Ningún personaje llama tanto la atención como un payaso. Sea en circos, fiestas u otros eventos, con sus rostros pintados, sus narices rojas y sus grandes sonrisas, nunca dejan de cautivar al público, ya sean niños o adultos desprejuiciados, de todas partes del mundo. Estaba faltando una película que registrara desde adentro el fascinante universo de estos alegradores de momentos. Una película que por fin llegó. Sólo para Payasos nos permite conocer su vida íntima, el detrás del maquillaje. Sus metodologías de trabajo, sus pensamientos, sus anhelos. También repasa sus orígenes, desde las tribus aborígenes, pasando por la antigua Grecia y los tiempos de La Comedia del Arte, y hace una distinción de las distintas clases (por ejemplo, clown no es sinónimo de payaso, como se podría pensar, sino una de las tantas vertientes). Pocas veces vimos a estos auténticos trabajadores en su vida privada y reflexionando sobre su rol en la sociedad, sobre todo en épocas nefastas, como la dictadura militar. Además, se centra en los veteranos y en las nuevas generaciones.
El cine argentino nunca fue ajeno a la animación. De hecho, El Apóstol, de 1917, es el primer largometraje animado en todo el mundo. Luego llegó Manuel García Ferré, con films que marcaron a generaciones, como Ico, El Caballito Valiente y Trapito. En las últimas décadas hubo intentos en el estilo de las producciones digitales provenientes del exterior, del que se destaca Cóndor Crux. Y también están las películas basadas en personajes populares, como Patoruzito y su secuela, Isidoro, Boogie, el Aceitoso y Gaturro. Cuando se anunció que Juan José Campanella estaba preparando un film de animación, con Eduardo Sacheri otra vez como co-guionista (trabajaron juntos en la ganadora del Oscar El Secreto de sus Ojos, basada en una novela de Sacheri), en un film inspirado en el cuento de Roberto Fontanarrosa “Memorias de un wing derecho”, quedó claro que sería un producto a tener en cuenta...
Pocas películas generan tanto placer como las que involucran monstruos gigantes. Desde el cine mudo, en El Mundo Perdido, de 1925, dinosaurios y otras bestias enormes poblaron la pantalla grande, destrozando ciudades y aterrando a la muchedumbre. La obra maestra y piedra fundacional fue y sigue siendo King Kong, en 1933, pero pronto hubo una ola de criaturas destructoras. Sobre todo, en Japón. En 1954, producto de la radiación, Godzilla emergió de las profundidades y se llevó por delante no sólo edificios sino a toda la cultura pop. Aunque era un actor disfrazado que pisaba maquetas, el desproporcionado reptil (una metáfora de las consecuencias de las bombas de Hiroshima y Nagasaki) pegó fuerte en el imaginario mundial y generó secuelas, copias, parodias; otros monstruos grandes y pintorescos, como Mothra y Gidhra —que terminaron de constituir el subgénero denominado kauji eiga, “películas de monstruos” — y hasta una fallida versión Hollywoodense, perpetrada por Roland Emmerich en 1998...
Uno de los primeros grandes héroes de la cultura pop fue el Llanero Solitario. Primero en la radio y luego por televisión (entre 1949 y 1957), las andanzas de este forajido ranger de antifaz (Clayton Moore), acompañado por el siempre fiel indio comanche Toro (Tonto,en inglés), trascendieron fronteras y marcaron a generaciones. La frase “Hi-yo, Silver, away!”, que el protagonista gritaba arriba de su caballo Silver, son sinónimo de aventura. El equipo de la saga de Piratas del Caribe parecía el más apto para trasladar aquellas historias del salvaje Oeste a la pantalla grande. Y, dentro de todo, cumplió...
En 1978, cuarenta años después de su nacimiento en Action Comics, el mítico superhéroe llegó a la pantalla grande. Superman: la Película cautivó a niños y adultos, catapultó a Richard Donner como director, consagró a Christopher Reeve como al Hijo de Kriptón , marcó el camino a seguir a las futuras superproducciones basadas en historietas, y generó tres secuelas y hasta un spin-off, Supergirl, en 1984. Luego hubo años de intentos, como el fallido proyecto de fines de los ’90, con Tim Burton como director, Kevin Smith en el rol de guionista y protagonizado por Nicolas Cage. La debacle de aquella empresa ya es legendaria, y Smith la cuenta muy bien en uno de sus monólogos que se pueden encontrar en la web.
El cine argentino tiene una importante tradición en lo que se refiere a comedias. Pero la gran mayoría, incluso las más satíricas, están orientadas a todo público, de manera que hasta los chicos puedan disfrutarlas. Estaba faltando salvajismo y audacia, como en algunos exponentes españoles, y es imposible no nombrar a Álex de la Iglesia a la hora de mencionar un estandarte. Eso cambió hace unos años, cuando las producciones nacionales de género independientes comenzaron a apostar por un combo violento y humorístico. Diablo, de Nicanor Loreti, y con apoyo del INCAA, es el mejor y más reciente ejemplo.
En los '90, canal Utopía surgió como una alternativa a la televisión de aire. Estaba hecha por —y para— vecinos del barrio de Caballito. Al no contar con licencia para funcionar, tuvo más de un problema, pero así y todo duró años y marcó a los espectadores...
Con el correr de las secuelas, las sagas cinematográficas suelen ir perdiendo fuerza, calidad e interés. Pero no es el caso de la franquicia de Rápido y Furioso. La mezcla de autos y carreras alucinantes, antihéroes, mujeres bellas y música estridente no deja de cautivar a los espectadores. La sexta parte lo prueba perfectamente.
Con apenas cinco películas en casi veinte años, el australiano Baz Luhrmann demostró ser un director amado y odiado, pero con un sello propio que nunca pasa desapercibido. Su cine combina lo mejor de lo clásico y lo moderno para contar historias de amor entre dos personajes de ámbitos distintos (ámbitos muchas veces hipócritas e intolerantes), que deben jugarse por lo que sienten, aunque las consecuencias puedan ser trágicas.
Pueden gustar o no, pero las películas de Harmony Korine jamás dejan de llamar la atención. Desde Kids, de la que fue guionista (la dirigió Larry Clark), se encargó de mostrar el costado más oculto, incómodo y perturbador de los Estados Unidos, generalmente por el lado de la juventud. Y eso se extendió a las obras que dirigió, como Gummo y Trash Humpers. Spring Breakers: Viviendo al Límite sigue en esa línea, pero con una impronta más delirante, incluso desde el casting...