Otro gran realizador contemporáneo, diferente de todo. José Campusano cuenta aquí un melodrama sexual, centrado en la figura de una mujer de clase media alta que llega a la degradación por amor (o por placer, nada es tan claro). Campusano es un experto en imágenes crudas, directas, y en narrar con una locomotora que hace de lo fìsico el motor de las emociones. Menos “desprolija” que Vil Romance o Vikingo, Placer y martirio se siente tanto la continuidad de una búsqueda como un paso adelante.
Ezequiel Acuña es uno de los directores argentinos contemporáneos que mejor comprende el equilibrio entre la expresión personal y la comunicación con el público. Aunque todos sus films son claros y apuntan con mucha precisión a las emociones, esta historia de una banda adolescente que, muchos años después, vuelve a tocar y quizás a acercarse al éxito es quizás su película más accesible para el gran público. Lo que Acuña muestra es una gran delicadeza en la pintura de sus personajes, delicadeza que nace de un cariño muy especial por ellos, por la historia que está narrando y por el espectador. Santiago Pedrero y Matías Castelli (dos actores centrales en el cine del director) logran transmitir desde lo dramático o desde lo cómico -después de todo, esta es una comedia romántica- una enorme empatía. Y Ailín Salas, que en esta película logra su mejor actuación cinematográfica: precisa en el decir y cálida cuando se muestra. De lo mejor que presenta el cine argentino en esta temporada.
Quienes hayan visto Mi villano favorito o su continuación sabrán que uno de los mayores atractivos de esas pelìculas son esos seres rarìsimos, amarillos, que hablan una lengua internacional incomprensible pero a los que se les entiende todo, los Minions, que son puro humor fìsico y absurdo en la mejor tradición del cartoon clásico. En este film que protagonizan (especialmente tres de ellos), se cuenta la historia, pero ese cuento es mucho menos importante que la enormísima cantidad de gags que se despeña en la pantalla desde la aparición del logo de la productora. Es cierto que no todos nos reímos de lo mismo, pero hay tanto humor para todo gusto que difícilmente el espectador se aburra o carezca de motivos de alegría. Hay ternura, pero nunca tanta como para que el conjunto resulte edulcorado. Y además hay un juego constante con las posibilidades de la animación (la secuencia inicial en dibujo animado 2D clásico, otra hacia la mitad del film con muñecos) que muestran la voluntad de los realizadores de jugar con todo y para todos. Como se dijo, el cuento es lo menos importante pero está bien contado: todo va directo al punto a una velocidad poco frecuente incluso en el cine de gran presupuesto contemporáneo. Vaya y ría. (Nota Bene: el film solo se estrena en castellano; podrá escuchar a Thalía y Ricky Martin pero no a Sandra Bullock o Michael Keaton. Así es el mercado).
Es interesante esto de que se estrenen largos de animación japonesa industrial, incluso si no son brillantes (quizás esto desarrolle un público y podamos ver otros mejores). La saga Dragon Ball tiene una mitología un poco complicada, pero a este redactor le interesa su estilo gráfico: personajes a veces delicados en estilo Disney y momentos de violencia rudos, bocetados con furia. Este largo hace honor al estilo del creador Akira Toriyama, y eso es algo.
El lector tiene aquí el ejemplo de un film mal calculado. La historia es la de una mujer recién divorciada (Jennifer López) que vive un tórrido romance con un joven vecino. Y todo desemboca en algo así como Atracció Fatal con el muchacho como villano. El problema consiste en que la búsqueda de efectos inmediatos conspira contra la construcción psicológica, lo que vuelve todo un entretenimiento del montón, de esos que solían salir directo a video. Hay algo de erotismo, por si le interesa.
Nos sumamos desde aquí a la cruzada civilizadora de títulos del colega y amigo Javier Porta Fouz, quien acusa a quienes incorporan “locos”, “locura”, “locas”, “loco/a” a títulos de comedia como si fuera gracioso. Dicho esto, esta comedia sobre una policía rígida (Reese Witherspoon) que debe cuidar a la viuda de un narco (Sofía Vergara) durante un viaje accidentado por Texas intenta traducir a femenino el viejo “buddy-buddy” (¿Alguien recuerda Fuga a la medianoche, por ejemplo, aquella de De Niro y Charles Grodin?). Lo logra a medias, más allá de que ambas actrices tienen talento suficiente para lo cómico. De todos modos, algo sucede: cada vez hay más traducciones al femenino de modelos y esquemas típicos del cine de entretenimiento y, más allá de que algunos funcionen y otros, no, traen algo nuevo, un intento, al menos, de soplar aire fresco. Aquí, por momentos, las dos comediantes lo logran. Aunque la dirección, parece, no sabe bien qué lograr con ellas.
Una mujer, de niña, ha sido testigo del asesinato de su familia por parte de su hermano. En realidad, la cosa es un poco más complicada. Decisiones equivocadas en su vida hacen que, de adulta y asociada con una especie de club de expertos que resuelven crímenes pasados revisite el asunto, obviamente hay sorpresas y misterios. La mujer es Charlize Theron, que cumple con lo que el rol le exige y tiene un talento especial para el drama. El film va poco a poco revelando las claves del misterio e intenta -no siempre lo logra- crear un estado de zozobra en el espectador. Lo que falla aquí no es la narración sino la posibilidad de empatía y de auténtico miedo: el film es tan prolijo (aunque a veces abusa de ciertos efectos de cámara en mano, por ejemplo), que nos cuesta sentir en propia carne lo que sucede con el universo atormentado de la protagonista. Así, el suspenso se reduce solo a la pregunta respecto del crimen, como si estuviéramos resolviendo un problema de ingenio, y no al retrato ominoso de un mundo puntualmente nocturno. Lo que resulta especialmente extraño: deberíamos sorprendernos o angustiarnos por lo que los personajes sienten ante cada revelación en lugar de esperar la solución de un problema puramente intelectual. Probablemente el texto -el film adapta la novela de Gillian Flynn, autora de Perdida- se impuso a las emociones. Aún así, la pausada revelación mantiene entretenido (y poco más) al espectador.
...es Helen Mirren, que ya sabemos que levanta cualquier fotograma donde aparezca. Acá es una señora que intenta recuperar arte robado por los nazis y maneja sus secuencias con la autoridad de una, bueno, de una Helen Mirren. En el elenco está también el siempre decepcionante Ryan Reynolds, pero más allá del tema “importante” y la sobriedad de la imagen, tenemos a la actriz, que hace que el viajecito seudotrascendente valga la pena.
Cameron Crowe tiene películas buenas y películas malas. Las buenas son de una amabilidad, un gusto y una alegría contagiosas. Esta es de las buenas: una especie de triángulo amoroso entre tres de los mejores comediantes de Hollywood (Bradley Cooper, Emma Stone y Rachel McAdams) a los que no se les pueden sacar los ojos de encima. Hay buen timing, pero lo más importante es que parecen personas y uno los quiere. Este film tiene toda la calidez y humanidad que falta en muchos de los demás estrenos.
Hacer una remake en la Argentina no es cosa fácil, especialmente cuando nuestro acervo cinematográfico está descuidado, destrozado o directamente perdido. El film original de Daniel Tinayre donde una maestra (entonces Mirtha Legrand) era violada por una patota -integrada por sus propios alumnos-, era entonces un melodrama que iba más allá del contexto social de su época. Santiago Mitre, después de su brillante El estudiante, intenta en parte ese camino y, en parte, el opuesto. Por una parte, narra la historia de esta nueva maestra en un ambiente desfavorecido con la convicción de que la ficción vale por sí misma (y por la gigantesca Dolores Fonzi). Por el otro, no puede eludir que este mundo es diferente del de 1959, y que el trabajo social no se ve de la misma manera que entonces, que todo se ha vuelto mucho más difuso y discutible salvo la violencia que sufre la protagonista. Es entonces donde la película, narrativamente concisa, bascula un poco, tantea caminos y a veces se atasca. Pero, repitamos, está Fonzi que empuja hacia adelante la historia con la fuerza de una locomotora.