La profecía del 11-11-11

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El Diablo sabe por diablo

Se acerca el 11 de noviembre, y a Joseph le va para el diablo.

Hay gente a la que los números le rigen la vida. No hablamos de quinieleros ni de agentes de Bolsa. Tipos que creen que los días 15 todo les puede salir mal, o que tal o cual cifra no les gusta para nada. Y hay hombres como Joseph que, creer o reventar, se despiertan a las 23.11 (o sea, las 11.11 en un reloj de manecillas), que recuerdan que a esa hora su hijito murió quemado, o que el 11.11 nació su hermano Samuel, y en el parto falleció su madre.

Bueno, a Joseph poco a poco le empieza a preocupar que en apenas unas pocas horas llega el 11/11/11 (para ansiosos, es el viernes de la semana que viene). Y, autor de best sellers, viaja hacia Barcelona, donde en una casona frente al mar su padre está muriendo, y su hermano, pastor, está en silla de ruedas.

Al llegar ahí, luego de tratar de superar la muerte de sus seres queridos -la esposa también pasó a ver los rabanitos desde abajo- en sesiones de terapia colectiva, donde conoce a una linda morocha, Joseph advierte que a las 11.11 de la noche extrañas ¿figuras? ¿fantasmas? rondan la casa. ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? ¿Llega el anticristo? ¿Por qué no se van Joseph, Samuel y el papá de la casa? ¿Eh? Si uno ingresa a la sala sin saber que el director de La profecía del 11.11.11 es el mismo de El juego del miedo II , III y IV , tal vez respire aliviado. Pero igual, el filme no tiene atrocidades en primerísimo primer plano, y es más la intriga que ofrece que el espanto que muestra.

Hay muchas líneas inconexas y preguntas sin respuestas, y a medida de que se acerca el 11.11.11, claro, el suspenso va in crescendo. Si el Diablo sabe por Diablo, pero más sabe por viejo, de ver tantas películas ya conoce el final. O sea.