La herencia pesa. Vaya si esto lo sabía Whitney Houston, con una madre cantante, exigente, que deseaba que su hija se dedicase también al arte. Pero ella quiso hacer su propio camino. Transitando espacios diferentes, y en los que realmente encontrase su voz y no una ajena. En “Quiero bailar con alguien”, de Kasi Lemmons, todo está representado con trazo grueso, demasiado, y un aire almibarado, casi de bronce, tiñe cada una de las escenas, y a pesar de esto, la vida de la cantante que murió muy joven, trasciende las viñetas elegidas para recorrer sus luces y tinieblas. “Voy a estar para vos musicalmente, no personalmente”, le dice Clive Davis (Stanle Tucci), el descubridor y representante de Houston (Naomie Ackie) en una de las primeras escenas, sin saber que, luego, claro, la ayuda ante las adicciones de la artista cambiaría esa sentencia. “Quiero bailar con alguien” es demasiado condescendiente con la cantante, evita profundizar, reflexivamente, sobre los hechos más dramáticos de la vida de ella, mostrando cuasi telefilm de Hallmark, solo algunos trazos oscuros pero dejando mucho más fuera de la pantalla que dentro. Cuando comienza a cuestionarla, o a mostrar los cuestionamientos hacia su carrera y canciones, como en esa escena de la entrevista radial en donde el conductor la acusa de ser “demasiado blanca”, o presentar casi de manera telenovelesca las peleas con Bobby Brown (Ashton Sanders), la estructura narrativa se resiente, y no hay número musical que incorpore que sirva para levantar esos sucesos. El ascenso meteórico, la manera en la que elegía sus canciones junto a Davis, su interés por incursionar en el mundo del cine, la pelea con su padre (que le robó todo su dinero) y el ocaso y resurgimiento, también son parte de la propuesta, que no logra, sostener durante toda la narración su fuerza. Sirve para recupera los clásicos hits de Houston, pero no aporta nada nuevo, al contrario, deja por fuera sucesos de los últimos tiempos y muchas más preguntas que respuestas. Una biopic desabrida que no está a la altura de la figura que retrata.
Con la bandera de la independencia en alto, Laura Citarella, productora y realizadora, vuelve al ruedo con una épica película de cuatro horas, dividida en 12 capítulos, rodada en plena pandemia, que la puso, una vez más, frente a un personaje clave de sus relatos, Laura, a quien vimos en su ópera prima Ostende, y a quien veremos seguramente en otras ocasiones. El disparador de Trenque Lauquen es una desaparición, pero, como siempre en el cine de Citarella, se nos invita a la acción, y a partir de allí esa deambularemos con inteligencia en los caminos del séptimo arte mezclando géneros y desarmando las posibilidades concretas de una expectación pasiva.
En la resistencia de una familia, que tiene por sabido la desaparición de su lugar de trabajo y supervivencia, se construye un fresco sobre la vida de aquellos que han dedicado gran parte de su vida a la perpetuidad de tradiciones que saben que inevitablemente desaparecerán, a pesar de los esfuerzos.
Con momentos logrados, esta nueva propuesta de M. Night Shyamalan, se mete de lleno en una historia que trasciende su género para tomar la posta en cuestiones que tienen que ver con discriminación, homofobia, a partir de la llegada de cuatro personajes siniestros, pero amigable, a la cabaña de una familia. Intensa y con logrados pasajes, pierde fuerza cuando quiere explicar absolutamente todo para cerrar el relato.
En esta tercera, y aburrida, entrega, nuestro héroe se suma a un programa de talent show televisivo denunciando aquellos que todos sabemos sobre la construcción de ídolos musicales. Muchas similitudes con SING y la pérdida del buen rumbo que se había iniciado con la primera entrega, sólo algunos de los puntos negativos de esta olvidable nueva parte de la saga.
Una amistad que se quiebra es solo el puntapié inicial de una película que habla de un país dividido, lo viejo y lo nuevo conviviendo en un lugar que expulsa el pasado y quiere abrazar el futuro, aún, a expensas de aquellos que terminan sus vínculos por decisión propia.
Recuperando una leyenda del norte argentino, transmitida oralmente y por testimonios, la propuesta cuenta cómo un grupo de investigadores va tras los pasos de una leyenda icónica. La narración, de manera inteligente, avanza a fuerza de flashbacks de personas que tuvieron encuentros con eso que se busca, llegando a remontarse al origen de la leyenda en épocas ancestrales. Una cuidada fotografía, escenas rodadas en paisajes naturales y una tensión in crescendo hacen de la película una nueva muestra del buen cine de género local.
El realizador Jean-Francois Richet tiene una prolífica carrera en el cine de acción y ha llegado a dirigir la remake de Asalto en el precinto 13, el clásico de John Carpenter. Como buen conocedor del género, sabe cuáles son las convenciones y los estereotipos con los que se debe trabajar para lograr, claro, el impacto en el público. Algo que logra efectivamente en Alerta Extrema, Plane, en el original, una propuesta que tiene en rol protagónico a Gerard Butler. Lo interesante de la película, independientemente que podemos luego hablar de cómo se apropia de cuestiones políticas y las dibuja con trazo grueso, muy grueso, es ver cómo se detiene el guión, de Charles Cumming y J.P. Davis, para presentar a su héroe y a todos los personajes que se subirán al avión que piloteará Butler. En una primera instancia, y dialogando con el espíritu de época, Richet nos sumerge en el universo de Brodie Torrance (Butler) capitán de vuelo que llega algo tarde a subirse a lo que significaría su último viaje antes de tomarse unas vacaciones con su hija Daniela (Haleigh Hekking) con quien no comparte tiempo hace mucho rato. Es fin de año y se supone que en un vuelo de esa época nadie viajaría, o sí, tal vez aquellos que aprovechan lo barato de los vuelos por, justamente, las festividades que terminan y comienzan un nuevo año. Pocos pasajeros suben, pero, como esto es una película de género, un presidiario (Mike Colter) custodiado es parte de los viajeros a pesar de la reticencia de Torrance de que se suba a su idílico viaje. Como toda película de género, a los pocos minutos de iniciado el vuelo todo se desmadra y el avión, que debía llegar a Japón termina llegando a una isla de las filipinas llamada Jolo, en donde la milicia disidente tiene el control. A partir de allí la travesía de Torrance y los suyos por lograr llegar a destino mientras lucha a capa y espada con los lugareños. Lo interesante de la propuesta, independientemente de todos los lugares comunes y escenas trilladas que utiliza, es su capacidad para generar tensión y suspenso desde lo ya conocido, y es en gran parte al carisma de Butler y compañía, pero principalmente del escocés, a quien ya vimos salvar de terroristas al Capitolio, la Casa Blanca y ahora, una tripulación completa de una avión. Alerta Extrema tiene todo lo que uno espera de una película de Butler, sumando buenas actuaciones secundarias y sorpresas en el cast como Tony Goldwyn, un rostro recurrente de Hollywood de los noventa a quien odiamos desde su papel en Ghost, como aquel que entregó a Patrick Swayze al más allá. Para pasar una jornada intensa en el cine y ver a Butler convertirse, una vez más, en nuestro héroe preferido de acción.
Con tintes autobiográficos y una increíble actuación de Michelle Williams, Steven Spielberg repasa su vida con un amor al cine en cada una de las escenas. Emotiva y nostálgica, el director más amado de todos los tiempos, vuelve a demostrar por qué es el número uno.
Propuesta polémica por donde se la mire, invita a la reflexión a partir de la búsqueda de una periodista que desea dar con el paradero de un asesino de mujeres. Es una lamentable pena que al realizador no le guste el fuera de campo, que, en algunas escenas, principalmente las de asesinatos, podría haber apelado a elementos cinematográficos para amedrentar la violencia extrema que expone en un país en donde la mujer es tratada como, al menos, un animal.