El patrón: radiografía de un crimen

Crítica de Rolando Gallego - Lúdico y memorioso

AMO y ESCLAVO

En apariencias "El Patrón: Radiografía de un crimen" (Argentina, 2014) de Sebastián Schindel es una película más sobre la explotación. Pero sólo en apariencias. Porque en realidad esta película posee una mirada particular sobre la tradicional relación entre jefe y empleado que se potencia con cada pedido que el patrón (Luis Ziembrowski) le realiza a Hermógenes/Santiago (Joaquín Furriel) y que este cumple sin decir nada. "Si trabajás duro conmigo, vas a progresar" le afirma, y él le cree, porque en su esencia está el siempre depender de otro para poder progresar.

En cada tarea encargada, de mala manera pedida, pero respondida con vehemencia y pasión, el perfil de Hermógenes/Santiago, se completa, y la empatía con este personaje es instantánea.

Pero, ¿cómo llegamos a conocer más de esta historia? es gracias a que un abogado (Guillermo Pfening), de muy mala manera, debe aceptar un caso para liberar otro que necesita ganar, y es así como se topa con la historia de este aprendiz de carnicero que de un día para otro debe asumir tareas que no le gustan hasta llegar al límite de su paciencia.

En el derrotero de los pedidos del patrón, de cada tarea que se le exige a Hermógenes/Santiago y en cada gesto que Furriel le impregna al personaje hay, además, un trabajo de reconstrucción y exposición de la venta de carne en el país que denuncia un estado de vacío e irregularidad ante la comercialización, y que asusta.

"Lo más importante de esto es la picardía del carnicero" le dicen, pero Hermógenes/Santiago no logra nunca comprender cómo en el vender carne podrida la picardía tenga algo que ver con eso.

Hermógenes sigue adelante a pesar de todos los obstáculos que su patrón le va poniendo a lo largo del breve tiempo en el que mantienen la relación laboral, hasta que su mujer (Mónica Lairana) queda embarazada y ahí es como que intenta por un momento escaparse de todo.

Pero claro está que el patrón no lo dejará y así es como deberá aceptar que éste le quite lo único en el mundo que le es propio, su mujer.

"El Patrón..." es un filme simple desde lo visual, con poco juego de cámaras o planos que le aporten un vuelo a la trama, pero esto es necesario por la misma premisa desde que se inicia.

El guión de Nicolás Batlle, Javier Olivera y el propio Schindel, profundiza más en la historia de Hermógenes/Santiago que en los detalles del proceso judicial que penalizará al carnicero, porque nunca se explica cómo el abogado (Pfening) cambia radicalmente de posición frente al defendido (más allá de lo que se pueda presuponer) o qué pasa con la mujer de Hermógenes cuando deja de vivir con él.

Pero independientemente de esto, la película avanza a paso firme, con una cadencia y un tempo laxo que permite una vez más el acercamiento a la increíble interpretación de Furriel y al exceso de Ziembrowski en cada contrapunto que tienen.

Cada uno de ellos le aporta lo justo a su actuación y genera el querer saber más de ellos en esos flashbacks/forwards que van presentando los antecedentes del caso. No es así el caso de Pfening, que compone al abogado desde el estereotipo.

Hay algunos trazos gruesos que podrían molestar, como por ejemplo marcar la diferencia de clase desde las etiquetas de la ropa que utilizan los personajes, o el excesivo lenguaje coloquial para exacerbar el nivel cultural bajo de los protagonistas, pero esto se supera por la naturalidad de las interpretaciones.

Apuesta al cine de suspenso que termina ganando y potenciando su propuesta "El Patrón: Radiografía de un crimen" cumple sus premisas y las supera.

PUNTAJE: 8/10