El fantasma inesperado El regreso de un director de la talla de John Carpenter ("Hallowen", "La cosa") vale celebrarlo. Aunque la historia no tiene nada de extraordinario ni ofrece una trama compleja, da cierto orgullo presenciar los tics de quien inventó los verdaderos guiños del género de terror. Una joven bella es encerrada en un psiquiátrico, donde le tocará presenciar muertes extrañas de sus compañeras a manos del fantasma de otra interna que constituye el enigma de la película. En poco menos de una hora y media el filme irá ganando en suspenso gracias a un hábil manejo de cámaras a lo Carpenter y a una música que hiela la sangre. No hay sangre a chorros, ni cuerpos mutilados, ni intestinos desparramados. Y allí reside el valor de esta película. Carpenter no se tentó a codearse con el gore ni con estéticas bizarras para aggiornarse. Fue auténtico del minuto uno hasta el final. Y el maestro sigue dando cátedra.
Los autos locos toman vida de nuevo, para alegría de los chicos y disfrute de los padres fierreros. La flamante propuesta de Pixar, que es la primera saga de la productora de Disney después de "Toy Story", llega para consolidar su club de fans con otra historia tan divertida como la primera. Claro que aquí es Mate, la grúa destartalada, la que está al frente de toda la trama. Y lo divertido es la inocencia de este personaje. Es que, preso de sus pocas luces, se inmiscuye en un asunto de espionaje internacional, en el que jamás hubiese imaginado, ni siquiera en sus charlas con sus otros autos amigos del barrio. En medio de aviones y barcos que hablan, la historia atrapa cuando Mate viaja a Londres, París y Porto Corsa, en Italia, mientras que Rayo McQueen compite con los mejores autos del mundo. Los efectos técnicos del filme logran seducir al espectador y está muy bien recreada la humanización de los autos. Desde los hábitos en cada lugar, como es el caso del enfoque de automóviles muy conversadores en Italia, hasta la femeneidad de cada auto femenino, como el que se enamora del mismísimo Mate. La historia deja un mensaje políticamente correcto sobre el final y rescata la pertenencia a un lugar como sello de identidad.
Becca y Howie es una pareja de buen pasar económico pero de un pésimo momento personal y afectivo. Hace ocho meses que perdieron a su hijo en un accidente y desde ese día atraviesan un infierno. La película de John Cameron Mitchell no pretende dar golpes bajos ni especular con la obviedad del dolor. Sólo muestra, a través de notables interpretaciones de Nicole Kidman y Aaron Ekhart, el derrotero de estos padres en la noble intención de buscar un camino que les regale, al menos, una sonrisa al final del día. Becca (Kidman) tiene la necesidad de vincularse con el protagonista involuntario del fatal accidente y hasta trata de recibir de buena gana el embarazo de su hermana. Howie (Ekhart) fuma hierba e intenta seducir a otra mujer, pero no podrá ir más allá. "Laberinto" es tan dolorosa como impecable.
El western bien de acá La venganza no tiene lógica: sólo importa ver muerto al que provocó un daño. Y a Julián le mataron al padre, casi en sus narices. Diez años después, irá por la vida de Aballay, el villano que le truncó su historia. Spiner puso en foco el tema de la violencia, y obliga a reflexionar porque insiste en que la violencia la padece tanto el que la ejerce como el que la recibe. Con "Aballay" se sumergió en una película de género, que combina el western con la estética gauchesca, con una calidad notable. Hay puntos en común con "Juan Moreira", de Leonardo Favio, y también con algún western encabezado por Alan Ladd o John Wayne. Sobresale algún pincelazo gore en escenas muy sangrientas, pero no desentona con el concepto teneral. Brillante la actuación de Rissi.
Adiós efecto sorpresa Si algo tenía de atractivo "¿Qué pasó ayer?" era su efecto sorpresa. Phil, Stu, Alan y Doug eran cuatro amigotes que una mañana se levantaban en Las Vegas y lo único que encontraban a su alrededor era resaca y descontrol. Lo que cambia en esta saga es que en vez de ocurrir en Las Vegas sucede en Bagkok. Lo demás, es menos de lo mismo. Es más, hasta parece una remake, en la que se cambiaron algunos paisajes y situaciones, para que sea distinta pero no tanto. Stu, que había perdido un diente en la primera película, ahora parece encauzar su vida, se enamoró de una tailandesa y se casará nada menos que en Tailandia, en una fiesta donde no pueden faltar sus amigos. Alan (Zach Galifianakis) es como siempre el más extravagante del grupo, pero parece que está lo suficientemente contenido para que no haga ninguna locura que quiebre la armonía. Habrá una despedida en la playa, con una botella de cerveza por cabeza, como para que no haya ningún exceso. Pero todo puede fallar. El descontrol se adueña de la escena y los amigos se topan con traficantes de droga, corruptos y asesinos. Con muy pocas escenas graciosas, el filme de Phillips ratifica que segundas partes nunca fueron buenas.
El osito pura ternura Winnie The Pooh es uno de los personajes más entrañables de la factoría Disney. En este filme, el osito hace lo que mejor sabe hacer: mostrar su obsesión por la miel, su objeto del deseo. Acompañado de sus amigos, Tigger, Igor, Conejo, Piglet y Búho, caerá como al descuido en medio de una misión impensada: salvar al querido Christopher Robin de un inconveniente un tanto especial. Lo más atrapante del filme es que se trata de un cuento simple, con una historia que cierra por todos lados y que, lo más importante, los chicos se sentirán sumamente reconfortados. Si algo tiene de atractivo el personaje Winnie The Pooh es su inocencia y ternura, características que, en un acierto de los realizadores, son resaltadas a lo largo de los 64 minutos, un tiempo más que suficiente para que la película evite transitar mesetas narrativas. Incluso, hasta por su buena dosis de ingenio, el filme se hace entretenido para los más grandes.
Romance desdibujado entre lonas de circo Poco, muy poco para otra nueva película de amor. Un veterinario y una actriz se enamoran en el marco de un circo ambulante, con el toque de color de la elefanta Rosie, que también aporta poco para justificar el título. Pattinson sigue aportando su rostro inexpresivo, con la diferencia que ahora no es el vampiro de "Crepúsculo", y cuando le toca transmitir emociones derrapa en todas las curvas. La trama deambula entre escenas mil veces vistas en películas románticas de Hollywood y ni siquiera zafa la actuación de Cristoph Waltz, quien brilló en "Bastardos sin gloria", pero aquí es un villano estereotipado. Ni siquiera se luce el rol de la efectiva Reese Whiterspoon, que apenas saca a relucir su oficio en contadas escenas. La magia del circo careció de la riqueza de imágenes para retratarla con la esencia merecida.
El vértigo estereotipado Tómala o déjala. "Rápidos y furiosos 5" es de esas películas que apuntan a un sólo tipo de público, al que les encantan las de acción, las de tiros, las de forzudos que hacen piruetas, las que tienen un vértigo similar a un videoclip de MTV de una banda tipo Limp Bizkit, las de ágiles vengadores que se suben a los techos de los autos para matar al enemigo con escopetas enormes. Eso, eso es "Rápidos y furiososo 5", plagada de estereotipos del villano y el héroe, como cantidad de películas estadounidenses. Lo especial, se podría decir, es que la historia transcurre en Río de Janeiro, por lo que muchos sentirán una suerte de proximidad con el clima hostil de las favelas, aunque jamás el director Justin Lin las podría pintar con la crudeza con que lo hizo Fernando Meirelles en "Ciudad de Dios". Así y todo, hay largas colas para ver la película, y dejará chochos a los fanáticos de la saga.
El Diablo tiene un plan La vuelta al pasado fue abordada en reiteradas oportunidades por el cine, pero esta vez, con la mirada de dos talentosos como lo son Mariano Cohn y Gastón Duprat, todo tiene otro target. Y más si se parte de un cuento del rosarino Alberto Laiseca, quien hasta deja un guiño canalla en la película. El mismísimo Diablo se le presenta a un hombre mediocre de 63 años y le plantea que le dará un millón de dólares si vuelve al pasado, en la fecha que elija, pero con la mente en la actualidad. Como todo argentino, intentará actos heroicos o enriquecerse rápidamente con resultados no del todo agradables. El filme de los autores de "El artista" y "El hombre de al lado" tiene el valor agregado de Laiseca, haciendo de sí mismo. La esencia del argentino medio atraviesa la película, en la que se destaca Disi, por demostrar que se luce cuando deja de lado sus máscaras conocidas de la pantalla chica.
Estrellas sin estrella Difícil buscarle algo positivo a la película de Diego Rafecas. En medio de un cine argentino que pugna por crecer, que apuesta a lo alternativo, que se arriesga a hacer películas de género, como suspenso o terror, Rafecas retrocede 30 años con "Cruzadas". No sólo desde la historia de dos media hermanas que deberían odiarse pero que no llegan a plasmar su odio, sino a partir de tomas que ya eran viejas en los 80. A menos que le interese incursionar en el cine bizarro, Rafecas (que también actúa en el filme) pretende plasmar dos mundos enfrentados, el de la bailanta y el de un poderoso holding televisivo, y extenderlo a la rivalidad de dos hermanas. Una es una empresaria inescrupulosa, interpretada por Moria, siempre haciendo de Moria, y otra es Nacha, nunca tan lejos de Evita. Lo de Pinti, simplemente patético. La única estrella de esta crítica es por Chachi Telesco, lejos, lo mejor de la película.