Podríamos hablar de Ezio Massa como un pionero en esta nuevo reverdecer del cine de género nacional. El hombre que se inició en el largo con Más allá del límite posee varios títulos que consiguieron rápidamente ser apreciados por un nicho valedero, la mencionada, junto con Cacería y Villa son muestra de ello. Con 2/11, que se presentó con un primer corte en el anteúltimo Festival Buenos Aires Rojo Sangre, el formoseño recae en el relato de terror sin medias tintas, pero lo hace a su manera, como hace demostrado en sus anteriores films, haciendo foco en sus personajes. Co-Escrita junto al reconocido periodista Sebastián Tabany, a grandes rasgos el argumento gira alrededor de Elias (Nicolás Alberti) joven que aparece, de la nada, corriendo sobre una ruta, desnudo y ensangrentado. Su hermano Santiago (Juan Gil Navarro) es policía, y junto a otro oficial, Rodo (Carlos Kaspar) inician una investigación sobre el hecho, ya que Elías se encuentra en un estado casi catatónico. Los cabos se irán atando y todo lleva a los interiores del bosque que rodea la ruta en ekl cual se esconde más de un misterio que incluyen seres mitológicos, sectas, rituales, asesinatos y más yerbas. Para sumar al clima enrarecido, una mujer, Mercedes (Agustina Lecouna) se inmiscuirá en la investigación, y de inmediato sabremos que es un personaje fundamental para la resolución. Su principal aspecto fuerte es la originalidad de la premisa, Massa y Tabany le escapan a los lugares comunes, y tal como sucedía en la reciente La Segunda Muerte, se opta por un terror rural, interno, con mucho del toque local; si bien alguna escena está resuelta de acuerdo a los cánones pre-establecidos, el conjunto le rehúye al cliché. Pero por otro lado, 2/11 peca de una narración demasiado fragmentada; su argumento quizás se complejiza demasiado para la duración acotada que posee, y sobre todo en el primer tramo, presenta una estructura de retazos que, luego se irán armando. Con constantes flashback, ir y venir en distintos tiempos, escenas filmadas a velocidad de exceso de adrenalina y otras más ralentizadas, cuesta encontrar en ella un término medio. Durante la primera media hora prima la confusión y pareciera que el film deambula sin un rumbo fijo, luego que se presenten todos los elementos, se llevará a la cohesión que intentará no dejar cabos sueltos y hasta presenta alguna sorpresa, por lo menos para los menos adeptos al género. Massa refleja también la relación difícil entre Santiago y Elias, y como la presencia de Mercedes despierta en ellos cosas del pasado; hay una cuota de drama intimista en ella que será útil para bajar el tono y simplificar la comprensión. De recursos limitados pero bien aprovechados, 2/11 es un producto ambicioso hecho a pulmón, imperfecto, pero apasionado. Otro escalón más en la carrera de un director que no deja de prometer y cumplir.
Anécdota, antes de entrar a ver esta tercer película de la saga Los Juegos del hambre, tuvimos que esperar más de lo previsto para el comienzo de la función por un simulacro de incendio que se iba a practicar en el lugar; todos tuvimos que salir, aguardar en la vereda de en frente, el lugar se llenó de bomberos, sonaban sirenas, etc. Esto, que no tiene nada que ver con el film, viene a razón de que la proyección que presenciamos luego fue llamativamente bastante menos emocionante que esos minutos. Al igual que la primera secuela, Sinsajo está dirigida por Francis Lawrence (director de Soy Leyenda, pero también de Agua para Elefantes y Constantine); y como es moda reciente, se decidió separar el último libro de la saga creada por Suzanne Collins en dos películas, por lo que aquí veremos sólo el comienzo de algo que culminará recién el año que viene. Y pocas veces mejor dicho eso de que sólo veremos el principio. Sinsajo Parte 1 comienza inmediatamente donde nos dejó En Llamas con un final “a lo El Imperio Contraataca”. Katnis (Jennifer Lawrence) luego de haber destruido de un flechazo el domo en el que se realizan los mentados juegos, es “capturada” y llevada al Distrito 13, lugar en el que se encuentra un grupo de rebeldes que pretende terminar con la tiranía y restaurar la democracia en Panem… o algo así. Cuando despierta, es presentada ante la Presidente Coin (Julianne Moore a la que últimamente estamos viendo muy seguido en roles de sagas para juntar dinero) que le muestra los horrores que han hecho con el Distrito 12, su lugar de procedencia. A partir de ese momento asistiremos a la gestación de lo que será la transformación de Katnis en la voz e imagen de la revolución; mientras que, del otro lado, los tiranos la manipulan con los afectos que han quedado en el domo, entre ellos Peeta (Josh Hutcherson). … Y poco más es lo que sucede en esta primera parte que adapta un libro que da culminación a la saga; por lo menos, no más que se pueda contar sin meternos en el desarrollo minucioso de la trama. Las leyes del mercado hay llevado a que los últimos capítulos de estas sagas sean desarrollados en dos partes; pero tal como sucedía con las últimas entregas de Harry Potter esto hace que la primer parte de ese final sea sólo de preparación, como un precalentamiento. Sinsajo ofrece interesantes momentos en el que veremos que de un lado y del otro las cosas no son tan diferentes, que hay manipulación de la imagen y las emociones de un lado y del otro, que un héroe puede crearse desde afuera; cosa que en parte también ya habíamos visto en En Llamas. Como consecuencia tenemos una película más estática que las anteriores, en la cual el desarrollo de los jugos ya no es lo importante y podríamos estar hablando de cualquier película sobre tiranías futuristas. Sinsajo no es un mal film, para quienes vienen siguiendo la historia a través de la película (los que no vieron ni leyeron nada no se acerquen porque es poco lo que van a entender), cumple en el sentido de la prolongación y aporta algunas dosis del humor que ya se probó en las entregas anteriores; pero deja un sabor de que lo mejor está por venir. Probablemente una concentración de la narración en una sola película conformando la trilogía como en los libros hubiese ayudado a una mayor agilidad, ya que otra sensación presente pensar que lo que aquí se cuenta pudo resumirse en menos metraje.
¿Se puede ser original en un género tan explorado como el terror? Este pareciera ser el gran interrogante que se esconde debajo de Así en la Tierra, como en el Infierno; nuevo opus de John Eric Dowdle (Cuarentena, La Reunión del Diablo). En noventa y tres minutos, el film lo intenta permanentemente; y lo hace con una vieja fórmula, tomar un poco de aquí y un poco de allá. En 2007 se conoció el film de Tomm Coker y David Elliot, Catacumbas, con Shannyn Sossamon y Pink en los protagónicos; un film muy, demasiado, parecido a este. Para quienes lo vieron imaginen si a esta premisa le agregamos Event Horizon, Esfera, Línea Mortal, El Proyecto Blair Witch, y Terror en Chernobyl… de todas esas ideas, Dowdle (también co-guionista), sacó un nuevo film que intenta parecer una nueva experiencia. Vayamos a su argumento, la protagonista es Scarlet Marlow (Perdita Weeks) una arqueóloga todo terreno, estudiante en posgrado, que además parece saberlo todo en criptografía y tener sabios conocimientos de química; y además es joven y linda. Durante un viaje a Oriente, la chica encuentra un elemento que atando cabos la llevará a las míticas catacumbas parisinas construidas en el Siglo XVIII cuando la ciudad del amor se vio tapada de cadáveres debido a una peste. Scarlet junta a un equipo variopinto (léase clichés de todo tipo) y se dirigen hacia las entrañas de París en busca de La Piedra Filosofal, que no es una roca en sí, sino una sustancia capaz de cambiar la estructura química de todo lo que entre en contacto con ella, en definitiva, puede transformar todo en oro. Pero como esto es una de terror Tomb Raider, una vez que se hallen en las catacumbas, rodeados de huesos, se encontrarán con algo desconocido, terrible, que les planteará desafíos psicólogicos que los irá llevando a la muerte. La cruza de estilos e ideas es bienvenida y aceptable, uno más o menos sabe qué es lo que puede llegar a pasar, pero el inconveniente es que Así en la Tierra, como en el Infierno es inferior a todos los films de los cuales toma algún detalle. Sabemos que los personajes secundarios en un film de horror son descartables, pero Dowdle no genera empatía tampoco con su heroína, un ser irritante y molesto que tiene la necesidad de hablarlo todo, y a cámara, porque, sí, estamos ante un nuevo exponente del found footage. La cámara es un poco menos movediza qyue en otros exponentes del subgénero, pero nuevamente, la credibilidad se pone en duda cuando se ven tomas imposibles de lograr con cámaras en mano, o se utiliza una banda sonora que da un buen clima pero que choca con el precepto de material encontrado. Algún susto es efectivo, y en la segunda mitad, cuando se acaban las explicaciones, pareciera querer remontar un poco, pero no, nunca termina de concretar algo que genere un genuino interés. Así en la Tierra, como en Infierno desaprovecha un buen ambiente de claustrofobia y algunos apuntes que la elevan de un resto; todo para hacer un film incapaz de eludir un solo lugar común o sortear “Las casualidades” del guión. Una lástima, por la premisa se esperaba algo más.
Javier Rebollo, director La mujer sin piano y Lo que sé de Lola regresa al cine de la mano de una road movie que propone un juego entre intrigas y humor ácido; pero ya se sabe, no simpre el que propone, dispone, ni querer es poder. El muerto y ser feliz ubica en el centro de la escena a Santos, un asesino a sueldo al cual ya le pasó su cuarto de hora. Vive añorando los mejores tiempos, quiere volver a ellos, lograr un buen encargo, pero no puede, falla una y otra y otra vez. Escapándose de un hospital en Buenos Aires, Santos emprende un viaje por las rutas argentinas, hacia el norte, sin un rumbo no muy fijo: También huyendo de su último encargo fallido. Santos es José Sacristan; y la interpretación del actor de Un lugar en el mundo y Roma rápidamente se convierte en lo mejor del film; aunque deba remar con la difícil situación que le tocó en suerte. Santos es, digamos, un personaje difícil; es un español en Argentina, que añora una profesión ilícita, que tiene una enfermedad terminal, que debe inyectarse morfina para soportar los dolores que le provocan los tumores, y que huye a no sabemos bien dónde… y cómo se intenta hacer una comedia, a todo esto le debemos sumar una cuota de patetismo importante. No hay muchas maneras de decirlo, El muerto y ser feliz es a todas luces un film fallido. Una comedia que no causa mayor gracia sino más bien escozor incómodo. Una road movie que no aprovecha los inmensos paisajes. Un film que toma decisiones narrativas truncas (como esa permanenete y muy molesta voz en off femenina). Y como si fuese poco, que cae reiteradamente en errores de lógica y continuidad que nos dan a pensar sino fueron hechos deliberadamente en pos de hacer algo cercano al realismo mágico o el grotesco; de otro modo cuesta entender tanta desprolijidad en cosas mínimas. Sacristán hace lo que puede para llevar a delante un guión que lo obliga decir parlamentos irreproducibles, y lo personaje secundarios tampoco aportan demasiado, hasta todo lo contrario. Por momentos, el argumento pareciera tomar la veta de la intriga, con toques de irrealidad, pero que llegan a interesar en pos de remontar lo visto hasta el momento; pero no, nuevamente recae en momentos que rozan la miserabilidad. El film cuenta con locaciones llamativas de toda la argentina, pero la cámara no se posa en ellas, lo toma siempre a Santos como el centro de la escena, por lo cual todo podría suceder en el Valle de la Luna o en el living de un departamento. El muerto y ser feliz quizás sirva como ejercicio para observar cómo un actor de peso y trayectoria enorme hace hasta lo imposible para salvar las papas del fuego; aunque cuando ya se empezó a oler a quemado sea poco lo que se pueda hacer; solamente salvarse el cocinero de no prenderse fuego él también.
Cuando nos enteramos hace unos cuantos meses de la realización de una secuela de Tonto y ReTonto 2, los interesados nos quedamos con algunas interrogantes ¿Podrá mantener el mismo estilo de la original? ¿Afectará en el dúo el paso del tiempo? ¿Será necesario hacer una secuela? ¿Y la precuela?. Es momento de resolver todas esas preguntas. Comencemos por el final; la precuela Tonto, Tontos y Retontos, bien gracias, se la ignora totalmente en esta secuela – lo bien que hacen – y por tanto nosotros haremos lo mismo. Sorpresivamente, para bien o para mal, según cómo se lo vea y según sea el cariño que se le tenga a la original, Tonto y ReTonto 2 es muy similar a su primera parte, hasta hay gags que funcionan mejor si se tiene fresca a aquella, el estilo es prácticamente el mismo, algo más zafado, pero poco ha cambiado. Veinte años han pasado desde aquella película que dio a conocer al dúo de hermanos Peter y Bobby Farrelly como apellido insigne de la dirección de comedias. Durante todo este tiempo, se intentó que las partes se pusieran de acuerdo pero nunca se llegaba a un acuerdo para continuar la historia con el mismo equipo. Es inevitable que el tiempo haga mella, cuando lo vemos a Jim Carrey y Jeff Daniels repetir sus roles de Lloyd y Harry como si todo fuese igual, algo nos hace ruído, perdonen pero ya distan de ser jovencitos y pareciera que ambos actores ya están para otras cosas; pero algo sí es seguro, la química de amistad entre ellos se mantiene fresca y estos roles no pueden tener otro rostro y personalidad que la de los actores. De la experiencia del paso del tiempo salen mejores parados los directores, que habiendo perdido algo de la magia y el toque para la comedia de sus primeros films (digamos cuando probaron el dulce de la NCA), aquí lo vuelven a lograr y son los que siguen filmando y creando humor como si todavía se encontrasen en 1994. La historia es tan solo una excusa y es lo que más nos hace acordar a la original por sus similitudes. Harry y Lloyd emprenden nuevamente un viaje de estilo road movie, esta vez buscando un riñon para Harry en uno de sus hijos no reconocidos (ya sabemos, supuestamente). En el medio, terminan involucrados inocentemente en una trama criminal de cacería. No hay mucho más para decir sin arruinar los chistes… solamente que en la hija de Harry, habrá más de un interés por parte del dúo. Alguno gags funcionan, otros no tanto, hay mayor cantidad de chistes zafados, pero sigue prevaleciendo la inocencia de ambos personajes, y ahí cuando el guión no responda, bastará con un gesto de cualquiera de los dos actores para que, aunque sea, se nos dibuje una sonrisa. Esto ya es cansino decirlo, la primer película dividió aguas, a quienes aquella no les haya gustado, les haya parecido de mal gusto, a esta ni se asomen. Quienes hayan extrañado al dúo por veinte años, o se hayan cansado de verlo por televisión, esta secuela entrega un film que no está a la altura del original, que intenta repetirlo (y eso en parte quizás sea lo que no le permite estar al mismo nivel), y que de todos modos ofrece un momento muy divertido y desprejuiciado. Respondemos el último interrogante, ¿Era necesaria? Probablemente no, pero las leyes de Hollywood mandan, y acá, entre nosotros, sabemos que el resultado pudo ser mucho peor. A divertirse sin ningún prejuicio.
Cada uno reacciona ante una catástrofe de manera diferente, es cierto; pero hay formas y formas de reaccionar, y en esos detalles también estará la formación del carácter y personalidad de las personas. Tomas y Ebba viajan con sus hijos en plan vacacional a los Alpes franceses. Son un matrimonio perfecto, una familia ideal, con sus rispideces como todas, pero nada importante; el momento es propicio para el puro placer de esquiar y distenderse en conjunto. Pero sucede la situación límite, hay un alerta de avalancha, la vida se pone en riesgo porque justo ellos están en el lugar menos indicado. Ebba llama a su marido para que los socorra, pero Tomas agarra sus cosas y huye para el otro lado, individualmente. No, no es Force Mjaeure un film catástrofe de esos por los que delira Roland Emmerich, la avalancha ni siquiera termina siendo lo anunciado. Sucede una catástrofe, pero no en el paisaje natural, sino en el seno familiar. ¿Cómo se ignora semejante actitud? ¿Es cuestionable? El director y guionista Ruben Östlund logra crear una acumulación, una avalancha, de emociones, en el marco de lo que pareciera un film pequeño. La primera elección correcta es su tono. Pese a lo que podría indicar su guión, Force Majeure no es (completamente) un drama; es una comedia que ajusta los tornillos de la incomodidad, que busca cierto ridículo allí donde el lugar común indicaría que debe estar el momento de llanto. Quizás no nos reiremos a carcajadas, es más, nos emocionemos, pero frente a un plano distendido y cargado de ironía. Östlund hace uso de todos los detalles que tiene a su alcance. El punto de vista será el de la mirada curiosa, observadora desde el afuera que se inmiscuye en una intimidad familiar. Del ambiente también sacará provecho, ese lugar gélido, inmenso, lleno de silencios y sonidos amplificados, será mucho más que una locación. Es más, la utilización del sonido también será un aporte para la incomodidad, como esos pequeños sonidos normales, de la cotidianeidad, que acá cobran una importancia desmesurada por el silencio y la incomodidad de la situación. Tampoco serán cualquiera los intérpretes, Johannes Kuhnke y Lisa Loven Kongsli como Tomas y Ebba le sacan jugo a sus personajes, los llenan de matices, y logran una no-química extraña y a la vez intrigante. Force Majeure interpela al espectador, no lo deja impávido; es inevitable preguntarse qué hubissse hecho uno mismo ante esa situación… y aunque de la boca para afuera lo primero que digamos es “no, yo hubiese salido a dar mi vida por mi familia”, interiormente nos preguntaremos si realmente es así. Premiada en Cannes y enviada por Suecia a la competencia por el Oscar Extranjero, este nuevo opus de Ruben Östlund es otro de los mejores films estrenados este año. Una gran película envuelta en lo que pareciese una anécdota.
En la ficción de la inmensa y poco valorada Dark City, unos seres se encargaban de otorgarnos recuerdos nuevos cada día mientras dormimos, planteando el hecho de que permanentemente vivimos una vida nueva cada día sin que nosotros lo percibamos. A Christine (Nicole kidman) le sucede algo parecido; sufre de un trauma que, al igual que el personaje de Drew Barrymore en esa joya que es 50 First Dates, la lleva a olvidar todo lo que vivió cada vez que su mente entra en reposo, duerme. Tal cual le sucedía a Lucy, Christine sufrió un accidente y no puede recordar nada por más de un día desde ese entonces. Ella todos los días se despierta y atemorizada por no saber dónde está y ni reconocerse en el espejo (el accidente lo tuvo a los 20 años), se entera que vive una vida doméstica muy acomodada junto a su esposo Ben (Collin Firth). Pero esto no es una comedia romántica, por lo cual, hay cosas en la vid de Christine que no están bien, más allá de su trauma cerebral. Hay un psicólogo, el Dr. Nash (Mark Strong), que le hace llevar un diario digital (en video) a nuestra protagonista, para retener recuerdos de algún modo; pero Ben desconoce este hecho. Antes de despertar juega a retacear información al espectador para que nos sintamos tan perdidos como la mujer. Lo que vemos es todo según su visión, por lo que tampoco sabemos si es real o es todo una confusión. Thriller de manual, el director Rowan Joffe, también co-guionista, adaptó un best seller de S.J. Watson; y se nota a la hora de la puesta en escena que posee un alto grado de literalidad. Joffe y Watson (que también intervino en el guión) entregan un producto básico, una pesadilla que con los elementos que se tenía podría haber sido mucho mayor. Como si tuviese autoconciencia de ser un film pequeño, a Antes de despertar le falta vuelo, tanto que por momentos pareciera que nos enfrentamos a un telefilm propio de ese canal especialista en films de la tv para el ama de casa (hasta hay uno que es muy similar). Todo luce en una media, la intriga está servida y se sigue con interés, hay un espiral de confusiones y no todo será de fácil deducción; pero faltan ajustar algunas tuercas que la eleven en su nivel y la lleven a poder ser el gran film de suspenso que pudo ser. Collin Fitrth entrega una actuación clásica, como uno de esos maridos que parecen perfectos pero que pueden guardar algún secreto aterrorizador debajo de su blanca sonrisa; definitivamente él será lo mejor del film. Kidman debe ponerse en la piel de una mujer frágil e insegura de sus actos por circunstancias incorregibles. No es un rol nuevo para ella y sabemos que le sienta bien. Pero su rostro, ya pareciera ajeno a las emociones; no queremos caer en la banalidad, pero sea lo que sea que se haya hecho en la cara le quitó expresiones, luce permanentemente impávida, por lo cual más de una vez actúa algo que su cara no demuestra, y por más esfuerzo que arremeta, le resta credibilidad. Antes de despertar es un film correcto, atrapante, interesante para mantenernos atentos durante el tiempo que dure su proyección. Pero una vez que abandonemos la sala, lentamente, podemos perder su recuerdo; no por ningún accidente, por el simple hecho de no ir a más y conformarse con el solo tilde de entretenido.
¿Te acordás hermano qué tiempos aquellos? Decía Julio Sosa mientras entonaba Tiempos viejos; y el rock argentino se encuentra desde hace tiempo en un etapa similar, la de rememorar las glorias que parecen lejos de volver. La mirada nostálgica, el recuerdo del paso del tiempo, las remembranzas de cuando éramos jóvenes y todo olía a libertad, cuando nos animábamos a hacer cosas… hoy en día todo se reduce a un mero escapismo. Sí, el rock se convirtió en tango; y parte de ese síntoma se refleja en los resultados de Planta Madre de Gianfranco Quattrini. Un dúo de rock de tiempos antiguos, un viaje, un amor, la muerte, las cuentas pendientes; estos son los pilares fundamentales de la historia que habla de Diamond (Robertino Granados) hombre mayor y anquilosado, anodino, que supo formar cuando era más joven una banda junto a su hermano Nicolás, Los Hermanos Santoro. Nicolás quería hacer un viaje iniciático a Perú, pero falleció, y desde ahí pareciera que el tiempo se detuvo y solo pasan los años sin que nada avance. Pierina (Camila Perisse, que mantiene algo del enigma de aquella bomba erótica de los ’80), novia de Nicolás invita a Diamond a Perú, y él va, y así la rueda comienza a girar otra vez, para cerrar el círculo y cumplir con la tradición de la ayahuasca del chamán Solon. Planta Madre juega con los tiempos, está el presente, la infancia y la adolescencia de los hermanos, signadas por el rock y cómo los toma en sus diferentes etapas de sus vidas. El film del peruano director de Chicha tu madre podría haber sido un interesante recorrido por los años de formación de lo que hoy está tan arraigado como rock nacional, quizás a la manera de una docuficción. Pero lo que prima es el clima del presente, una idea de que el tiempo pasó, el tren ya se fue y lo único que nos queda es el recorrido por lo que ya pasó gracias a determinadas sustancias. En un elenco en el que participan desniveládamente Rafael Ferro, Luciano Cáceres, Manuel Fanego, Santiago Pedrero, Emiliano Carrazzone, y Andrea Prodan, entre otros; cuesta crear una empatía con los personajes, pero no es debido a las interpretaciones que lucen en su mayoría correctas. El film no permite penetrar en su mundo al espectador, pese a una interesante banda sonora ad hoc, esto no se conjuga con lo que se ve en pantalla. Hay también una historia de amor problemática, que roza extrañamente lo policial por decirlo de algún modo, pero que no termina de cuajar con el resto de lo que se ve. Así, lo mejor del film serán los flashback en los que el rock se siente como lo que es; pero la pulseada la gana el presente. “Planta Madre” es una mirada triste, lenta, sin demasiado nuevo para decir. Se extraña esos tiempos de las óperas rock de Pablo Cesar, Horacio Maldonado, o Gustavo Mosauera; aunque imperfectas, pretendían mantener un espíritu fresco, activo; actitud que el film de Quattrini abandonó desde la primer escena.
A esta altura, el cine argentino debería crear un subgénero propio que se llame “Historias de pueblos olvidados al desparecer la línea ferroviaria”. Esta temática se ha utilizado repetidas veces no sólo en la ficción (próxima salida, Corazón de fuego) sino mucho más en la línea documental como pilar para hablar de parte de la destrucción causada durante la década del ’90 y que aún cuesta remontar. Juan Hendel regresa una vez más al tópico mencionado en El Tramo, trabajo documental que no innova tanto en el qué, como en el cómo. Casi sin diálogos se nos cuenta la historia de un habitante, que luego serán varios, los cuales se resisten a su manera a la desaparición del medio ferroviario como transporte. Lo hacen a través de vehículos construidos por ellos mismos y de la recuperación manual y mantenimiento de las vías; en un trabajo de por más arduo pero que tiene su recompensa espiritual. Pero “El Tramo” prescinde de la narración tradicional, no hay testimonios a cámaras o algo preciso que contar; prácticamente no hay diálogos, sí hay palabras, las de los textos de Henri Bergson que se funden a la perfección con lo que se ve. A falta de expresión verbal de sus protagonistas, abunda el trabajo con la imagen, la corrección de la misma, y así cada plano no será al azar sino que pretenderá decirnos algo, demostrar un estado de situación; logrando un acabado poético lírico. El Tramo quizás no sea un film para un público amplio, lleva su ritmo propio y poco le preocupa que sus escasos sesenta y cinco minutos parezcan más; necesita de su tiempo para lograr el acabado deseado. Se ve un estado de ánimo en esos cuerpos que trabajan, que sufren pero no se vencen. Hendel logró una historia tanto de esperanza como de desazón. Para quienes vivimos en la ciudad quizás nos cueste comprender el todo de lo que se cuenta, la cosmología de la situación; la importancia que el tren y sus estaciones tienen para esos pueblos que fueron quedando a un costado, sin identidad, a medida que la campana de llegada y salida sonaba por última vez. En las imágenes de la llanura, en esos rostros quemados, hay una idea de planicie, de falta de vibración, y con eso solo comprendemos que las palabras sobran, que sólo vendrían a subrayar lo que ya se comprendió. Presentado previamente en el canal INCAATV dentro del ciclo La Cámara Lúcida, este documental de 2012 finalmente logra un estreno en salas, lugar en donde un trabajo con tanta preponderancia de la imagen podrá disfrutarse mucho más.
¿Qué le queda a un director una vez que logró que su nombre por sí solo venda una película, una vez que se consagró en el panteón – aunque sea momentáneo – del olimpo hollywoodense? El próximo paso será hacer una película enorme, una especie de declaración cinematográfica para la posteridad. Algo de eso es Interestelar, el opus más reciente de Christopher Nolan. Film de ciencia ficción, apocalíptico, de viajes a lo espacio, existencial, y por qué no algo metafísico también. El director junto a su hermano Jonathan vuelven a escribir un guión en el que sobresalen ante todo el accionar humano y su desarrollo psicológico. La historia comienza en un futuro cercano, el Planeta Tierra está a punto de colapsar debido a determinadas condiciones meteorológicas y la escasez de recursos de todo tipo; todo está punto de ser convertido polvo y llevárselo el viento. El protagonista es Cooper (Matthew McConaughey) un ingeniero espacial que vive con sus hijos y su padre (John Lithgow) en una granja. El hombre pasa sus días entre sembrar y recolectar maíz y hacer investigaciones espaciales de aficionado junto a sus pequeños hijos. Pero durante esas investigaciones, terminará descubriendo un proyecto secreto de la NASA que descubrió agujeros espaciales que le permitirán viajar más allá de nuestro sistema solar en busca de un planeta para lo que será el futuro de la civilización terrestre. Cooper será convocado a integrar esta misión como astronauta, y junto con él viajará una tripulación comandada por la Dra. Amelia Brand (Anne Hathaway). Por supuesto, las cosas no saldrán tal cual lo previsto, se complicará más de lo previsto, y de ahí en más todo tomará un destino incierto; dejando Cooper a muchos de sus seres queridos desamparados. Interestelar es ante todo un drama sobre las relaciones humanas y las reacciones ante la pérdida, algo a la manera de Impacto profundo. Pero con el correr del extenso metraje de dos horas cincuenta minutos, la historia se irá ramificando y tomará otros ribetes que la agigantarán, demasiado. ¿Puede un film ser más que un film y convertirse en un manifiesto sobre posturas existencialistas? No lo sabemos, pero el nuevo film del director de Memento lo intenta. Hay cuestiones que implican las idas y venidas en el tiempo, la visión del pasado mezclada con el futuro, la posibilidad de conocer algo superior, de ir a lo desconocido y cómo afrontar lo incierto y las situaciones adversas. Todo esto es demasiado para un solo argumento, aún uno que casi dura tres horas. De tono lento acrecentado por la omnipresente melodía de Hanz Zimmer para remarcarlo todo, Interestelar es efectivamente un film enorme, pero de consistencia blanda. La excelente fotografía que nos recuerda a 2001 Odisea en el Espacio a la Solaris de Sodherberg, las interpretaciones correctísimas generales a las que hay que sumar a Jessica Chastain, Michael Caine, Ellen Burstyn, Casey Affleck, Matt Damon, y Wes Bentley en una película que no termina jamás de incorporar personajes que tiene algo para decir. Todo esto suma, y mucho, pero se opaca ante el ralentismo que ocupa la escena pasada la primera media hora del film. Visualmente si bien no será novedosa, sí resulta impactante, y hasta algunos puedan hallar ciertos aciertos en los distintos manejos temporales. A la manera de Carl Sagan el film hace postulados teóricos sobre la física espacial de modo serio y catedrático, arrojados al espectador supuestamente para que entienda y se le dé un marco de verosimilitud a lo demostrado; postulados que en verdad se refieren a hechos erráticamente incomprobables y debilitados por ciertas inconsistencias en la continuidad de las escenas. De este modo, Interestelar se erige como varios films en uno, sobre todo, como uno que pudo ser, y por las grandilocuencias del hecho quedó a mitad de camino, el de la gran aventura interespacial.