Un mundo desconocido, el de aquellos que llegan a nuestro país con el atractivo de conocer a las prostitutas que en un caso lo ayudaran a batir un record personal, o como única diversión posible, o el hombre que se enamoró y casó con una prostituta y discute la tenencia de su hijo. O derrotero de un norteamericano guía turístico y gigoló, que se permite un gratuito insulto a Eva Perón y su mausoleo, además de satisfacer a sus clientes y pilotear su propia soledad. Un microcosmos distinto, bien mostrado, que por momentos se reitera y en otro descubre con muy buen criterio psicologías machistas en grado superlativo.
Una historia de amor entre dos muchachos, jóvenes y bellos que se inicia en un encuentro intenso y se materializa en un viaje sin destino con la dorada posibilidad de ejercer la libertad, de huir de las imposiciones sociales, de sentir la plenitud del placer de saberse eternos y semidioses de un tiempo suspendido. Esa sensación es lo mejor d e un film que tiene la frescura habitual de Santiago Giralt. Hecho, según el mismo especificó, casi sin guión, como una road movie que los lleva desde el contacto con la naturaleza a un casco de estancia que podría tener sus propios fantasmas. Pero un camino que también le descubra la hipocresía y la violencia de una sociedad de adultos que conservan todos sus prejuicios. Le juega en contra la reiteración de situaciones que poco aportan y a favor la unión de un tercero que termina glorificando la relación amistosa y única.
Está basada en la primera novela de Guy de Maupassant, dirigida por Stéphane Brizé con una gran actriz protagonista, Judith Chemla. La vida de una mujer que pertenece a la nobleza provinciana, que luego de haber estudiando internada en un convento regresa a la tranquila y plácida vida con sus padres. Un gran contacto con la naturaleza, el cultivo de sus propias verduras, la lectura, el ocio. Pero ese mundo perfecto esta destinado a ser perdido. Un matrimonio conveniente, un hijo y cuando todo parece a la medida de sus sueños, ella descubre dolorosos engaños, de su marido con su doncella, una chica con la que compartió toda su vida, un secreto de su madre, el perdón al marido y una nueva infidelidad que terminara de manera trágica y un hijo que solo sabrá demandarle dinero hasta llevarla a la ruina. Pero esa mujer azotada por su destino que se mostrara como al pasar, con la importancia de los detalles, la voluntad de resistir, la terquedad de la dignidad, Todos los acontecimientos se muestran como gajos de memoria, momentos intercalados con la arbitrariedad de los recuerdos, pinceladas de dolor profundo y una manera única y sutil de resistir aun hasta las últimas consecuencias. Los hechos y la belleza de la naturaleza se entrelazan, igual que los tiempos de esa vida que encontrara una salida a la esperanza más sencilla. El director encuentra la intensidad en las pequeñas cosas, en esos detalles que marcan una vida, una espera que puede ser interminable, una solidaridad que llega cuando menos se la espera, los raptos de locura.
Humanizar productos del mercado es una variante muy usada en las películas de animación. Aquí se meten con el mundo de los emojis que viven en el smartphone de una adolescente que no sabe como expresarse. Pero así como los films dedicados al mundo Lego estaban llenas de fantasía, humor corrosivo y delirios. Aquí solo se trata de una historia convencional del descubrimiento del valor de la amistad, la revalorización de los sentimientos de pareja y de amor filial y no mucho más. El protagonista que no encaja en su sociedad es porque es un emoji que no se resigna a un solo gesto y puede expresar sus emociones. Si ese es el error imaginen a los gendarmes del orden. Y el peor miedo que tiene ese mundo es que el dueño del celular se presente en el servicio técnico y borre toda la información. En fin, salvo algunos hallazgos y reflexiones sobre la fama, el deber ser exitoso o que el salvador sea el pajarito de twiter, el entretenimiento será para los mas chicos y pasara sin pena ni gloria.
Adrián Suar ha conseguido sin dudas ser una marca de fábrica en el mundo de la comedia. Es un género donde se siente cómodo y tiene el “timing” justo, y el equilibrio para mostrarse ganador-perdedor. El público le responde. Y el lo sabe. En este caso eligió a un adicto a los partidos de futbol, la válvula de escape para un hombre de cuarenta y tantos, con un matrimonio de veinte años, dos hijas y una esposa que se refugia en la queja porque la adicción de su marido la reduce a la mayor indiferencia. Con ese planteo, una pretendida cura con adictos al alcohol, la perdida y la reconquista, se nutre esta comedia. Con buena química entre Julita Díaz y el protagonista, la muy buena intervención de Alfredo Casero y mucho romanticismo que resulta un tanto reiterativo. Marcos Carnevale, es el director y co-guionista con Suar, basados en una comedia belga de Riton Liebman y Gábor Rassov, conoce los resortes de estas comedias con momentos emotivos y peleas que buscan llegar a los sentimientos del espectador. A la pasión futbolera de los hombres sin dejar de lado al publico femenino. Hay más de desencuentros amorosos que goles.
El terror nuestro de cada semana. En este caso un hecho real ocurrido en 1912, en una casa de Iowa donde ocho personas fueron matadas a hachazos, sin que nunca se encontrara al asesino. A estos datos se suma los consabidos adolescentes que deciden investigar fantasmas en el lugar, y no contentos con el tour diurno, deciden invadir la casa. Son una chica y dos muchachos. Más otros dos que llegan para vengar rivalidades colegiales. Ya en la casa reviven asesinos y asesinadas, con todos los lugares comunes que ya vimos en tantas y tantas películas. Una más de regalitos de otro mundo, sangre, apariciones, ruiditos. En fin. Los que salvan ¿harán una remake? Crucemos los dedos.
Tomas Lipgot termina con esta su “trilogía de la libertad” con un protagonista único que ya conocemos de “Fortalezas “ y “Moacir”. Aquí ese hombre que cumplió su sueño de triunfo y goza de su libertad fuera del Borda, ahora va por otra fantasía realizada, su propia película. Y esta tercera de la serie se nutre de las escenas de ese film, de la relación del director y Moacir, que va más allá de la complicidad y a veces se complica y es caprichosa, y del backstage de la realización. Con la premisa de que el arte es curativo, más aún la libertad de creación, esta producción, la más costosa de las tres, se enamora del material, de la persona y el personaje y a veces se reitera aunque siempre de manera festiva, como la sucesión de posibles finales. Como si el director no se resignase a ponerle la palabra fin.
Desde el prolífico director Matías Piñero que sigue con su ligazón a Shakespeare, como en sus películas anteriores, en el nombre de los personajes, con la traducción que esta haciendo su protagonista de “Sueño de una noche de verano”, pero se trata de un film distinto, abierto, fresco y por momentos muy emotivo. Esa traducción tiene que ver con el idioma, dos ciudades entrelazadas con elegancia y pericia, Nueva York y Buenos Aires, y una búsqueda incansable para encontrar los afectos, el arraigo, el lugar en el mundo y una reconciliación, la parte mas lograda, con un pasado que solo tenía un nombre y se transforma en persona. Y la utilización de textos, texturas, un corto que hizo en el pasado, y el enlace de distintos lugares con subtes, puentes, flores. Un presente y flashbacks del último día en Buenos Aires. Y la búsqueda de la protagonista, que dejó un amor en su país, busca un amante perdido y encuentra otro, tan enredada como la Hermia de Shakespeare. Solo se trata de dejar encendido ese espíritu que no quiere aquietarse y que muestra con talento el director.
Se supone que es el cierre de la última trilogía que enlaza con esa primer y legendaria película protagonizada por Charlton Heston, donde toda la civilización humana ha sido destruida y el planeta tiene la cultura de los simios como raza dominante, aunque algunos cabos no coincidan y esta en el espectador memorioso recordar cuales. Y en este capítulo dirigido por Matt Reeves que es co-guionista al lado de Mark Bomback, Rick Haffa y Amanda Silver. La historia tiene muchos atractivos y aun cuando esta entrega se llama “la guerra” hay menos enfrentamientos bélicos, más cárcel y maltrato por parte de los humanos y por sobre todo la reflexión y la lucha interna de “Cesar” el líder de los monos entre huir para vivir en paz y el instinto que le ruge por venganza. La contracara es el militar encarnado por Woody Harrelson que esta más que “inspirado” en el Marlon Brando de “Apocalipsis ahora” con detalles de los personajes de Martín Sheen y Robert Duvall. El militar que emprende su propia guerra y que descubrió que un virus ataca a los humanos haciéndoles perder el habla y por ende su posición de raza dominante, y fue capaz de matar a su propio hijo para evitar la propagación. La perspectiva del libro es que los humanos merecen destruirse entre ellos porque los simios son capaces de construir una sociedad mejor. En materia de actuación, lo que logra Andy Serkis con sus ojos, con su cuerpo es increíble. No esta presente pero su “Cesar” está emotivamente cercano gracias a su trabajo, un verdadero experto en el tema de captura de movimientos. Un entretenimiento muy bien construido, con ideas serias y claras sobre la humanidad y algunas evidentes referencias a Trump y su muro.
Una película de Aki Kaurismaki que no se pueden perder. Porque si bien el mismo director reconoció que esta es su film más ligado a una situación coyuntural, supo mantener su estilo, evitar el realismo, convocar a su humor tan particular y único pero a la vez contener el drama de los refugiados, en este caso en Finlandia, que los rechaza sistemáticamente. Su humor es seco, les exige a los actores una actitud impávida, con una creatividad arrolladora y un encanto irresistible. Por un lado esta el refugiado sirio que huyo de Alepo, se metió en un barco, se oculto entre el carbón y llega por casualidad a Helsinki. Se baña, se cambia de ropas en la estación de trenes y va hacia el departamento de policía a iniciar el trámite de refugiado, abrumado por encontrar a su hermana. Este hombre chocara contra la burocracia, la insensibilidad, sufrirá el ataque de racistas pero se cruzará también con un hombre clave. El personaje encarnado por Sakari Kuosmanem que abandona a su mujer, a su trabajo, se juega a todo o nada en una partida de póker para, por fin, conseguir comprar un restorán que viene con personal incluido. En ese lugar ocurrirán las cosas más delirantes, pero también ese pobre refugiado conseguirá trabajo, donde dormir, un documento trucho y contención. Todo dentro de un clima de comedia seria que vale mucho más que cualquier discurso inflamado. Con este film Kaurismaki fue galardonado como mejor director en el festival de Berlín entre muchas otras distinciones.