura. Como en toda película de suspenso la música juega un rol esencial y El gato desaparece no será la excepción a la regla aunque hay que destacar que no será el motor para que funcione sino una compañía que aparecerá en los momentos necesarios. Carlos Sorín evade la obviedad y nos sumerge en una película de género con la maestría que sólo los grandes directores pueden hacerlo, con la sencillez característica de un cine que se destaca por contar historias y la inteligencia de un director que se permite hacerlo bien.
Disputas Diego Rafecas había demostrado en Paco (2010) un notorio crecimiento como director respecto a sus trabajos anteriores. Cruzadas (2011) es un traspié que desemboca en una película demasiado básica, más allá de una idea de por sí atractiva. Camila (Nacha Guevara) y Juana (Moria Casán) son hijas de un mismo padre, un magnate de los medios de comunicación. La segunda es la hija reconocida y futura heredera del imperio. La otra es futuro de un amorío casual y nunca llevó su apellido, pero a pesar de todo se las ingenió para armar su propia empresa y ser la reina de bailanta. El conflicto se desatará cuando el patriarca muera y ambas hermanas se disputen la millonaria herencia. Cruzadas parte de una buena idea como es un conflicto familiar planteado desde los polos opuestos. Además cuenta con buenos actores y toca dos temas candentes como los monopolios periodísticos y el mundo de la bailanta. El problema surge cuando Rafecas no encuentra el tono adecuado para poder narrarla, llevando al film del absurdo al grotesco, del musical al thriller y de la comedia al drama, sin anclarse en ninguno. Todo termina en una extraña mezcla de géneros y estilos que convierten a Cruzadas en un híbrido que no hace reír ni tampoco llorar. Actoralmente es donde alcanza su punto más álgido gracias al oficio de quienes son los encargados de llevar el hilo conductor. Tanto Nacha Guevara como Moria Casán y Enrique Pinti hacen lo que pueden con sus parlamentos chatos, aunque sin duda el gran hallazgo es Chachi Telesco como la hija inescrupulosa de Camila capaz de cualquier cosa por fama y dinero. También se destaca Claudio Rissi, Willy Lemos y Alejandra Majluf, quienes logran composiciones de personajes extremos que podrían haberse lucido más si la película se hubiera encuadrado en el absurdo, pero que así y todo salen airosos. Cinematográficamente no se entiende el por qué del abuso de los planos y contraplanos, como tampoco los encuadres demasiados primarios y la falta de continuidad. A favor cuenta con un musical bastante divertido en el que los personajes bailan y cantan a pesar de que el resto de los musicales son demasiados elementales. Es una pena que Cruzadas no encuentre dónde plantarse ni el rumbo a seguir ya que a pesar de los desaciertos, que no son pocos, la idea y el elenco no están mal. Aunque el rumbo sea incierto y el resultado una película fallida.
Una película de otro planeta Los Marziano (2010) cuenta con un elenco multiestelar encabezado por Guillermo Francella –uno de los actores cómicos más famosos de Argentina- junto a Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese. Sin embargo no estamos frente a una película popular, liviana y vacía. Sorpresivamente, y para bien, estamos ante todo lo contrario. Los Marziano es una familia de tres hermanos integrada por Luis (Puig), Juan (Francella) y Delfina (Cortese). El primero está casado con Nena (Morán) y lleva una vida económica, holgada y sin sobresaltos. Juan vive en Misiones y por un problema de salud debe viajar a Buenos Aires. Luis y Juan se han distanciado hace tiempo por un conflicto económico. A pesar de que Delfina y Nena hacen lo imposible para que haya una reconciliación, los esfuerzos son en vano. Más allá de la popularidad e su elenco Ana Katz (El juego de la silla, 2002) nos sorprende con un film que resulta ser su opuesto y que sin duda va a dividir aguas. Plagado de metáforas y simbolismos -los pozos del country en el que viven Luis y Nena o la mochila de Juan-, la verdadera película empieza cuando el fílmico llega a su fin. Es a partir de ahí en que la cabeza del espectador –si es que está interesado en formularse preguntas sobre lo que acaba de ver- empezará a trabajar para articular la historia y de lo que se imagina que pudo haber sucedido después: allí radica la verdadera esencia de Los Marziano y de la indagación que propone la directora. El film está narrado desde la visión de los hermanos y sus posturas frente al episodio que desencadenó la ruptura familiar. Por un lado vemos a Luis y Nena, mientras que por el otro nos encontramos con Juan y a Delfina operando como nexo. Es en el final donde los personajes confluyen y donde nace la otra película, la que no existe formalmente pero sí en la mente del espectador. Si uno elige ver este film nada más que por su elenco es muy probable el desenlace provoque cierto enojo o desconcierto. Si lo que elige es ver una película inteligentemente planteada, con un elenco que actúa creando personajes y un conflicto creíble desde la lógica de una directora que se mantiene fiel al estilo impuesto en sus trabajos anteriores, no saldrá defraudado, aunque sí con muchas dudas. Eso habla de un espectador sensible ante una propuesta sin concesiones.
Amor y Locura en Finlandia Basada en la novela de Petri Karra, Divorcio a la finlandesa (The house of branching love, 2009) es la nueva comedia de Mika Kaurismäki (Brasileirinho - Grandes Encontros do Choro, 2005) el hermano de Aki, cuyo disparador se asemeja al de La Guerra de los Roses (The War of the Roses, 1989) pero desde un absurdo aún mucho más agudo y sutil que vira hacia una subtrama policíaca. Juhani Helin y Paula Helin, componen un matrimonio que decide divorciarse de forma civilizada, mudarse a una casa nueva cada uno y vender la que compartieron durante años. Pero los divorcios son difíciles y los problemas empezarán cuando cada uno por su cuenta lleve a la casa a sus nuevas y ocasionales parejas. En el medio, de la guerra de divorcio, un caso policial con ribetes tragicómicos. Resulta muy difícil disociar a Mika de Aki, sobre todo en la forma de encarar la ironía en el cine o la forma y sonidos elegidos que ambos manejan para musicalizar sus obras. La banda sonora utilizada en la primera escena de Divorcio a la Finlandesa es reminiscente a Luces del atardecer (Laitakaupungin valot, 2006), una de las películas más lograda de Aki. Divorcio a la finlandesa maneja dos líneas narrativas que en algún momento se fusionarán en una sola y a pesar de que parezca incoherente en sus planteos finales, todo cerrará a la perfección. Una de línea las llíneas desarrolladas es la de comedia romántica centrada en los esposos separados, mientras que la segunda se articula a partir de un caso policial que de manera indirecta terminará involucrando a los protagonistas, para darle a la trama una vuelta de tuerca imprevisible sobre el final. El cine finlandés ha mostrado en los últimos años una forma desfachatada a la hora de concebir obras llevadas al absurdo, generando un estilo propio que se ha convertido en una de las características distintivas de dicha cinematografía. Mika Kaurismäki ha sabido tomar lo mejor de ese humor propio y plasmarlo en un trabajo que, más allá de algunos altibajos, cumple y mucho.
Las manos que curan... y enferman Con el aval en la producción del hollywoodense Alejandro Amenábar (Agora, 2009), con guión del experimentado Daniel Sánchez Arévalo (Gordos, 2009) y bajo la dirección del novel Oskar Santos, El Mal Ajeno (2010) se enuncia como un drama hospitalario que vira al thriller sobrenatural. Anclado en un médico que, como titiritero inconciente, maneja la vida y la muerte de una serie de personajes que conforman su micromundo, se vuelve sugestivo ante lo imprevisible de lo que cuenta y cómo lo hace. El personaje central que llevará los hilos de El Mal Ajeno recae en Eduardo Noriega (Plata quemada, 2000), quien interpreta a Diego, un médico de la unidad de enfermos terminales de un hospital. Recién separado de su esposa (Belén Rueda), enfermera en el mismo nosocomio, y con una hija en plena rebeldía adolescente (notable trabajo de Clara Lago), pasa su tiempo dedicándose metódica y obsesivamente a su trabajo. Una de sus pacientes (Angie Cepeda), que sufre de esclerosis múltiple, tiene un intento de suicidio y entra en coma irreversible. La paciente está embarazada y la “supuesta” pareja de la víctima, en medio de una crisis nerviosa, le dispara un tiro en el pecho al médico para luego suicidarse delante de él. Para sorpresa de todos, a Diego no se le encuentra ningún disparo. Es a partir de ese momento cuando sus manos empiezan a tener un don especial, con un giro dramático que no conviene develar para mantener la intriga del film. El Mal Ajeno es una propuesta narrativamente interesante por la forma en que se construye el relato y cómo evita caer en lugares comunes. Uno de los puntos más atractivos es la posesión de un guión solvente que no deja cabos sueltos. A pesar de que ciertas escenas puedan parecer descolgadas o carentes de sentido se irán resignificando a medida que la historia avance, completando de esa forma un rompecabezas fílmico que puede parecer fragmentario. Como la trama se construye a partir de un hecho sobrenatural no se le puede pedir verosimilitud al relato pero si una coherencia que en ningún momento se pierde, y ese es uno de los elementos más fuertes de una historia que va creciendo en intensidad dramática. Uno de los elementos que el film remarca, de manera casi metódica, es el del egoísmo humano. Cada uno de los personajes involucrados girará sobre su propio eje priorizando lo que para lo mejor para él, es así como cada uno tomará una serie de decisiones que, pese a creer lo contrario, terminarán siendo actos egoístas y que pondrán en crisis una vez más el debate de sobre qué es lo correcto para unos y que para otros. Oskar Santos nos conduce por el laberinto de la vida y la muerte a través de un thriller sobrenatural que más allá de algunos puntos flojos (algunas sobreactuaciones y un dramatismo en algunas escenas excesivo) llama la atención por contar con una historia potente que narrada desde la coralidad no sólo entretiene sino que logra hacernos pensar sobre si lo que creemos lo mejor resulta serlo.
El largo viaje de una mente sin recuerdos La historia de más de treinta años de Bulgaria vistos a través de los recuerdos de un joven con amnesia resulta ser el eje central de El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina (Svetat e golyam i spasenie debne otvsyakade, 2008), film del realizador Stephan Komandarev que compitió por el Oscar al mejor film extranjero. Alex tiene treinta y pico y mientras viaja en un auto con sus padres de vuelta a Bulgaria, tras años de exilio, tiene un trágico accidente. Sus padres mueren y él pierde la memoria. Su abuelo Dane será el encargado de llevarlo nuevamente por los recuerdos de un pasado –para ambos desconocidos- y así recuperar no sólo la memoria sino el tiempo perdido. Stephan Komandarev nos conduce a través de un relato familiar por la historia de un país. El conflicto se sitúa dentro de un núcleo familiar y a partir de la pérdida de memoria del personaje central nos traslada al pasado para así reconstruir la historia. Si bien no la hace de manera directa nos da el punto de vista generacional sobre los conflictos políticos de Bulgaria. El mundo es grande…no sólo es un film político sino que también tiene una segunda lectura familiar en la que se reconstruyen o forman lazos que no existieron o que el tiempo rompió. Los lazos vienen con el agregado de involucrar a dos generaciones opuestas: nieto-abuelo. Es en esa relación en donde el film se vuelve emotivo y se contrapone a la frialdad de la lectura política. La cinematografía búlgara rara vez puede ser vista en los cines de estos lados del mundo y esta es una buena oportunidad para acercarse a ella. Un historia que tiene todos los condimentos que se le puede pedir. Entretiene, emociona y nos traslada por la vida sociopolítica de un país que para muchos puede resultar lejano.
El pasado Pablo Yotich nos sumerge a través de un drama familiar en una de las peores épocas que vivió la Argentina: la última dictadura militar. Tres hermanos -un militar, un sacerdote y un militante- serán los protagonistas del El abismo…todavía estamos (2010) y a través de estos transitaremos por la época con tres visiones diferentes. Ernesto es un militante que espera su primer hijo junto a la mujer que eligió para convivir. Alejandro es un sacerdote que trata de mediar y balancear la relación que Ernesto tiene con Felipe, el hermano militar. Ernesto es detenido y torturado en un centro de detención clandestina. Cada uno deberá decidir si seguir con los ideales que creen, desde ópticas diferentes, ser los correctos y traicionar a la familia. O viceversa. El abismo…todavía estamos está narrada desde dos temporalidades diferentes: pasado y presente. En el pasado vemos el accionar de la dictadura y como cada uno de los involucrados se movía en ese período histórico. El presente estará narrado a través de un hijo desaparecido que intentará encontrarse con su identidad y que se vincula de manera directa con el trío de hermanos protagónicos. La trama tiene algunos puntos interesantes como lo es centrar el conflicto dentro de un núcleo familiar en donde están todas las aristas representativas de dicho periodo histórico. Otro elemento atractivo es mezclar la ficción con la realidad. Tanto en el principio como en el final se entrecruzan personajes ficcionales con otros que sí tienen que ver con la realidad fidedigna, como madres, abuelas, nietos e hijos que le otorgan al film un significado extra, cumpliendo con una función social como lo es mostrar a los recuperados y ayudar a seguir recuperando. Desde lo técnico El abismo…todavía estamos hace algo de ruido, sobre todo en la forma de montar las escenas o los injustificados (y bastantes trillados) fundidos encadenados, pero esto es sólo un crítica que no hace a la verdadera función del film ni a lo logrado de su historia. Una película que reformula un pasado sangriento para entender un presente esperanzador.
ESMA...La otra mirada El Predio (2010) es una obra atípica dentro del universo cinematográfico actual. A partir de planos fijos y sin diálogos, el realizador Jonathan Perel nos conduce por los laberínticos espacios que conforman la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), uno de los centros de detención clandestina que funcionaron durante la última dictadura y que hoy fue reconvertido en un Museo de la Memoria. El documental de Perel funciona como una reconstrucción física de un pasado, en el que las huellas permanecen de manera explícita pero con un mensaje esperanzador mirando un presente de cambio. Dicha interpretación se desprende a partir de un comienzo con el plano de la puerta de entrada cerrada y un final en el que el plano es la misma puerta abierta. El Predio es una propuesta que pregunta y no da todas las respuestas que uno busca, sino que genera repreguntas que por ahí no tienen respuestas o sí las tienen habrá que indagar en otro ámbito. Esa es la ambigüedad que maneja Perel. Paredes que remontan a un pasado de tortuara y apremios ilegales intervenidas por un presente dominado por las manifestaciones culturales. Hay un estilo propio en la construcción formal del film pero también hay referencias a John Gianvito y su gran opus Profit Motive and the Whispering Wind (2007). Planos fijos, de una cronometrada e idéntica duración y ausencia de un relator, de diálogos y casi de sonido –exceptuando el ambiental- logran generar un debate, no sólo con los tópicos pasado-presente, sino cine vs cine. Debate como muy pocas veces el cine se animó. No es casual que El Predio se estrene un 24 de marzo, Día de la Memoria, ni tampoco que su realizador tenga la misma edad que los años que han pasado desde que ocurrió el golpe. Nada es casual, ambas cifras le dan al documental un valor agregado, la fecha conmemorativa y la visión de un director que aporta una mirada que confronta desde otro lugar, un lugar más generaciona, un lugar en el que la mirada logra tomar cierta distancia para buscar respuestas. Aunque muchas veces son imposibles de encontrar.
Una vaca cayó del cielo Ricardo Darín se ha convertido a lo largo de estos últimos años en la figura indiscutible del cine argentino. Sus películas, además de conquistar la taquilla, logran con su sola presencia elevar el nivel artístico gracias a su incuestionable histrionismo actoral. Un cuento chino (2011) no es la excepción. Roberto (Ricardo Darín) está por llegar a los 50 y la vida (o la guerra de Malvinas) lo ha convertido en un tipo tosco, solitario y bastante obsesivo. De profesión ferretero tiene un único hobby: coleccionar recortes con noticias insólitas. Un buen día, mientras camina por la ciudad, se encuentra a un chino recién llegado al país y que no habla ninguna palabra de español. “El chino” (Ignacio Huang) terminó en Argentina luego de que una vaca que cayó del cielo y se llevó la vida de su prometida. Sin poder comunicarse, sin dinero y con una dirección de un pariente que yo no está, Roberto se hará cargo de este singular personaje que moverá las estructuras de un hombre que pareciera no reaccionar frente a la vida. Un cuento chino es una película de humor pese a que se articula a partir de la tragedia, y ese humor recae en la actuación de Ricardo Darín que logra dotar a su personaje de un temperamento atípico. A pesar de construir un ser apático, poco querible y con cero identificación logra trasladar que el espectador termine riéndose de la tragedia. Sebastián Borensztein tiñe al film de la atemporalidad necesaria para provocar el efecto deseado. Si no fuera por los autos ubicados en el exterior uno no podría definir la época en la que transcurre la historia, más allá de algunas referencias temporales. Dicho resultado se logra a través de un minucioso trabajo en la dirección de arte. Cada detalle es cuidado al máximo para determinar la personalidad de los personajes y porqué atraviesan ese estado agónico del que parecieran no querer salir, sobre todo Roberto. Así veremos elementos que remiten a diferentes épocas como sí el tiempo nunca hubiera transcurrido sobre la vida de ese hombre. La historia recurre a un tercer personaje que cae en la joven actriz Muriel Santa Ana, funcionando como un contrapunto entre Roberto y “El chino”. Una interpretación justa para no desviar el eje del conflicto hacia un carril innecesario como sería la historia de amor, tópico que el film sólo plantea como subtrama de un conflicto mayor. Una historia que parte de un disparate absurdo se convierte en una obra interesante gracias al aporte de un actor que cada día crece más y más. Y claro está a una historia que le permite lucirse. Un cuento chino que no es ningún cuento.
Todo por decir Edgardo González Amer ya había demostrado con su anterior trabajo El infinito sin estrellas (2007) una particular visión a la hora de retratar un universo familiar en donde los silencios predominaban por sobres las palabras. En su segunda obra sigue la línea narrativa de su antecesora, plasmando una historia familiar construida a partir de lo que no se dice y nunca se dirá. Ernesto(Oscar Ferrigno) está por arribar a los 50 años, abúlico, terco y desprolijo vive en la costa atlántica junto a su hermana tartamuda (Valeria Lorca) y la madre de ambos (Norma Aleandro). De la noche a la mañana aparecerá en el hotel que los tres manejan Julia (sorprendente debut de Malena Sánchez), la hija adolescente de Ernesto que vivía en la ciudad junto a su madre. Julia viene cargada de silencios, dudas y temores, a pesar del desparpajo y la inocencia que le otorga la juventud. Julia trae consigo el desafió de construir un vínculo que nunca existió y ser aceptada por un padre que no se animó a cumplir con dicho rol. Familia para armar (2010) tiene un plus de esos que muy pocas veces la ficción puede dar y es que sus protagonistas son en la vida real una verdadera familia, Oscar Ferrigno no solo es el hijo de Norma Aleandro sino que además es el esposo de Valeria Lorca. Los lazos reales que existen entre ellos le brindan a los personajes que interpretan una química especial a la hora de construir las relaciones vinculares que entre ellos se establecen, dándole una credibilidad mayor a lo que transmiten. El realizador y guionista ofrece una mirada distinta de cómo puede ser vista y reflejada una relación familiar. La historia se edificaa partir de lo que no se dice, de silencios, de gestos, de miradas. Lo más atractivo de la historia está puesto en lo supuesto y no en lo concreto. De esta manera se logra buscar un espectador participe que sea quien busque las respuestas que por ahí no se dan de manera explícita, aunque sí se dejarán entrever. Familia para armar peca a la hora de abrir líneas narrativas que no llega a desarrollar de manera completa y que le dan cierta inconsistencia al relato. Tirar demasiadas puntas y dejarlas inconclusas cuando no le aportan nada a la historia no hacen más que opacar el resultado final. Desde la actoral hay que rescatar el trabajo de Malena Sánchez, en un debut que ya le augura un futuro prometedor dentro de la cinematografía local. Su interpretación de Julia logra traspasar la pantalla gracias a la impronta personal que supo otorgarle. Valeria Lorca, quién ya había demostrado en El infinito sus estrellas sus dotes actorales vuelve a reconfirmar que es una mujer que los directores deben tener en cuenta. Edgardo González Amer propone una historia narrativa, lineal, algo emotiva, que no cae en el efectismo ni se preocupa por buscar la complicidad del espectador, sino todo lo contrario. Las necesidades afectivas dentro de un núcleo familiar roto son reflejadas con la particular visión de un director que supo rodearse de una familia ya constituída.