Abrir puertas y ventanas

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Dudas y dolores con alas propias

Es la ópera prima de la directora Milagros Mumenthaler, quien nació en 1977 en Buenos Aires, pero creció en Suiza debido al exilio de sus padres. Estudió en la Universidad del Cine y antes de acceder a su primer largometraje, premiado en los festivales de Mar del Plata y Locarno, realizó cuatro filmes de corta duración.
La historia se desarrolla a comienzos del otoño en un único escenario: una casona antigua que nunca se conocerá completamente, como si guardara algunos secretos o misterios.
Allí viven tres jóvenes hermanas: Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta, interpretada por Ailin Salas cuando apenas tenía dieciséis años.
Un tiempo antes falleció súbitamente la abuela, una profesora universitaria que las crió. Los padres no aparecen y apenas se los menciona. Se puede presumir que son desaparecidos.
El lugar les quedó grande y se percibe que el pasado pesa en la casa y sobre sus tres moradoras, cuyo devenir y cierta dejadez existencial es apenas alterada por la ocasional presencia de Francisco, un vecino enamorado de una de las hermanas.
Marina cursa en la universidad y Sofía está iniciando los estudios superiores. Ella piensa que Marina es adoptada, porque es diferente. Lo comenta a Violeta y a Francisco y esto desata algunas rispideces y violencias.
Recelos, envidias, la inesperada orfandad y los obstáculos para asumir la nueva realidad, van generando un clima de desasosiego, inclusive de una cierta irritación a flor de labios, que interfiere en la convivencia.
Cuando una de las hermanas abandona la casa, se resquebraja la precaria estructura que habían organizado y las otras dos se verán obligadas a buscar la forma de superar su ostensible vulnerabilidad.
En otras palabras, deben "abrir puertas y ventanas" para comenzar a volar con alas propias, sin la sobreprotección de la abuela. Y ese tránsito hacia una adultez algo forzada les acarreará dudas y dolores varios.
El estilo narrativo impuesto por la directora a su lacónico retrato familiar recuerda el de Lucrecia Martel en La ciénaga. No explica la vida de sus protagonistas: ellas viven, son, y su manera de ser hace la historia.
Sin apelar a simbolismos y sí a la capacidad para observar los detalles significantes, la directora propone el abordaje de dos temas claves: la convivencia entre hermanos, asumida casi como una fatalidad, y la reconocida dificultad para representar la ausencia.
De las tres protagonistas, la que se destaca es María Canale, ganadora como mejor actriz en el Festival de Locarno de 2011, donde la película también obtuvo el premio ecuménico.