Basada en una novela de Patricia Highsmith, esta historia ambientada en los años sesenta muestra la vida de una pareja de estafadores en Grecia y la aparición de un tercero quizás en discordia. Aquí es interesante la actuación de los protagonistas y cómo detrás de un paisaje luminoso laten el peligro y el mal. Sin grandes escenas, una buena demostración del arte de Mortensen y Dunst.
Seguramente a muchos de los lectores de NOTICIAS no les interese demasiado una película con superhéroes a montones, explosiones y efectos especiales. No tiene nada de malo eso, salvo por el hecho de que quien gusta del cine no hace distinciones por presupuesto o género. Aún así, quien esto escribe quiere proponerles una forma de ver este film, que es mejor que el primer “Vengadores”: véase La era de Ultrón como un documental acerca de cómo y por qué leímos una historieta y nos grabó la memoria. Joss Whedon cuenta varias historias: la de un hombre común que, ante la circunstancia extraordinaria, pelea pero quiere volver a casa; la de los sobrevivientes de una familia destrozada; el amor entre dos seres que no podrán formar una familia jamás; la de un científico que es un monstruo (y no es Hulk: Robert “Tony Stark” Downey Jr. es Jeckyll y es Hyde); la de la perversión de la tecnología. Aún así estas historias son menos importantes que la idea de contarlas con colores exagerados y ruido: equilibrar unas con los otros es el mayor logro de la película. Pero volvamos a lo “documental”: vea cuándo y cómo la cámara se ralentiza para capturar el instante en que un movimiento se vuelve épico y bello. Son esos momentos donde el film se vuelve una obra personal e íntima: la declaración de un adulto de por qué no abandonar los juegos de infancia. Es esa idea la que justifica un film y, también, este género: el de los cowboys de lo imposible.
Algo anda pasando últimamente con Tim Burton, uno de los grandes realizadores de las últimas décadas y definitivamente una persona con un mundo propio. Sin embargo sus películas, al menos desde “Alicia en el País de las Maravillas” en adelante, con excepción de “Frankenweenie”, parecen forzadas, incómodas, como si los temas que toca le fueran impuestos y no los eligiera él. Hay momentos donde aún se notan el brío y el brillo, pero no conforman toda una película. “Big Eyes” está bastante más cerca de sus buenas películas: se trata de la historia (real) de una mujer que comienza a pintar y de su esposo, que toma sus obras y las hace pasar por propias para hacer dinero. El juego de opuestos entre Amy Adams y Christoph Waltz funciona muy bien, y la película en sí misma es de un sabor agridulce que parece reflejar de modo muy preciso el estado de ánimo del director.
Marion Vernoux es una realizadora francesa que describe como pocas hoy la experiencia femenina (recuerden “Reinas por un día” y “Nada que hacer”). Aquí, con una gran Fanny Ardant, narra la vida de una mujer en sus sesenta, con mucho tiempo libre y que redescubre los sentimientos. El film es preciso, no carga las tintas melodramáticas y sigue a su protagonista como a quien vive una auténtica aventura. Puro corazón.
Este es otro documental de Disney Nature, esta vez siguiendo la vida de simios en Asia, con un monito recién nacido y su mamá como protagonistas. Como siempre en estos casos, se construye una fábula a partir de horas y horas de documental, y lo que más se destaca es la belleza y el hallazgo de grandes momentos, más allá de la moraleja un poco tirada de los pelos que siempre incluyen estos films. La Naturaleza es todo el espectáculo.
En su adiós al cine como director, Hayao Miyazaki, creador de “El viaje de Chihiro” y “El increíble castillo vagabundo” (pero también de esa obra maestra total llamada “Mi vecino Totoro”, busque y vea) optó por dejar de lado la fantasía pura y dibujar un film realista. Es la historia de un joven enamorado de las máquinas que vuelan y que se dedicará a diseñarlas, y se basa en la historia real del hombre que diseñó los Zero, esos caza que emplearon los kamikaze. El film muestra las contradicciones del Japón de principios del siglo XX y sus tragedias, desde el gran terremoto de 1923 –pintado con una maestría fenomenal– hasta los desastres de la Segunda Guerra o el enfrentamiento con Corea. Miyazaki plantea el problema del soñador utópico cuyos sueños abastecen la violencia de un imperio, y es absolutamente crítico de ese estado de cosas. Pero también, en un acto de reflexión sobre sí mismo, plantea los riesgos de dejarse llevar por las obsesiones más allá de todo. Hay en el film una bella y triste historia de amor, de esas que el cine ya no cuenta, que acerca lo que vemos al melodrama. Como el maestro que es, Miyazaki no utiliza trazos de más, no recarga las tintas donde no debe y mantiene como norte la belleza, pero una belleza con sentido expresivo y nunca meramente decorativa. Casi una confesión, seguro un adiós, su última película es una obra maestra compleja en ideas y límpida en forma. Atención: no es un entretenimiento animado para niños; de diez años –y chicos con ganas de ver cine– en adelante.
Hay terror y transcurre en un bosque. También podemos decir que es de uno de los directores de “El proyecto Blair Witch” y que otra vez tiene como técnica la cámara en mano y la idea de falso documental, que ya ha sido muy utilizada en el género. Igualmente, hay algunos buenos momentos efectivos, aunque el monstruo es casi una broma. Jovencitos en el bosque, de paso, son inviables desde esa obra maestra de “La cabaña del terror”.
Aclaremos que queremos a Adam Sandler, que estamos seguros de que es uno de los cómicos más talentosos de su generación. Pero también sabemos que a veces carece de criterio para elegir o confía demasiado en su talento natural. Es el caso de esta película donde interpreta a un zapatero que cambia de personalidad (y aspecto, para los demás) de acuerdo con los zapatos que use. Si usa los de un muerto, será un zombie y así. Tampoco hay mucha variedad y el menú zapatesco es más bien de outlet. Pero eso sería lo de menos si la película no errara de modo fatal en el timing: todos sabemos que los chistes son muy pocos y que lo que los hace efectivos es la forma de contarlos. Pues bien, el realizador Thomas McCarthy los cuenta mal y a destiempo. Así, el personaje grotesco que siempre supo crear Sandler queda como una caricatura sobreactuada. Igual al hombre le seguimos teniendo fe. Por ahora.
Chico apuesto y chica linda, ambos muy diferentes, se encuentran en la encrucijada de sus vidas: o siguen sus vocaciones y se separan o alguno renuncia por el otro. Y entonces escuchan un cuento romántico con final triste que los decide. Una película a reglamento cuyo mayor problema no es lo remanido del tema (desde Homero no hay “historias originales”) sino la falta de carácter y de estilo. Todo parece chato como una publicidad.
Después no ande diciendo que “lo único que hay son películas pochocleras” (de paso avisamos que en estas viñetas aborrecemos del término “pochoclero”: para quien esto escribe hay películas buenas o malas sin importar origen o presupuesto): acá tiene una hermosa película que va a contramano del negocio del cine actual. Es un documental, ganó el Bafici el año pasado y muestra más que narra la historia de un artista plástico iraní que debió irse de su país. El tipo de llama Bahman Mohasseses, es homosexual, ha destruido gran parte de su obra, vive en Roma un poco a salto de mata y pinta y esculpe cosas que causarían un ataque cardíaco a un ulema. No resulta una persona agradable para nada: llega un momento en que realmente no parece querer a nadie, y que se encuentra molesto por todo. Pero la realizadora Mitra Farahani logra penetrar la coraza misántropa del personaje como la gota que horada la piedra, poco a poco, mientras se desarrolla la historia de un encargo que le hacen a Mohasseses. Un poco en tono de comedia, un poco con la tragedia a cuestas (las dos cosas al mismo tiempo), la película va transitando temas como la identidad, la necesidad de adaptarse o no a la vida que nos ha tocado, el arte y su sentido, el sexo, el paso del tiempo y la relación con un país o una cultura. Pero sobre todo, y como todo gran film, nos deja un personaje inolvidable que no entraría en la memoria de no ser por el cine.