Nada de nada (y una recomendación final) Mucha gente aprovecha sus vacaciones para ir al cine. Yo necesitaba vacaciones, y vacaciones sin cine. Así las cosas, fueron vacaciones sin e-mail y sin películas (ni una). Tres semanas sin películas para volver con los ojos limpios y avidez por sentarme en una butaca (del centro a la izquierda, mirando hacia la pantalla). Volví al cine... ...pero las dos películas vistas fueron un fiasco. Empecemos por la que terminó con mi ayuno fílmico: Hanna, de Joe Wright, que bascula entre una intriga que se resuelve de forma anodina, groseras faltas de verosimilitud (en demasiados enfrentamientos primero se dan piñas y patadas, y luego se tiran algunos tiros: ¿por qué no tiran antes?; la “niña del bosque” Hanna no sabe ni lo que es un ventilador y luego, sin pasar por la Pitman, googlea a todo trapo) y reiteraciones ad náuseam de que, ojo, hay que trazar paralelos con los cuentos de hadas (¿alguna vez más nos van a aclarar que Cate Blanchett modelo 2011 –con aires y modos de Tilda Swinton– es “una bruja”?). Cine sin centro gravitatorio, hecho de retazos, tal vez un mero gesto canchero en forma de cómic, con algunos ramalazos de supuesta sofisticación como el villano alemán –que parece escapado de Cabaret de Fosse y rebozado con un poco de Fassbinder– o la música de The Chemical Brothers en contrapunto con la por muchos momentos payasesca acción. Habitualmente, cuando estoy varias semanas sin ir al cine la película con la que regreso a las salas me gusta un poco más de lo que me gustaría en medio de mucho consumo cinematográfico. Pero Hanna no fue el caso. Si es un chiste pop sofisticado, bueno, a veces prefiero los chistes más brutales, vibrantes y directos, como los que esperaba encontrar en ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II). Pero esta secuela-reversión de una de las grandes sorpresas de la temporada 2009 está vaciada de interés, de intensidad, de esfuerzo cómico: los actores están apagados (hasta Galifianakis), y todo sucede de forma burocrática, previsible. No, el problema no está en rehacer la película original: con Todo un parto, Todd Phillips probó que podía reescribir con alma, corazón y gracia Mejor solo que mal acompañado. Pero si Mejor solo que mal acompañado era parte de la inspiración de Todo un parto, The Hangover no inspira The Hangover Part II sino que la reprime, le marca el camino para que pase por los mismos lugares, ahora con los zapatos gastados y los actores cansados. Todo está peor de lo que podría haber estado (salvo el mono, el personaje construido con mayor enjundia), fuera de ritmo: como Mike Tyson destrozando el grasoso éxito de los ochenta “One Night in Bangkok”. Las carencias rítmicas y el nulo carisma de Tyson para cantar condensan y ejemplifican de forma plúmbea los problemas de esta película hastiada de sí misma. Habrá que seguir intentando y seguir yendo al cine, aunque ya no en las queridas dos salas del Atlas Santa Fe, que cerraron y dejaron sin cines a la zona de Callao y Santa Fe (en donde hace poco más de una década funcionaban siete salas concentradas en cuatro cuadras). Por último, les dejo la recomendación de una película argentina que vi el año pasado: Lo que más quiero de Delfina Castagnino, que se exhibe en junio en el Malba los viernes a las 20:00 y los sábados a las 19:00. Una pequeña y sentida película sobre la amistad y duelos amorosos y filiales, hecha con gracia, convicción y emoción, elementos ausentes de los estrenos antes comentados. Un detalle: en Lo que más quiero un empleado que se queda sin trabajo se niega a recibir su indemnización, y este ha sido uno de los motivos –a partir de lo que yo denominaría una peculiar exigencia de “realismo sindical”–, por los cuales algunos críticos se han enfurecido con la película.
Nada de nada (y una recomendación final) Mucha gente aprovecha sus vacaciones para ir al cine. Yo necesitaba vacaciones, y vacaciones sin cine. Así las cosas, fueron vacaciones sin e-mail y sin películas (ni una). Tres semanas sin películas para volver con los ojos limpios y avidez por sentarme en una butaca (del centro a la izquierda, mirando hacia la pantalla). Volví al cine... ...pero las dos películas vistas fueron un fiasco. Empecemos por la que terminó con mi ayuno fílmico: Hanna, de Joe Wright, que bascula entre una intriga que se resuelve de forma anodina, groseras faltas de verosimilitud (en demasiados enfrentamientos primero se dan piñas y patadas, y luego se tiran algunos tiros: ¿por qué no tiran antes?; la “niña del bosque” Hanna no sabe ni lo que es un ventilador y luego, sin pasar por la Pitman, googlea a todo trapo) y reiteraciones ad náuseam de que, ojo, hay que trazar paralelos con los cuentos de hadas (¿alguna vez más nos van a aclarar que Cate Blanchett modelo 2011 –con aires y modos de Tilda Swinton– es “una bruja”?). Cine sin centro gravitatorio, hecho de retazos, tal vez un mero gesto canchero en forma de cómic, con algunos ramalazos de supuesta sofisticación como el villano alemán –que parece escapado de Cabaret de Fosse y rebozado con un poco de Fassbinder– o la música de The Chemical Brothers en contrapunto con la por muchos momentos payasesca acción. Habitualmente, cuando estoy varias semanas sin ir al cine la película con la que regreso a las salas me gusta un poco más de lo que me gustaría en medio de mucho consumo cinematográfico. Pero Hanna no fue el caso. Si es un chiste pop sofisticado, bueno, a veces prefiero los chistes más brutales, vibrantes y directos, como los que esperaba encontrar en ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II). Pero esta secuela-reversión de una de las grandes sorpresas de la temporada 2009 está vaciada de interés, de intensidad, de esfuerzo cómico: los actores están apagados (hasta Galifianakis), y todo sucede de forma burocrática, previsible. No, el problema no está en rehacer la película original: con Todo un parto, Todd Phillips probó que podía reescribir con alma, corazón y gracia Mejor solo que mal acompañado. Pero si Mejor solo que mal acompañado era parte de la inspiración de Todo un parto, The Hangover no inspira The Hangover Part II sino que la reprime, le marca el camino para que pase por los mismos lugares, ahora con los zapatos gastados y los actores cansados. Todo está peor de lo que podría haber estado (salvo el mono, el personaje construido con mayor enjundia), fuera de ritmo: como Mike Tyson destrozando el grasoso éxito de los ochenta “One Night in Bangkok”. Las carencias rítmicas y el nulo carisma de Tyson para cantar condensan y ejemplifican de forma plúmbea los problemas de esta película hastiada de sí misma. Habrá que seguir intentando y seguir yendo al cine, aunque ya no en las queridas dos salas del Atlas Santa Fe, que cerraron y dejaron sin cines a la zona de Callao y Santa Fe (en donde hace poco más de una década funcionaban siete salas concentradas en cuatro cuadras). Por último, les dejo la recomendación de una película argentina que vi el año pasado: Lo que más quiero de Delfina Castagnino, que se exhibe en junio en el Malba los viernes a las 20:00 y los sábados a las 19:00. Una pequeña y sentida película sobre la amistad y duelos amorosos y filiales, hecha con gracia, convicción y emoción, elementos ausentes de los estrenos antes comentados. Un detalle: en Lo que más quiero un empleado que se queda sin trabajo se niega a recibir su indemnización, y este ha sido uno de los motivos –a partir de lo que yo denominaría una peculiar exigencia de “realismo sindical”–, por los cuales algunos críticos se han enfurecido con la película.
Que “la cosa” funcione de Woody Allen. Sí, “la cosa” funciona, pero antes digamos que el título en Argentina suena horrorosamente, parece faltar algo, hay que hacer una elipsis verbal para decirlo. Whatever Works es el título original (o sea algo así como “Si la cosa funciona”, como se la conoció en España). Esta es la película Allen de 2009, anterior a Conocerás al hombre de tus sueños (2010), estrenada hace unos meses. (Por otra parte, Allen ya estrenó su modelo 2011, Midnight in Paris, en Cannes.) Whatever Works... ¡transcurre en Nueva York! (desde 2004, con Melinda y Melinda, el cine de Allen venía dando vueltas por Europa), y es de lo mejor del Allen del siglo XXI (lo que para este columnista no es mucho decir). Whatever Works tiene a Larry David como protagonista, en ese rol de alter ego del director que alguien tiene que cumplir desde que Allen no actúa en sus películas (la última fue La vida y todo lo demás, de 2003), y este alter ego está bien: la sombra de Allen no se come a David, porque este tiene su propia personalidad artística cargada de misantropía. Con gran sentido rítmico (tal vez por filmar en la ciudad y en la cultura que conoce más y mejor), Allen desparrama muy buenas historias para los personajes secundarios (dos de ellos interpretados por los enormes Patricia Clarkson y Ed Biegel Jr.) y se permite una tesis que se infiere pero no se dice: Manhattan convierte a los republicanos más conservadores en sofisticados liberales. Por supuesto, en la sala había fans de Allen, que se reían para que se notara “que entendían” todos y cada uno de los chistes más tradicionales y gastados de Allen sobre psicoanálisis y sobre política. Yo no soy fan (fui casi fan de Allen hace casi veinte años) y apenas sonreía. Pero debo decir que solté algunas carcajadas: ya no soy fan ni siquiera de ser antifan de los más petulantes fans de Allen.
Gnomeo y Julieta de Kelly Asbury. Una de animación británica. Y de tema británico: los jardines de unas casitas tienen enanos y parafernalia de jardín. Y un enfrentamiento: Romeo (Gnomeo) es azul; y Julieta es roja, y ellos y los otros enanos de jardín (y conejos, y un flamenco, y hasta los hongos) cobran vida, y Montescos y Capuletos y Shakespeare con humor y canciones. Canciones de Elton John (también productor), quien con gran sentido del humor hasta aparece como enano de jardín con anteojos. Gnomeo y Julieta es muy simpática, breve, amable de ver y escuchar, colorida. Afortunadamente, es imposible fanatizarse, y no parecía haber en la sala (de bajo promedio de edad) fanáticos del gnomo Elton.
Rápidos y furiosos 5in control de Justin Lin. En primer lugar, el 5 como “S” es ripioso y casi sin juego. El título en Argentina debió haber sido Rápidos y furiosos 5ntrol. En segundo lugar, este es el éxito más sorpresivo de lo que va del año y no para de agotar funciones (y sin 3D). Adolescentes y más adolescentes se han tomado el ir a ver esta película como una salida aglutinante y van de a decenas (comprobado in situ). Varios amigos (no adolescentes) me habían recomendado con alto entusiasmo (un poco de fans) la película. Debo decir que más allá de mi simpatía por el género de acción y por varios de sus códigos más alejados de todo lo artie, Rápidos y furiosos 5in control fue una parcial decepción. A favor puedo decir que hay una buena secuencia (la del tren del inicio) y una magistral (la del final con la caja fuerte). En el medio hay una película estirada, sin demasiado vértigo, con un ritmo y un delirio muy alejados de grandes películas de acción de la orgullosa “zona berreta” como Caída libre (Terminal Velocity, 1994, de Deran Sarafian, con Charlie Sheen, Nastassja Kinski y James Gandolfini), en la que se rescataba a alguien de un baúl de un coche cayendo desde un avión. Como curiosidad de Rápidos y furiosos 5in control, hay que decir que es una película altamente homoerótica, y que cada vez que Vin Diesel y Dwayne Johnson (el que antes se llamaba The Rock) se miran, hay chispas; y que cuando se agarran a las piñas falta muy poco para la pornografía. Por otro lado, el director se las ingenia para filmar unos (pocos) culos femeninos en Brasil y no salir de lo esquelético. Hay que tener maldad para no filmar ni uno con forma de pera. De todos modos, el disfrute 5ntrol de esta película es de aquellos que son fans o que disfrutan de ver a los fans festejando los coches o las mecánicas hazañas de los protagonistas. Como dije, no es lo mío.
El columnista insiste con su prédica. Persiste. Todos están equivocados cuando se quejan de que “no hay nada para ver” y lloran por el “estado actual del cine estadounidense”. Hay mucho, y muy bueno. Es más, el columnista propone un sensacional cuádruple programa. Habitualmente, muchos críticos usan expresiones como “entre la pobreza de la cartelera se destaca...” o “brilla tal o cual cosa entre la medianía de los estrenos”. No tengo ganas de discutir esas expresiones demasiado automáticas, sino de ofrecerles un menú bien balanceado para que redescubran el placer de ir al cine (el placer de la emoción, la reflexión, la diversión y la pasión). Empiecen a la tarde, pero temprano, cerca del mediodía (una hora rebelde para ver películas más bien nocturnas) por Scream 4, el regreso de una saga mucho más reflexiva que sangrienta. Uno de los grandes directores que ha dado el género de terror, Wes Craven, sabe jugar con el componente cinéfilo freak y con eso hacer algo así como una metacomedia de terror, o un film cómico de metaterror. Scream 4 está todo el tiempo rizando el rizo con sustento intelectual disfrazado de gritos. Lástima que Courteney Cox se haya convertido en alguien que –ridículamente– intenta engañar al tiempo y haya terminado con el labio superior inmóvil. Por suerte, hay grandes golpes (no ejemplifico con claridad para no revelar nada) bien dados, hilarantes y a la vez genuinos. Tan genuinos como la calidez de Neve Campbell. Luego continúen con Culpable o inocente, un thriller judicial de personajes creíbles. Sí, creíbles: pero no por un realismo sucio y sin glamour sino porque cada actor es conciente de su condición y, un poco a la manera de las estrellas clásicas, incorpora su carisma estelar para componer un ser humano reconocible, a la vez que no reniega de su brillo y de su fotogenia. Matthew McConaughey, Marisa Tomei y William H. Macy nos dejan con ganas de más. Comprueben lo que son actores en estado de gracia, fluidos, en una película lanzada a velocidad, con mucha cámara en mano, que acompaña la sensación de urgencia planteada por diálogos afortunadamente mucho más inteligentes que los de la vida real. Lejos de categorías-yunque como “obra maestra” o “imprescindible”, Culpable o inocente es una de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta tanto esto de ir al cine. Por más que tanto Scream 4 como Culpable o inocente tengan componentes de comedia, ninguna maratón de cine está bien balanceada si no hay una comedia cabal. Y eso es Una esposa de mentira, la mejor película-Sandler desde Como si fuera la primera vez (2004). Pero cómo, ¿a este columnista no le gustaba Funny People? Sí, por supuesto, pero esa no es una película-Sandler sino una película de Judd Apatow con Adam Sandler. Una esposa de mentira está dirigida por Dennis Dugan, el máximo director de las películas-Sandler (actuadas, producidas y dominadas por Sandler). Una esposa de mentira es una comedia de enredos e imposturas (en un momento hay tres o más mentiras enroscadas entre sí). Una esposa de mentira es una remake de Flor de cactus, de 1969, a su vez basada en una obra de teatro. Pero Una esposa de mentira, como muchas otras remakes (todos están equivocados cuando se quejan y se quejan de las remakes antes de verlas) es una película singular, de una singular etapa de Sandler: en Son como niños, en Funny People y en esta película, Sandler interpreta a millonarios. Ya van tres películas en la que Sandler se permite bromear con el dinero. Y como todo espectador realmente lúcido sabe, no hay nada más serio que las bromas de las buenas comedias. Y Una esposa de mentira se mete también con la obsesión por las cirugías, y le premite a Jennifer Aniston jugar –como comediante filosa– de igual a igual con Sandler (el intercambio de agresiones en la primera presentación de Aniston como esposa es ejemplar, pero hay mucho más). Por último, para completar el día y ahorrar un poco de dinero, les recomiendo una película en DVD, la comedia agridulce Cyrus, con John C. Reilly, Jonah Hill, Catherine Keener y... Marisa Tomei (seguro que se quedaron con ganas de más Marisa luego de Culpable o inocente). Cyrus es una de esas comedias pequeñas, de tono un tanto enrarecido, reconcentradas sobre pocos personajes y pocas peripecias. Una película ideal para bajar la adrenalina de lo que vieron en el cine si siguieron estos consejos, quizás tan equivocados como los de los que afirman que “la cartelera es un desastre”, pero brindados por alguien que se pone en momentos como este, a punto de salir para el cine para ver Rápidos y furiosos: 5in control y comprobar si es tan buena como afirman varios amigos.
El columnista insiste con su prédica. Persiste. Todos están equivocados cuando se quejan de que “no hay nada para ver” y lloran por el “estado actual del cine estadounidense”. Hay mucho, y muy bueno. Es más, el columnista propone un sensacional cuádruple programa. Habitualmente, muchos críticos usan expresiones como “entre la pobreza de la cartelera se destaca...” o “brilla tal o cual cosa entre la medianía de los estrenos”. No tengo ganas de discutir esas expresiones demasiado automáticas, sino de ofrecerles un menú bien balanceado para que redescubran el placer de ir al cine (el placer de la emoción, la reflexión, la diversión y la pasión). Empiecen a la tarde, pero temprano, cerca del mediodía (una hora rebelde para ver películas más bien nocturnas) por Scream 4, el regreso de una saga mucho más reflexiva que sangrienta. Uno de los grandes directores que ha dado el género de terror, Wes Craven, sabe jugar con el componente cinéfilo freak y con eso hacer algo así como una metacomedia de terror, o un film cómico de metaterror. Scream 4 está todo el tiempo rizando el rizo con sustento intelectual disfrazado de gritos. Lástima que Courteney Cox se haya convertido en alguien que –ridículamente– intenta engañar al tiempo y haya terminado con el labio superior inmóvil. Por suerte, hay grandes golpes (no ejemplifico con claridad para no revelar nada) bien dados, hilarantes y a la vez genuinos. Tan genuinos como la calidez de Neve Campbell. Luego continúen con Culpable o inocente, un thriller judicial de personajes creíbles. Sí, creíbles: pero no por un realismo sucio y sin glamour sino porque cada actor es conciente de su condición y, un poco a la manera de las estrellas clásicas, incorpora su carisma estelar para componer un ser humano reconocible, a la vez que no reniega de su brillo y de su fotogenia. Matthew McConaughey, Marisa Tomei y William H. Macy nos dejan con ganas de más. Comprueben lo que son actores en estado de gracia, fluidos, en una película lanzada a velocidad, con mucha cámara en mano, que acompaña la sensación de urgencia planteada por diálogos afortunadamente mucho más inteligentes que los de la vida real. Lejos de categorías-yunque como “obra maestra” o “imprescindible”, Culpable o inocente es una de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta tanto esto de ir al cine. Por más que tanto Scream 4 como Culpable o inocente tengan componentes de comedia, ninguna maratón de cine está bien balanceada si no hay una comedia cabal. Y eso es Una esposa de mentira, la mejor película-Sandler desde Como si fuera la primera vez (2004). Pero cómo, ¿a este columnista no le gustaba Funny People? Sí, por supuesto, pero esa no es una película-Sandler sino una película de Judd Apatow con Adam Sandler. Una esposa de mentira está dirigida por Dennis Dugan, el máximo director de las películas-Sandler (actuadas, producidas y dominadas por Sandler). Una esposa de mentira es una comedia de enredos e imposturas (en un momento hay tres o más mentiras enroscadas entre sí). Una esposa de mentira es una remake de Flor de cactus, de 1969, a su vez basada en una obra de teatro. Pero Una esposa de mentira, como muchas otras remakes (todos están equivocados cuando se quejan y se quejan de las remakes antes de verlas) es una película singular, de una singular etapa de Sandler: en Son como niños, en Funny People y en esta película, Sandler interpreta a millonarios. Ya van tres películas en la que Sandler se permite bromear con el dinero. Y como todo espectador realmente lúcido sabe, no hay nada más serio que las bromas de las buenas comedias. Y Una esposa de mentira se mete también con la obsesión por las cirugías, y le premite a Jennifer Aniston jugar –como comediante filosa– de igual a igual con Sandler (el intercambio de agresiones en la primera presentación de Aniston como esposa es ejemplar, pero hay mucho más). Por último, para completar el día y ahorrar un poco de dinero, les recomiendo una película en DVD, la comedia agridulce Cyrus, con John C. Reilly, Jonah Hill, Catherine Keener y... Marisa Tomei (seguro que se quedaron con ganas de más Marisa luego de Culpable o inocente). Cyrus es una de esas comedias pequeñas, de tono un tanto enrarecido, reconcentradas sobre pocos personajes y pocas peripecias. Una película ideal para bajar la adrenalina de lo que vieron en el cine si siguieron estos consejos, quizás tan equivocados como los de los que afirman que “la cartelera es un desastre”, pero brindados por alguien que se pone en momentos como este, a punto de salir para el cine para ver Rápidos y furiosos: 5in control y comprobar si es tan buena como afirman varios amigos.
El columnista insiste con su prédica. Persiste. Todos están equivocados cuando se quejan de que “no hay nada para ver” y lloran por el “estado actual del cine estadounidense”. Hay mucho, y muy bueno. Es más, el columnista propone un sensacional cuádruple programa. Habitualmente, muchos críticos usan expresiones como “entre la pobreza de la cartelera se destaca...” o “brilla tal o cual cosa entre la medianía de los estrenos”. No tengo ganas de discutir esas expresiones demasiado automáticas, sino de ofrecerles un menú bien balanceado para que redescubran el placer de ir al cine (el placer de la emoción, la reflexión, la diversión y la pasión). Empiecen a la tarde, pero temprano, cerca del mediodía (una hora rebelde para ver películas más bien nocturnas) por Scream 4, el regreso de una saga mucho más reflexiva que sangrienta. Uno de los grandes directores que ha dado el género de terror, Wes Craven, sabe jugar con el componente cinéfilo freak y con eso hacer algo así como una metacomedia de terror, o un film cómico de metaterror. Scream 4 está todo el tiempo rizando el rizo con sustento intelectual disfrazado de gritos. Lástima que Courteney Cox se haya convertido en alguien que –ridículamente– intenta engañar al tiempo y haya terminado con el labio superior inmóvil. Por suerte, hay grandes golpes (no ejemplifico con claridad para no revelar nada) bien dados, hilarantes y a la vez genuinos. Tan genuinos como la calidez de Neve Campbell. Luego continúen con Culpable o inocente, un thriller judicial de personajes creíbles. Sí, creíbles: pero no por un realismo sucio y sin glamour sino porque cada actor es conciente de su condición y, un poco a la manera de las estrellas clásicas, incorpora su carisma estelar para componer un ser humano reconocible, a la vez que no reniega de su brillo y de su fotogenia. Matthew McConaughey, Marisa Tomei y William H. Macy nos dejan con ganas de más. Comprueben lo que son actores en estado de gracia, fluidos, en una película lanzada a velocidad, con mucha cámara en mano, que acompaña la sensación de urgencia planteada por diálogos afortunadamente mucho más inteligentes que los de la vida real. Lejos de categorías-yunque como “obra maestra” o “imprescindible”, Culpable o inocente es una de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta tanto esto de ir al cine. Por más que tanto Scream 4 como Culpable o inocente tengan componentes de comedia, ninguna maratón de cine está bien balanceada si no hay una comedia cabal. Y eso es Una esposa de mentira, la mejor película-Sandler desde Como si fuera la primera vez (2004). Pero cómo, ¿a este columnista no le gustaba Funny People? Sí, por supuesto, pero esa no es una película-Sandler sino una película de Judd Apatow con Adam Sandler. Una esposa de mentira está dirigida por Dennis Dugan, el máximo director de las películas-Sandler (actuadas, producidas y dominadas por Sandler). Una esposa de mentira es una comedia de enredos e imposturas (en un momento hay tres o más mentiras enroscadas entre sí). Una esposa de mentira es una remake de Flor de cactus, de 1969, a su vez basada en una obra de teatro. Pero Una esposa de mentira, como muchas otras remakes (todos están equivocados cuando se quejan y se quejan de las remakes antes de verlas) es una película singular, de una singular etapa de Sandler: en Son como niños, en Funny People y en esta película, Sandler interpreta a millonarios. Ya van tres películas en la que Sandler se permite bromear con el dinero. Y como todo espectador realmente lúcido sabe, no hay nada más serio que las bromas de las buenas comedias. Y Una esposa de mentira se mete también con la obsesión por las cirugías, y le premite a Jennifer Aniston jugar –como comediante filosa– de igual a igual con Sandler (el intercambio de agresiones en la primera presentación de Aniston como esposa es ejemplar, pero hay mucho más). Por último, para completar el día y ahorrar un poco de dinero, les recomiendo una película en DVD, la comedia agridulce Cyrus, con John C. Reilly, Jonah Hill, Catherine Keener y... Marisa Tomei (seguro que se quedaron con ganas de más Marisa luego de Culpable o inocente). Cyrus es una de esas comedias pequeñas, de tono un tanto enrarecido, reconcentradas sobre pocos personajes y pocas peripecias. Una película ideal para bajar la adrenalina de lo que vieron en el cine si siguieron estos consejos, quizás tan equivocados como los de los que afirman que “la cartelera es un desastre”, pero brindados por alguien que se pone en momentos como este, a punto de salir para el cine para ver Rápidos y furiosos: 5in control y comprobar si es tan buena como afirman varios amigos.
Difícil ser breve luego de ver Cruzadas, de Diego Rafecas. Se produjeron en varios lugares de Internet algunas polémicas o protopolémicas. Por ejemplo, acá, a partir de una crítica de Diego Batlle: Hoy (jueves 5 de mayo a la tarde), las 17 críticas listadas sobre Cruzadas en el sitio “Todas las críticas” son negativas, y el promedio de la película es de 2,3 puntos sobre diez. Quien firma los comentarios como Diego Rafecas (supongo que es el propio director de Cruzadas y no otra persona que firma con su nombre, pero el uso del seudónimo es muy habitual en el mundo 2.0) reaccionó con agresividad frente a la citada crítica de Batlle en Otros cines. Si bien mi espíritu corporativo es endeble (no creo que los críticos de cine se equivoquen necesariamente menos que la gente que se dedica a otras cosas), considero que quien firma como Rafecas se equivoca aún más en muchos aspectos de sus planteos (dejemos de lado los múltiples errores de redacción). En primer lugar en su agresividad y calificativos (“Que facil que es ser crítico de cine, que trabajo tan engañoso, impune y cobarde” y varios insultos y descalificaciones en otros sitios de Internet en donde se publicaron críticas de su película). Se equivoca también en no cuestionar con claridad y argumentos la crítica de Batlle. Creo que la crítica de Batlle sobre Cruzadas también está equivocada: las críticas de cine deberían explicar, describir algo de la película para que el espectador pueda confrontar lo descripto por el crítico con la visión de la película. Si la crítica consiste mayormente en muchos adjetivos y calificaciones y poco más, uno puede o no estar de acuerdo con el crítico, pero no hay diálogo posible entre el lector, el texto crítico y la película. Por otra parte, tanto la crítica de Batlle como la de Diego Papic en Clarín hablan de “mal gusto”. Tengo un problema con este término: no termino de comprenderlo. ¿Mal gusto? ¿Qué es “mal gusto”? ¿Un culo? ¿Dos culos? ¿Una puteada? ¿Plácido Domingo torturando tangos clásicos en el obelisco? ¿Gran Hermano? ¿Que a mí me guste mucho más Serena Williams que Valeria Mazza? Si no desde siempre, al menos desde que Divine comió inequívocamente mierda de perro en Pink Flamingos (1972) de John Waters hay que describir qué implicamos cuando decimos mal gusto. ¿Esta breve crítica a ciertas críticas sobre la película implica que yo considero a Cruzadas una buena película? No: me parece mala. La considero, eso sí, una anomalía, una película extraña, con una enorme cantidad de elementos que no hacen sistema, lo que da como resultado una propuesta inevitablemente chirriante, teratológica, pero no felizmente teratológica (como sí lo era La dama regresa de Jorge Polaco, de 1996): 1. Hay enormes desajustes actorales. La película de un actor no parece coincidir con la de los demás. Algunos ejemplos: mientras Chachi Telesco (Mecha) se come las eses sin naturalidad, Claudio Rissi (Alcides) se mueve con comodidad en su dicción barriobajera. Nacha Guevara (Camila Lamónica) hace de reina de la bailanta, pero su dicción y entonación son más bien tangueras. Moria Casán (Juana Pérez Roble) intenta ser sobria pero no logra fluidez en sus líneas, y en las palabras más largas parece hacer esfuerzos de vocalización para mantener la frialdad de su personaje. Mientras tanto, Willy Lemos (Dr. Cano) juega a un histrionismo extra intenso, al igual que Alejandra Majluf (la Escribana Suárez) y Enrique Pinti (Ernesto Pérez Roble). 2. Hay pifias importantes en el armado general de la película. La mayor de todas tiene que ver con el nivel de lenguaje de los diálogos. Un ejemplo importante porque se refiere a la mitad de los ambientes en los que se desarrolla Cruzadas: cuando la película está dentro del “mundo empresario” o de la clase alta, no logra construir ni la retórica ni la semántica de ese ambiente (si fuera una parodia tampoco es consistente, porque para la parodia se necesita también algún referente, y aquí no lo hay, o no está construido con solidez). Cuando Pinti canta una supuesta canción de cancha ya entramos en un terreno de pifia mayor: nadie canta o grita en el mundo futbolero “Viva vivaaa San Lorenzooo” ¿Viva viva? Las intervenciones de Pinti en la película suelen ser extemporáneas, y la película no logra integrar la diversidad actoral en un universo variopinto (como sí lo lograba La dama regresa, una película chirriante pero cálida). 3. La dama regresa era, sí, una película festiva. Cruzadas no, apenas lo es brevemente, cuando Chachi Telesco baila con prestancia, profesionalismo y ritmo (y ese momento pone en evidencia mucho de lo que no funciona en el resto de la película). En La dama regresa había placer en varias performances, Cruzadas no transmite placer ni fluidez (se pasa de una situación a otra de forma abrupta, anticlimática) salvo en ese baile y cuando Telesco canta en su cama. De nuevo, son apenas momentos fugaces en una película que apuesta por otra cosa, por otra historia grotesca y gritona para el cine argentino, con un cuestionamiento vagamente conducido a ¿los grandes grupos mediáticos? Si hay alguna clase de crítica, no queda clara porque no hay referencias a qué es lo que hacen los grandes grupos mediáticos, más allá de que Ernesto Pérez Roble tiene una familia conflictiva y un pasado turbio. 4. La dama regresa era una película carnalmente procaz, desvergonzada, que festejaba desnudos y cuerpos varios. Aquí hay muy poco de eso, entre un cuidado extremo para iluminar de manera distinta los rostros de Casán y Guevara y mayores referencias sexuales en las palabras que en las imágenes. El mejor momento carnal de la película es cuando se le sube la pollera a Claudia Albertario, al principio de la película. Lamentablemente, no habrá más de esa anarquía en los cuerpos y el vestuario porque Cruzadas, en su actualización del grotesco y su retrato de no pocas monstruosidades argentinas, no se decide por la velocidad y la anarquía sino por cierta momificación en largos parlamentos y secuencias entre lentas y quietas, que hacen notar aún más sus falencias. PD1: Si quien firma en otros sitios como Diego Rafecas o quien sea quiere debatir sobre este texto, bienvenido, y entre otras cosas para eso están los comentarios de Hipercrítico. Ahora bien, en los comentarios de mis columnas no se aceptan agravios, insultos o descalificaciones personales (así como yo no los hago en mis críticas). Si el debate no puede darse sin el insulto (como lo hacen quien firma como Diego Rafecas y otros acá http://cinemarama.wordpress.com/2011/04/27/cruzadas/) estaremos todos aún más equivocados. PD2: Sí, me quedaron muchas películas para comentar la semana que viene. Les recomiendo varias entre las que vi: la gran sorpresa Culpable o inocente, Amateur, Los labios y Secuestro y muerte. Y Cyrus, que se editó en DVD. Todavía no pude ver Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo ni De caravana ni Rápidos y Furiosos 5: Sin control.
Esta es la primera parte de un diario sobre las (muchas) películas vistas por este columnista en estos días, con comentarios sobre lo equivocados que están todos, incluso el propio columnista. Jueves 21 de abril. En el Cinemark Palermo, a las 14.30, veo Pase libre de los hermanos Farrelly, que siguen anal-izando (sí, “anal” e “izando”, con todas las resonancias fecales y fálicas que tenga ese guión insertado en medio de la palabra) a la sociedad americana con ferocidad, chistes bestiales, lucidez y ternura. Aquí tienen una muy buena crítica sobre la película escrita por Horacio Bernades: En ese texto, Bernades se acuerda de otros hermanos, los Coen, que desprecian y/o odian el mundo que muestran. Sin embargo, mal que le pese a Bernades (y a mí), los Coen son más valorados críticamente y más premiados que los Farrelly. Bernades, seguramente, está equivocado. Y yo también: la última película de los Coen, ese western sin alma, Temple de acero, es la película más valorada de 2011 por buena parte de la crítica argentina. Eso puede verse en este site: http://www.todaslascriticas.com.ar/ Volviendo a los Farrelly, la función a la que asisto (14.30) tiene un problema de sonido: el Dolby –creo que es el Dolby– va y viene, pero esa intermitencia del sonido no me impide demasiado el disfrute. Creo que el sonido estaba en su momento de esplendor en el momento exacto, para poder escuchar con los detalles necesarios el estornudo-pedo que corona la mejor secuencia del film. ¡Qué equivocado está este columnista al preferir un chiste de mierda expandida en una bañadera por sobre algunas películas prestigiosas! Aclaración: lo de “chiste de mierda” no es un calificativo sobre el chiste sino una descripción fría de su componente principal. Lunes 25 de abril, al mediodía. Veo Torrente 4, de Santiago Segura. La charla que Segura dio en el Bafici fue veloz, ocurrente, repleta de apuntes inteligentes. La película, salvo por los primeros veinte minutos (en donde los chistes se suceden a velocidad, Torrente demuestra sus más asquerosas tropelías y “la crisis” es un tema presente) es otra de esas comedias haraganas que hacen desfilar burocráticamente personajes desganados (la muy extensa parte de la cárcel aprieta con lentitud botones muy gastados). Leo las críticas, y Torrente tiene más críticas a favor que Pase libre. Lo dicho: mucha gente equivocada. Leo en el afiche (y me cobran la entrada en ese sentido) que Torrente 4 es 3D (porque así lo decidieron quienes produjeron la película, o el propio Segura en solitario, o qué sé yo quién). Alguien debe estar equivocado, o se está haciendo el vivo: ponerse los anteojos esos, y pagar una entrada más cara, para ver unos –pongamos– 17 segundos en total de planos pensados para el 3D, es enojoso. La veo en el Cinemark Caballito, se ve y se escucha bien, y somos tres personas en total. Lunes 25 de abril, a la tarde. Veo El hombre que podía recordar sus vidas pasadas de Apichatpong Weerasethakul y Palma de Oro en Cannes 2010. Estoy familiarizado con el cine del tailandés, y en sus películas anteriores hay segmentos (su cine es fragmentario, y hace de esa fragmentación una marca de estilo) que me gustan mucho. El hombre... sin embargo, me resulta una película tremendamente estéril, una de esas a partir de las cuales los críticos que gustan de la película acumulan elogios cada vez más hiperbólicos ante la difícil (para mí, imposible) tarea de analizar e interpretar algo que quizás esté hecho para un consumo escasamente analítico, tal vez un poco emocional o mayormente sensorial. Seguramente yo sea el equivocado: no me interesa y no me emociona. Y lo sensorial –importante en mis disfrutes parciales de Blissfully Yours y Tropical Malady– se vio en mi caso bastante afectado por la proyección: vi la película en el Arteplex Centro, y lo que se me ofreció fue una imagen lavada, un sonido insatisfactorio y parte de la imagen que se escapaba de la pantalla. A diferencia de mi experiencia con la Palma de Oro 2009, La cinta blanca de Haneke, que no me gustó pero sobre la que pude garrapatear algo, no podría hacer una crítica de El hombre... Debería verla otra vez pero, sinceramente, preferiría incluso ver otra vez la de Haneke. Es que en el cine prefiero enojarme a quedar indiferente, impertérrito, no interpelado de ninguna forma. “Pero hay críticas superlativas por todos lados”, me digo al terminar de padecer la película. Salgo de la sala y salgo al mundo, que es mucho más misterioso que esta película y que cualquier película, y me digo que todos están equivocados y más tarde reveo (en DVD, y por enésima vez) la excelsa La comedia de Dios de João César Monteiro. Y de esa forma recompongo mi relación con el cine más extremo, con el menos habitual, con el más personal: con el cine firmado. Así las cosas, los dejo hasta la semana que viene, en la que seguiré equivocándome al comentarles otras películas que vi como Cruzadas, Scream 4 y Una esposa de mentira (con Adam Sandler). Mientras tanto, les recomiendo Scream 4, les ultra recomiendo Una esposa de mentira (creo que la volveré a ver) y me despido con una frase que no recuerdo si es de Oscar Wilde o de algún otro al que le gustaba equivocarse: “no nos haga creer en lo que usted dice, háganos creer en su decisión de decirlo”.