No es sencillo analizar, menos escribir, sobre un film como "Adiós al lenguaje", no es sencillo analizar a Godard. Una de las fuentes inspiradoras de esas palabras tan amadas y tan temidas por igual, la Nouvelle Vague. Cada film suyo trae la polémica consigo. ¿Pero entre quienes se da esta polémica? "Adiós al lenguaje" dejará más dudas que certezas, abre un juego de interrogantes que estará en cada uno de los que la aprecie hallar sus respuestas. ¿Argumento? ¿Premisa? Es Godard, gente: se sabe que rehúsa de los convencionalismos en la narración; es imposible encuadrar este trabajo en pocas líneas. Hay un hombre y una mujer casada, son amantes, y entre ellos un perro al que se le dedica buena parte del metraje. Los tres personajes atraviesan períodos distintos, culminan y vuelven a comenzar, más lineal que circularmente. ¿Se recorre el tiempo o todo forma parte de un mismo cuerpo? Pero cuidado porque ésta es una experiencia 3D. ¿Godard ama el cine o lo aborrece? Cada film suyo intenta romper sus estructuras conocidas. Antepone su figura, su sello para ¿burlarse? de los preconceptos, de la teoría que nos dice cómo se debe filmar, cómo se debe narrar. Y su título ya lo indica, "Adiós al lenguaje" es un film disruptivo, al que no le interesa tanto ser percibido como película, sino como objeto de análisis y teoría. En el film hay intertítulos que juegan con las palabras pero que no están ahí en función de la fluidez del relato. Por supuesto, hay mucha literatura, sus personajes espetan frases literarias varias sin mucho contexto, aparecen también en pantalla personificaciones de grandes autores haciendo lo suyo. Nuevamente, el director de "Sin aliento" pretende mostrarnos todo su bagaje cultural ¿con qué propósito? ¿Banalidad y vanidad? ¿Intención de amalgamar sus dos pasiones? El 3D no es un dato menor, por el contrario, pareciera ser la razón de todo. Desde que se popularizó esta técnica en el formato digital, son varios los directores “autores” (por denominarlos de algún modo) que parecieran querer decirnos que ellos también pueden hacer uso de él. Godard lo rompe, hace todo lo posible para que su 3D (que ya utilizó en un corto del film en conjunto 3x3D) luzca desencajado. Pierde los puntos de equilibrio, el eje central, utiliza focos profundos distanciando hasta el extremo el segundo del primer plano (atención que esto produce cierta fatiga visual o mareo notorio), y hasta se da el lujo de directamente filmar dos planos o secuencias diferentes con cada una de las cámaras superpuestas – habrá que cerrar uno y otro ojo consecutivamente para apreciar las imágenes como en aquellos libros primitivos para ver con los anteojos azul y rojo –. "Adiós al lenguaje" puede ser entendida como un manual de la incorrección, un cúmulo de varios puntos que no se deberían hacer en un film; la composición de la imagen y sonido es desprolija deliberadamente, también encontramos varias secuencias en las que veremos a sus personajes haciendo sus necesidades, los largos planos al perro porque sí (parece que este es el año de los mismos en el cine experimental), y muchos cambios de cámara y formatos constantes. Sus detractores considerarán que Godard peca de la máxima soberbia llevando a la práctica mucho de lo que escribe en sus textos teóricos, mirando desde arriba y juzgando al cine sin ninguna idea concreta. Quienes lo admiran quedarán encantados de su irreverencia. Tratando de ser ecuménico, en una postura falsa e impostada, diré que no se admiten los términos medios (frase de casete si las hay) se la amará u odiará. Pero como estas líneas intentan ser sólo orientativas, quedará en el lector decidir si es o no un seguidor de la obra de Jean Luc Godard. El francés, radicalizado suizo, en realidad ofrece pocas sorpresas, quienes se adentran en sus films ya sabrán si aplaudirlo o despreciarlo, es el mismo juego al que nos viene acostumbrando hace décadas. Puede que con los años haya ganado en irreverencia y pierda algo de verdadera inventiva, cuestión típica de los consagrados. La duda que me queda flotando, como remarcaba en las primeras líneas ¿Quiénes se adentran en estas discusiones? ¿Por qué hay una necesidad del “cine de autor” de alejarse más y más de las masas? ¿Forma parte del ser, creerse y saberse culto el hacer y apreciar una obra claramente destinada al nicho?
Ya lo hablamos la semana pasada a la hora del estreno de Una buena mentira, Hollywood no pierde la oportunidad de captar directores extranjeros cuando estos obtienen algo de reconocimiento en su país de origen. Michäel Roskam sorprendió cuando su oscura y visceral Rundskop fue nominada al Oscar a Mejor Película de habla No Inglesa hace tres emisiones. De inmediato cedió a la tentación y llevó toda su carga de tensión de Bélgica a Estados Unidos, y el resultado de dicho traslado es "La Entrega", un thriller con fuerza y mucho más convencional. La historia podríamos decir que se maneja por dos carriles que inevitablemente se unen gracias a su protagonista en común. Bob (Tom Hardy en una actuación intensa y fluctuante) trabaja como barman en un pub de Brooklin, su existencia no lleva sobresaltos. Pero acontecen dos sucesos, por un lado rescata a un perro de la basura y termina relacionándose con Nadia (Noomi Rapace, otra captada por Hollywood, correcta, en busca del gran papel en la meca). Por otro, unos ladrones entran a robar y terminan llevándose un dinero peligroso. Marv (james Gandolfini, a quien seguimos despidiendo en roles muy destacados), es el dueño del bar, es el primo de Bob, y mantiene fuertes conexiones con la mafia chechena que utiliza el lugar como una suerte de aguantadero o punto de encuentro. Sobre estos elementos trabaja el guión de Dennis Lehane, que se encargó de adaptar su propia novela luego de ubicarse en el candelero con "Río Místico", "La Isla Siniestra", y "Desapareció una noche"; partiendo de anécdotas para ir enturbiándose cada vez más. De estas tres “fuentes".La Entrega tiene varios puntos en común con "Desapareció una noche" y algo de "Río Místico" aunque con menos carga dramática. Hardy se carga el film al hombro y su personaje va cambiando del ser inocente y solitario a algo mucho más profundo y complejo. Es de esas películas en las que nadie es completamente limpio. Roskam se deja llevar, expone violencia fuerte siempre dentro de los cánones de la gran industria, no teme ensuciarse las manos y carga al film de un clima denso y extraño que se relaja con bienvenidas dosis de humor y toques románticos. Existe la idea de que cualquier cosa puede pasar y eso es lo que va envolviendo al espectador más y más mientras aquello deja de ser un hecho efímero para complicarse meteóricamente; todo hasta llegar a un final fuerte, sin adelantar pero intenso y que puede despertar alguna discrepancia. En la balanza, sobresale más el guión estructurado por Lehane, hermético y pergeñado con precisión. La labor de Roskam como director es correcta y logra imprimir un tono oscuro aún en los momentos más livianos, pero también se presiente cierta idea de querer imitar lo logrado por los anteriores directores de las obras de Lehane, claramente, "La Entrega" es un film de estudio, y por encargo. Intensa, envolvente, misteriosa, La Entrega es un film de esos que enmarcan la navidad desde otro costado. Aquellos que no pueden descansar de una buena trama de suspenso ni aún durante los periodos festivos están de parabienes.
La temática de la locura ha sido abordada repetidas veces en el género del drama romántico; siempre ha sido una buena forma de crear cierta empatía con el ñpersonaje, ya sea por gracia o lástima; pero grandes amores de la pantalla han tenido su cimiento en la demencia de uno (o ambos) miembros de la pareja. El español con fuerte presencia en Argentina Beda Docampo Feijoo parece haber tomado nota de esto, y en base a esta premisa construyó su último film que, en realidad, data de 2009, Amores Locos; y aunque aquí seguramente no estemos frente a un gran amor que perdurará en el recuerdo de la pantalla, sí logró crear un film correcto, eludiendo algunos lugares comunes esperados, eso sí, dije algunos. Enrique (Eduard Fernández) es un psiquiatra que vuelve a España desde los EE.UU., en una visita al Museo del Prado se encuentra con Julia (Irene Visedo) una guía y cuidadora del lugar; y como un flechazo, ni bien ella lo vea caerá desmayada. Es que ella está convencida de que ellos son los protagonistas de una pintura anónima del Siglo XVII, “La clase de música”, y como una suerte de reencarnación están destinados a continuar con el amor que siglos atrás, asegura, quedó trunco. Enrique aceptará, escuchará sus argumentos a cambio de que poder tratarla como paciente, secretamente la analizará para un ensayo sobre la demencia en la pasión desenfrenada. Julia demuestra tener visiones sobre la imagen de esa pintura, y de cómo continúa la historia y lo que la rodea. Muy pronto el psiquiatra descubrirá que hay algo más, una historia oculta a revelar. Este no es el único romance que atraviesa la película, aleatóriamente podríamos decir que todos los personajes, en mayor o menor medida se encuentran signados por algún amorío; un colega y amigo de Enrique se enamora de una prostituta a la que trata como una novia en alquiler, la hermana quiere quedarse embarazada para retener a su amante casado, la ex esposa infiel utiliza todas las armas para reconquistarlo, su hija recibe cartitas de un compañero; y por el lado de Julia, su abuela recibe poemas anónimos desde un celular, además de esa otra historia oculta. Docampo Feijoo, hizo un film más que sobre el amor, sobre la pasión, sobre eso que no podemos controlar, y se pregunta si eso es algo que puede tratarse clínicamente, la respuesta estará en cada espectador. Con una trayectoria despareja en la que encontramos puntos notables como "Quiéreme" y el telefilm "Locos de Contentos", pero otros insufribles como "Buenos Aires me mata", "El mundo contra mi" y "Ojos que no ven"; aquí maneja tanto la historia como la estética con solvencia, la película se sigue con un ritmo cálido y evita los golpes bajos, aunque en los tramos “históricos” (como ya lo ha demostrados en otros de sus filmes) cae en cierta ampulosidad. Otro dato en contra es que ciertas incoherencias o puntos flojos en la trama la pueden debilitar, será cuestión de creer todo lo que se nos muestra. Fernández y Visedo logran buena química, y sobre todo ella luce muy luminosa aunque su personaje podía ser algo oscuro; y el resto del elenco, en el que contamos entre otros con Marisa Paredes como la abuela de ella, acompaña de manera sólida. "Amores Locos" no es film perfecto ni mucho menos, es un drama correcto, menor, para amantes de este tipo de historias en donde el amor flota en el aire y todos se rigen por él. A estos, público al que va dirigido, les hará pasar una y media grata y ligera; quienes busquen algo más tal vez la vean algo cursi, son cuestiones del romance, no siempre entiende de razones.
Shawn Levy era algo así como uno de los emblemas de los directores de comedias por encargo, con títulos en su haber como Recién casados, La Pantera Rosa, Gordo Mentiroso, Más barato por docena, o la trilogía de Una noche en el museo. En 2011 parecía patear el tablero y sorprendió para bien con aquel film de robots Gigantes de acero. Ahora es el turno de "Hasta que la muerte nos juntó", película que podría quitarlo nuevamente de su eje, a simple vista un drama con toques de comedia, un film coral, y hasta una película que pareciera tener algún sello personal, pero a Levy esta vez le costó dejar varios de sus mohines de lado. Los grandes eventos suelen servir para hacer una catarsis familiar, ya sea un casamiento, un cumpleaños, un aniversario, el cine se ha cansado de demostrarnos que en esas fiestas pueden aflorar lo mejor y lo peor de cada uno… y en un funeral también. Judd (Jason Bateman) está en esos momentos cruzados en el que nada parece salir bien, su mujer lo engaña con su jefe, se encuentra en crisis, y para remate, recibe la noticia que su padre ha fallecido, y su madre (Jane Fonda) necesita que todos sus hijos estén ahí para consolarla. Así son los Altman, cada uno con un rollo distinto, todos neuróticos a su modo y dispuestos a cargar en el otro (al que no importa si hace mucho o poco que no ven) todos sus problemas. No adelantaremos demasiado de los sucesos a ocurrir durante ese funeral ya que se supone que la gracia estará en descubrir cada personaje delineado con sus pros y sus contras. Jonathan Tropper (conocido por la serie Banshee) se encargó de guionar su propia novela, y en este proceso hay un poco de todo. Por momentos, Hasta que la muerte… es una comedia familiar, por momentos mantiene el estilo de gags rápidos y ligeros de tono slapstick casi como una sitcom alargada a la que sólo le faltan las risas pregrabadas o de reídores presentes, por supuesto tratándose de un funeral no faltan las pinceladas de humor negro, y el drama que está por estallar durante todo el film se da rienda suelta promediando. Este torbellino de “emociones” lo que no permite a este film despegar de un promedio en el que se encuentran varias similares, inclusive varios telefilms que comienzan a pulular en estas épocas de fiesta y reuniones obligadas y felices. Levy filma con oficio y aligerando los tonos, se nota que lo suyo es la comedia y por ende se remarcarán más los momentos de puro humor absurdo (que para algunos podrían quedar desencajados) que aquellos en donde aflore la comedia dramática. También se agradece la posibilidad de airear las escenas, que no huela a encierro como sucedía con la reciente Agosto. Su principal acierto será su importante elenco, si bien Bateman luce como protagonista (y demuestra sobrado talento para encarar personajes de variadas matices), lo acompañan con buen timing, Rose Byrne (como un asunto amoroso algo forzado), Tina Fey, Adam Driver, Connie Brighton, Timothy Olyphant, Abigail Spencer, Dax Shepard y la mencionada Jane Fonda, con mayor o menor espacio en el guión. "Hasta que la muerte nos juntó" es un film amable, más convencional de lo que aparentaba, entretenido y ligero. Podría haber sido más de tan solo animarse un poco, pero en esa medianía encuentra un tono que no la convertirá en memorable, pero sí llevadera. Aproveche a verla en estas semanas y congratúlese con su disfuncional familia.
Adaptando con ciertas libertades las novelas originales de Michael Bond y la serie animada que se extendió durante los ’70 y ’80, el Oso Paddington aterrizó finalmente a la pantalla grande luego de una larga espera, y el resultado no podía ser mejor. Desde que se masificó el uso de CGI en el cine se dio pie para la interacción con humanos de personajes de todo tipo, cosa que antes parecía imposible o por lo menos no lograba una cohesión tan natural. En este aspecto, "Paddington" se ubica mucho más cerca de un film como Stuart Little que de otros como Hop o Sccoby Doo. El tono de la novela y la serie fue modernizado y prima el humor, pero siempre poniendo en primer lugar la inocencia, el tono marcadamente infantil que elude el doble sentido, el chiste desmedidamente escatológico, y la violencia fuerte. La historia es en extremo simple, y está bien que así sea. Un expedicionario inglés se adentra en las selvas peruanas (mostradas con mucha más condescendencia que la bajada de línea del novelista) y se topa con una comunidad de osos con amplia capacidad para aprender. Pasan los años, el expedicionario ha vuelto a Inglaterra pero los osos aprendieron a hablar y viven en una comunidad mucho más sociabilizada. Pero la mano del hombre vuelve a hacer interferencia, y ante una desgracia, el menor de la familia tiene que viajar como polizonte en un barco hacia Londres en busca de aquel hombre que les enseñó cómo vivir en sociedad. Por supuesto, las cosas no saldrán nada cómo lo que se esperaba, Londres es una ciudad fría, y el osito quedará desamparado hasta encontrar a una familia que lo adopta “momentáneamente” y lo apoda Paddington en honor a la estación de trenes en la que lo encuentran. Pero el film no termina ahí, Paddington no sólo deberá buscar un refugio definitivo sino que deberá huir de las garras de una taxidermista que parece conocerlo demasiado. Como habrán notado, el argumento, así como sucedía en Stuart Little, rehúsa de todo tipo de lógica. De antemano tenemos que aceptar que un oso parlanchín no será de enorme sorpresa para nadie, y que será capaz de vivir todo tipo de aventuras con personajes que exageran sus características. Queda clara la idea de plantear una suerte de caricatura en acción real. Esta decisión de detenerse a dar explicaciones, permite hacer de Paddington un film que, tomando las cosas por hecho, se vuelca a la diversión constante. Con un ritmo ágil permanente pero no vertiginoso, un esquema de gags slapstick que funciona como maquinaria de reloj y apoyándose en la solvencia de su gran elenco; el film de Paul King no es sólo un entretenimiento para niños, entendido esto como algo menor. En el espectador instala una sonrisa permanente desde el primer momento, y las carcajadas no tardarán en llegar; todo luce relajado para que fluya mejor. Si en el film de Rob Mikoff teníamos a una familia única neoyorkina, aquí los tenemos a los Brown, mamá, papá, la parejita de nenes y la empleada, Sra. Bird. Ellos son la bondad encarnada, adoptarán a Paddington y lo harán sentir de la familia pese a la reticencia del Sr. Brown. Y aquí otro acierto, la Sra. Brown es la constantemente en ascenso Sally Hawkins, el Sr. Brown es el brillante Hugh Bonnaville (capaz de robarle varias escenas al oso), y la Sra. Bird es Julie Walters. Como si estuviesen en un recreo, los actores se divierten y eso hace divertir al público, hay una química espectacular entre ellos y para con el personaje digital. Esa cohesión se extiende también a Nicole Kidman en el rol de Millicent, la taxidermista… y ya sabemos que los roles gélidos son ideales para la australiana que no necesita más que levantar una ceja para mostrar toda su maldad sobreactuada (en el buen sentido del término). Todo está puesto al servicio del disfrute y Paddington ofrece un entretenimiento noble y fundamentalmente, que no subestima a los suyos, es un film de calidad. El único detalle que podríamos encontrar es la falta de copias subtituladas en nuestra cartelera, lo cual nos hace perdernos las voces (además de los mencionados) de Ben Whishaw, Michael Gambon, e Imelda Staunton, en los roles “osunos”. Buena técnica, acertado humor inglés, ritmo continuo que no marea, y un excelente timing general para la comedia, hacen de Paddington uno de los mejores productos para esta temporada. Un placer culposo para los adultos, un film ideal para los chicos (que no le escapa a un lindo mensaje final), nadie saldrá defraudado.
Un relato épico llevado al cine repetidas veces, un director con probada experiencia en relatos de épocas anteriores a la modernidad, un elenco de primeras figuras, y un presupuesto acorde a semejante circunstancias; esto conforma Éxodo, nuevo opus del fluctuante Ridley Scott. Como se adivina desde el título, no es más ni menos que una adaptación del Éxodo del Pueblo Judio. La historia de cómo Moises reveló a los suyos frente a la esclavitud a la que fueron sometidos por el Faraón Ramses y ya desde antes, desatando las siete plagas y llevándolos a vagar por el desierto. Pero Scott y su equipo tienen su visón de las cosas. Éxodo podría dividirse en dos partes, con una duración que alcanza las dos horas y media, asistiremos ya de entrada a un Moises adulto, general de los egipcios, en quien el Faraón confía más que en su propio hijo de sangre, Ramses; más aún cuando el primero salva al segundo de una muerte inminente en plena batalla… pero la ambición de Ramses es grande, así como también de quienes lo rodean. Efectivamente, la intención pareciera la de llevar Gladiador al período egipcio, las similitudes son varias, sobre todo cuando ya sabemos cómo continúa la historia. En una de sus diligencias, a Moises se le revelan sus orígenes, él pertenece al pueblo judío, aquel que es esclavizado desde hace añares por los egipcios para que construya sus monumentos y haga todo tipo de tareas inhumanas sin la menor recompensa. Más tarde, frente a la traición de Ramses que le erigirá como Faraón, Moises será desterrado y ante una revelación divina pasará a defender a su pueblo frente a la tiranía. Aquí comienza la segunda etapa del relato, que contendrá mayores elementos bíblicos, y un despliegue de efectos digitales para mostrar las enormes plagas. Claramente esta segunda parte funciona mejor que el inicio aún sin ser perfecta. Durante la primera mitad, Éxodo demuestra varios baches narrativos y hasta algunos personajes que no tienen el desarrollo necesario y simplemente desaparecen de la escena; lo cual es más llamativo ya que distan de ser personajes secundarios y son interpretados por actores de fuste como Sigourney Weaver, John Turturro, y hasta el propio Ben Kingsley en el rol que le revela su origen a Moises. Hay tramos conocidos de la historia que aquí se ausentan, se omite la niñez de Moises, cómo él es enviado por su familia en un moises por el Nilo y es rescatado por la familia del Faraón que lo cuidará como un hijo sin ser tal; todo esta cuestión de la relación entre Moises y Ramses no tiene el peso suficiente y se reduce a anécdotas que bien podrían haber sido suprimidas del todo. Esto hace que el ritmo se fragmente y sea más lento de lo debido; todo lo contrario con lo que vendrá. Una vez que a Moises le sea revelado su destino, en una catarata de CGI que llega a empelagar veremos ranas, lluvia, langostas, océanos, y hasta pescados digitales; y a la par, todo comienza a suceder de manera mucho más rápida. Probablemente se trate de asuntos de montaje (lo cual se revelaría, como es usual, en los típicos cortes extendidos de director), pero entre uno y otro, Éxodo no fluye como debería. Inmortalizado por las versiones de Cecil B. DeMille y hasta la versión animada de 1998, esta narración siempre se caracterizó por una fuerte épica, asunto que aquí pareciera faltar por momentos; Moises y Ramses no tienen el peso antogónico suficiente y hay más importancia en lo que padecen los egipcios por obra divina (las plagas) que en las acciones de liberación de Moises. Christian Bale es un Moises a lo Christian Bale, ya se sabe, rostro pétreo, voz carrasposa, pocos gestos y adustos; hay más rudeza que carisma, aún en su etapa anciana. Joel Edgerton como Ramses muestra ser pérfido con un permanente gesto de oler feo. Ambos actores cumplen con su roles de modo correcto sin necesidad de destacarse. La puesta en escena, si bien en menor medida de lo visto en Gladiador, le imprime cierto aire de modernidad solapada al relato. Todo es enorme, grandilocuente, y desde la fotografía, muy dorado. En un año en el que se vieron varias películas cristianas evangélicas,"Éxodo" termina el período con un relato de exaltación del pueblo judío. Es una película correcta, dispuesta al pochoclo y la gaseosa, en donde la extensa duración pasa rápido; pero lejos está de ser una película inmortal, eterna. Un buen tanque de fin de año, ni más ni menos.
Hace pocos meses, crítica y público de maravilló con la obra preciosista de Richard Llinklater, "Boyhood", la cual le demandó un trabajo de 12 años para filmar el traspaso de la vida de un niño y quienes lo rodean. De no ser porque hablamos de un documental que se finalizó hace ya un año, muchos podrían encontrar en "Años de calle", la intención de repetir el esquema en un ámbito diametralmente opuesto. Bueno, nada de "Boyhood" hay en "Años de calle", porque aquel niño, con sus idas y vueltas, no dejaba de tener una vida idílica; bastante diferente a la realidad de los cuatro chicos que son objeto de cámara en este trabajo co-dirigido por Alejandra Grinschpun y Laureano Ladislao Gutierrez. Su origen proviene de un taller de fotografía con chicos sin vivienda, de la calle. En 1999 en medio de este curso se tomaron algunas imágenes de Ismael, Ruben, Andrés y Gachi cuatro chicos que sufrieron el abandono, que están ahí sin la más mínima esperanza aunque guardan la mirada del niño, son fruto de época. De ahí surgiría la idea de revisitarlos tiempo después, y así es como el film se divide en tres segmentos, tres épocas, la citada de 1999 y luego, dos períodos de cinco años cada uno ¿cómo se encontrarán estos cuatro nenes en cada salto temporal? ¿Cómo habrá influido el paso del tiempo? ¿Para bien o para mal? ¿Habrán podido progresar? ¿Acaso tuvieron la posibilidad de hacerlo? Es un abanico de preguntas el que se abre, y ante cada respuesta, surgen otros interrogantes, cada vez más profundos. Es un estilo propio de documental, los hay varios de este modo, y hasta se lo ha parodiado, tomar a una/s figura/s y visitarla cada cierto período temporal para ver cómo continúa su deambular. Pero pocas veces el resultado fue tan crudo como el conseguido por Grinschpun y Gutierrez. Años de calle es un documental doloroso, que lleva a replantearnos muchos de nuestros dichos y opiniones, que punza ahí donde más duele, que si huele a golpe bajo es de modo natural e ineludible. Bajo una estructura simple donde prevalece la estética con una impronta fuerte que busca subyugar (no olvidemos que tiene el espíritu de la fotografía en sí), lo que se logra es un trabajo social contundente que nos obliga a pensarnos como sociedad y a pensar en nuestra historia cercana… para no repetirla. Gachi, Andrés, Ismael y Ruben no salieron de otro lugar y cayeron aquí, la misma sociedad los engendró y los marginó desde antes que nacieran, y cada paso que dan pareciera que menos dispuesta está la sociedad a abrirse a una integración. No es solamente un reproche institucional (sin tampoco desligar las debidas responsabilidades), tiene que ver con nosotros mismos y en cómo miramos a estas personas, qué conceptos tenemos de su vida, de su pasado presente y lo que debería ser su futuro. Años de calle es un documental modesto pero potente que deja abierta más interrogantes de las que responde, que queda zumbando como un fuerte mazazo. Bienvenida sea la reflexión.
Documental centrado en una figura trascendental de la corriente pensadora de los últimos 50 años, Osvaldo Bayer: La Livertá no se queda sólo en el homenaje a la figura como si fuese un prócer. El peso de su propio protagonista lo lleva ser un trabajo profundamente político. Quizás Bayer haya saltado al reconocimiento masivo por ser el autor del texto que inspiró al film" La Patagonia rebelde", uno de nuestros films más controversiales y con una historia detrás que bien podría ejemplificar la del autor. Pero hay mucho más en él, son varias sus causas abiertas; sin ir más lejos es uno de los descubridores del origen del anarquismo y otras corrientes políticas radicales en Argentina. Por él corre sangre combativa, y es la que fluye en este film. El propio Osvaldo participó de varios documentales sociales/históricos, fue su cara visible; y hasta se ubicó detrás de cámara para llevar a cabo lo que hoy en día sigue siendo un motivo de lucha para sí; Awka Liwen, la película que la familia Martinez de Hoz y Ledesma no quiere que sea vista y a la cual le han interpuesto todo tipo de trabas. Pero así ha sido la vida de este pensador, ir de lucha en lucha, nunca bajar los brazos, y ahora le toca ser el protagonista relajado. Gustavo Gzain utiliza varias fuentes, se enriquece de varias vertientes. Hay testimonios de todo tipo, los que lo muestran defendiendo sus causas, y los que lo muestran en la intimidad. Hay archivo, también de variada clase. Y también se ubica el propio Bayer delante de cámara y se lo muestra en su cotidianeidad, en la rutina, o manteniendo charlas discursivas en las cuales expondrá sus pensamientos. Así, "Osvaldo Bayer: La Livertá" es un collage, un armado de diferentes partes para conocer a una persona que aunque con el peso del tiempo encima, aún está vivo, muy vivo, y con ganas de combatir. Por más esfuerzo que se haga para intentar mostrar sus momentos de intimidad diaria en donde se lo puede ver como a cualquiera de nosotros, lo que terminará prevaleciendo, y lo que será la verdadera riqueza del film, es aquello que lo muestra como diferente, como ese ser incansable que defiende los Derechos Humanos por sobre todas las cuestiones. Hablamos de un documental político casi por obligación, cada frase que expela Bayer tiene un fuerte significado, son de una contundencia irrefutable, no tiene pelos en la lengua para desmitificar hasta al más parado; primero están los más débiles, las figuras son eso, figuritas. Varias frases que se dicen durante el metraje podrían conformar un excelente libro de pensamientos, Bayer no está dispuesto a callarse, porque sabe que no lo hizo ni aún en tiempos mucho más duros. Hay hombres que hacen valer su vida cada segundo, Osvaldo Bayer defendiendo lo que cree justo, y ayudando a las causas más nobles, es uno de ellos, bienvenido sea este riguroso homenaje.
¿Es posible que un actor se repita en su personaje? ¿Ver un film con ciertos aspectos similares a otro y protagonizado por el mismo actor? La pregunta se responde afirmativamente por sí sola, y en el nuevo film de Phillippe Claudel pareciera que partimos del mismo punto que otro film interpretado por Daniel Autiel, Caché-Escondido de Haneke; eso sí, para derivar por otras rmas más reflexivas. Paul (Auteuil) vive el sueño francés, lleva una carrera exitosa como cirujano, no necesita realizar cambios en su vida (aparentemente en un primera impresión), vive acomodadamente, tiene una esposa (Kristin Scott Thomas, a esta altura más francesa que inglesa) con la que lleva una relación sino apasionada, tranquila, apacible; no hay nada que pueda turbar su felicidad; pareciera ser un ejemplo de esposo folletos con publicidades de vidas ejemplares. Pero esa perfección muestra una grieta ante un hecho simple, que no debería merecer mayor importancia; a Paul le empiezan a llegar ramos de rosas en distintos lugares que frecuenta, sin quedar claro de donde provienen; pero en fin, son rosas no cuchillos, pero… Seguidamente aparece en escena Lou (Leïla Bekhti) una joven que demuestra su aprecio al doctor por haberla operado hace muchos años de amígdalas. Estos dos hechos, que se van revistiendo de misterio, trastocan la vida de Paul, y le/nos va a demostrar que no todo es tan perfecto debajo de la superficie. Antes que director de cine, Claudel es escritor, y eso se nota a la hora de construir la narración. Al igual que en aquella joyita Hace Mucho Que Te Quiero, Claudel parte de personajes, no de hechos. Las circunstancias serán los que rodean al personaje que deberá transcurrir un camino, doloroso, hasta llegar a su interior. Si en aquella, el rígido personaje de Kristin S. Thomas mostraba el secreto detrás de la muerte de su hijo; en esta, Paul deberá también recurrir a su pasado para cerrar el análisis. Clkaro que en una película de personajes son fundamentales los personajes, y Auteuil se carga el film al hombro. Su director tomó la decisión de plagar el film de gestos y silencios, momentos sofocantes y un ritmo algo críptico y gélido; pero la luz de Auteuil alcanza para iluminar las escenas. Ductil en comedia y en drama, nada parece complicado para l tremendo actor de El Placard. Ante tanto peso protagónico el resto de los personajes lucen algo deslucidos por el propio guión, aunque Scott Thomas (que esta vez acompaña) se las rebusque para tener escenas propias de brillo. Si Antes del frío invierno no llega a ser tan perfecta como Hace Mucho que te quiero es por la propia coraza que armó Claudel alrededor de ella. Su frialdad (¿un guiño el agregado en el título local?) es útil para mostrar la esencia de la vida de Paul, pero también llega a dejar afuera al espectador al que le costará compenetrarse. Esto, sumado a algunos hechos que pueden adelantarse antes de lo previsto, más un ritmo narrativo desparejo y algo enrarecido le restan a lo que podría haber sido una maravilla. Aún así, con todo, Antes del frío invierno es un intenso drama, que se siguen con cierto interés, y que retoma las fuerzas sobre el final. Imperfecta, pero realmente potente.
El ciclón es un personaje icónico en la cultura popular boliviana, un luchador de catch, similar a nuestro Caballero Rojo pero en azul. Para quienes siguen este espectáculo/deporte es una figura reconocida. El Ciclón es Erasmo Chamba detrás de la máscara, El ciclón vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Liniers. El director Marcelo Charra decide tomar lo particular por el todo en su documental La Paz en Buenos Aires. Y siguiendo la figura de este héroe encubierto se abre a la comunidad de nuestro país vecino que vive en el primer barrio de la Avenida General Paz. La Paz… es un documental de observación, curioso, casi a la manera de programas televisivos que emulaban cierto estilo etnobiográfico. Si bien no necesita de la presencia en cámara, se juego por la presencia en cámara, utilizará algo de narración pero mayoritariamente se decidirá por dejar ser a sus “personajes”. Charrase centra en la cultura, la rutina y las costumbres. Los mostrará en sus quehaceres y en sus problemáticas; y como adelantamos, tomará a Erasmo Chamba como un botón de muestra de lo que esa comunidad vive. Charra tiene el peso atrás de “haber sido alguien”, y quiere que su hijo continúe con el legado convirtiéndose en El Ciclón Jr.; pero este parece aceptar con ciertas dudas, no sabemos dónde empieza el deseo propio y el mandato interpuesto. Se los muestra como un micromundo en el que cada uno cumple su rol; el hombre de la casa, la mujer que se encarga d los quehaceres especialmente de la cocina; y los que lo rodean. Por supuesto, en todo el documental ronda una dualidad entre dar a conocer lo que muchas veces se discrimina desde el desconocimiento (como si fuese miedo a lo ajeno), y también una sensación de desarraigo. La Paz en Buenos Aire consigue momentos muy amenos cuando se olvida del entorno y lo observa a El Ciclón como uno más, con sus ideas y sus conflictos, en la relación con su hijo y los suyos. Cuando entra al gimnasio, cuando habla de la importancia del catch y del legado; el film logra un centro, y delicadamente nos está mostrando una forma de ser, un pilar de principios. Mirar con otros ojos quizás sea la premisa de La Paz en Buenos Aires, quitarse la máscara para poder ver que debajo hay una persona normal, como cualquiera de nosotros, con sus defectos y virtudes. Un documental, pequeño, simple, que no innova en la materia pero sin dudas tiene algo para decir.