La clave para entender cuál es la mística alrededor de "Muerte en Buenos Aires" la encontramos segundos iniciada la proyección, aún antes de la primer escena; en los créditos iniciales que anuncian la co-producción en la que intervino RGB Entertainment. La empresa de Yankelevich/Gonzáles es la encargada de productos televisivos de moda y estilo pop; ficciones destinadas al público juvenil, programas de entretenimiento que mezclan el clasisismo con cierto modernismo, y reality shows vertiginosos; todo tiene una impronta similar, impronta que saben trasladarla acertadamente al lenguaje cinematográfico en esta, la opera prima de Natalia Meta, y el producto más serio y arriesgado de la productora. A todo ritmo nos introducimos en una escena del crimen, Jaime Figueroa Alcorta (Martín Wullich) aparece muerto en una cama, los indicios son varios y hay que seguirlos. El primero en llegar a la escena es el Agente Gómez (o El Ganso según su apodo), un joven policía que casi de casualidad irrumpe en el lugar. Al llegar quienes deben hacerse cargo del caso, el Inspector Chavez y la Agente Dolores Petric se encuentran con Gómez deseoso de colaborar. Hay un dato fundamental, Jaime, como se adivina en su apellido, pertenece a la alta sociedad, y como lo adelanta su sobrenombre Copito, tenía gustos no muy aceptados en esas esferas… sobre todo en los años en que se ubica la acción, década del ’80. Estamos frente a un policial, por lo tanto adelantar más de lo debido es un crimen que no cometeremos. Sabiamente el argumento, también a cargo de Meta, desarrolla un abanico de posibilidades, y juego con el espectador; tal cual se adelanta en la ganchera promoción, como si estuviésemos frente a una partida del popular Clue (que casualmente tuvo una adaptación cinematográfica en los ’80). Se presentan una serie de personajes, todos, pero todos, son sospechosos, y hay dilucidar a lo largo de casi dos horas quién es el culpable. Hablamos de la estética pop, ese es sin dudas el punto más logrado y diferenciable de esta producción de alto impacto. Colores fluo, neón, peinados batidos, maquillajes recargados, cupés Fuego y Taunus, datos precisos de la época que hasta pueden hacer referencia al pasado de alguno de los actores (atención a los guiños) y el ambiente noïr oculto de la noche particular en que se mueven los sospechosos y el film en sí. Hay personajes claves en este sentido, como el principal sospechoso Kevin (o Carlos) Gonzáles a cargo del hallazgo de la película Carlos Casella quién no solo hace una lograda interpretación, sino que interpreta la pegadiza banda sonora (otro de los puntos más altos con un cover de Splendido Splendente de Donatella Retteli a la cabeza); y Calígula Moyano (un Humberto Tortonese enigmático y divertido). El manejo de cámara y fotografía también es soberbio con planos realmente logrados y escenas para el deslumbre (atención a las dos tomas con caballos y la toma del paraguas). La edición es ligera y colabora con el vertiginoso ritmo de la acción. Directo desde México, Demian Bichir compone a un Chavez con los problemas idiomáticos típicos (y por suerte no innecesariamente explicados) pero por el que pasan todas las emociones que logra transmitírselas al espectador; es el inspector infalible frente a un caso que lo puede dejar, por varias circunstancias, falible. También interesante es el aporte del “Chino” Darín como Ganso, un joven que tiene más para decir y hacer de lo que parecía, una interpretación ambivalente, carismática y muy lograda. El trío lo completa Mónica Antonópulos como Dolores, en un papel de menor importancia que los otros dos, pero al que la actriz sabe imponerle buen registro. Los secundarios de Emilio Disi y Hugo Arana (los comic relief) y Fabián Arenillas también lucen más que correctos. Si la ecuación no llega a ser lo perfecta que pudo ser tal vez sea por una trama policial de resolución algo fácil, como si se estuviese jugando en un nivel inicial del juego. Aun con esta salvedad, "Muerte en Buenos Aires" demuestra tener los suficientes elementos para destacarse dentro de la creciente actividad de películas de género en el país. Verla es entretenimiento puro.
Con 60 años y 30 películas en su haber es mucho el recorrido que ha hecho Godzilla desde su primera aparición en el film de Ishirô Honda, convirtiéndose en un ícono de la cultura popular japonesa que llevó su popularidad a todo el mundo. Ya sabemos que EE.UU. echó siempre un ojo a esta popularidad de la cual quiso sacar tajada; no solamente le cambió su nombre (el original es Gojira), cambió los cortes para la distribución occidental de varias de las películas japonesas del personajes con el fin de no verse afectados, se permitió varias coproducciones como el enfrentamiento con King Kong, y finalmente luego de la risueña serie animada de Hannah-Barbera Godsuki (con lejanas reminiscencias) logró en 1998 realizar su propia adaptación cinematográfica (y subproductos como comics y series) por supuesto cambiando todo dato posible respecto del original. Luego de esa criticada experiencia, Hollywood vuelve este año a insistir con tomar las riendas del asunto, con mucha promoción previa anunciando sí, esta vez ser más fiel con los orígenes. Finalmente, esta nueva versión vio la luz, y hay que hacer varias salvaciones ¿intenta ser más fiel a Gojira? sí ¿Es por eso una mejor experiencia? no, queda claro que hay cosas que pertenecen a una cultura predeterminada. Dirigida por Garreth Edwards (embanderado por su film previo Monsters), esta nueva versión pone en escena un puñado de figuras conocidas como Brian Cranston, Sally Hawkins, Aaron Taylor – Johnson, David Strathairm, Elizabeth Olsen, Ken Watanabe y hasta Juliette Binoche. Luego de unos títulos en el que se cuenta algo de historia previa mediante fotomontaje y filmaciones de ocho milímetros, la historia comienza con el descubrimiento de unos fósiles en Filipinas; de ahí nos trasladamos a Japón en 1999 lugar en el que se realizan pruebas con unos huevos y embriones fosilizados, pruebas con radiación, que saldrán mal, muy mal, causando una catástrofe que se ocultará y quedando la zona como de acceso prohibido. El tercer tiempo será 15 años después, en la actualidad, cuando el científico Joe Brody (Cranston) sigue obsesionado con los hechos fatídicos del ’99 que causaron la muerte de su esposa. Su hijo Ford (Johnson) ahora es un soldado en EE.UU. pero ante las noticias sobre su padre regresa a Japón en donde será testigo del no escuchar las advertencias que su padre hacía. Los fósiles tienen actividad radioactiva y las consecuencias serán terribles, dos monstruos, macho y hembra se despiertan y causan terror en la ciudad. Pero también, del océano emerge el personaje del título también producto de radiación y pruebas atómicas. El combate tripartito, con los humanos como víctimas y espectadores, no tardará en llegar; y sí, se desplazará hacia las costas estadounidenses. El principal inconveniente de esta versión es que, si bien los humanos son espectadores, ocupan fácilmente el 90% del metraje, dejando a los que deberían ser los verdaderos protagonistas (Godzilla y dos monstruos con reminiscencias a Rodan pero más similares a los ideados por Paul Verhoeven en Invasión) en un claro segundo plano. Los engendros tardan en llegar mientras la historia avanza no muy claramente; y una vez que llegan tendremos que sufrir constantes amagues que pasan del humor a la exasperación; cada vez que están a punto de mostrárnoslos la escena se corta o hasta es mostrada mediante monitores televisivos a la lejanía. Claro, los últimos 15 minutos terminará el manierismo, se desata el combate en pantalla y ahí sí, aunque en escenas oscuras, el asunto convence hasta un final acertado; el asunto es todo lo que pasamos hasta llegar ahí. Mientras que Japón se decidía siempre a simplificar e ir directo al grano, Hollywood sigue empeñándose en crear más y más argumento restándole ritmo. Se podría decir que es un Godzilla post The Host, con la familia en primer plano y el monstruo de fondo; pero allí los conflictos saltaban a la luz, mientras que acá se acumula argumento sin peso. Varios personajes, como los de Hawkins, Watanabe (con un eterno rictus de enojado/preocupado), y Strathairm cumplen la función de remarcar obviedades en un guión más hablado de lo que debería. La acción se diluye, y los problemas de coherencia en el guión no dejan que todo fluya correctamente. Si bien el 3D no es vistoso, Godzilla cumple respecto a lo técnico con buen manejo de cámara y fotografía virtuosa. Es este su punto destacable, donde más cuidado es el homenaje al original, Godzilla es tal cual lo imaginábamos, y hay guiños por aquí y por allá para los seguidores; lo cual nos hace pensar que un argumento más directo y más sólido hubiese cambiado radicalmente los resultados. Así, como está, Gojira sigue siendo de exclusiva raza japonesa.
Empecemos despejando dudas, "Las puertas del cielo" es una película argentina del año 2012, filmada y producida íntegramente en Tucumán. No tiene relación alguna con el film homónimo (o casi) maldito de Michael Cimino, ni con el film marroquí de 2006, tampoco está basada en el cuento de Cortazar, es una película de Jaime Lozano, y esto ya debería estar dándonos algún indicio. Hace unos meses Lozano logró su primer estreno comercial, "Motín en Sierra Chica", un policial bien al estilo de los años ’80, que tomaba el conocido caso real para enarbolar bien alto, mediante sangre y exageraciones de todo tipo, la bandera del cine clase B. Con una carrera corta en la dirección que incluyen cuatro films de ficción (el mencionado, este, "Cruz de sal" y "Dos amigos y un ladrón"), y dos documentales, ha sabido marcar una impronta en todas sus películas que puede ser vapuleada por algunos críticos, pero que pareciera llevar con orgullo, orgullo clase B ciento por ciento argenta. Esta vez, retoma la idea del policial pero desde otro lado, la exageración sangrienta se remplaza por un clima de épica antigua, la década del ’30 en un pueblo rural. El protagonista es Camilo, un joven de 15 años, para la época ya un adulto, debe ir a trabajar a la zafra y aunque su madrina le realiza un conjuro protector, las cosas no empiezan bien. Camilo empieza a trabajar en medio de una revuelta gremial, con los trabajadores y las autoridades en ebullición. En el lugar se cruza con un ladrón, un bandido rural, Santos Pelaya, que ha robado dinero de un ingenio pero en el acto fue herido de muerte. Antes de fenecer Pelaya lo hace prometer, debe ir hasta San Miguel de Tucumán, encontrar a Mecha, su novia, y entregarle el botín… y las promesas no se rompen. Camilo debe formarse como un hombre de honor y no puede faltar a la promesa, por eso emprenderá camino hacia el destino con el botín preciado; camino que en el medio se verá complicado por varias circunstancias como la aparición de un periodista que quiere sacar tajada de gran noticia, mientras que las autoridades lo perseguirán para recuperar lo que les pertenece (según ellos), y claro, Mecha tampoco es una mujer sencilla y terminará enredando más a camilo. Con puntos en contacto que nos hacen recordar (muy lejanamente) a Caballos Salvajes y a la reciente El grito en la Sangre, Las puertas del cielo no es una película para cualquiera. Lozano pareciera entender que mientras más improvisada sea la cuestión, mejor. La recreación de época no esconde (todo lo contrario) una utilización de recursos antiguos; así como en "Motín…" recurría al croma, acá hace uso de escenarios pintados y utilería ligera. Los actores (Ignacio Ramon Gimenez, Daniela Villalba, y Eduardo Leyrado a la cabeza) denotan falta de práctica y un estilo teatral en los diálogos sumado a poca marcación. Tampoco el ritmo, irregular y lleno de estridencias, ayuda a una cohesión. Sin embargo, como sucedía en sus otros film, luego de un primer choque, el espectador sabrá qué tipo de film está viendo y podrá acostumbrarse, o no; es una película que bien podría ser un telefilm de los años ’60. Es difícil saber si actualmente hay un público para este tipo de películas, Lozano desafía la lógica y apuesta por un sí (también produjo la tardíamente estrenada versión con títeres de Martín Fierro y el film maldito "Maldita Cocaína"), y en esa dirección se dirige contra viento y marea. La premisa es simple y básica, si el presupuesto no permite ocultar, por el contrario hay que demostrarlo lo más posible. Si uno sabe de antemano a qué abstenerse, puede mejorar la percepción sobre "Las puertas del cielo". Hablamos de un film que defiende el verdadero estilo Clase B, ese que, más o menos oculto, se viene haciendo desde que a principios del Siglo XX se empezó a filmar en Argentina.
Salir del contexto social asignado, desde antes del nacimiento, a pura pelea, sin bajar los brazos; es una frase hecha para un sinfín de películas de ficción y documentales que plantean el accionar de personas que realizan diversas actividades que les posibilitarán, o no, progresar del lugar en el que crecieron. Así, como el año pasado vimos Boxeo Constitución y Boxing Club, centradas en un grupo de boxeadores amateurs emergentes de barrios carenciado; ahora le llegó el turno a las mujeres y al futbol como deporte contexto. Los documentalistas Ginger Gentile y Gabriel Baranovsky centran el relato en la historia del equipo Aliados de la Villa 31, y de ahí expande su concepto informativamente. Aliados de la Villa 31 efectivamente es un equipo de futbol femenino, proveniente de ese barrio, cuyas integrantes, jugadoras y entrenadora, desean elevarse salir del amateurismo, con más de un sentido. Mujeres con pelotas podría ser declarado un documental feminista, pero sería una idea corta; su vuelo se expande hacia una realidad social, y hacia una realidad cultural. No son cualquier mujer, no es cualquier barrio, no es cualquier deporte. Son mujeres, que viven en un villa, que sufren el entorno machista, y que juegan el deporte masculino más popular del país; por todo eso, no son vistas con buenos ojos. Estamos frente a un trabajo casi periodístico, con testimonios y relatos entrecruzados, con opiniones diversas y variadas, y mucha información y datos arrojados al espectador. En pantalla aparecen las mujeres, y también aparecen varios testimonios del afuera cercano, como el de varios periodistas deportivos, que opinan de un lado y del otro; por ejemplo, aparece el periodista Gastón Recondo, del que ya se conocen respuestas al respecto. Se habla de la necesidad de jugar para escaparse de la realidad del lugar, del intentar salir o progresar. Se habla del futbol femenino como generalidad, de las trabas de la propia AFA, y del visto negativo general que tiene este deporte al que mucho se debe que la contraparte masculina sea tan popular. De duración corta, casi de mediometraje. De aspectos técnicos reservados, tradicionales, importan acá el peso de los testimonios y la mucha información vertida. Queda claro que a veces, un deporte, es mucho más que un juego.
Al mirar este documental de Melina y Luciana Terribili se me vino de inmediato el extraordinario film israelí Einayim Petukhoth/Eye Wide Open que tristemente no pasó por nuestras salas. Las similitudes entre ambos son varias salvo el diferente sexo. Una relación homosexual, una sociedad ortodoxa y opresora, una familia detrás, la situación económica adversa, y el deseo profundo de liberarse y mostrarse como uno es. Sí es distinto el cambio de registro. Aquí se opta por el registro documental, en primera persona, íntimo de Carmen, habitante de Almanjáyar, Granada, España. Que tiene el profundo deseo de irse a vivir con su novia, Sheila, pero queda bien claro que no se puedo, no está permitido, y no pueden permitírselo ellas mismas. Carmen, tiene 21 años y vive para el cuidado de sus ancianos padres conservadores, estudia un curso estatal de acompañante terapéutico para personas mayores; y reniega, reniega de la vida que lleva, de tener que vivir su pasión a ocultas. Las documentalistas arman una historia, dejan la cámara imperceptible y deja que todo fluya como en un argumento de ficción, salvo que esto es real, y escuchamos testimonios. Carmen siente que su familia no lo aceptará, que la sociedad de Almajányar no lo va a aceptar; porque además, Sheila viene de afuera. Ambas tienen un deseo ardiente de convivir como una pareja normal, pero el contexto les es adverso y se les opone como una realidad innegable. Sin necesidad de ningún armado artificioso, despojado de cualquier irrealidad, las Terribeli crearon una historia de amor mucho más potente que varios melodramas de los que se estrenan por semana. No todo es cuestión de rosas, lao que se ve, ese registro intimista al máximo, atento a los gestos y a los detalles del día a día, mostrará también que a veces con el amor sólo no alcanza, y que tantas adversidades pueden hacer mella y hacer aparecer dudas donde no las había. Un día gris, un día azúl, igual al mar es un film delicado que habla del amor de la forma más franca posible, sin ningún tipo de prejuicios.
Lionel Baier es un director que, hasta la fecha, mantenía una cuidada filmografía de temática gay, la cual no había logrado trascender las barreras de su país natal Suiza. Con este, su noveno largometraje entre ficción y documentales, abre el abanico para narrar los hechos transcurridos en la zona hace ya cuarenta años, con la llamada Revolución de los claveles. Mucho se ha discutido sobre la decisión de plantear una comedia ante temáticas serias, difíciles o de corte histórico; Baier toma ese camino, inserta la acción en medio del conflicto pero lo hace con un clima ameno, que si bien no llevará a la risa profunda sí logrará mantener una sonrisa casi permanente. Sus personajes fundamentales, los que llevan adelante el relato, con cuatro. Julie (Valerie Donzelli, espléndida) y Joseph (Michel Vuillermoz) son dos periodistas suizos enviados a Portugal para hacer una cobertura radial en el país. A ellos se les suma más adelante Alain y Pelé (Patrick Labb y Francisco Bellard, respectivamente), un técnico y un traductor. La idea es relatar cómo países “avanzados” como Suiza colaboran con otros más necesitados como Portugal. Pero al llegar se enteran que las órdenes son las de dar únicamente noticias positivas, básicamente porque un pueblo tan problemático como el de Portugal, ya no quiere escuchar de guerras. El asunto, es que en el medio de la crónica estalla la mencionada Revolución. Baier junta a este cuarteto y los pone ante situaciones o decisiones disparatadas, los relaciona con otros personajes carismáticos, y así el asunto es muy llevadero; a lo cual colabora una escasa duración de menos de hora y media. Cada uno de los cuatro tendrá su momento de lucimiento, y sobre todo Vuillermoz será quien cargue con el mayor peso de comedia con un personaje que se confunde y pierde la memoria repetidas veces. Las dificultades llegan cuando Baier debe balancear. Los momentos dramáticos, en que se debe contar algo más de la historia real entre los dos países, no tienen el mismo peso que aquellos más risueños, y se sienten algo extraviados. No es La gran noticia un film sorprendente ni mucho menos, es una aventura pasatista con un trasfondo interesante. Sin las logradas interpretaciones, otro sería el resultado.
Historia de dos hermanos tan opuestos como con aristas similares; historia de ciudadanos relegados de una sociedad que los ignora; historia de un bueno al que la vida no para de golpear una y otra y otra vez; eso es La ley del más fuerte, segundo largometraje de Scott Cooper luego de la mucho más lograda Loco Corazón. Russell Baze (Christian Bale) vino a la vida a sufrir. Trabaja en una fundidora, mantiene una relación de pareja con Lena (Zoe Zaldana), cuida de su padre moribundo (Bingo O’Mally) y de su hermano Rodney (Casey Affleck) que participo en la Guerra de Irak y al regresar no hace más que meterse en problemas. Viven en un barrio obrero y la pelea día a día. Pero un hecho fortuito lo cambia todo y termina en prisión por un accidente. Al salir, la vida estable que había conseguido a dura pelea se ha desmoronado, Lena lo ha abandonado casándose con el comisario (Forrest Withaker), su padre murió, y Rodney ya no sólo se relaciona con usureros como John Petty (Willem Dafoe), sino que va más allá metiéndose en el submundo de Harlan DeGroat, un matón de baja estopa, que trabaja con Petty y que organiza peligrosísimas peleas clandestinas. Russell intenta rearmar su vida, no baja los brazos, trata de reconstruír los vínculos con su hermano y con su tío (Sam Shepard), y salvarlo al primero de todos los problemas en los que se mete; pero un nuevo giro del destino lo volverá a ubicar en una encrucijada, y ahí sí deberá tomar cartas definitivas en el asunto, así sea que deba empuñar un arma. Cooper dirige y co-escribe un drama duro y potente, que intenta reflejar la dura vida de aquellos estadounidenses a los que Hollywood no pone su mayor foco de atención. Cuenta con buenos elementos, una premisa interesante, buen equipo técnico, y un elenco envidiable para un film más o menos independiente como este. Sin embargo, en la suma de elementos, el resultado no cierra todo lo perfecto que pudo ser. El argumento se reciente con una serie de hechos fortuitos, como vallas que Russell deberá atravesar para cruzar el camino del antihéroe. El ritmo se reciente ante un clima pesado, acorde a la historia, pero que termina por agobiar, hasta lograr que se pierda algo de atención. Christian Bale mantiene el rostro pétreo natural de siempre aunque su personaje de buenazo le permita alguna sonrisa. Casey Affleck, Woody Harrelson, Sam Shepard y Willem Dafoe lucen realmente convincentes otorgando matices variados a sus complicados roles. Una fotografía seca, ascética, de tonos grises y azulados; y la falta casi total de humor o escenas descontracturantes, suman al clima duro que predomina en el film. Un aspecto que suma seriedad al asunto, le aporta responsabilidad, pero no ayuda a que el asunto sea algo más llevadero.
¿Qué no haría una madre por su hijo? Cuantas veces esta frase, lugar común para hablar del “amor” a prueba de todo que una mujer siente por sus críos. Pero por más trillada que suene, el director Calin Peter Netzel, en su tercer largo, lo lleva a otra dimensión, al extremo. Si cualquier madre (promedio) se jugaría por su hijo, una madre asfixiante llevaría el límite mucho más lejos. Pregúntenle a Cornelia (Luminita Gheorghiu), una mujer de clase pudiente acomodada, que vive de apariencias, y también vive para saber paso a paso la vida de su hijo Barbu (Bogdan Dumitrache) de quien habla como si fuesen una sola persona. Últimamente las cosas entre Cornelia y Barbu no están del todo bien, desde que él decidió independizarse, ella parece haber perdido el norte y hace todo tipo de reclamos; lo persigue cada vez más. Pero sucede algo que lo cambia todo, o no, lo acrecienta aún más, Barbu atropella accidentalmente a un niño y lo mata. ¿Cuál será la reacción de Cornelia? Por supuesto, hacer cualquier cosa para que su hijo pueda evadir la ley o que la condena sea la menor posible. Le estará más encima que nunca, llegando a límites perversos. La mirada del hijo es un film tenso, por las líneas de arriba uno podría pensar que estamos frente a una madre joven e hijo apenas adulto, pero no, Cornelia ronda más de sesenta años y Barbu supera ampliamente los treinta, lo cual hace la relación entre ambos mucho más enfermiza. Netzel tiene un ojo agudo, y realiza un film de personajes, lo que sucede, en el fondo, no pareciese más que una anécdota extrema sobre una relación que tiene que estallar. Hay algo más en el riquísimo personaje de Cornelia, no solamente se desvive por y para su hijo, sino para y por ella misma, para mantener una postura de clase. El filo entre el real amor maternal y el deseo de que nada turbe la delicada torre de cristal en la que vive, es muy fino. Ganadora del Festival de Berlín 2013, son varios los aciertos de La mirada… principalmente los protagónicos de Gheorghiu y Dumitrache, fundamentales en un film como este que apunta a la psiquis de sus criaturas. En ciertos tramos, la historia pierde algo de potencia y pareciese no querer ir más allá, indagar un poco más, sobre todo, en los otros personajes, en las otras aristas del caso policial. Este detalle le quita el brillo que pudo redondear una obra quizás inigualable. La toma de ciertos caminos “correctos” termina acomodándola y transformarla en más convencional de lo que debería. De todos modos, con sus grandes aciertos y sus miedos, La mirada… es otra muestra más de una cinematografía pujante como la rumana, país que ha venido creciendo con constancia en los últimos años, y que, con títulos como este, parece tener un buen futuro asegurado.
Casi un Gigoló tiene un “gancho” enorme en su afiche, en su tráiler, y en toda su promoción; la posibilidad de ver a Woody Allen en una comedia que pareciera ser del estilo de las de su buena época. Ojo, no estamos frente a un film de neoyorquino, simplemente actúa en él, bajo las órdenes de otro que hace el camino inverso, John Turturro, más reconocido como actor (pese a ser este su sexta incursión en la dirección). En realidad, este último es el verdadero protagonista. Inmediatamente las expectativas son otras, así como sucedió hace algo más de un año con Clint Eastwood y Trouble with the curve, la curiosidad será ver a Woody en un film ajeno y que sí, lejanamente intenta imitar el estilo al que ya ni el propio Allen recurre muy seguido. Turturro y Allen interpretan a Fioravante y Murray, dos amigos, entrados en edad, judío por supuesto, que están pasando, ambos, por momentos financieros complicados. En una de esas escenas que solo ocurren en los films de Woody, Murray le propone a Fiovarante hacer algo de dinero rápido ¿cómo? Prostituyéndose; claro que como prostituto de lujo, o algo así. Sucede que Fioravante siempre supo “entender” bien al sexo opuesto, tratarlas como se debe, y la oportunidad se ve clara, Murray será su representante. Lo que sigue no escapa, ni intenta escapar de lo esperable de un argumento de este tipo, Fioravante se relacionará con distintas mujeres, cada una con una tribulación diferente, irá descubriendo que el asunto no es tan simple como pensaba; y además, claro, son judíos. En este último punto es donde Murray/Allen juega su rol más importante, ya que “la comunidad” no verá con buenos ojos la labor de estos señores; y el actor tendrá la oportunidad para disparar esos diálogos y esas situaciones que solo él puede hacer. Entre las mujeres contamos a Vanesa Paridis, Sofía Vergara y Sharon Stone como las más importantes; y si bien están ajustadas en su rol, no cumplen una función más allá de ser las mujeres en un film de mirada masculina. Turturrro, se aleja completamente de su recordado debut con Mac y sus hermanos; aquí el plan es una comedia liviana, sin muchas pretensiones, y con cierto aire añejo. Se destacan soberbio uso de la fotografía urbana y buenos toques de música en medio de chispeantes interpretaciones que es en donde en verdad el film se juega el todo por el todo. Turturro y Allen tienen carisma y buena química de amistad; y eso solo hace que el asunto salga a flote contra todo. Casi un Gigoló es una comedia menor, de pocas aspiraciones, y clima agradable, el espectador no va a encontrar la pólvora, pero quizás sí, un recuerdo (en otra escala) de un tiempo cinematográfico que probablemente no vuelva.
Luego de varios años en los cuales las creaciones más alocadas de Jim Henson, a partir de su fallecimiento, vagaran por películas y programas de tv de indigna calidad; en 2011 Disney y el trío James Bobin, Nicholas Stoller y Jason Segel lograron lo imposible; regresar las cosas a su lugar, y sin traicionarse. Este “reinicio” lo tenía todo, era un gran musical, tremendamente alocado, contaba con grandes apariciones de estrellas actuales y más aún de glorias antiguas, y daba el espacio para que todas los Muppets se lucieran como hacía veinte años no lo hacían. Sí, inmediatamente se pensó en una secuela, que hoy ve la luz; pero la apuesta aquí era complicada ¿Cómo superar una producción en la que tiró toda la carne al asador? ¿Cómo continuar su legado? La respuesta es simple, Muppets 2: Los más buscados no logra el altísimo nivel de su predecesora, la deja en la cima; pero con lo que entrega le alcanza para asegurar una cuota valiosísima de diversión. De entrada sabemos que los protagonistas humanos de aquella (Segel y Amy Adams), no formaran parte de nada aquí, ni siquiera se los nombra; con una alocadísima secuencia pre-títulos, los mismos Muppets piensan en cómo seguir su próxima aventura en la gran pantalla; la conclusión, ¡un argumento de espionaje! La rana más peligrosa del mundo, Constantine, se ha escapado de un gulag en Siberia; una rana con un gran parecido a Kermitt salvo por un lunar negro en el labio. Mientras tanto, la banda acepta una oferta de un productor, Dominic Maloruin (Ricky Gervais) para llevarlos a una gira mundial. Aunque sabemos que Dominic, es en realidad el segundo criminal más importante del mundo, socio de Constantine que claro, durante una estadía en Berlín, tomará el lugar de Kermitt y aprovecharán para realizar robos en diferentes museos en busca de un extraño relicario. Por su parte, Kermitt terminará en el gulag de Siberia, al mando de Nadya (Tina Fey), una carcelera amante de los shows musicales y con una sugerente afición por Kermitt. Falta decir que, a cargo de la investigación de los robos estarán El águila Sam y Jean Pierre Napoleon (Ty Burrel jugando a ser Peter Sellers en La Pantera Rosa). Este argumento, viejo como el cine (hasta la vernácula Alias Flequillo se basó en esto de las confusiones), sirve para un sin fin de gags que se arrojan uno tras otro, apariciones que van desde Danny Trejo, Ray Liotta, y Stanley Tucci, a Lady Gaga o Josh Groban, y canciones híper pegadizas que recooren géneros como el soul, el disco, y el melódico en un homenaje en persona a Celine Dion. Sin embargo, si esta segunda parte no llega al nivel de la anterior quizás sea por estar demasiado enfocada en la figura de Kermitt, sin dudas, el líder de Muppets, un gran personaje, pero su casi omnipresencia es a detrimento del resto de los personajes que quizás tengan uno o dos momentos de lucimiento para cada uno. También se reciente la ausencia de Segel y su manejo del humor “inocente y bonachón” que tan bien calzó en la anterior entrega. Aquí Ricky Gervais pareciera ser al que más le cuesta del trío humano integrarse al timing de las marionetas, conservando el humor inglés que es su sello. Tina Fey y Ty Burell ganan en entregarse a la caricatura. Muppets 2: Los Más Buscados, aun sabiendo que podría haber sido más, no deja de entregar más de una hora y media con una sonrisa y carcajadas permanentes, demostrando que el espíritu está ahí, intacto, y que el show debe continuar. Ah, lleguen tempranito a la sala, no se pierdan el ocurrente y divertido corto previo de Monster University.