Drake Doremus rodaba una hermosa, dura y realista historia de amor como Like crazy, cuando parece que encontró a su musa, Felicity Jones. Y fue entonces que la eligió, aunque ella tuviera prácticamente diez años más que su personaje, para llevar adelante a Sophie, una estudiante inglesa que viene a quedarse un semestre en la casa de los Reynolds. Como lo indica el primer plano del film, los Reynolds son, ante las apariencias, la familia perfecta. Lindos, con una hermosa y grande casa, con un auto cada uno, y una hija adolescente llena de promesas. Pero en realidad esconden algo más. Megan es un ama de casa entregada a su familia, pero incapaz de ver lo que sucede más allá de sus ojos. Lauren hace natación y logra destacarse en el rubro a la vez que anda con un muchacho que no le pone título a la relación y quien sólo termina humillándola constantemente. Keith es un músico frustrado devenido a profesor, que cada tanto se pone a rememorar épocas pasadas en las que tenía un peor porvenir económico pero interpretaba la música con pasión. Con esa pasión con la que Sophie se presenta de manera casi obligatoria ante la clase que él enseña, cuando interpreta una pieza de estudio de Chopin. Lo que Keith ve en Sophie es algo que él siente que perdió, que dejó atrás. Ella busca la libertad, hacer cosas porque quiere, no porque tiene que hacerlas. El film se toma sus largos minutos para representar estas dos personalidades distintas y para hacerlas interactuar con algo más que miradas. La familia Reynolds comienza a desmoronarse mientras Sophie está ahí en el centro, a veces sin saber qué hacer, sin entender por qué de repente los ojos se posan todos sobre ella. Breathe In habla más que de un amor prohibido. Keith ve más que una chica joven siendo seducida por él en Sophie, ve su pasión y es eso lo que lo atrae. En Sophie se ve a una persona que no tuvo una figura paterna en su vida y quizás eso la lleva a observarlo a Keith antes que al resto de la familia. Pero no es eso lo que los une, sino una intimidad que no se basa en sexo, lo que lo hace más fuerte. Ante una primera mirada se podría ver a un hombre con crisis de edad y a una joven que no puede evitar ir por la vida seduciendo a los hombres, pero eso sería quedarse en la superficie de una historia llena de aristas. En "Breathe In" llueve todo casi todo el tiempo. Y la música además juega un papel importante en la historia de los dos protagonistas pero además ayuda a crear esos climas densos propios de una familia que ya no puede sostener más esa falsa realidad. La actuación de Felicity Jones es realmente magnética, con sólo miradas y una boca apenas entreabierta logra expresar su deseo. A Guy Pearce se lo ve cansado y eso ayuda con el hastío que su personaje siente. Breathe In es más que un drama romántico. Son pocas las escenas que ponen el amor en el centro pero están ellos dos, que tardan en hacer contacto entre sí, lo que hace que la primera mitad de la película sea bastante inferior a la intensidad que tiene la última parte. Y con un final que sacude la mente del espectador, que ve algo que ya vio, pero de un modo tan diferente que duele.
La película del debutante Nicholas McCarthy llega a nuestra cartelera dos años después de estrenada. Sin ningún rostro demasiado popular, sí con actrices que tienen su curriculum pero cuyos trabajos residen más que nada en personajes secundarios y olvidables. "El Pacto" es una película de terror de bajo presupuesto que busca contar una historia interesante apoyándose más que en efectos especiales o sustos constantes, en un guión simple pero efectivo y la construcción de climas que generen misterio, al menos cierta incertidumbre. Pocos personajes, la sombra de una madre que acaba de fallecer, una niña de la que hacerse cargo cuando la hermana de la protagonista desaparece sin dejar rastro, son los primeros puntos de los que parte esta historia. Pero en realidad empieza cuando en la casa donde vivió su madre comienza a sentirse una presencia extraña. Imposible no rememorar "Actividad Paranormal", pues sin apelar a los recursos de la cámara subjetiva, sí se representa a esta fuerza sobrenatural del mismo modo, como algo invisible que sólo siente la protagonista detrás suyo o luego haciéndose más presente arrastrándola por el piso. Pero el verdadero eje de la historia tarda un poco más en hacerse notar. Al menos, en atraparnos. Mientras los primeros minutos de la película tienen escasos diálogos y sólo algunas pequeñas puntas de esta trama familiar en medio de algo que no sabemos que es, es cuando ésta avanza que va tomando rumbos más interesantes e inesperados. El descubrimiento de un cuarto que su protagonista no logra recordar es el punto de partida para conocer una porción de su historia, de su familia, que no conocía en parte y en otra parte no recordaba, probablemente porque su inconsciente quiso dejar olvidada. Pero a la larga, el film es desparejo. Mientras consigue escenas muy bien logradas y que saben generar una intriga, también hay personajes secundarios que no terminan de aportar demasiado, incluso quedan relegados a medida que se sucede la película. Y lo paranormal va dejando de impresionarnos, siendo otra cosa, entidad llamémosle para no spoilear, el verdadero antagonista, restándole importancia a las escenas de miedo previas. Resumiendo, El Pacto es un film que seguramente no capte a la audiencia general, al menos no desde un principio. Sin embargo, aún pese a algunas escenas innecesariamente largas, se toma su tiempo pero lo logra, te mantiene atento esperando saber más, descubrir qué pasó y qué va a pasar en ese lugar, una casa como cualquier otra, pero que guarda secretos en un cuarto cuya puerta se abre y da lugar a oscuros secretos familiares.
Un director de cine de acción y un actor que se destaca por el mismo género. Al filo del mañana parte desde un principio de una fórmula segura. Tom Cruise será o no querido por sus excentricidades, nos gustará o no su rostro bonito, lo consideraremos o no un actor talentoso, pero si hay un género donde sabe moverse con desenvoltura es en el cine de acción. Y Doug Liman es el director de “Bourne Identity” y “Mr. And Mrs. Smith”. Pero "Al filo del mañana" es más que una película de acción. Es una película de extraterrestres, por momentos con mucho humor, pero que también, por el lugar donde transita su argumento principal, a veces puede rozar casi el tedio. Es que en Al filo del mañana, tras ser obligado a combatir, Cage (Cruise) mata a un extraterrestre con un extraño poder y a partir de allí cada vez que se muere (que no van a ser pocas, pues el peligro está a su alrededor constantemente) vuelve a despertar para revivir ese último día nuevamente. Pero además, el momento en que despierta es clave. Justo después de obtener un exitoso reconocimiento es forzado (sí, el giro un poco también) a pelear en el campo de batalla, un lugar en el que un hombre como él, ordinario, al que ni siquiera le gusta la sangre, no está preparado en lo absoluto. Si a eso le sumamos que vivimos en un mundo donde las armas que se utilizan son casi como robots, más bien extensiones del cuerpo humano, pero máquinas al fin, y este es un conocimiento que tampoco tiene, todo se convierte en una pesadilla para él. Hasta que un rostro conocido, una mujer, una guerrera, hace algo más que mirarlo desde un afiche o a su lado en el campo de batalla robándole la batería extra que tenía. “Encuéntrame cuando despiertes”, le dice cuando nota por lo que él está pasando, y lo sabe porque a ella también le sucedió. Sí, es imposible no acordarse de “El Día de la Marmota”, aunque acá lo romántico casi no existe (bueno, ya habrá un momento para eso), y todo se reduce a la acción entre personas que ya son prácticamente máquinas y seres de otro planeta, en un estilo que rememora a la vez, los videojuegos. La mujer de armas tomar es ni más ni menos que la británica Emily Blunt, que demostró que en el cine todo lo puede, pasando desde comedias románticas, a películas de época y luego a otras de acción o ciencia ficción. Es más que un rostro bello. Y si bien es bastante más joven que Cruise, la pareja no desentona, aunque nunca termina de convencernos. Quizás porque es Cage el que se tiene que encargar día a día, como en la película “Como si fuera la primera vez” ya que estamos de referencias, de acercarse a ella. Mientras él ya le conoce cada movimiento, no porque sea un experto, sino que porque ya vivió cientos de veces la misma escena, lo mismo que sucede con su progreso en la guerra, para ella es siempre un desconocido al que sabe que todavía no conoció, si es que eso tiene sentido. “Lo que te voy a decir suena loco. Pero a medida que continúe va a sonar cada vez más racional”. Cruise está más que seguro de sí mismo e impregna esa confianza cada vez con mayor medida en el personaje que le toca interpretar entre tanta muerte y despertar siguiente. Con algunos altibajos y un 3d apenas aprovechables, el film pone en el centro a Cruise y lo deja hacer lo que mejor sabe hacer, correr, disparar, y regalarnos una sonrisa compradora. El lugar a donde nos lleva la trama, aquel al que hay que llegar para resolver la película, es lo menos interesante del film. Todo sucede rápido, de manera poco creíble, casi como un modo apresurado de resolverla. Pero en el medio hay mucha acción, algo de humor y mucho Tom Cruise, le pese a quien le pese.
¿Qué es el amor? No se me podría ocurrir una pregunta más complicada para hacer o hacerme. Si me preguntan, creo que no hay una respuesta, sino miles y que por separado no se acercan ni a una parte del significado total. Pero Eloísa Tarruela (que acá hace de directora, guionista y protagonista) necesita esa respuesta. Y para encontrarla bucea. Lo hace en lugares, en obras clásicas (imposible que no se mencione Romeo y Julieta), en historias de amor que investigó y la cautivaron (dos mujeres que se animaron a amarse, dos personas una en cada punta del mundo que se juntaron y ya no pudieron separarse, o dos personas a las que un libro y el amor por los viajes reunió), y en objetos. Objetos que han pasado de ser simplemente cosas para convertirse en algo más. Así, con tres historias de amor de fondo, y el teléfono rojo que no suena, Eloisa reflexiona sobre el amor y lo hace de manera poética y con diferentes y bellos escenarios de alrededor del mundo. Un documental chiquito, pero más que nunca con mucho corazón, con el corazón puesto sobre la mesa. Porque si bien cada una de estas historias de amor parecen grandilocuentes, cada historia de amor lo es. Y porque cada historia, si se la piensa, a veces parece salida de la ficción, es que este documental opta por un tono poético que lo aleja un poco del género. Se toma sus tiempos, permite reflexionar y reflexionarse. Y en el medio, la historia (ficticia) de la narradora, chiquita pero que une al resto y que gira en torno a ese maldito y querido teléfono rojo que no suena. Algo interesante que en este caso tienen en común las tres historias en que la película, la narradora, decide enfocarse, es el tema de los viajes. Hay algo en trasladarse de un lugar a otro, en explorar sitios desconocidos, o a aventurarse a algo nuevo y dejarse sorprender, “un salto al vacío”, como define uno de sus protagonistas tanto al amor como a los viajes. Y es eso lo que hace su protagonista al situar diferentes momentos de la película, a encontrarlos, mejor dicho, en diferentes partes del mundo. La película de Eloísa Tarruela y Andrés Gato Martínez Cantó es entonces una invitación poética a la reflexión sobre el sentimiento más universal de todos.
Nick Cassavetes es el hijo del Cassavetes más reconocido y admirado del cine, pero su cine poco tiene que ver con el de su padre, John. Con películas en su haber como The Notebook y My Sister’s Keeper, ahora regresa con una comedia que pone en el centro a tres diferentes tipos de mujeres. Cameron Diaz es Carly, una mujer muy exitosa pero soltera, que en el fondo quiere conocer al hombre de su vida pero mientras tanto la pasa bien, y es así como conoce a Mark. Leslie Mann es Kate, una mujer dedicada a ser esposa, sin hijos, sin muchos amigos y de una personalidad por momentos aniñada. Su marido, Mark, es su vida y su sostén. Y Kate Upton es Amber, el mayor cliché de una película llena de clichés y con un punto de vista muy notoriamente machista: rubia, de pocas neuronas, con unos buenos pechos, pero las mejores de las intenciones. Y claro, otra de las conquistas de Mark. “Mujeres al ataque” pone en foco a tres mujeres que se unen para un solo propósito: arruinarle la vida al hombre que les arruinó las suyas. Tres mujeres que nunca hubiesen sido amigas si no fuera por este hombre y sus ganas de vengarse. Se le intenta poner glamour a la película, y la vestuarista Patricia Field es responsable de que en muchas escenas así suceda, pero a la vez, ésta cae en chistes fáciles y muchas veces escatológicos, y no siempre tan graciosos. El trío es desparejo, además. Mientras Leslie Mann, como una mujer sumisa y ciegamente enamorada al comienzo y luego como una especie de insoportable compañera que se va tornando querible, es sin duda quien sale mejor parada, sabiendo pasar por diferentes estados y emociones de manera más que eficiente. La actuación de Cameron Diaz es, por momentos, exagerada y la de Kate Upton, casi inexistente. El hombre que se termina convirtiendo en el centro de las vidas (vacías, por lo visto) de estas tres mujeres está interpretado por Nikolaj Coster-Waldau, que no llega a ser el hombre seductor que nos quieren hacer creer, aquel por el que las mujeres suspiran y se rinden no más al verlo venir. La participación de Don Johnson como el padre de Carly es un agradable detalle sin embargo. La de Nicki Minaj, casi prescindible. A la larga, Mujeres al ataque (título horrible pero esperable) es un film que poco aporta al género y que falla principalmente en la construcción de personajes dignos femeninos. El poder femenino no se retrata así, de una manera tan machista. Tampoco lo que a simple vista es el tema principal, el de la infidelidad, está bien tratado, más bien de un modo superficial, nunca se ahonda en por qué este hombre necesita todo el tiempo estar conquistando mujeres, si es una cuestión de inseguridad, si siempre fue así o se convirtió en eso tras los años de matrimonio, o si es su forma de sentirse poderoso, o vaya uno a saber cuántas posibilidades más hay. Sí, hay algunas escenas graciosas, pero también otras que dan casi vergüencita ajena, además de un montaje por momentos desprolijo, sin mucha coherencia entre escena y escena. Y el final termina siendo tan previsible como uno podría suponer.
Cornelia es una mujer de la alta sociedad rumana, es madre, amiga y esposa. Pero las apariencias suelen engañar, y detrás de la apariencia de esta mujer elegante, hay lazos familiares a punto de quebrarse. Sobre todo con el hijo al que hace alusión su título, hijo único, que vive en pareja con una mujer que por supuesto a su madre no le cae bien. La película comienza a tomar forma, o al menos a inducirnos al lugar donde se dirige, cuando este hombre atropella a un niño y lo mata. Ahí entra en juego la madre, una mujer decidida a que su hijo no vaya a la cárcel. Las pieles de su vestimenta contrastan con la sencillez de la familia del niño fallecido. Es que para Cornelia, todo puede arreglarse, pues está segura de tener los medios para que así fuera. La mirada del hijo es un drama que pone en juego esta relación entre madre e hijo en medio de una situación extrema. Con una nerviosa cámara en mano, el director filma una película que a la larga tiene pocas escenas pero porque sus casi dos horas de duración está más que nada abocada a escenas largas y sin demasiadas elipsis. Esta cámara y este tipo de narración, que por momentos se la siente lenta, ayuda a que la película se la perciba de una manera más cruda, y a generar una necesaria tensión en momentos claves. Ningún personaje en esta película parece ser tan inocente, ni tan culpable. Cornelia es ante todo culpable de querer lo mejor, o lo que ella cree que es mejor, para su hijo, un hombre que tras este fatal accidente se convierte casi en un zombie. Al final, el film toma el rumbo más esperado, más moralista, y es esa última parte, además, la que se percibe más estirada. Este drama que pone en el centro este estrecho lazo familiar madre-hijo, retrata además la corrupción y el poder que el nivel alto de la sociedad tiene y utiliza para salir favorecido. La actriz Luminita Gheorghiu es la encargada de dar vida a esta madre posesiva, un personaje que dota de ambigüedad, que funciona de manera brillante en escenas dramáticas y no apaga ese brillo en aquellas de un humor involuntario. El punto de vista es siempre el de esta mujer, que pasa de ser una madre preocupada por su hijo, a una mujer fría que sólo quiere, y sabe que así va a ser, salirse con la suya. El film de Calin Peter Netzer que ganó el Oso de Oro en la Berlinale del año pasado genera entonces una experiencia interesante pero incómoda, y es una película que se queda impregnada en la mente de uno e invita a la reflexión, no sobre los temas expuestos en sí, sino el paralelismo que uno no puede evitar percibir con situaciones que nos son más cercanas.
“Nadie vive”, se llama esta película, aunque al decir el título parecería que nos estuvieran contando el final. Después hay que ver la película para ver si la premisa se cumple o no. Pero justamente si algo tiene de interesante esta película del director japonés Ryûhei Kitamura, es que a lo largo de la hora y media que dura, se torna cada vez más impredecible. Como muchas películas de terror, esta empieza con una pareja en la ruta; antes vimos a unos maleantes, ladrones a los que no les importa matar para salirse con la suya, y claro, ambas líneas se van a cruzar, en un restaurante prácticamente vacío, bien de pueblo. Pero poco después de ese encuentro, el film protagonizado por el actor Luke Evans toma una de sus primeras vueltas, quizás hasta esta sí, la veíamos venir. Esta pareja que parece tener sus propios problemas sentimentales es atacada por esta bandita. Sin embargo, es apenas unos minutos después, cuando ya no sabemos para dónde va el film, cuando ya no sabemos quién es quién y por qué está ahí, sólo vemos mucha sangre derramada, alguna escena realmente retorcida, y de repente está todo ahí puesto sobre la mesa. El resto de la película es una lucha feroz, con una historia de amor, enfermiza claro, en el medio, entre personajes que se destacan principalmente por ser “malvados”. No parece haber buenas personas, o nunca lo fueron o la vida los hizo así o directamente no sabemos y no nos importa por qué cada uno actúa como actúa. No hay mucha profundidad en los personajes así que con muchas motivaciones hay que especular. El bajo presupuesto de la película nada tiene que ver con las malas actuaciones de cada uno de los protagonistas ni las muchas inconsistencias que tiene el guión, aun así, el film merece ser visto por cualquier fanático del género, que sepa entusiasmarse con escenas extremadamente sangrientas y, claro, que no se impresione. Porque una vez que se entra en el juego, es imposible no sentirse extasiado. Las muertes (y hay algo en el medio que parece una resurrección y es realmente impresionante) son en general bastante buenas y esas sí que no dejan una gota de sangre a la imaginación. Resumiendo, película sólo para aptos del cine gore, que no esperen mucho más que una película con buenas escenas del género, y con una historia que si se hubiera pulido un poco más, podría haber resultado mucho más atrapante.
La última película del director Cédric Klapish es una comedia romántica centrada en el personaje de Xavier (Romain Duris), hombre de unos cuarenta años, divorciado y con hijos, que intenta escribir en su nuevo hogar: una Nueva York a la que se fue siguiendo a su ex mujer y a la que todavía no logra comprender del todo. Esta película es la tercera parte, tras Piso Compartido y Las muñecas de rusa, de una trilogía que sigue a diferentes amigos. Mientras las primeras eran más corales, acá pasa a ser él el protagonista casi exclusivo del film. Es él mismo quien relata su historia, cómo terminó todo con su mujer, se fue a vivir a Nueva York siguiéndola, y hasta terminó casado con una china, todo a través del skype, a su editor, porque de todo ese caos que es su vida pretender hacer un libro. El divorcio, la nueva pareja muy bien acomodada de su ex mujer inglesa (Kelly Reilly), el embarazo de su mejor amiga lesbiana (Cecile de France) que probablemente haya sido la causa de la separación, la amistad con otra mujer de su edad con hijos (Audrey Tautou), y el casamiento con una china muy agradable deberían ser material de sobra para cualquier escritor. El caso es que Xavier apenas encuentra tiempo para escribir con todo lo que conlleva instalarse en Nueva York y sus dos hijos. El film se va sucediendo de manera caótica y divertida, siempre con el punto de vista único de su protagonista, que a veces se sorprende a sí mismo conversando en su mente con un filósofo alemán, por ejemplo. Aun así, a veces parece que no sabe a dónde se dirige. Y para quienes no vieron las dos películas anteriores, se siente que el personaje que interpreta Audrey Tautou entra tarde a la historia, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que va a tener en la decisión final. Incluso esa resolución se siente un poco abrupta, y se lamenta que no haya cierres dignos de otros personajes secundarios que anduvieron dando vuelta por ahí (como el de su mencionada amiga lesbiana). Pero no hay dudas de que el film es un retrato honesto sobre la crisis de los cuarenta (que no es la típica crisis existencialista) que lo encuentra a Xavier buscando el amor e intentando balancearlo con las otras cosas de su vida.
Es verano y hay una isla paradisíaca donde unos hombres van a ser ellos mismos. Desnudos, o casi, pasean, coquetean, tienen sexo o conversan entre hombres con unas playas de ensueño como marco. Frank transita el lugar como alguien que ya lo conoce. No se sorprende de nada, excepto de ver a un señor solo, desconocido para él, aislado, vestido, tomando sol como quien va de vacaciones (en un lugar donde parece que hay un solo propósito para el que lo visita), observando. Por eso se le acerca y busca generar una relación inocente, de amistad. El hombre está ahí porque en su casa no puede ser él, con su mujer y sus hijos. No va a buscar sexo, como los demás, sino un lugar donde ser auténtico. Pero a Franck también le interesa otro hombre, uno manipulador y seductor. Y lo que empieza como algo pasajero, deriva en una relación pasional y oscura. El director Alan Guiraide entrega una propuesta arriesgada y filma con elegancia pero sin pudor un film sobre lo peligroso y excitante de las relaciones casuales. Se toma su tiempo para retratar el lugar y desarrollar estas relaciones transitorias pero por momentos se lo siente un poco reiterativo. Las escenas sexuales, eróticas y alguna pornográfica, inundan la pantalla largos minutos, pero sin todavía la tensión que sí va a estar ya más cerca del final, cuando ese policial que nos habían prometido por fin aparece. Es ahí cuando la película toma un giro ¿inesperado? y se torna desgarradora. La película que la Cahiers Du Cinema eligió como la mejor del año 2013 es más que escenas de hombres desnudos o teniendo sexo, es un debato sobre el amor y el sexo, juntos y por separado. No es sólo un retrato, sin prejuicios y natural claro, sobre la homosexualidad, sino sobre las relaciones en sí. Filmada enteramente en exteriores, en esta isla paradisíaca, el director incluso toma elementos de sonido como el viento, el agua, o el movimiento de los árboles como herramientas para acentuar el misterio que se va a venir. Planos fijos, largas miradas, y paneos para descubrir el hermoso y lleno de secretos lugar. Si bien las actuaciones se perciben muy naturales, como si muchas fueran improvisadas, lo cierto es que el director decidió seguir el guión de manera estricta. El desconocido del lago es una opción adecuada para el espectador que no se sienta molesto, incómodo, por la cantidad de escenas sexuales pero también para aquel que sabe apreciar un retrato por momentos muy crudo pero siempre honesto sobre la naturaleza (humana incluso).
Francois Ozon es un reconocido director francés que, entre otras películas, dirigió 8 femmes. Ahora llega con esta película que tiene como protagonista a un profesor de literatura. “ Los que no saben, enseñan”, se dice a menudo, y algo así es lo que le sucede a Germain, que fue un escritor pero fracasó y ahora sólo se dedica a enseñar a una clase a la cual no le ve futuro alguno. Al menos hasta que un trabajo escolar destaca a uno de esos alumnos, Claude. Todo empieza como un rico ejercicio en el que él describe la casa de su mejor amigo, el hogar, con sus padres y, sobre todo, esa “mujer de clase media” por la cual va a sentirse fascinado, interpretada por Emmanuelle Seigner. Germain se entusiasma tanto con el trabajo de este joven que lo incita a seguir escribiendo, guiándolo, aconsejándole a nivel estructural y narrativo. Pero así, lo incita a seguir invadiendo esta casa y esta familia, ya que parece ser el único modo en que él se inspira. El film es como una gran lección, especialmente para aquellos a quienes les gusta escribir, pero además es divertida, sobre todo aquellas escenas entre el profesor y su mujer, la gran Kristin Scott Thomas, que interpreta a una mujer que intenta llevar adelante una galería de arte cuyas dueñas son dos gemelas que apenas parecen saber sobre lo que se dedican. La obsesión, la invasión, los deseos, el vouyerismo, el arte, la literatura (con esto, incontable cantidad de citas), son algunos de los temas que desfilan de manera brillante en esta película donde Claude utiliza su imaginación y la vuelca al papel, nos manipula y seduce con una historia en la que no pasa nada y pasa todo a la vez, depende de cómo se lo cuente, y él sabe hacerlo. ¿Pasó realmente o son licencias poéticas que se permite el escritor? Tan fascinante como perversa, Ozon nos trae una obra con un excelente guión y actuaciones a la par. Porque así como Germain no puede dejar de leer lo que escribe Claude, nosotros no podemos dejar de ver esta película, es hipnótico, queremos saber más todo el tiempo. Basada libremente en “El chico de la última fila”, de Juan Mayorga, el film tiene incluso algo de Woody Allen (además de verse el póster de una de sus películas) y es sin duda una gran opción para ver algo tan entretenido como rico.