Uno de los grandes nombres del cine español de la década del ’90 parece metido en una suerte de callejón sin salida un tanto extraño. Con películas españolas como TESIS y ABRE LOS OJOS, primero, y luego con la “hollywoodense” LOS OTROS, el de Alejandro parecía ser uno de los grandes nombres a explotar dentro del cine de suspenso internacional. MAR ADENTRO, una película que a mí no me interesa demasiado, fue igualmente popular aún en otro registro. De allí en adelante, sin embargo, pasó el tiempo y solo le conocimos la fallida épica histórica AGORA. Otros seis años debieron pasar para que Amenábar retornara y su película que abrió el Festival de San Sebastián, REGRESSION, parecía ser un regreso a las fuentes: al thriller, al suspenso, al misterio. Hasta su título lo presagiaba. En cierto sentido, lo es. Pero no es tanto un “regreso” como una “regresión”, una vuelta atrás. Retornar a un género que parecía manejar con ingenio, astucia y talento para otorgar un producto olvidable, mediano, un thriller hollywoodense a media cocción, de esos que uno puede ver en la TV por cable y difícilmente sostendría su atención hasta el final, más allá de un elenco que incluye a Ethan Hawke y Emma Watson como protagonistas. REGRESSION deja en claro que hoy manejan mucho mejor el género otros autores internacionales españoles (Jaume Collet Serra, por ejemplo) que el que tal vez les abrió la puerta a muchos de ellos. "Regression" Day 33Photo: Jan Thijs 2014La idea que sostiene la película es inteligente pero la factura es absolutamente pedestre, convencional, hasta parece desganada. Una suerte de regreso a la vieja escuela de los thrillers psicológicos con temas ocultistas (sectas, posesiones satánicas, etc) que fueron muy populares en los ’70 y los ’80 y que hoy se han convertido en un formato ya casi remanido y con secuelas por doquier, REGRESSION explora lo que sucede en una pequeña ciudad en la que un hombre llega a una estación de policía, en 1990, para confesar haber violado a su hija pero asegura no recordar detalles. El policía que toma su caso, Hawke, es asistido por un psicólogo (David Thewlis) que intenta sacar esa oculta verdad mediante hipnosis. De a poco, el caso irá girando hacia el lado de una posible posesión satánica, ya que también la propia chica violada (Watson) para testimoniar una situación similar en sus sesiones de hipnosis, y lo mismo pasa con otros miembros de su familia. Hawke empieza a investigar una de esas sectas, que eran muy populares en esa época, y a tener sus propios sueños y pesadillas hasta que las revelaciones terminan llegando, aunque no de las maneras esperadas ni usuales. Si bien la idea que sostiene ese cambio de registro es interesante –no la vamos a develar aquí– lo que produce en términos cinematográficos no es muy rico ni en tensión ni en suspenso. Y la película avanza de una manera cansina y rutinaria, oscura y sin mucho vuelo cinematográfico, como un trabajo más –o por encargo– hecho por un director “del montón”. No es una película mala o sin mérito alguno, pero lo que tiene para ofrecer no la distingue de cualquier producto comercial olvidable en un par de semanas. Y uno, a seis años de la última película de Amenábar, y a más de una década de una suya buena, esperaba un poco más de su regresión –perdón, de su regreso– a la pantalla grande.
El BAFICI tiene varias películas que encaran la historia del cine nacional desde lugares reconocibles pero sesgados, haciendo más eje en cierta “vieja guardia” de los ’60 a los ’80 y no tanto en los sobreanalizados últimos años del cine argentino. Con sus grandes diferencias, películas como TRAS LA PANTALLA, LA SOMBRA y ésta, analizan al cine local como industria. No se discuten estéticas ni teorías sino que se habla del anecdotario del “mundillo” y cómo eso se cruza con la historia argentina de los últimos 50 años o más. De todas las películas citadas, ésta es la que más claramente habla de esos temas… y es la más floja de todas ellas. El filme de Calori, realizado con toda la anodina efectividad de un documental televisivo, compila entrevistas una atrás de otra junto a secuencias de montaje que hacen pasar años resumiendo la historia “grande” de la Argentina con titulares de diarios y fotos para contar algo que, en realidad, no se sabe muy bien qué es. Es, por un lado, una historia sobre el cine de arte de los ’60 transformándose en cine de explotación de los ’70 en una lógica forzada de acontecimientos que no tiene nada que ver entre sí. Es, también, la historia de la censura que ahonda en casos canónicos del “onganiato” o del primer paso de Miguel Paulino Tato por el Ente de Calificación Cinematográfica pero luego se salta de un plumazo todo el Proceso Militar. Y es también la historia de la aparición del video casero que, digámoslo, no tiene mucho que ver con lo narrado anteriormente. Es entretenida, por momentos, porque el anecdotario del cine argentino de los ’60 a los ’80 tiene historias increíbles, pero el formato elegido es rutinario, el eje narrativo es por lo menos difuso y no todas las “cabezas parlantes” justifican su presencia en el filme. Es una pena, porque con un poco más de ingenio narrativo y síntesis temática, podría haber aprovechado mucho mejor ese período riquísimo de la historia del cine nacional. (Crítica publicada durante el BAFICI)
Ana Katz fue siempre una creadora difícil de clasificar. Actriz y directora de cine y teatro, sus proyectos se caracterizan por ser muy distintos entre sí pero, a la vez, responder a una sensibilidad única, particular. Y esa sensibilidad es la que marca la diferencia en todas sus obras. Su manera de mirar el mundo es muy personal, su forma de acercarse a los personajes evita todo lugar común o característica prototípica y su forma de construir las historias casi nunca responde a los parámetros clásicos o más o menos establecidos. Lo que es singular del cine de Katz es que tampoco se trata de una artista marginal o que circula por las franjas más extremas o radicales del cine arte, sino una realizadora que trabaja sobre temas y personajes reconocibles, y una cuyas marcas estilísticas son sobrias, discretas y pueden pasar desapercibidas. Pero allí donde todo parece que la puede llevar hacia algún tipo de convención o fórmula, Katz siempre pega volantazos que descolocan, nunca conduce en línea recta. Eso, que la hace una realizadora inasible y fascinante, la vuelve también una suerte de problema en lo que respecta a las categorizaciones comerciales. A priori, los temas y títulos de sus películas invitan a un espectador más acostumbrado a un cine comercial, pero su propuesta –una vez que los acontecimientos se ponen en marcha– lo descolocan. Por decirlo de otro modo: demasiado arty para el cine comercial, demasiado tradicional (o al menos es lo que parece) para el espectador que busca cine de riesgo o la prototípica película “festivalera”. mi-amiga-del-parque-zylberberg-katzY eso, al menos para mí, es lo que la hace única. MI AMIGA DEL PARQUE –como LOS MARZIANO o UNA NOVIA ERRANTE— es una película que parece correr por carriles esperables durante apenas un rato, cuando conocemos a Liz (Julieta Zylberberg), una madre con un bebé pequeño que está sola ya que su marido (Daniel Hendler) está de viaje por Chile, filmando un documental, y su madre ha fallecido hace poco tiempo. Atribulada, confundida, fascinada y fastidiada a la vez, un tanto agotada de las demandas del bebé y frutrada por tener que abandonar su trabajo, a Liz no le queda otra que ir a la plaza con el cochecito a dar unas vueltas y confraternizar con otras madres (y padres) en situación similar. Allí conoce a Rosa (la propia Katz), una mujer algo rara y huraña que anda con un bebé a cuestas también y con la que Liz se engancha porque está un poco afuera del círculo de madres que no hacen más que hablar de sus hijos todo el día, un grupito al que parecen no querer pertenecer. Rosa, como es esperable, tiene sus secretitos y actitudes raras: se va sin pagar de un restaurante, es muy directa a la hora de pedir favores (un auto, plata, trabajo) y otros que iremos descubriendo con el correr del filme. Uno que se puede adelantar es que tiene una hermana, Renata (Maricel Alvarez), con la que arman un dúo por lo menos extravagante. mi amiga 4Lo más probable es que un espectador acostumbrado a los giros tradicionales de un relato de este tipo ya esté imaginando una trama hollywoodense en la que la amiga en cuestión termina siendo una pesadilla para nuestra protagonista. Y no, MI AMIGA DEL PARQUE no va por ahí. O sí va, pero luego no, y después tal vez sí, o quizás no tanto. Y lo mismo sucede con las otras madres del parque, que podrían ser objeto de sorna o burla en otra película, pero jamás aquí. Y es eso, precisamente, lo que vuelve original y sorprendente al filme. Es una película que juega con el potencial suspenso que genera la situación (madres, bebés, mucamas, desconocidos en el parque, etc) pero solo para torcer las expectativas a cada momento, revelando ambiguedades donde uno menos las espera. MI AMIGA… utiliza ese recurso (la misteriosa relación entre las hermanas que parecen traerse algo escondido entre manos, y cómo Liz se relaciona con ellas también para escapar de su agobio) como una suerte de McGuffin hitchcockiano para, finalmente, hablar de otra cosa. Llamémosle, a secas, las distintas formas de afrontar la maternidad. La película se entromete en esa nebulosa, en esa zona de miedos, alegrías y confusiones que son las primeras experiencias con un bebé a cuestas. Si a este caso le sumamos la ausencia paterna, la imposibilidad de trabajar, la diferencia de criterio con las niñeras, es obvio que sobre las espaldas de Liz caen muchas preocupaciones. Pero también algunos placeres y satisfacciones en la intimidad de la relación con su bebé. Y no solo Liz está así, sino que la película pone en cuestión ciertas ideas acerca de la maternidad tradicional, del rol de los padres, del “instinto materno” y otros ejes que irán descubriendo con el correr del filme. En ese sentido es importante lograr, como espectadores, correrse de la comodidad de la previsión (a la que a veces el filme parece apuntar directamente) y abrirse hacia los giros menos de género y más personales y de ambigüedad psicológica de los personajes que propone Katz, especialmente el que ella misma interpreta. Con grandes actuaciones de las tres protagonistas, MI AMIGA DEL PARQUE es una película inquietante en el sentido más abarcador de esa seductora y peligrosa palabra.
La otra película israelí que se presentó en la competencia internacional del último BAFICI no podría ser más distinta que Ben Zaken. Allí donde aquel film todo es gris y en tono bajo, aquí Lapid propone una historia más intensa, política y en algún sentido cruenta. No tanto por la trama en sí sino por la manera en la que la pone en escena. Se trata de la historia de una maestra de jardín de infantes que descubre que uno de los niños que cuida es un sorprendente poeta. El chico tiene cinco años y parece incapaz de escribir grandes poesías, pero de una forma que se ubica entre lo milagroso y lo genio-autista, Yoav dice “tengo un poema”, empieza a caminar y, como poseído, recita/crea poesías bellísimas. Están los que se aprovechan de este talento –como la propia profesora, que las anota y las hace pasar por propias– y a los que le importan poco y nada: el padre de la criatura y, en cierto sentido, a la sociedad en general. Esta pintura algo cruel de ignorantes, pretenciosos, trepadores y nuevos ricos intenta reflejar un momento cultural en ese país –y quizás en el mundo– en el que la belleza, la inocencia y la pureza de la poesía de este niño no tiene lugar alguno. Y hasta los que dicen reconocerla terminan traicionándola. Lapid es un cineasta de gestos estridentes (muchos de ellos son notorios en el inusual y poco académico uso de la cámara), personajes y enfrentamientos potentes, a veces generando situaciones tensas que no se caracterizan por su sutileza, pero sí por su energía y virulencia. Desde la puesta en escena enrarecida hasta el muestreo social, étnico y cultural que hace de la población israelí, es obvio que Lapid tiene una visión tenebrosa de las zonas hacia las que se encamina su país y su segunda película lo deja en claro.
Pescadores de ilusiones La Filmoteca Metropolitana permite acceder a un trabajo de la dupla de ¿Y ahora? Recuérdame que se estrenó en el Forum de la última Berlinale. La historia de Rabo de peixe es bastante curiosa. Pinto y Leonel, la pareja creativa y protagónica del excelente documental ¿Y ahora? Recuérdame viajaron varias veces, entre 1999 y 2002, a las Islas Azores a retratar la vida en el pequeño pueblo pesquero de allí cuyo nombre da título al film. De hecho, vivieron meses enteros ahí. De ese material surgió un documental que el canal de TV que lo comisionó luego alteró radicalmente, quitándole todo material que pintara negativamente la vida en la comunidad, entre otras cosas. Alrededor de 15 años después, los realizadores portugueses recuperan, reorganizan y reeditan este material para presentarlo de la manera en la que hubieran querido hacerlo originalmente, detalles más, detalles menos. Y lo raro es que no es un film que presente la vida en esa comunidad de manera negativa ni mucho menos. Al contrario, pese a los conflictos y dificultades que implican vivir en una zona con grandes dificultades económicas, bastante caótica y desorganizada, y con un trabajo en extremo peligroso por las malas condiciones en las que se realiza, Rabo de peixe es un retrato humano, cariñoso y noble acerca de las vidas de un grupo de pescadores del lugar, una pintura de una comunidad “a la antigua” que fue perdiendo su identidad y de un trabajo artesanal que ya no existe más. La isla puede ser bella y sus paisajes, espectaculares. Pero las vidas de los pescadores no son para nada glamorosas, trabajando en barcos muy inseguros y recibiendo poquísimo dinero por su esforzada, manual y peligrosa labor. Pero el film prefiere centrarse en los personajes, una familia extendida de hermanos, primos y amigos que viven de la pesca y atraviesan varios cambios personales a lo largo de los años durante los que fueron acompañados por Nuno y Joaquim. La voz en off que conocimos en el otro film volverá acá, cálida y reflexiva, una voz que complementa con observaciones personales más que informar o tirar datos. La voz fue agregada luego, claro, y relata también los viajes de los cineastas a la isla y su relación con los lugareños. Y, en ese sentido, ya que las imágenes están grabadas en un video de baja calidad (la standard para la época, pero que hoy luce casi casera), se tiene todo el tiempo la impresión que la película es más un diario personal de viaje que un documental sobre el lugar. Tal vez la experiencia de ¿Y ahora? Recuérdame les hizo descubrir a Pinto y Leonel un estilo, una forma de encarar el retrato (o autorretrato) documental, que les resulta útil a ellos para organizar su material. Y, por suerte, también resulta fascinante para los espectadores para sentir que sus films son pedazos de vida capturada en imagen y sonido, sí, pero transformada en algo más contundente por la sensibilidad, el humor y la melancolía que los cineastas le agregan con sus cálidos textos.
De horrores negados, obediencias debidas y miserias sociales Este film que representará a Alemania en el Oscar extranjero reconstruye la investigación de un joven fiscal idealista para desentrañar en pleno período de posguerra la verdad sobre lo que ocurrió en el campo de concentración Auschwitz, pese a la resistencia de buena parte de la sociedad. Elegida hace unos días para representar a Alemania en la disputa del premio Oscar al mejor largometraje en idioma no inglés, esta película dirigida por el realizador y también actor de origen italiano es una versión sobria y tradicional –en un estilo que podríamos llamar “cine arte internacional”– de un tema verdaderamente impactante y menos conocido de lo que debería ser: la negación de la magnitud de los crímenes del nazismo con el que se vivió en Alemania durante casi dos décadas. El protagonista es un joven fiscal a quien le llama la atención la denuncia que hace un periodista acerca de que un torturador de Auschwitz está dando clases en una escuela de Frankfurt, ciudad en la que viven. Nadie quiere meterse con el caso –es 1958 y todos prefieren mirar para otro lado ya que muchos han estado implicados o han tenido familiares que lo estuvieron–, pero este joven idealista sigue la pista. Lo curioso para el espectador de hoy es darse cuenta de que ni él ni la mayoría de la gente del lugar tienen idea de qué era Auschwitz y qué pasaba allí. Algunos no lo saben realmente. Otros, bueno, prefieren mirar para otro lado. Pero Johann Radmann, con la anuencia del jefe de los fiscales –el único que lo apoya a seguir en la búsqueda– empieza no sólo a investigar lo que sucedió allí sino también a sacar a luz los archivos que existían sobre el campo, ya que los nazis dejaron apuntado casi todo lo que hacían. El film seguirá por un lado la búsqueda de testigos que puedan acusar a los nazis que aparecen en esas listas, las entrevistas a los acusados y, un tanto más tangencialmente, la búsqueda de Mengele, acaso el más tristemente célebre de todos los criminales de Auschwitz que, aseguran en la película, va y viene de Alemania a Argentina sin ningún problema. Con el correr de los años y de la investigación, Johann empieza a darse cuenta de que la tarea es casi imposible ya que, finalmente, de una u otra manera casi todos los que lo rodean estuvieron implicados, por acción u omisión, en algún hecho terrible del nazismo. Y eso empieza a aislarlo cada vez más de los demás y a poner en duda la posibilidad de llegar a “buen puerto” con la búsqueda de criminales, ya que hasta sus seres queridos más cercanos, descubre, pudieron estar también involucrados. La película es correcta, prolija y sus modos narrativos son más bien tradicionales, por no decir antiguos. Esto es: lo más interesante que tiene el film es observar esa transición de un país desde la negación de los crímenes hasta una especie de reconocimiento de lo que sucedió a partir de los llamados Juicios de Auschwitz en Frankfurt, que tuvieron lugar entre 1963 y 1965. No es, por citar un ejemplo, un trabajo cinematográfico deslumbrante sobre un tema relativamente similar como sí lo era la polaca Ida, pero sí es un testimonio de una etapa bastante llamativa en la vida de los alemanes: el momento en el que, más de 15 años después de terminada la guerra, empezaron a tomar conciencia de lo que había pasado allí.
Escrita por Diablo Cody (LA JOVEN VIDA DE JUNO, ADULTOS JOVENES), la nueva película de Jonathan Demme, RICKI & THE FLASH, es una por momentos bastante lograda combinación de sensibilidades entre guionista y realizador. Como en las anteriores películas escritas por Cody, aquí hay una mujer que no se lleva del todo bien con las “reglas” del mundo en el que vive y que, por un motivo u otro, decide llevar una vida alejada de los estereotipos o las convenciones. Esa mujer, claro, en algún momento u otro debe enfrentarse con esas personas y normas a las que una vez abandonó o contra las que chocó. Y el encuentro no será fácil. Ese tono irónico para el retrato social conjuga y por momentos choca con el más amable de Demme, un director cuyo cine más personal muchas veces ha retratado a personajes fuera de norma (el de Melanie Griffith de TOTALMENTE SALVAJE tal vez sea la más “Diablo Cody” de todos, seguido por el de Michelle Pfeiffer en CASADA CON LA MAFIA) y especialmente mujeres, que han sido el centro de atención de buena parte de sus películas, de EL SILENCIO DE LOS INOCENTES a LA BODA DE RAQUEL, otra película con la que esta RICKI… dialoga. Si a eso uno lo combina con el mundo del rock del que Demme se ha centrado en muchos de sus documentales, todo indica que se trata de un universo perfecto para él. ricki1Y si bien Demme no es el mismo de antes –ha perdido un poco el pulso de su tiempo y cierta frescura narrativa–, RICKI & THE FLASH es una película más que recomendable: humana, generosa y divertida, con una Meryl Streep que sigue pasando por su mejor momento, uno que empezó cuando se atrevió a animarse a hacer comedias, películas supuestamente livianas y a relajarse un poco. Aquí, es Ricki Rendazzo, una mujer que ronda los 60, que dejó a su marido y a sus hijos cuando eran pequeños para perseguir un sueño de estrella de rock que nunca se concretó: hoy tiene una banda que toca en un bar de mala muerte de Tarzana, California, trabaja en un supermercado y está endeudadísima. De todos modos, parece pasarla relativamente bien en su vida de working musician: no hay sueños de estrellato para ella, solo tocar en la banda para relajarse tras un arduo día de trabajo y de sonrisas forzadas de cajera. Pero el pasado está ahí, acechando, y Ricki sabe que dejó una familia con la que casi no tiene contacto más allá de una visita navideña y algún regalo. Un día, su ex marido, Pete (un Kevin Kline un tanto caricaturizado) la llama de urgencia desde su mansión en Indianapolis: la hija de ambos se ha divorciado, está muy deprimida y él cree que la presencia de su madre podría ayudarla, especialmente porque su esposa actual no está y él no parece saber muy bien qué hacer con la chica. Ricki vuelve del white trash que habita a ese mundo burgués y liberal, y su reencuentro con ellos no será sencillo. Su hija (interpretada por la verdadera hija de Meryl, Mammie Gummer) le guarda rencor, lo mismo que su otros dos hijos varones: uno que está a punto de casarse y el otro que le anuncia en el reencuentro que es gay. Su presencia los violenta, literalmente: es la madre que los dejó de lado por su sueño de rockstar y que nunca miró para atrás. ricki2Un eje curioso del guión es que la rockera de vida desmadrada sea pro-Bush y anti-Obama mientras que la familia más acomodada represente un modelo de burgués progresista del que la película se burla bastante. Ricki es una rockera tradicional que hace covers de Tom Petty y Bruce Springsteen (su guitarrista y novio actual lo encarna Rick Springfield, mientras que Bernie “Funkadelic” Worrell toca los teclados y los veteranos sesionistas Rick Rosas y Joe Vitale, se suman en bajo y batería), no sabe cocinar y vive de cervezas y hamburguesas mientras que su (ex) familia tiene hábitos bohemio- burgueses del siglo XXI, con sus costumbres veganas, sus productos orgánicos y sus tragos naturales. El filme se centra en las idas y vueltas de esos reencuentros, pero si bien hay reclamos y críticas duras para hacerse, Demme prefiere que todo quede relativamente en un tono amable, casi burlón, sin llevar las cosas al dramón del reencuentro familiar. Todo el tiempo da la sensación de que pese a las diferencias y los evidentes traumas abandónicos, las cosas se podrán resolver más temprano que tarde ya que el tono de la película siempre vuelve a lo liviano, especialmente a partir del humor que le imprime Streep a su personaje, aún en los momentos más emocionales. ricki4Sí, Streep, Springfield y compañía tocan de verdad y lo que se escucha en la banda sonora parece ser en vivo. Y el filme dedica un buen tiempo a mostrarlos tocando, en algo que es una de las cualidades del cine de Demme: el hombre nunca aparece apurado por llegar a ninguna conclusión, sus películas son sobre el recorrido en sí mismo. En un punto, tiene mucho que ver con la música de Neil Young –a quien Demme ha filmado más que a ningún otro músico–, cuya especialidad es estirar los tiempos de las canciones y dejar que los secretos y placeres se encuentren en los intermedios, en la duración misma de las cosas, en los pequeños momentos. RICKI & THE FLASH es una película pequeña y humana, de esas que casi ya no se estrenan en cine (aquí llega, uno imagina, por la popularidad de Streep) y que son siempre bienvenidas porque devuelven a la pantalla grande la escala humana del cine de Hollywood. El filme es como una de las canciones de american rock que suele tocar la banda de Streep: los acordes son conocidos y familiares, pero el placer que generan es instantáneo y acarician suavemente el corazón sin tratar de estrujarlo.
Otra película del creciente cine cordobés (aunque esta no pertenece al, digamos, “núcleo duro” de la nueva movida de cine de esa provincia), CIENCIAS NATURALES también se ocupa de un tema que es bastante cercano al cine argentino de los últimos tiempos: los niños en busca de su identidad, en ese momento clave de sus vidas en el que la infancia comienza a desaparecer y empiezan a tomar conciencia de ciertas duras realidades. La niña protagonista de la opera prima de Matías Lucchesi –premiada en cuanto festival se exhibió desde su estreno mundial, en febrero, en la Berlinale– habita en un pequeño pueblo de esa provincia y tiene una historia familiar complicada: nunca conoció a su padre y está obsesionada por saber quién es. Su madre no quiere o no sabe cómo ayudarla y la chica empieza a dar muestras de su crisis en el colegio: se la ve agresiva, solitaria, tratando de fugarse todo el tiempo. Finalmente, gracias a la ayuda de una maestra (Paola Barrientos), que va entendiendo cómo este problema la afecta, emprende un viaje con un mínimo dato que, supone, le servirá para encontrar al padre. Dato que, obviamente, será muy parcial y las iniciará en un camino casi detectivesco. ciencias naturalesLa película seguirá esa pesquisa para transformarse en el retrato de una serie de personajes a los que la vida fue llevando por caminos inesperados. No solo a las protagonistas, sino a los seres en su mayoría solitarios con los que se cruzan en su “road movie”. Un buen elenco (Barrientos, la niña Paula Hertzog, Sergio Boris y Arturo Goetz, entre otros) y una trama sólidamente construida hacen de CIENCIAS NATURALES una especie de fábula de tono realista para un público juvenil, gracias a la utilización de la música y algunos recursos narrativos. Ell filme asume el punto de vista inocente de la protagonista y presenta sus desventuras de forma cercana a un cuento para toda la familia. Como su título –y algunas metáforas usadas en el relato– lo indica, eso es CIENCIAS NATURALES, una fábula sobre la identidad y la reconstrucción.
La pequeña pero a la vez ambiciosa y bella película de Laura Citarella (directora de OSTENDE, y mujer orquesta de la productora El Pampero Cine) y Verónica Llinás (que, no está de más recordar, es hermana de Mariano Llinás) está protagonizada por esta última en una performance casi silenciosa y solitaria, componiendo a una mujer que vive en las afueras de un pueblo de lo que parece ser el Gran Buenos Aires, en el medio del campo, rodeada por un montón de perros que la siguen a todos lados y son su verdadera familia, ya que desconocemos que pasó con la original. Esta especie de versión homeless y femenina del personaje de LA LIBERTAD, el ya clásico de Lisandro Alonso, casi no tiene contacto con “la sociedad” y encuentra en los animales el afecto y cariño que parece haber desaparecido en el mundo que la rodea. Una película contemplativa que responde a algunos parámetros clásicos del Nuevo Cine Argentino –con excelente fotografía de Soledad Rodríguez, en un equipo de rodaje mayormente femenino– cuenta con el aporte musical, en su clásico estilo folk electrónico de Juana Molina, que le da un carácter novedoso al tono general de este tipo de filmes. mujer_de_los_perros,_La_Still02Atravesando las cuatro estaciones del año en la que se divide la narración, LA MUJER DE LOS PERROS –estrenada mundialmente en la competencia del Festival de Rotterdam 2015–ofrece una mirada humanista y comprensiva a un personaje que se ha abandonado del mundo para encontrarse en una especie de paraíso de protección animal que la sostiene y levanta aún en los momentos más difíciles. De a poco, nos irá convirtiendo en sus cómplices y para el final, cuando la acción dramática crezca y el mundo de los humanos vaya haciendo sentir su presencia, nos terminará conmoviendo. (Reseña publicada durante el BAFICI 2015)
Como sucedió con la reciente PITCH PERFECT 2 llega a la Argentina MAGIC MIKE XXL, la secuela de la película de Steven Soderbergh, más como consecuencia del éxito de ambas sagas en los Estados Unidos que por sus respectivas resonancias locales. En el caso de PITCH PERFECT, la segunda fue un enorme éxito muy superior a la primera en EE.UU y acá volvió a pasar tan o más inadvertida que la primera. Es muy probable que suceda lo mismo con MAGIC MIKE, cuya primera parte fue completamente ignorada aquí mientras en EE.UU. se convertía en un suceso de 115 millones de recaudación. A diferencia de PITCH PERFECT a la segunda película de la saga de los strippers no le fue tan bien allí como a la primera, pero se estrena acá igual. Y lo curioso es que es una buena película: mejor que la primera, más relajada, más erótica, más divertida y con una libertad narrativa (y sexual) muy superior no solo a la anterior sino a la media del cine comercial norteamericano. En cierto punto, me hizo recordar a TOURNEÉ, la película del francés Mathieu Amalric, en la que el hombre se iba de gira por pueblitos de Francia con un grupo de artistas de burlesque. Apostaría a que los cinéfilos de Soderbergh (productor y director de fotografía aquí, bajo su habitual seudónimo de Peter Andrews que usa para estos casos) y su habitual asistente Jacobs (ahora director, como lo hizo en la olvidable remake de NUEVE REINAS, titulada CRIMINAL) en algún punto se habrán inspirado en el filme. magic-mike-01-800Channing Tatum, que al final de la primera parte había abandonado el trabajito de male stripper para trabajar de otra cosa y formar una familia, se reencuentra tres años después con algunos de sus ex compañeros que se juntan para hacer un último show en una convención del “gremio”. Ya no está el lider y MC que encarnaba Matthew McConaughey y los muchachos siguen con sus viejas rutinas, ninguno animándose a salir a probar otras cosas, tanto en el escenario como en la vida. Lo cierto es que el bueno de Tatum –al que las cosas fuera del negocio no le salieron tan bien como suponía– termina reuniéndose con la banda y la película será una road movie en la que se irán mostrando sus pequeñas desventuras, su camaradería, sus peleas, fiestas y encuentros con chicas, el reencuentro con algunas viejas amistades y con señoras que buscan sexo, hasta llegar a la tan mentada convención. Estarán las escenas que, se suponen, irán a buscar tanto mujeres como hombres que disfruten de los strippers, pero el corazón de la película pasa por la relación entre los muchachos, veteranos cansados ya de repetir rutinas, y la gente con la que se van encontrando. magic-mike-xxl-amber-heardSi hay un eje argumental está ligado al intento de Tatum de que sus colegas dejen de hacer esas viejas rutinas agotadas (el policía, el bombero, el cowboy, todo ese combo Village People) y se expresen de una manera que les sea más propia y ligada a sus intereses. Las experiencias en el camino ayudarán a que eso suceda. Lo mejor del filme esta vez está relacionado a la camaradería, el placer y la sensación de que este tipo de entretenimiento sexual puede ser liberador, positivo y amable, a años luz de la imagen más oscura y algo turbia que suele tener y que posiblemente sea más realista. Jacobs, Soderbergh y Tatum no van aquí por el realismo sino por algo parecido a una road movie algo lírica, liberadora y lúdica, casi como una película independiente de los años ’70. Por supuesto que aquí y allá estarán las sesiones eróticas esperables, pero aún en esas circunstacias la película apuesta no tanto por el show o el shock sino por una extraña mezcla de agresividad sexual y ternura. Como si en el fondo, pese a sus años de gimnasio y su look de patovicas entre torpes y simplotes, los protagonistas de MAGIC MIKE XXL (Tatum, Mike Bomer, Joe Manganiello, Kevin Nash, Joe Rodríguez) y los personajes que aparecen en su recorrido (Jada Pinkett-Smith, Elizabeth Banks, Amber Heard, Donald Glover, Andie McDowell) se convirtieran en una suerte de poetas del amor físico, liberados y liberadores profetas del disfrute sexual. Algo que, en el cine norteamericano, no es nada común.