El diablo dentro tuyo Las películas de posesiones demoníacas engrosan la larga lista de filmes de terror. Todas, claro, después de “El exorcista”, que por novedad, calidad y tan polémicas como fantásticas escenas se convirtió en un mojón dentro de esta temática. El punto en común que tiene con aquella película que protagonizó Linda Blair es que aquí también la poseída es una pre-adolescente, como lo era Megan. Aquí la demonizada es Emily (una expresiva Natasha Calis), que se encuentra con una caja de madera con una inscripción en hebreo que radicalmente le da vuelta la vida. Su padre (Jeffrey Dean Morgan, de increíble parecido con Javier Bardem) nota cómo su hija se va transformando hasta convertirse en el monstruo que lleva adentro. El director Ole Bornedal tuvo la suficiente inteligencia como para asustar lo justo y necesario. Es más, para los apasionados del terror, tendrán que esperar hasta el final de la película para ver la escena más fuerte, y desde ya, la más lograda. El trasfondo familiar de la niña, con los padres separados, le agrega dramatismo al contexto, pero también sirve para mostrar al padre como un héroe y a la madre como una incrédula, e incluso, una vez más a la escuela como una institución lejana al segundo hogar. Vale la pena verla y codearse un poco con el diablo.
El viejo truco de la violencia El tema es la violencia. Stallone sabe, a lo largo de su historia cinéfila, que los tiros, los líos y la cosa golda siempre fueron sinónimos de fama y dinero. Y después de las sagas “Rambo” y “Rocky”, ahora va por la de “Los indestructibles”. La segunda parte no dista demasiado de la primera, en cuanto al concepto, si es que hay concepto. Los mercenarios vuelven a las andadas, ahora con la bella Nan Yu y con Arnold Scwarzenegger, que en la primera película tenía un breve cameo. Hay vanos intentos del director Simon West para que la película tenga tips graciosos, pero el humor resulta tan obvio que no genera ni una sola sonrisa. Como en tantas películas de la industria de acción cinematográfica estadounidense, el mundo puede llegar a desaparecer y alguien tiene que evitarlo. Claro que aquí, en vez de tomar alguna idea de Christopher Nolan en la excelente “El caballero de la noche asciende”, estos súper héroes vestidos de mercenarios todo terreno sobran todas y cada una de las situaciones como si lo fatal nunca llegase a ocurrir. La sumatoria de estrellas incluye a Chuck Norris, Dolph Lundgren, Jean Claude Van Damme y Jet Li, pero cantidad no significa calidad. Sólo para fanáticos del género.
El hombre que olvidó todo Quizá los fanáticos de Arnold Schwarzenegger sientan que no habrá nada igual a la película original estrenada en los 90, pero esta remake de “El vengador del futuro” tiene todo para quedarse atado a la butaca del principio al fin. La historia tiene diferencias poco significativas con el filme de Paul Verhoeven, pero mantiene la esencia de aquel relato y va por más, sobre todo en el plano estético. Es que Len Wiseman apeló a todos los recursos técnicos de última generación para mostrar a una trama futurista, en la que el destino final será la pelea entre dos mundos, el más poderoso y el más oprimido, que son el reflejo de dos maneras de mirar la vida. La trama central parte desde el derrotero de Douglas Quaid (Farrell, tan poco expresivo como Schwarzenegger), quien es un trabajador de una fábrica que no puede dormir por sus frecuentes pesadillas, pese a que a su lado duerme todas las noches con una bella mujer (Kate Beckinsale). Pero todo cambia cuando ingresa en Rekall, un sistema que permite convertir sus sueños en recuerdos reales. A partir de allí, Quaid descubrirá que no es un obrero sino un espía temible, que guarda un secreto por el que es perseguido por los villanos más malvados del universo. Quizá la metáfora del héroe solitario (a veces acompañado por la bellísima Jessica Beil) que puede salvar al mundo es redundante, pero la película es un plato fuerte del género.
Por las joyas de Eva Perón Eduard Cortés partió de un hecho verídico, como el robo de las joyas de Eva Perón en la década del 50, para construir un filme con pincelazos de policial oscuro y pasajes de comedia. De la mano del talento interpretativo de Francella y un aceptable coequiper como lo fue Cabré, "¡Atraco!" transita un relato dinámico, que atrapa y entretiene, más allá de que está lejos de ser considerada una gran película. La historia comienza con un robo en Madrid, con dos hombres vestidos de policía, que se fugan con un botín de una joyería. La acción continúa con una imagen ambientada en Panamá, una semanas antes. El tema es conseguir fondos para que el general Juan Domingo Perón pueda instalarse en Madrid. Desde allí, Landa (un exquisito Daniel Fanego), que compone a un cuadro peronista de peso, contactará a Merello (Francella), un ex custodio de Eva Perón que tiene un amor platónico con ella. El comandará, junto a Miguel (Cabré), que da vida a un actor de poca monta, el asalto de joyas que fueron de Eva y están empeñadas en una joyería top de Madrid. Cortés explotó de un modo logrado el vínculo entre el sabelotodo y el pibe (Merello-Miguel) y aprovechó algunos argentinismos del lenguaje para contraponerlo al español típico y desatar algunas sonrisas. La película tiene un adecuado tratamiento de la imagen, cuenta con algunos guiños del policial oscuro y un final que es la frutilla del postre.
La bruja Cachavacha quiere destronar a Soledad, a quien envidia por su voz, y su misión es juntarse con los villanos para opacar su éxito. Ese es el argumento de "Soledad y Larguirucho", una película que atrasa varias décadas, y que tiene el objetivo de entretener con muy pocas ideas. La convivencia de personajes reales con dibujitos animados, algo ya visto muchas veces en la pantalla grande, no causa efecto. Pero es mucho peor aún la participación vacía de caras conocidas, como es el caso de Carlos Balá, Guillermo Andino, Chaqueño Palavecino, Natalia Pastorutti, Pablo Codevilla y hasta Diego Capusotto. Como si fuera poco, el filme tiene una veta turística a partir de la producción de San Luis Cine, al mostrar imágenes de la provincia totalmente fuera de contexto. García Ferré sigue explotando la nostalgia con sus creaciones. Pero si sigue así corre el riesgo de jugar con fuego.
Adolescencia interrumpida Tres hermanas van por todo, o por nada, en “Abrir puertas y ventanas”, la película de Milagros Mumenthaler que ganó el premio a mejor filme en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Aunque la película estuvo sobredimensionada por la crítica especializada porteña, son rescatables los momentos de minimalismo estético que logró la directora. El filme recorre el derrotero de tres adolescentes que deben atravesar el mal de ausencias, cuando las tres se ven obligadas a convivir en soledad en una casa plagada de tristezas, recuerdos, emociones y también fracasos. Lejos de la mirada de los adultos, las hermanas Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas), sienten que todo cambia a partir de la muerte de su abuela. Es el momento de encontrarse con ellas mismas, y eso, quizá es lo más complicado para cada uno. Ahí descubrirán que el vínculo entre ellas no es del todo bueno, que el despertar sexual golpea la puerta insistentemente, y que nada es tan sencillo como parecía que era dentro de los códigos de la vida de los mayores. Milagros Mumenthaler tiene una estética cinematográfica muy parecida a Lucrecia Martel, y eso puede ser un punto a favor o en contra, depende qué tipo de cine esté preparado para ver el espectador. De todos modos, “Abrir puertas y ventanas” suma para el nuevo cine nacional, aunque está lejos de ser una obra de arte.
El contraste y el cruce de géneros es una de las atracciones de esta película que tiene la contradicción de presentarse como la tercera parte de una saga, cuando en rigor es una precuela. Paco Plaza combinó terror, humor y romanticismo en acertada dosis en una historia que, más allá de su carácter bizarro, es un filme logrado y entretenido siempre que se considere como de género. "Rec" se caracterizó por la sensación de verosimilitud que transmitía la cámara en mano. En este caso, se utilizó esa técnica sólo para el comienzo, cuando todo es alegría en la boda de Clara y Koldo. Después, sin dar muchas explicaciones, los invitados se vuelven zombies y comienzan a comerse a los invitados. Allí empieza otra película, con acción, sangre a chorros y guiños al cine de George Romero.
Jean-Louis (Luchini) es un agente de Bolsa parisino, en la Francia de los años 60, que vive con tanta comodidad que está aburrido de cuerpo y alma. Hasta que contrata como mucama a la bella española María (Verbeke) y lo que parecía un casillero más a llenar en su vida estructurada se convierte en un pleno total. Pero no porque él se enamore perdidamente de un día para otro. Llevado de las narices por un buen director como Philippe Le Guay, este personaje burgués y cincuentón conoce la vida distendida de un grupo de empleadas domésticas españolas, que pese a sus carencias jamás les falta tiempo para una buena sonrisa. Jean-Louis conoce a partir de allí su costado más solidario y en vez de preocuparse por cómo le servían un huevo duro comienza a ocuparse de cubrir las necesidades del otro. Así, ayudará a estas seis mujeres del piso de arriba a destapar el único excusado con el que cuentan, o prestará su teléfono para que una de ellas llame a su hermana a España, o bien comprenderá de qué se trata la Guerra Civil Española. Y, desde ya, se topará con el amor de María y, más que eso, una luz hacia su libertad. La comedia tiene chispazos de humor y un tono costumbrista que seduce, pese a que no escapa a un toque rosa y previsible. Pero vale la pena conocer a estas entrañables mujeres.
A Alejandro Chomski hay que felicitarlo por hacer una apuesta al cine fantástico, como en este caso, basado en una novela de Adolfo Bioy Casares, nada menos. El hecho de tomar riesgos es saludable en el cine argentino, pero "Dormir al sol" deja un sabor a poco. Es la historia de Lucio y Diana, una pareja de clase media en los años 50, cuyo caos es atravesar un problema mental de Diana. Un grupo de doctores de un extraño laboratorio que experimenta intervenciones quirúrgicas entre humanos y caninos captura a la mujer con el fin de someterla a sus brutales pruebas. El filme adquiere atmósferas de la literatura de Kafka y ayuda a reflexionar sobre el amor más allá de cualquier barrera psíquica. Pero cinematográficamente queda a mitad de camino, y también en las actuaciones y guiones. Da la impresión que podría haber sido una aceptable ficción televisiva, y no mucho más.
Lo mejor y lo peor puede pasar en una fiesta que se proyectó como para 50 personas y concurrieron 1.500. Todo se sale de cauce y lo que en un momento parece divertido termina siendo dramático. El filme, del mismo productor de "Qué pasó ayer", tiene puntos de contacto con "Súpercool", en la que lo más importante es el alcohol y la diversión a cualquier costo. Con el menú de sexo, drogas y baile hasta el amanecer, tres amigos coordinan hacer una megareunión para festejar los 18 años del bonachón de Thomas. La casa de sus padres, con piscina y Mercedes Benz, está disponible el fin de semana y hay piedra libre. El objetivo de los amigos es ser populares, aunque el caos los fagocite. Filmada con cámara en mano, la película deja una reflexión en el diálogo final entre padre e hijo, que permite ver lo patética que es nuestra sociedad de consumo y el desfasaje de los valores.