Aquí está la verdad, toda la verdad Los responsables de “Wallace & Gromit”, y Papá Noel. Quién más, quién menos, al terminar el Jardín de infantes o entrar a la primaria, todos comenzamos a preguntarnos cómo hace Papá Noel para estar casi a la misma hora en todos los hogares en Nochebuena. Por suerte, Operación regalo nos cuenta la verdad detrás de la historia, así podemos de una buena vez olvidarnos de las mentiras que nos contaba algún compañerito, eso de que Papá Noel y los Reyes Magos eran los padres. Nada más alejado de la realidad. La gente de Aardman, los creadores de Wallace & Gromit , pero aquí sin apelar a la stop motion animation , sino a la animación convencional, revelan toda la evidencia. Los Noel son una dinastía, claro. Por eso Papá Noel siempre es grande y con barba. El título se va pasando de generación en generación. Y en la actualidad, Papá cuenta con la ayuda de dos de sus hijos, Arthur, que lee las cartas que le envían los chicos, y Steve, que viste casi como militar y es el encargado de que el ejércitos de duendes que trabaja para los Noel fabrique, envuelva y entregue todos los regalos en tiempo y forma. Pero... Por un error, una niña está a punto de ser la única en quedarse sin su bicicleta, y allí las posiciones que asuman el abuelo, papá y los hijos los colocarán ante un desafío. ¿Es sólo un porcentaje ínfimo, como dice Steve, entre millones de entregas, o es una catástrofe, como creen Arthur y el abuelo? Papá está camino al retiro, y prefiere irse a dormir... Lo que regala Operación regalo es un mensaje, en el fondo, de esperanza, de amistad, de lo bien que hace sentirse realizar una buena obra. Los responsables de Aardman, en definitiva, lo hacen, y más importante que si el 3D está mejor o peor aprovechado está la historia, el soporte que hace que la película sea divertida y llevadera. Porque Arthur, que siempre ha sido relegado por incompetente, o distraído, es el del corazón más grande, y el que se gana la atención de los chicos en esta simpática comedia familiar. A los mayores: habrá que esperar a la edición en DVD para escuchar las voces de James McAvoy (Arthur), Hugh Laurie (Steve), Jim Broadbent (Papá), Bill Nighy (el abuelo), Imelda Staunton, Eva Longoria o Joan Cusack, porque todas las copias están dobladas al caste llano. ¿En qué hablará Papá Noel?
El tiempo es tirano En el futuro, si no se compra tiempo, se muere. Las películas que transcurren en el futuro pueden ser completamente alocadas o tener algo en común con los asuntos terrenales de hoy día. El precio del mañana juguetea con la premisa de que la vida puede ser eterna, pero sólo para algunos. Si la explosión demográfica continuara, ya no habría posibilidad de satisfacer y alimentar a todo el mundo. Entonces habrá vida hasta los 25 años. A partir de ahí, habrá un año para rebuscárselas y no morir, porque por una cuestión genética se activará en el antebrazo de cada uno una suerte de reloj digital –queda muy fashion- en el que uno puede ver cuántos días, horas, minutos y segundos le quedan de vida. Cuando el relojito queda en cero, el portador se desploma. Kaput. Pero claro que no todo está perdido. Por ejemplo, aquellos afortunados que puedan comprar (o matar o robar) “tiempo” en los bancos, ya que la moneda en curso es el tiempo, no el dinero, podrán permanecer jóvenes, con un cutis y rasgos de veinteañero, y tener, por ejemplo, 80 años. Así, ¿cómo discernir en una familia quién es mamá, la abuela o la hija? En eso está nuestro héroe, Will Salas (Justin Timberlake), trabajando en una fábrica en el gueto, cuando no llega, literalmente, a traspasarle unas horitas a su mamá –tocando brazo con brazo se donan hasta años-, quien muere. Y el joven (él sí tiene 25) jura venganza. A partir de allí, contará con la ayuda de la hija rebelde (Amanda Seyfried, de Mamma mía! ) del magnate y villano capitalista y codicioso que maneja el mayor banco de tiempo del país (Vincent Kartheiser, de Mad Men ) y tratará de ser un Robin Hood del futuro. El director Andrew Niccol ( Gattaca , y coguionista de The Truman Show ) no escatima energías. No sólo porque hace correr a Timberlake como si se perdiera el tren (de la vida), sino porque el guión está plagado de mojones y pruebas que deben resolver cual videogame alucinante. Cillian Murphy es el cuidador del tiempo, algo así como el policía, no de los sueños, sino de las horas, que va tras Will. Habrá quien esgrima que ver El precio del mañana le robará dos horas de su tiempo, otros argumentarán que ganaron diversión. Pero para los que se quejan de los precios de hoy, no saben lo que costará tomar un café en el futuro. Un ojo de la cara…
Hoy por ti, mañana... Nicolas Cage, en medio de una banda que hace justicia por mano propia. Hay thrillers que, al margen de entretener, permiten al espectador que esté atento más allá del suspenso, dilucidar algunas cuestiones del género. Por caso, si una pareja se muestra muy enamorada en las primeras escenas, es obvio que la felicidad no será duradera: como en las películas de guerra cuando un combatiente muestra a un compañero la foto de su novia, difícilmente sobreviva mucho más. Si un personaje aprende a usar un arma de fuego, es obvio que, más tarde o más temprano, será quien la utilice en un momento inesperado. Y por último, si trabaja Nicolas Cage, a estas alturas de su trayectoria y entretejidos, es imposible no notar cómo puede correr, saltar y pelear, y estar siempre con los cabellos peinados. Disgresiones al margen, Fuera de la ley (con ese título también se adivina bastante) es un thriller con su costado dramático. Nic y Laura (January Jones, de Mad Men ) son una pareja que vive en una Nueva Orleáns acosada por el crimen. Lo dicho, no hay felicidad que dure 100 años, -y en una película, 10 minutos), y una noche un hombre golpea, roba y viola a Laura, concertista de violonchelo. En el hospital, Simon (Guy Pearce, que puede pasar de ser el hermano del El discurso del rey a esto) se acerca a Will y le ofrece, digamos, sus servicios. Lo convence de que, por más que la policía capture al violador, le darán menos años de cárcel que si hubiera evadido impuestos. Nic, maestro de escuela estatal, no debe entender mucho de eso, pero acepta el convite. Al fin y al cabo, lo que le proponen no le cuesta un dólar (bah, sí, dos dólares por unas barras de chocolate que le hacen comprar como gesto de OK, acepto ). Simon y los suyos harán justicia por mano propia -lo liquidan-, y en el futuro le pedirán “un favor”. Ya se imaginan el favor que le solicitarán. Dirigida por Roger Donaldson, el australiano de aquel gran título de suspenso que fue Sin salida , con los hoy casi desaparecidos Kevin Costner y Gene Hackman, uno sabe, intuye que la película no tendrá esas escenas de violencia extrema con que se regodea el Hollywood actual. Y así es. Pero el filme tampoco es un dechado de virtudes, con una trama que hace agujeros en varios rollos de la película, y un antihéroe que se ve atrapado en una red de corrupción cuyo palabra mágica es El conejo hambriento salta , y que será dicha por los personajes que uno menos se imagina. Bueno, no lo sospecha si se entrega naive a la proyección. Cabría preguntarse, otra vez, qué quedó del Cage de Corazón salvaje o Adiós a Las Vegas . Si ya no le llegan guiones de ese estilo, o si sus deudas financieras lo obligan a aceptar tantos filmes de acción (filma de a cuatro) por año. Quién lo sabrá.
Será lo que deba ser Multipremiada en todo el mundo, la película nacional emociona por y desde su sencillez. Dentro del vastísimo panorama que ofrece hoy en día el cine nacional, con tantas películas estrenándose y de distinto género, Las acacias puede ser un punto de partida. Porque la película de Pablo Giorgelli combina, sin proponérselo, claro está, un mix entre lo que se viene debatiendo como cine minimalista, sutil, e independiente, y otro con un fuerte apego a la emoción, rasgo este último que suele asociarse más al mal llamado cine industrial o comercial. ¿Qué sucede? Que Las acacias se estructura con pocos personajes (tres, contando entre ellos a una beba de meses), un ámbito casi único (la cabina del camión en el que viajan) y más miradas que diálogos. Pero que también, y con esos elementos, logra emocionar cuando el metraje va arribando a su desenlace. La historia, o la excusa para que Giorgelli se aboque a la presentación de Rubén y Jacinta, es un viaje. Rubén es chofer de un camión, y su cliente le pide que, además de transportar troncos de acacias desde Asunción hasta Buenos Aires, lleve a Jacinta y a Anahí, la beba. Algunos dirán que Las acacias es una road movie. Pero en ellas los personajes llegan al final siendo otros, habiendo crecido en el transcurso del viaje. Parten de una manera y arriban de otra. Aquí, no. Rubén y Jacinta son los mismos -la esencia no cambia-, lo que sucede es que se abren, mostrando todo aquello que por un buen rato fueron retaceándose uno al otro, en uno de los acertados manejos del guión de Giorgelli. Si ambos son solitarios y están atravesando etapas difíciles, con fracasos sobre sus espaldas, la cámara estará allí, acompañando, escudriñándolos, pero no interrogándolos. Es tanto lo que nos dicen Rubén y Jacinta con sus miradas que los sentimientos nos llegan sin que se necesite que los personajes lo verbalicen. Si a veces menos es más, Las acacias hace de ese axioma su razón de ser. Premiada en cuanto festival fue invitada (Cámara de oro en Cannes, más otros galardones en Londres, San Sebastián y Biarritz, entre tantos otros), la película tiene algunos simbolismos primarios -el encierro en el que están los personajes en la cabina del camión, y la infinidad del paisaje que recorren-. No hay subrayados innecesarios, palabrerío superfluo. El filme emociona por y desde su sencillez. Germán de Silva tiene en los surcos de su rostro todo lo que Rubén va cargando. Hebe Duarte cautiva desde su sonrisa. Y qué decir de la pequeña Nayra Calle Mamani, retratada en cada gesto con la misma honestidad con la que Giorgelli nos cuenta esta historia de amor -tal vez- no cumplida, pero llena de afecto sincero, narrado con sensibilidad extrema.
¿Y si nada es lo que parece ser? Cautivante thriller con una actriz a la que se le cree todo. Este cautivante filme plantea dudas al espectador, a cada paso. Siendo un relato lineal, las imágenes que se entrecruzan generan lógica inquietud en una trama que combina el thriller, el horror psicológico y el romance. Y ¿por qué Sonia -la protagonista-, una mucama de un hotel italiano aparece en una foto en... Puerto Madero? La historia cruza a dos seres solitarios, que se conocen en una de esas citas express de solos y solas para conocer pareja. Sonia no suele asistir, pero Guido es “habitué”. Se enamoran, el ex policía trabaja como guardia de una mansión en las afueras, y justo cuando ella lo visita, llegan unos delincuentes a robar el lugar. Aparentemente -porque en esta película nada puede aseverarse como real- un ladrón disparó, mató a Guido y la misma bala dejó a Sonia inconsciente. Pero la mucama ve a Guido deambulando en un pasillo del hotel, sin saber si en verdad es él, o si está sufriendo alucinaciones, mientras otro policía, amigo de Guido, no le pierde pisada. Ksenia Rappoport - la misma de La desconocida , de Tornatore- está prácticamente en pantalla durante toda la proyección, por lo que el peso de la película recae sobre ella, y bien que puede llevarlo. Galardonada con la Copa Volpi en Venecia 2009, como mejor intérprete femenina, la rusa sabe lo que hace. Sonia puede parecer confundida, enamorada, engañada o hasta suspirar, y el público comprará cada uno de sus estados. La actriz morocha, teñida para la ocasión, logra que el espectador empatice con su personaje, y con ello tiene más de la mitad de su labor consagrada. El ritmo del relato que le imprime el operaprimista Giuseppe Capotondi es intenso. Y el hombre sabe jugar aquí y allá con la doppia ora , o la hora doble, tipo 15.15, 22.22, que es el título original de este bien desconcertante filme de suspenso que, paradójicamente, tiene convincentes actuaciones.
¿Será nena o vampiro? Edward y Bella por fin se casan, y el bebé por venir ya plantea problemas a resolver... en un año. Los fanáticos de la saga Crepúsculo tienen en Amanecer parte 1 lo que tanto estuvieron esperando. La adolescente retraída y el vampiro musculoso finalmente (bah, al comienzo de la proyección) se casan, se van de luna de miel a una isla en Brasil, hacen el amor y Bella queda embarazada. Todo aquello que era motivo de temor en el primer libro y la primera película, tiene su resolución. Una resolución, digamos, temporaria. El capítulo final de la saga es de los más difíciles de trasladar en imágenes (no está mal que lo hayan dividido en dos, aquellos que leyeron el libro lo saben, más allá de que la especulación obvia sea la de obtener el doble de recaudación estrenando el último filme dentro de exactamente 52 semanas, en 2012). Amanecer trata sobre sacrificio, rebeldía, traición y muerte. Pero casi nada de todo esto aparece en esta primera parte, por lo que el plano final prepara para lo mejor. Como si Bella se atara la servilleta al cuello aguardando el festín que se viene en noviembre de 2012. Además, Amanecer parte 1 tiene su propia estructura intrínseca. Como dos películas en una. Los preliminares de la boda, y la boda misma, más la luna de miel, duran algo así como una larga media hora en la que todo, o casi, son caricias, romanticismo y suspiros. Para los no iniciados, el temor de Edward, y en parte de Bella, es que cuando ha gan el amor, bueno, no es sencillo combinar las especies y el resultado puede no ser solamente doloroso. Ya habrá tiempo para explicarlo cuando los arrumacos dejen lugar al suplicio –porque así es aquí- en el embarazo no previsto de Bella. ¿Tiene un vampiro en su interior? ¿Cómo hace para sobrevivir la joven humana sin convertirse? La Parte 1 más que nada prepara para la Parte 2 , en la que los lobos, con Jacob protegiéndola, amén de ser despechado, ven una oportunidad para atacar a los vampiros, y los Volturi, otra familia chupasangre, pero alla italiana (no levantarse cuando comiencen los créditos finales) también querrán aprovecharse de la situación. Es fácil caer en la comparación con la saga de Harry Potter : ambas son protagonizadas por chicos/adolescentes, que van madurando a lo largo de los libros, se mueven en un ámbito colegial, aunque luego esto ya no importe, van desarrollando sus hormonas e intentan sobrevivir los problemas de la vida como pueden. Pero siempre con valentía, estoicismo y perseverancia. Y, al menos aquí, bien peinaditos. Lo que logra Bill Condon ( Dioses y monstruos ) es precisamente mostrar a los personajes en otro estado de madurez. Bella y Edward se han casado, ya no son chicos coqueteando, tienen otras responsabilidades y están ante un sufrimiento que los marcará de por vida. Amanecer tiene lo que no aparecía en las películas anteriores: todo es más grave, molesto, menos naive. Los fans de Robert Pattinson estarán de parabienes, Kristen Stewart luce bella en su vestido de novia, pero terriblemente demacrada cuando llegue “el” momento”, y Taylor Lautner se saca la camisa cada vez que puede. Es lo que se le pide mientras se aguarda por una conclusión más osada, por la que habrá que esperar unos meses. Qué es un año en la vida de un vampiro.
Una de instrucción cívica El polvorín político en la Córdoba de 1935, con radicales y conservadores enfrentándose para llegar al poder, en tono aleccionador. Con una producción cuidada, buenas intenciones y un puñado de actores conocidos cumpliendo diversos roles de peso (Luis Brandoni, Enrique Liporace, Daniel Valenzuela, que parece enquistado en los papeles de violento y/o corrupto) Hipólito transcurre en la Córdoba de los años ’30, cuando otra dictadura militar estaba instalada en nuestro país y las elecciones de noviembre de 1935 en aquella provincia resultaron un polvorín. El título del filme es el nombre de un niño, a quien su padre ausente se lo puso en honor a Hipólito Yrigoyen, presidente de la Nación y símbolo radical. El chico tampoco tiene madre y una mujer lo ha criado, mientras él aguarda el regreso de su padre. Comparaciones o alegorías al margen, la trama no sigue tanto a Hipólito sino a Marcelo Frías (Tomás Gianola), joven radical que va a Plaza de Mercedes, donde los conservadores hacen de las suyas (léase fraude, apremios ilegales y otros etcéteras) para ganar las elecciones. Frías es hijo de un importante dirigente radical (Brandoni), pero en el pueblo chocará sus ideales con ciertas realidades del lugar que un puntero zonal (Liporace) no podrá hacerle entender. “Las palabras ayudan, pero no alcanzan”, o “Vamos a ir más despacio, pero hay que ganar como sea” son frases que chocan con el idealismo de Frías hijo. Dirigida por Teodoro Ciampagna, algunos diálogos que a fuerza de sentencia pierden su mérito intrínseco no restan demasiado a un filme que busca aleccionar y defender los valores democráticos. A veces, parece demasiado destinado a un público joven.
No hay dos sin tres Dos amigos, una chica y un triángulo amoroso que vuelve a armarse, treinta años después. La sensibilidad con que cuenta las historias y pinta a sus personajes son signos distintivos de Paula Hernández. Tanto en Herencia como en Lluvia , la realizadora de varios capítulos de la miniserie Vientos de agua no teme al sentimentalismo. Sus criaturas hablan como sienten y actúan como piensan. Si hay otra cualidad en el cine de Hernández es la honestidad con que se presentan sus protagonistas. El de Un amor es el relato, con más de semblanza, de un triángulo de amigos y de amor. Ya desde el título con que bautizó al guión, que escribió basándose en el cuento de Sergio Bizzio (le quitó el ”para toda la vida” ), marca una diferencia de peso para situar al espectador. Se habla de amor, de uno, pero que puede ser efímero. Potente, pero pasajero. No se sabrá hasta desandada buena parte de la proyección. La misma empieza con Lalo, Bruno y Lisa siendo adolescentes, a fines de los años ’70 en Victoria, Entre Ríos. Es ella quien llega para irrumpir en la amistad de los chicos. Ambos se enamoran de la recién llegada –que viene con sus padres, se verá, huyendo de Buenos Aires- y la relación singular y general, en pareja o entre los tres, no será la misma. Nunca. La película irá yendo y viniendo en el tiempo, ya que pronto se encontrarán Bruno y Lisa en Buenos Aires, después de treinta años, y ella disparará su deseo: “¿Vamos a Victoria, a visitar a Lalo?” El reencuentro ofrecerá de todo, momentos para la alegría, la nostalgia, la desazón, el dolor. “Ya recordamos suficiente, no quiero recordar más”, dice Lalo, a quien le cabe una de las más hermosas declaraciones de amor. “Cuando te fuiste te veía en todos lados. Te buscaba en otras chicas en lo que eras parecido, en lo que eras distinto”. Allí es donde Hernández da en el blanco. Cuando los personajes están sin defensas –casi siempre-, sin armaduras y vuelven a ser lo que fueron en la adolescencia. Historia de amor, sí, pero también de soledades, Un amor cuenta con un trío protagónico de excepción. Elena Roger, en su debut cinematográfico con un papel de peso, hace eso que tan bien sabe hacer sobre el escenario. Mostrar distintas facetas de sus personajes, ser tierna y desconsolada a la vez, comprarse a la platea pareciendo sincera en cada diálogo. Los mismo va para Diego Peretti y para Luis Ziembrowski (Lalo), en una composición que lo aleja de lo que hizo en Lalola en TV, y lo acerca a Tatuado , su mejor composición junto a ésta en el cine.
Heroína para los tiempos que corren Caperucita se cruza con Hansel y Gretel. En esta secuela de un éxito ( La verdadera historia de Caperucita roja , que ya distorsionaba al original y lo refrescaba con un personaje central mucho más aguerrido y para nada naif como era el original, estrenado aquí en 2007), la protagonista se cruza ahora con Hansel y Gretel. Caperucita integra una hermandad, que tiene como cruzada que los cuentos terminen siempre bien. Si el lobo no se deglutió a la abuelita, esta misma ahora es clave en la trama: ella es la única que conoce cuál es el ingrediente secreto y último de una receta, que si cae en manos de la malvada de turno... Bueno, el mundo de la infancia de más de uno se vendría abajo. Este tipo de películas cuenta con un punto a favor, claramente: los chicos, principales destinatarios, no se preocupan por si la historia no es como la que les leyeron antes de acostarse, o si los dibujos se asemejan o no a cómo se los imaginaron. Aquí se ríen precisamente de las diferencias, con Caperucita Roja hecha una suerte de combatiente ninja, que acude con el lobo -su amigo- al rescate tanto de la abuelita como de Hansel y Gretel. Alguien, con una horrible máscara, los secuestró. ¿Y quién podrá socorrerlos? La proyección en 3D está hecha para acrecentar la sensación de profundidad de campo -no para que los golpes de Caperucita o quien fuera salgan de la pantalla-, o sea que está bien. En cuanto al humor, hay gags que podrán ser atrapados por los chicos, y otros son para más entendidos. El doblaje al castellano hace que varios chistes pierdan en la traducción (y también con él se vayan las voces de Glenn Close, Joan Cusack, Martin Short). A primera vista parece que la película tuviera demasiadas subtramas, pero no: los chicos la disfrutan y la siguen sin ningún problema. La dirección de arte por momentos asombra, y si no todo es Pixar en el mundo de la animación digital, esta Caperucita no desentona ni tampoco destiñe.
El Diablo sabe por diablo Se acerca el 11 de noviembre, y a Joseph le va para el diablo. Hay gente a la que los números le rigen la vida. No hablamos de quinieleros ni de agentes de Bolsa. Tipos que creen que los días 15 todo les puede salir mal, o que tal o cual cifra no les gusta para nada. Y hay hombres como Joseph que, creer o reventar, se despiertan a las 23.11 (o sea, las 11.11 en un reloj de manecillas), que recuerdan que a esa hora su hijito murió quemado, o que el 11.11 nació su hermano Samuel, y en el parto falleció su madre. Bueno, a Joseph poco a poco le empieza a preocupar que en apenas unas pocas horas llega el 11/11/11 (para ansiosos, es el viernes de la semana que viene). Y, autor de best sellers, viaja hacia Barcelona, donde en una casona frente al mar su padre está muriendo, y su hermano, pastor, está en silla de ruedas. Al llegar ahí, luego de tratar de superar la muerte de sus seres queridos -la esposa también pasó a ver los rabanitos desde abajo- en sesiones de terapia colectiva, donde conoce a una linda morocha, Joseph advierte que a las 11.11 de la noche extrañas ¿figuras? ¿fantasmas? rondan la casa. ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? ¿Llega el anticristo? ¿Por qué no se van Joseph, Samuel y el papá de la casa? ¿Eh? Si uno ingresa a la sala sin saber que el director de La profecía del 11.11.11 es el mismo de El juego del miedo II , III y IV , tal vez respire aliviado. Pero igual, el filme no tiene atrocidades en primerísimo primer plano, y es más la intriga que ofrece que el espanto que muestra. Hay muchas líneas inconexas y preguntas sin respuestas, y a medida de que se acerca el 11.11.11, claro, el suspenso va in crescendo. Si el Diablo sabe por Diablo, pero más sabe por viejo, de ver tantas películas ya conoce el final. O sea.