Poderoso registro sobre el acto creativo a través del seguimiento del trabajo de Emilio García Wehbi. La cámara acompaña el proceso de armado y ensayo de diferentes piezas, y el espectador, por primera vez, compartirá la previa de aquello que luego verá en escena. El realizador se invisibiliza para darle voz a aquel que pocas veces vemos.
Una familia atravesada por una herida que no termina de sanar. Una cámara que es parte del proceso a partir de entrevistas, teatro espontáneo, y la vuelta al lugar en donde todo determinó un presente plagado de angustias, pero también de alegrías.
Bienvenida una propuesta en la que el retorno de la “hija pródiga” se permite transitar por oscuros lugares en donde lo obvio se olvida, y se prefiere atravesar la pantalla con la historia de una mujer fuerte, decidida, y aunque se la vea errática, va a lo que quiere, siempre. Notable trabajo actoral de Sofía Palomino.
Incansable en la búsqueda de nuevos lenguajes, desde aquel mítico Periférico de Objetos, hasta la incontable cantidad de puestas que ha realizado –alternando entre salas independientes y el teatro más comercial-, Daniel Veronese es también un destacado dramaturgo que buscó en sus textos una nueva forma de expresión teatral. Podemos mencionar, entre tantos otros, los célebres “Mujeres soñaron Caballos” “La forma que se despliega” “El líquido táctil” “Formas de hablar de la madre de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a la superficie” “Luisa” “La noche devora a sus hijos” o “Espía a una mujer que se mata”, sólo para mencionar algunos ejemplos de su extensa trayectoria. En esta ocasión y junto con Mario Saba propone un ciclo de distintas obras en formato de cine, denominado «Fotografías” que devienen de una línea de investigación de un nueva forma de expresión que cruza lo teatral con un soporte audiovisual, frente a las limitaciones que impuso dentro del terreno del arte, esta cuarentena. Ahora se estrena la primera entrega de este ciclo “LA MATERIA OSCURA”, a la que se puede acceder desde el sitio del teatro “El camarín de las musas”: www.elcamarindelasmusas.com La habitación del hijo Leo es un mochilero que Alan levanta en el camino. Él no suele tener la costumbre de levantar mochileros en la ruta, pero algo particular ha sucedido en esta oportunidad y allí están entonces, en el pequeño jardín de la casa en las afueras, donde puede leerse el cielo como un mapa colmado de estrellas. Y justamente Alan, aficionado a la astronomía, apunta su telescopio a ese mar azul que los ilumina, mientras que con una verborragia inusual insiste en que Leo se quede, que coma algo con ellos –Alan y Magda, su mujer- e inclusive, pase la noche en su casa, para que más descansado, continúe su camino al día siguiente. Alternativamente Leo podrá dialogar con cada uno de ellos y entre disquisiciones sobre agujeros negros y materia oscura, entre fenómenos que parecen conectarnos con otros portales y con otras constelaciones, comienza a aparecer, cada vez con más fuerza, una sensación de vacío que flota en el ambiente. La pareja ha sufrido una pérdida importante que se revive intensamente con la presencia de Leo, quien además parece tener alguna conexión, invisible (?) con aquel suceso del pasado reciente de la pareja. Con un manejo de lo fantástico y hasta lo sobrenatural, la dramaturgia de Veronese y Saba acompaña al dolor de esta pareja, a su forma de transitar el duelo y fundamentalmente, ese “agujero” que queda frente a una desaparición. ¿Quién es Leo? ¿Hay una extrema necesidad de esta pareja de ver representado a su hijo en él o hay algún extraño lazo entre ambos? Con algún punto de contacto con lo que sucedía en “La próxima piel” la película de Isaki Lacuesta o en la obra “Cronología de las bestias” de Lautaro Perotti, hay algo perturbador en la presencia de Leo, una presencia casi fantasmática que puede representar a un otro –Martín- o bien es la propia mirada de los padres forzando una interpretación de lo que en verdad ocurre. El texto de Veronese y Saba cobra además otra dimensión vinculada con la culpa, el arrepentimiento, con la verdad y algunos pliegues que quedaron ocultos en lo sucedido y la dificultad para poder recomponerse a partir de una desaparición, que deja más enigmas que certezas, todo bajo un gran manto de incertidumbre. La figura de desaparición, además, cobra en el texto y en la propuesta de los autores, la posibilidad de que puedan darse diferentes lecturas, que quedan a cargo de cada uno de los espectadores. Esta primera entrega del ciclo (que se plantea con una duración aproximada de cuarenta minutos por capítulo) se plantea con una puesta en escena tan austera como precisa, donde se descubre el talento de Veronese para el manejo de sus actores. El texto vibra de una forma muy particular en un trío protagónico sin absolutamente ninguna fisura. Claudio Da Passano y Mónica Raiola componen a esa pareja quebrada por la pérdida, donde cada uno intenta rearmarse por caminos diferentes. Mientras Da Passano tiene exactos momentos de explosión de un dolor contenido y que se contraponen con otros de una gran ternura con esa protección paternal que le ofrece al desconocido, Raiola sale de su registro más acostumbrado para entregar una Magda calma, más conectada con una búsqueda espiritual para tratar de acompañarla en su duelo. Ambos, cada uno con su estilo, van amoldándose a lo que el texto requiere, un texto breve pero exigente dado que en poco tiempo deben atravesar diversas emociones e intensidades, y lo hacen con gran solvencia. Los acompaña Guido Botto Fiora (“Huesito Caracú” “Como si pasara un tren” “Todo lo posible”), quien construye su personaje de forma tal que puede adaptarse a cualquier mirada del espectador. Gracias a la ductilidad de Botto Fiora, su Leo bien puede ser un adolescente, un joven, un “angel” u otra presencia. “LA MATERIA OSCURA” nos deja con ganas de seguir atravesando este ciclo propuesto por la dupla Veronese – Saba presentado por El Camarín de las Musas.
Película fallida por donde se la mire. A los problemas de dirección, puesta y actuación, se suma una propuesta de arte que no se condice con el período que se quiere representar. Tres forajidos hacen de las suyas mientras un comisario los quiere apresar a como dé lugar. CINEAR
Burocracia y castigo En la urgente y necesaria Vicenta (2020), de Darío Doria (Salud rural, Elsa y su ballet), se pone en evidencia el decadente y anacrónico sistema burocrático estatal a partir de la búsqueda de justicia de una madre que necesita que se le practique un aborto a una de sus hijas, abusada en su domicilio por su tío. Con escasos recursos, pero con la férrea convicción de lograr que esa interrupción del embarazo pueda, de alguna manera, aquietar el dolor que la joven, una mujer discapacitada, vulnerable, una vez más, ante la ineficiencia y dejadez de un aparato que no evoluciona, Vicenta hizo lo imposible. Darío Doria se había hecho eco del caso cuando allá por 2006 tenía horas y horas en el prime time televisivo y también una prolífica cobertura en los medios gráficos, la que, en algunos casos, y dada la coyuntura histórica, tampoco ponía el acento en el lugar que se necesitaba. Porque ese es también uno de los grandes problemas, cuando los medios de comunicación prefieren subrayar con sensacionalismo en vez de acompañar con inteligencia y verdad para lograr cambios necesarios en la sociedad. Con la idea de hacer algo sobre el tema, y dar vuelta por varias formas y soportes, finalmente la elección de utilizar personajes de plastilina para representar las acciones, otorgan una magia especial que potencia las ideas que contienen al film, gracias a un notable, exhaustivo, preciso y bello trabajo, de la ilustradora Mariana Ardanaz, como así también, el cuidado y obsesivo detalle de las escenografías y espacios, que refuerzan, desde una narración en off sublime, con la voz de Liliana Herrero, el derrotero de una mujer que dejó todo para lograr liberar a su hija de una posible condena física y social desprendida de una situación de abuso dolorosa. Y mientras el relato de los acontecimientos por los cuales pasaron Vicenta, su hija Verónica, pero principalmente Laura, la joven abusada, avanza, entre la combinación personajes y voz en off, se produce el milagro para el espectador el que verá cómo toda la historia se mueve ante sí, sin un solo movimiento de las figuras. El guion del propio Doria y Luis Camardella, estructuran la historia, pero la narración en off, escrita por Florencia Gattari, además, hacen resonar cual ciclo sin fin, el relato de un caso conmovedor y movilizante que supo, gracias a Vicenta, la comunidad que la acompañó, y sus hijas, lograr un final acorde, propiciado por un espíritu de lucha inagotable. Imagen y sonido, más que nunca, se multiplican en esta película documental, plagada de aciertos y buenas intenciones, y que ponen una vez más en evidencia la vulnerabilidad de los más débiles frente a un aparato estatal sujetor que dictamina y determina qué se puede hacer y qué no poniendo obstáculos y trabas en sus infinitos laberintos burocráticos. Tal vez hoy, a la distancia, y con la multiplicación de casos, lamentablemente, y con un debate que comenzó sobre la necesidad de la legalización del aborto seguro y gratuito, el relato cobre un peso mayor, al ver, en perspectiva, la necesaria implementación de ese protocolo que permitiera, a Vicenta, su hija, y las demás Vicentas, escapar de un futuro plagado de incertidumbre y ausencias.
Basada en la novela homónima de Paul Auster, Alejandro Chomski construye una potente distopía en donde el valor de la vida está asociado a la explotación de cuerpos y cualquiera puede morir por un par de zapatos. Correcta propuesta con una interpretación única de Jazmín Diz.
Un grupo de amigos sobrevive en el barrio “Las mil” que da nombre a la propuesta en las afueras de Corrientes Capital. Detallando la vida de cada uno de ellos, la búsqueda sexual y el acompañamiento entre el trío protagónico, el film se presenta como un entrañable relato de amistad que evita golpes bajos para hablar del amor y la identidad sexual sin subrayados.
Fallida propuesta de género en donde el pasado acecha a su protagonista, un hombre que al ser sorprendido por la muerte de su padre, debe regresar a su hogar natal en donde hay oscuras situaciones que lo esperan.
Si bien en el contraste entre aquello que se recuerda, y lo que realmente acontece, es uno de los motores de la vida, aquí, se lo toma como impulso narrativo y tal vez no se concrete lo desarrollado en el guion por interpretaciones anodinas y una puesta en escena lacónica.