El objeto de mi amor

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

¿Qué es el amor? No se me podría ocurrir una pregunta más complicada para hacer o hacerme. Si me preguntan, creo que no hay una respuesta, sino miles y que por separado no se acercan ni a una parte del significado total.
Pero Eloísa Tarruela (que acá hace de directora, guionista y protagonista) necesita esa respuesta. Y para encontrarla bucea. Lo hace en lugares, en obras clásicas (imposible que no se mencione Romeo y Julieta), en historias de amor que investigó y la cautivaron (dos mujeres que se animaron a amarse, dos personas una en cada punta del mundo que se juntaron y ya no pudieron separarse, o dos personas a las que un libro y el amor por los viajes reunió), y en objetos.
Objetos que han pasado de ser simplemente cosas para convertirse en algo más.
Así, con tres historias de amor de fondo, y el teléfono rojo que no suena, Eloisa reflexiona sobre el amor y lo hace de manera poética y con diferentes y bellos escenarios de alrededor del mundo. Un documental chiquito, pero más que nunca con mucho corazón, con el corazón puesto sobre la mesa.
Porque si bien cada una de estas historias de amor parecen grandilocuentes, cada historia de amor lo es. Y porque cada historia, si se la piensa, a veces parece salida de la ficción, es que este documental opta por un tono poético que lo aleja un poco del género. Se toma sus tiempos, permite reflexionar y reflexionarse.
Y en el medio, la historia (ficticia) de la narradora, chiquita pero que une al resto y que gira en torno a ese maldito y querido teléfono rojo que no suena.
Algo interesante que en este caso tienen en común las tres historias en que la película, la narradora, decide enfocarse, es el tema de los viajes.
Hay algo en trasladarse de un lugar a otro, en explorar sitios desconocidos, o a aventurarse a algo nuevo y dejarse sorprender, “un salto al vacío”, como define uno de sus protagonistas tanto al amor como a los viajes.
Y es eso lo que hace su protagonista al situar diferentes momentos de la película, a encontrarlos, mejor dicho, en diferentes partes del mundo. La película de Eloísa Tarruela y Andrés Gato Martínez Cantó es entonces una invitación poética a la reflexión sobre el sentimiento más universal de todos.