El gigante que quería ser amado Las animaciones de Disney siempre tienen un costado políticamente correcto y otro que invita a una reflexión, y esta vez vino por el psicoanálisis y la cuestión existencial. Ralph es un personaje de un videojuego cuya función es destruir lo que el valiente y amado Félix construye. Tanto es así que hasta lo plantea en una insólita sesión de terapia grupal ante una serie de desopilantes villanos de otros videogames. Así como en “Toy Story” los juguetes tomaban vida, aquí son los personajes los que salen del juego para luchar por sus ideales, e incluso se los muestra con una vida con rutinas típicas de los humanos. Ralph es un gigante de corazón grande, y su anhelo será ganar medallas que le den el pasaporte al heroismo, pero por sobre todo al cariño de los niños. La delgada línea del bien y el mal, y también de los héroes y villanos se muestra también en esta producción de Rich Moore, en su primera película en solitario luego de mostrar su talento en “Los Simpsons”. El filme, que también puede verse en 3 D, entretiene en todo momento, tiene un costado sensiblero que va a seducir a los más pequeños y, por sobre todo, es un menú exquisito para aquellos amantes de los videojuegos, pac man incluido.
Por esa metáfora del final La primera observación para el espectador que vaya a ver “Cloud Atlas” es que se trata de una película de casi tres horas y que tiene largos momentos en que es poco accesible. Pero esta producción de los hermanos Wachowski (los mismos que hicieron la saga “Matrix”) y Tom Tykwer (“El perfume” y “Corre Lola Corre”) deja una sonrisa al final de ese camino ríspido, complejo, por momentos caótico. Y es gracias al mensaje del cierre. Todo comienza a partir de seis historias que se van desarrollando a lo largo de cientos de años, desde 1849 hasta el 2346. Una de esas historias está protagonizada por un anciano que pretende salvar su civilización; en otra habrá un compositor homosexual que atraviesa una crisis; un aristócrata que defiende la libertad de los negros en tiempos de esclavitud; un editor que es internado en un asilo y debe soportar presiones familiares; una periodista de los años 70 que investiga un caso de plantas nucleares; y una trama futurista, en la que se luce la surcoreana Doona Bae, que encierra una crítica al sistema capitalista con una feroz mirada hacia la sociedad de consumo y las relaciones de poder. El filme va y viene todo el tiempo y es complicado seguir al dedillo cada una de las historias. Sin embargo, vale por la red invisible que une cada trama, porque hay actores que interpretan hasta seis papeles y hacen roles del sexo opuesto y porque redondea una metáfora vital para la condición humana.
El comienzo de la aventura El concepto de la génesis de la película es algo equivocado. Hacer un filme destinado a una saga que será la precuela de la exitosísima "El señor de los anillos" huele más a billetes que a un hecho artístico de la industria del celuloide. El concepto de la génesis de la película es algo equivocado. Hacer un filme destinado a una saga que será la precuela de la exitosísima "El señor de los anillos" huele más a billetes que a un hecho artístico de la industria del celuloide. Dicha esta salvedad, "El hobbit, un viaje inesperado"es un filme que tiene sus puntos efectivos y atractivos en lo que respecta a la majestuosidad de las escenas y la tecnología digital y a la vez sufre esa dependencia del mundo de las computadoras. Porque el sistema de captura de movimientos a veces humaniza los personajes, pero otras tantas los representa de un modo tan perfecto que logra lo contrario. Y eso atenta contra el efecto "realidad" de esta historia. Pero, en fin, había entonces una película. Este es el comienzo de un viaje en el que el mago Gandalf y sus guerreros reclutan al hobbit Bilbo Baggins, con la misión de recuperar la tierra perdida. Ambientada sesenta años antes del derrotero de Frodo en "El señor de los anillos", el propósito es contar con lujo de detalles cómo se llegó a aquella fantástica historia de J.R.R Tolkien. El punto a favor fue el modo impactante que se eligió para mostrar las batallas y el punto en contra es la lentitud en la narración que, por momentos, invita al sueño, sobre todo en la hora inicial. Además, los 169 minutos de película resultan excesivos. Con todo, los fanáticos de la saga, quedarán más que felices.
Enamoradas del riesgo El amor no sabe de religiones, de razas, de clases sociales y mucho menos de edades. Esto último habrán pensado dos adolescentes de Formosa, que conocieron a un profesor de Biología y quedaron perdidamente enamoradas. Manuel Colman, de él se trata, llega a su ciudad natal para ofrecer clases en un instituto secundario y todo va de maravillas. Más aún cuando conoce a Ana, una docente de Educación Física con quien entabla una relación amorosa. Pero lo que parece muy armónico siempre da con una tecla falsa. Es que Manuel tiene una particular atracción por una araña, a la que trata como si fuese un perrito faldero o un gatito mimoso. Y esa araña comenzará a tomar un especial protagonismo en toda la historia. Tanto es así que lo que en un principio pinta como una comedia, comienza a virar para una especie de trama de suspenso e, incluso, hasta tiene escenas en que muchos espectadores asociarán con el cine de terror. El director Sebastián Caullier, en su ópera prima, supo darle a este filme la suficiente dinámica narrativa para que la historia golpee en el momento justo y logre su objetivo. Con un buen tratamiento de la imagen, “La inocencia de la araña” se sostiene además por el oficio actoral de Juan Gil Navarro, el profesor en cuestión, quien mantiene el equilibrio interpretativo lo suficiente como para que no se note tanto la poca calidad expresiva de las niñas Renata Mussano y Lourdes Rodas. Queda la reflexión abierta sobre los límites del amor adolescente, y lo delgada que es la frontera entre la inocencia de un juego y un pacto macabro. “El profesor va a ser nuestro/sólo de nosotros/ y de nadie más” cantaban las chicas como si estuviesen jugando a la rayuela. Pero hay juegos que son peligrosos.
El camino cruel de la política Un ministro de Transporte de Francia está obsesionado con impedir la privatización del servicio. El cree que el transporte estatal no tiene fallas hasta que sufre un accidente en la ruta y todo cambia. Olivier Gourmet, ganador del premio al mejor actor en el 26º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, interpreta a un funcionario que se debate entre las miserias propias y las de la política, y es en ese eje donde el filme toma vuelo. El director Pierre Schöller, que contó con la producción de los hermanos Dardenne, supo darle la vuelta de tuerca para que la película le escape al lugar maníqueo y aporte para la reflexión colectiva.
La pachanga de vampiros Bella confirma que su tiempo como humana terminó, pero a la vez asegura que nunca se sintió tan viva. El amor por Edward está en su punto más alto y la presencia de su hija Renesmee no hace más que cristalizar esa pasión que supera el paso del tiempo. Pero en este cierre de saga nada es lo que parece. Y todo será cuesta arriba. Bill Condon, que también dirigió aquel novedoso comienzo en “Crepúsculo”, le supo encontrar la vuelta a esta película para que la trama edulcorada vire para el lado de las batallas, cada vez más impactantes, y hacia el concepto de priorizar la unión familiar por sobre todo. Así, Bella hará lo imposible por defender a su hija de los villanos, en una historia donde justamente la pelea entre familias adquiere protagonismo. Los efectos especiales son otro atractivo clave, en una producción en la que se resalta la fotografía y la edición de sonido. En un filme en donde se destacan los roles secundarios de Martin Sheen y la argentina Mia Maestro, se redondea una historia entretenida, dinámica y hasta con algún toque de humor. Como si fuera poco, el cierre guarda una sorpresita que le dará una sonrisa a los fans. Como dato de color, las salas llenas y con mayoría de público adolescente invitan a pensar que el marketing del amor vampiro es una tentación para la industria cinematográfica. No sería tan extraño que lleguen otros crepúsculos a la gran pantalla.
Guiño a la comedia negra Un plan perfecto puede llegar a serlo hasta que pasa todo lo contrario. Esa es la línea de pensamiento de Karla (Bertuccelli), quien quiere vengarse de un tío, y no tiene mejor ocurrencia que secuestrarlo, pedir 100 mil dólares y refugiarse en la selva misionera. Claro que jamás imaginó que su tío se moriría en el baúl del auto, que su novio cómplice también tendría un terrible accidente y que de pronto ella se encontraría con una gama de inconvenientes que ni asomaban en los cálculos previos. Martín Salinas se las ingenió para confeccionar una trama atractiva, con buena dinámica, y hasta entretenida, aunque no pudo explotar al máximo la capacidad histriónica de Bertuccelli e incluso de Piroyansky, para que la película alcance un tono mucho más divertido y desopilante. Sin embargo, sin ser un filme de la estética de los hermanos Coen ni mucho menos, “Ni un hombre más” redondea un filme digno de verse. Porque Salinas le supo transmitir al elenco el timing de la comedia negra, y porque la historia nunca pierde fuerza. Y, por sobre todo, porque el director se animó a meterse de lleno en un género sutil y encantador, que debería tener más cultores en el cine nacional. Un párrafo aparte para Luis Ziembrowski, dueño de una versatilidad y una interpretación soberbia, que sorprende al hablar en guaraní con una naturalidad increíble. En fin, un buen guiño a la comedia negra.
De romance y política Aveces por querer contar tanto se termina mostrando poco. Y este es el caso para “El amigo alemán”, que se convierte en una película pretenciosa, muy bien intencionada en el plano ideológico, pero demasiado pobre en lo que se refiere al guión y, por sobre todo, a las cuestiones técnicas. Es que el filme, una coproducción alemana-argentina, tiene un doblaje precario para los tiempos que corren. Con las innovaciones tecnológicas de esta era es inadmisible ver un filme en donde la boca del actor vaya para un lado y el sonido y las palabras vayan para el otro. Algo tan simple termina deteriorando el resultado final hasta sacar de la película al espectador. Jeanine Meerapfel narra una historia ambientada en Buenos Aires y Frankfurt entre los años 50 y la democracia alfonsinista, con el eje puesto en la relación de dos niños, que luego serán pareja. Uno es hijo de un coronel nazi y la joven es hija de inmigrantes judío-alemanes. Con la única salvedad de la belleza desnuda de Celeste Cid, la película recorre los vaivenes políticos del mundo, atravesados por dictaduras y revoluciones, pero con un tratamiento demasiado superficial y carente de emoción.
Desnudez agridulce de cabaret El director, actor y guionista Mathieu Amalric tuvo una buena idea pero no supo cómo cerrarla o contarla para que sea más interesante. La propuesta del actor que se lució en “La escafandra y la mariposa” era reflejar el universo tan rico como decadente de las artistas del burlesque, más conocido aquí como teatro de variedades. La historia parte del derrotero de Joaquin (Amalric), un productor parisino que da la vida por recorrer Francia con su elenco de mujeres, que son especialistas en exhibir sus redondeces en sus streap tease. La película hace foco en las pretensiones artísticas de Joaquin y “sus chicas”, quienes lo idolatran y lo defenestran con la misma intensidad. Ese vínculo de amor-odio se muestra adecuadamente y también algunos perfiles graciosos de las vedetes. Pero el hilo narrativo no tiene consistencia y la película cae en baches que podrían ser evitables, sobre todo promediando la primera mitad de la película. “Tournée”, que significa gira artística, se termina quedando a mitad de camino entre una comedia agridulce y una historia inconclusa. Quizá Amalric tenía la intención de contar una historia con final abierto. Aunque para eso era necesario un cuento con más sustancia.
El trío que juega con fuego Oliver Stone ya no es el mismo que escribió el guión de “Expreso de medianoche” en los 70, el que deslumbró con “Pelotón” en los 80 ni el que filmó “Asesinos por naturaleza” en los 90. Aquí tampoco hace tallar su perfil politizado de “JFK”, “Nixon” o “W”, pero trae un tema demasiado trillado como es la batalla de narcos. Lo destacado de “Salvajes” es que hay una historia de vínculos amorosos algo atípica, como el de dos hombres que conviven con una mujer e incluso el nexo sentimental entre los dos hombres de ese trío, aunque enfocado de un modo muy ambiguo. Ben y Chon son dos jóvenes que le encontraron la vuelta al negocio de la marihuana. Viven cómodos en Laguna Beach, no se relacionan con los narcos poderosos, y se relacionan, muy bien, con Ophelia, una rubia sensual que comparte consumo de drogas y sexo con ambos. Todo se complica cuando la jefa del cártel, Elena Sánchez (Salma Hayek), se le ocurre “compartir” el negocio con Ben y Chon. Ahí va a terciar el agente corrupto de la DEA (el siempre efectivo John Travolta) y se desatará una trama de secuestros cruzados. Stone deja su sello en la musicalización descontracturada, en la habilidad para cruzar géneros y en un cierre que jerarquiza la película. Eso sí, el que pretenda ver en esta película un cine de autor seguramente saldrá desilusionado. Sí, en cambio, el filme cumple con la cuota de acción y algo de triller.