Espía y pandillero Cuando hace unas semanas asistimos a la parodia de las películas de espías con Mortdecai, el artista del engaño (Mortdecai, 2014), nada haría suponer que nuevamente visitaríamos el mundo de los agentes secretos en Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman The Secret Services, 2014). El director de Kick-Ass (2010), Matthew Vaughn, adapta su propio comic con frescura y originalidad como hace tiempo no se lograba. La primera referencia que viene a la cabeza cuando se habla de agentes especiales es por supuesto, James Bond (007), con su habilidad para dilucidar casos imposibles y enfrentarse a los más peligrosos villanos, además se evocar su particular cosmogenia relacionada al mundo que lo rodea (mujeres, autos, armas especiales, etc.) y que perdura más allá de quién lo interprete. Pero Kingsman: El Servicio Secreto además de tomar los estereotipos y claves del género para acercarlo a las nuevas generaciones, impone una dosis de humor -y del corrosivo- para potenciar su narración e historia con un ritmo trepidante y un dinamismo que crea su propio tempo dentro de este tipo de films. La película arranca cuando un miembro del ultra secreto servicio de espionaje, que da nombre al film, muere en pleno proceso de entrenamiento y como la tradición de la ancestral institución lo indica, el reemplazo será escogido de una serie de candidatos seleccionados por cada uno de los miembros del equipo. Así es como Harry (Colin Firth) guiará a su “elegido” Eggsy (Taron Egerton), un joven con el que tiene una deuda y para pagarla hará lo imposible por introducirlo en Kingsman. Pero Eggsy no estará solo, y mientras compite en una evaluación constante con otros postulantes, aparece una amenaza real que está “desapareciendo” a líderes y científicos de todo el mundo, nucleada por el súper villano de turno Valentine (Samuel L. Jackson). La película posee dos partes bien diferentes entre sí: una relacionada al proceso de selección, del cual finalmente sólo quedarán dos personas, y una segunda en la que ese proceso debe coincidir con una amenaza que pondrá en vilo al equipo “titular” de Kingsman. Entre Harry y Eggsy además se producirá una suerte de reversión de Pigmalión (o de Educando a Rita, tal como dicen los propios protagonistas) que llevará al extremo la decisión del primero por intentar introducir en Kingsman al joven, hasta poner su propia vida en juego y enfrentarse con Valentine y su misteriosa y letal asistente Gazelle (Sofia Boutella) en diferentes oportunidades. Kingsman: El Servicio Secreto se ríe de sí misma, y esa es su principal virtud, utilizando el estereotipo del espía y agente secreto como construcción de un verosímil particular e irónico sobre sí mismo. Pero la película también habla de otras cuestiones ajenas al espionaje, como la incomunicación en la familia, la misoginia, el exceso de la sociedad de consumo y la poca habilidad de los líderes para poder encontrar un camino hacia el bien común, temas pocas veces tratados en este tipo de film. Matthew Vaughn narra con ralenties, aceleramientos, efectos especiales, largos planos generales, paneos, y todo lo que encuentra en su camino con tal de hacer volar la pantalla (la secuencia inicial es de antología y un ejemplo de cómo los títulos pueden ser objeto de atención), además de otorgar una entidad particular a cada uno de los personajes que va más allá de una simple definición en un script o ficha de vestuario. Los personajes de Kingsman: El Servicio Secreto, al igual que los de Kick-Ass, son seres entrañables de inmediata empatía con el espectador, además de ser capaces de generar diálogos perdurables, que trascienden a la propia película a la que pertenecen. Una vez más, la habilidad del director está no sólo en poder generar una historia que nunca decae, sino que también toma de la cultura popular varios elementos para resignificarlos y así poder construir una nueva sinapsis que termina por explotar en la pantalla en cada escena. Kingsman: El Servicio Secreto es un film con una habilidad para el punchline y la ironía que terminan dotándola de una visión sobre el mundo de los agentes secretos, que supera a sus predecesoras pidiendo una secuela en el corto plazo.
La pícara huerfanita Si bien es inevitable la comparación con el film original, la Annie (2014) dirigida por Will Gluck, es una película que puede armar su propio universo, dotando de una impronta diferente a la clásica historia de la huérfana que, con sus canciones y alegría, ayuda a transformar a seres que necesitan cambiar su posición en el mundo. Annie B (Quvenzhané Wallis) es una niña que vive junto a otras huérfanas en una casa/asilo que dirige la alcohólica ex cantante de pop, Colleen Hannigan (Cameron Diaz), quien las explota durante todo el día y ante el mínimo atisbo de alegría o descanso, siempre tiene una tarea nueva para darles. Cuando el multimillonario y candidato a alcalde de Nueva York, William Stacks (Jamie Foxx), rescata a Annie B de un accidente automovilístico, su inescrupuloso asesor de campaña (Bobby Cannavale) ve la oportunidad de hacerlo escalar en las encuestas de intención de voto primero con un simple plan y luego con un siniestro planteo. Pero el personaje de William odia a los pobres, a la gente, al mundo en general y apenas permite que su asistente (Rose Byrne) lo ayude. Al interactuar con la niña, verá como su concepción de mundo estructurado se derrumba. Al ser una película enmarcada en el musical, las canciones están presentes, pero a diferencia de su versión teatral y la versión de John Huston de 1982, acá el género se parodia y se repiensan las melodías desde un mix que incluye sonidos reales o golpes (al mejor estilo Stomp) evitando caer en clichés. No por nada en varias de las intervenciones el personaje de Cameron Diaz pregunta “me estás cantando a mí”, o se exagera la “dulzura” del film original con una clase cantada y bailada que da a sus compañeros. Annie también se despega de los lugares comunes del género mediante una critica a las clases sociales, la ciudad de Nueva York, el consumo, y la burocracia, que supera a cualquier producción de su tipo, con un mensaje que va mucho más allá de la esperanza y persistencia. Annie toma canciones y estereotipos de su predecesora, pero los mezcla con películas más corrosivas como Adorable Criatura (Problem Child, 1990) o La pequeña pícara (Curlie Sue, 1991) y termina construyendo una comedia con algunos altibajos pero que en el fondo revisiona a la original y se afirma como una interesante propuesta, con un elenco que se entrega sin temor al ridículo. Mención aparte las participaciones de Rihanna, Mila Kunis y Ashton Kutcher como actores de la ficción “Moonquake Lake”, y la breve aparición de Michael Fox como el personaje que apoya al candidato opositor a William.
LA UNION HACE LA FUERZA "Selma: el poder de un sueño" (2014) de Ava DuVernay, narra los sucesos que expusieron al común de la gente el drama que estaban atravesando los ciudadanos negros de la pequeña ciudad de Selma. En su afán por independizarse de una vez de las viejas ataduras y liderados por Martin Luther King, este grupo de activistas intentó pasar por el puente que unía Selma con Montgomery pero les fue impedido el paso. Detrás de esa negación, con una violenta represión transmitida en directo por los medios de comunicación, el grito de personas comunes exigiendo igualdad se encarneció en una pequeña multitud que con el correr de los días comenzó a recibir adhesiones desde todos los lugares del país. Y si bien el acompañamiento desde la sociedad fue masivo, no así el de los políticos, quienes vieron cómo todo aquello que venían construyendo hace años, basado en la negación del derecho a voto, se comenzó a resquebrajar de un día para el otro. Ava DuVernay transmite con pasión el trabajo diario desde el detrás de la marcha, con imágenes de archivo que apoyan la acción pero principalmente por la enorme labor de David Oyelowo y Carmen Ejogo, como King y su señora. Más allá de la literalidad de algunas escenas y el relato simil telefilme, en la lupa que pone DuVernay sobre la relación de éstos, tambièn se impone un punto de vista particular que humaniza aún más el relato. Basta de biografías de bronce, nadie más expuesto a las miserias que aquellos que deben lidiar con presiones y aún así mantener sus vínculos intactos para poder subsistir. La mirada sobre las historias personales de todos los que participaron de la marcha, como así tambièn el foco sobre el cinismo de la política y la imposibilidad de decidirse, son los puntos más relevantes de un filme visto ya en varias oportunidades y que se muestra honesto frente al tema que trata. PUNTAJE: 6/10
La cámara que no asusta En Invocando al demonio (The possession of Michael King, 2014), dirigida por David Jung, todo se desencadena cuando a Mike (Shane Johnson) se le muere su esposa en un accidente y de manera sorpresiva. Nada hace suponer que terminaría involucrándose en una serie de acontecimientos que incluyen al mismísimo Diablo en la historia. Acongojado, deprimido y con ganas de saber a donde fue su mujer, Samantha (Cara Pifko), el protagonista decide embarcarse en una investigación personal para desentrañar el sentido de la muerte en algunas tendencias esotéricas que aseguran tener la verdad para poder comunicarse con el más allá. En su desesperado intento por saber, además, decide registrar toda su "investigación" colocando cámaras en cada uno de los ambientes de su casa y en compañía de un camarógrafo que poco cree en el proceso de Michael. Dejando a su pequeña hija a cargo de su hermana, se transforma en su máxima obsesión descubrir las "trampas" en los procesos que buscan comunicarse con espíritus, tentando al demonio en cada visita a especialistas y exponiéndose en cada prueba. Pero claro está que en un momento del film de David Jung, algo se transforma en Michael y aquello que anhelaba saber con profunda y desmedida pasión, se le vuelve en contra y el proceso ahora será inverso: desandar su camino anterior para revertir el fenómeno que se manifiesta en su interior. Invocando al demonio apela una vez más a la simulación del registro en cámara de las imágenes, con el adicional que en aquellas escenas que se desarrollan en la vivienda de Michael, la posición de las cámaras emulan a los encuadres de los reality shows que intentan trasmitir "la vida en directo". Michael es expuesto en el 99 por ciento de las escenas y hay un esfuerzo por impregnar las mismas de una cierta verosimilitud, que en esta especie de "video diario" van de la mirada y confesión a cámara a la sucesión de eventos con el intercalado de "interferencias" para generar un realismo y dinamismo al relato. Pero justamente es en estas escenas en las que nada fluye, por la sobreactuación de su protagonista, y la hiperbolización de todos los lugares comunes de los relatos de terror (principalmente de aquellos que se narran desde la cámara directa en movimiento), termina apropiándose de su identidad sin una resignificación. Invocando al demonio comienza riéndose de los films de terror, con esa posición enunciativa cuestionadora, pero en el propio camino que transita decide elegir la seriedad y volverse seria cuando justamente lo contrario hubiese salvado su propuesta.
En "Cincuenta Sombras de Grey"(USA, 2015) hay una innegable intención de generar un discurso que a partir de una lectura rápida del best seller de E.L.James se resignifique la eterna historia de Cenicienta (y van miles) y genere curiosidad en espectadores que desconocen su trama. En el devenir de Anastassia (Dakota Johnson), una chica pueblerina que se topa accidentalmente con el Christian (Jamie Dornan) sombrío del titulo, se esconde una vez más la historia de la heroína que deberá cambiar su vida para conocer el amor. Pero el giro acá es que Christian deja bien en claro que no dará amor, solo intentara, de ella aceptar, darle placer sexual confirmando por escrito (si, por escrito y con su "autógrafo") esta condición. La progresión del relato deambula en si ella acepta o no, en juegos sexuales de un Bruce Wayne con gustos particulares y una baticueva llena de sex toys y no mucho mas. Sam Taylor-Johnson dirige con elegancia algunas escenas y principalmente la clara intención de cosmopolizar el relato con tomas aéreas de la ciudad que son mezcladas con una sugerente BSO (Danny Elfman detrás) y temas musicales escogidos especialmente (acordes/desnudo/sexo) para acompasar (Sia, Beyonce, etc.). Con una posición decididamente machista y misógina en la que la exposición de los cuerpos solo prevalece la sumisión como posible método de relación entre una pareja, claro esta que quizás muchos/as que se acerquen a los cines salgan espantados. En esta historia de opuestos que se atraen (chico rico experto/chica humilde inexperta) el mcguffin pronto se diluye por lo que se agregaran elementos a la trama, mas que nada decorativos, como una manera de contextualizar la endeble línea argumental o ya vista mil veces. No he leído el libro, pero supongo por comentarios, que los monólogos interiores (su conflicto interior) de la protagonista, que alimentaban las 500 paginas del primer volumen de la saga, aquí fueron eliminados y suplantados por un chichoneo e histeria mutua (entre ella y el) con el que se intento sumar desde el humor otra vertiente que en el original no estaba. Con algunos comentarios por parte de los protagonistas se busca desestructurar la línea del libro y crear una propia posición narrativa que expulse a aquellos que solo esperaban un espectáculo carnal sin ningún tapujo. Esto no es el Canal Venus, menos alguna película de Tinto Brass, es un filme producido por un gran estudio que espera rápidamente recuperar la millonaria suma depositada para poder adaptar la saga. Y esto tampoco es un dato menor, la autocensura que se impusieron tampoco permitió darle vuelo al filme que excepto la incorporación de Dakota Johnson como Anastassia le brinda al filme una frescura y a la vez un misterio que permite generar atención en la pantalla mas allá de la historia. Con esto no hablado de su decisión de mostrar su cuerpo, de exponerse por primera vez al publico tal como dios la trajo al mundo (confirmo Melanie Grifith que no vera la película por esta razón), sino que es algo que supera su exposición. No sucede esto con Dornan a quien se lo ve incomodísimo en el rol de Grey. El porno soft de "50 sombras..." es comparable con algunos episodios de "True Blood", con esos vampiros en tensión luchando hasta amarse, o si se lo quiere comparar con otra saga literaria, en "Crepúsculo" (papel y filme) donde la tensión sexual in crescendo entre los protagonistas era el vector de la historia. "50 sombras..." cumple su premisa encendiendo la pantalla y abriendo el camino a la secuela.
Secundarios al poder La exitosa saga de películas con el tópico de hadas que Disney lanzó hace ya tiempo con Tinker Bell (2008), sigue rindiendo sus frutos. Si bien la mayoría de los films fueron destinados para el lanzamiento directo en el mercado hogareño de Estados Unidos, en Argentina, cada una de ellas ha tenido su estreno en salas, con una buena repercusión de público, principalmente infantil y femenino. Pero de a poco el estudio ha tratado de sumar a los niños incorporando personajes masculinos y hasta una élite de hadas ninjas para agregarle una dosis de acción a las películas. Y en el caso de Tinker Bell y la bestia de nunca jámas (Tinkerbell: The Legend of the Neverbeast, 2014) de Steve Loter, no será la excepción, sumando, además que por primera vez la famosa hada de los inicios de viejos programas de Disney, dejará su lugar en la acción a Fawn, una hada a la que los animales e insectos del mundo la pueden mucho más que cualquier indicación previa o norma que la regule. En la película todo comienza cuando Fawn se topa por accidente con Groof, una misteriosa bestia con la que entablará un vínculo luego de quitarle una astilla de una de sus patas. A pesar de las indicaciones de dejar de relacionarse con seres que pueden atentar con la integridad de la aldea y el resto de las hadas, Fawn avanza con la bestia y detecta que esta se encuentra sumida en una tarea bastante particular: construye con piedras seleccionadas y saliva una especie de torres, que generan intriga en Fawn y sospechas en el resto del grupo. Paralelamente a los encuentros, cada vez más frecuentes entre ellos, Nix, la líder de las hadas exploradoras, verá en la bestia a una terrible amenaza por lo que Fawn deberá mantenerla oculta sin exponerla al resto del grupo. Entre Groof y Fawn el vínculo será cada vez más fuerte, forjando una entrañable amistad, tal vez impensada para seres tan disimiles entre sí, y que si bien en una primera etapa del film la acción mostrará el intento del hada por relacionarse con la bestia, luego la película virará hacia una historia de protección en la que Fawn deberá arriesgar su propia seguridad con tal de evitar que el resto de las hadas, incluyendo a la reina Clarion, vean con malos ojos a su nuevo amigo. Steve Loter apuesta a escenas vertiginosas en la exploración de lo oculto a través de aquellas torres que Groof crea y que serán el objeto de una misteriosa tormenta que acechará a la aldea y en la que se descargarán los rayos que de ella provienen. El dinamismo de los planos aéreos, sumado al constante ir y venir de las hadas, hacen que la utilización del 3D potencie cada intervención de las mismas. El diseño de la bestia, como así también algunos detalles en las vestimentas de los protagonistas (el vestido de la reina Clarion, por ejemplo), realzan y llenan de color una propuesta que si bien transcurre de manera simple y lineal, busca su identidad en cada escena. Tinker Bell y la bestia de nunca jámas supera las expectativas puestas en este tipo de films con una historia de amistad a pesar de las diferencias y el empeño por respetar al otro.
PLANO SECUENCIA DE LA LOCURA Con su sensación de eterno plano secuencia Alejandro Gonzalez Iñárritu intenta plasmar gráficamente su idea de tránsito que en “Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia” (USA, 2014) se propone como eje temático. ¿Tránsito hacia qué? Hacia algo mejor, que el protagonista Riggan (Michael Keaton), intenta conseguir luego de su fugacidad como estrella y el deseo de volver a recuperar un lugar dentro de los medios de comunicación y estrellato. Gonzalez Iñárritu explora ese intento de volver con una comedia verborrágica (al mejor estilo Woody Allen) pero con un guión que deja muchas puertas abiertas e interpretaciones libres al espectador. Riggan quiere volver y en el detrás de escena de una obra de Carver veremos cómo su vida real le impide trascender y transitar hacia ese lugar diferente del que quiere estar. Para el caso, más que él y las voces que lo acechan, hay un grupo de personas (su hija, sus compañeros de trabajo, su ex, su amante, su representante, etc…) que le ponen obstáculos y a pesar de todo esto el sigue avanzando con su idea de poder hacer su regreso con gloria. Pero “Birdman”, el superhéroe que interpretó durante años, le complica mucho las cosas, y cada decisión que deba tomar estará tamizada por su conciencia y la del personaje, sin que nadie pueda darse cuenta de esto. Riggan está loco? Es Bipolar? Esto es algo que nunca se termina de definir, pero claramente es uno de más de las miles de personas que diariamente se esfuerzan para aparentar algo que ya no son. "Birdman…” tiene algunos momentos interesantes y logrados (Riggan caminando en slip por Times Square, o la obsesiva personificación de Edward Norton como la competencia a superar dentro de su propio espectáculo), pero luego todo se presenta como un ejercicio vago e impreciso que solo en la puesta en escena, con ese eterno plano que termina mareando, el director pretende justificar todo. PUNTAJE: 4/10
Independientemente de la ansiedad que detrás de "El Destino de Júpiter" (USA, 2014) se había generado, hay una particular sorpresa en el filme que es, al igual que lo trabajo "Guardianes de la Galaxia" (USA, 2014), la de no tomarse en serio a sí misma y potenciar los tópicos clásicos de las películas se ciencia ficción. The Wachowski (Lana y Andy toman “La Cenicienta” para chocarla con “Matrix” y “Star Wars” y el resultado es una película dinámica y fluida que gracias al buen nivel actoral y la pirotecnia de efectos especiales construye un sólido producto que los devuelve al público masivo sin la solemnidad de "Cloud Atlas" ni el artificio de "Meteoro", para citar sus últimos filmes. Júpiter (Mila Kunis) es una joven inmigrante que se pasa los días limpiando casas junto a su madre y su tía. Cansada de su rutina y despotricando en todo momento por la suerte que le toco, el destino querrá que alguien en el universo escuche sus quejas. La tierra es uno de los planetas que en herencia los hermanos Abrasax recibirán, pero este territorio en realidad le pertenece a Júpiter por lo que enviaran a Caine (Channing Tatum en plan Star Lord) a buscarla para así poder otorgarle lo que le corresponde muy a pesar de alguno de ellos. Película que aprovecha el contraste entre mundos, y básicamente la ciencia ficción para reírse de algunas cuestiones "humanas" anquilosadas como la burocracia (basta sino como muestra la escena de Júpiter recorriendo dependencias para conseguir su título nobiliario) "El destino de Júpiter" es un gran espectáculo que reclama gran atención por parte del espectador. Ninguna escena esta librada al azar y si algún parecido con "Guardianes de la galaxia" asoma es justamente por su capacidad para generar un corrosivo filme que en el clásico de Charles Perrault no solo vislumbraron el potencial de reinventar, tal como lo hicieron en la trilogía "Matrix" un discurso novedoso. jupiter_3_ew Ayuda mucho al disfrute de "El Destino..." la paleta de colores con la que plasmaron las imágenes, y claro está, las actuaciones de Kunis y Tatum, a quienes todo el tiempo se los ve disfrutando y aprovechando la oportunidad que The Wachowski les dieron. "El Destino de Júpiter" es un espectáculo visualmente grandioso, con excesos, como les gusta a los directores (basta como muestra la escena de la fiesta dionisiaca a la que esta entregado Douglas Booth), porque justamente saben que en ese desborde o pueden sumar adeptos o todo lo contrario. Ellos se arriesgan a contar sus historias y a crear, como ya lo hicieron en filmes anteriores, una serie de aditamentos que permanecerán en el imaginario de la cultura popular como índice del film (¡quiero un par de botas voladoras!). "El destino de Júpiter" es el gran regreso de The Wachowski al género que los catapulto a la fama y del cual nunca deberían haberse ido.
Nada haria dar cuenta, a simple vista, del profundo análisis social que detrás de "Naomi Campbell: no es fácil convertirse en otra persona" (Chile, 2013) de Nicolás Videla y Camila Donoso, la historia de Yermén hay. Porque en su superficie este docu drama intenta hablar del derrotero diario de Yermén por ser respetada como mujer y que se reconozcan sus derechos, pero por detrás se habla de la profunda crisis social y las anquilosadas renuencias de un estadio posterior a la recuperación democrática. Yermén representa aquello que fue negado, censurado y rechazado durante la dictadura, pero además es también todo aquello que luego de la restitución de la democracia lucha por emerger y solicitar su lugar en la sociedad. Pero no es fácil y en su acercamiento a la producción de un programa de TV, en el que las cirugías permiten cambiar a las personas (y en el que conoce a una joven extranjera que dice ser el doble latino de la modelo y desea ponerse silicona en cada parte de su cuerpo), y tratar a toda costa de justificar su decisión de cambiar de sexo (pese a que psicológicamente los estudios le dan otro resultado) hay también una metáfora de la necesidad de cambios que la sociedad en la que vive necesita. Yermén sale a la calle, come, vive, se enamora, tiene sexo, baila, canta, se pelea, espera su oportunidad y mientras la producción del programa de TV toma una decisión ella filma su rutina y visitado a una entrañable amiga. Juntas sueñan con excéntricos espectáculos en los que el protagonismo de ambas podrá sacarlas del lugar en donde se encuentran. Pero claro está esos son anhelos, porque la vida las sigue golpeando a pesar de los esfuerzos denodados para poder cambiar su realidad. Videla y Donoso no sólo registran con su cámara a modo de “espiar” la vida de la protagonista en su realidad diaria (como mujer, en su intimidad con su pareja, en su trabajo en un call center como tarotista telefónica), sino que además le brindaron una pequeña videocámara para que ella misma pueda mostrar algunas reflexiones e intereses. Por este motivo la película deambula entre un documental casi ficcionado y el registro símil videodiario de los reality shows. La profundidad y total comunión que logran los realizadores con Yermén (quien es mostrada como un ser profundo, meditabundo y soñador) como así también con la realidad chilena que muestran (una realidad cruda, desnuda, marginal y desgarradora) hacen de esta propuesta más que un comentario sobre una anécdota (cambio de sexo) una reflexión necesaria. Con una sensibilidad particular, que se plasma en imágenes sucias pero honestas y mucho acercamiento a la protagonista "Naomi Campbel: no es fácil convertirse en otra persona" es una película que permite acercarse a otro Chile, el alejado de las galerías, barrios lujosos y farandulescos, y que encuentra en Yermén la voz necesaria para demostrar que nada esta aun determinado para nadie, y eso es una grata sorpresa.
CANCION DESESPERADA Algo está mal en “En el bosque” (USA, 2014) y no es el intento de Rob Marshal por adaptar, una vez más, un éxito de Broadway. Hay algo que supera el denodado esfuerzo de un elenco de múltiples estrellas y es el “copy paste” que se hace sobre los clásicos cuentos infantiles, y que aún tratando de otorgarle una nueva lectura (por ejemplo Cenicienta y el árbol de su madre) no termina de cerrar. Como musical, claro está, habrá canciones, pero lamentablemente el exceso hace que la historia resienta su narración y fluidez cada vez que alguno de los personajes principales entone algo. La historia de “En el bosque” toma como punto de partida cuatro historias conocidas (Cenicienta, Rapunzel, Caperucita Roja y Jack y las habichuelas) y las mezcla con una quinta, la de un panadero sin hijos que aceptará el desafío que le pone la bruja malvada de esta historia (Meryl Streep) para poder terminar con un maleficio y así poder ser padre. El panadero deberá reunir (junto con su mujer) elementos de las cuatro historias anteriormente enumeradas y serán reunidos en el bosque. Por momentos la película toma al pie de la letra los cuentos, y por otros los revisita brindándoles una atmósfera sombría (Disney hizo hace muy poco esto con “Maléfica”) y a través de un narrados omnisciente se irán uniendo cada uno de los relatos. El resultado hasta la hora y media es desparejo, un pastiche colorido y sonoramente molesto, con algunas exageraciones por parte de algunos actores (se lo nota incomodísimo a Chris Pine en su papel de Príncipe) y con algunos momentos logrados por parte de otros (Streep, Johnny Deep). Pero esto no alcanza para poder superar el resto de hora que aún falta para terminar de caminar por el bosque, y cuando uno creía que el final feliz cerraría todo, al contrario, ahí la historia se diversifica, se transgresde y se estira innecesariamente un final que hace rato uno desea que llegue. “En el bosque” no termina de cerrar su propuesta, que con una campaña de marketing correcta, fue generando ansiedad en los espectadores, pero que lamentablemente se terminarán por topar con una cosmogenia exagerada que termina ridiculizándose a sí misma al no poder darle el punto final en el momento justo. PUNTAJE: 3/10