La última película del director Jean-Marc Vallée (responsable de La Joven Victoria, C.R.A.Z.Y. y Café de Flore) tiene varias características que podrían hacernos creer que es algo que vimos varias veces. Pero hay más acá, y no sólo gracias a la labor de los dos protagonistas que entregaron alma y cuerpo para sus personajes, Matthew McConaughey y Jared Leto, los dos nominados para los próximos Oscars y con muchas, muchas probabilidades de ganar. Dallas Buyers Club empieza conociendo un poco a Ron Woodroof, sabemos que le gusta el sexo, las montadas de toros, que trabaja de electricista y, se nota por su demacrado y delgado cuerpo y rostro, que no está sano. Por eso no tarda en terminar en un hospital donde obtiene la peor de las noticias: tiene HIV. Tener HIV hace unas décadas era incluso peor que tenerlo ahora, que la medicina está más avanzada y si bien no sé llegó aún al mejor de los resultados, es muy distinto el pronóstico que le dan a Ron: que tiene 30 días para poner sus cosas en orden, en otras palabras, que es eso lo que le resta de vida. Allí está el primer engaño. Antes esas palabras del doctor y la falta de respuestas de una doctora entregada a su trabajo pero que no puede evitar sentirse frustrada cuando no se logra lo que quisiera, Jennifer Garner en uno de esos pocos papeles que la hacen inolvidable, podríamos creer que de eso va la película, de ver cómo se aprovechan estos últimos días de un hombre que se considera a sí mismo muy macho, en un ambiente lleno de machistas que dicen ser sus amigos, que, en otro de los pocos conocimientos que se tenían de la enfermedad, consideran al VIH como una enfermedad de maricas. Pero no, Ron Woodroof decide no quedarse quieto y tras no encontrar respuestas del modo correcto, hace sus propias investigaciones y sus propios movimientos y de repente se encuentra a sí mismo teniendo algo más que un negocio. Porque sí, después de lograr vivir cuanto mayor tiempo sea posible, parece que es el dinero lo que lo mueve a fundar un club para ayudar a otras personas con su misma enfermedad. Lo cierto es que se encuentra cada vez más comprometido, y al conocer a un joven transexual, Jared Leto de regreso al cine con un personaje hermoso y adorable, aumenta la cantidad de clientes y así su entrega. Porque al principio se habla de dinero pero cuando no lo hay, se vende el auto; no tienen donde quedarse y le regalan una casa aquellos que sienten que le salvaron la vida. Lo que podría ser un drama lleno de golpes bajos es más bien un film sobre redescubrirse a uno como la persona que es, desprenderse de prejuicios y aprender a aceptar al otro como es, para un mismo fin: una vida digna. Hay algunos clichés en los personajes, pero en ningún momento se percibe estar ante una típica película sobre una enfermedad mortal. En mi opinión, no parece ser un tipo de película que se hizo pensando en los Oscars, sino que esta película independiente tomó por sorpresa a más de uno; quizás sí uno pueda creer que toda transformación física está en la búsqueda de ese premio, pero creo que Dallas Buyers Club es un film hecho con mucho corazón, que probablemente en la categoría principal quede atrás, pero que a los actores se los va a reconocer como se lo merecen. Porque tanto McConaughey, que parece que el público recién ahora descubrió que era buen actor quizás por su falta de tacto a la hora de elegir muchos personajes pasados, como Leto brillan. Con un soundtrack ecléctico, algunas versiones originales ochentosas y otras regrabadas, y algún tema de 30 seconds to Mars (la banda de Leto), y una bella fotografía (hay un plano con mariposas que te deja sin aliento), Dallas Buyers Club logra conmover de una manera no forzosa.
Cada familia es un mundo. Y el mundo de las familias disfuncionales (que en realidad yo creo que todas lo son) siempre le resulta interesante al cine. En este caso, primero fue el teatro. Tracy Letts escribió esta obra de teatro que ya fue traída a los escenarios de nuestro país protagonizada ni más ni menos que por Norma Aleandro y Mercedes Morán, y ahora tuvo la oportunidad incluso de guionar su propia versión cinematográfica. La labor de dirección recayó en John Wells, director de algunas series de tv que además dirigió el film The Company Men. En este caso, el elenco es de lujo. Meryl Streep y Julia Roberts encabezan un reparto que acompañan Ewan McGregor, Juliette Lewis, Chris Cooper, Benedict Cumberbatch, Dermot Mulroney y hasta Sam Shepard en una breve pero importantísima aparición, que luego deriva en desaparición. Porque después de algún plano abierto exterior conocemos a este matrimonio compuesto por Violet y Beverly en un prólogo donde quedan al descubierto la problemática relación entre dos personajes rotos y además se presenta un nuevo personaje, alguien que viene a ayudar a la casa, éste hombre desaparece. Y su desaparición deriva en una reunión familiar como hacía años que no sucedía. Y las reuniones familiares en las que se encuentran y reencuentran personas que son afines por lazos sanguíneos pero tienen miles de diferencias y sueños y modos diferentes de ver la vida nunca se dan bien. La obra, y la película, ponen en la mesa miserias, sueños frustrados, celos, amores prohibidos y demás elementos digno de un culebrón de canal de aire a las 3 de la tarde. Agosto es una película donde ningún personaje es atractivo y por lo tanto es imposible empatizar con alguno. A simple vista parecería ser que las mujeres son las peores, y probablemente lo sean. Pero mientras el personaje de Chris Cooper parecería ser diferente al resto, mostrándose afectuoso con su hijo, es quien después no tiene problema en burlarse del vegetanearismo de la más joven de la familia, creando una situación tan incómoda como lo es toda la película. Lo peor de todo el film sea quizás que ni siquiera los actores la salvan, ni siquiera una Meryl Streep afeada y venenosa logra destacarse en este film tan opaco, todos sobreactúan y se dejan llevar por un guión aburrido y previsible. En lugar de ser un film satírico, termina siendo un culebrón, tal como mencionaba previamente. Mientras la primera parte del film apuesta a un humor negro todo eso se va perdiendo hasta la resolución aburrida y esperada.
Néstor Montalbano fue el realizador que hace unos años nos trajo películas como "Soy tu aventura" y "Pájaros volando" y ahora regresa con esta película protagonizada por Nicolás Vázquez, rostro conocido más que nada gracias a la televisión, “Por un puñado de pelos”. Desde el vamos vale aclarar que, tal como podemos suponer pero no está demás resaltar, el film tiene un tono y humor bizarro que impide analizar seriamente la película, eso es algo que nunca se debe hacer cuando tenemos un film de este tipo ante nosotros. Nadie puede tener todo lo que quiere, y Tuti Turman tiene un lindo departamento, un lindo auto, un buen trabajo… pero se le cae el cabello y ya no encuentra forma de disimularlo. En realidad, todo indica que si no tenés cabello probablemente tampoco puedas levantarte una mina o encontrar a alguien con quien pasar una noche de fin de semana simplemente comiendo algo rico y viendo una peli, ya que tras varios intentos telefónicos así se queda Tuti, solo otra noche Al menos por un rato, porque luego lo despierta el encargado del edificio, otro al cual había invitado y éste había rechazado la oferta por tener que viajar al norte para un importante compromiso familiar, regresa ya que por un paro de choferes de larga distancia los micros no salen. Lo que empieza como una noche, frustrada para el provinciano y exitosa porque al menos no va a pasarla solo, para Tuti, termina derivando en un viaje en auto hacia los pagos del joven muchacho. ¿Por qué? Porque así de la nada termina contándole de una leyenda de su tierra que involucra un lago con agua sagrada que hace que te crezca el pelo. Y eso es todo lo que Tuti desea. Entonces uno de los primeros grandes momentos al que vamos a asistir, es al choque de culturas. Porque la gente de esta tierra lleva una vida primitiva y en la zona ni siquiera hay señal en el celular. Pero mientras temas como este podrían aprovecharse más, el director inmediatamente incluye algo nuevo, haciendo que por momentos todo se torne un poco… desordenado. Porque cuando Tuti prueba el agua santa sobre su cabeza y finalmente al otro día despierta con cabello, no le alcanza, por lo que empieza a planear un negocio, que salvo su fiel amigo el resto de los habitantes no ve con buenos ojos. Pero como es muy firme en sus decisiones y parece tener un gran poder de convicción sobre el joven muchacho, comienzan a publicitarlo desde el vamos y esto deriva en la visita de un excéntrico cantante extranjero que sufre el mismo problema que sufría el protagonista y la situación sigue apostando a lo absurdo. El problema es que, quizás lo desordenado que mencionaba anteriormente, hace que la película no termine de decidirse por nada, ni por un tema principal, ni por un mensaje, ni por un tono (el film podría haber sido un western más absurdo aún, más jugado). Las participaciones de Rubén Rada y Carlos Valderrama suman a lo ridículo y bizarro de la película, un film con el que se podrá pasar un buen rato pero del cual no nos quedaremos con mucho. Y la poco más de hora y media que dura la película a lo último puede parecer un poco más.
(Anexo de crítica) “Algunas de estas cosas sí sucedieron”, es lo primero que nos dice David O. Russell en su nueva película, con la que vuelve a ocupar las cuatro categorías principales de los Premios de la Academia. Y es que tanto como al director como a sus protagonistas, los pesos pesados de Hollywood parecen quererlos mucho por lo que American Hustle viene arrasando en las entregas de premios. El director toma ciertos hechos reales para incluirlos a su historia de ficción, una película ligera de poco más de dos horas de duración. En este caso, la historia es de estafadores. Gente que dicen ser una persona pero son otras, hasta el punto de a veces vivir una vida que no es real. Eso le pasa principalmente a su protagonista femenina, una Amy Adams bellísima y más elegante que nunca. Intenta sobrevivir, aunque las chances sean malas, bajo una coraza que la convierte en otra persona. El tema de las apariencias, las falsas apariencias, es clave en la película, que, a lo contrario, se la percibe auténtica y honesta. American Hustle es más que una película de estafas, es una película de personajes, y entonces, de relaciones. Está ella, la mujer que intenta sobrevivir aparentando ser alguien más; el hombre de varios negocios que convive con una mujer inestable y su hijo; la mujer impredecible obsesionada con el perfume de un esmalte de uñas y que no puede evitar quemar cosas en su casa cada dos por tres; el policía apasionado que dice todo el tiempo querer hacer lo correcto pero en realidad parece buscar el reconocimiento; el buen hombre y confiado que tiene una enorme familia con las puertas abiertas y siempre dispuesto a ayudar. Sin duda sus actores, entre las que vemos rostros familiares del cine de Russell, la mencionada Amy, Christian Bale, Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y hasta una memorable participación de DeNiro, son los que hacen que esta película sea tan grande. Porque es cierto que el film no es demasiado novedoso pero eso no lo hace malo, todo lo contrario, Russell sabe posicionar cámaras, dejarlos ser a los actores y además musicalizar las escenas hasta el punto de ponerte la piel de gallina. La banda sonora de la película sin duda es un punto muy fuerte del film. Ambientada en los 70s, con mucho cuidado en la construcción sobretodo de la imagen de los personajes, vestuarios, maquillaje y peinado, el film es un desfile de secuencias algunas más ricas que otra a nivel narrativo pero siempre impecable desde lo técnico. Quizás el film no llegue a la altura de otras películas con los mismos reconocimientos pero es injusto decir que no se lo merece, es un film que se siente que tiene corazón y no se percibe en lo absoluto pretensioso. Una apuesta agradable, quizás no tan divertida como la comedia que nos están queriendo vender, pero que sin duda nos dejará con una sonrisa en el rostro, y esa sensación es lo mejor que le podemos pedir.
“Mi destino es comer pizza y quedarme en la cama”, dice Reggie cuando es llamado a la aventura por otro pavo con delirios (al menos por ahora) de viajes en el tiempo y un gran pavo (una especie de dios de los pavos). Y es que Reggie tras varios años de lograr escapar para no ser cocinado en el Día de Gracias, consigue un hogar donde está muy cómodo pero se siente solo, y aunque se diga a sí mismo que le gusta estar así, sabemos que a nadie le gusta. El primer problema que vamos a encontrar con Free Birds, es que tiene como tema central una festividad que nos es totalmente ajena, Acción de Gracias. El segundo, es que muchos no vamos a poder disfrutar en sala la película como corresponde, es decir en su idioma original, y esto no es sólo un detalle ya que actores como Owen Wilson, Woody Harrelson y Amy Poehler pusieron voces a los personajes. Obviando esas cuestiones, Free Birds es una película simpática, sin muchas pretensiones, sobre la historia de un par de pavos que viajan al pasado para impedir que su especie sea el plato principal de cada Acción de Gracias. Si bien está destinada hacia un público infantil, tiene ciertas referencias y humor que un adulto bien podrá apreciar y disfrutar. El director Jimmy Hayward, quien ya dirigió Horton y la fallida y nunca estrenada en pantallas grandes en nuestro país Jonah Hex, ha trabajado como animador de varias películas reconocidas como las dos primeras entregas de Toy Story, Monsters Inc y Finding Nemo, no obstante esta es la primera vez que además se pone en el lugar de guionista. Y si algo notamos al ver el film es que quizás este sea uno de los puntos más flojos. Mientras el film empieza prometiendo una gran aventura, es cierto que a medida que se va desarrollando uno puede comenzar a perder interés, se torna casi aburrida, y al final todo resulta demasiado efectista. Es que la premisa de la que parte se percibe fuerte y atractiva, pero se va perdiendo un poco a lo largo del film. Sin duda, es una película que con un poco más de entusiasmo podría ser menos olvidada pero su simplicidad le juega a favor por momentos, logrando que pueda atrapar tanto a niños como a adultos, que serán quienes encontrarán las referencias y captarán algún subtexto que un niño no. Al fin y al cabo no es más que otra película sobre la amistad, con alguna historia de amor, y moralejas subrayadas, sin desmerecerla.
Blue is the warmest color no es sólo el nombre con el que se estrenó la película en cuestión en los Estados Unidos, es además el nombre de la novela gráfica en la que está inspirada. Aunque en ella, la protagonista no se llama Adele, sino Clementine. Pero hay una razón para este cambio de nombre y tiene que ver con el modo en que el director Abdellatif Kechiche decidió filmar esta película: con improvisaciones y dejándolas a las actrices ser, para que el film fluya naturalmente. Así es que muchas escenas en las que se suponía que estaban ensayando terminaron en el rollo final de la película, donde a la protagonista no dejaban de llamarla por el nombre de la actriz, claro, el de Adele Exarchopoulos, actriz de la que nadie puede dejar de hablar hoy en día. Adele es una adolescente que disfruta mucho de la literatura. Bella con su rostro sin maquillar y su cabello recogido de manera un poco desprolija, derrocha sexualidad. Adele cree parecerse mucho al resto de sus compañeras, hasta que conoce a Emma. La chica de cabello azul, interpretada por Lea Seydoux (actriz que alterna entre Hollywood y el cine francés), estudiante de arte, causa un fuerte impacto en la vida de Adele. Y es que La Vida de Adele es una película no precisamente sobre toda la vida de Adele, sino sobre el fragmento más importante de ésta, aquel que comienza con Adele descubriéndose verdaderamente a sí misma, se enamora, y termina con la lección de que en la vida hay libros cuyas páginas deben pasarse. La película que dura tres horas no se siente larga en lo absoluto y fue galardonada en diferentes festivales. También fue polémica, por supuesto, por sus explícitas escenas de sexo. Pero hay que resaltar algo importantísimo sobre este hecho y es que estas escenas no son gratuitas. El director decide dedicarles tantos minutos a las escenas de sexo como importancia tienen en la vida de Adele. La relación sexual, incómoda, mecánica, que tiene con un muchacho que le gusta, dura apenas unos segundos. La relación sexual que tiene con Emma, llena de pasión, de amor, y de entendimiento, dura cerca de diez minutos. Y la relación sexual que le cuesta la relación a la pareja de ellas dos ni siquiera aparece en pantalla, no es importante. O quizás sí, pero sólo por lo que provoca en ellas dos el hecho de que haya sucedido. Pero a la vez, parece ser un poco una excusa de una Emma que ya no lleva el cabello del cálido color azul, sino rubio, y así se la ve a ella, más fría. Una historia de amor, de descubrimiento. Nada parecido a lo que uno espera, el tema de la homosexualidad está tratado con tal naturalidad que no pertenece a un género aparte, es simplemente una historia de dos personas que se encuentran. En este caso, estas dos personas están interpretadas por estas dos talentosas actrices que además tienen una química brillante lo cual ayuda a que la historia fluya de manera tan natural. Una película pequeña y enorme, en la que casi todo está teñido de azul. Bella, honesta y que no va a pasar desapercibida.
Una niña le escribe a alguien, aún es muy temprano para saber a quién, que está triste. Ése es el comienzo de esta película francesa que se centra principalmente en la figura de esta niña, Rachel, con su punto de vista, y la amistad que nace, tras no poder entablar relaciones fácilmente con nadie, con una niña revoltosa y traviesa, Valérie, que va a pasar a ser su mejor amiga. Es que cuando decide festejar su cumpleaños e invitar a cada uno de sus compañeros, es ella la única que asiste. “Pequeñas diferencias” es el segundo largometraje de Carine Tardieu y en ella actúan intérpretes francesas de renombre como Agnes Jaoui, interpretando a la madre, Isabella Rossellini, como su terapeuta, e Isabelle Carré, la madre de su nueva amiga. Porque cuando esta niña aparece en su vida, también lo hace su madre, irrumpen de manera inesperada en esta familia, para terminar cambiándolo todo. Rachel comienza a estar más desinhibida y abierta tras su amistad con Valérie. Pero no es la única que va a sufrir una transformación. La trama secundaria de los padres es de vital importancia. Porque esa pareja funciona como la casa en la que viven: se está cayendo a pedazos. Y se cae porque nadie se detiene a remacharla. Mientras el marido se dedica a eso en su trabajo, deja su propio hogar olvidado. Cuando Collete descubre que le está arreglando la cocina a la madre de la amiguita de su hija, interpretada de manera natural y bella, sexy sin querer serlo, Isabelle Carre, comienza a poner cartas en el asunto y a preocuparse por no ser más la fría esposa. El film es rico en esas tramas que van y vienen de cada uno de los miembros de la familia, pero cuando se está acercando al final parece convertirse en otra película. Todo lo lindo y tierno que tenía la primera parte se desvanece en un enorme golpe bajo que cierra la película de una manera decepcionante, sobre todo teniendo en cuenta que antes de ese momento la película, así chiquita como era, se nos hacía agradable y divertida. Pero ese cambio brusco e inesperado de tono duele.
osh Boone es un director que seguramente dará que hablar el año que viene ya que es el encargado de llevar a la pantalla grande un pequeño e inesperado éxito que fue el libro de John Green, The Fault in Our Stars. Pero antes debuta con Stuck in love, una comedia chiquita que, más allá de no ser novedosa y no poder escaparle a ciertos clichés, se la siente honesta y fresca. Varios personajes desfilan por la película y son perfectamente definidos en sus primeros minutos en pantalla. La cínica (Lily Collins) que se enamora porque por más fuerte que sea su miedo a salir herida, hay cosas que no se pueden evitar. Y el hecho de encontrarse con alguien (Logan Lerman) con quien comparte su libro preferido, o conoce “Between the bars” de Elliott Smith, o a su madre, a quien él cuida y acompaña con dedicación y cariño, cuando ella misma ya no desea relacionarse con la suya, no hace más que enfrentarla con la realidad de que es tan humana como todos, y de que no podemos evitar sentir. El romántico (Nat Wolff) se pone en el papel de héroe, de rescatistas. Intenta salvar a Kate, es ella la que le dice que cree que le va a hacer mucho bien pero tras una fuerte recaída, un golpe contra el piso, que la lleva a rehabilitación reconoce que es ella la que tiene que salir del sitio oscuro donde se metió. Y después está él (Greg Kinnear), el padre, el ex marido, que si bien hace más de dos años que se separó, sigue esperándola, a ella (Jennifer Connelly), sigue aguardando ahí afuera, espiándola, y no puede vivir su vida más que de una manera mecánica. Comer, dormir, coger, todo como si fuera un trámite, sin emoción alguna. Los tres son escritores pero cada uno se dedica a escribir como puede. Él, el escritor ya consagrado, tiene en su haber un par de libros que lo han posicionado bien pero ya no escribe, no desde que ella no está. Ella escribe sobre su modo de ver la vida y las relaciones, o del modo que quisiera hacerlo, el más sencillo, pero también el menos agradable, en base a experiencias sexuales vacías. Y el romántica no puede escribir si no vive, “un escritor es la suma de sus experiencias”, le dice el padre, y se lo tiene que recalcar para que él pueda salir y defender a la mujer que ama. Son varias historias pero todas confluyen en ese mismo lugar: es en ese hogar, aquel donde no es que sobran platos, sino que nunca faltan, para quien quiera sentarse a la mesa con ellos. “La casa es donde vos estás”, recita esa canción que suena al principio y se resignifica al final. Es que la banda sonora se merece una mención especial, por lo bella y acertada. También la cantidad de referencias, sobre todo literarias, y una muy especial, que se dan a lo largo del film. Con un comienzo bien definido, casi haciéndonos creer que vamos a saber todo lo que va a suceder a lo largo del film, la película se desarrolla con frescura hasta un final quizás más edulcorado de lo que esperábamos, pero con cierto tono agridulce. Es esa película que transita entre el espíritu indie y uno un poco más accesible (odio la expresión “comercial”) para el espectador promedio que pone al director en un buen lugar y nos llena de expectativas en cuanto a su futuro trabajo.
Nat Faxon y Jim Rash son dos actores, en especial de comedias, que escribieron junto a Alexander Payne el guión de The Descendants, por el que ganaron el Oscar, y ahora escriben y dirigen su primera película, The Way Way Back, para la cual se reservan dos pequeños y especiales papeles para interpretar. Algo tiene ir en la parte trasera de la camioneta, con la perspectiva cambiada: no vemos a dónde nos llevan, pero sí aquello que vamos dejando, pero es también el lugar que nadie quiere. Y este es el punto de partida que Faxon y Rash utilizan para contar esta historia. Duncan viaja así, junto a su madre (Toni Collette) y su pareja (Steve Carell), un hombre que se hace el amable pero que no congenia con Duncan y no parece esforzarse por hacerlo, con una cara de hastío y enajenación, pero en silencio, no se queja, obedece. Y de repente se topa con una sonrisa, la de Owen (Sam Rockwell, demostrando una vez más lo genio que es). Es él, quien en un segundo encuentro, jugando al Pacman le da un consejo (sobre el juego pero que, claro, hay que aplicarlo a la vida, que es el gran juego al fin y al cabo): no sigas el patrón, hacé tus propios movimientos. Mientras estas vacaciones en la playa son como un “spring break para los adultos”, que beben y bailan desinhibidamente, son los más jóvenes los que no se sienten cómodos. Duncan desearía poder pasar esas vacaciones con su padre. La hija de la vecina, interpretada por AnnaSophia Robb (la joven Carrie Bradshaw) también, permanece afuera de la casa con su celular en la mano esperando a que éste lo llame. Mientras el resto de los adolescentes hacen vida de cualquier chico de su edad (playa, coqueteo, sufrimiento por ¿amor?), ellos se aíslan y se encuentran, a veces con pocas palabras, pero siempre con las miradas. Y en uno de esos escapes de la realidad, Duncan toma la bicicleta que encuentra, no importa si es de niña, y llega a un parque de diversiones acuático. Y allí va a poder ser él mismo y aceptado y querido. Por eso, de repente ese lugar se transforma en su “ningún lugar”, un lugar que no se parece a ningún otro. Y el dueño de este lugar no es otro que Owen, un hombre que parece despreocupado, divertido, que hace las cosas a su modo, o no las hace. Ese parque de diversiones es otro mundo, con personajes muy particulares pero que tienen en común que son personas que llegaron ahí esperando irse al poco tiempo pero se quedaron, algo hizo que no pudieran irse. Y seguramente ahí radique el hecho de que los directores decidan interpretar a dos de estos personajes. The Way Way Back es una comedia capaz de generarnos muchas risas pero también de conmovernos. Actores como Sam Rockwell y Allison Janney (la vecina, madre del interés amoroso de Duncan) aportan una gran dosis de frescura y probablemente sean quienes mayores carcajadas nos provoquen. Toni Collette está tan fantástica como siempre, transmitiendo tanto en una sonrisa forzada y una mirada triste. Y Steve Carrell está muy bien en un papel al que no estamos acostumbrados a verlo, un hombre que aparenta ser amable y cariñoso pero Duncan ve como verdaderamente es, quizás porque ante él ni siquiera se molesta en actuar. La película permite desarrollar varios personajes secundarios y no descuidar a ninguno de ellos, cada personaje tendrá el cierre digno que se merece, sea en una sonrisa, un gesto, o un paso adelante. Y como suele suceder, que logramos encontrar el camino adecuado después de las peores situaciones, Duncan va a encontrarse a sí mismo después de enfrentarse a las cosas como son, como le tocaron. Pasando por encima de ellas, como en un tobogán de agua.
A simple vista, "The Bling Ring" es la película menos personal de Sofia Coppola. Es también la más superficial y la más frenética. Pero eso sólo si se la mira por la superficie. Porque el último film de la directora que con sus films anteriores supo definir claramente su sello personal, sigue respirando su cine. Lo hace en personajes femeninos perdidos en una sociedad de clase alta y superficiales, en su visión del mundo de las celebridades (que salvo en "The Virgin Suicides" se ha encargado siempre de mostrar desde sus propias perspectivas), en ciertas tomas, como aquella en la que Marc se da cuenta que adora a Rebecca, o cuando salen de una de las casas, y es de noche pero ya queriendo empezar a aclarar el día. Tras "Somewhere", que recordaba más a la Sofia de "Lost in Translation","The Bling Ring" rememora inmediatamente a "Marie Antoinette", película donde el exceso de lujo y la obsesión por cosas "banales", como zapatos, vestidos, parecían ser protagonistas. En "The Bling Ring" a ninguno de sus protagonistas les interesa robar para ser más ricos, todos son de familias acomodadas. Roban para acercarse a un mundo del que todos quieren ser parte, y porque perciben a la sociedad en la que viven como una basada exclusivamente en la apariencia, y sólo se sienten bien en público luciendo sus carteras Chanel o zapatos Louboutin. Eso les da el target que buscan. "Todos nos amaban. Teníamos tantas cosas hermosas y lujosas", dice Marc. Pero es poco, cada vez se va sintiendo más ese gusto a poco, y lo que comienza como un juego deriva en una obsesión. Sofia Coppola dice que no venera este mundo de celebridades y a la gente fanatizada por ellas, pero que es consciente de que existen. Lo es como cualquiera de nosotros que al buscar en Google las palabras claves "Hollywood Gossip" encuentra cientos de blogs y páginas dedicados a mostrar fotos y noticias del día a día de las celebridades como Paris Hilton (que incluso cedió su casa para utilizarla como locación), Miranda Kerr y Lindsay Lohan. La película está basada en un artículo que Nancy Jo Sales escribió para Vanity Fair, periodista que aparece en el film justamente como la periodista de la misma revista que hace las entrevistas. Porque este grupo al que bautizaron como "The Bling Ring" existió y fueron los que se metieron en las casas, en las vidas privadas, de estas celebridades. Y, más allá de las licencias poéticas que tanto el artículo como la película se toman, sabemos que los chicos lograron su cometido, ser famosos. Como dice Marc, estaban siendo venerados por algo que está mal visto en la sociedad. No hay ninguna transformación en estos personajes desde el principio de la película hasta el final, al menos no de estas mujeres (la película toma como protagonista -al menos por su testimonio le cede una mayor importancia- a Marc, el único que se muestra arrepentido y siente que fueron muy lejos, y es tratado de traidor), no aprenden las lecciones de la vida, como cuando Chloe maneja intoxicada y un auto la embiste: esto no deriva en que intenten no volver a ser imprudentes a la hora de manejar, siguen como si nada hubiera pasado. Katie Chang, Emma Watson, Taissa Farmiga y Claire Julien interpretan de manera magistral, superficial, sobreactuada, a cada una de estas jóvenes que sólo juegan a ser lo que quieren ser. El único de estos personajes al que podremos conocer un poco más a través de su familia, es al de Nicki (Watson), cuya madre (Leslie Mann) les da anfetaminas y las cría en su casa con un método al que llama "El Secreto". Quizás, hubiera estado bueno que la película ahondara un poquito más en este tema, aunque si a alguien le interesa siempre puede ver el reality "Pretty Wild". Sofia Coppola no juzga a sus personajes, se limita a mostrarlos. Si algo viene haciendo ella con sus películas, es mostrarnos un mundo que conoce, que le es cercano, habla de lo que sabe. Por eso, aún ante las repetidas tomas de las chicas derritiéndose ante los zapatos, carteras y joyas de marcas de lujo, se la percibe auténtica. Porque habla de una sociedad que existe, que por ahí a nosotros nos es un poco más lejana (aunque no del todo, prendamos la televisión y veamos los programas que predominan, claro, son otro target de celebridades pero la obsesión parece ser la misma) pero que sabemos que existen, como les decía, basta poner en Google las palabras adecuadas.