Justin Timberlake, Ben Affleck y Gemma Arterton son los principales ganchos de “Apuesta máxima”, típica película de tramposos (estafadores, en este caso dentro del mundo de las apuestas online) que pretende ser un poco una versión de “Wall Street” pero no tan lograda y lejos del drama que aquella proponía. El director es Brad Furman, el mismo de “The Lincoln Lawyer”, realizador que todavía no tiene un perfil definido y al que se ve que aportar a esta película le costó bastante. “Runner runner” se presenta desde el vamos atractiva, gracias a su elenco. Allí, desde el póster, los tres protagonistas llaman la atención. Así también, el personaje de Ivan Block (Affleck) seduce al de Richie (Timberlake), un joven que para pagar sus estudios universitarios apuesta en páginas de internet. Cuando Richie llega a Ivan lo hace sin saber qué va a sacar de denunciar una estafa con el mismísimo creador de la página. Y allí está quizás el primer punto difuso del guión. Nos dicen que casi nadie ve a Ivan Block, que es casi imposible de llegar a él, pero Richie viaja a Costa Rica, (lugar paradisíaco que será el escenario central de la trama), y pide acceder a la fiesta. “Ves, sólo tenías que decirlo”, le dicen (!). De repente, todo parece fácil. Ivan compra a Richie tras presentarle una vida llena de placeres, mujeres, dinero, en este lugar de ensueño. Y éste último, como seguramente cualquiera lo haría, acepta. Pero nada puede ser tan bueno en esta vida, y así, este joven se ve a sí mismo envuelto en un negocio cada vez más oscuro. En "Apuesta máxima", Ben Affleck (que cuando juega de actor que suele ser vapuleado por la crítica) no está mal, incluso se puede decir que lo vemos más que correcto, y es el encargado de dar vida al personaje más difícil, el del villano. El rol que en general suele definir la suerte de una cinta de suspenso e intriga. El problema es que tiene poca fuerza y presencia en pantalla y no entrega más que un buen boceto de malo. Y la trama, demandaba más. Lo acompaña un Justin Timberlake que, mientras su carrera comenzó en la música, encontró un lugar privilegiado en el cine, sobre todo después de "La Red Social". Y el toque femenino lo pone la bella Gemma Arterton. Ella da vida a una mujer casi prescindible en el guión, (tanto que seguramente la película termina y ni nos acordaremos de su nombre), pero que está ubicada allí para atraer miradas y lo hace bien, es innegable. Nos hubiese gustado que algunos personajes se desarrollen un poco más, ganando en complejidad y nutriendo la historia. Supongo que de alguna manera, “Apuesta máxima” falla principalmente en la construcción de tensión, derivada de la excesiva simpleza en los perfiles de los protagonistas. Y los encargados del guión son la dupla detrás de películas como “Runaway Jury”, “Ocean’s Thirteen” y “The Girlfriend Experience”, entre otras, así que quizás estos muchachos necesiten reformular algunas cosas… Más allá de lo simple o predecible que puede ser una historia que pretende ser muchas cosas, mejor dicho, ser una y convertirse en otra a cada rato, esas vueltas de tuerca hacen de "Apuesta máxima" un entretenimiento al que quizás haya que prestarle atención, para aquellos que les interese el género y no tengan mayores expectativas. Más discreta que sólida, es otro intento por explorar un género del que no hay muchos buenos exponentes en este tiempo
La primera Grave Encounters, allá por el 2011, era una película dirigida por unos Vicious Brothers (que en realidad no son hermanos, son dos amigos que se conocieron de chicos y comenzaron a filmar) que nunca llegó a las salas. Pero tras su desembarco directo a dvd, fue generando adeptos, y este sorprendente éxito los hizo pensar, como sucede mucho últimamente, en una segunda parte. Ya no dirigida por ellos, pero sí escrita, esta segunda entrega tiene como protagonista a un joven que hace videos criticando películas, hace una reseña de "Grave Encounters", y decide dirigir una película de terror digna del género (pero por lo poco que vemos del rodaje, no le sale en lo absoluto), hasta que recibe mensajes misteriosos que lo van acercando al film en cuestión. Así, termina decidiendo que la película que va a hacer es un documental sobre ésta y para eso se va con sus amigos al hospital donde se sucede la primera entrega. El recurso del found footage, de este falso documental, y la constante cámara subjetiva, siguen presentes en toda la película. Tiene a favor el hecho de que no es estrictamente necesario ver la primera para entenderla, pero sí sirve para comprender mejor la continuidad, mucho de lo que vamos a ver acá ya lo vimos antes. La meta de los protagonistas va a ser la misma: si en la primera querían hacer un episodio de un programa de televisión sobre fenómenos paranormales, en esta segunda es simplemente terminar la película. Ninguna de las dos se percibe muy novedosa después de películas como (mencionadas incluso en el film) El Proyecto Blair Witch o las múltiples Actividad Paranormal. Pero mientras la primer película, tras un comienzo plano, logra tomar forma interesante, en esta segunda hay poco más que ofrecer. Lo bueno es que decide no tomarse muy en serio y el final no es predecible, además de que no se torna pesada. Eso, sumado a algún buen susto, confiables efectos especiales y a la idea de querer hacernos creer, aunque sea por un rato, que lo que vemos es real, pueden hacer de esta película una disfrutable para los adeptos al género de terror. Se podría prescindir de ella, es cierto, pero no deja de ser una opción interesante...
Hay fórmulas que conocemos hasta el hartazgo. "The Heat", dirigida por el realizador de "Bridesmaids" Paul Feig, parte de una de ellas, que básicamente se basa en poner a dos personajes muy diferentes entre sí a interactuar con el fin de llegar a una misma meta, en este caso atrapar a la cabeza de una red de narcotraficantes. La gracia reside en ser testigos del recorrido de una relación que al principio parece no tiene posibilidad alguna de existir pero, en general, sabemos que siempre va a terminar en una amistad o algo parecido. Pero si bien estas fórmulas tienen ciertas reglas a las que ninguna de estas películas puede escapar, lo importante no es sólo el que esté utilizada, sino el cómo. Y "The Heat" termina siendo una gran película si lo que se quiere es pasar un buen rato y reírse. Sandra Bullock interpreta a un agente especial que está tan dedicada a su trabajo que no tiene amigos, ni pareja, ni siquiera un gato, por lo que toma prestado el del vecino. Melissa McCarthy es otra agente, pero una que se maneja a su modo, que no permite que nadie le ordene y... en general es un caos. Si algo hay que resaltar del film, una comedia de acción de dos horas de duración, es la química entre ellas dos. Es cierto que Melissa McCarthy siempre termina sobresaliendo ante la ganadora del Oscar, aunque también por momentos tengamos la sensación de que hace siempre el mismo personaje, pero ambas funcionan como equipo, lo que no tiene una lo tiene la otra, se complementan y logran las dos salir airosas del duelo actoral. A grandes rasgos, vimos muchas películas como "The Heat", es cierto. Pero también es cierto que en la mayoría de esas veces los dos protagonismos principales recaen en actores masculinos, por lo que el tener a estas dos actrices en la pantalla es un acierto. Aún así, como resaltaba antes, la película no sería lo mismo con dos actrices cualquiera. Son ellas, Bullock y McCarthy, la película, cada una a su modo. Una, con su patetismo y falso control de todo, y la otra, desatada, sin pelos en la lengua y "demente", como la definen en algún momento. Es inevitable entonces que la trama policial quede un poco en segundo plano. Y no nos quejamos. Porque "The Heat" es un film que no pretende más que hacernos pasar un buen rato, y no falla.
Dario Argento y Drácula. Dos nombres interesantísimos deciden unirse. Uno de los maestros del terror italiano y el conde vampiro. Y la ya poca novedad del 3D, que hoy en día satura las pantallas de las salas de cine. Lo que quizás sí es novedoso, es que si nos hubiesen dicho tiempo atrás, cuando la moda del 3D comenzó, que iban a hacer la versión tridimensional del vampiro más famoso de la historia, nadie se hubiese imaginado que la dirección iría a caer en manos de un director italiano y mucho menos de un director que nos acostumbra a un cine “berreta” (no lo digo en tono despectivo, todo lo contrario). Cualquiera hubiese imaginado una película al mejor estilo hollywoodense, probablemente con poco alma pero grandes efectos especiales. ¿Entonces hay que agradecer que Dario Argento haya decidido hacer la versión tridimensional de Drácula antes de que se le ocurriera a algún productor norteamericano? La verdad, es que como toda película del director, vale aclarar que no es una película para cualquier tipo de público. También es cierto que el director ya no se encuentra inspirado como en su época de “Suspiria”. Aún así, Argento se puso al mando de un trabajo difícil (¿cuántas versiones hay ya de la novela de Bram Stoker? ¿alguien puede confiar en que sea posible superar la obra maestra de Coppola, o incluso las interpretaciones más clásicas, como las de Bela Lugosi o Christopher Lee?), y decidió hacerlo siendo fiel al libro. Eso dijo él, pero lo cierto es que, primero y principal, serle fiel al libro es muy difícil, porque está escrito de modo epistolar, y porque Drácula prácticamente no aparece en él. Y segundo, porque a él le interesan otras cosas, seamos honestos. Pone a su hija como una de sus protagonistas, ni más ni menos que Lucy, y que ponga a Asia Argento ya pronostica que estará principalmente para mostrar piel. Y no es la única. Porque las mujeres en su cine suelen estar para eso, y Miriam Giovannelli es otra hermosa mujer que es puesta frente a las cámaras con ese propósito. A Argento también le interesa otro tipo de cine, y acá parece homenajear a las monster movies, convirtiendo a Drácula, de una manera más literal que nunca, en un ser que puede transformarse en cualquier animal. En cualquiera. De hecho es protagonista de una de las escenas más bizarras y por lo tanto divertidas que vi. A grandes rasgos, la película de Dario Argento es fallida pero interesante. Incluso el gran Rutger Hauer aparece como Van Helsing, pero nos hubiese gustado que tuviera más minutos de pantalla. El papel del conde recae en Thomas Kretschmann, actor que vimos en “Wanted”. Las actuaciones en general no sobresalen ninguna, a excepción de Hauer, pero es que se dan de un modo teatral. Drácula 3D no termina de crear los climas y la atmósfera que pretende, por momentos está cerca pero no, se queda en el intento. Pero el gore y los desnudos femeninos están a la carta. El humor que genera las bizarras escenas, también. Por eso, es un film sólo para un determinado tipo de público.
Owen Wilson y Vince Vaugh, miembros del Frat Pack, dos actores que tienen su puesto de estrellas de comedia asegurados, con una gran química entre ellos, regresan con esta nueva comedia del director Shawn Levy (realizador desparejo pero que en los últimos años ha hecho películas muy taquilleras). En ella, los amigos pertenecen a una generación atrasada, que no supo ponerse al día con la tecnología, y a quienes el tiempo se les fue de la mano. Se les fue y lo notan cuando se quedan sin trabajo, aquel que consistía en hacer lo que ellos sabían: vender. Pero vendían relojes, y hoy ya nadie mira su muñeca para saber qué hora es. Por eso, tras una gran escena en la que suena y cantan “Ironic” de Alanis Morisette, los muchachos que creen tener una gran venta asegurada, se enteran por otra persona que de repente pasaron a ser desempleados. ¿Y ahora? Nick (Wilson) cae en las manos del excéntrico marido de su hermana, y es allí cuando hace su pequeña participación especial otro de los miembros del Frat Pack, ni más ni menos que Will Ferrell. A Billy todo le cuesta más, pero al sentarse frente a la pantalla de pc, descubre dónde está el futuro: en Google. El lugar que hace unos años fue designado el más divertido en el que se puede trabajar comienza a tomar pasantes. Pero Billy no puede ir a por eso él solo, tiene que hacerlo acompañado de Nick, su hermano de toda la vida. Claro, que no va a ser tan sencillo como iba a creerlo. Sin embargo, allí están. En el mundo de Google. Logran entrar a competir, siendo el centro de las miradas de los demás pasantes, todos jóvenes, tecnológicos y muy inteligentes. Nadie les pone fichas y terminan en el equipo de los marginados, aquellos a los que nadie elige. Toda la película va a ser una prueba tras otra, individual pero también colectiva. Sí, “The Internship” es una oda a Google. Pero es también una película divertida y simpática sobre personas que necesitan saber que sus vidas no están destinadas a trabajos aburridos hasta el día de su muerte, que nunca es tarde para tomar una decisión que te cambie la vida, ya sea postulándote para trabajar en el lugar más deseado por todo el mundo, como decidiendo salir en una cita tras tantos años dedicados sólo al trabajo. “The Internship” no le escapa a las referencias sobre todo cinéfilas. Los Juegos del Hambre, Harry Potter, X-Men y hasta Flashdance aparecen (me reservo contarles cómo, pues ahí radica la gracia). Grandes gags surgen a partir de ellos. La dupla que nunca falla, recordemos el gran e inesperado éxito de “The Wedding Crashers” lo hace otra vez. Son ellos sobre todo el motor de una comedia más larga que lo habitual, pero que no se siente estirada. Su opuesto es Max Minghella, actor que se lo vio en otra película que habla sobre la tecnología pero aquella vez enfocada de manera más oscura en cómo influyen en las relaciones, “The Social Network”. Además del abanico de personajes que serán los compañeros de los dos amigos ya adultos, aparece en pantalla la figura femenina y es ni más ni menos que Rose Byrne, cuyo personaje sufre una transformación acorde al aprendizaje de Nick. Resumiendo, el film es una propuesta divertida y refrescante, con claras moralejas (nunca es tarde para volver a empezar, todo es mejor en equipo, a veces hay que levantar la mirada de la pantallita del celular, una vida dedicada sólo al trabajo es una vida vacía…) y no falla. Ideal para pasar un buen rato y salir con una sonrisa en el rostro.
Verano de 1915. Gilles Bourdos cuenta los últimos años del pintor, interpretado por Michel Bouquet, se encuentran divididos entre la ausencia de su amada mujer y el trabajo constante en las pinturas que tan célebre lo han hecho. Y entonces aparece Andrée, enviada por su fallecida mujer, una hermosa pelirroja de tez como la porcelana, interpretada por Christa Theret. Al poco tiempo de llegar esta mujer, aspirante a actriz, provocativa, bohemia, que deja su estela por donde pase, provocando suspiros entre los hombres, y envidia entre las mujeres de la casa que alguna vez también fueron modelos y hoy se encuentran haciendo quehaceres, llega el hijo, uno de ellos, Jean, sí, Jean Renoir, herido por la guerra. La historia principal se centra en el pintor, sus silencios y su aire misterioso, en verlo al aire libre, entre esos paisajes pictóricos, dando vida a sus inmortales obras. Pero también está la de Jean, a diferencia de su padre, abierto, volátil, y ambas están marcadas por Andrée. Así como inspira al pintor en su obra, es quien mueve a Jean, y lo empuja hasta el cine. Lo lleva hacia ese mundo de celuloide que él al comienzo rechaza y luego va a ser el lugar donde va a ser reconocido, y ella quede totalmente olvidada. Con una hermosa fotografía, que nos invita a sumergirnos en paisajes calmos y preciosos, y que también se enamora de su protagonista femenina, la película respira mucho aire europeo, en sus escenas largas, y de pocos diálogos, pero hermosas. La música es de Alexandre Desplat y si les gusta el cine europeo, con su cadencia y fotografía, esta es una buena alternativa para este fin de semana.
La película de Edouard Deluc que se estrena este jueves fue probablemente una de las más curiosas de las que se pudo ver en Les Avant Premieres, hace unos meses como preestreno. Curiosa quizás para nosotros, porque es una coproducción entre Francia y Argentina. Y sobre todo, porque está filmada acá, parte en Buenos Aires y otra, tal como lo indica su título original, en Mendoza. Dos hermanos aterrizan en Buenos Aires después de un viaje desde Francia. Uno llega enérgico y es quien intenta llevar adelante el viaje que los trajo hasta allí para el casamiento de su hermano, que será en Mendoza. El otro, llega deprimido y sin su maleta. Pero antes de partir hacia Mendoza, los hermanos tienen la posibilidad de parar en Buenos Aires, en un hostel de mala muerte pero atendido por un amable hombre, y conocer la ciudad. Una ciudad llena de personajes excéntricos por la noche, basura en las calles, y prostitutas que sólo querrán cantar y bailar. Y como esta película funciona como una road movie, luego los tendremos sobre la ruta. Un viaje en el que conocerán Mendoza, harán catas de vino, y aparecerá ella, una mujer que será el objeto de deseo de ambos, y es ni más ni menos que la actriz argentina Paloma Contreras. Si algo tiene en contra esta película, es que muchos guiños y referencias y chistes sólo los entenderemos nosotros, los argentinos, pero claro, eso no nos juega en contra. Pero además, como toda buena road movie, no se trata sólo de un viaje físico, sino que los protagonistas se irán transformando, o mejor dicho, mostrando quiénes son realmente, bajo esa coraza, o bajo sus mambos y decepciones. A grandes rasgos es una película divertida y que nos puede resultar muy interesante. Una opción refrescante, con el encanto de las comedias francesas, pero también con cierta picardía argenta.
Ariel Winograd sorprendió a todos hace unos años con el más que modesto éxito de su tercera película, “Mi primera boda”. Es cierto que el film contaba con dos caras conocidas y convocantes, como las de Daniel Hendler y Natalia Oreiro, pero también es verdad que logró hacer una comedia divertida al mejor estilo americano. Ahora, con “Vino para robar”, el realizador redobla la apuesta. Con Mendoza como escenario principal y logrando un papel protagonista, y los rostros de, otra vez, Daniel Hendler, y Valeria Bertuccelli, el film es un gran homenaje al cine clásico de Hollywood. Una película sobre ladrones y un inminente boquete a un banco para robar un vino añejo que vale más de lo que uno puede pensar, cargada de nostalgia, nostalgia que se percibe en la música (con un par de excepciones que la hacen un poco uniforme), en escenas musicalizadas románticamente con la melodía de un piano, en el vestuario, especialmente de la protagonista femenina, cuyo guardarropa parece salido del de Audrey Hepburn, y hasta en el auto que ella conduce, un Citröen. "Vino para robar” es una película divertida, ambiciosa pero cero pretenciosa, que pone en evidencia que en nuestro país se puede hacer cine de género y al mejor estilo hollywoodense. Las referencias a éste están servidas sobre la mesa, no sólo desde citas a planos, o vestuarios, y caracterizaciones, sino incluso mencionadas, como las de James Bond, “Bonnie and Clyde”, “North by Northwest” de Hitchcock y hasta la francesa “Rififi”. Si de algo peca la forma en que se está promocionando el film, es del hecho de que desde el trailer parece que ya vimos todo lo que esta película tiene para ofrecer, que está todo servido en bandeja en sólo unos minutos. Y si bien parte de esto es cierto, cabe resaltar que “Vino para robar” no es sólo una película sobre un robo a un banco, sino sobre personajes que no terminan de confiar el uno en el otro, o que, mejor dicho, no quieren hacerlo pero no les queda otra que terminar confiando. Juan Leyrado está impecable como el villano de turno, Pablo Rago está correcto en un personaje que al principio parece no aportar demasiado pero luego seremos testigos de que sí, de que es imprescindible en la historia, y el pequeño gran Martín Piroyanski, como el compañero del protagonista, que aporta un gran conocimiento tecnológico y mucho humor. Daniel Hendler está tan bien como siempre, en general sus personajes se le parecen y no falla. Valeria Bertuccelli sorprende quizás porque su personaje ya se encuentra alejado de la malhumorada y sarcástica Tana Ferro que a veces parece que la vemos en casi todas sus películas, y no sólo está más linda que nunca, sino que su personaje logra por momentos ser adorable aún sin quererlo. A grandes rasgos, “Vino para robar” es una película entretenida, colmada de nostalgia, y con un guión que transita por los rincones de un género poco visto en nuestro país, y sale de él airoso.
Lindon protagoniza un drama de Stéphane Brizé que al principio parece que va a ser sobre su re adaptación, tras salir de la cárcel, al mundo real. Pero no, lo principal radica en otro lado, en su casa, en la casa de su madre, en la convivencia entre estas dos personas que se quieren pero que no pueden pasar tanto tiempo juntos, no pueden demostrarse afecto,son fríos. Pero mientras él sólo logra ver a su madre como una especie de estorbo, no nota que a ella le sucede algo más, algo que calla, que se guarda para ella. Y es algo que él descubre de casualidad: una enfermedad terminal. Ninguno de los dos sabe cómo afrontar un futuro irremediable. Ella sólo sabe cómo no quiere hacerlo. No quiere ser un vegetal. Y es por eso que se informa y termina decidiendo que va a morir con dignidad, en otro país, en Suiza, porque en este no es legal. Ni su hijo ni su doctora están de acuerdos con semejante decisión pero nadie va a impedirlo, sino que deciden acompañarla en su decisión, al fin y al cabo es la única que tiene derecho a hacerlo. Y es en estos momentos en que Alain (Lindon) comienza a acercarse a su madre, sin palabras, probablemente de un modo en que nunca antes lo había hecho. En el medio conoce a una mujer, interpretada por la siempre bella Emmanuelle Seigner, pero así como él no sabe cómo lidiar con su madre, tampoco sabe cómo llevar adelante una relación, y termina tratándola de una manera que ella no se merece. El film es un drama duro, y trata este tema de la eutanasia de manera delicada, elegante, sin ponerse ni a favor ni en contra, pero sí mostrando lo difícil que es. Difícil para el hijo que no quiere ver a su madre morir, pero también difícil para la persona que decide hacerlo, que después de estar tanto tiempo firme, estalla en llanto y miedo. Dolorosa es la experiencia pero indudablemente recomendable. Un film que no puede dejar indiferente a su audiencia y que no debería pasar desapercibido por la profundidad de su tratamiento.
Supongo que hay personajes que terminan convirtiéndose en importantes en la vida de uno. Y sobre todo creo que el hecho de que pertenezcan a una saga ayuda, porque los vemos crecer, en definitiva, los vemos vivir. En la saga que dirige Richard Linklater y protagonizan Ethan Hawke y Julie Delpy, el tiempo es fundamental para la historia, o las historias que se quieren contar. Me gusta la forma en que lo definió el propio Ethan: "La primer película es sobre lo que podría haber sido. La segunda, sobre lo que debería haber sido. Y Before Midnight, sobre lo que es". Mientras en Before Sunrise ellos eran dos jóvenes, hacía no mucho que habían dejado la adolescencia, y juegan a ser adultos y racionales y así es que terminan separándose, en Before Sunset parecían lamentarlo, al fin y al cabo sus vidas separadas no habían salido del modo en que ellos lo esperaban, y, como dice Celine, todo lo romántica que podía ser se quedó en esa noche hacía nueve años. Pero el final de esta segunda entrega, era una de las escenas más simples y memorables y perfectas del cine de estos últimos tiempos. Dos palabras, "I know", eran suficientes para saber, o al menos imaginar, qué podía pasar después. Pero nueve años después ellos nos dan la sorpresa y tras haber filmado secretamente esta tercer entrega, vuelven con "Before Midnight". Ya desde el trailer (como pasó también con la segunda) nos adelantan imágenes que algunos podrían considerar spoilers, pero creo que en películas como estas, por lo menos a mí me sucede así, no me arruina nada el saber que sí, que finalmente decidieron darse una oportunidad juntos, sino, todo lo contrario, esto aumentó mis expectativas. Con Grecia como escenario esta vez, Jesse y Celine ya no son jóvenes, y tienen dos hermosas niñas llamadas como Nina Simone y Ella Fitzgerald. Mientras Jesse lidia con la relación a distancia que tiene con su primer hijo y con su vida como escritor, Celine está más abocada a su papel de madre aunque intenta no dejar su lado como activista, aunque a veces no pueda evitar sentirse un poco frustrada. Before Midnight es la menos romántica, la más graciosa pero también la más agridulce de las entregas. Escrita por sus protagonistas junto al director, se centra en el final de unas vacaciones en Grecia, que van a ser definitivas para la pareja. No hay un deadline, el tiempo ya corrió lo suficiente, pero se percibe que aquella noche en que se ven casi forzados a pasar la noche a solas en un hotel va a generar algo importante. Y es que todo lo que antes era una fantasía, ahora se tornó real. Y al tornarse real, imperfecto. También se diferencia de las otras dos, en que acá aparecen unos personajes secundarios. No sólo sus hijos, sino la gente que los alojó en Grecia, un escritor veterano, una joven pareja... Y son precisamente estos últimos los que se van a encargar de marcar algo importante que jugó en contra de la pareja que no fue pareja hasta muchos años después: la tecnología. Mientras antes, por no pasarse un número telefónico, no pudieron reencontrarse sino hasta nueve años después, y gracias al libro que Jesse escribió no sólo para no olvidarla, sino para poder encontrarla, hoy en día la parejita joven se comunica por Skype. Y es que otra hubiese sido la historia si ellos se hubiesen conocido en este siglo, pero no, por suerte, ellos se conocieron en los 90s. Pero así como el tiempo, la época y la situación marca ciertas diferencias, también tiene similitudes. Y la principal es lo bien trabajado que están los diálogos. Más cínicos esta vez, pero la película tiene esas pequeñas líneas que te dicen todo en pocas palabras. Pero para que ustedes puedan descubrirlas en la sala, decido abstenerme de empezar a citar. También los largos planos secuencia que siguen a sus protagonistas y son testigos de esas conversaciones que pueden ser tan superfluas como profundas. Y la química entre Delpy y Hawke se mantiene intacta, en ningún momento parecería que estuvieran actuando, y creo que eso también contribuyó a que los sintamos tan parte de nuestras vidas. Resumiendo, no podría decir si es la mejor de las entregas, cada una funciona tanto por separado como unidad y tiene imágenes que quedan grabadas en nuestra retina, y líneas con las que nos podemos sentir muy identificados. Pero sí es diferente. Más agria. No obstante, necesaria. Para no quedarnos con la fantasía, y comprobar que Jesse y Celine se parecen a nosotros mucho más de lo que creíamos.