Quinto film de Sergio Mazza, de reciente paso por el Festival de Berlín, El Gurí vuelve sobre varios temas que preocuparon a su director y guionista en sus trabajos anteriores; las pequeñas historias de pueblo, los personajes de existencia simple, el deambular por la vida, y la identidad. Situada en Entre Ríos, el gurí del título es Gonzalo (Maximiliano García) un niño que camina por las calles de su pueblo esperando el pronto regreso de su madre Camila (Belén Blanco en breves y curiosas intervenciones). Claro, en verdad, Camila no volverá, tuvo sus razones para el abandono y lo hizo dejando atrás a su hijo y su beba de pocos meses de vida. Gonzalo lo niega, mantiene la esperanza de ese rencuentro en los próximos días. En el medio, la gente del pueblo, que atraviesan su vida; la pareja de veterinarios Julio y Susana (Daniel Aráoz y Susana Hornos), la abuela, Felipe (Federico Luppi) dueño de la Whiskeria del pueblo, y Lorena (Sofía Gala Castiglione) una viajante de comercio que ocasionalmente queda varada en el pueblo. Precisamente será Lorena quien establezca un fuerte vínculo con Gonzalo y su hermana, lo cual le permitirá conocer a toda la gente del pequeño pueblo y varios de sus secretos. Es una historia sencilla, sin mucho que se presente como grandes giros narrativos, todo sucede contemplativamente. Mazza pretende un fresco de la vida particular de estos pueblos olvidados y ciertamente lo logra. Quizás sea de ese tipo de film que a un sector gusta descalificar como “nada pasa”; lo cierto es que detrás de su patina de sencillez se esconde una gran calidez y mucha carnadura para presentar personajes que tienen un pasado atrás, aunque sea, expresado solo con las miradas. Acertadamente, Mazza apoya su relato en las interpretaciones, el niño García conquista con su carisma lleno de ternura. Castiglione hace rato dejó el rótulo de “hija de” para convertirse en una gran actriz de variados matices, su Lorena tiene la suficiente comprensión como para adaptarse a un entorno que le es ajeno pero que pronto se apropia, la suya es la mirada del afuera. ¿Qué decir a esta altura de un señor actor como Federico Luppi? Uno de los mejores de su generación, en un rol que esconde algunas cosas, protector, sobrecogedor. Aráoz y Hornos (pareja de Luppi en la vida real), logran también criaturas apesadumbradas por la vida, de miradas cansadas pero gran corazón. La cuidada fotografía de Juan Martín Deza, oscura y de tonos mate suma esa idea de pueblo en el que las cosas suceden a su manera, sin grandes convulsiones. La banda sonora con Daniel Gómez reversionando la canción homónima de Viglieti que resuena finalmente sobre los créditos finales, también resalta esta idea de pasividad. Con un ritmo de relato que no llega a ser lento y permite seguir todo con atención pero lejos está de ser vertiginoso, "El Gurí" resulta un film ameno, con una pequeña intriga sobre el pasado y el futuro de un chico. No pareciera ser mucho para quienes busquen grandes sucesos, para quienes pongan el foco en los pequeños momentos cotidianos de los olvidados, esta puede ser una caricia cinematográfica.
Ganadora de la Palma de Oro y Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes 2014, "Sueño de invierno" es un film que potencia los sentidos y más aún la intelectualidad. Séptimo film de Nury Bilge Ceylan, repite su fórmula de lirismo y ascetismo para hablar de las pasiones reprimidas por las propias personalidades de sus personajes. No hace falta aclarar que no estamos frente a una película de sucesos sino de personajes, su foco está en observar las reacciones frente a simples circunstancias, alejados de los grandes hechos. Alejados, ese es un término que define bien a los tres protagonistas del film. Aydin (Haluk Bilginer) es un actor retirado, encargado de atender un hotel en la Anatolia central, zona casi desértica. Lo ayuda su joven esposa Nihal (Melisa Sözen) con quien mantiene una fría relación imposible de aclimatar. Para cerrar el trío contamos a Necla (Demet Akbag), hermana de Aydin, divorciada, que dice ayudarlo con su tarea. Cada uno tiene sus características marcadas, aunque se unen en la soledad interior que llevan a cuestas, sus pesares de gente bien. Aydin tiene un pasar económico holgado, el hotel le sirve para separarse, alejarse de lo que lo rodea, vive en la perpetua superioridad de cierta clase social. Nihal que pena por el alejamiento de su marido pero no parece dispuesta a bajarse del pedestal ni a resignar algo de su clase. Necla, quizás la más aristócrata, aburrida de no sabemos bien qué, posee una abulia y apatía permanente porque lo que tiene (material) no la conforma. Así son las tres criaturas que el director de "Nubes de Mayo" dibuja con delicadeza, y el gran hallazgo es hacer de ellos algo querible. Ceylan se apiada de sus formas de ser e intenta comprenderlos, se mete de lleno en su intelectualidad y descansa varias alegorías en la forma de ser de clase. Las metáforas estarán a la orden del día, ese invierno que irá cubriéndolo todo a medida que avance el extenso metraje, las miradas y los gestos, actitudes que dicen más que las palabras. Los 196 minutos están plagados de un lirismo subyugante, como si nos invitasen a una lectura de poesía de más de tres horas, una master class. Pero esa frialdad del paisaje y más aún de los personajes es imposible que no se traslade al relato y en definitiva al espectador. La atención se irá disgregando y regresando esporádicamente, Ceylan decide no tensar las cuerdas más que en puntuales escenas de explosión dramática. Aclarar que estamos frente a ese tipo de cine que algunos consideran excluyente, resultaría redundante; tampoco creo que sea el film ideal para iniciarse en el mundo del director turco. "Sueño de inivierno" es un film bellísimo y manejado con maestría; aunque quizás, dentro de una filmografía ya consagrada y plagada de momentos únicos puede sonar a promedio.
Un grupo de personas, un asesino que se encarga de ir liquidándolos de a uno, una protagonista que se mete donde no debe, todas las reglas del terror cumplidas a rajatabla. Todo esto sonaría como una extrañeza para el cine argentino hace no más de diez años. ¿Se acuerdan cuando hablábamos del incipiente cine de género en nuestro país? Lo primero que hay que remarcar sobre Naturaleza Muerta es que estamos en presencia de la consagración definitiva del terror argentino; una película que nos invita a no conformarnos con menos. Gabriel Grieco sabe de pelearla desde abajo, director de varios cortometrajes entre los que podemos contar la co-autoria (junto a dos nombres fundamentales como Pablo Pares y Nic Loreti) de los míticos cortos de Nathan, el peluche asesino; hace su debut en el largometraje cumpliendo nuevamente su doble rol de director y guionista. El hombre parece que sabe de lo que habla, y desde los pocos minutos de Naturaleza Muerta las grandes referencias se hacen evidentes. Una mujer (Mercedes Oviedo) sola en su casa, se encuentra cenando un jugoso plato de achuras; el aire es raro, sabemos que algo no está bien. A los pocos días llega al pueblo Jazmín Alsina (Luz Cipriota) una periodista que esperaba ser nombrada como titular del programa de noticias, y no, es enviada a hacer una nota sobre la contaminación de las heces vacunas. Pero el destino quiere que sea ella quien encuentre la billetera de Julia Cotonese (Oviedo), que desde aquella noche se encuentra desaparecida. De manera oculta y sin informarle ni siquiera a su camarógrafo (Ezequiel de Almeida), Jazmín inicia una investigación paralela sobre lo sucedido, pero se topará con una verdad que no podrá soportar. En el pueblo parecen rendirle un fuerte culto al vegetarianismo y veganismo, por lo que personas como los Cotonese o el ganadero interpretado por Nestor Sánchez no son personalidades muy queridas. Hay varios sospechosos, y Jazmín cuenta con la ayuda, para resolver el misterio, de un activista (Amín Yoma) que entre otras cosas tiene una ONG (dice integrada por él solo) para concientizar sobre el no consumo de animales. Son varios los aciertos de Naturaleza Muerta, tanto estéticos como narrativos. En primer lugar, el constante in crescendo que propone. La tensión se crea de a gotas, se hace un inteligente uso del fuera de cámara sin que resulte a manipulación hasta llegar a una escena que funciona como una bisagra, uno de los momentos más shockeantes que recuerdo haber visto en la filmografía local. Grieco sabe cómo colocar la cámara, como crear un clima ominoso permanente y como ir dosificando la información visual de modo justo. En este aspecto también es remarcable que se trata de uno de los pocos films que supo utilizar coherentemente el uso de cámaras fijas de seguridad o cámaras en mano (El llamado found footage), en contados momentos y para crear un momento de caos e incertidumbre medida que no resulta ni desmedido ni incongruente con la lógica de las situaciones. El argumento, que se propone también como un fuerte alegato en contra del maltrato animal (verla en conjunto con la reciente "El Patrón" de Sebastián Schindel asegura no probar un bocado de carne en un largo período) es perfectamente funcional como móvil de terror. Si bien no destaca totalmente en su originalidad (las referencnias son muchas y recoconocibles) cuenta a su favor con un asesino serial logradísimo dispuesto a convertirse en un ícono local temprano, con personajes con características bien delineadas (con el aporte de interpretaciones convincentes de todo el conjunto) y con un ritmo permanente que descansa tanto en la agilidad del relato como en el interesante montaje que otorga virtuosismo sin convertirse en “videoclipero”. " Naturaleza Muerta" es un slasher de manual, pero en el mejor sentido de la palabra, es un film altamente entretenido, divertido, que sabe aprovechar a su favor varias “inconducencias” en los hechos, que maneja un humor sutil y varias escenas para mantenernos atentos y aferrarnos a la butaca. Lo mejor que se puede decir es que recuerda a las mejores épocas del slasher, a aquellos films a los que de cierta manera homenajea, y no lo hace desde un lugar de inferioridad, se para de par a par y sale airoso, como un film inteligentemente sangriento. Seguidores del género (local, extranjero, ya no importa), tienen una cita obligada. Recomendable.
¿Qué lleva a un hombre a cometer un crimen? ¿Cuáles son los laberintos de la culpa? ¿Cuál es el germen que hace que la carne su pudra? Hermógenes sufre el peso de la condena social, pero no el de la condena al asesino, la condena por haber nacido donde nació, el de la estampilla indeleble que nos ponen a todos por nuestras condiciones, lo que nos marca sin que podamos decidirlo. Basado en un libro periodístico/jurídico de Elías Neuman que siguió pasó a paso los hechos reales de un crimen cometido en 1983, el director y guionista Sebastián Schindel hace un formidable debut en la ficción luego de un paso firme que lo posicionó como uno de los mejores documentalistas de nuestro país ("Rerum Novarum", "Mundo Alas", "El Rascacielos Latino", "German"). Y es que, como su título lo adelanta, "El Patrón: Radiografía de un crimen", tiene mucho sino de documental, de verdad irrefutable, de cámara lúcida y consiente que retrata hechos fieles, por más que los nombres hayan sido cambiados, la acción sea en la actualidad, y algún detalle haya sido modificado en pos del relato. "El Patrón" es en apariencia, un film simple. Un acomodado abogado (el siempre efectivo Guillermo Pfening) que quiere acelerar una extradición, debe hacerle un favor a la secretaria del juez (Andrea Garrote) tomando el caso de un hombre que ha cometido un asesinato, que se declara culpable y pide su pena de muerte, y del cual el defensor oficial no se hace cargo. Mediante el recurso del flashback, veremos qué es lo que sucedió. Hermógenes (impresionante Joaquín Furriel), un hachero, analfabeto, que llega de Santiago del Estero y es empleado como peón de carnicería, pronto es nombrado como encargado de uno de los locales de la cadena. Así, comienza la relación con Latuada (Luis Ziembrowski, en esos villanos miméticos que le salen de taquito), el dueño de la carnicería que lo primero que hace al conocerlo es cambiarle el nombre porque el original es muy complicado, pasa a llamarlo Sebastián. Hay dos patas más de la mesa, Gladys (Mónica Lairana, enternecedora), esposa de Hermógenes que va a vivir en el local junto con él y será empleada como mucama por Latuada, y Armando (Germán Da Silva), el encargado de enseñarle el oficio, consejero, y fiel ciervo de su empleador. El empleador sobreexige, maltrata, desprecia, reduce al peón no sólo a una suerte de esclavitud “encubierta”, sino a una humillación tanto intima como pública; Hermógenes es el chivo expiatorio cada vez que alguien viene a quejarse del mal estado de la carne. El hombre agacha la cabeza y trabaja, y traga, y como la carne se va cortando y se va abombando y deteriorando, lo mismo sucede con el hilo que llevan estos dos personajes, que poco a poco, en mínimos gestos, se va tensionando hasta lo imposible. Schindel toma el trabajo periodístico/judicial y con él logra un film enorme a partir de pequeños elementos. Cada personaje está ahí por algo, todos tienen su razón, su comienzo, y su objetivo. Gladys, además de ser otro objeto de humillación, es la voz de la conciencia, ella expresa lo que Hermógenes calla pero muestra en su mirada. Armando es el personaje que quiere ser y no es, aquel en quien no se puede confiar porque sus intenciones pueden ser hasta más turbias que las de Latuada. En las charlas entre Di Giovani (el abogado) y Hermógenes se pueden desprender miles de deducciones desde la nada, sin necesidad de artificios. Lo mismo sucede con los delicados trazos con que se pinta la relación entre Gladys y su esposo ¿Hasta dónde llega la sumisión? ¿Se termina con la muerte del opresor? Tampoco es dejada de lado la denuncia, al sistema laboral, al orden judicial, y por supuesto a las técnicas de venta de carne (créanme que causa un gran impacto y no van a ver una carnicería con los mismos ojos después de este film). Con un gran trabajo sutil en la fotografía de Marcelo Iaccarino, logrados planos secuencia que hablan tanto como las palabras, y un montaje que decide no apurarse pero tampoco ralentizar más de lo necesario, manejando con solvencia los dos tiempos del relato; hay escenas que serán simplemente memorables (atención a los últimos veinte minutos). Schindel logra también un correcto manejo en la dirección de actores, el timing es dinámico y ágil, y el nivel interpretativo está todo por encima de la media. Lairana, Pfening, Garrote, Da Silva y Ziembrowski, todos están destacados en sus roles, intercalando sus escenas con excelente solvencia y haciendo de sus personajes criaturas creíbles que despiertan emociones, de odio, comprensión o compasión. Pero las palmas definitivas recaen en Joaquín Furriel, su Hermógenes es de esos personajes que marcan un antes y un después en la carrera de cualquier actor. Su personaje está en todas partes, en los gestos, la postura, la voz (tonada incluida), actitud, expresión, aspecto físico, todo. Una labor simplemente sublime. "El Patrón, radiografía de un crimen" roza la perfección. Estamos ante un film de los que no se estrenan todas las semanas, una película que va con su verdad a cuestas y no necesita de manipular de por más al espectador para convencerlo de cada uno de sus postulados. Tampoco necesita ser grandilocuente para tener contundencia. Para todo aquel que la mire debería despertar una cierta conciencia en él; estamos ante más que un buen film, puede ser un gran suceso cinematográfico.
El cine de posesiones y la excusa del material encontrado, dos vertientes que en los últimos años han ido de la mano varias veces. En Invocando al demonio se deja al exorcismo de lado, no habrá tiempo de eso; principalmente porque el protagonista quiere ser poseído, y luego por el vértigo y la rapidez no da tiempo a soluciones religiosas. El guionista y director David Jung nos presenta a Michael King (Shane Johnson), un documentalista descreído, estas serán los dos aspectos de su personalidad que nos muestren y que nos interesen. Recientemente viudo en un hecho trágico del cual hasta podría sentirse erróneamente culpable, Michael no creo en nada que tenga que ver con fuerzas del más allá, ni en Dios ni en el Diablo, ni en ángeles ni en demonios, en nada. Más aún, la muerte trágica de su esposa lo hace volcarse a cierta ira respecto a lo esotérico como podremos ver frente a una visita a la médium que frecuentaba su mujer. Este padre de una niña, que planeaba hacer un documental sobre su familia, decide cambiará radicalmente su punto de enfoque (o según su visión no) y realizar un documental (al estilo Super Size Me) en el cual él ofrece su cuerpo para ser el envase de una posesión demoníaca. Primero compras “productos”, lo intenta burlonamente de forma casera, luego concurre a un matrimonio que lo droga con LSD y practica sobre su cuerpo un ritual que incluye sexo explícito; y para reforzar las cosas, concurre a una suerte de “doctor” esotérico, que también lo droga y realiza un ritual diferente pero igual de macabro. Su idea era probar que nada sucedería con él, que todo eso es falso, que podría continuar con su vida como tal, pero… Como aclaramos en el primer párrafo, Invocando al Demonio es otra muestra del Found Footage, un estilo estético y narrativo que a esta altura ya sospechamos que llegó para quedarse. Utilizado en producciones de (muy) bajo presupuesto, como adivinamos que puede ser esta; hace uso de cámaras en mano, largos planos estáticos, personajes que hablan a cámara o aparecen de costado, y un total descuido de las formalidades. En este sentido, Jung sabe sacar provecho a esta cuestión, el film logra momentos de mucha tensión y varios sobresaltos debido a ese recurso. El video tiene interferencias, se pixela, se escucha más de lo que se ve, se cortan las luces y durante los rituales de posesión (sobre todo el del matrimonio) la cosa se pone bastante brava. Por otro lado, la excusa de “filmar lo que vemos” no logra mantenerse con verosimilitud mínima, cosa que ocurre en todos los films de ese estilo. Planos imposibles de lograr con cámara en mano, camarógrafos que luego desaparecen, tomas fuera de la casa que no se entiende quién las filma, secuencia en cámara rápida en una post edición inexplicable. Ahí encontramos el gran punto flojo del asunto. "Invocando al demonio" es un film netamente efectista, no posee un gran argumento, varios elementos están atados con alambre, y cuesta creerse varias decisiones (no solo del protagonista), pero en los momentos en que asusta nos olvidamos de eso y saltamos de la butaca. Hablamos de un film con un potencial para ser mucho mejor de lo que termina siendo; que se hubiese potenciado con una narración tradicional (matizada con ciertos momentos de filmación rústica cruda) y un guión con un poco más de vuelo. Lo que tenemos es un producto que funciona a fuerza de golpe de efecto, que agradecemos su escasa duración, y que pasa como un momento bastante tenso, pero nada más que eso, momentos.
Genios incomprendidos, hombres pequeños frente a un gran descubrimiento, los nombres desconocido detrás de la gran historia. El cine le ha dedicado varias páginas a estos curiosos seres. "El Código Enigma" vuelve sobre ello, inteligentemente ampliando la mirada hacia una cosmovisión del asunto. Con dirección del noruego Morten Tyldum y guión de Graham Moore basado en la biografía de Andrew Hodge, nos presenta la vida de Alan Turing un matemático inglés que formó parte de un proyecto para descifrar la serie de códigos con la cual la Alemania Nazi se comunicaba con sus fuerzas aliadas. Creado durante la Primera Guerra Mundial por una máquina encriptadora llamada Enigma; fue Turing, durante la Segunda Guerra quien terminó desencriptándola con la creación de un sistema que sentaría las bases para la informática moderna. A la manera de la subvalorada "Una mente brillante" de Ron Howard, "El Código Enigma" no se centra específicamente en el hecho de la labor descifradora de Turing, lo toma en tres etapas de su vida, nos muestra al ser detrás del genio, y a su vez, tampoco se queda en su figura, analizando todo su contexto. En su niñez y adolescencia Turing sufrió los suficientes inconvenientes que forjaron su personalidad retraída, atípica. Durante su etapa adulta, es buscado por el Gobierno y los Servicios de Inteligencia Británicos junto a otros matemáticos para cumplir esta labor secreta, siendo utilizado por el mismo con un entramado muchísimo más complejo de lo que un simple ciudadano podía entender. Ya en su vejez, Turing sufre un ataque en su domicilio y al denunciarlo termina él mismo enjuiciado por delitos de indecencia al quedar expuesta su homosexualidad, nuevamente será usado, o descartado. En la piel del inmenso Benedict Cumberbatch, Alan Turing se convierte en un personaje especial. Su sublime interpretación permite que el espectador pueda comprender todo lo que le sucede en su interior. Turing no deja de ser un ciudadano común superado por la circunstancia. Su modo analítico de descubrir el código casi de manera didáctica, su modo de actuar, lo muestran como ajeno a lo que está viviendo. La posterior asunción de su figura como el héroe que permitió dar el puntapié para culminar con el conflicto, y los hechos subsiguientes, nos muestran cuanto de manipulación hay en la creación de estas “personalidades anónimas”. Hay una fuerte carga ideológica en "El Código Enigma" pero a su vez deja que saquemos nuestras propias conclusiones. Para crear ese entorno ideológico están los personajes secundarios, con los rostros de Keira Knightley y Charles Dance entre otros, quienes pese a lucir correctos, sucumben ante la figura preponderante de Cumberbatch. En los primeros tramos el film adolece de cierta falta de ritmo, pareciera ser más un complejo juego de espionajes en el cual el espectador queda como un tercero sin penetrar, luego el guión se encarga de cerrar el círculo, inmiscuirse en cuestiones más prolíficas que tienen que ver con dramas de la vida misma. Es ahí que la identificación se hace fuerte y cobra el vuelo necesario. Mucho más que un film de espionaje, mucho más que un film sobre la curiosidad de un genio, "El Código Enigma" entrelaza varios elementos para lograr, en los momentos de alto vuelo, un film de una potencia inmensa.
Universos paralelos, reencarnaciones continuas, futuros distópicos, sueños eternos, recreaciones falsas, a esta altura nadie puede negar el increíble poder imaginativo que los hermanos Andy y Lana Wachowski han sabido plasmar en la pantalla demostrando una gran originalidad para dejar su propia huella. En "El Destino de Júpiter vuelven a ubicarse como dupla de guionistas y directores para narrar una historia que termina siendo mucho más sencilla de lo que toda su parafernalia pareciera mostrar. La protagonista de su séptimo - y retrasado - film es Júpiter Jones (Mila Kunis), una joven de ascendencia rusa que se gana la vida junto a su madre y su tía limpiando casas de lujo (con una especial preponderancia en mostrarla mopa en mano limpiando inodoros) pero que siente, en su vida le espera algo mayor. No es para menos, hija huérfana de un aficionado a la astronomía, su concepción y nacimiento fue bendecido por “un buen cosmos”, su esotérica tía le asegura algo especial, y aunque por su familia no lo pareciera, ella lo es. Mientras tanto, en otra galaxia, una casta de hermanos se reparte los futuros de los Planetas debatiendo su titularidad. Pero advierten que hay otra “heredera al trono”, decir quién es esa heredera sería remarcar lo obvio. Cuando los rastreadores ubican a Júpiter, también arriba Cain (Channing Tatum con prótesis faciales que distraen la mirada de los asuntos importantes), un guerrero robotizado, rebelde de las monarquías, que la rescatará y ayudará a cumplir con su destino. Claro, en el medio hay un poderío visual realmente impresionante, entre explosiones, levitaciones, una fauna de extraterrestres y robots variadísima, escenarios digitales de ensueño, y una intriga palaciega que se entrevera cada vez más sólo para desviar lo fundamental. El Destino de Júpiter podría estar divida en dos fragmentos diferenciados, la primera parte, más terrenal, se asemeja a una adaptación de saga literaria juvenil, de esas que pululan de a cientos hoy en día. La chica mundana que descubre un mundo de fantasía y que debe cumplir un destino importante en él sin dejar de lado el romance. Luego, el film se entrega a la Ciencia Ficción absoluta, más ligada a la aventura llena de acción, disparos, vuelos y pirotecnia abandonando buena parte del peso argumental. Ambas partes tienen deficiencias y parciales aciertos. En los momentos terrenales hay una extraña necesidad de rellenar con comicidad, como si todavía Mila Kunis fuese la chica de That 70th Show, comicidad que casi nunca funciona en modo alguno. Los chistes no causan gracia, cambian el clima, y terminan resultando molestos. Parecieran escenas sacadas de otra película, ¿una comedia romántica? Esto hace que se viva el primer tramo con liviandad, que cueste conectarse sin sentir que estamos frente a algo “insulso”. También es el tramo en el cual se teje la conexión entre Júpiter y Cain, Kunis y Tatum, una química que funciona, mejor que cuando ambos están por su lado. La segunda parte, es menos confusa en cuanto a vuelo argumental simplemente porque se entrega a una acción constante y rutinaria. Entretiene a puro golpe de efecto, y ahí sí, se siente la profundidad del 3D que hasta ese momento nos habíamos olvidado que existía. El Destino de Júpiter tiene varios elementos de sagas como Star Wars, o films como A.I., pero mantiene en ella un espíritu que nos hace acordar a esa ciencia-ficción sin sentido que plagaba las góndolas de los videoclubes a fines de los ’80 y ’90. Esa Sci-Fi barata que eludía la mínima lógica para ser entretenida y con ciertas libertades que el mainstream no se permitía. Imaginen eso, pero con muchísimo más presupuesto. Estamos frente a un cuento de hadas disfrazado, la chica simple que se convierte en princesa de la cual Disney ha hecho todo un emporio. No es este nuevo opus de los Wachowsky un mal film, si un trabajo de resultado fallido, errático, que no termina de concretar lo que pudo haber sido. Queda rondando la sensación que algo nos falta, o algo nos sobra ¿otras manos en la post-producción? Como su protagonista, a este film se le podría augurar un mejor destino, quizás con el tiempo quede como objeto de culto, elementos tiene de sobra.
La vida a orillas del Río Paraná, la simpleza de los objetos, el sentido de la existencia comprendida de modo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados. Puerto Paticuá lleva título de un lugar, de una zona, pero trata sobre personas, hombres a los que rara vez se les pone el foco de atención. Punto limítrofe en Misiones que conecta nuestro país con el Paraguay, sus habitantes, que se conocen entre sí, viven ajenos al resto, no entienden de limitaciones geográficas, solamente utilizan el Río como un brazo de conexión entre las dos tierras, el conector. Los habitantes del Puerto Paticuá sienten la tierra como una extensión propia, es el medio y es el modo de vida, la naturaleza está en contacto permanente con ellos; hay un respeto y un modo de comprensión que nada tiene que ver con el alcance de alguien que vive en una ciudad. El documentalista Hernán Fernández lleva a cabo un trabajo minucioso para retratar las vidas de los lugareños. Lo hace tomando botones de muestra. Dos vidas, la de Miguel y la de Juan. Uno es productor de soja y complemente su subsistencia con el arrendamiento de la tierra, su vecino, Juan, tiene una vaca, una canoa para pescar, y una fracción de tierra para el aprovechamiento de la yerba mate. Ambos son amigos, y se complementan uno con el otro, la naturaleza que los rodea, el ambiente que también los condiciona, será el otro protagonista. En este boom actual que vive el género documental dentro del cine argentino, abundan los de estilo minimalista dedicados a retratar la vida en determinadas zonas olvidadas en nuestro país. También la ficción se ocupó de ellos en films como el reciente Marea Baja de Paulo Pécora. En este sentido, Puerto Paticuá hace su aporte en relacionar al hombre con su ambiente natural, en expresar la falta de sentido de fronteras para los lugareños. Planos detalle de aspectos físicos de los personajes, detenimiento en sus labores, una narración que expresa también el ritmo propio con el que viven ellos. El trabajo en la fotografía que prevalece los puntos luminosos, los colores naturales con un brillo particular.Un tono ascético que profundiza en plasmar su realidad. Puerto Paticuá nos invita a convivir con seres diferentes a lo que podemos ver en la urbe. Personas que merecen ser escuchadas, a las que Fernández les presta su cámara subjetiva, aquella que expresa no solo con las palabras, lo hace también con los silencios, las miradas, los gestos y la imagen permanente de esa naturaleza representada en un río que no se detiene.
Segundo opus de la megaestrella Angelina Jolie como directora, Inquebrantable ocupa en primer plano varias de las características que la actriz ha demostrado en su más prolífica carrera como actriz, así como también características de su vida personal pública. Podría considerarse una mujer que toma riesgos, en su ópera prima, In The Land of Blood and Honey, ya se animaba a hablar del conflicto de los Balcanes en la última década del Siglo XX. Nuevamente toma un hecho histórico, en esta oportunidad, la Segunda Guerra Mundial, y vuelve a caer en los mismos inconvenientes, un tratamiento tan grandilocuente como vacío ampliamente superado por la notoriedad de las circunstancias. Tomar a la persona por el todo, Hollywood está acostumbrado a mostrarnos una personalidad destacada capaz de enfrentar las peores atrocidades a pura fuerza de coraje y valor, todo por una causa mayor. En este caso, Louis Zamperini (Jack O’Connell) reconocido atleta, hijo de inmigrantes italianos, con todos los pronósticos en contra, se sobrepone y alcanza sus metas. Durante la Segunda Guerra es reclutado como soldado, formando parte de los tripulantes de un bombardero que al estrellarse cae al Pacífico. A partir de entonces, comienza una segunda película, la del hombre que se sobrepone a la soledad y bravura del Océano. Pero eso no es todo, hay una tercera película, que comienza cuando Loui, es capturado por los japoneses y será objeto de todo tipo de vejaciones que volverán a poner a prueba la grandeza de su voluntad. Basada en la historia real del personaje, inquebrantable posee un guion que pasó por varias manos antes de llegar a su concreción. Las firmas incluyen a los Hermanos Cohen, Richard LeGravanese, William Nicholson y Laura Hillenbrand, autora de la biografía en la que se basa el film. Probablemente esto haya influenciado los constantes desniveles en la historia que pasa del drama heroico, al episodio histórico, hacia cierta liviandad que bordea la comedia, y un tinte morboso a la hora de las torturas. Inquebrantable se plantea como un film edificante, capaz de mezclar los hechos deportivos con los valores patrióticos de una Guerra. Ubica en un mismo nivel los logros deportivos con la tenacidad – relacionada con lo místico y religioso – con que su protagonista deberá soportar la crueldad del agua y de los japoneses. No hay medias tintas, los orientales son malos, disfrutan torturando, ahí no se habla de causa mayor, no hay justificación posible. Los norteamericanos son toda bondad y valentía, son capaces de soportar esa maldad sin límites por la causa mayor que colaborará con todo el mundo. Jolie filma por momentos como si nos ubicásemos en aquellos panfletos de los años ’40. Hace una utilización de colores claros y brillosos para uno, y oscuros y tenebrosos para otros. Planos inmensos y contrapicados para unos, y puntuales y picados para otros. Todo es marcado y dividido traspasando el límite de lo didáctico. Sin profundizar nunca en aspectos fundamentales, este detalle termina siendo un aspecto positivo porque permite apreciarla sin demasiados resquemores, sin proponerse largos análisis. Así, como mero entretenimiento sobre la figura de alguien con coraje, o como una maratón de torturas, el film funciona, sin brillar. La caracterización de O’Connell como Zamperini también cae en las mismas falencias debido a una impericia en la marcación. Falta rigurosidad quedándose en la copia de ciertas características pese a la correcta labor del actor. Sí, Inquebrantable es un film que atrasa varios años, lo cual no sería malo si hablásemos simplemente de una cuestión de clasisismos; más allá de eso, pareciera exponer las ideas de ciertos panfletos ideológicos que ya creíamos superados por lo menos en las cuestiones bélicas. La hija de Jon Voight es reconocida por formar parte de esa “elite” de estrellas que cumplen una función humanitaria a nivel global haciendo uso (y publicidad) de su figura. En este sentido, un film como inquebrantable es consecuente, así como su participación en aquel penoso film Más allá de las fronteras. Si se logra ver con la suficiente liviandad (lo cual la extensa duración no colabora), podríamos estar frente a un film fallido pero entretenido. Si se profundiza un poco más en él, probablemente no nos quede tampoco esa opción.
Regresa el agente con más mala suerte después de John McClean y su capacidad para caer en el lugar menos indicado en el momento menos indicado. Hablamos de Bryan Mills, personaje que ya es todo un emblema en el rostro de Liam Neeson con la saga iniciada en 2008. Veamos, después de que su hija fuese secuestrada por una red de trata de blancas, que él y su entonces esposa Lenore fueran secuestrados por el padre de uno de los mafiosos muerto en la primer entrega ¿qué más le podía pasar? Se retiró de la fuerza y se separó de su mujer, podíamos suponer que lo esperaba una vida de tranquilidad, bueno no. Durante los primeros veinte minutos de esta tercera entrega vemos que Bryan sigue siendo tan abnegado como siempre a su familia pero desde un lugar más pasivo. Visita a su hija (a la que trata como a una nena y no sabe que está embarazada), juega al golf con sus ex compañeros, y escarcea con su ex mujer que parece no llevarse bien con su actual pareja. Pero como no estamos en un film sobre los placeres de la vida en la tercera edad, esto dura poco y vemos como le tienden una trampa. Lenore (Famke Janssen, divina como siempre) aparece muerta degollada en la cama de Bryan, y justo él cae en la escena del crimen convocado supuestamente por la propia mujer. De inmediato se convierte en el sospechoso número uno y se convertirá en el blanco del FBI y los servicios de inteligencia, todo a cargo de Frank Dotzler un agente encarnado por Forest Whitaker. Bryan deberá, huir de la policía, averiguar quién y cómo mató a Lenore, cuidar a su hija de no ser la próxima víctima, y por supuesto, vengarse de todos. Con menos acción que en las dos entregas anteriores, esta vez el acento vira más hacia una trama de suspenso tradicional en la cual el hombre de familia es traicionado y debe proteger a los suyos. Así, pese a lo que se podría intuir por la escena previa a los títulos, los villanos (rusos) aquí están mucho más desdibujados, poniendo un mayor acento en los escapes de Bryan fuera de la ley. El agente encarnado por Withaker también pareciera haber necesitado de una mayor presencia en pantalla para transformarse en una contrafigura o en un co-equiper, lo mismo sucede con Stuart St John, nueva pareja de Lenore encarnado por Dougray Scott, importante para el desarrollo del argumento. Más cerca de “Desconocido” que de los dos films previos de la saga, pero sin la intriga atrapante del film de Jaume Collet Serra, esta nueva película de Olivier Megaton luce algo deslucida sin por ello dejar de ser lo suficientemente entretenida. No hace falta aclararlo, si el film se mantiene en un nivel de interés es gracias a la presencia y porte de Neeson. “Búsqueda Implacable” es la saga que le permitió al actor de “La Lista de Schlinder” y “Realmente amor” pegar un giro hacia el héroe de acción de apariencia mundana. Bryan Mills es él, y le alcanzan unas pocas líneas para despertar una sonrisa en el espectador y hacer de las escenas de acción cada vez más inverosímiles un verdadero deleite. Bryan es tan letal como inmutable pero a su vez es carismático y entrador, es imposible no estar de su lado y creerle todo lo que le pasa. Con Luc Besson nuevamente como productor y co-guionista, Búsqueda Implacable 3 se basa en repetir la fórmula, intenta nuevos caminos pero confluye en lo mismo, no va a sorprender, no es la mejor de las tres (aunque tiene menos bajada de línea que la primera y es más concreta que la segunda). Es un film pensado para los seguidores de una franquicia, los cuales no saldrán defraudados, más aún cuando se les ofrece la posibilidad de que esto siga y siga; los villanos no entienden la regla básica “no se metan con la familia de Bryan”.